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domingo, 24 de marzo de 2024

Jorge Semprún, militó , escribió y vivió

 

Jorge Semprún. 

Biografía 


"Estoy detenido porque soy un hombre libre, porque me he visto en la necesidad de ejercer mi libertad y he asumido esta necesidad."



Jorge Semprún Maura (Madrid, 10 del diciembre de 1923 - París, 7 de junio de 2011). Novelista, guionista, político y cineasta español.

Nieto de Antonio Maura e hijo de José María Semprún Gurrea, catedrático de Derecho de la Universidad de Madrid y diplomático durante la República. Al comenzar la Guerra Civil la familia se marcha al exilio y en 1939 se instala en París. Estudia Filosofía y Letras en la Sorbona de París.

En 1943 es apresado por el ejército alemán y confinado en el campo de concentración Buchenwald durante dos años. Fruto de esta experiencia será la trilogía Le grand voyage (1963), Quel beau dimanche! (1980), L’ecriture ou la vie(1994).

Al término de la II Guerra Mundial trabaja como traductor en la Unesco. En Francia se alista al Partido Comunista Español con el que colaboró activamente. Sus impresiones sobre este periodo se reflejan en Autobiografía de Federico Sánchez, su primera obra en castellano que recibe el Premio Planeta en 1977. Federico Sánchez es su alter-ego en alguna de sus novelas y en sus incursiones en España durante el exilio.

A mediados de los 60 se dedica más activamente a la literatura y a la escritura de guiones. Como novelista publica entre otras L’ Évanouissement (1967), La deuxieme mort de Remón Mercader (1969) y Reperages (1974).

Durante los años 1988-1991, es ministro de Cultura del gobierno socialista. Como consecuencia de esta etapa en 1993 publica Federico Sánchez se despide de ustedes, su segundo libro en español. En 1994 consigue el éxito de público en Francia con L’ecriture ou la vie. En 1981 aparece L’algarabie. También se adentra en el género de la biografía con Montand, la vie continue.

Como guionista trabaja con grandes directores de cine francés como Alais Resnais, La Guerre est fini y StaviskiCosta Gavras, Z de 1969, L’auve de 1970 y Section Spéciale de 1975, entre otros. También trabaja como director de cine en la película Les routes du Sud, adaptando al cine la obra de Ramón María del Valle-Inclán Tirano Banderas y para el teatro alguna de sus novelas.

En España preside la sección española de la ONG Acción Internacional Contra el Hambre e imparte clases de Literatura en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. En 2003 publica una tercera obra en castellano, Veinte años y un día y en el 2006 su última obra Pensar en Europa.

Durante toda su trayectoria obtiene numerosos premios y reconocimientos. Con su primera novela gana el prestigioso premio Formentor de literatura. Candidato a la Academia Francesa de la Lengua y desde 1996, miembro de la Academia Goncourt. Es miembro de la Academia Universal de las Culturas de París, Academia Goncourt y sección de Literatura de la Academia de Artes de Berlín, socio de honor del Círculo de Lectores y obtiene los doctorados honoris causa de las Universidades de Tel Aviv (Israel), Turín (Italia), Católica de Lovaina (Bélgica) y Universidad de Potsdam (Alemania).

Su obra ha sido traducida a diferentes idiomas: francés, inglés, español, alemán, serbio, húngaro, sueco, catalán, griego, italiano, portugués, holandés, japonés, checo, hebreo, turco, croata y noruego.



BIBLIOGRAFÍA

El largo viaje (1963)
El desvanecimiento (1967)
La segunda muerte de Ramón Mercader (1969)
Autobiografía de Federico Sánchez (1977)
Aquel domingo (1980)
La algarabía (1981)
Biografía de Yves Montand (1981)
La montaña blanca (1986)
Netchaiev ha vuelto (1987)
Federico Sánchez se despide de ustedes (1993)
La escritura o la vida (1994)
Adiós, luz de veranos (1998)
Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001)
Veinte años y un día (2003)
El hombre europeo, junto a Dominique de Villepin (2005)
Pensar en Europa (2006)




Adaptaciones cinematográficas y televisivas:

1966.- Objectif 500 millions de Pierre Schoendoerffer.
1966.- La guerra ha terminado de Alain Resnais.
1969.- Z de Costa-Gavras.
1970.- La confesión de Costa-Gavras.
1972.- El atentado de Yves Boisset.
1974.- Las dos memorias, guión y dirección.
1974.- Stavisky de Alain Resnais.
1975.- Section spéciale de Costa-Gavras.
1976.- Une femme à sa fenêtre de Pierre Granier-Deferre.
1978.- Las rutas del sur de Joseph Losey.
1983.- Los desastres de la guerra de Mario Camus. (Serie de Tv)
1986.- Les Trottoirs de Saturne de Hugo Santiago.
1991.- Netchaiev ha vuelto de Jacques Deray.- adaptación de su novela realizada por Dan Franck y Jacques Deray.
1995.- El caso Dreyfus de Yves Boisset (Serie de TV).
1997.- K de Alexandre Arcady.


ENLACES

http://www.vespito.net/historia/semprun.html

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2298

http://es.euronews.net/2009/07/01/jorge-semprun-estamos-ante-el-final-de-un-ciclo-de-predominio-en-europa-de-la-/

http://www.elboomeran.com/nuevo-contenido/34/semblanza-de-jorge-semprun-de-antonio-elorza/

http://letras-uruguay.espaciolatino.com/jerozolimski/semprun.htm

http://www.filosofia.org/hem/dep/cri/ri03078.htm

http://www.elpais.com/articulo/cultura/Jorge/Semprun/reivindica/pasion/lenguaje/europeo/elpepicul/20050601elpepicul_2/Tes/

http://www.youtube.com/watch?v=7_QmLezLoy8




La escritura o la vida (fragmento)


"Me ahogaba en el aire irrespirable de mis borradores, cada línea escrita me sumergía la cabeza debajo del agua, como si estuviera de nuevo en la bañera de la villa de Gestapo, en Auxerre. Me debatía para sobrevivir. Fracasé en mi intento de expresar la muerte para reducirla al silencio: si hubiera proseguido, la muerte, probablemente, me habría hecho enmudecer.
(…)
En todas las memorias de los hombres hay chimeneas que humean. Rurales ocasionalmente, domésticas: humos de los dioses lares. Pero de este humo de aquí, no obstante, nada saben. Y nunca sabrán nada de verdad. Pues no era la realidad de la muerte, repentinamente recordada, lo que resultaba angustiante. Era el sueño de la vida, incluso apacible, incluso lleno de pequeñas alegrías. Era el hecho de estar vivo, aun en sueños, lo que era angustiante."



Jorge Semprun : l'écriture et une vie

Par 

https://www.radiofrance.fr/franceculture/jorge-semprun-l-ecriture-et-une-vie-5418647


Aquel domingo (fragmento)

"Si Seifert o Weidlich se enteraran de mis tejemanejes, mal se me pondrían las cosas. Sería inmediatamente expulsado del Arbeitsstatistik. Quizás incluso me enviarían a algún Kommando exterior particularmente duro —Dora, Ohrdruf o S. III, por ejemplo— por aquella falta de disciplina. A no ser que el partido español lograra que me dejasen permanecer en el campo. Pero tendría que echar el resto para ello. Y aun así, nada me libraría de unos cuantos meses de trabajo punitivo. En la cantera, por ejemplo.
Lo que hago falsificando fichas de los SS se califica de sabotaje. La pena prevista en tal caso, si son los mismos SS quienes descubren el hecho, es ser ahorcado en la explanada donde se pasa lista, delante de todos los prisioneros reunidos.
Pero ¿el riesgo de ser descubierto por los SS es real o solamente hipotético? He examinado la cuestión bajo todos los ángulos, lo más objetivamente posible.
Examinemos la cuestión bajo todos los ángulos.
En este mes de diciembre de 1944, la estrategia de los oficiales SS destinados a la dirección del campo de Buchenwald resulta bastante fácil de adivinar. Quieren evitar a toda costa que los envíen al frente. Quieren seguir viviendo en la retaguardia, en el confort de su sinecura. Deben, pues, evitar a toda costa líos que pudieran llamar la atención de Berlín sobre su gestión en Buchenwald y provocar medidas disciplinarias.
Pero ¿Cómo evitarse líos? La mejor solución consiste en dejar que administren los asuntos internos del campo los comunistas alemanes, instalados en puestos clave de la administración interna desde hace años, desde que eliminaron a los presos comunes al término de una lucha solapada y sangrienta. Para ello, es menester que los prisioneros comunistas alemanes dispongan de cierta autonomía. De esa manera, los oficiales SS, corruptos y holgazanes, pueden dedicarse a sus grandes trapicheos y a sus pequeñas francachelas. "



Jorge Semprún y las dos memorias de la Guerra Civil

En un ensayo apasionante y riguroso, Elios Mendieta retrata a este político e intelectual inclasificable


o hay otro campo donde la figura de Jorge Semprún sea tan oportuna como en la memoria. Por eso mismo, si aún estuviera vivo, hoy aportaría claridad a ese debate tan español que enmaraña la historia documentada, los recuerdos personales y los episodios adornados por los propagandistas de turno.

Aunque el siglo XX ha quedado atrás, basta leer este párrafo de su libro Adiós, luz de veranos… (1998) para entender la complejidad de este territorio lleno de incertidumbres: «Durante mucho tiempo ‒escribe‒ creí que mi primer recuerdo no era tal. Que lo había, si no inventado, al menos reconstruido y recompuesto ‒coloreado, embellecido‒ hasta el punto de volverlo irreal».

En buena medida, una parte substancial de la biografía de Semprún ‒un puzle lleno de piezas‒ oscila entre una experiencia que para él fue abrumadora y la necesidad de construirse una máscara. El contexto de ese drama personal es bien conocido: tras el exilio de su familia en París, estudió Filosofía en la Sorbona. Luego luchó con la Resistencia antinazi, se afilió al Partido Comunista de España, y en 1943, fue deportado al campo de concentración de Buchenwald.

Sobrevivir a esta condena le animó, una vez liberado, a postergar recuerdos demasiado dolorosos. Así lo explica en La escritura o la vida (1994): «No solo estaba seguro de estar vivo, estaba convencido de ser inmortal. Fuera de alcance, en cualquier caso. Todo me había ocurrido, ya nada podía sucederme. Nada sino la vida, para devorarla con avidez. Con esa misma seguridad atravesé, más adelante, diez años de clandestinidad en España».

Oculto tras un alias que forma parte de su mitología, impulsó a otros intelectuales, artistas y académicos a pasarse a las filas del antifranquismo. Como dice en Autobiografía de Federico Sánchez (1977), la policía fue incapaz de localizarle: así, «uno se explica perfectamente, a posterioricómo ha sido posible trabajar clandestinamente en Madrid durante diez años; tener relaciones permanentes con varias decenas de cuadros del partido y con otras tantas personalidades de la oposición democrática, sin haber caído nunca en la ratonera».  

Estalinista en un primer momento, acabó reconociendo las mentiras que ocultaba la dictadura soviética. Eso le llevó a la disidencia y al encuentro con una verdad despreciada por la intelligentsia que aceptó los Procesos de Moscú: «Al final de la discusión del comité ejecutivo del PCE ‒escribe‒, Dolores Ibárruri, la Pasionaria, emitió el veredicto. Con cuatro frases nos ejecutó limpiamente a [Fernando] Claudín y a mí. Sus últimas palabras ‒y con ello se proponía sin duda explicar todos nuestros desvaríos‒ las había empleado para tratarnos de ‘intelectuales con cabeza de chorlito'».

Puede que los más jóvenes tengan noticia de su labor como ministro de Cultura en el Gobierno socialista de Felipe González. Alguno quizá haya hojeado libros suyos como El largo viaje (1963) y Federico Sánchez se despide de ustedes (1993), y una minoría acaso haya visto las películas que guionizó, entre ellas Z (1969), de Costa-Gavras. Pero si descontamos el recuerdo algo más nítido de los veteranos de la Transición, hoy se impone reivindicar a Semprún para que su legado pase a las nuevas generaciones. Es esta una labor que afronta con entusiasmo Elios Mendieta, autor de un libro excepcional, Memoria y Guerra Civil en la obra de Jorge Semprún.


Pensando en ese acceso de nuevos lectores al mundo de
 Semprún, Mendieta tiene clara la 
puerta de entrada. «La escritura o la vida 
‒dice a THE OBJECTIVE‒ es el libro que más veces 
he regalado en mi vida. Es su gran obra, pues no solo es su viaje órfico al campo de 
Buchenwald tras medio siglo, sino que en este libro se despliegan con gran singularidad, 
alcanzando el culmen, las señas de su estilo como escritor, su idiosincrasia creativa. Es 
muy interesante el alegato por el artificio o la imaginación, o cómo juega con una memoria 
en espiral, citando a numerosos autores en el tortuoso camino del recuerdo. También 
recomendaría Veinte años y un día, divertidísima novela –una de las pocas escritas por 
Semprún en español– que se aleja más de lo memorialístico, pese a verse reflejado su ‘yo’ 
de forma muy clara en diferentes ocasiones, y donde Semprún nos lleva a varios hitos de la 
pasada centuria en España: la Guerra Civil española, la posguerra o las revueltas 
estudiantiles de febrero de 1956. Y, cómo no, acabaría recomendando el visionado de Las 
dos memorias, que es una película que merece mucha más atención de la que tuvo. ¡Y ha 
pasado medio siglo!».

Es interesante que en una fecha tan temprana como 1974 Semprún entrevistase en Las dos memorias a excombatientes de los dos bandos de la Guerra Civil. Ese afán de rescatar las huellas del pasado, como eje de su perspectiva creativa, resulta crucial para entender la identidad de quien, durante el franquismo, se hizo pasar por un tal Federico Sánchez.

«Jorge Semprún ‒dice Mendieta‒ es un intérprete privilegiado de todo lo ocurrido en el siglo XX, y esto se debe a que fue protagonista en varios de los momentos más destacados del mismo: preso de los campos de concentración nazis, estalinista convencido, clandestino comunista en la España franquista y hasta ministro de Cultura en democracia. Hizo de su vida el material idóneo para sus narraciones, y no dudó en usar su memoria, además, para hacer literatura. También padeció la penuria de la Guerra Civil al tener que exiliarse de su país natal, junto a su familia, cuando solo tenía 12 años. No haber podido combatir contra los sublevados, por su edad, es una espina que siempre tiene clavada, y de la que empieza a resarcirse cuando sí puede combatir, como resistente, contra el Tercer Reich. Por ello, su obra creativa, ya sea en el ámbito literario, cinematográfico o teatral, ayuda a comprender parte del espesor que tuvo un siglo del que fue un personaje destacado».

Pregunto a Mendieta por la problemática memoria de los derrotados, algo evidente en guiones como el de La guerra ha terminado (1966), donde Yves Montand, un trasunto del propio Semprún, habla sobre ello en un memorable monólogo: «España ‒dice el personaje de Montand en la película‒ está convirtiéndose en la conciencia líríca de toda la izquierda: un mito para antiguos combatientes. Y mientras, catorce millones de turistas van de vacaciones a España cada año. España solo es un sueño para turistas o un mito de la Guerra Civil, y mezclado con el teatro de Lorca. (…) España ya no es el sueño del 36 sino la realidad del 65, aunque sea desconcertante».

¿En qué grado se advierte en este y en otros textos de Semprún esa tirantez entre historia, el recuerdo idealizado y la literatura? «La ficción ‒responde Mendieta‒ es un mecanismo imprescindible para Semprún a la hora de recordar y plasmarlo por escrito, pues sabe perfectamente que, como diría Paul Ricoeur, la memoria es sumamente frágil, por lo que la imaginación se cuela irremediablemente por los intersticios de los recuerdos. No se puede contar la verdad sin algo de artificio, sin reclamar la invención, como él defiende en La escritura o la vida«.


La guerra como material literario y cinematográfico

A grandes rasgos, la obra de Semprún suele asociarse con su paso por Buchenwald ‒un campo nazi hasta 1945, luego utilizado por los soviéticos‒. Sin embargo, el libro de Mendieta se fija, sobre todo, en la contienda española.

«La Guerra Civil ‒nos dice el autor‒ no es el evento central de su obra si se atiende en su conjunto, ya que los campos de concentración ocupan mayor espacio. De hecho, parte de su literatura nos lleva a sus vivencias en la Segunda Guerra Mundial y en Buchenwald. Me refiero a su cuarteto de textos concentracionarios: El largo viaje (1963), Aquel domingo (1980), La escritura o la vida (1994) y Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001). Ahora bien, la Guerra Civil está presente en casi toda su obra, de una manera u otra, y a ello se ha prestado injustamente menos atención. De hecho, su primera obra de teatro, apenas conocida y de carácter absolutamente propagandístico comunista, Soledad, de 1947, es una pieza en la que Semprún, que apenas tenía 24 años, da a creer que la huelga y protestas en Bilbao anticipan una temprana caída del Régimen, y hay numerosas referencias a lo ocurrido en la Guerra Civil en sus páginas. Además, tiene un texto dedicado en su totalidad a la Guerra Civil, y que da la casualidad que fue su único trabajo como director: Las dos memorias».

«A este filme ‒añade‒ he dedicado el tercer bloque del libro, ya que es muy poco conocido, pero contiene muchísima información de interés sobre el conflicto español y sus consecuencias posteriores. También incide mucho en el conflicto que hubo entre comunistas y anarquistas durante la guerra, con el apogeo que supusieron los sucesos de mayo de 1937. Es una obra interesantísima. Además, la Guerra y el distanciamiento de la visión oficialista del PCE es clave en su guion de la película La guerra ha terminado, que tiene mucho de anticipo de lo que serán sus memorias más notorias, Autobiografía de Federico Sánchez (1977), galardonadas con el Premio Planeta y que tienen mucho de ajuste de cuentas con el PCE y con esa versión oficialista. Tampoco convienen olvidar otras novelas donde la Guerra Civil –y, más aún, cómo ese pasado del conflicto es una dimensión del presente, por decirlo a la manera faulkneriana– es fundamental en el relato, como Veinte años y un día (2003), escrita el año en que el polifacético creador inicia su octava década de vida».

Está claro que, en su dimensión popular, escasean en nuestro relato colectivo personajes así. A veces, por desmemoria, otras veces por pereza intelectual, y otras, simplemente, por intereses ideológicos. La duda es qué pesa más a la hora de entender el paulatino olvido de Semprún. «Bueno ‒concluye Mendieta‒, supongo que hay un poco de todo lo que has citado entre las causas, y es una pena. Semprún es una figura imprescindible para adentrarse en el siglo XX europeo y, por supuesto, en el español, y de hacerlo de muy distintas vías. Con ir a su biografía ya bastaría, pero es que, además, hizo de sus aventuras el tema de sus trabajos. Estoy seguro de que su obra podría atraer a nuevos lectores, ya que su escritura es dinámica y original, y juega con motivos que aún nos interpelan».



Jorge Semprún. En el corazón del siglo, 1923-2023
Congreso internacional


Residencia de Estudiantes | 23 de octubre de 2023 - 16.15 h.

http://www.edaddeplata.org/edaddeplata/Actividades/actos/visualizador.jsp?tipo=2&orden=0&acto=7627


Jorge Semprún en perspectivas
Con motivo del coloquio internacional Jorge Semprún. H(h)istoria y M(m)emoria del siglo XX


http://www.edaddeplata.org/edaddeplata/Actividades/actos/visualizador.jsp?tipo=2&orden=0&acto=7007Ç


JORGE SEMPRÚN, CINEASTA

 RICARDO JIMENO ARANDA 

PROFESOR DE HISTORIA DEL CINE EN LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID


La faceta como cineasta de Jorge Semprún sigue siendo a día de hoy la más desconocida del escritor, político, militante y, en definitiva, superviviente, ensombrecida precisamente por la propia amplitud de su trayectoria biográfica e histórica. En la filmografía de Semprún se cuentan los guiones de diversos títulos relevantes, que más allá de estar dirigidos por referentes del cine europeo, como Alain Resnais, Costa-Gavras o Joseph Losey, contienen de modo visible el universo personal e ideológico del autor español. Sus trabajos cinematográficos y literarios se complementan formando una suerte de rompecabezas sobre su identidad. Las piezas se despliegan por los vericuetos de la memoria —la íntima y la histórica— que conecta todo el pensamiento sempruniano. Como director, Semprún tiene un único título, olvidado e invisible durante mucho tiempo, hasta su recuperación por la Filmoteca Española y la Cinémathèque Française hace una década: el documental Les deux mémoires (1974). En este fresco histórico, se traza un recorrido sobre la guerra civil y el exilio, a partir de los testimonios de diversas figuras clave del periodo. Semprún muestra las contradicciones del pensamiento de las izquierdas españolas entre la guerra y los años setenta. De las izquierdas, porque aunque su voluntad parece la de construir una memoria más poliédrica, la columna vertebral del filme devuelve fundamentalmente la mirada diversa de los derrotados. Dos de sus guiones, los de La guerra ha terminado (La guerre est finie, 1966) y Las rutas del sur (Las routes du sud, Joseph Losey, 1978), son indisimuladamente autobiográficos. En ellos, Yves Montand, amigo inseparable de Semprún, se convierte en su alter ego. Diego Mora en el primer caso, militante clandestino del PCE, hastiado de su actividad; y Juan Larrea (un alias recurrente de Semprún) en el segundo: un guionista maduro, exiliado, que mantiene una relación conflictiva con su hijo, y que asiste como espectador al final de la dictadura española. Todos los elementos biográficos se conjugan felizmente con un estilo de narración fragmentado, que en el caso de La guerra ha terminado, se adecúan de modo perfecto a la experimentación narrativa ensayada por Resnais en sus filmes previos. En este título, Semprún introduce un estilo subjetivo de impronta literaria, al hablar en segunda persona con su protagonista a través de la voz del narrador (que es la del propio escritor), que actúa como una especie de conciencia autónoma del personaje. Tanto por estilo como por contenido — su desencanto con el Partido que le ha expulsado y su rechazo de las mitologías románticas en torno la guerra—, el filme se convierte en un avance de su obra literaria posterior, en especial de Autobiografía de Federico Sánchez (1977). 



La película recoge su experiencia vital previa, e incluso anticipa sorprendentemente la futura, cuando casi al final, el comisario interpretado por Michel Piccoli se aventura a predecir el porvenir como ministro del protagonista. Las rutas del sur, por su parte, es realmente una secuela espiritual de La guerra ha terminado. El desencanto vital y político se esconde en cada arruga de un Yves Montand que por momentos se transfigura, incluso físicamente, en el propio Semprún. Losey, el director, aplica un intelectualismo distante y la cronología aparece menos fragmentada. La melancolía que inunda el filme se desprende del diálogo y de la luz invernal de tonos ocres y verdes de Gerry Fisher; de los ecos lorquianos y de cierto simbolismo que emana de la imaginación del protagonista, que pretende escribir un guion sobre la guerra. El conflicto entre padre e hijo que vertebra la película, convertido también en metáfora de las diferentes miradas expresa los métodos entre totalitarismos de signo opuesto. Esta obsesión sempruniana por conectar su experiencia íntima con la Historia también late en el relato de la actividad de los jóvenes resistentes franceses al principio de Sección especial. Las vivencias del joven Semprún en el París de la ocupación, relatadas en su magnífico libro Adiós, luz de veranos (1998), se confunden con la crónica de los hechos, incluso en la forma de aproximarse al conflicto entre la cotidianidad y la necesidad inmediata de apretar un gatillo, planteando una idea constante en el cine de Gavras y en el imaginario de Semprún, en torno a los límites de la violencia política. Por su parte, en su segundo y último guion para Resnais, Stavisky (1974), Semprún se embarca en otra historia de intrahistorias, alternando el breve exilio francés de Trotsky con las andanzas del falsificador y aventurero Stavisky, el bello Sacha, interpretado por Jean-Paul Belmondo. Se entiende la fascinación de Semprún por este personaje real, de innegable habilidad intrigante, escapista y seductor, porque en el fondo aparece como una versión canalla de su propia andadura vital y creativa. 



La obra de Semprún —literaria y cinemato- gráfica— es un complemento especular de su biografía. Su propia vida, que le lleva a ser protagonista de alguno de los acontecimientos más traumáticos del siglo, contiene un continuo juego de identidades variadas que se traslada a su escritura. Semprún salta así de la experiencia vivida a la creación, y partir de la ficción recrea el viaje inverso, retornando a través de la memoria y de la imaginación a la experiencia real. Este viaje circular lo convierte en un referente fascinante, en la frontera entre la realidad y la representación, de las derivas trágicas de Europa a lo largo del siglo XX generacionales sobre la realidad política, supone una de las escasas transposiciones de este tema biográfico íntimo por parte de Semprún. Sus otros guiones destacados se centran fundamentalmente en acontecimientos histórico-políticos reales. En sus tres colaboraciones con Costa-Gavras, Z (id., 1969), La confesión (L’aveu, 1970) y Sección especial (Section spéciale, 1975), se aborda respectivamente el asesinato del diputado Lambrakis en Grecia y el tránsito hacia el golpe de los coroneles; el proceso estalinista sufrido por el dirigente checo Artur London; y el juicio-farsa llevado a cabo por las autoridades francesas de Vichy contra un grupo de comunistas y de judíos inocentes. La mirada de Gavras y Semprún opera sobre el desmontaje de un mecanismo perverso. A partir de los procesos criminales desarrollados en diversos marcos políticos, los autores alertan de los desvíos de poder. En Z, la historia de Lambrakis responde más intensamente a la visión apasionada del griego Gavras como reacción contra el golpe militar acontecido en su país de origen, pero la construcción subjetiva del personaje —encarnado una vez más por Montand— representa de nuevo la combinación entre la memoria íntima y el conflicto político, tan grata a Semprún. No obstante, es en La confesión donde Semprún plantea todo su discurso ideológico. El escritor se identifica con London, antiguo combatiente de la Guerra Civil Española, y exorciza su propia relación con el partido comunista. La denuncia situada en primer plano —el juego de torturas y confesiones que sufre el personaje; otra vez Montand— refleja en realidad la evolución ideológica del propio Semprún, desde la asunción convencida, casi infantil de que el partido no se equivoca, hasta su posicionamiento crítico sobre el terror estalinista, equiparando de forma Losey, 1978), son indisimuladamente autobiográficos. En ellos, Yves Montand, amigo inseparable de Semprún, se convierte en su alter ego. Diego Mora en el primer caso, militante clandestino del PCE, hastiado de su actividad; y Juan Larrea (un alias recurrente de Semprún) en el segundo: un guionista maduro, exiliado, que mantiene una relación conflictiva con su hijo, y que asiste como espectador al final de la dictadura española. Todos los elementos biográficos se conjugan felizmente con un estilo de narración fragmentado, que en el caso de La guerra ha terminado, se adecúan de modo perfecto a la experimentación narrativa ensayada por Resnais en sus filmes previos. En este título, Semprún introduce un estilo subjetivo de impronta literaria, al hablar en segunda persona con su protagonista a través de la voz del narrador (que es la del propio escritor), que actúa como una especie de conciencia autónoma del personaje. Tanto por estilo como por contenido — su desencanto con el Partido que le ha expulsado y su rechazo de las mitologías románticas en torno la guerra—, el filme se convierte en un avance de su obra literaria posterior, en especial de Autobiografía de Federico Sánchez (1977). La película recoge su experiencia vital previa, e incluso anticipa sorprendentemente la futura, cuando casi al final, el comisario interpretado por Michel Piccoli se aventura a predecir el porvenir como ministro del protagonista. Las rutas del sur, por su parte, es realmente una secuela espiritual de La guerra ha terminado. El desencanto vital y político se esconde en cada arruga de un Yves Montand que por momentos se transfigura, incluso físicamente, en el propio Semprún. Losey, el director, aplica un intelectualismo distante y la cronología aparece menos fragmentada. La melancolía que inunda el filme se desprende del diálogo y de la luz invernal de tonos ocres y verdes de Gerry Fisher; de los ecos lorquianos y de cierto simbolismo que emana de la imaginación del protagonista, que pretende escribir un guion sobre la guerra. El conflicto entre padre e hijo que vertebra la película, convertido también en metáfora de las diferentes miradas expresa los métodos entre totalitarismos de signo opuesto. 



Esta obsesión sempruniana por conectar su experiencia íntima con la Historia también late en el relato de la actividad de los jóvenes resistentes franceses al principio de Sección especial. Las vivencias del joven Semprún en el París de la ocupación, relatadas en su magnífico libro Adiós, luz de veranos (1998), se confunden con la crónica de los hechos, incluso en la forma de aproximarse al conflicto entre la cotidianidad y la necesidad inmediata de apretar un gatillo, planteando una idea constante en el cine de Gavras y en el imaginario de Semprún, en torno a los límites de la violencia política. Por su parte, en su segundo y último guion para Resnais, Stavisky (1974), Semprún se embarca en otra historia de intrahistorias, alternando el breve exilio francés de Trotsky con las andanzas del falsificador y aventurero Stavisky, el bello Sacha, interpretado por Jean-Paul Belmondo. Se entiende la fascinación de Semprún por este personaje real, de innegable habilidad intrigante, escapista y seductor, porque en el fondo aparece como una versión canalla de su propia andadura vital y creativa. La obra de Semprún —literaria y cinemato- gráfica— es un complemento especular de su biografía. Su propia vida, que le lleva a ser protagonista de alguno de los acontecimientos más traumáticos del siglo, contiene un continuo juego de identidades variadas que se traslada a su escritura. Semprún salta así de la experiencia vivida a la creación, y partir de la ficción recrea el viaje inverso, retornando a través de la memoria y de la imaginación a la experiencia real. Este viaje circular lo convierte en un referente fascinante, en la frontera entre la realidad y la representación, de las derivas trágicas de Europa a lo largo del siglo XX generacionales sobre la realidad política, supone una de las escasas transposiciones de este tema biográfico íntimo por parte de Semprún. Sus otros guiones destacados se centran fundamentalmente en acontecimientos histórico-políticos reales. En sus tres colaboraciones con Costa-Gavras, Z (id., 1969), La confesión (L’aveu, 1970) y Sección especial (Section spéciale, 1975), se aborda respectivamente el asesinato del diputado Lambrakis en Grecia y el tránsito hacia el golpe de los coroneles; el proceso estalinista sufrido por el dirigente checo Artur London; y el juicio-farsa llevado a cabo por las autoridades francesas de Vichy contra un grupo de comunistas y de judíos inocentes. La mirada de Gavras y Semprún opera sobre el desmontaje de un mecanismo perverso. A partir de los procesos criminales desarrollados en diversos marcos políticos, los autores alertan de los desvíos de poder. En Z, la historia de Lambrakis responde más intensamente a la visión apasionada del griego Gavras como reacción contra el golpe militar acontecido en su país de origen, pero la construcción subjetiva del personaje —encarnado una vez más por Montand— representa de nuevo la combinación entre la memoria íntima y el conflicto político, tan grata a Semprún. No obstante, es en La confesión donde Semprún plantea todo su discurso ideológico. El escritor se identifica con London, antiguo combatiente de la Guerra Civil Española, y exorciza su propia relación con el partido comunista. La denuncia situada en primer plano —el juego de torturas y confesiones que sufre el personaje; otra vez Montand— refleja en realidad la evolución ideológica del propio Semprún, desde la asunción convencida, casi infantil de que el partido no se equivoca, hasta su posicionamiento crítico sobre el terror estalinista, equiparando de forma expresa los métodos entre totalitarismos de signo opuesto. Esta obsesión sempruniana por conectar su experiencia íntima con la Historia también late en el relato de la actividad de los jóvenes resistentes franceses al principio de Sección especial. Las vivencias del joven Semprún en el París de la ocupación, relatadas en su magnífico libro Adiós, luz de veranos (1998), se confunden con la crónica de los hechos, incluso en la forma de aproximarse al conflicto entre la cotidianidad y la necesidad inmediata de apretar un gatillo, planteando una idea constante en el cine de Gavras y en el imaginario de Semprún, en torno a los límites de la violencia política. 



Por su parte, en su segundo y último guion para Resnais, Stavisky (1974), Semprún se embarca en otra historia de intrahistorias, alternando el breve exilio francés de Trotsky con las andanzas del falsificador y aventurero Stavisky, el bello Sacha, interpretado por Jean-Paul Belmondo. Se entiende la fascinación de Semprún por este personaje real, de innegable habilidad intrigante, escapista y seductor, porque en el fondo aparece como una versión canalla de su propia andadura vital y creativa. La obra de Semprún —literaria y cinemato- gráfica— es un complemento especular de su biografía. Su propia vida, que le lleva a ser protagonista de alguno de los acontecimientos más traumáticos del siglo, contiene un continuo juego de identidades variadas que se traslada a su escritura. Semprún salta así de la experiencia vivida a la creación, y partir de la ficción recrea el viaje inverso, retornando a través de la memoria y de la imaginación a la experiencia real. Este viaje circular lo convierte en un referente fascinante, en la frontera entre la realidad y la representación, de las derivas trágicas de Europa a lo largo del siglo XX.

EL ATENTADO  (YVES BOISET, 1972) L’ATTENTAT

Basada en el caso del político marroquí Mehdi Ben Barka, que luchó por la independencia, para más adelante convertirse en un destacado disidente del régimen de Hasan II, este thriller político escrito por Jorge Semprún, sigue a Sadiel, un líder norteafricano exiliado en Suiza tras un golpe de estado en su país, donde intenta crear una resistencia, mientras desconoce que el coronel Kassar busca asesinarle, en colaboración con los servicios franceses. “Lo policíaco entra en El atentado por obra y gracia del espionaje. El suspense esta vez cobra proporciones de tragedia y hay un 'fatum' irreprimible que va estrechando cada vez más la soga sobre Sadiel. Hay fugas y persecuciones, torturas y sobornos, pistas que no llevan a nada y los inevitables enredos de lo policíaco. Pero Yves Boisset no ha puesto de su parte todo lo necesario para que El atentado t de un comisario, La policía agradece, El caso Mattel- en lo que enga la calidad de otras películas policíacas italianas. –Confesión esa acción fílmica se refiere. Gran parte del film está montado sobre una carga verbal predominante”. (Pedro Miguel Lamet).

LA CONFESIÓN  (COSTA-GAVRAS, 1970) L’AVEU

Situada en Praga en 1951, la adaptación de la novela homónima de Arthur London nos narra el vía crucis de un político checoslovaco, acusado de ser un espía de los Estados Unidos y que, tras casi dos años de torturas físicas y psicológicas, está preparado para confesar. “En retrospectiva, es evidente que La confesión es una película de referencia. Desde entonces ha habido otras obras que han hablado también de la inmoralidad subyacente a extraer confesiones bajo presión, una práctica que ha durado en el tiempo más de lo que habíamos imaginado. Pero La confesión es de alguna manera más efectiva en condensar los conceptos del bien y el mal a una suerte de simplicidad existencial que va más allá de sistemas de gobierno o circunstancias políticas particulares. Y además conecta con la obra global de Costa-Gavras en dicho periodo. 'El sentimiento general en la época parecía ser que el Este era malo y el Oeste bueno', comentaba Gavras. 'Nuestra idea, con las películas que componían esta trilogía, era demostrar y mostrar que no había diferencias sustanciales entre ambos sistemas'”. (Dina Iordanova).

LAS DOS MEMORIAS  (JORGE SEMPRÚN, 1974) LES DEUX MEMOIRES

Documento imprescindible y censurado en España (solo fue proyectada dos veces en Filmoteca Española (en el año 78 y en el 81 respectivamente) hasta su restauración en 2012. Un relato polifónico que nos habla de la experiencia de los republicanos que perdieron la guerra, que abre más preguntas que respuestas. “En el momento de su preparación, Las dos memorias era el proyecto más ambicioso, mediáticamente hablando, de su autor. Con el paso del tiempo, la conciencia de las imperfecciones del documental pesó cada vez más en Semprún, aunque esta no sea la única razón que explique su olvido. Desde el inicio de su carrera literaria, Semprún siempre fue muy cuidadoso con el estilo de lo que producía. Como todo documental basado en entrevistas, podría pensarse que se trata de un trabajo algo improvisado, resultado de las circunstancias de un contexto político que cambiaba a grandes pasos y de las opiniones particulares de las personalidades que aceptaron ser entrevistadas en 1972”. (Jaime Céspedes Gallego.


LA GUERRA HA TERMINADO  (ALAIN

 RESNAIS, 1966) LA GUERRE EST

 FINIE

“La guerra ha terminado” es la irónica frase con la que Francisco Franco  dio por concluida la Guerra Civil Española. Y es el punto de partida de la valiente colaboración entre el guionista Jorge Semprún y el cineasta Alain Resnais para contarnos la historia de Diego, un militante del partido comunista español que cruza repetidamente la frontera entre Francia y España para viajar a Madrid y servir de enlace entre exiliados y militantes subyugados por la dictadura franquista. “La frustración por una vida no vivida -y en Resnais, vida es amor y muerte- se convierte así en el sustrato de una carrera que vincula en sus primeros títulos el deseo amoroso al padecimiento existencial. En la naturaleza del estigma, Hiroshima es el primer hito del deseo condenado de amar, pero la cuestión se debate en términos análogos en Muriel, La guerra ha terminado, Mi tío de América, La vida es una novela y Mélo. ¿Qué impulsa a sus protagonistas a esquivar o rechazar el amor, pese a su anhelo íntimo por sentirse vivos a través de la experiencia amatoria? ¿Quég a convertirlo en materia de recuerdos dolorosos? ¿Cuál es el motivo de que uno o los dos amantes prefiera la amargura a la felicidad?”. (Raúl Álvarez).



STAVISKY  (ALAIN RESNAIS, 1974)

Segunda colaboración entre Semprún y Resnais, basada ligeramente en la historia real de Stavisky, un financiero estafador que fue detenido en 1934 por vender acciones falsas. “Stavisky, en su superficie, parece una producción más convencional, pero lo cierto es que Resnais vuelve a hablar de la nostalgia por el pasado, precisamente, mediante el diseño de producción. La reconstrucción del pasado mediante el art decó propone un cine en el que ese simulacro visual evidencie la artificialidad de la reproducción de un tiempo pretérito que regresa en forma de imágenes. La representación de ese pasado es nostálgica per se: no puede ser de otra manera debido a su propia grandilocuencia. Pero no es una mirada nostálgica por un tiempo mejor al que se quiere regresar, aunque sea mediante su falsificación y su reproducción en imágenes; es una mirada que ahonda en la nostalgia como forma memorística, manipuladora, casi neurótica, que compone una realidad teatralizada en su interior”. (Israel Paredes).

SECCIÓN ESPECIAL  (COSTA-GAVRAS, 1975) SECTION SPÉCIALE

La adaptación del libro de Hervé Villeré es un drama judicial situado en 1941, sobre cómo el gobierno de Vichy decide crear una Sección Especial cuyo objetivo es condenar a cabezas de turco para aplacar las iras de los nazis tras el asesinato de uno de ellos. Sección especial es la clase de película que Costa-Gavras lleva a la excelencia (la hizo después de Z, Estado de sitio y La confesión). Expresa una protesta moral mientras que negocia con los detalles banales del asesinato. Si la película no es tan abosrbente como Z o La confesión, si no tiene el acostumbrado toque de Costa-Gavras para el escándalo melodramático, quizá es porque las secciones especiales eran en sí mismas tan secas y cortantes. Muchos hombres murieron y la ley francesa fue ultrajada, y todo se hizo como si fuera la más apropiada de las ceremonias. (Roger Ebert).

LAS RUTAS DEL SUR  (JOSEPH LOSEY, 1978) LES ROUTES DU SUD

   Secuela de La guerra ha terminado, de Alain Resnais, también con guion de Jorge Semprún. La historia, ambientada en los últimos años del franquismo, describe el enfrentamiento generacional entre padres e hijos a propósito del inminente cambio político. “La gran aportación histórica de Las rutas del Sur consiste en la inclusión de la muerte de Franco, mostrada a través del discurso televisivo de Carlos Arias Navarro. Con ella se abren nuevas perspectivas en la España democrática que distancian a su protagonista del de La guerra ha terminado, tal como lo certificó el propio Resnais para aplacar las dudas de Losey sobre la inconveniencia de volver a filmar la misma película. Ambas hablan, sin embargo, de lo mismo, pero los más de diez años que las separan juegan a favor de Semprún; que si ya entonces pronosticaba, en boca de un policía, que los militantes clandestinos pueden llegar a ser ministros, ahora apunta que los franquistas se convertirán en demócratas mientras los demócratas serán elegidos diputados”. (Esteve Riambau).

Z  (COSTA-GAVRAS, 1969)

Thriller político co-escrito por Jorge Semprún y CostaGavras y ficcionalización del asesinato en 1963 del político de izquierdas griego Grigoris Lambrakis. “Z es insoportablemente emocionante -un thriller político que va construyendo progresivamente su nivel de tensión de tal manera que seguramente te sentirás exhausto al finalizar la proyección. El joven cineasta Costa-Gavras hace uso de todas sus habilidades y conocimientos para llevar su punto de partida de la manera más efectiva posible, consiguiendo a su vez algo pocas veces visto en el cine europeo -una película política con un propósito claro y, a su vez, una cinta totalmente comercial. Indudablemente, Z es una película que surge como compromiso político, pero en ningún momento pierde la conexión emocional con su público. Y sus influencias no provienen de la tradición del cine francés, sino de las películas de gangsters americanas y los melodramas antifascistas de los años 40 ”. (Pauline Kael).




Las mil vidas de Jorge Semprún

Con motivo del centenario de su nacimiento, este documental recuerda la vida y el legado de Jorge Semprún (Madrid, 1923 - París, 2011). Superviviente de Buchenwald, líder comunista clandestino y ministro de Cultura español con Felipe González, la trayectoria vital de este intelectual y político encarna el siglo XX.

https://www.arte.tv/es/videos/110202-000-A/las-mil-vidas-de-jorge-semprun/




Jorge Semprún: un militante de

 la memoria


https://www.rtve.es/television/20231209/jorge-semprun-militante-memoria/2464940.shtml

Jorge Semprún

Ramón Miravitllas entrevista al escritor y político Jorge 

Semprún.

https://play.rtve.es/v/7030080/

‘Imprescindibles’ estrena ‘Las mil vidas de Jorge Semprún’, coproducido por RTVE y con guión y dirección de Albert Solé. En el año del centenario de su nacimiento, este documental recupera la figura de uno de los intelectuales que mejor encarnan al siglo XX: resistente antinazi, prisionero español del campo de Buchenwald, militante comunista perseguido por el franquismo y escritor reconocido en Francia.

En este trabajo se sigue el rastro de un hombre que estuvo en primera línea de la historia y que vivió para escribirlo. Con la ayuda del testimonio de expertos, así como familiares y amigos, se traza la semblanza de una figura fundamental para entender el pasado y el presente. 


‘Las mil vidas de Jorge Semprún’

En la figura de Jorge Semprún caben mil vidas, y todas ellas dignas de película. El protagonista de esta historia emprende un largo viaje que va desde el Madrid republicano al París ocupado, del campo de concentración de Buchenwald a las células del Partido Comunista, entre el activismo clandestino, el glamour y el reconocimiento literario. El documental recorre todos estos escenarios, reuniendo a familiares, amigos y expertos en su obra. Con ellos, recupera la memoria de un personaje novelesco que lo arriesgó todo luchando contra los totalitarismos europeos del siglo XX y que logró conjurarlos como escritor y como pensador. 

Con abundante material de archivo, así como con animaciones de algunos de los episodios claves de su historia, el documental se acerca a sus aventuras de juventud y sus desencantos, a las frenéticas peripecias de su alter ego, el escurridizo Federico Sánchez; recuerda su expulsión del partido comunista y celebra sus éxitos literarios y cinematográficos de madurez, hasta llegar al ministerio de cultura español. En ‘Las mil vidas de Jorge Semprún’ se dibuja el perfil público de un hombre que tuvo que escoger entre la escritura o la vida, y que al final se quedó con ambas. 

El documental cuenta con el testimonio de Soledad Maura y Franziska Augstein, escritoras y biógrafas de Semprún; Thomas Landman, su nieto; Bernard Pivot, presentador de programas de Literatura; y el filósofo Josep Ramoneda. Es una producción de Minimal Films, en coproducción con RTVE y ARTE, con el apoyo de ACE e ICEC y producción asociada de Caixa Forum. 



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