El silencio me salvo del miedo, de los miedos a las fugas, de las guerras y de los desastres. Fue un adalid fiel para encontrar las preguntas y preparar las respuestas.
La casa de Bernarda Alba.
Drama de mujeres en los pueblos de España
Acto primero


El dramaturgo Juan Mayorga titular de la letra M de la Real Academia Española (RAE).
Silencio,

Ensayo sobre el Lugar Silencioso
Sinopsis


Peter Handke
escritor inglés A. J.
—«Archibald Joseph», si no
me equivoco— Cronin, en una traducción
alemana que llevaba por título Las estrellas
miran hacia abajo. Era un libro bastante gordo,
pero ni el autor ni su historia, que en aquel
momento me llegó del todo y me entusiasmó,
son el motivo por el cual ahora apenas pueda
acordarme de unos pocos detalles. Lo que
recuerdo de la novela, junto con las estrellas
que miran continuamente desde arriba, es esto:
una región minera de Inglaterra y la crónica de
una familia de mineros que pasa hambre, una
historia que alterna con la de unos propietarios
adinerados («si no me equivoco»). Mucho más
tarde, al ver la película de John Ford Qué verde
era mi valle, como por arte de magia,
en el buen
sentido de la palabra, desfilaron ante mis ojos
las imágenes de los rostros y los paisajes, de
tal modo que, aunque yo lo sabía muy bien, no
se trataba de una versión cinematográfica del
How Green Was My Valley de Llewellyn, sino del
The Stars Look Down de Cronin. Y esto que de
esta epopeya de las estrellas que miran desde
arriba sólo me ha quedado un único detalle.
Pero éste me ha estado persiguiendo hasta el
día de hoy y es además el que constituye el
punto de partida de mis rodeos y mis
circunvalaciones en torno al Lugar Silencioso1 y
a los lugares silenciosos y, consecuentemente,
a partir de aquel detalle tiene que empezar el
ensayo sobre esta cuestión.

Ramón Andrés
No sufrir compañía
Escritos místicos sobre el silencio

Sinopsis
- Adam Ford
En busca del silencio
Sinopsis

EL SILENCIO EN LA ERA DEL RUIDO
Erling Kagge
Fragmento
y allí, en lo más recóndito del estruendo del tráfico y la cacofonía de los pensamientos, la música y el sonido de las máquinas, los iPhone y las quitanieves, me esperaba agazapado.
El silencio.
a de la semana en la que todos tenemos tiempo de quedarnos sentados charlando cara a cara. Los demás días hay demasiadas cosas que hacer. Las niñas me miraron con escepticismo.
¿El silencio?
Pero si el silencio no es nada... Antes de que yo hubiera empezado a explicarles que el silencio puede ser un amigo y que es un lujo mucho más valioso que ese bolso de Marc Jacobs que tanto desean, ya habían sacado sus conclusiones: el silencio está muy bien cuando te vas a dormir.
Aparte de eso, no tiene ningún valor.
Siguen teniendo curiosidad, pero la expresión de su cara es menos infantil, más adulta, tienen en la cabeza más ambiciones que preguntas. A ninguno de nosotros le interesaba lo más mínimo seguir hablando del silencio, así que decidí contar una historia con la intención de provocar eso, precisamente, silencio:
Dos amigos míos tenían planeado escalar el Everest. Una mañana muy temprano dejaron el campamento base para subir por la cara suroeste de la montaña. Escalaron sin problemas. Los dos alcanzaron la cima, pero entonces estalló una tormenta. Enseguida comprendieron que no podrían descender con vida. El primero consiguió ponerse en contacto telefónico vía satélite.
«Mi libro de horas», Frans Masereel
¡Imbuíos mientras hojeáis de todo el carácter enigmático de este sueño de la existencia del hombre aquí en la tierra, que es insignificante porque termina y se desvanece, y en cuya insignificancia, sin embargo, está presente lo terno por todas partes haciéndolo realidad!

La ciudad

Masereel representa escenas de la vida cotidiana de una ciudad enmohecida por el hollín de las fábricas y la oscuridad de la pobreza. Este ambiente contrasta con el brillo y la majestuosidad de las zonas ricas de la misma urbe. Hombres de capa y sombrero, obreros de rostros enjutos, prostitutas y damas de la alta sociedad son parte de los habitantes de este libro.
en la que, con su certero trazo blanco da luz al puzzle humano que se mueve en la oscuridad. Con un dibujo potente y actual dibuja una sociedad en la que podemos reconocer las mismas pasiones que mueven la nuestra.
La momia misteriosa
Jason

Shaun Tan
Emigrantes
Poochytown, de Jim Woodring

El silencio es el nuevo sexo
En una sociedad hastiada de la efímera sensación de novedad, la ausencia de ruido es el último lujo«El silencio es un pliegue de intimidad capaz de desalojar los ruidos de la vida. Corremos tras de él y se escurre»

«La posmodernidad enterró la idea del silencio y sublimó el ruido»

«Hoy, el lujo dispone de un nuevo parámetro que exalta valores como la trazabilidad del origen, la sostenibilidad, el tiempo y, muy especialmente, el silencio»


Joana Bonet es directora de Fashions Arts & Magazine y escritora. Su último libro es Fabulosas y rebeldes. Cómo me hice mujer (Destino).

El arte del silenciamiento

«Los teólogos exageran la importancia de la forma verbal y los sacerdotes la de la forma ritual. La mística les pone a los dos en entredicho»

La aventura del silenciamiento interior no puede realizarse sin un camino: nadie llega a ningún sitio si no es de algún modo. Tener un camino es algo muy útil, desde luego; pero no deja de ser peligroso, puesto que también el camino, el método, puede idolatrarse, en cuyo caso deja de servir para hacer la experiencia del Espíritu, convirtiéndose en su principal obstáculo. La exacerbación del método no es otra cosa, en meditación, que el subrayado en la técnica. Claro que la práctica meditativa comporta una dimensión técnica, pero no puede reducirse a ella. También la escritura literaria, por poner un ejemplo, tiene su dimensión técnica; pero la literatura, reducida a mera técnica, queda convertida en una caricatura de lo que podría ser. En este artículo quiero mostrar que la meditación en silencio y quietud es, esencialmente, un arte.
«La meditación es una profundización en la experiencia del yo para expresar en la vida el ser en plenitud»

Lo primero que es preciso para aprender a meditar es escoger un espacio en donde pueda realizarse la práctica. Debe ser un espacio en la propia vivienda, de modo que se tenga acceso fácil e inmediato a la misma; y debe ser pequeño (bastaría un metro cuadrado, acaso dos, pero no más). El meditador aprendiz debe primeramente delimitar bien ese territorio, sea metafórica o, incluso, físicamente (dibujando con tiza en el suelo, por ejemplo). Eso le ayudará a entrar y salir del espacio de meditación con consciencia. La toma de consciencia de estas entradas y salidas en ese metro cuadrado es ya un ejercicio de meditación. Ayuda a este efecto, por ejemplo, descalzarse a la hora de entrar y, en fin, calzarse de nuevo cuando se sale. Este pequeño gesto nos va educando y abriendo en nuestro interior una lógica distinta a la habitual, normalmente mecanizada y rutinaria.

Dentro de ese espacio bien delimitado que hace las veces de templo, el verdadero espacio de la meditación es el propio cuerpo. Se medita con el cuerpo, lo que significa que, una vez ritualizada la entrada en el espacio de la meditación, la siguiente tarea es atender al propio cuerpo. Esto se hace fundamentalmente de dos formas: una, sentándose; y dos, quedándose quieto. Sentarse correctamente es básico para meditar. Más aún: meditar es sentarse correctamente, lo que significa, por decirlo de forma simple, tener la espalda erguida. La práctica meditativa en quietud se realiza sentado, sea con las piernas cruzadas en postura de loto o dobladas, arrodillado en un banquito de oración. Esta postura sólo debe asumirse para meditar, con lo que el cuerpo está diciendo al alma, cuando asume esta postura, qué es lo que espera de ella en ese momento. También es importante porque, al sentarnos, nos abajamos: tocamos tierra: realizamos físicamente aquello que buscamos espiritualmente: tocar la realidad. La meditación es una escuela de realismo. No hay vuelo espiritual que no parta de la tierra y que no aboque a ella. Una vez abajo, se trata de permanecer lo más quieto posible. La quietud es el silencio del cuerpo. La mente no puede silenciarse en un cuerpo inquieto. A mayor quietud externa, mayor movimiento interno. A menor quietud, por el contrario, menor capacidad de concentración, lo que nos permite entrar en el siguiente punto.
«El verdadero espacio de la meditación es el propio cuerpo»
Dentro de ese espacio bien delimitado que es ese metro cuadrado reservado para meditar, y dentro del espacio del propio cuerpo, en este proceso de progresivo estrechamiento y concentración, el punto sobre el que la meditación de cepa cristiana invita al meditador a centrarse es el corazón. Meditar es recoger la atención en un punto del cuerpo: la nariz es, desde luego, una posibilidad, pues es por los orificios nasales por donde inspiramos y espiramos el aire que nos permite estar vivos; pero otra posibilidad es el corazón, que es, junto a la respiración, el ritmo biológico esencial. De lo que se trata es de escuchar los propios latidos y, en fin, de entonarse con ese ritmo biológico. Quien está en la percepción de este ritmo no estará en la reflexión, que nos saca del proceso meditativo. Esta triple poética del espacio, del cuerpo y del corazón consiente el acceso a la experiencia mística, sobre la que, con toda modestia, me permitiré decir también tres palabras.
Cultivar el espacio físico del propio templo, del propio cuerpo y del propio corazón conduce inexorablemente al descubrimiento del espacio interior. La mente, habitualmente llena de palabras e imágenes, se va vaciando en la medida en que se medita. Que se vaya vaciando significa, simple y llanamente, que se va descubriendo como un territorio, es decir, como espaciosidad interior. Esta experiencia de la mente es lo que habitualmente llamamos consciencia. Nos damos cuenta de algo porque hemos hecho vacío a su alrededor, lo que nos ha permitido distinguirlo. Esa espaciosidad no está prácticamente nunca por completo vacía, sino que en ella distinguimos a veces algunos elementos: una distracción, una sombra, la presencia de un ojo observador o de un testigo… Es como el desierto: un espacio geográfico con muy pocos elementos, sólo aquellos que nos permiten saber que eso es un desierto: arena, sol, una montaña a lo lejos, escasa vegetación… Sólo lo simple puede propiciar la experiencia de la unidad. No es en absoluto casual, sino muy revelador, que los monoteísmos hayan nacido precisamente en el desierto y que los politeísmos, por contrapartida, se hayan desarrollado en zonas selváticas o de jungla.

«La mente, habitualmente llena de palabras e imágenes, se va vaciando en la medida en que se medita»
El silencio del meditador es en orden a la escucha. Hay algo que está sucediendo, que está sonando interiormente, algo a lo que estar atento para no perderse. El silencio no se conforma consigo mismo —por decirlo así—, sino que va en busca de una palabra —por designarla de alguna forma— que abra a un silencio aún mayor. Pues bien, eso que resuena en el desierto místico es lo que en el cristianismo se conoce como la voz divina o la Palabra de Dios. Y lo que primariamente dice esa voz o Palabra es esto: “tú eres” o, lo que en sustancia es lo mismo, “yo soy”. Dicho de otra forma: se medita en busca de la propia identidad, en busca del propio nombre. De lo que se toma consciencia al meditar es de que somos. Esa consciencia es la raíz del verdadero autoconocimiento.
La experiencia del misterio y de la identidad es en el cristianismo personal. Esto significa que lo que se escucha en el desierto de la práctica meditativa no es un genérico “yo soy”, sino un “yo soy hijo”, “yo soy amado”. Lo que se descubre, en otras palabras, es que se puede confiar. Y que si se puede confiar es porque hay algo o alguien en quien confiar. El meditador de cepa cristiana experimenta en su práctica que es cuidado. Y si alguien es cuidado —resulta evidente— es porque hay Alguien que le cuida, precisamente eso que los cristianos designan con la palabra “Dios”. Afirmar que Dios es Padre, por tanto, es para un cristiano lo mismo que afirmar que la confianza tiene un fundamento. Esta experiencia del fundamento amoroso es la quintaesencia de la mística cristiana.

Juan Carlos Onetti La meditación es el arte del silencio interior. Normalmente, todos vivimos en medio del ruido, exterior e interior. Conseguir el silencio exterior no es fácil, pero parece algo más o menos accesible a todo el mundo. Alcanzar el silencio interior, en cambio, lo que aquí voy a llamar silenciamiento, no parece tarea sencilla. Si lo deseamos, hemos de aprender. Pero para eso necesitamos de alguien que nos enseñe. Existe en Occidente, al igual que en Oriente, una tradición de conocimiento silencioso. En estas páginas quiero ofrecer algunas pistas para adentrarse prácticamente, es decir, desde la experiencia, en este conocimiento, tan necesario para el hombre de hoy.

«Los teólogos exageran la importancia de la forma verbal y los sacerdotes la de la forma ritual. La mística les pone a los dos en entredicho»

La aventura del silenciamiento interior no puede realizarse sin un camino: nadie llega a ningún sitio si no es de algún modo. Tener un camino es algo muy útil, desde luego; pero no deja de ser peligroso, puesto que también el camino, el método, puede idolatrarse, en cuyo caso deja de servir para hacer la experiencia del Espíritu, convirtiéndose en su principal obstáculo. La exacerbación del método no es otra cosa, en meditación, que el subrayado en la técnica. Claro que la práctica meditativa comporta una dimensión técnica, pero no puede reducirse a ella. También la escritura literaria, por poner un ejemplo, tiene su dimensión técnica; pero la literatura, reducida a mera técnica, queda convertida en una caricatura de lo que podría ser. En este artículo quiero mostrar que la meditación en silencio y quietud es, esencialmente, un arte.
«La meditación es una profundización en la experiencia del yo para expresar en la vida el ser en plenitud»

Lo primero que es preciso para aprender a meditar es escoger un espacio en donde pueda realizarse la práctica. Debe ser un espacio en la propia vivienda, de modo que se tenga acceso fácil e inmediato a la misma; y debe ser pequeño (bastaría un metro cuadrado, acaso dos, pero no más). El meditador aprendiz debe primeramente delimitar bien ese territorio, sea metafórica o, incluso, físicamente (dibujando con tiza en el suelo, por ejemplo). Eso le ayudará a entrar y salir del espacio de meditación con consciencia. La toma de consciencia de estas entradas y salidas en ese metro cuadrado es ya un ejercicio de meditación. Ayuda a este efecto, por ejemplo, descalzarse a la hora de entrar y, en fin, calzarse de nuevo cuando se sale. Este pequeño gesto nos va educando y abriendo en nuestro interior una lógica distinta a la habitual, normalmente mecanizada y rutinaria.

Dentro de ese espacio bien delimitado que hace las veces de templo, el verdadero espacio de la meditación es el propio cuerpo. Se medita con el cuerpo, lo que significa que, una vez ritualizada la entrada en el espacio de la meditación, la siguiente tarea es atender al propio cuerpo. Esto se hace fundamentalmente de dos formas: una, sentándose; y dos, quedándose quieto. Sentarse correctamente es básico para meditar. Más aún: meditar es sentarse correctamente, lo que significa, por decirlo de forma simple, tener la espalda erguida. La práctica meditativa en quietud se realiza sentado, sea con las piernas cruzadas en postura de loto o dobladas, arrodillado en un banquito de oración. Esta postura sólo debe asumirse para meditar, con lo que el cuerpo está diciendo al alma, cuando asume esta postura, qué es lo que espera de ella en ese momento. También es importante porque, al sentarnos, nos abajamos: tocamos tierra: realizamos físicamente aquello que buscamos espiritualmente: tocar la realidad. La meditación es una escuela de realismo. No hay vuelo espiritual que no parta de la tierra y que no aboque a ella. Una vez abajo, se trata de permanecer lo más quieto posible. La quietud es el silencio del cuerpo. La mente no puede silenciarse en un cuerpo inquieto. A mayor quietud externa, mayor movimiento interno. A menor quietud, por el contrario, menor capacidad de concentración, lo que nos permite entrar en el siguiente punto.
«El verdadero espacio de la meditación es el propio cuerpo»
Dentro de ese espacio bien delimitado que es ese metro cuadrado reservado para meditar, y dentro del espacio del propio cuerpo, en este proceso de progresivo estrechamiento y concentración, el punto sobre el que la meditación de cepa cristiana invita al meditador a centrarse es el corazón. Meditar es recoger la atención en un punto del cuerpo: la nariz es, desde luego, una posibilidad, pues es por los orificios nasales por donde inspiramos y espiramos el aire que nos permite estar vivos; pero otra posibilidad es el corazón, que es, junto a la respiración, el ritmo biológico esencial. De lo que se trata es de escuchar los propios latidos y, en fin, de entonarse con ese ritmo biológico. Quien está en la percepción de este ritmo no estará en la reflexión, que nos saca del proceso meditativo. Esta triple poética del espacio, del cuerpo y del corazón consiente el acceso a la experiencia mística, sobre la que, con toda modestia, me permitiré decir también tres palabras.
Cultivar el espacio físico del propio templo, del propio cuerpo y del propio corazón conduce inexorablemente al descubrimiento del espacio interior. La mente, habitualmente llena de palabras e imágenes, se va vaciando en la medida en que se medita. Que se vaya vaciando significa, simple y llanamente, que se va descubriendo como un territorio, es decir, como espaciosidad interior. Esta experiencia de la mente es lo que habitualmente llamamos consciencia. Nos damos cuenta de algo porque hemos hecho vacío a su alrededor, lo que nos ha permitido distinguirlo. Esa espaciosidad no está prácticamente nunca por completo vacía, sino que en ella distinguimos a veces algunos elementos: una distracción, una sombra, la presencia de un ojo observador o de un testigo… Es como el desierto: un espacio geográfico con muy pocos elementos, sólo aquellos que nos permiten saber que eso es un desierto: arena, sol, una montaña a lo lejos, escasa vegetación… Sólo lo simple puede propiciar la experiencia de la unidad. No es en absoluto casual, sino muy revelador, que los monoteísmos hayan nacido precisamente en el desierto y que los politeísmos, por contrapartida, se hayan desarrollado en zonas selváticas o de jungla.

«La mente, habitualmente llena de palabras e imágenes, se va vaciando en la medida en que se medita»
El silencio del meditador es en orden a la escucha. Hay algo que está sucediendo, que está sonando interiormente, algo a lo que estar atento para no perderse. El silencio no se conforma consigo mismo —por decirlo así—, sino que va en busca de una palabra —por designarla de alguna forma— que abra a un silencio aún mayor. Pues bien, eso que resuena en el desierto místico es lo que en el cristianismo se conoce como la voz divina o la Palabra de Dios. Y lo que primariamente dice esa voz o Palabra es esto: “tú eres” o, lo que en sustancia es lo mismo, “yo soy”. Dicho de otra forma: se medita en busca de la propia identidad, en busca del propio nombre. De lo que se toma consciencia al meditar es de que somos. Esa consciencia es la raíz del verdadero autoconocimiento.
La experiencia del misterio y de la identidad es en el cristianismo personal. Esto significa que lo que se escucha en el desierto de la práctica meditativa no es un genérico “yo soy”, sino un “yo soy hijo”, “yo soy amado”. Lo que se descubre, en otras palabras, es que se puede confiar. Y que si se puede confiar es porque hay algo o alguien en quien confiar. El meditador de cepa cristiana experimenta en su práctica que es cuidado. Y si alguien es cuidado —resulta evidente— es porque hay Alguien que le cuida, precisamente eso que los cristianos designan con la palabra “Dios”. Afirmar que Dios es Padre, por tanto, es para un cristiano lo mismo que afirmar que la confianza tiene un fundamento. Esta experiencia del fundamento amoroso es la quintaesencia de la mística cristiana.

Juan Carlos Onetti
I
Es mejor, más armonioso, que la cosa empiece de noche, después y antes del sol. Fuimos a lo de Miramonte o a lo de Grimm, “Cochería Suiza”. A veces, hablo de los veteranos, podíamos optar; otras, la elección se había decidido en rincones de la casa de duelo, por una razón, por diez o por ninguna. Yo, cuando puedo, elijo a Grimm para las familias viejas. Se sienten más cómodas con la brutalidad o indiferencia de Grimm, que insiste en hacer personalmente todo lo indispensable y lo que inventa por capricho. Prefieren al viejo por motivos raciales, esto puede verlo cualquiera; pero yo he visto además que agradecen su falta de hipocresía, el alivio que les proporciona enfrentando a la muerte como un negocio, considerando al cadáver como un simple bulto transportable.
Hemos ido, casi siempre en la madrugada, serios pero cómodos en la desgracia, con una premeditada voz varonil y no cautelosa, a golpear en la puerta eternamente iluminada de Miramonte o de Grimm. Miramonte, en cambio, confía todo, en apariencia, a los empleados y se dedica, vestido de negro, peinado de negro, con su triste bigote negro y el brillo discretamente equívoco de los ojos de mulato, a mezclarse entre los dolientes, a estrechar manos y difundir consuelos. Esto les gusta a los otros, a los que no tuvieron abuelos arando en la colonia; también los he visto. Golpeamos, golpeo bajo el letrero luminoso violeta y explico mi misión a uno de los dos, al gringo o al mulato; cualquiera de ellos la conocía cinco minutos después del último suspiro y aguardaba. Grimm bosteza, se pone los anteojos y abre un libro enorme.
—¿Qué es lo que quieren? pregunta. Lo digo, sabiéndolo o calculando.
—Qué desgracia, tan joven. Por fin descansa, tan viejo —dice Miramonte, a toda hora sin sueño y vestido como para un antiguo baile de medio pelo.
EL SILENCIO
DE LO QUE NO SE PUEDE HABLAR ES MEJOR CALLAR
El silencio en la historia de las ideasIntroducción y tentativas taxonómicas
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5444012&orden=0&info=link
Un tiempo para callar
Un tiempo para callar es una obra extraña e inclasificable. Es una singular experiencia en la que busca la calma y el silencio necesarios para escribir su primer libro y quizá para proyectar su vida. Fermor como si de un niño curioso se tratara va a conocer y visitar la vida monástica en diversas abadias .Y allí, entre monasterios benedictinos , cistercienses y de la bella Capadocia encuentra el silencio, la paz y muchas de las contradiciones que todos llevamos dentro.Y en esos lugares sagrados nos abre las puertas del misterio que rodea la vida de clausura y de aquellos individuos lúcidos y equilibrados que eligen los rigores de la vida contemplativa.
David Le Breton
- El silencio: Aproximaciones

Poesía y silencio
Paradigmas hispánicos del siglo XX y XXI

El silencio de la escritura
Gloria Fuertes Poesía contra el silencio : literatura, censura y mercado editorial (1954-1962)

OTRO SILENCIODavid Becerra: “El silencio es siempre una forma de complicidad con el poder”

Acaba de publicar 'La guerra civil como moda literaria' donde según nos dice, "el pasado histórico se despolitiza, se desplazan las tensiones políticas y sociales a favor de una lectura de los conflictos en clave individual, psicologista o moral".https://www.mundoobrero.es/pl.php?id=4725
CONSIDERACIONES EN TORNO AL SILENCIO Y LA PALABRA
La primacía de la palabra como forma de comunicación y de expresión de la realidad, obviada por la tradición occidental, es en nuestra época una realidad cuestionable. Cada vez van más en aumento las reflexiones, no ya sólo en el campo de la Lingüística y la Literatura, sino en todos los planos de la realidad, sobre la capacidad de la palabra

Hacia una retórica y una poética del silencio**
JUAN MANUEL RAMÍREZ RAVE*
Universidad Tecnológica de Pereira (Pereira, Colombia)
Más tarde aún, descenderá el silencio, suave, paulatinamente, como con paracaídas. Y cuando el silencio se tienda a reposar sobre la tierra, de la más grande y pálida de todas las estrellas brotará una canción.
Efrén Hernández, «Unos cuantos tomates en una repisita»
EL SILENCIO EN LA LITERATURA
El silencio
LENGUAJE Y SILENCIO: ENSAYOS SOBRE LA LITERATURA, EL LENGUAJE Y LO INHUMANO

Poéticas del Silencio
El mundo actual se integra a partir de una abrumadora superposición de sonidos, imágenes, sensaciones, vivencias, pensamientos. En medio de esa densa acumulación de situaciones y sonoridades, el silencio irrumpe como concepto, como acto, como presencia, acompañado de nuevos contenidos y connotaciones que reavivan nuestra conciencia y nuestros sentidos. Como vacío o ausencia visible, como recogimiento o protesta, como una economía de los medios o de la expresión, el silencio ofrece la ocasión para reconocer aquello que, de otra manera, permanecería ignorado. Es momento de prestarle atención, afinar el oído y la mirada, para ver y escuchar aquello que nos puede comunicar.
CRÓNICA DE UN SILENCIO
LIDIA CHUKÓVSKAIA
Los imaginarios apocalípticos en la literatura hispanoamericana contemporánea
Escrito por Geneviève FabryUn siglo del poeta obsesionado con el silencio


Un silencio en imágenes
« La actualización del animismo en Soldados de Salamina y La lengua de las mariposas ».
Dans Natalie Noyaret et Catherine Orsini-Saillet (eds.),
L’expression du silence dans le récit de fiction espagnol contemporain.
Binges: Éditions Orbius Tertius, 2018, 279-295

Dans Natalie Noyaret et Catherine Orsini-Saillet (eds.)
¿Qué significa el silencio en la era del ruido digital?
Sobre Zeus, Twitter y metáforas sensoriales mixtas Debido a que Shakespeare, al parecer, lo sabía todo, sabía que la civilización se constituye principalmente a través del sonido. Las famosas últimas palabras de Hamlet, "El resto es silencio", son menos un juego de palabras que irónicas, ya que tanto su despedida, sus elocuentes jadeos y su muerte se desarrollan en medio de un ritmo creciente de línea de bajo. “¿Qué ruido bélico es este?” Hamlet pregunta mientras el veneno hace efecto. Los tambores y la conmoción señalan la llegada del príncipe heredero noruego Fortinbras, que irrumpe en el silencio de la corte danesa masacrada. Desde el comienzo de Hamlet, se nos enseña a pensar en la soberanía como una manipulación de las ondas sonoras. El fantasma del padre real de Hamlet acecha el brumoso parapeto quejándose de que su asesinato es un insulto y una herida para “toda la oreja de Dinamarca”, que ha sido envenenada a la verdad. Es comprensible que los oídos envenenados estén en la mente del fantasma, dado que su hermano lo mató mientras dormía al verter mercurio en el suyo. La tragedia termina con el cadáver de Hamlet siendo arrastrado por una marea de ruido y Fortinbrás anunciando que “La música de los soldados y los ritos de la guerra / Hablan fuerte por él”. La última línea de la obra es una dirección escénica, "se dispara un repique de artillería", que es otro juego de palabras final porque "artillería" es un término general para artillería y "ordenanza" es una orden o comando autorizado. Estos disparos señalan la asunción del reino por parte de Noruega,
Uno de los mensajes de Hamlet , entonces, es que la organización social no es un asunto tranquilo. Piense en el ágora griega, los síes y noes parlamentarios, el discurso de balcón conmovedor del tirano, el grito de guerra del rebelde, las promesas de lealtad, los himnos reales y las canciones de los anarquistas. En el peor de los casos tienes edictos, en el mejor tienes debates. La democracia está diseñada para honrar una plenitud de voces. A medida que las civilizaciones se vuelven más complejas, tienden a volverse más ruidosas y, de hecho, una de las preocupaciones de la ciencia ficción ha sido profetizar las etapas avanzadas de esta locuacidad. Cuando Star Trek: La próxima generación
introdujo a los Borg a su lista de enemigos a fines de la década de 1980, estos híbridos de máquina y carne encarnaron todo tipo de ansiedades de fin de siècle sobre el final del progreso tecnológico. Sus caras están cubiertas a medias por un revestimiento negro, del que se extienden y enrollan gruesos cables, algunos de los cuales, en esa extrañamente fascinante pesadilla de circuitos subcutáneos, atraviesan la carne de la mejilla o la mandíbula. Pero los Borg también fueron inquietantes por insinuar que, en un futuro tecnologizado, el silencio quedaría relegado al pasado arcaico. Su conciencia biónica se procesa a través de una red unificadora llamada Colectivo, en la que están permanentemente enganchados. La suya es una sensibilidad de colmena de lo más desagradable. En un episodio, la Enterprise La tripulación rescata a un sobreviviente solitario de un transbordador Borg que se estrelló en un planeta desierto. Este chico-Borg, tan patético como un adolescente nazi indefenso, permanece psicológicamente abandonado entre el liberalismo satisfecho de sí mismo de la humanidad del siglo 24 y su grupo de alienígenas amigables evolucionados de manera similar. Siente nostalgia por la incesante compañía auditiva del Colectivo, del cual se ha quedado varado. “Aquí está tranquilo”, les dice sombríamente a sus captores. “No hay otras voces. . . en un barco Borg vivimos con los pensamientos de los demás en nuestras mentes. Miles de personas más con nosotros siempre”.
En los años de avance de nuestra civilización, el progreso tecnológico está, según todas las apariencias, haciendo la vida más ruidosa. Podemos discernir mejor qué tan ruidosas se sienten nuestras vidas en los momentos en que tratamos de disciplinar tanto los decibelios reales como los virtuales. El Día del Recuerdo es una de las pocas ocasiones principales en las que se trata el silencio, al viejo estilo ascético, como una proposición moral. En el período previo al tributo de 2012 a los muertos en la guerra, la Legión Real Británica hizo campaña para extender el habitual silencio de dos minutos al ciberespacio. Esta campaña por sí sola da fe de un reconocimiento colectivo de que la vida en línea está en auge. Sin embargo, la ironía de tal empresa silenciadora fue que, para llegar a una masa crítica de observadores en línea, los organizadores primero tuvieron que gritar por encima del alboroto diario de Twitter y Facebook. Esta súplica por la tranquilidad comenzó como un aprovechamiento y coordinación del ruido en línea. La Legión Británica se convirtió en pionera en el Reino Unido en el uso de una aplicación estadounidense llamada Thunderclap, que reúne a los suscriptores en un solo mensaje: "Cáncer, vamos a buscarte", "Necesitamos #JobsNotCuts", y luego lanza simultáneamente este mensaje en masivamente en las páginas de redes sociales de todos aquellos que se han registrado. El mantra de la Legión Británica, "Recordaré a los caídos a las 11 en punto #2MinuteSilence #LestWeForget", retumbó en las líneas de tiempo de Twitter en la mañana del Día del Recuerdo. Debido a los seis grados de separación de las redes sociales, más de 10 millones de usuarios fueron alertados por 20 000 personas golpeando sus tenedores contra sus vasos al mismo tiempo. ” “Necesitamos #JobsNotCuts”, y luego lanza simultáneamente este mensaje en masa en las páginas de redes sociales de todos aquellos que se han registrado. El mantra de la Legión Británica, "Recordaré a los caídos a las 11 en punto #2MinuteSilence #LestWeForget", retumbó en las líneas de tiempo de Twitter en la mañana del Día del Recuerdo. Debido a los seis grados de separación de las redes sociales, más de 10 millones de usuarios fueron alertados por 20 000 personas golpeando sus tenedores contra sus vasos al mismo tiempo. ” “Necesitamos #JobsNotCuts”, y luego lanza simultáneamente este mensaje en masa en las páginas de redes sociales de todos aquellos que se han registrado. El mantra de la Legión Británica, "Recordaré a los caídos a las 11 en punto #2MinuteSilence #LestWeForget", retumbó en las líneas de tiempo de Twitter en la mañana del Día del Recuerdo. Debido a los seis grados de separación de las redes sociales, más de 10 millones de usuarios fueron alertados por 20 000 personas golpeando sus tenedores contra sus vasos al mismo tiempo.
Habiendo sobrevivido tanto al rugido del Thunderclap como al silencio subsiguiente, Twitter adornado con amapolas levantó solemnemente la cabeza y permitió que el flujo de pensamientos no solemnes se reanudara en su vasta mente colectiva. Pronto, se lanzaron calumnias sobre aquellos que violaron la reverencia de dos minutos. El presentador Jeremy Clarkson, quien ha construido una carrera sobre su indignación, rápidamente expresó su desaprobación cuando un tweet automatizado anunciaba su propio programa Top Gear.rompió la pausa de Twitter. Uniéndose a un tren de tuiteros indignados que hablaban de "vergüenza" y "asco", Clarkson escribió su propio tuit de castigo, calificando el error de "asombrosamente estúpido". Esta irascible vigilancia del silencio, y la dificultad de lograr incluso una extraña simulación del mismo, revela en qué exótico estado se ha convertido el silencio. Y, sin embargo, uno de los aspectos extraños de nuestro tiempo es que mientras el silencio se retira, al mismo tiempo nos volvemos más silenciosos. Nos decimos menos unos a otros en voz alta: a partir de 2012 en el Reino Unido, los mensajes de texto eclipsaron oficialmente tanto las llamadas telefónicas como las conversaciones cara a cara como la principal forma de comunicación diaria. En este punto, podríamos pensar en los apicultores golpeando los costados de sus colmenas, escuchando el zumbido tranquilizador que nunca llega. Casi como en un mutismo comprensivo con las colonias de abejas del mundo que se están derrumbando,
Si la era digital fuera sencilla y necesitara un panteón, podríamos estar tentados a decir que Thunderclap recuerda a Zeus y su rayo disciplinario. Homero, después de todo, lo llama "el Tronador" y "el Recolector de Nubes". En la Ilíada , cuando Zeus advierte a los otros dioses que no se involucren en la guerra de los mortales, Homero nos dice que “todos callaron mientras él hablaba, atónitos por la fuerza de sus palabras”. Cuando "tronó en voz alta", lanzando un rayo entre el ejército griego, "quedaron estupefactos". Aquí, el uso que hace Zeus del ruido para callar a la gente es ortodoxo y estricto. Pero la vida digital, particularmente cuando se trata de ondas sonoras, tiene sus peculiaridades. Se trata de truenos silenciosos; tanto de su ruido, tan evidente y tan escuchado, es en realidad una ausencia de ruido, una cacofonía de texto e imágenes sin boca. De hecho, dado que su forma actual es un medio tan predominantemente visual, la digitalización se otorga a sí misma una gama sensorial más completa a modo de metáfora: considere, por ejemplo, el significado fotográfico de "ruido digital" como una referencia a una granulosidad o pixelación no deseada de la imagen computarizada. imagen. Así, el dios que buscamos no es Zeus sino Dioniso, nacido, como un mensaje de texto accidental, del muslo de Zeus. El sentido de la torcedura auditiva de Dionisio coincide con esta perversidad digital. Al igual que su padre, tiene apodos ensordecedores: "el rugidor" o "el gritón". Su entrada característica en una escena de Arcadia implica un pandemónium a todo volumen, pero es crucial dentro de este éxtasis ruidoso que un terrible silencio petrifica cualquier presente mortal. Como escribió Walter Otto sobre su terrible rugido,
Este deslizamiento entre el ruido y el silencio hace dionisíaca la vida digital. Colectivamente invocamos al dios bramante. Para crear este estampido sónico comunitario en el ciberespacio, irónicamente nos quedamos callados, nuestros dedos se deslizan sobre las pantallas táctiles, nuestras barbillas se arrugan. Hace poco bromeé con una de mis jóvenes amigas estadounidenses que ella y toda su generación encuentran todo incómodo. “Lo sé!” ella dijo. "Es terrible. La gente ya ni siquiera puede soportar estar en silencio unos con otros. Todo es incómodo”. Es cierto que el término “silencio incómodo” parece haber caído en desuso, precisamente porque se ha convertido en una tautología: todos los silencios son incómodos. Quizás lo más incómodo de estos silencios sociales modernos es que a menudo tienen dos capas, que consisten en el silencio entre los que se reúnen rígidamente y los silencios privados en los que es probable que se retiren. Hubo un tiempo en que las presiones de la quietud generalmente nos obligaban a hacer ruido casual y descartable, pero ahora luchamos de igual a igual, y apenas nos salimos con la nuestra. Cada vez más, nuestra defensa estándar contra el malestar social anteriormente conocido como el silencio incómodo es no hacer ruido sino acariciar nuestros pequeños talismanes de silencios comunicativos. Subcontratamos nuestro chat incidental, revisando ociosamente el correo electrónico o Facebook o enviando un mensaje de texto, con la esperanza de que la agregación carnosa que merodea con un enfoque suave más allá del horizonte nítido de nuestro teléfono inteligente pronto se vaya. Llenamos el silencio 3D no con charlas triviales 3D sino con nuestros respectivos silencios 4D, nuestros chaperones ruidosos.
De hecho, el silencio 4D ha subido tanto el volumen de la vida que incluso nuestros ojos necesitan tapones para los oídos. Esta deslocalización sensorial evoca una vez más a la abeja melífera, con su amplia capacidad para el olfato y el gusto. Lo más significativo de la irritación de Clarkson es que revela hasta qué punto ahora somos propensos a pensar que el texto en línea posee una dimensión audible. Cada vez es más intuitivo pensar en imágenes mudas y cadenas de texto como formas de ruido. En el caso del Top Gear
tweet, lo contrario vergonzoso del silencio no era el ruido sino la invitación a la distracción. Con esta expansión de nuestra experiencia del ruido, pronto será necesario ampliar la definición de la palabra “mudo”, que ciertamente está en ascenso. Mudo puede acabar siendo el verbo del siglo. Recuerdo haber notado la mutación del mutismo mientras intentaba deshacerme de un anuncio no deseado que se amontonaba en mi visualización de YouTube. Era una de esas vallas publicitarias en línea, un cartel digital, inerte y silencioso. Moviendo mi cursor sin piedad hacia el botón X, un texto de rollover intervino como un trabajador social, preguntándome si quería "Silenciar este anuncio". Así lo hice, y un cuadrado de color liso cubrió la cartelera, mostrando las palabras: "Anuncio silenciado". El anuncio volvió a formarse cuando volví a hacer clic en el banner Silencio, merodeando visiblemente una vez más al ladoLa mesa redonda de la actriz reportera de Hollywood .
Google lanzó la opción de silenciamiento de sus anuncios a mediados de 2012. En ninguna parte de su historia se ha relacionado la palabra “mudo” con oscurecer o invisibilizar; siempre se ha asociado con la ausencia o disciplinamiento del sonido. Cada vez más intentamos insonorizar lo insonoro. Las aplicaciones de reducción de ruido, que permiten a los usuarios de Twitter silenciar a sus seguidores sin borrarlos, comienzan a parecer un aspecto necesario de la vida en línea, un signo de nuestra implacable proximidad y sus tensiones. En mayo de 2014, Twitter anunció su función de silenciamiento oficial. Tenga en cuenta los sentidos cruzados: "Silenciar a un usuario en Twitter significa que sus Tweets y Retweets ya no serán visibles en su línea de tiempo de inicio".
Por supuesto, todavía es posible en términos digitales que mudo signifique el silenciamiento de lo audible. En el videojuego Grand Theft Auto
, los usuarios se ven agravados por el ruido real y anticuado de sus oponentes incorpóreos de la vida real, con quienes interactúan a través del software de juego, como una llamada de conferencia cruzada con un atraco imaginario. En los foros, los jugadores se quejan de cómo las conversaciones entre otros jugadores y, al menos en un caso, el canto, ahogan los efectos de sonido del juego. Se dan consejos sobre la configuración de silencio, pero incluso aquí el idioma de la plataforma revela cómo, en línea, el silencio es la configuración predeterminada para el sonido. El sonido real, que crea ondas que golpean los instrumentos dentro de nuestros oídos, debe especificarse como su propia categoría secundaria de ruido digital. Vemos esto en la terminología, porque en Grand Theft Auto el din no deseado se transmite a través del chat de voz. Esta redundancia de una sola vez, que antes de la era digital habría parecido un término tan extraño como, por ejemplo, escuchar con el oído, ahora ofrece una distinción válida. "Chat" solo ya no implica voces. Voice Chat sugiere de manera eficiente, en dos palabras, cómo nuestras suposiciones sobre el sonido y las formas en que lo percibimos ya no son lo que solían ser.
humano de cuatro dimensiones
Extracto de The Four-Dimensional Human: Ways of Being in the Digital World de Laurence Scott. Copyright © 2016 por Laurence Scott. Con permiso del editor, WW Norton & Company, Inc. Todos los derechos reservados.
El arte de la soledad: el erudito y maestro budista Stephen Batchelor sobre la práctica contemplativa y la creatividad
El Arte de la Soledad: Budista Académico y Maestro Stephen Batchelor sobre Práctica Contemplativa y Creatividad
200 Años de Soledad: Grandes Escritores, Artistas y Científicos sobre las Recompensas Creativas y Espirituales de la Soledad Fértil
Por Maria Popova
Hay un silencio en el centro de cada persona — un espacio sin trabas donde la voz interior se libera para hablar. Ese espacio se expande en soledad. Para crear cualquier cosa — un poema, una pintura, un teorema — es encontrar la voz en el silencio que tiene algo que decir al mundo. En soledad, podemos comenzar a escuchar en el silencio la canción de nuestras propias vidas. “Dame soledad,” Whitman aulló“me vuelve a dar Oh Nature ¡tus sanidades primarias!”
Aquí se reúnen algunas de mis voces favoritas en alabanza a la soledad, de sus amplias recompensas creativas y espirituales, sus sanidades primarias.

RAINER MARÍA RILKE
Rainer María Rilke (December 4, 1875–December 29, 1926) tenía más de treinta años cuando comenzó a responder las cartas ansiosas de Franz Xaver Kappus, de diecinueve años, — un aspirante a poeta y cadete en la misma academia militar que tenía alma adolescente casi rota de Rilkeka. Poco después de la muerte de leucemia de Rilkek, Kappus publicó la correspondencia. Cartas a un Joven Poeta llegó a ser uno de los mejores libros del siglo pasado. En a maravillosa nueva traducción por la filósofa ecológica, erudita budista y activista ambiental Joanna Macy, y la poeta y psicóloga clínica Anita Barrows, Rilke escribe:
¿Qué (podrías preguntarte) sería una soledad que no tuviera algo de grandeza? Porque solo hay una soledad, y es grande y no es fácil de soportar. Viene casi todo el tiempo cuando con mucho gusto lo cambias por cualquier unión, por banal y barata que sea; lo cambias por la apariencia de una conformidad tan fuerte con lo ordinario, con lo menos digno. Pero tal vez ese es precisamente el momento en que la soledad madura; su maduración puede ser dolorosa como el crecimiento de un niño y triste como el comienzo de la primavera... Lo que se necesita es solo esto: soledad, gran soledad interior. Entrar y no conocer a nadie más durante horas — eso es lo que uno debe aprender a alcanzar. Ser solitario como uno era cuando era niño. A medida que los adultos se movían,preocupado por cosas que parecían grandes e importantes porque los adultos parecían tan ocupados y porque no podías entender lo que estaban haciendo.

MAYO SARTON
Toda una vida después de que compuso su impresionante oda a la soledad como joven poeta, después de que ella contempló la soledad como semillero del autodescubrimiento al entrar en sus sesenta años, Mayo Sarton (May 3, 1912–July 16, 1995) se mudó a Maine para pasar el último capítulo de su vida viviendo sola en una casa con un jardín en el borde del mar. Los amigos vinieron a visitar, al igual que los extraños que admiraban su poesía y habían encontrado su dirección en la guía telefónica — esos eran los días — pero apreciaba su soledad incluso por encima de la compañía más bienvenida.
En un pasaje de su diario infinitamente gratificante La Casa junto al Mar (biblioteca pública) — que nos dio sus meditaciones sobre la relación entre la jardinería y la escritura, cómo cultivar tu talento, y el arte de vivir solo — Sarton considera el equilibrio basculante de su vida. Reflexionando sobre su enfoque hacia los visitantes, escribe:
Intento verlos uno a la vez. Me refiero a que cada encuentro aquí es más que superficial, es un verdadero intercambio de vidas, y esto se logra más fácilmente de uno a uno que en un grupo. Pero la continuidad es la soledad. Sin largos períodos aquí solo, especialmente en invierno, cuando las visitas son raras, no tendría nada que dar, y estaría menos abierto a los regalos que me ofrecen. La soledad ha reemplazado a la única relación intensa, el amor apasionado que incluso en Nelson [Sartonia antes de casa] centró todo el resto. La soledad, como un amor largo, se profundiza con el tiempo y, confío, no me fallará si mis propios poderes de creación disminuyen. Para crecer en soledad es una forma de crecer hasta el final.

HENRY DAVID THOREAU
“Fui al bosque porque deseaba vivir deliberadamente,” Henry David Thoreau escribió en su relato de los meses que pasó en Walden Pond, “al frente solo los hechos esenciales de la vida, y ver si no podía aprender lo que tenía que enseñar, y no, cuando llegué a morir, descubrir que no había vivido.” Aunque la soledad de Thoreaua no era en realidad tan total como la contó, era profunda y transformadora. En a larga meditación sobre la soledad y el significado de la vidaél escribe en Walden (biblioteca pública | dominio público):
Es tan solitario donde vivo como en las praderas. Es tanto Asia o África como Nueva Inglaterra. Tengo, por así decirlo, mi propio sol, luna y estrellas, y un pequeño mundo para mí.
[...]
Me parece saludable estar solo la mayor parte del tiempo. Estar en compañía, incluso con los mejores, pronto es agotador y se disipa. Me encanta estar solo. Nunca encontré al compañero que fuera tan acompañable como la soledad. En su mayor parte estamos más solos cuando salimos [entre otros] que cuando nos quedamos en nuestras cámaras.
Para Thoreau, que sufrió episodios de depresión debilitante y dolor negro''la soledad no era una forma de ceder en sí mismo, como lo hace uno en la soledad, sino una forma de desinteresarse, de ir más allá de sus pequeñas turbulencias humanas y entrar en el universo más amplio que sostiene:
La sociedad más dulce y tierna, la más inocente y alentadora se puede encontrar en cualquier objeto natural, incluso para el pobre misántropo y el hombre más melancólico. No puede haber una melancolía muy negra para aquel que vive en medio de la Naturaleza y tiene sus sentidos quietos.

SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL
En los últimos años del siglo diecinueve, poco después de que se originó un nuevo campo completo que ahora llamamos neurociencia y una década antes de que ganara el Premio Nobel por establecer la neurona como la unidad básica del sistema nervioso Santiago Ramón y Cajal (May 1, 1852–Octubre 17, 1934) compuso un libro corto y apasionado titulado Asesoramiento para un Joven Investigador (biblioteca pública), anterior a Rilkekys Cartas a un Joven Poeta por tres décadas. En él, describió los seis defectos psicológicos que impiden que el talentoso alcance la grandeza y señaló a la soledad como la incubadora suprema de la verdadera originalidad. Él escribe:
Nuestro mayor compromiso ... es descubrirnos a nosotros mismos antes de descubrir la verdad científica, moldearnos antes de moldear la naturaleza. Para formar un cerebro fuerte, una mente original que es solo nuestra — este es el trabajo preliminar que es absolutamente esencial.
[...]
Oh consoladora soledad, ¡qué favorable eres al pensamiento original! Cuán satisfactorias y gratificantes son las largas noches de invierno que se pasan en el laboratorio privado¡en el mismo momento en que los centros educativos están cerrados a sus trabajadores! Tales noches nos liberan de improvisaciones mal pensadas, fortalecen nuestra paciencia y refinan nuestros poderes de observación.

BERRY WENDELL
En su espléndido poema “La Paz de las Cosas Salvajes,” poeta y granjero Berry Wendell ubicado el remedio para la desesperación al aprender a “descansar en la gracia del mundo,” que se encuentra más fácilmente en medio de la soledad salvaje. Profundiza el sentimiento en uno de los ensayos de su colección de ensayos totalmente maravillosa y maravillosamente titulada ¿Para Qué Son Las Personas? (biblioteca pública). Reflexionando sobre el antídoto contra los dos grandes enemigos de la creatividad, Berry escribe:
Entramos en la soledad, en la que también perdemos la soledad...
La verdadera soledad se encuentra en los lugares salvajes, donde uno no tiene obligación humana.
Las voces internas de OneS se vuelven audibles. Uno siente la atracción de las fuentes más íntimas.
En consecuencia, uno responde más claramente a otras vidas. Cuanto más coherente se vuelve dentro de uno mismo como criatura, más plenamente entra en la comunión de todas las criaturas.

ROSA MACAULAY
A menudo, es solo cuando se quita algo que apreciamos plenamente su valor; al estar hambrientos por ello, recordamos cuán profundamente nos nutre. En un cálculo encantador con el placer de quedarse solo después de entretener a los visitantes, encontrado en su colección de 1935 Placeres Personales: Ensayos sobre Disfrutar de la Vida (biblioteca pública), Rosa Macaulay (August 1, 1881–Octubre 30, 1958) escribe:
Una paz exquisita obtiene: una paz adormecida y dorada, que fluye dulce de miel sobre mi vivienda, empapándola, goteando como música de las paredes, tirando los pisos como hierbas pisadas. Una paz para los dioses; un vacío divino.
[...]
El sillón se extiende amplios brazos de bienvenida; el sofá se estira, sin invitados; los libros brillan, marrón y dorado, azul y marrón, de sus estantes; pueden esparcir el piso, las sillas, el sofá, una vez más, acostado listo para la mano... El eco de las palabras tontas permanece en el aire, es cepillado, muere olvidado, el aire se cierra detrás de él. Se carga un volumen pesado desde su estante hasta el sofá. El silencio cae como flores que caen sobre el reino recuperado... Es un regalo, un milagro, una joya de oro, un fragmento de algún orden celestial amable, caído a la tierra como una increíble estrella perdida. Una vez más la vida para uno mismo.

STEPHEN BATCHELOR
Estudiante budista Stephen Batchelor se hace eco del sentimiento de Berryrys en su cálculo exhaustivo con la soledad como práctica contemplativa, y escribe:
Al retirarte del mundo a la soledad, te separas de los demás. Al aislarse, puede ver más claramente lo que lo distingue de otras personas. Destacarse de esta manera sirve para afirmar tu existencia (ex-[out] + sistémico [stand]). Liberada de las presiones y limitaciones sociales, la soledad puede ayudarte a comprender mejor qué tipo de persona eres y para qué sirve tu vida. De esta manera te vuelves independiente de los demás. Encuentras tu propio camino, tu propia voz.
[...]
Aquí radica la paradoja de la soledad. Mírate lo suficientemente fuerte y largo de forma aislada y de repente verás al resto de la humanidad mirando hacia atrás. La soledad sostenida te lleva a un punto de inflexión donde el péndulo de la vida te devuelve a los demás.

MICHAEL LEUNIG
Un siglo después de que Virginia Woolf hiciera su caso de época por la importancia de tener una habitación de uno propio en la que crear — ese útero de “soledad fértil
de donde nacen las obras de arte — caricaturista, poeta y filósofo australiano Michael Leunig ofrece un eco de canto de la insistencia atemporal de Woolffs:
TERRY TEMPEST WILLIAMS
Terry Tempest Williams ha dedicado su vida a dar voz al diálogo entre la naturaleza humana y el resto de la naturaleza, ya sea que lo llamemos desierto o paisaje o medio ambiente. En Refugio: Una Historia Antinatural de la Familia y el Lugar (biblioteca pública) — que también nos dio Williams en cambio y negación — ella escribe:
La soledad... es lo que me sostiene y me protege de mi mente. Me hace totalmente presente. Soy desierto. Soy montañas. Soy Great Salt Lake. Hay otros idiomas que hablan el viento, el agua y las alas. Hay otras vidas a considerar: avocets, zancos y piedras. La paz es la perspectiva que se encuentra en los patrones. Cuando veo gaviotas con pico de anillo recogiendo la carne de la carpa en descomposición, tengo menos miedo a la muerte. No somos ni más ni menos que la vida que nos rodea. Mis miedos surgen en mi aislamiento. Mi serenidad emerge en mi soledad.

HERMANN HESSE
A raíz de la Primera Guerra Mundial, un cuarto de siglo antes de ganar el Premio Nobel Hermann Hesse (Julio 2, 1877–Agosto 9, 1962) compuesto una apasionada carta a los jóvenes descontentos. En él, una época antes de Ursula K. Le Guin tan brillantemente unsexed hombre como el pronombre universalél escribe:
La soledad es el camino sobre el cual el destino se esfuerza por conducir al hombre hacia sí mismo. La soledad es el camino que más temen los hombres. Un camino lleno de terrores, donde serpientes y sapos acechan... Sin soledad no hay sufrimiento, sin soledad no hay heroísmo. Pero la soledad que tengo en mente no es la soledad de los poetas alegres o del teatro, donde la fuente burbujea tan dulcemente en la boca de la cueva de los ermitaños.
Aprender a nutrirse de la soledad en lugar de ser derrotado por ella, argumenta Hesse, es un requisito previo para hacerse cargo de nuestro destino:
La mayoría de los hombres, la manada, nunca han probado la soledad. Dejan a padre y madre, pero solo para arrastrarse hacia una esposa y sucumbir silenciosamente a una nueva calidez y nuevos lazos. Nunca están solos, nunca se comunican consigo mismos.. Es más fácil y dulce caminar con un pueblo, con una multitud — incluso a través de la miseria. Es más fácil y más reconfortante dedicarse a la “tareas” del día, las tareas impartidas por la colectividad.
[...]
La soledad no se elige, como tampoco se elige el destino. La soledad nos llega si tenemos dentro de nosotros la piedra mágica que atrae el destino.
Complemento con Barry Lopez en la cura para nuestra soledad existencial — esa arcénesis de la soledad — luego vuelve a visitar a la poeta Elizabeth Bishop en por qué todos deberían experimentar al menos un largo período de soledad en la vida y el artista Rockwell Kent en la relación entre el desierto, la soledad y la creatividad.
Kahlil Gibran sobre el Silencio, la Soledad y el Coraje para Conocerse a Sí Mismo
Por Maria Popova
Algo extraño y maravilloso comienza a suceder cuando uno pasa períodos de tiempo en soledad en compañía de los árboles, lejos del bullicio del mundo humano con su cámara de eco de juicios y opiniones — una especie de rearraigo en uno es el autoconocimiento más profundo, un reaprendizaje de cómo simplemente ser uno mismo, uno es el yo más auténtico. Wendell Berry lo sabía cuando observó eso “la verdadera soledad se encuentra en los lugares salvajes, donde uno está sin obligación humana” — los lugares donde “oneis voces internas se vuelven audibles.”
Pero esa voz interior, he encontrado, existe en contrapeso a la voz exterior — cuanto más nos encomendamos hablar, orientar el labio y el oído al mundo exterior, más difícil se vuelve escuchar el zumbido del mundo interior y sentir sus agitaciones magmáticas de autoconocimiento. “Quién sabe no habla. Quién habla no lo sabe,” Ursula K. Le Guin escribió en su magnífico más que traducción poética, filosófica y feminista de la Tao te Ching.

Dos milenios y medio después de Lao Tzu, y un siglo antes de Le Guin y Berry Kahlil Gibran (Enero 6, 1883–Abril 10, 1931) — otro filósofo-poeta del más alto orden y más atemporal hold — abordó la relación entre el silencio, la soledad y el autoconocimiento en una parte de su clásico de 1923 El Profeta (biblioteca pública).
Cuando se le pide al profeta-protagonista de Gibranar que aborde el asunto de hablar, él responde:
Hablas cuando dejas de estar en paz con tus pensamientos;
Y cuando ya no puedes morar en la soledad de tu corazón, vives en tus labios, y el sonido es una diversión y un pasatiempo.
Y en gran parte de tu conversación, pensar es medio asesinado.
Porque el pensamiento es un pájaro del espacio, que en una jaula de palabras puede desplegar sus alas pero no puede volar.

Haciéndose eco de la insistencia de Hermann Hesseads en el coraje necesario para la soledad, el profeta Gibranar agrega:
Hay entre ustedes que buscan al hablador a través del miedo a estar solo.
El silencio de la soledad revela a sus ojos su yo desnudo y escaparían.
Y hay quienes hablan, y sin conocimiento o previsión revelan una verdad que ellos mismos no entienden.
Y hay quienes tienen la verdad dentro de ellos, pero no la dicen con palabras.
En el seno de tales como estos, el espíritu habita en silencio rítmico.
Complementa este fragmento de la El Profeta — una lectura perdurablemente gratificante en su totalidad — con el ecologista Gordon Hempton en el arte de escuchar en un mundo ruidoso y Paul Goodman en los nueve tipos de silencio, luego vuelve a visitar Gibran en los componentes básicos de la verdadera amistad, el coraje para capear las incertidumbres del amory cuál puede ser el mejor consejo jamás ofrecido crianza y así sucesivamente el equilibrio de la intimidad y la independencia en una relación sana.