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miércoles, 14 de septiembre de 2022

Jakob Wassermann, la justa justicia

 


Jakob Wassermann (10 de marzo de 1873 - 1 de enero de 1934) fue un escritor y novelista alemán .





Mi camino como alemán y judio (fragmento)

Nacido en Fürth , Wassermann era hijo de un comerciante y perdió a su madre a una edad temprana. Mostró interés literario temprano y publicó varios artículos en pequeños periódicos. Debido a que su padre se mostró reacio a apoyar sus ambiciones literarias, comenzó un aprendizaje de corta duración con un empresario en Viena después de graduarse.


Completó su servicio militar en Würzburg . Posteriormente, se quedó en el sur de Alemania y en Zúrich . En 1894 se trasladó a Munich . Aquí trabajó como secretaria y más tarde como redactor en el periódico Simplicissimus . Por esta época también conoció a otros escritores como Rainer Maria Rilke , Hugo von Hofmannsthal y Thomas Mann .

En 1896 lanzó su primera novela, Melusine (su apellido significa "hombre de agua" en alemán, mientras que " Melusine " (o "Melusina") es una figura de leyendas y folclore europeos, un espíritu femenino de aguas dulces en manantiales sagrados y ríos).

Desde 1898 fue crítico de teatro en Viena . En 1901 se casó con Julie Speyer, de la que se divorció en 1915. Tres años después se volvió a casar con Marta Karlweis.


Después de 1906, alternó entre Viena y Altaussee en Estiria .

En 1926, fue elegido miembro de la Academia de Artes de Prusia . Dimitió en 1933, evitando por poco la expulsión de los nazis . En el mismo año, sus libros fueron prohibidos en Alemania debido a su ascendencia judía.

Murió el 1 de enero de 1934 en su casa de Altaussee de un ataque al corazón. [1]

El trabajo de Wassermann incluye poesía, ensayos, novelas y cuentos. Sus obras más importantes son consideradas la novela El caso de Maurizius ( Der Fall Maurizius , 1928) y la autobiografía, Mi vida como alemán y judío ( Mein Weg als Deutscher und Jude , 1921), en la que habla de la tensa relación entre su alemán y su Identidades judías. [2]




jacob wasserman
Jakob Wassermann: enfermo y golpeado cuando escribió sus memorias. Fotografía: Imagno/Hulton Archive

Jakob Wassermann en 1899; dibujo de Emil Orlik
  • Melusine (Novela, 1896)
  • Die Juden von Zirndorf (título en inglés: The Dark Pilgrimage) (Novela, 1897)
  • Schläfst du, Mutter? (Novella, 1897)
  • Die Geschichte der jungen Renate Fuchs (Novela, 1900)
  • Der Moloch (Novela, 1902)
  • Der niegeküsste Mund (Historias, 1903)
  • Die Kunst der Erzählung (Ensayo, 1904)
  • Alexander von Babylon (Novela, 1905)
  • Donna Johanna von Castilien (Narrativa, 1906)
  • Die Schwestern (Novelas - Donna Johanna von Castilien, Sara Malcolm, Clarissa Mirabel - 1906)
  • Caspar Hauser oder Die Trägheit des Herzens (Novela, 1908)
  • Die Gefangenen auf der Plassenburg (Narrativa, 1909)
  • Muere Masken Erwin Reiners (1910)
  • Der goldene Spiegel (Novella, 1911)
  • Geronimo de Aguilar (Cuento, 1911)
  • Faustina (Narrativa, 1912)
  • Der Mann von vierzig Jahren (Novela, 1913)
  • Das Gänsemännchen (Novela, 1915)
  • Christian Wahnschaffe (Novela, 1919) (traducción al inglés con el título: The World's Illusion )
  • Die Prinzessin Girnara, Weltspiel und Legende (Obra de 1919, libreto de la ópera Die Prinzessin Girnara de Wellesz )
  • "Golowin" (Novela, 1920)
  • Mein Weg als Deutscher und Jude (Autobiografía, 1921)
  • Imaginäre Brücken (Estudios y ensayos, 1921)
  • Sturreganz (Narrativa, 1922)
  • Ulrike Woytich (Novela, 1923)
  • Faber, oder die verlorenen Jahre (Novela, 1924)
  • Laudin und die Seinen (Novela, 1925)
  • Das Amulett (Novella, 1926)
  • Der Aufruhr um den Junker Ernst (Novella, 1926)
  • Das Gold von Caxamalca (Historias, 1928)
  • Christoph Columbus (biografía, 1929)
  • Selbstbetrachtungen (Reflexiones, 1931)
  • Trilogía de novelas:
Der Fall Maurizius ( El caso de Maurizius ) (1928)
    Etzel Andergast (publicado en Estados Unidos como "Dr. Kerkhoven") (1931)
      Joseph Kerkhovens dritte Existenz (1934)


      EL CASO MAURIZIUS, JAKOB WASSERMANN

      [Der Fall Maurizius].  Publicada en 1928. En ella se enfrenta con el profundo y com­plejo problema de la justicia, y arroja luz sobre el insuperable contraste existente en­tre su concepto ideal y su aplicación prác­tica en los actuales procedimientos judicia­les. Estos dos puntos de vista son sostenidos y casi simbolizados por el magistrado Wolf von Andergast y Etzel, su hijo de dieciséis años. Frente al padre, que es la personifica­ción del magistrado rígido e inflexible que aplica a todo sus cristalizados esquemas in­telectuales, se yergue la mente fresca y lim­pia del muchacho, cuya natural sensibilidad está aguzada por la vida solitaria que lleva junto al padre inaccesible, y lejos de su madre, divorciada. Un día, el joven se en­tera de una causa, celebrada dieciocho años antes, en que su padre tuvo una interven­ción decisiva. Se trata de un delito del cual fue acusado un tal Leonardo Maurizius, con­denado a presidio después del informe con que el abogado Von Andergast demostró su culpabilidad. Maurizius, entonces de vein­tiséis años, joven culto e inteligente, pero carente de voluntad, se había casado con una mujer diez y ocho años mayor que él. Luego se había fatalmente enamorado de la joven hermana de su mujer, muchacha extraña e impenetrable, amada, sin embar­go, por Waremme, un joven que a una in­teligencia y a una cultura extraordinarias unía tratos con el diablo. La tensión entre Maurizius y su mujer, Elli, y entre Elli y Anna, llega pronto al límite.



      Una noche, al regresar Leonardo de un viaje, Elli, que seguida por Anna y en presencia también de Varemme, había salido a su encuentro, es asesinada de un tiro de revólver. Es acu­sado Maurizius, después de las declaracio­nes de Waremme y Anna, y condenado, a cadena perpetua, a pesar de afirmar hasta el último momento que era inocente. Etzel conoce toda la historia por el anciano padre de Leonardo, y por muchos detalles se per­suade de que el condenado es inocente. Pre­sa de un sentimiento de rebelión por la in­justicia cometida, decide actuar. Huye de su casa, marchando a Berlín, donde consigue descubrir a Waremme, al cual le arran­ca la verdad: el delito fue cometido por Anna. Pero la huida del hijo y el motivo de ella, determinan, entretanto, una crisis en el abogado, que se siente obligado a entrevistarse con el detenido, y, convencido de su inocencia, obtiene el perdón para él. Pero Etzel se rebela contra este perdón: Leonardo es inocente, y él tiene las prue­bas. Necesita darlo a conocer, rehabilitar a Maurizius. Imposible; su padre le hace com­prender que las pruebas son insuficientes, que la cosa suscitaría un escándalo en el mundo jurídico. Etzel se siente anonadado, y con su crisis termina el libro. Epígono, en esta obra, de la tradición dostoyewskiana, Wassermann construye con mucha habili­dad una novela de gran interés, pero caren­te de la poesía que es el mérito de sus obras. El caso Maurizius fue continuado en otras dos novelas menos afortunadas: Etzel von Andergast y La segunda vida del doctor Kerkoven.


      El caso Maurizius (fragmento)

      "Sin duda, usted no me recuerda", comienza el señor de Andergast, con tono convencional. No parece intención suya anudar el presente con el pasado, ni tampoco sondear un estado de ánimo. Con el mismo formalismo, pronuncia lentamente su nombre y su título. Maurizius, que hasta ese momento no se ha movido, levanta un poco el mentón, como si acabase de recibir un golpe. Como da la espalda a la ventana, no es posible distinguir la expresión de sus ojos, que se destacan como dos círculos negros en su rostro alargado. El señor de Andergast toma asiento en la silla y espera que Maurizius, a quien ha invitado con un ademán, se acomode en la cama. Sin embargo, éste vacila. ¿Qué le hace merecer tal distinción?, pregunta con la lengua pastosa, que hace comprender que no la emplea a menudo. El señor de Andergast está sentado, inclinado hacia adelante, con las manos cruzadas sobre sus rodillas. Sus ojos violetas han recobrado su ardor y su brillo. "Esto no puede explicarse con una sola palabra". Repite su ademán invitando al otro a que se siente y de nuevo une las manos. Un silencio. Entonces el señor de Andergast, con los ojos fijos en el suelo, dice que su visita no reviste ningún carácter oficial, que le fue inspirada por consideraciones personales. Finalmente Maurizius se sienta en la cama, prudente, como para no perder una sílaba. Ahora que la plena luz del día cae sobre él, su rostro tiene un aire espectral. Uno podría creer que por sus venas corre sangre blanca; la nariz hundida, la boca de un corte completamente atractivo, casi graciosa y duramente cerrada. Los ojos ya no son círculos negros, sino marrones, de color café, y tiene una mirada suave, persistente y triste.



      "Consideraciones personales. ¿De qué índole?"
      El señor de Andergast prodiga toda su atención a la uña del dedo mayor de su mano derecha. Luego, con un parpadeo que expresa una sinceridad infantil (en realidad y por afectado que sea, es el parpadeo de Etzel), dice que se trata de medidas eventuales. Y Maurizius, apenas interesado, repite: "¿Medidas de qué índole?" No tiene por qué desconfiar. ¿Acaso renunció Maurizius a toda esperanza? Lentamente levanta la mano, la coloca sobre su cabeza blanca y, en ese gesto, aparece al señor de Andergast el viejo Maurizius, tal como lo vio delante suyo, con la mano en la coronilla. ¡Qué misterio el de la herencia! Las particularidades exteriores que la naturaleza ha transmitido de padre a hijo son mucho más convincentes y a menudo también más verdaderas que las particularidades morales. Maurizius contesta con vacilación, aunque con bastante firmeza, que jamás, en ningún instante, en ninguna circunstancia, abandonó la idea de una rehabilitación. El señor de Andergast hace girar un índice en torno al otro. ¿Rehabilitación? No es posible pensar en ella, a lo sumo sería a muy largo plazo. Esta posibilidad, aun existiendo, no habría provocado la entrevista de hoy; había que encarar la situación, explica, en su realidad, y para hacerlo apenas existía un solo camino. Y este camino no era practicable sino por medio de una condición, que se le unía como la línea a la caña de pescar. "Comprendo", dijo Maurizius. "Creo, efectivamente, que nos comprendemos", afirmó el señor de Andergast. Un silencio. "




      • Christian Wahnschaffe , dirigida por Urban Gad (1920, basada en la novela Christian Wahnschaffe )
      • Las máscaras del diablo , dirigida por Victor Sjöström (1928, basada en la novela Die Masken Erwin Reiners )
      • On Trial (L'affaire Maurizius) , dirigida por Julien Duvivier (1954, basada en la novela Der Fall Maurizius )


      • Il caso Maurizius  [ it ] , dirigida por Anton Giulio Majano (1961, miniserie de televisión, basada en la novela Der Fall Maurizius )
      • Der Fall Maurizius  [ it ] , dirigida por Theodor Kotulla  [ de ] (1981, miniserie de televisión, basada en la novela Der Fall Maurizius )

      1. ^ "Wassermann muere, exiliado en Austria". The New York Times . 2 de enero de 1934. p. 25.
      2. ^ Scharfstein S: Historia judía y usted . Jersey City, Nueva Jersey : Ktav Publishing House, página 123. Consultado el 18 de diciembre de 2008. ISBN  0-88125-806-7 .

      • John Carl Blankenagel : Los escritos de Jakob Wassermann . Boston, la editorial Christopher, 1942.
      • Henry Miller : Reflexiones sobre el caso Maurizius: una valoración humilde de un gran libro . Santa Bárbara, California: Capra Press, 1974.
      • Alice Cohn Hanberg : El humanismo de Jakob Wassermann . Tesis de la Universidad de California. Microfilm. Los Ángeles, Universidad de California, Servicio de Fotografía de la Biblioteca, 1953.
      • Stephen H. Garrin : El concepto de justicia en la trilogía de Jakob Wassermann . Berna: Lang, 1979.



      Jakob Wassermann, antisemitismo y política alemana

      La historia de Golowin nos transporta a los tiempos de la Revolución Rusa. Su protagonista, Maria von Krüdener, acompañada de sus cuatro hijos, emprende la huida desde su hacienda de Tula, cerca de Moscú, con la intención de reunirse con su esposo en el sur del país, durante un trayecto en el que se nos mostrará la decadencia en la que se ha visto sumida la nobleza rusa, dibujando el nuevo orden social que se estaba instaurando en aquel tiempo.

      Su contexto histórico únicamente conforma un escenario en el que se sitúa un relato centrado en unos personajes, cuya psicología profundiza en las grandezas y debilidades de la naturaleza humana, convirtiéndose en el eje central sobre el que pivota toda la obra. De tal modo, en el momento en el que el lector ya haya caído embelesado por su personaje femenino principal, se presentará aquel que le da título al libro: Golowin, un digno antagonista para la intrépida mujer, a la que hará replantearse su vida, sus sentimientos y su propio pasado.

      Conciencia crítica en algunos escritores judíos de lengua alemana

      En este trabajo, Renata von Hanffstengel hace referencia a algunos autores en lengua alemana que incluyeron en sus obras el tema del judaísmo, como Jakob Wasserman, Joseph Roth y Arthur Schnitzler.

      http://ru.ffyl.unam.mx//handle/10391/1635



      • Bula Matari. La aventura de África (fragmento)

        "Desde el punto de vista de lo ocurrido tiene lo que nosotros llamamos "la predestinación" de una persona, una lógica irreprochable. En sus más tempranos sueños se había imaginado con frecuencia cuán afortunado muchacho sería si tuviese un padre o una madre; y ahora vino, "como respuesta de la maravillosa sublimidad" (éstas son sus palabras), la realización. Tienen que haber permanecido ocultas en él poderosas fuerzas espirituales, nos dice, para que cuando el noble hombre le estrechara en sus brazos se desplomase sin sentido. Y no desaprovecha la ocasión para añadir que ha sido ésta la única prueba de ternura que ha conocido desde que puede pensar. Para sellar esta alianza recibe una multitud de regalos, tan nuevos para él como su misma aplicación: cepillos para los dientes, para las uñas, largos y blancos camisones de dormir. Hasta ahora no se le había podido imaginar siquiera que había que limpiarse los dientes y las uñas y cambiarse la camisa antes de ir a la cama. Su cultura es aún virgen por completo; a cambio de ello dispone, como todos aquellos cuyo crecimiento fue azaroso, de una asombrosa memoria, hasta el punto de que puede recordar por su mismo orden y sin la menor alteración una página llena de cifras, después de leída una sola vez. Mr. Stanley se hace acompañar por él en sus viajes, quiere instruirle por la contemplación; no cabe la menor duda de que es un hombre de cultura y de gusto, si las hondas y sabrosas conversaciones que su educando repite en parte textualmente han sido sostenidas en el mismo espíritu. Muchas veces no están lejos, en el fondo y en la forma, de las conversaciones en los años de peregrinaje de Goethe y aun cuando se quite de ellas lo que haya añadido una posterior redacción, un recuerdo con el que se pretenda aureolarle, queda siempre lo suficiente para justificar la maravillosa devoción del discípulo, al cual, por un mágico cambio del destino, fue proporcionado el escalón decisivo para el encuentro consigo mismo y su existencia espiritual. De estos silenciosos guías, que se sumergen en el olvido una vez han cumplido su, vista con posterioridad, modesta misión, los hay y hubo muchos en el mundo; toda obra superior en la vida se basa en ellos y en sus nombres desconocidos.
        Y, sin embargo, en este caso ocurre algo más difícil de comprender. Según todo lo que Stanley nos informa, era éste un hombre rico. Sus extensos viajes de negocios constituían una constante exposición en un país y en un clima donde reinan de continuo las epidemias, el cólera, el paludismo, la fiebre. A pesar de ello y a pesar de todo su afecto por su hijo adoptivo, no hizo nada para asegurar el porvenir del joven. En el año 1860, antes de partir hacia las Indias occidentales, lleva al muchacho de veinte años a la granja de unos amigos en Arkansas; no vuelven a verse jamás y el joven Stanley se encuentra el día de la despedida en la misma penuria y desamparo que antes de su encuentro con aquella romántica figura de padre, sólo que ahora conoce ya lo que significa no sentirse pobre y desamparado. Aquí queda entreabierto un paréntesis o se ha callado algo. Que Mr. Stanley ha muerto entretanto, se menciona por cierto; pero, sin embargo, se tiene la sensación de que había tenido lugar un distanciamiento que se nos ha mantenido oculto. "

      Caspar Hauser (fragmento)

      "La mirada era tímida y un tanto inquieta. Sus ojos brillaban a veces con notable viveza, la nariz aguileña se proyectaba petulante en el aire, y la boca, escondida tras unos precarios bigotes, ofrecía un rictus de amargura que delataba en él al hombre eternamente insatisfecho.
      El lord no se sintió tranquilo con el resultado de su examen; preguntó al presidente si habían llegado a un acuerdo, y cuando éste asintió, extendió la mano a Quandt y le dijo que le visitaría por la tarde. Embelesado ante semejante distinción, el profesor hizo una nueva reverencia, saludó al presidente y salió.



      Stanhope partió muy pronto, ya que Feuerbach tenía que asistir a una reunión. Llegado al hotel, empleó dos horas en escribir una carta, que entregó al mensajero. A la una y media se presentó el teniente Hickel, tal como habían convenido; almorzaron juntos y luego se dirigieron a casa de Quandt.
      La casita del profesor, situada en el Kronacher Buck, junto a una de las puertas de la ciudad, estaba arreglada con el mayor esmero; la señora Quandt, una mujer joven, atractiva y simpática, vestida con un traje de seda como para una boda, les saludó en la puerta; en la salita de estar la mesa aparecía cargada de pasteles, y un delicado servicio de té brillaba seductor sobre un mantel blanco como la nieve.
      El lord se mostró paternalmente afable con la señora profesora; como se hallaba en estado, el conde le deseó muchas felicidades, reiterándole su interés con un firme apretón de manos. Le preguntó sí era la primera vez; la joven dama enrojeció hasta la raíz de los cabellos, sacudió tímidamente la cabeza y dijo que ya tenía un niño de tres años. Cuando estuvo servido el café, Quandt le hizo una señal, ella salió silenciosamente de la habitación y los tres hombres se quedaron solos.
      Stanhope explicó que no sabía hacerse todavía a la idea de tener que separarse de Caspar, pero que estaba encantado de aquel ambiente de paz y orden, y que le tranquilizaba sobremanera saber a su protegido alojado en aquel agradable hogar. Era, pues, de esperar que el infeliz alcanzaría al fin puerto seguro después de haber pasado por tanta mano indigna con evidente daño de su cuerpo y alma. "


      El hombrecillo de los gansos (fragmento)

      "Tres noches de la semana estaban destinadas a La ópera; las otras se dedicaban a la comedia.
      Actuaba de primer director de orquesta un señor de mediana edad con un cabello tan rizado que causaba la admiración de las jovencitas. Era perezoso y mal educado y se llamaba Lebrecht.
      El director de escena era un viejo practicón que hablaba ante el público como un lacayo irrespetuoso ante su señor. Solía acoger con un encogimiento de hombros las proposiciones de realzar el repertorio hechas por Daniel. «La Africana», «Roberto el Diablo», «El Estudiante Mendigo» y «Fra Diavolo», eran las obras en cuya fuerza de atracción ponía él su confianza. Los cantantes y la orquesta no resultaban mucho mejores que los de la ópera ambulante, y casi debía desistirse de la posibilidad de educarlos y animarlos. Los derechos creados y la desidia tradicional se oponían a toda novedad.
      Si donde ha de alzar la voz el arte se encuentran filisteos pusilánimes y paniaguados gandules, no caben miras elevadas, sino únicamente vulgares deberes. Se marchitan las flores, se estrellan los sueños, y es preciso que el espíritu ingenuo esté arma al brazo contra todos los demonios de la mezquindad y de la mediocridad, so pena de sucumbir.
      [...]


      Para un ciclo de dieciséis canciones le había encontrado la baronesa un editor de Leipzig, que publicaría las composiciones a expensas de ella. Aquello no le alegró bastante. No se trataba de algo ganado e impuesto por fuerza. Sin embargo, le parecía que era él mismo quien regalaba, y en realidad era el obsequiado. Después de todo no tenía que agradecer nada. A la dama le gustaba la gratitud. Ni por asomo sospechaba que no buscara él protectores, sino convencidos. Los ricos no comprenden a los pobres; los de arriba no comprenden a los de abajo.
      La irritabilidad de su carácter le protegía. En la deliciosa congoja por la misión que es el estigma y la tragedia de los ingenuos, se situaba al margen de un mundo, al cual pedía el pan, sólo el pan y nada más.
      Cuando aparecieron las canciones, el «Phönix» publicó una crítica que sonó a acierto en los oídos de los profanos, aunque no fuese a la postre sino una puñalada trapera. El artículo iba firmado con la letra W. Wurzelmann; el lacayo disparaba desde la emboscada.


      Reprodujeron aquella opinión otras revistas profesionales. Media docena de personas compraron las canciones, que se olvidaron luego.
      No había nada que esperar. Lo único que se requería era ganarse el pan, tan sólo ganarse el pan. "

      JAKOB WASSERMANN




      https://mubi.com/es/cast/jakob-wassermann



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