martes, 9 de mayo de 2017

No olvidar a William Faulkner: el maestro de los escritores contemporáneos.

William Faulkner
Una fábula (fragmento)

“Es la función de todo comandante aquella de hacerse odiar por sus soldados, para que cuando acometan una orden en batalla la ejecuten con todo ese odio que reservan para ti, el odio extremo que les lleva a matar... pero nunca pude imaginar que se pudiera llegar a odiar tanto, tanto odio, que se negaran a obedecer las órdenes de un superior; no se puede odiar tanto, no es posible. "


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(William Faulkner;
New Albany, EE UU, 1897-Oxford, id., 1962) Escritor estadounidense. Pertenecía a una familia tradicional y sudista, marcada por los recuerdos de la guerra de Secesión, sobre todo por la figura de su bisabuelo, el coronel William Clark Faulkner, personaje romántico y autor de una novela de éxito efímero. En Oxford, la escasa atención que prestaba Faulkner a sus estudios y al puesto que le consiguió su familia en Correos anduvo paralela a su avidez lectora, bajo la guía de un amigo de la familia, el abogado Phil Stone.



Las palmeras salvajes (fragmento)



“No es que pueda vivir, es que quiero. Es que yo quiero. La vieja carne al fin, por vieja que sea. Porque si la memoria existiera fuera de la carne no sería memoria porque no sabría de qué se acuerda y así cuando ella dejó de ser, la mitad de la memoria dejó de ser y si yo dejara de ser todo el recuerdo dejaría de ser. Sí, pensó. Entre la pena y la nada elijo la pena. "
A pesar de que su vida transcurrió en su mayor parte en el Sur, que le serviría de inspiración literaria casi inagotable, viajó bastante: conocía perfectamente ciudades como Los Ángeles, Nueva Orleans, Nueva York o Toronto y vivió casi cinco años en París, donde cabe destacar que no frecuentó los círculos literarios de la llamada Generación Perdida.


Perseguía muy conscientemente el éxito literario, que no alcanzó, sin embargo, hasta la publicación de El ruido y la furia (1929), novela de marcado tono experimental, en que la anécdota es narrada por cuatro voces distintas, entre ellas la de un retrasado mental, siguiendo la técnica del «torrente de conciencia», es decir, la presentación directa de los pensamientos que aparecen en la mente antes de su estructuración racional.
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El experimentalismo de Faulkner siguió apareciendo en sus siguientes novelas: en ¡Absalón, Absalón! (1936), la estructura temporal del relato se convierte en laberíntica, al seguir el hilo de la conversación o del recuerdo, en lugar de la linealidad de la narración tradicional, mientras que Las palmeras salvajes (1939) es una novela única formada por dos novelas, con los capítulos intercalados, de modo que se establece entre ellas un juego de ecos e ironías nunca cerrado por sus lectores ni por los críticos.
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El mito presenta al autor como un escritor compulsivo, que trabajaba de noche y en largas sesiones, mito que cultivó él mismo y que encuentra su mejor reflejo en su personalísimo estilo, construido a partir de frases extensas y atropelladas, de gran barroquismo y potencia expresiva, que fue criticado en ocasiones por su carácter excesivo, pero a cuya fascinación es difícil sustraerse y que se impuso finalmente a los críticos.


El sacerdote (fragmento)

" Dejó la calle Canal; dejó los parpadeantes anuncios eléctricos que habrían de llenar y vaciar el crepúsculo, inexistentes a sus ojos y por lo tanto sin luz, lo mismo que los árboles son verdes únicamente cuando son mirados. Las luces llamearon y soñaron en la calle húmeda, los ágiles cuerpos de las chicas dieron forma a su apresuramiento hacia la comida y la diversión y el amor; todo quedaba a su espalda ahora; delante de él, a lo lejos, la aguja de una iglesia se alzaba como una plegaria articulada y detenida contra la noche. Y sus pisadas dijeron: "¡Mañana! ¡Mañana!". 


Ave María, deam gratiam... torre de marfil, rosa del Líbano. "

A pesar de haber conseguido el reconocimiento en vida, e incluso relativamente joven, Faulkner vivió muchos años sumido en un alcoholismo destructivo. La publicación, en 1950, de sus Narraciones completas, unida al Premio Nobel que recibió ese mismo año, le dio el espaldarazo definitivo que necesitaba para ser aceptado, en su propio país, como el gran escritor que era.
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Su existencia cambió a partir de este momento: recibió numerosos honores, escribió guiones de cine para productoras cinematográficas de Hollywood (trabajo que aceptaba principalmente por motivos económicos, dado su elevado ritmo de gasto) y se convirtió, en suma, en un hombre público, e incluso fue nombrado embajador itinerante por el presidente Eisenhower. 

Los últimos años de su vida, que transcurrieron entre conferencias, colaboraciones con el director de cine Howard Hawks, viajes, relaciones sentimentales efímeras y curas de desintoxicación, dan la impresión de una angustia creciente y nunca resuelta.



«No se escapa al Sur, uno no se cura de su pasado», dice uno de los personajes de El ruido y la furia, y, en efecto, el escenario de la mayoría de sus novelas, es el imaginario condado sureño de Yoknapatawpha, cuyas connotaciones y poder simbólico le confieren un aura casi bíblica. En este sentido, la obra de Faulkner debe ser contemplada como un todo, en la medida en que toda ella se halla marcada por esta voluntad de recrear la vida del sur de Estados Unidos, por más que tal localismo no impide que sus personajes y sus obsesiones, tan circunscritos a un tiempo y un lugar concretos, adquieran una proyección universal.


El ruido y la furia (fragmento)


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Quentin, que amaba no el cuerpo de su hermana, sino algún concepto de honor familiar y (él lo sabía bien), temporalmente suspendido en la frágil y diminuta membrana de su virginidad, semejante al equilibrio de una miniatura en la inmensidad de la esfera terrestre sobre el hocico de una foca amaestrada. 






Quien amaba, no la idea del incesto que no cometería, sino algún presbiteriano concepto de su eterno castigo: él y no Dios, podría arrojarse a sí mismo y a su hermana al infierno, donde eternamente podría protegerla y cuidarla para siempre jamás, invulnerable ante las llamas inmortales. 




Él que sobre todas las cosas amaba la muerte, y que quizá sólo amaba a la muerte, amó y vivió con deliberada y pervertida curiosidad, tal y como ama un enamorado que deliberadamente se reprime ante el prodigioso cuerpo complaciente, dispuesto y tierno de su amada, hasta que no puede soportarlo y entonces se lanza, se arroja, renunciando a todo, ahogándose. (...) 



Era el reloj del abuelo y cuando papá me lo dio dijo, Quetin, te doy el mausoleo de todas las esperanzas y deseos; será extremadamente fácil que lo uses para mejorar la reductio absurdum de toda la experiencia humana que no puede adaptarse mejor a tus necesidades individuales de lo que se adaptó a las suyas o a las de su padre. 



Te lo doy no para que recuerdes el tiempo, sino para que puedas olvidarlo de cuando en cuando por un rato y no malgastes todos tus esfuerzos tratando de conquistarlo. Porque ninguna batalla se gana jamás, dijo. Ni siquiera son libradas. El campo de batalla sólo revela al hombre su propia locura y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos y tontos. "


El Cultural

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Especial  
F.A.U.L.K.N.E.R












El escritor de la A a la Z

Alejandro Gándara desnuda letra a letra a William Faulkner.

ALEJANDRO GÁNDARA 

06/07/2012 |  Edición impresa







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Alcohol. 
La bebida no construye el estilo, pero lo acompaña. Hay una sinuosidad detectable, una longitud de párrafo, una bruma que espesa la sintaxis, una elaboración de imágenes que nunca definen sus contornos y que se suceden y encabalgan mediante asociación libre. El alcohol huye de la literalidad y permite la fuga a mundos alternativos que se sienten verídicos, irrefutables. No es fácil escribir mientras se bebe. Sólo en algunos casos escogidos el alcohol y la literatura funden sus propósitos.




Amor. 
“Entre la pena y la nada, me quedo con la pena”.
Bondad. 
Las hay de varias clases y todas ellas peligrosas. Confiere dignidad y dolor a un tiempo.
Coro. 
La inspiración que proporcionan las tragedias griegas tiene una larga tradición. Las sociedades disponen de un alma que rebasa y no necesariamente coincide con la de los individuos particulares. El coro antiguo es el canto común de las leyes aceptadas y de la moral compartida. No es una invención, sino una atenta observación de la realidad. Los ciudadanos que se reúnen de manera casual en los bares y en las verandas producen ese alma y en ocasiones fatales la imponen con inconsciencia. A menudo sin piedad.



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Dios. 
Producto del fatum humano, no hay más Dios que el que los hombres hacen. La consecuencia es que se manifiesta imponderable, inescrutable y la conciencia individual no lo abarca. Los hombres no necesitan creer en Dios para saber que existe. Saben que existe porque es de su exclusiva competencia, es su obra.

Empatía. 
La novela no es tesis, ni fotografía de un mundo, ni Historia. Es un acto voluntariamente deformante de una realidad compartida que intenta ponerse en el lugar de lo que se ha quedado mudo: personas, sociedades, culturas. No hay pretensiones de salvación, justificación o redención. Sólo cuenta el acto de empatía. No es dar cuenta, es darse cuenta.

Faulkner, William.
 Nacido en Albany en 1897 y muerto en Byhalia en 1962, con el apellido Falkner. La “u” que le añadió tiene motivos imprecisos, pero se corresponde con el sistema de investimiento que todo escritor lleva a cabo para borrar su rastro. A William le parecía más aristocrático y en una sola letra creyó concentrar su sentido de la distinción. Ya se sabe que el creador empieza por crearse a sí mismo.Resultado de imagen de william faulkner textes

Geometría moral.

“Antes había honor y sacrificio. Ahora sólo hay ángulos”. Guerra de Secesión. Nadie ganó, a pesar de las crónicas y de las soflamas. Solamente impuso un horizonte de incertidumbre moral que dura hasta hoy. Las heridas de la carne no fueron más que la apariencia de las heridas irrestañables del espíritu.


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Infierno. 
A diferencia de Sartre el infierno no son los otros, sino nosotros. Flem Snopes desciende a los infiernos:
-¿Qué le habéis ofrecido?- preguntó (el Príncipe).
-Las gratificaciones.
-¿Y?
-Las tiene. Dice que para un hombre que sólo masca tabaco, cualquier escupidera sirve.
-¿Y luego?
-Las vanidades.
-¿Y...?
-Las tiene. Ha traído una gruesa en la maleta, hecha de amianto especialmente para él, con broches que no se funden.
-Entonces, ¿qué es lo que quiere?- gritó el Príncipe- ¿Qué es lo que quiere? ¿El Paraíso?
Y el anciano servidor se le quedó mirando, y el Príncipe creyó primero que era porque no había olvidado la burla anterior. Pero pronto descubrió que no era ese el motivo.
-No- dijo el anciano servidor- Quiere el Infierno.

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Látigo.

 Cuando el sureño lo levanta para descargarlo es por un cierto sentido de la pedagogía y por obediencia a un mandato superior, que no está escrito, pero que él cree haber leído.

Mal. 

Es la herencia de las generaciones. Pasa de unas a otras, no se detiene. Una vez se ha puesto en pie, sigue su curso. Es lo que nos reúne con nuestros antecesores, lo que hace del tiempo un único instante. Una forma de religare mortal, fuera de toda mística. Estructura del alma.

Miseria. Una forma de fanatismo de la propia impotencia. Necesaria como la fe. Su proliferación es la prueba de que existe la divinidad y de que nos escucha.

Muerte. La presencia constante. A veces, buscada. Alistamiento en la RAF durante la Primera Guerra Mundial. Ya había sido rechazado en Estados Unidos por su corta estatura. Amenazó con enrolarse en el ejército alemán si no le dejaban pilotar en combate. Su primera hija muere a los nueve días. La entierra en solitario, cargando hasta el cementerio con su pequeño ataúd.

Resultado de imagen de william faulkner quotesNarrador. 


Hasta cuando se identifica, el narrador no es otro que la tierra, muy por encima de la precariedad y de la mortalidad humana. Hay una lengua y un relato que está por encima de nosotros. Es la voz que prefiere Faulkner, la que no es de nadie. La que afecta a todos. Pero no es omnisciente, por la sencilla razón de que no sabe. Habla porque busca, no porque conozca el desenlace ni los misterios del corazón. Una voz sabia, a fin de cuentas, porque conoce todo lo que ignora. De ahí su fondo poético, su elección del pneuma en vez del logos, su profunda paciencia.

Naturaleza. 
Naturaleza. Blancos, negros, mujeres, niños animales, tierra. Todo habla a la vez y todo lo hace con la misma voz. Y todos cumplen su misión de entonar el canto y el relato. Es la forma en que el autor escucha la música de su mundo.

Niño.

 Es el padre del hombre. Nunca dejamos de ser lo que fuimos. La idea no pertenece al campo de la psicología, sino al de nuestra forma de estar en la tierra: es el destino al que servimos. Siempre somos los de antes.

Nobel (discurso). 

"El hombre prevalecerá por su espíritu capaz de compadecerse y sacrificarse y soportar el sufrimiento".

Novela. 

Género en extinción, último gran aliento de las antiguas palabras y de los antiguos relatos. Por ello mismo, el género más adecuado para tratar con lo que se extingue: los viejos valores y sentimientos de un Sur derrotado, legítimamente derrotado. Sin nostalgia, sin retórica para la Historia.
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Paraíso. 

El mito reiterado y constitutivo de la humanidad entera. Es el mito de la expulsión eterna. Siempre estamos yéndonos del Edén. Pero nadie lo ha conocido. Su fuerza práctica reside tanto en su falta de evidencia como en la contundencia con que es trasmitido de generación en generación con palabras invariables. No hay versión posible. Forma parte de la realidad palpable.

Progreso. 

Es un empujón regresivo. Siempre marcha hacia atrás. La memoria del pasado histórico es más que una invención: es una herramienta de la identidad, la consagración del grupo, la tribu o la sociedad. Cumple funciones de adiestramiento e integración. De ahí que “la memoria crea antes de que el conocimiento recuerde”.
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Religión. 

El jinete oculto del Apocalipsis. Propagadora del fatalismo, del pesimismo existencial, intelectualmente aberrante y espiritualmente la visión del hombre como animal caído, siempre proclive a una abyección mayor.


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Ruido (y furia). 
“La vida no es más que una sombra andante, jugador deficiente, que apuntala y realza su hora en el escenario y después ya no se escucha más. Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que no significa nada.” Lo escribió Shakespeare en su Macbeth, pero era de Faulkner.

Sur.
 Violencia en todas direcciones, expresada como una fuerza de la naturaleza, pero construida con manos humanas. La creación divina también está implicada. Hay una destrucción intrínseca en todas las criaturas y en todo lo creado. Todo tiende a una epifanía dolorosa y Dios es el Supremo Artífice. El Sur es la obra directa de Dios.
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Yoknapatawpha.
 Condado imaginario, no ficticio, diseñado como un infierno de almas. Puede situarse al noroeste de Mississippi, pero en cuanto tal imagen carece de pertenencia exclusiva y puede trasladarse donde se quiera. Lo propio de las imágenes son su permanencia y su desarraigo, en particular cuando proceden de la literatura. Tal vez la literatura sea en sí misma una forma de desarraigo de aquello que resulta demasiado cercano, concreto, aislante. 





                                                                                                                                                                                                                                                                                           




Mosquitos (fragmento)



“Siguió caminando por el polvo a lo largo de un interminable camino fulgurante; entre pinos que semejaban estallidos fijos en la tarde, una tarde de insoportable luminosidad. Sus sombras informes, fundidas, les precedían. Dos pasos más y él las pisaría, como a las sombras de los pinos; pero aquéllas seguían delante de él entre los fundidos baches, guardando las distancias, sin esfuerzo alguno, en el escabroso polvo. Este era tan fino como la pólvora; sólo aparecía en él una ocasional huella de cascos, un desvanecido espectro de un paso olvidado. Por encima, el implacable cielo metálico daba sobre su cuello doblado y sobre su espalda, su mejilla restregándose monótonamente contra su cuello. Finas lenguas de fuego le mordían continuamente. David seguía impasible. El polvoriento camino vibraba dentro de sus ojos, pasaba bajo sus pies y quedaba atrás como una infinita cinta. Descubrió que tenía la boca abierta y seca, y sus encías como el papel de los cigarrillos. Cerró la boca, tratando de humedecer las encías. 

Árboles sin copa iban delante de él o se quedaban atrás; la maleza junto al camino se aproximaba y se tornaba monstruosa, hoja por hoja. Las lagartijas siseaban antes de desaparecer. 

El fuego invisible le quemaba, pero él no lo sentía porque ni en sus hombros ni en sus brazos quedaba otra sensación que la del peso de ella sobre la espalda y el cielo de bronce sobre su cuello y la húmeda mejilla de ella restregándose continuamente contra su nuca. 
Descubrió que tenía otra vez la boca abierta, y la cerró. 

—Ya es bastante —dijo ella, despertando de pronto—. Bájame. —Sus sombras fundidas se mezclaban a intervalos con las de los altos árboles sin copa, pero detrás de la sombra de los árboles su sombra volvía a aparecer dos pasos delante de él y el camino seguía fulgurante, abrasador y más blanco que la sal—. Bájame, David.
—No —dijo entre dientes, seco, áspero, por encima del remoto latir de su corazón—, no estoy cansado.
Su corazón seguía un extraño ritmo. Cada latido parecía estar en algún lugar de su cabeza, detrás de sus ojos; cada latido era una marca roja que oscurecía temporalmente su visión. Cuando esa marea terminaba, otra ola opaca lo cegaba por momentos. Todo remoto, como una formación de soldados con uniforme rojo que cruzaban ante donde él estaba agazapado, en un cuarto, tratando de cerrar la puerta. Era un sonido pesado, opaco, como el de las máquinas de un barco de vapor. Descubrió que estaba pensando en el agua, en una azul monotonía de mares. Era un rumor rojo, justo detrás de sus ojos.



El camino seguía viniendo sobre él, infinita cinta donde nada había ocurrido. El mar hace un ruido sibilante en los oídos: sss..., sss... Sin embargo, no contra sus ojos; no contra la parte posterior de los ojos. La sombra saltó de una mancha de sombras mayores, arrojadas por árboles que carecían de copas. Dos pasos más. No, tres pasos... 

Ya va cayendo la tarde, ya va siendo más tarde que antes. Tres pasos, entonces. Muy bien. El hombre camina sobre sus patas traseras; un hombre puede dar tres pasos, un hombre puede dar tres pasos, pero en la jaula de los monos hay agua en un jarro. Tres pasos. Muy bien. Uno. Dos. Tres. Se fue. Se fue. Se fue. Es un sonido rojo. No detrás de los ojos. Mar. ¿Ves? Mar. ¿Ves? Como en una caverna, como el sonido lóbrego de una caverna, como el sonido del mar a través de la caverna. Mar. ¿Ves? Mar. ¿Ves? Pero no cuando pasa frente a la puerta. 


Oía otro ruido en sus oídos. Un sonido débil y molesto, y el peso sobre su espalda se iba desplazando, y lo empujaba hacia abajo, hacia el blanqueado polvo por el que caminaba. Dio tres pasos. Un hombre puede dar tres pasos. Y se tambaleó, tratando de buscar una nueva posición. Otra vez tenía la boca abierta, y al intentar cerrarla hizo un ruido seco. Uno. Dos. Tres. Uno. Dos. Tres. "




La Sociedad de 


William Faulkner





http://faulknersociety.com/


Miss Zilphia Gant (fragmento)



“Solía haber entre uno y diez carros delante de la cabaña y en un cerco de listones rajados las mulas pateaban el suelo y rumiaban, casi siempre con partes de los arneses aún puestas: por todo el lugar soplaba un aire huidizo y siniestro de decrepitud. 


Allí Gant se encontraba con otras caravanas similares a la suya, o a veces con otras mucho más dudosas, de tipos rudos, sin afeitar y vestidos con monos. Allí todos comían comida ordinaria, bebían el virulento y pálido whisky de maíz y dormían sobre el suelo de tablas, delante del fuego con su ropa mugrienta y las botas puestas. El lugar era atendido por una mujer más bien joven de ojos fríos e inusualmente malhablada. 

En la parte trasera había un hombre ya mayor; tenía los ojos maliciosos y rojizos de un cerdo, la barba y el pelo espesos que ocultaban el rostro débil, pero al que conferían una suerte de ferocidad. Normalmente se lo veía embotado por la bebida, en un estado de embrutecimiento apático, aunque de vez en cuando se le escuchaba discutir a gritos con la mujer en la parte trasera de la cabaña o detrás de una puerta; la voz de la mujer era fría y llana; la voz del hombre oscilaba entre los atronadores graves y el chillido atiplado y belicoso de un niño. "



Mientras agonizo (fragmento)

“Recordaba que mi padre solía decir que la razón para vivir era prepararse para estar muerto durante mucho tiempo. Y cuanto tenía que verlos día tras día, cada cual con sus pensamientos egoístas y secretos, cada cual con su sangre distinta a la de los demás y a la mía, y pensaba que al parecer era mi único modo de prepararme para estar muerta, odiaba a mi padre por haberme engendrado. 

Solía estar deseando que cometieran alguna falta, para así poder zurrarles. Cuando la vara caía, podía sentirla en mi propia carne; cuando les levantaba cardenales y verdugones, era mi sangre la que corría, y a cada golpe de vara pensaba: ¡Ahora vais a saber quién soy! Ahora soy alguien en vuestras vidas secretas y egoístas, soy quien ha marcado para siempre vuestra sangre con la mía. "




El villorrio (fragmento)



“Nada más llegar vieron en el prado un carro, con el tiro aún -o ya- enganchado a los tirantes, y luego a Eustace Grimm, que apareció por una esquina de la casa y se quedó allí parado, mirándoles. Henry le ordenó que saliera del lugar. Grimm se subió al carro, y al punto los nuevos propietarios se pusieron a cavar, aunque había aún cierta claridad. Cavaron durante un rato, y al cabo se dieron cuenta de que Grimm no se había marchado todavía. Estaba en el camino, sentado en su carro, mirándoles por encima de la cerca. Henry se precipitó hacia él blandiendo la pala. Grimm, entonces, se alejó. 

Vernon y Suratt también habían dejado de cavar. Vernon contempló la espalda de Grimm, que se alejaba por el camino en el lento y ruidoso carro. 

—¿No es pariente de Snopes? -dijo Vernon-. ¿Pariente político o algo así?
—¿Qué? -dijo Suratt. Seguían mirando el carro, que se perdía en la oscuridad-. No lo sabía.
—Vamos -dijo Vernon-. Henry nos está sacando ventaja.
Se pusieron de nuevo a cavar. 

Pronto oscureció por completo, pero podían seguir oyéndose. 

Cavaron infatigablemente durante dos noches, dos breves noches de verano ininterrumpidas por intervalos diurnos de sueño irregular, sobre el suelo desnudo de la casa, donde, a mediodía, las salpicaduras desiguales de luz llegaban incluso hasta la planta baja. A la mortecina luz del amanecer del tercer día, Suratt dejó de cavar e irguió la espalda. Henry, a cierta distancia, se agachaba y se levantaba dentro de su hoyo con la regularidad de un autómata. Estaba hundido hasta la cintura; era como si él mismo, esclavo por nacimiento de aquella tierra, se estuviera enterrando en ella, como si hubiera sido cortado por el talle y su torso muerto, sin saber que lo estaba, se agachara y levantara acompasadamente. Habían cavado ya a conciencia toda la superficie del jardín. De pie sobre la tierra fresca, Suratt miró a Henry; al poco cayó en la cuenta de que a su vez Vernon le miraba a él con ademán sereno. Suratt dejó con cuidado la pala en el suelo y se dirigió hacia Vernon. Se quedaron allí, mirándose, mientras el alba proyectaba su macilenta luz sobre sus caras demacradas. Su voz, cuando empezaron a hablar, era tranquila. 

—¿Has mirado ya detenidamente esas monedas? -dijo Suratt.
Vernon no contestó inmediatamente.
Miraron a Henry, que se alzaba y desaparecía tras su pico.
—Creo que no me atrevo -dijo Vernon. 

Dejó con cuidado la pala en el suelo; luego ambos se volvieron y fueron hacia la casa. La casa aún estaba oscura; encendieron el farol, sacaron los saquitos de su escondite en la chimenea y dejaron el farol en el suelo. "




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William Faulkner y Howard Hawks

Resulta difícil imaginar un año con más cincuentenarios que este 2012: el de los Rolling Stones, el de James Bond, el de la muerte de Marilyn… En julio de 1962 falleció también uno de los grandes de la literatura universal, William Faulkner, que ha pasado a la historia por obras como El ruido y la furia o Luz de agosto pero que también tuvo una brillantísima carrera cinematográfica.
El autor americano escribió guiones para varios directores (George Stevens, Jean Renoir…), pero fue con Howard Hawks con quien mantuvo una relación más duradera. En total, Faulkner escribió cinco largometrajes para Hawks: Vivamos hoy (1933), Camino de la gloria (1936), Tener y no tener (1944), El sueño eterno (1946) y Tierra de faraones (1955).  Todos ellos (a excepción de Camino de la gloria, que no se estrenó en nuestro país) se están proyectando durante todo el mes de julio en el madrileño cine Doré, dentro del completísimo ciclo que la Filmoteca Española dedica al director estadounidense.

William Faulkner

Faulkner y Howard Hawks se conocieron en 1932 en la Metro Goldwyn Mayer. Acuciado por las deudas, el Nobel de Literatura había aceptado trabajar como guionista para el estudio y Hawks, que acababa de llegar a la Metro, no desaprovechó la oportunidad de colaborar con un escritor al que no dejaba de alabar públicamente. El director citó a Faulkner en su oficina y le propuso que escribiera un guión a partir de uno de sus relatos (Turn About ). Cuenta la leyenda que el novelista le contestó de forma un tanto ambigua: “Deme cuatro o cinco días”. Hawks se mostró sorprendido: “¿Cinco días para tomar una decisión”. “No”, replicó Faulkner, “cinco días para escribir el guión entero”. Con esta conversación (que daría origen a Vivamos hoy, cuyo libreto fue efectivamente entregado en ese breve lapso de tiempo) dio comienzo no sólo una de las alianzas más fructíferas de Hollywood, sino también una gran amistad.

Vivamos hoy
Gary Cooper y Joan Crawford en ‘Vivamos hoy’

Las trayectorias profesionales de Faulkner y Hawks se volverían a encontrar un par de años más tarde en la película Camino de la gloria. Faulkner, que había empezado a beber, andaba de nuevo falto de recursos y necesitaba el dinero fresco de Hollywood. Sin embargo, los motivos económicos no fueron los que más pesaron para que volviera a trabajar con su amigo. Faulkner se había quedado prendado de la secretaria de Hawks, su paisana Meta Carpenter, y estaba decidido a pasar junto a ella el mayor tiempo posible. Ambos mantuvieron un discreto romance que se prolongaría durante quince años.
En 1944, durante el rodaje de Tener y no tener, su tercer filme juntos, el binomio Faulkner-Hawks fue testigo del nacimiento de otro dúo mítico: el compuesto por Humphrey Bogart y la debutante Lauren Bacall. Los dos actores se enamoraron mientras trabajaban en la película y dotaron de una nueva dimensión al texto de Faulkner, quien a su vez adaptaba a Hemingway. Aparte de la grandeza de los nombres propios implicados en este proyecto (estas cosas ya no pasan ahora), impresiona saber que el novelista escribía en el bungalów de Hawks con sólo tres días de adelanto respecto al rodaje.  Por lo visto, no necesitaba más para escribir diálogos tan memorables como este.

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Bogart y Bacall se convirtieron en la pareja de moda, y la Warner repitió la fórmula dos años más tarde con El sueño eterno. Esta vez, Faulkner adaptaba una obra de Raymond Chandler, pero el resultado fue igualmente majestuoso. Cine negro con mayúsculas.
La última colaboración entre Howard Hawks y William Faulkner fue Tierra de faraones, un proyecto ruinoso que puso fin a la relación de los dos genios y que empezó torcido desde el principio. Faulkner llegó totalmente borracho a París, donde se había citado con Hawks, y fue asaltado y golpeado en Montmartre. El escritor jamás logró interesarse por una historia ambientada en el antiguo Egipto (“¿Cómo demonios hablan los faraones?”, solía decir) y casi todo su trabajo tuvo que ser corregido por el guionista Harry Kurnitz.

Faulkner Hawks
Faulkner (con pipa) y Hawks, frente a frente. En el medio, con gafas, el guionista Harry Kurnitz.

La realidad es que Faulkner nunca estuvo realmente interesado en el cine. Si colaboró con Hollywood fue porque necesitaba el dinero y porque siempre estaba dispuesto a ayudar a su amigo Hawks. En la biografía del director figura una anécdota especialmente reveladora en este sentido. Faulkner y Hawks organizaron un viaje en coche para cazar palomas, y a última hora Clark Gable pidió permiso para apuntarse. Mientras atravesaban Palm Spring en un coche cargado de botellas de bourbon, Faulkner le preguntó al actor: “¿Y usted a qué se dedica, señor Gable?”.
Conociendo este desinterés de Faulkner por la gran pantalla, asustar pensar en lo que habría sido capaz de hacer si le hubiera interesado al menos un poco.

Los guiones de Faulkner en Hollywood

La relación de William Faulkner con el mundo del cine también podría considerarse como su relación con el director Howard Hawks. Para él escribió cinco de sus seis guiones a pesar de ser, el mundo del celuloide, algo que no iba con él.



GUIONISTA WILLIAM FAULKNER

Guionista William FaulknerHoy, 6 de julio, hace 53 años que se murió William Faulkner.
¿Qué hace que un escritor sea tan luminosamente profundo y psicológico?
Novelista, guionista, sus obras están llenas de gravedad emocional y frases sin fin.  Fue Premio Nobel de Literatura en 1949, cuando tenía 52 años, pero no sólo disfrutó de éxitos literarios en vida, sino también de una incurable adicción al alcohol. Su bebida preferida era el julepe de menta. Una bebida parecida al mojito pero con azúcar, bourbon y menta. Típica del sur de los Estados Unidos.
¿Cómo será la resaca del julepe de menta? Debe ser algo parecido a que dos paredes de hormigón aplasten tus sienes lentamente, pero nunca del todo.
Sus problemas económicos le llevaron a pedir trabajo en Hollywood, y graciosamente le dieron el encargo de adaptar para la pantalla la novela de su archienemigo Ernest Hemingway. Tres décadas de animadversión Faulkner – Hemingway conformaron a estos dos como una de las grandes rivalidades de la literatura contemporánea.
« …toda obra de arte está condenada al fracaso y lo que hay que apreciar es la ambición que impulsa ese fracaso inevitable». W. Faulkner.
«Escribir, en la mejor de las hipótesis, es una vida solitaria. (…) Porque el escritor trabaja en solitario, y si es lo bastante bueno debe enfrentarse cada día a la eternidad o a la ausencia de la misma». E. Hemingway.
Qué grandes paradojas siembra la existencia humana cuando la novela que contribuyó a extender internacionalmente la fama de Ernest Hemingway, “Tener y no Tener”, la guioniza para la gran pantalla su rival William Faulkner .
… Si me necesitas, silba.
“Nunca se ha sabido que use una palabra que pudiera obligar al lector a revisar el diccionario” Faulkner
“…pobre Faulkner, cree que las grandes emociones vienen de las palabras grandes” Hemingway
Además de gran novelista (“El ruido y la furia” (1929), “Luz de agosto” (1932), “Absalón, Absalón” (1936)…) William Faulkner fue guionista principalmente a las órdenes de Howard Hawks, entre sus películas tienes que ver, si no lo has hecho ya,  “Tener y no tener” (1944), “El sueño eterno” (1946) y “Tierra de faraones” (1955) entre otras.
Los hermanos Coen presentan en su película “Barton Fink” (1991) a un guionista alcohólico de fuerte acento sureño en claro homenaje hacia él.
Jose Luis Cuerda en “Amanece que no es poco” (1989) hace que uno de sus personajes sea detenido por plagiar la novela “Luz de agosto” de Faulkner.

Y por último, os dejamos con unos niños de primaria y una forma de aprender, cuanto menos, original. Bravo por ellos también.

Tener y no tener (1944)

Tierra de Faraones (1955)







EL SUEÑO ETERNO DE WILLIAM FAULKNER











































Un extraño en la disputa
I. Mientras agonizo



En algunos ámbitos, según ciertas voces, cuando la cosa trataba de música, más bien clásica que popular, de pintura, evidentemente de altos vuelos, o de literatura, siempre con mayúsculas, artes de larga tradición, de enorme recorrido y de absoluta vigencia, el continente americano siempre ha parecido jugar con cierta, aparentemente insalvable desventaja. La juventud de la tierra parecía llevar pareja la bisoñez del arte o de los propios artistas.
Quizá esta aseveración ahora parece desproporcionada, pero no hace mucho era vox populi; y si estamos hablando en términos de varios cientos, miles de años, medio siglo no es tanto para olvidar las afirmaciones o simplemente relegar el recuerdo, y sabemos que cien años no es nada. Hoy en día nadie cuestiona el empuje y la originalidad del arte americano, y se aplaude con respeto y admiración la creación de sus nuevos códigos, que han conseguido por derecho propio convertirse en nuestros: la asimilación es un hecho, y el enriquecimiento es mutuo.
II. Santuario
Es cierto que algunos compositores europeos llegaron a Estados Unidos dispuestos a ganarse la vida, empezar quizá una nueva, o también huyendo de una Europa rota; y así Dvorak estrenó allí su Sinfonía nº 9 en mi menor Op. 95, del Nuevo Mundo, y Ravel y Stravinski, este último llegó incluso a nacionalizarse, coquetearon plenamente con los ritmos del jazz. Y después de ellos, George Gershwin, Aaron Copland y Leonard Bernstein hablaron el lenguaje de sus maestros en su propia lengua materna.
También en pintura la prehistoria americana juega con el mundo inhóspito y salvaje propio de su territorio, saltándose un clasicismo puro por el que no tiene que ser necesario pasar individualmente para alcanzar otros estadios posteriores. Buena muestra son los murales de Siqueiros o de Rivera, las telas de Kahlo, o los cuerpos rotundos y tremendos, paroxísticos, llevados al límite de Botero.
Tampoco en literatura la cosa era diferente: ¿cómo enfrentarse a la nómina europea de los Dante, los Cervantes, los Dickens, los Balzac, los Dostoyevski o Proust? Y sin embargo ahí tenemos a Poe, Melville, Bierce, Capote, Quiroga, Arlt, Borges, Cortázar y muchísimos otros que si bien tuvieron que transitar por senderos ya conocidos, no menos cierto es que lograron crear, tirando fuertemente de su tradición y de todo aquello que les era más caro, un estilo propio que puede competir sin sonrojo con cualquiera que se preste al duelo franco y honesto.
III. ¡Absalón, Absalón!
Sintomático también es el caso del gran caballero del sur confederado, oriundo del Mississippi más tradicional, William Faulkner (1897-1962): este año 2012 que recién ha terminado se ha cumplido el cincuenta aniversario del fallecimiento del Nobel de literatura del año 1949, y las reediciones de sus obras no se han hecho esperar, celebrándolas, como si de la primera vez se tratara, tanto las editoriales, por afán crematístico, como los lectores, por puro deleite.
Y es que cualquier obra del norteamericano merece la pena leerse con los ojos de la primera vez, con la expectación del que se empeña, como él mismo afirmó en alguna ocasión, en agotar un sueño: por su estilo abigarrado y laberíntico que subyuga, por su prosa contundente y certera, por su alcance y su penetración del ser humano: también por saber que éste a veces merece compasión y otras sólo dureza, un buen escarmiento; que la recompensa, incluso la redención, están estrechamente unidas a la acción, por más que ésta sólo nos depare fracaso.
IV. Luz de agosto
Otros escritores o dramaturgos norteamericanos, como Scott Fitzgerald, Hemingway o Tenessee Williams, tuvieron una gran acogida en Europa, y su predicamento es notorio, todavía inmune a la erosión por la grandeza de sus palabras y sus historias. Pero es cierto que estos autores tienen todavía un poso europeo, debido quizá a sus respectivas estancias en el viejo continente, y porque es complicado sustraerse al influjo de todo lo que ha sido y de alguna manera sigue siendo grande. Lo mismo sucede en ocasiones y en este sentido con escritores sudamericanos del estilo de Carpentier en su obra El siglo de las luces (1962) o el injustamente olvidado Mujica Lainez, Manucho, de Bomarzo (1962).
En cambio Faulkner, a pesar de beber en las frescas fuentes de Joyce, es auténticamente americano; sin fisuras, roca dura, sí, pero absolutamente pulida. Testigo de la decadencia del espíritu sureño, por otra parte deudor de la herencia francesa de sus antepasados, este hidalgo del sur, pionero de una forma, de una voluntad de entender y de representar la realidad de las cosas, dejó huella en su país y abrió un largo camino en su continente.
V. El ruido y la furia
La influencia de William Faulkner en muchos de los escritores del boom latinoamericano es obvia, y reconocida. El distrito de Yoknapatawpha, condado de Jefferson, es el espejo donde se miran fijamente y se reflejan distorsionados el Macondo del colombiano García Márquez y, sobre todo, la Santa María del uruguayo Onetti. Los personajes que pululan como mosquitos agotando su pasado y malgastando su futuro, estafando en ventas de caballos, extorsionando granjeros, seduciendo mujeres ajenas y, en definitiva, evidenciando el desmoronamiento de cierto estilo de vida están sobradamente emparentados con esos otros compadres del coronel Buendía o del doctor Díaz Grey.
También en el peruano Vargas Llosa de La casa verde (1966), el argentino Saer de La vuelta completa (1966) o el chileno Donoso de El lugar sin límites (1967) se deja sentir, y con estruendo, la savia inoculada por el norteamericano. Y en el venezolano Uslar Pietri, cuando toma sus raíces como punto de partida, es el caso de Las lanzas coloradas (1931), y bucea en lo más profundo del alma humana, el toque está claro. Hasta Borges, original incluso comparado consigo mismo, tiene cierta, indiscutible e incondonable, cuota de participación: magistral su traducción de 1944 para Editorial Sudamericana de Buenos Aires, todavía inmaculada, sin correcciones, de Las palmeras salvajes (The Wild Palms, 1939).

VI. Gambito de caballo
Creador de trilogías indispensables, de sagas familiares y de universos particulares que sirvieron de fidedigna recreación de todo el mundo, con sus sueños, sus esperanzas vanas y sus derrotas, William Faulkner cayó también en las garras de las historias policíacas, aunque desde luego lo hizo a su modo, elegante y barroco, personal: fue en el conjunto de relatos titulado Gambito de caballo (Knight´s Gambit, 1949) donde el fiscal de distrito Stevens, pipa con cazoleta labrada en boca, indaga en los recovecos más turbios de sus semejantes del proverbial condado fantasma faulkneriano para desenterrar una verdad simple y, en la mayoría de los casos, dañina.
Puede ser que estos relatos, si es que se les puede comparar con otros, los que sean, tengan más que ver, aunque sólo de manera tangencial, con los relatos o novelas detectivescas inglesas, con pistas, acertijos y sorprendentes descubrimientos, también giros inesperados; pero ya antes Faulkner se había topado con el magnetismo de la ubicua novela negra, adaptando una de ellas para la gran pantalla: es el caso de la novela del enorme Raymond Chandler  El sueño eterno (The Big Sleep, Howard Hawks, 1946).
No era ésta, empero, la primera vez que nuestro hombre ejercía de guionista para el maestro Hawks (ni por cierto que sería la última), puesto que ya antes habían trabajado juntos en Vivamos hoy (Today we Live, 1933), Camino a la gloria (The Road to Glory, 1936) y, por supuesto, en la adaptación de la novela homónima de Ernest Hemingway publicada en el año 1937 Tener y no tener (To Have and Have Not, 1944).
VII. El sueño eterno
Siempre es complicado, pero, testarudos, queremos ser justos, desde luego dentro de nuestras posibilidades; o si no al menos alcanzar cierto grado de honestidad, atributo equivalente a ese otro cuasi divino. Por eso no podemos perder de vista a otros grandes autores de novela negra americana, como Dashiell Hammett, James M. Cain o Mickey Spillane; ni las adaptaciones cinematográficas de algunos de sus textos, adscritas automáticamente al terreno del cine indiscutiblemente más negro, como fueron El halcón maltés (The Maltese Falcon, John Huston, 1941), Perdición (Double Indemnity, Billy Wilder, 1944) o El beso mortal (Kiss me Deadly, Robert Aldrich, 1955), respectivamente.
Tampoco podemos olvidar otras grandes películas de este género con tantos matices y tantas variantes, y que se antojan imprescindibles, como Laura (íd., Otto Preminger, 1944), La mujer del cuadro (The Woman in the Window, Fritz Lang, 1944), Detour (íd., Edgar G. Ulmer, 1945), Ángel o diablo (Fallen Angel, Otto Preminger, 1945), La dama de Sanghai (The Lady from Sanghai, Orson Welles, 1947), Cayo Largo (Key Largo, John Huston, 1948), Muerto al llegar (D.O.A., Rudolph Maté, 1950), Cara de ángel (Angel Face, Otto Preminger, 1952), Sed de mal (Touch of Evil, Orson Welles, 1958) o Anatomía de un asesinato (Anatomy of a Murder, Otto Preminger, 1959). Y a pesar del empeño, es seguro que algunas, muchas, muchísimas faltan en esta pequeña lista, que para ser completa, justa como queríamos, debería ser infinitamente más extensa; y cada cual añadir la suya.
El sueño eterno no desmerece a ninguna de ellas; ni viceversa: los elogios pueden ser recíprocos, también intercambiables. Y la mano de William Faulkner se hace notar en el guión; así como la experta de Howard Hawks en la dirección. No vamos a descubrir aquí nada nuevo: a uno de los grandes directores de cine de todos los tiempos, con películas míticas que muestran y demuestran lo mejor del ser humano y consiguen, como sólo las buenas películas y la buena literatura pueden, un acercamiento y una reconciliación con los semejantes; a una pareja mítica, Bogart y Bacall, en aquella época recién casados, que venían de actuar juntos, encandilando a todos con sus miradas y los diálogos más que chispeantes, en la ya citada Tener y no tener, película donde se conocieron y hecha precisamente para entronizarlos, según los parámetros de las grandes productoras de Hollywood, repitiendo punto por punto los esquemas y las fórmulas que le dieron el éxito y el prestigio a Casablanca (íd., Michael Curtiz, 1942). Desde luego que no vamos a descubrir nada nuevo; pero sí merece la pena volver a recordarlo todo.
Como también merece la pena revisar el guión de William Faulkner, en compañía de Jules Furthman y Leigh Brackett, para esta película. Lo más curioso es que no fuese el mismísimo Raymond Chandler el responsable del guión de su propia novela; máxime cuando éste ya había ejercido de guionista, con excelentes resultados, en la anteriormente citada Perdición. Tuvo que influir en este hecho, además de la evidente amistad de Hawks y Faulkner, los problemas y discrepancias que tuvieron al trabajar juntos Wilder y Chandler; y que luego también tendrían, en la adaptación al cine de la novela de Patricia Highsmith Extraños en un tren (Strangers on a Train, Alfred Hitchcock, 1951), el director británico y el novelista americano (de hecho, Chandler no terminó el guión de este película, para agrado de Highsmith, y tuvo que finiquitarlo Czezi Ormonde). Y es que el temperamento destemplado del escritor de novela negra, amén de su difícil carácter y su alcoholismo patente, hacían muy difícil el trabajo en equipo; sobre todo el trabajo de guionista, que Chandler no tenía en alta estima, a tenor del trato que le otorga, de pasada, en su primera novela, donde, al describir uno de los edificios de apartamentos más sórdidos de todo el texto, comenta que allí estaba radicada una empresa de cursos por correspondencia, incluido el de guionista.
Cualquiera que haya leído la novela de Chandler sabe que en ella está todo; pero en la película, paradójicamente al prescindir de ciertos elementos, está eso y mucho más. El sueño eterno es la primera novela de Raymond Chandler, autor tardío pues entonces contaba ya con más de cincuenta años, y adolece de esas ganas que hay al principio de contar todo, cuanto más mejor, poniendo lo mejor que uno tiene, toda la carne en el asador sin importar demasiado la digestión final: se quiere ya contar todo lo que se pueda contar sobre ese gran personaje que es el detective privado Philip Marlowe. Comparada con El largo adiós (The Long Goodbye, 1953), una de las más logradas novelas del mismo autor, puesto que la mejor comparación es la que se hace con o contra uno mismo, podemos ver el avance y la depuración del estilo narrativo de uno de los más grandes escritores de novela negra de todos los tiempos, y también uno de los máximos culpables de otorgarle empaque y categoría, distinción.
El trabajo de Faulkner consistió principalmente en esa labor de depuración, pues los diálogos prácticamente son idénticos a los de la novela (mutatis mutandi las chanzas sobre la estatura y el peso del Marlowe de la novela, de un buen metro ochenta y cerca de los noventa kilos, por el Marlowe-Bogart de la película), en esa tarea consistente en prescindir de lo accesorio y centrar la acción exactamente, enfocándola, donde el director quiere. Por ejemplo, como la industria del cine manda, los aspectos más espinosos de la novela desaparecen en la película: la evidente homosexualidad de varios personajes, la sexualidad explícita y turbadora del personaje de Carmen, la importancia de una pequeña y comprometedora lista donde figuran personalidades importantes y también la clara misoginia del detective.
En este sentido, también tuvo Faulkner que construir completamente el lado romántico de la película, donde reside una buena parte de su encanto, con las apariciones de la pareja protagonista y esas memorables escenas de la pierna de Bacall y la surrealista llamada telefónica, la conversación sobre caballos y jinetes, y también esos duelos verbales y de miradas, otra vez, entre Marlowe-Bogart y Vivian-Bacall; ya que en la novela de Chandler esa relación es inexistente, y el desprecio que siente el detective por el personaje de Vivian queda varias veces bien patente, quizá debido a ese otro desprecio que el honrado sabueso cultiva hacia los ricos en general, reproduciendo eternamente la consabida lucha de clases (pues si Pepe Carvalho es un detective privado comunista, Philip Marlowe es casi un detective privado marxista con una praxis muy particular). También son propiedad privada de la película todas las situaciones y relaciones de Marlowe con las mujeres secundarias por la acción, como la librera erudita y la taxista coqueta.

Además, al desplazar la trama de la película hacia otro nudo argumental de la novela, convirtiendo al mafioso Eddie Mars en el enemigo número uno y castigándole como merece, o como el público desea en su fuero interno (cosa que tampoco sucede, al menos explícitamente, en la novela), la importancia del personaje de Vivian es crucial, y su actuación en las escenas finales es esencial; incluso mucho más natural según como se ha ido desarrollando la acción que ese deus ex machina personificado en la cantante Mona Mars, de la novela, casi inédito y circunstancial en la cinta de Hawks.




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Es posible que a pesar de todo ese esfuerzo de síntesis y concreción, también de creación, la película pueda seguir pareciendo enrevesada: y es que la novela también lo es. Sin embargo, esto no es necesariamente malo; y el mérito reside, gracias como casi siempre a la perspectiva donada por el tiempo, en la perfecta conjunción de ambas piezas, la novela y la película: más allá de sus diferencias lógicas y sus semejanzas evidentes, nos es ya muy difícil separar la imagen de Philip Marlowe de la de Humphrey Bogart: en nuestros sueños Marlowe es Bogart; y al despertar, Bogart sigue siendo Marlowe: como ese sueño inagotable que quería para sí William Faulkner.
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Bibliografía sintética


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-Zinn, Howard. La otra historia de los Estados Unidos. México: Siglo XXI, 1999.

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Este es el discurso integro del discurso que pronunció William Faulkner (1897-1962) al recibir el Premio Nobel de Literatura por su “única y poderosa contribución artística a la novela moderna de los Estados Unidos“.
Creo que este honor no se confiere a mi persona sino a mi obra, la obra de toda una vida en la agonía y vicisitudes del espíritu humano, no por gloria ni en absoluto por lucro sino por crear de los elementos del espíritu humano algo que no existía. De manera que esta distinción es mía solo en calidad de depósito. No será difícil encontrar, para la parte monetaria que extraña, un destino acorde con los elevados propósitos de su origen.


Pero también me gustaría hacer lo mismo con el renombre, aprovechando este momento como pináculo desde el cual me escuchen los hombres y mujeres jóvenes que se dedican a la misma lucha y afanes entre los cuales ya hay uno que algún día se parará aquí donde yo estoy.

Nuestra tragedia actual es un temor general en todo el mundo, sufrido por tan largo tiempo que ya hemos aprendido a soportarlo. Ya no existen problemas del espíritu; sólo queda esta interrogante: ¿Cuándo estallaré? A causa de ella, el escritor o escritora joven de hoy ha olvidado los problemas de los sentimientos contradictorios del corazón humano, que por sí solos pueden ser tema de buena literatura, ya que únicamente sobre ellos vale la pena de escribir y justifican la agonía y los afanes

Ese escritor joven debe compenetrarse nuevamente de ellos. Aprender que la máxima debilidad es sentirse temeroso; y después de aprenderlo olvidar ese temor para siempre, no dejar lugar en su arsenal de escritor sino para las antiguas verdades y realidades del corazón, las eternas verdades universales sin las cuales toda historia es efímera y predestinada al fracaso: amor y honor, piedad y orgullo, compasión y sacrificio.

Mientras no lo haga así continuará trabajando bajo una maldición. No escribirá de amor sino de sensualidad, de derrotas en que nadie pierde nada de valor, de victorias sin esperanzas y, lo peor de todo, sin piedad ni compasión. Sus penas no serán penas universales y no dejarán huella. No escribirá acerca del corazón sino de las glándulas.

Mientras no capte de nuevo estas cosas, continuará escribiendo como si estuviera entre los hombres sólo observando el fin de la Humanidad. Yo rehúso aceptar el fin de la Humanidad.
Es fácil decir que el hombre es inmortal porque perdurará; que cuando haya sonado la última clarinada de la destrucción y su eco se haya apagado entre las últimas rocas inservibles que deja la marea y que enrojecen los rayos del crepúsculo, aun entonces se escuchará otro sonido: el de su voz débil e inextinguible todavía hablando.

También me niego a aceptar esto.

Creo que el hombre no perdurará simplemente sino que prevalecerá. Creo que es inmortal no por ser la única criatura que tiene voz inextinguible sino porque tiene un alma, un espíritu capaz de compasión, de sacrificio y de perseverancia.

El deber del poeta y del escritor es escribir sobre estos atributos. Ambos tienen el privilegio de ayudar al hombre a perseverar, exaltando su corazón, recordándole el ánimo y el honor, la esperanza y el orgullo, la compasión, la piedad y el sacrificio que han sido la gloria de su pasado.
La voz del poeta no debe relatar simplemente la historia del hombre, puede servirle de apoyo, ser una de las columnas que lo sostengan para perseverar y prevalecer.





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El director de correos William Faulkner recibe una carta fulminante de la oficina central .

En 1921, William Faulkner, de 24 años, había abandonado la Universidad de Mississippi por segunda vez y vivía en Greenwich Village, trabajando en una librería, pero estaba inquieto. Eventualmente, su mentor, Phil Stone, un abogado de Oxford, arregló que lo nombraran director de correos en la escuela que acababa de dejar. Le pagaron un salario de $1,700 en 1922 y $1,800 en los años siguientes, pero no está claro cómo obtuvo ese aumento, porque según todos los informes, era excepcionalmente terrible en su trabajo. “Obligué a Bill a aceptar el trabajo por su propia declinación y negativa”, dijo Stone más tarde, según la biografía de David Minter . "Fue el jefe de correos más maldito que el mundo haya visto jamás".

Faulkner abría y cerraba la oficina cuando le apetecía, leía las revistas de otras personas, tiraba cualquier correo que consideraba sin importancia, jugaba a las cartas con sus amigos o escribía en la parte de atrás mientras los clientes esperaban afuera. De alguna manera se las arregló para mantener su puesto durante tres años, pero en septiembre de 1924, fue revisado por un inspector de correos de Corinth, Mississippi, y la revisión no fue buena :

“Se han presentado los siguientes cargos en su contra como director de correos de la Universidad de Mississippi”, escribe el inspector.

Que descuida sus deberes, ya que es un lector habitual de libros y revistas, y parece reacio a dejar de leer el tiempo suficiente para atender a los clientes; que tiene un libro que se está imprimiendo en este momento, la mayor parte del cual fue escrito mientras estaba de servicio en la oficina de correos; que algunos de los clientes no confiarán en usted para reenviar su correo, debido a su pasado descuido y estos clientes hacen que sus vecinos les reenvíen lo mismo mientras están de vacaciones; que no ha podido reenviar y manejar correctamente el correo de varios usuarios de la oficina.

El inspector continúa acusando a Faulkner de varias otras faltas, que incluyen no entregar cartas, maltratar el correo de todo tipo, permitir que "personas no autorizadas" ingresen a la oficina, y escribe que ha escuchado informes de cómo Faulkner es "indiferente al interés de los clientes". , antisocial, rara vez habla [ing] a los patrocinadores de la oficina a menos que sea absolutamente necesario; que no preste a la oficina la debida atención, abriendo y cerrando la misma a su conveniencia; que te pueden encontrar jugando al golf en horario de oficina”, y “que has tirado correspondencia... en el basurero de la entrada lateral, cerca de la puerta trasera... que esto ha llegado a ser un hecho tan común que algunos los clientes han ido a este basurero a buscar sus revistas, en caso de que no estuvieran en sus cajas cuando las buscaron”.

El inspector solicitó que Faulkner respondiera a los cargos dentro de cinco días. En respuesta (aunque claramente no dentro de los cinco días), Faulkner envió esta carta :

[octubre de 1924]

Mientras viva bajo el sistema capitalista, espero ver mi vida influenciada por las demandas de la gente adinerada. Pero que me aspen si me propongo estar a la entera disposición de todo sinvergüenza ambulante que tenga dos centavos para invertir en un sello de correos.

Esta, señor, es mi renuncia.


En 1987, el Servicio Postal de los Estados Unidos emitió un sello postal conmemorativo de 22 centavos con la imagen del escritor, diseñado por Bradbury Thompson y basado en un retrato de Murray L. Goldsborough. “Es como si el Servicio Postal de los Estados Unidos lo hubiera perdonado por el correo que había perdido en el basurero a la luz de sus desiertos probados en otros campos”, dijo Eudora Welty en ese momento . Muy caritativo de ellos.

-

Noventa y nueve por ciento de talento. . . Disciplina del noventa y nueve por ciento. . . trabajo del noventa y nueve por ciento. [Un buen novelista] nunca debe estar satisfecho con lo que hace. Nunca es tan bueno como se puede hacer. Siempre sueña y dispara más alto de lo que sabes que puedes hacer. No se moleste en ser mejor que sus contemporáneos o predecesores. Trata de ser mejor que tu mismo.

Cómo Faulkner me convenció de no convertirme en astrónomo
Alan Jacobs sobre una casa llena de libros y cómo llegó a la literatura
Por  b

Crecí en una casa llena de libros, pero según los estándares de los cultos, no eran buenos libros. No teníamos estanterías, lo que significaba que no podías poner un vaso sobre una mesa sin mover primero un libro de bolsillo barato de algún tipo o, más probablemente, varios de ellos: Pasé gran parte de mi infancia haciendo ordenadas pilas de libros de Erle Stanley Gardner. , Robert A. Heinlein, Ellery Queen, Grace Livingston Hill, Barbara Cartland, Louis L'Amour, Max Brand, Rex Stout. Mi padre leía westerns y ciencia ficción, mi madre novelas románticas, mi abuela misterios. Desdeñé las historias de amor, pero el resto las consumí.

Quizá éramos un grupo de lectores atípico, no normal ni siquiera entre los lectores de schlock. No creo que ninguno de mis abuelos se haya graduado de la escuela secundaria. Mis padres tomaron exámenes de equivalencia en lugar de obtener diplomas de escuela secundaria: mi padre porque mintió sobre su edad y se inscribió en la Marina en 1943, cuando tenía 16 años, y permaneció en el servicio durante 11 años, durante los cuales encontró tiempo para tomar pruebas por correo; mi madre porque era la niña más brillante en la pequeña ciudad rural en el norte de Alabama en la que creció, por lo que pasó por todos los grados disponibles a los 15 años. Mi hermana menor terminó obteniendo su diploma de escuela secundaria, pero nunca consideró ir más allá . Todos en mi familia, excepto yo, tienen una educación muy por debajo de su inteligencia, pero esto, debo admitir, no se debe a que enfrentaron obstáculos para su ambición. Ninguno en mi familia pensó que la educación fuera especialmente valiosa, y cuando finalmente llegó el momento de decirles a mis padres que quería ir a la universidad, me miraron sin comprender. Mi interés era, para ellos, una excentricidad incomprensible.

También podría agregar que en nuestra casa la televisión estaba encendida todo el tiempo, y quiero decir literalmente todo el tiempo , al menos después de que mi padre regresó de varios años en prisión. Eso sucedió cuando tenía diez u once años, y pronto aprendí que su regla más estricta era que la televisión permaneciera encendida. No lo apagaba cuando se acostaba —siempre se levantaba más tarde que los demás porque trabajaba en el turno de noche como despachador de una empresa de camiones— y recuerdo claramente que dejábamos el televisor encendido cuando hacíamos nuestra invariablemente breve vacaciones al Panhandle de Florida. Creo que me preocupaba que la televisión se sintiera sola mientras no estuviéramos fuera, teniendo solo a sí misma para hablar.

Sin embargo, nadie en nuestra casa vio nunca la televisión. No teníamos programas favoritos, y el único programa al que recuerdo que alguien prestó atención fue el Informe Huntley-Brinkley en NBC: cuando aparecía, anunciando su llegada con la apertura del segundo movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven, alguien aparecía. el volumen y luego bájelo nuevamente cuando termine la noticia. El resto del tiempo todos simplemente leen. (Todos excepto mi hermana, que probablemente no leyó un libro completo hasta que cumplió los cuarenta y desde entonces se ha convertido en una lectora voraz). Cuando cierro los ojos y trato de recordar la casa en la que crecí, ¿qué surge en mi mente una imagen de varias personas sentadas en viejas sillas y sofás gastados en la sala de estar rosa salmón, todos absortos en sus libros,

La variopinta colección de libros de bolsillo del mercado masivo que llenaba nuestra casa dominó mi infancia. Aprendí a leer temprano, a través de las ministraciones del Dr. Seuss, y luego fui directamente a la ficción pulp, sin encontrar nunca ninguno de los clásicos de la literatura infantil hasta que tuve un hijo propio. (Mi hijo, Wes, y yo descubrimos juntos La oruga muy hambrienta, El viento en los sauces, La telaraña de Charlotte. Nunca antes me había encontrado con ninguno de ellos.) Cuando tenía seis años, mi escritor favorito era Robert Heinlein; no los libros de ideas más ambiciosos de su carrera posterior, como Stranger In a Strange Land, que tomé y rápidamente dejé a un lado con perplejidad, sino más bien los libros de texto de la era espacial como Túnel en el cielo yStarship Troopers. Durante algunos años , Tunnel in the Sky —un cuento de supervivencia interplanetaria, un manual de Boy Scouts futurista con esteroides— fue mi historia favorita en todo el mundo.

No puedo estar seguro, en esta fecha tardía, si mi interés por la ciencia ficción fue una causa o un resultado de mi otra principal fascinación, la astronomía. Sí recuerdo que mi posesión más preciada era El Libro de Oro de la Astronomía, en parte, creo, porque el empleado del departamento de libros de Pizitz en el centro de Birmingham, donde mi abuela me lo compró, se mostró reacio a vendérnoslo. creyendo que era demasiado joven para leerlo.

Mi abuela me entregó el libro y me ordenó que lo leyera en voz alta, lo cual hice, provocando que los ojos del empleado se abrieran y levantaran las cejas, que a su vez recibió una mirada de triunfo de la abuela. Así que debo haber sido bastante joven, lo que me hace pensar que este evento memorable puede haber ocurrido antes de que yo descubriera a Heinlein.

En cualquier caso, desde ese momento hasta mi primer año en la universidad, mi respuesta a cualquiera que me preguntara qué quería ser cuando fuera grande fue invariable: quería ser astrónomo. Fue solo cuando comencé a explorar el cálculo que me di cuenta del grave error que Dios había cometido al poner los cuerpos celestes en movimiento, un movimiento irregular e impredecible: no hay órbitas circulares, solo elipses alargadas de diversas formas a lo largo de las cuales los planetas se mueven a diferentes velocidades. , girando a diferentes velocidades. Entonces no se pensó en degradar a Plutón de las filas de los planetas, pero qué extraño saber que no siempre está más lejos del sol que Neptuno, solo por lo general; y más extraño aún es descubrir que Tritón, la gran luna de Neptuno, avanza obstinadamente en su carrera retrógrada, opuesta a la rotación del propio planeta ya la rotación de sus otras lunas. Extraño.

Todo esto hizo difícil, y de hecho más allá de mis capacidades matemáticas, trazar y comprender los movimientos de los cuerpos celestes. Mi visión de una carrera astronómica se derrumbó repentina y permanentemente, dejando un agujero negro en la galaxia de mi mente.

Lo que quedó fue un placer por la ciencia ficción y un creciente interés por escribir bien sobre ciencia. Descubrí a Carl Sagan, que era ingenioso y vívido; pero mucho, mucho más importante, a través de los epígrafes de algunos de los capítulos de Sagan descubrí a Loren Eiseley. Desde los 14 a los 18 años, quizás, Eiseley fue mi escritora favorita.

Leí los ensayos en The Night Country una y otra vez, y gracias a Eiseley llegué temprano en mi aprendizaje como escritor a ver que el oficio del ensayista valía la pena; de hecho, el único que encajaba en mi mente, que me dio una verdadera oportunidad de tener éxito. (Escribí ficción durante la escuela secundaria, pero siempre supe que no era bueno en eso).

Creo que el primer ensayo de Eiseley que leí fue “Barbed Wire and Brown Skulls”, lo que explica por qué Eiseley (paleontólogo y arqueólogo de profesión) tenía calaveras en su oficina. Termina con estas palabras:

Generalmente no puedo rechazar las calaveras que me ofrecen. No es que sea morboso, ni un auténtico coleccionista, ni que necesite muchos de ellos en mi obra. Es solo que en la mayoría de los casos, siendo la gente como es, sé que las calaveras están más seguras conmigo. Llámalo una especie de respeto por los huesos, arraigado a través de un largo hábito. Esa, supongo, es la razón por la que mantengo a esos dos encerrados en el archivador: son delicados y no están en condiciones de defenderse. Así que los busco. Yo haría lo mismo por ti.

Cuando leí esas palabras por primera vez, solté una carcajada y sentí un escalofrío. Inmediatamente supe que esto era lo que necesitaba.

El estilo de ese ensayo es más sencillo y su tono menos melancólico que el típico de Eiseley. Su gran estilo, que descubrí por primera vez en The Firmament of Time , su relato de cómo los geólogos explotaron nuestro sentido del alcance de la historia y, sobre todo, en The Inmense Journey, me desanimó al principio, pero finalmente me paralizó.

Una vez en la vida, tal vez, uno escapa de los confines reales de la carne. Una vez en la vida, si uno tiene suerte, se fusiona con la luz del sol, el aire y el agua corriente de tal manera que eones enteros, los eones que conocen las montañas y los desiertos, pueden pasar en una sola tarde sin molestias. La mente se ha hundido en sus comienzos entre viejas raíces y oscuros goteos y movimientos que agitan las cosas inanimadas. Al igual que el círculo de hadas encantado en el que una vez entró un hombre, y al emerger se enteró de que había pasado un siglo entero en una sola noche, uno nunca puede definir completamente este secreto; pero algo tiene que ver, estoy seguro, con el agua común. Su sustancia llega a todas partes; toca el pasado y prepara el futuro; se mueve bajo los polos y vaga débilmente en las alturas del aire. Puede asumir formas de exquisita perfección en un copo de nieve,

Entonces no me di cuenta de que el estilo a veces podía ser exagerado, que Eiseley ocasionalmente empujaba los límites de lo que permite el buen gusto (moderno). Más tarde, con la exposición a estilistas más comedidos, comencé a sospechar que mi amor por la prosa de Eiseley estaba fuera de lugar, pero luego, en una de mis últimas clases de inglés en la universidad, descubrí la extravagancia barroca que es la prosa de Sir Thomas Browne, e inmediatamente vio que este era el gran modelo de Eiseley y que, en comparación con Browne, Eiseley era un modelo de moderación.

El olvido no es para ser alquilado: La mayor parte debe contentarse con ser como si no hubiera sido, para ser encontrada en el Registro de Dios, no en el registro del hombre. Veintisiete Nombres componen la primera historia, y los nombres registrados desde entonces no contienen ni un Siglo vivo. El número de los muertos excede por mucho a todos los que vivirán. La noche de los tiempos supera con creces al día, y ¿quién sabe cuándo fue el equinoccio? Cada casa se suma a esa Aritmética actual, que apenas se sostiene un momento. Y como la muerte debe ser la Lucinade la vida, e incluso los paganos podían dudar si vivir así era morir. Dado que nuestro sol más largo se pone en descensos rectos y forma arcos invernales, y por lo tanto no puede pasar mucho tiempo antes de que nos acostemos en la oscuridad y tengamos nuestras luces en cenizas. Ya que el hermano de la muerte nos acecha diariamente con recuerdos moribundos, y el tiempo que envejece él mismo, nos invita a esperar que no dure mucho: la diuturnidad es un sueño y una locura de expectativa.

Canté pasajes como este para mí mismo una y otra vez, en voz baja, sonriendo. (Todavía tengo el destartalado libro en rústica de Penguin con las obras seleccionadas de Browne que compré en 1979; hay más líneas subrayadas que sin marcar). Estaba bien que Browne fuera tan escandaloso; vivió hace mucho tiempo, cuando la gente no sabía nada mejor. Pero desde mi primer encuentro con Browne me di cuenta de que él, médico y naturalista: el libro del que cito comienza con la descripción de algunas urnas funerarias descubiertas cerca de la casa de Browne en Norfolk en la década de 1650, era el maestro de Eiseley. Cómo escribió Browne es cómo habría escrito Eiseley si hubiera vivido en tiempos más propicios.

Tal como lo considero hoy, el descubrimiento de Eiseley se siente como el más importante de mis lecturas adolescentes. Pero cuando lo leí por primera vez, aún no me había visto obligado a enfrentar mis limitaciones matemáticas, por lo que mis principales intereses continuaron siendo científicos. El trabajo de Eiseley me importaba porque hizo que el mundo natural y el descubrimiento científico de ese mundo fueran dinámicos y vigorosos en mi mente. No sabía nada de lo que la gente llama literatura o bellas letras , así que no me di cuenta de que también estaba recibiendo una educación en el estilo de la prosa, en la idea misma de que escribir bellamente era una meta significativa, un logro digno de una búsqueda seria por sí mismo. motivo. No me di cuenta de que Eiseley me estaba preparando para apreciar a Browne: pocos o ninguno de mis compañeros de clase compartía mi entusiasmo por Religio MediciHydriotaphia, o entierro en urna . Tampoco me di cuenta de que me estaba preparando para William Faulkner.

Cuando tenía 16 años y estaba a punto de graduarme de la escuela secundaria (terminé un poco más joven que la mayoría de las personas, en gran parte gracias a mi ventaja en la lectura juvenil), me enteré de que se iba a construir un nuevo centro comercial a solo un par de millas de mi casa. casa en el barrio de East Lake de Birmingham, Alabama. El centro comercial se llamaría Century Plaza, una de sus tiendas se llamaría B. Dalton, Bookseller. Qué romántico me sonó cuando vi un aviso en los anuncios clasificados del Birmingham News de que el gerente de la librería estaba buscando personal. Me entrevistaron, me contrataron y en el verano entre la escuela secundaria y la universidad comencé a vender libros.

Uno de mis compañeros de trabajo era un hombre una década mayor que yo llamado Michael Swindle. Michael y yo terminamos convirtiéndonos en buenos amigos, y aprendí mucho de él, algo edificante, algo no tanto; la mayoría de las lecciones que me enseñó involucraban actividades legales. Pero esas son historias para otro día. En este momento solo quiero enfatizar una deuda que tengo con Michael. Michael entendió mis preferencias de lectura y cortésmente se negó cuando traté de empujarlo con novelas de ciencia ficción realmente geniales; se tomó su tiempo, escuchando más de lo que hablaba, y luego un día me tendió un libro y me dijo que debería intentarlo. Se llamó The Unvanquished , y fue escrito por William Faulkner.

No fue hasta algunos años más tarde, y con un conocimiento mucho más completo del trabajo de Faulkner, que comprendí la astucia de la elección de Michael. No me arrojó al fondo de la piscina, con The Sound and the Fury o incluso Mientras agonizo ; en cambio, me dio uno de los libros más accesibles de Faulkner, una serie de historias interrelacionadas escritas en una prosa relativamente sencilla, que culmina en esa pequeña obra maestra, "Un olor a verbena".

Estaba, casi inmediatamente, paralizado. No estoy seguro ahora de cuán consciente estaba del parentesco estilístico con Eiseley: no son hermanos literarios, sin duda, pero hay una verdadera consanguinidad, y Browne es el antepasado de ambos. Cualquiera a quien le guste cómo escriben dos de esos hombres probablemente también le guste el tercero. Lo que sí recuerdo con mucha claridad es que me quedé estupefacto (y “estupefacto” no es una palabra demasiado fuerte) de que el Sur en el que había crecido y que siempre había considerado un lugar lúgubre y destartalado pudiera tomarse tan en serio, escrito con tanta dignidad, considerado como digno de la más cercana atención y de la más fina retórica. Faulkner fue toda una revelación.

Este primer encuentro con él, que eventualmente me llevó, aunque durante un período de años, a que devorara casi todo su trabajo, probablemente sucedió en mi segundo año de universidad, en la Universidad de Alabama en Birmingham. (Dada la indiferencia de mis padres, tuve que pagar mi propia educación y no sabía que existían los préstamos estudiantiles, por lo que durante los períodos escolares trabajaba las 24 horas de la semana en la librería y a tiempo completo durante los descansos. Pedí ayuda financiera ayuda una vez. Mi padre dijo que debería estar agradecida de que me dejaran vivir en su casa. Tenía 17 años en ese momento.) En otras palabras, mi descubrimiento de Faulkner fue más o menos No voy a ser astrónomo. Por primera vez en mi vida me planteé seriamente la posibilidad de que la literatura fuera a ser lo mío.



Venta de libros de la primera sala de escritura de William Faulkner

En una joya de Nueva Orleans, Faulkner House Books

Antes de que William Faulkner se mudara a Rowan Oak en Oxford, Mississippi, para crear el condado de Yoknapatawpha, alquiló una habitación en el barrio francés de Nueva Orleans durante seis meses, tiempo suficiente para escribir su primera novela, La paga de los soldados . Observó a la gente en la calle y cenó con ellos (mendigos y coroneles, turistas y artistas, borrachos y estibadores) y comenzó a escribir sobre ellos, vendiendo una serie de "bocetos" a The Times-Picayune y The Double Dealer para pagar su renta. A partir de experiencias y personajes que conoció aquí en 1925, Faulkner ambientó su segunda novela, Mosquitoes , en el lago Pontchartrain, y regresó a Nueva Orleans como escenario de Pylon .

La experiencia de Faulkner en la pequeña habitación de ladrillos en 624 Pirate's Alley fue formativa. "La importancia", escribe James G. Watson en Thinking of Home: William Faulkner's Letters to His Mother and Father, 1918-1925 , "difícilmente puede exagerarse". Nueva Orleans crió al artista que escribiría novelas sobre “el corazón humano en conflicto consigo mismo”. Como dijo en su discurso de aceptación del Nobel de 1949, solo tales problemas del corazón humano “valen la pena escribir sobre ellos, valen la pena la agonía y el sudor”. Esta ciudad, tan diferente de su país de origen protestante en el norte de Mississippi, es donde se sentó junto al Cabildo en Jackson Square y “reflexionó sobre la mutabilidad de la humanidad”. En un boceto, "Mirrors of Chartres Street", Faulkner se maravilla ante la luna en el cielo: "Incluso aquellos que esculpieron esas extrañas criaturas de manos planas en el Templo de Ramsés deben haber soñado con Nueva Orleans a la luz de la luna".

Foto de Ashley Rouen.

Décadas más tarde, Joe DeSalvo y Rosemary James abrieron esa sala, donde Billy Falkner se sintió cómodo escribiendo ficción y se comprometió a agregar la "u" a su nombre, al público como una librería independiente. Sumándose a la herencia literaria de Nueva Orleans, los DeSalvo, Kenneth Holditch y otros, al mismo tiempo fundaron la sociedad sin fines de lucro Pirate's Alley Faulkner Society para ayudar a escritores y jóvenes en riesgo. La placa en su fachada lleva a Faulkner y revela que la casa fue construida en 1840 en terrenos que antes ocupaba una prisión colonial francesa. (Aunque, como señala Rosemary, la fecha de la placa es errónea; la casa adosada fue construida en 1837, según los registros públicos, por Melassie LaBranche, quien construyó varias casas adosadas para ella y otros plantadores que vivían principalmente río arriba).

“No podríamos vivir en una propiedad tan histórica sin compartirla con otros amantes de los libros”, dice Rosemary.

Los DeSalvo adquirieron la propiedad en 1988 y realizaron una renovación de dos años, diseñando la planta baja como librería y los tres pisos superiores como su residencia privada. Como abogado de impuestos corporativos, Joe había estado manteniendo su cordura con una dosis diaria de ficción y numerosas adquisiciones de libros raros. Rosemary era periodista, diseñadora de interiores y propietaria de una empresa de marketing. Ella comparte el crédito con otros reporteros por publicar la historia de la investigación del fiscal de distrito Jim Garrison sobre el asesinato del presidente Kennedy y es coautora del libro de no ficción Plot or Politics , basado en esta investigación, en 1967.

Como coleccionista de libros y clasicista de la pareja, Joe administra la librería, ubicada a solo unas pocas millas río abajo de su alma mater, Jesuit High School y Loyola University, donde fue Valedictorian, Clase de 1950. Todavía mantiene registros comerciales e impositivos por entrega un gran libro de contabilidad verde y llama a los agentes de la editorial por su nombre de pila cuando hace pedidos de libros cada dos semanas. Cuando los clientes leales y los coleccionistas de libros de todo el país obtienen un alijo de rarezas, llaman y preguntan por Joe.

Joe DeSalvo barriendo Pirate's Alley entre Faulkner House Books y St. Anthony's Garden & St. Louis Cathedral.
Foto de Alex Johnson.

Nueva Orleans conoce la encantadora personalidad de Rosemary por años en la televisión local. Como directora ejecutiva pro bono de la Sociedad sin fines de lucro, dirige el Festival Words & Music y el Concurso de escritura creativa William Faulkner-William Wisdom . Cada primavera, miles de envíos inundan el buzón de correo de la tienda. Los ganadores anteriores incluyen a Stewart O'Nan , quien escribió su novela número 16 el año pasado (solo una detrás de las 17 de Faulkner), Brett Lott , presentado en el Club de lectura de Oprah, y Julia Glass , quien ganaría el Premio Nacional del Libro. La competencia lanza carreras y brinda a los escritores emergentes los recursos para seguir trabajando en su arte. Cuando Maurice Carlos Ruffinganó la categoría de novela en progreso en 2014, el reconocimiento y el dinero del premio empujaron al escritor local de cuentos a terminar su primera novela. La entrada ganadora de Ruffin fue una versión anterior de We Cast a Shadow , que saldrá en 2019 de One World Random House.

“Rosemary y Joe son verdaderos defensores del arte literario”, dice Ruffin. “Durante décadas, han alentado a los escritores a enviar [y unirse] a una comunidad internacional próspera. Gran parte de mi éxito se lo debo a su apoyo desinteresado a mi trabajo”.

Rosemary también llena el festival Words & Music con paneles de autores, talleres para editores y agentes, y cócteles de entretenimiento en el Hotel Monteleone. Mientras ella presenta Words & Music y mantiene su programación a tiempo, Joe se ocupa de una librería emergente en una habitación adyacente, una Faulkner House satélite, con selecciones curadas y firmas de libros con los jueces y panelistas aclamados internacionalmente.

La programación de la "conferencia" de cinco días de este año, como la llama Joe, del 6 al 10 de diciembre, promete ser una verdadera celebración: comienza el día después de que cumpla 85 años. Los autores más vendidos Reza Aslan y Walter Isaacson estarán aquí. Y servirá como una “bienvenida a casa” informal para Isaacson, quien recientemente anunció su salida de la dirección del Instituto Aspen para unirse a la facultad de Tulane en su ciudad natal de Nueva Orleans. También está juzgando la categoría de no ficción de la competencia de este año, y firmará su última biografía, Leonardo da Vinci , que Simon & Schuster publicará en octubre.

*

Las guías incluyen Faulkner House Books en las listas de visitas obligadas y las revistas de diseño organizan sesiones de fotos en la residencia, más recientemente en una edición de moda de Elle . Ambos son sedes de eventos literarios gratuitos durante todo el año. Y el encanto del lugar era tan evidente para Faulkner como lo es para los visitantes contemporáneos.

Mientras vivía en la habitación de la planta baja y compartía el baño con los otros ocho inquilinos, Faulkner, que en ese entonces solo había publicado un pequeño libro de poesía, The Marble Faun , vivía con el pintor William Spratling y escribía con Sherwood Anderson . . Entusiasmado con la paga de los soldados , el joven Faulkner escribió en una carta a su madre, la Sra. Maude C. Falkner, con matasellos del 23 de abril de 1925: “Tengo una novela muy buena. Elizabeth y Sherwood lo dicen. Sherwood dice que desearía haberlo pensado primero. Me han tomado a cargo, no [ sic ] ni siquiera me dejan leer nada hasta que lo termine. Espero tenerlo terminado a finales de junio”.

En otra carta a casa, “Billy” describe el espacio que Joe y Rosemary finalmente convirtieron en una librería: “Mi habitación da directamente al callejón al lado del jardín St Louis Catherdral [ sic ]. Esta es la mejor parte de la ciudad para vivir, creo. Tranquilo y pacífico, y la hierba y los árboles en el jardín de la catedral justo afuera de mi puerta. Y solo a unos cinco minutos (caminando) de la calle Canal [ sic ]. ¿No es gracioso lo cómodo que es cualquier lugar que llames tuyo?

Foto de Alex Johnson.

Cuando trabajé en Faulkner House Books durante la facultad de derecho, vi grupos de turistas pasar por los cristales ondulados de las ventanas y escuché a sus guías decir que el fantasma de Faulkner acecha el lugar. Joe descarta eso, pero recuerda cuando Joan Williams visitó y durmió en su loft en el último piso. Se sentía cercana a su antiguo mentor y amante, alegando que olía el humo del tabaco de su pipa. Si algo realmente acecha la propiedad, nunca lo he sentido, aunque cuando Criolla, el caniche de chocolate en miniatura de Joe y Rosemary, tiene que irse, su ladrido puede rayar en lo siniestro. Pero cuando Joe se levanta de su escritorio, la medalla de plata de Santa Francesa de Criolla tintinea en el cuello mientras ella gira y baila en círculos; los clientes frecuentemente "aww" y la acarician al salir por la puerta.

Hay días lentos en una librería del Barrio Francés, pero nunca aburridos. Demasiadas ideas te rodean apiladas desde el suelo hasta el techo. Joe no lleva ningún registro de inventario, así que en un día frío con pocos visitantes, traté de contar los libros. Multipliqué la cantidad de lomos, teniendo en cuenta varios anchos, por la cantidad de estantes. La estimación total fue de 7.525 libros, y más de las nueve décimas partes de su stock era ficción literaria. Joe guarda una importante colección de poesía en dos estuches altos; varios estantes de no ficción, divididos entre biografías literarias y de interés de Nueva Orleans; y algo de dramaturgia y clásicos griegos y romanos; pero la ficción literaria es el corazón de Faulkner House. “No tengo espacio para nada más”, dice. “Quiero que la gente entre aquí, cierre los ojos y alcance algo y haga un gran trabajo,

Sin embargo, la mayoría de los días están ocupados y Joe suele preguntar: "¿Ha habido algún cliente interesante hoy?"

Foto de Ashley Rouen

Ha habido muchos: Jessica Lange compró The Other Paris de Luc Sante y hablamos brevemente de la belleza de St-Germain-des-Prés antes de que se marchara en su bicicleta. John Barry , autor de Rising Tide , se quedó durante al menos dos horas y ni una sola vez se quitó el casco de la bicicleta. Los bailarines de Bourbon Street suelen llegar temprano en la primera hora de apertura. Los cazadores de Bukowski llegan tarde y apestan. Un pescador de langostas con tatuajes en las mangas estaba de vacaciones en Maine con su esposa; compró un juego completo de Raymond Chandler. willie morrisera un amigo cercano de Joe antes de su fallecimiento, y una de las historias de Yazoo City de Morris me hizo tan cerca de las lágrimas que no me di cuenta de la familia de turistas tomando fotografías hasta que su risa me sacó de mi hechizo. Avergonzado, me levanté del escritorio de los socios para que pudieran fotografiar el santuario prístino sin un librero sentimental a la vista. Jamie Lee Curtis compra los libros recomendados por la ex actriz Joanne Sealy, quien ha trabajado en Faulkner House cinco días a la semana desde antes del huracán Katrina. Cuando John Lahr está en la ciudad, también pregunta por Joanne. No reconocí a Roy Blount, Jr. por la longitud de su barba la primera vez que lo vi entrar a la tienda, pero una vez que comenzó a hablar con Joe, reconocí su acento de Georgia de NPR.

Un coleccionista de libros serio visitó la tienda desde Texas diciendo que había venido a Nueva Orleans para apostar y encontrar libros. Le mostré el armario francés del siglo XVIII que contenía ediciones raras de Faulkner y rápidamente saqué a Joe de su oficina. Criolla no se movió de su almohada. Durante una hora, el coleccionista hojeó las delicadas páginas, solo ligeramente descoloridas, no gastadas, de una primera edición de $ 10,000, primera impresión, Lo que el viento se llevó . Luego, de repente, cerró el libro, examinó la cubierta inmaculada por última vez y declaró que volvería después de Harrah's. Alrededor de la hora de cierre, el jugador entró aspirando aire y empapado por la tormenta de la tarde. No dijo mucho, pero pidió comprar una primera edición de Jazz menos rara, pero firmada por Toni Morrison.

El punto es que, ya sea que esté en Nueva Orleans para apostar y beber o escribir “una buena novela” como el joven Faulkner, encontrará refugio en 624 Pirate's Alley. Los DeSalvo le dan la bienvenida a Faulkner House Books.

—WILLIAM FAULKNER



¿Es realmente posible mapear el condado de Yoknapatawpha de Faulkner?
Sobre ríos cambiantes, granjas itinerantes y lugares en la ficción

Por  Evan Fleischer



Si William Faulkner alguna vez hubiera recibido suficiente dinero para recrear el condado de Yoknapatawpha en el mundo, ¿lo habría hecho? La respuesta corta es "no", terminando así un ensayo mucho antes de que tuviera la oportunidad de comenzar, ignorando mi apremiante preocupación por la ubicación y el paisaje derivada de la definición académicamente densa de Taylor Hagood de la definición de lugar de Faulkner...

Faulkner establece parcelas de espacio informadas por una ética arcádica y obsesionadas por configuraciones y reconfiguraciones de valores paganos. Y utiliza estos lugares para desentrañar los conflictos del habla y la falta de habla al invocar la tierra histórica literal para exponer las capas míticas de experiencia que definen el lugar mítico-imperial y controlan sus constituyentes.

…y lo que podría significar sentarse físicamente con los mapas del condado de Yoknapatawpha y las historias de Faulkner.

Creo que el punto de Hagood con respecto a Faulkner es un buen punto, pero pierde la amplitud de la utilidad contenida en tener un sentido de ubicación. Vladimir Nabokov solía recomendar a sus alumnos de Wellesley que dibujaran mapas y habitaciones para los personajes a medida que avanzaban por el mundo de la novela. Mantengo ese conocimiento en mente cuando me pregunto: “¿Qué significa trazar un mapa del condado de Yoknapatawpha como escritor? ¿Qué significa que Armstid Farm parece moverse entre “Spotted Horses” y As I Lay Dying?”

¿Significa esto que hay una historia secreta en alguna parte en la que Henry Armstid y su esposa traen trabajadores y trasladan sus tierras de un punto del mapa a otro? ¿A quién trajeron para hacer ese trabajo? ¿Había niños alrededor? ¿Cómo recuerdan el día?

¿Y qué significa que los ríos que atraviesan el condado no parecen actuar como ríos normales? ¿Qué significa contar una historia para tener una idea de dónde estás? ¿Cómo mapeas lo invisible entre las líneas de un mapa “real”?

¿Encontraríamos ayuda para estas preguntas si tratáramos de traer el condado de Yoknapatawpha real al mundo, edificios y todo, como si fuera un cruce entre Westworld de HBO y El señor de los anillos de Peter Jackson ?

Quizás lo que el mapa enfatiza en la obra de Faulkner, más allá de la forma en que los personajes maltratan al medio ambiente ya los afroamericanos, es la idea inadvertida de que un lugar debe ser digno de la historia de nuestra situación; que nuestros sentimientos nos trasladan a estos lugares, independientemente de si la ubicación es directamente capaz o no de reflejar esos sentimientos en nosotros, por lo que, aunque, como señala John Michael Vlach en un ensayo sobre “La arquitectura de la esclavitud urbana en el antebellum South”, que “… mientras que los cuartos [de esclavos] [en la casa de Robinson-Aiken en Charleston, Carolina del Sur] pueden haber sido agradables a la vista, las habitaciones en los cuartos de esclavos de Aiken eran opresivas”— las historias llenan el lugar. En “A Bear Hunt”, por ejemplo, un hombre esclavizado recuerda el hecho de que un hombre en la fiesta quemó el cuello de su camisa con un cigarro,

“Una prueba A/B de un hashtag de urgencia moral solo puede mover el poder hasta cierto punto”.
Cuando nos preguntamos dónde nos puede situar una historia, nos encontramos también haciéndonos preguntas paralelas, preguntas que nos arrastran de vuelta al terreno inútil de la utilidad perpetua: ¿dónde nos sitúa el teléfono? ¿Dónde nos sitúa la canción? ¿Dónde nos sitúa la pantalla del ordenador? ¿Dónde nos sitúa la película? (¿En un mundo similar a La rosa púrpura de El Cairo? ) ¿Dónde nos sitúa la carretera? ¿El camino de tierra? ¿El edificio? ¿El vecindario? ¿El bosque? ¿El artículo? ¿El libro?

Barack Obama fue elogiado repetidamente por su habilidad como narrador, pero al releer algunos de estos artículos de elogio (como la vista previa de John Dickerson de la inauguración de Obama en 2009) quedó bastante claro que otros seguían sin comprender la función de su uso. (Aunque parece que Beto O'Rourke en Texas parece haber estudiado la función de la historia en la narración de Obama y ha obtenido una buena idea de cómo hacerla suya). Una de las razones por las que Obama tuvo éxito fue que su narración situaba. Tenga en cuenta que "situado" es diferente de "contexto proporcionado". Y soy consciente de que señalar los talentos de Obama como narrador debido a su capacidad para "situar" al oyente casi sugiere una invocación de una era de idealismo al estilo de Eisenhower, que no llega al meollo del por qué. fue tan efectivo como lo fue, pero el argumento aquí no se trata de presentar el acto de situar en la narración como algo excepcional; no es; de lo que se trata es de lo que significa contar la historia de quiénes somos, y dónde estamos, en flujos ininterrumpidos que se abren camino hacia el cielo y más allá.

Por eso vale la pena estudiar —aunque sea por una tarde— el modo en que los personajes de Faulkner se mueven por el paisaje, aunque sus relatos parezcan resistir la atracción gravitatoria de este particular impulso exegético dimestore. Hacerlo nos lleva a darnos cuenta de que el texto que encontramos no es Iain Sinclair caminando por Londres en nombre de la psicogeografía para declamar sobre el grafiti que ve sin adentrarse demasiado en la historia que dio lugar a ese grafiti. Nos acercamos un poco más a la idea de la dinámica que visualizamos cuando leemos las descripciones de París de Jean-Paul Clébert, pero ese no es el "allí" todavía. En cambio, pieza por pieza, leemos sobre un viaje de campamento/caza relatado a grandes rasgos con comparativamente poca atención prestada al paisaje. Un niño recuerda los mismos bosques (y sus legendarios ocupantes) en términos mitopoéticos. El rostro de un pariente de un hombre al que se hace referencia durante dicho viaje de campamento se describe como "grande, ancho, de color polvo... de cierta serenidad borrosa como cabezas talladas en una pared en ruinas en Siam o Sumatra, surgiendo de la niebla". Estos vínculos se establecen en tres historias diferentes: “A Bear Hunt”, “The Bear” y “Red Leaves”, respectivamente. Irónicamente, dejan claro que el proceso de situarnos no es y nunca se ha hecho en línea recta. ” y “Hojas rojas”, respectivamente. Irónicamente, dejan claro que el proceso de situarnos no es y nunca se ha hecho en línea recta. ” y “Hojas rojas”, respectivamente. Irónicamente, dejan claro que el proceso de situarnos no es y nunca se ha hecho en línea recta.

Esto también es lo que hace que los juegos de poder de Facebook (y los juegos de poder de otros, como Palantir de Peter Thiel) y nuestra amplia aceptación cultural de las reglas contenidas en estos juegos de poder sean tan perniciosos. Una prueba A/B de un hashtag de urgencia moral solo puede mover el poder hasta cierto punto. Se necesita gente y una mejor comprensión de las sutilezas de la dinámica para llevar la batuta el resto del camino.

Nuestra falta de aprecio tanto por la empatía como por la polifonía, por no hablar de nuestra felicidad con ella (insistimos en la certeza; cuando entramos en el mundo de la retórica en línea, lo sabemos muy claramente; esa claridad de intención ahogó nuestro intento de ser críticos o autocríticos). (reflexivo durante años)— nos deja tropezando por el desierto con hipo. Y nuestra insistencia en leer todo dentro de una lente de uso inmediato habla de la forma en que la matriz de poder actual perturba nuestros sentidos. Al momento de escribir este artículo, se realizan aproximadamente 63,000 búsquedas en Google cada segundo, y parece que queremos leer y juntar piezas de información como si pudiéramos avanzar a la par con eso o quizás incluso más rápido que eso, como si pudiéramos movernos. una forma similar al lenguaje que se utilizó al comienzo de Internet, como “navegantes” reales.primera pieza para The New Yorker y cómo se puede cultivar un enfoque análogo a la lectura.

Pero esto no es para cortejar el lenguaje del fatalismo, la derrota o para describir los encuentros de uno con el tiempo. Es solo escribir para decir que si te encuentras a la deriva en este momento sociopolítico actual y sabes que sientes que necesitas tener un lugar donde puedas comenzar; si encuentra que lo que podría haber jurado era la urgencia de su claridad personal perdida en otros que decían agudamente sus propias verdades personales y pueden sentir su parte en ser parte del momento político que se traslada a otra parte, entonces un camino a seguir, si Faulkner es cualquier indicación, es decir que no podrías hacer nada peor que echar un vistazo a dónde estás.


20 consejos de escritura de William Faulkner
"No seas 'un escritor', sino que estés escribiendo ".
Por  Emily Temple
25 de septiembre de 2017
William Faulkner es uno de los mejores escritores que ha producido Estados Unidos, con una voz distintiva y una inteligencia implacable que le valió un Premio Nobel de literatura a los 52 años, sin mencionar dos premios Pulitzer, dos Premios Nacionales del Libro y el amor eterno de muchos lectores Es uno de esos escritores que puedes leer una y otra vez sin entender realmente  cómo ha hecho lo que ha hecho; tiene esa magia. Pero eso no evita que nadie intente aprender de él. Aunque no le gustaban mucho las entrevistas, ha compartido su experiencia en algunas; también se desempeñó como escritor residente en la Universidad de Virginia en 1957 y 1958, y desde entonces se han hecho públicas algunas de sus conversaciones pedagógicas con estudiantes allí. Faulkner nació hace hoy 120 años en New Albany, Mississippi; Para celebrar su cumpleaños y aprender mejor de su obra, a continuación encontrará algunos de sus mejores consejos sobre el oficio, el carácter y la vida del escritor.

Sobre “ser escritor”:

“No seas 'un escritor', sino escribe . Ser 'escritor' significa estar estancado. El acto de escribir muestra movimiento, actividad, vida. Cuando dejas de moverte, estás muerto. Nunca es demasiado pronto para empezar a escribir, tan pronto como aprendes a leer”. (de una entrevista extraída en  The Daily Princetonian , 1958)

Sobre cómo abordar la escritura:

“Mantenlo amateur. No escribes por dinero sino por placer. Debería ser divertido. Y debe ser emocionante. Tal vez no mientras escribes, pero una vez que lo hayas hecho deberías sentir una emoción, una pasión. Eso no significa sentirse orgulloso, sentado allí regodeándose en lo que ha hecho. Significa que sabes que has hecho lo mejor que has podido. La próxima vez será mejor”. (de una entrevista extraída en  The Daily Princetonian , 1958)

Sobre la técnica:

“Que el escritor se dedique a la cirugía oa la albañilería si le interesa la técnica. No hay una forma mecánica de hacer la escritura, no hay atajos. El joven escritor sería un tonto si siguiera una teoría. Enséñate por tus propios errores; la gente aprende sólo por error. El buen artista cree que nadie es lo suficientemente bueno para darle un consejo. Tiene una vanidad suprema. No importa cuánto admire al viejo escritor, quiere vencerlo”. (de una entrevista de 1956 con  The Paris Review )

Sobre la mejor manera de empezar una novela:

“Yo diría que tengas el personaje en tu mente. Una vez que está en tu mente, y tiene razón, y es sincero, entonces él mismo hace el trabajo. Todo lo que necesitas hacer entonces es trotar detrás de él y anotar lo que hace y lo que dice. Es la ingestión y luego la gestación. Tienes que conocer al personaje. Tienes que creer en él. Tienes que sentir que está vivo, y luego, por supuesto, tendrás que elegir entre las posibilidades de su acción, para que sus acciones encajen con el personaje en el que crees. Después de eso , el asunto de plasmarlo en el papel es mecánico. La mayor parte de la escritura tiene que tener lugar aquí antes de poner el lápiz sobre el papel. Pero el personaje tiene que ser verdadero según tu concepción y tu experiencia, y eso incluiría, como acabamos de decir, lo que has leído, lo que has imaginado, lo que has escuchado, todo eso te dará la medida para medir a este personaje imaginario, y una vez que cobre vida y sea real para ti, y sea importante y conmovedor, entonces no es demasiado problema dejarlo. (a partir de unaPreguntas y respuestas de 1958 con estudiantes graduados de la Universidad de Virginia)

Sobre lo que hace a un buen novelista:

“Noventa y nueve por ciento de talento. . . Disciplina del noventa y nueve por ciento. . . trabajo del noventa y nueve por ciento. [Un buen novelista] nunca debe estar satisfecho con lo que hace. Nunca es tan bueno como se puede hacer. Siempre sueña y dispara más alto de lo que sabes que puedes hacer. No se moleste en ser mejor que sus contemporáneos o predecesores. Trata de ser mejor que tu mismo. Un artista es una criatura impulsada por demonios. No sabe por qué lo eligen y por lo general está demasiado ocupado para preguntarse por qué. Es completamente amoral en el sentido de que robará, pedirá prestado, suplicará o robará a cualquiera y a todos para hacer el trabajo. . . . La única responsabilidad del escritor es con su arte. Será completamente despiadado si es bueno. Él tiene un sueño. Le angustia tanto que debe deshacerse de él. No tiene paz hasta entonces. Todo va por la borda: honor, orgullo, decencia, seguridad, felicidad, toda, para escribir el libro. Si un escritor tiene que robar a su madre, no dudará; la “Oda a una urna griega” vale cualquier cantidad de ancianas”. (de 1956entrevista con  The Paris Review )

Sobre cuándo dejar de trabajar por el día:

“La única regla que tengo es dejar de fumar mientras todavía está caliente. Nunca te escribas a ti mismo. Siempre déjalo cuando te vaya bien. Entonces es más fácil retomarlo. Si te agotas, entrarás en un hechizo muerto y tendrás problemas con eso. Es... cuál es el dicho, déjalos mientras te ves bien. (de una sesión de preguntas y respuestas de 1957 con estudiantes de escritura de la Universidad de Virginia)

Sobre escribir dialecto:

“Creo que es mejor usar la menor cantidad de dialecto posible porque confunde a las personas que no están familiarizadas con él. Que nadie debe dejar que el personaje hable completamente en su propia lengua vernácula. Se indica mejor con unos pocos toques simples, escasos pero reconocibles”. (de una entrevista de 1958 para "What's the Good Word")

Sobre el carácter:

“Las verdades reales provienen de los corazones humanos. No trate de presentar sus ideas al lector. En su lugar, trata de describir a tus personajes como los ves. Tome algo de una persona que conoce, algo de otra, y usted mismo crea una tercera persona que la gente puede mirar y ver algo que entiende. (de una entrevista extraída en  The Daily Princetonian , 1958)

Sobre la mejor edad para escribir:

“Para la ficción la mejor edad es de los treinta y cinco a los cuarenta y cinco. Tu fuego no está todo gastado y sabes más. La ficción es más lenta. Para la poesía la mejor edad es de los diecisiete a los veintiséis. Escribir poesía es más como un cohete con todo tu fuego condensado en un solo cohete”. (de una entrevista de 1947 con  The Western Review )

Sobre el estilo:

“No desarrollé [mi estilo]. Creo que el estilo es una de las herramientas del oficio, y creo que cualquiera que dedique demasiado tiempo a su estilo, desarrollando un estilo o siguiendo un estilo, probablemente no tenga mucho que decir y lo sepa y tenga miedo. de ella, y así escribe un estilo, un tesoro maravilloso. Se convierte en Walter Pater, lo cual es hermoso, pero no tiene demasiada importancia. Creo que el estilo es simplemente una de las herramientas del oficio. Que la historia que estás contando domina su estilo, que un estilo es bueno para ahora y otro estilo será bueno para mañana. Y como el buen carpintero, uno debería ser capaz de... bueno, se podría decir casi imitar. . . pero el estilo es incidental, creo”. (de una sesión de preguntas y respuestas de 1957 con estudiantes de escritura de la Universidad de Virginia)

Sobre escribir hacia la verdad:

“Nuestra tragedia actual es un miedo físico general y universal sostenido por tanto tiempo que incluso podemos soportarlo. Ya no hay problemas del espíritu. Solo queda la pregunta: ¿cuándo voy a volar por los aires? Por eso, el joven o la joven que escribe hoy ha olvidado los problemas del corazón humano en conflicto consigo mismo, que es lo único que puede hacer una buena escritura, porque solo eso vale la pena escribir, vale la pena la agonía y el sudor.

Debe aprenderlos de nuevo. Debe enseñarse a sí mismo que lo más bajo de todas las cosas es tener miedo; y, enseñándose eso a sí mismo, olvídelo para siempre, sin dejar lugar en su taller para nada más que las antiguas verdades y verdades del corazón, las antiguas verdades universales sin las cuales cualquier historia es efímera y condenada: amor, honor, piedad, orgullo y compasión. y sacrificio Hasta que lo haga, trabaja bajo una maldición. No escribe de amor sino de lujuria, de derrotas en las que nadie pierde nada de valor, de victorias sin esperanza y, lo peor de todo, sin piedad ni compasión. Sus penas no se afligen en huesos universales, sin dejar cicatrices. No escribe sobre el corazón sino sobre las glándulas.” (del discurso del banquete del Premio Nobel de 1949 de Faulkner )

Sobre títulos:

“Dudo que pueda haber alguna regla sobre [títulos largos]. Creo que cualquier cosa, cuanto más breve se diga, mejor. Creo que las historias se titulan a sí mismas muy a menudo. Sí, en eso cualquier cosa, cuanto más breve se dice mejor”. (de una entrevista de 1958 para "What's the Good Word")

En falla:

“Todos nosotros fallamos en igualar nuestro sueño de perfección. Así que nos califico sobre la base de nuestro espléndido fracaso en hacer lo imposible. En mi opinión, si pudiera volver a escribir toda mi obra, estoy convencido de que lo haría mejor, que es la condición más saludable para un artista. Por eso sigue trabajando, intentándolo de nuevo; él cree cada vez que esta vez lo hará, lo logrará. Por supuesto que no lo hará, razón por la cual esta condición es saludable. Una vez que lo hizo, una vez que emparejó el trabajo con la imagen, el sueño, no quedaría nada más que cortarse la garganta, saltar del otro lado de ese pináculo de la perfección al suicidio. Soy un poeta fracasado. Tal vez todo novelista quiera escribir poesía primero, descubre que no puede, y luego prueba con el cuento, que es la forma más exigente después de la poesía. Y, al fallar en eso, solo entonces se dedica a escribir novelas”. (de 1956entrevista con  The Paris Review )

Sobre conseguirlo en el momento de la inspiración:

“ Siempre  puedes  encontrar tiempo para escribir. Cualquiera que diga que no puede está viviendo bajo falsos pretextos. En esa medida depende de la inspiración. No esperes. Cuando tengas una inspiración, déjala. No espere hasta más tarde y cuando tenga más tiempo y luego intente recuperar el estado de ánimo y agregue florituras. Nunca puedes recuperar el estado de ánimo con la viveza de su primera impresión”. (de una entrevista de 1947 con  The Western Review )

Sobre lo que necesita un escritor:

“[E]l único entorno que necesita el artista es la paz, la soledad y el placer que pueda obtener a un costo no demasiado alto. Todo lo que hará el entorno equivocado será aumentar su presión arterial; pasará más tiempo frustrado o indignado. Mi propia experiencia ha sido que las herramientas que necesito para mi oficio son papel, tabaco, comida y un poco de whisky. . . . El escritor no necesita libertad económica. Todo lo que necesita es un lápiz y un poco de papel. Nunca he sabido que algo bueno por escrito venga de haber aceptado un obsequio gratuito de dinero. El buen escritor nunca se aplica a una base. Está demasiado ocupado escribiendo algo. Si no es de primera se engaña a sí mismo diciendo que no tiene tiempo ni libertad económica. El buen arte puede surgir de ladrones, contrabandistas o robos de caballos. La gente realmente tiene miedo de saber cuántas penurias y pobreza pueden soportar. Tienen miedo de descubrir lo duros que son. Nada puede destruir al buen escritor. Lo único que puede alterar al buen escritor es la muerte.” (de 1956entrevista con  The Paris Review )

Sobre escribir fuera de la propia experiencia:

“No debería haber límites para lo que el escritor trata de escribir. Él tiene que decirlo en términos que él sabe. Es decir, puede escribir sobre lo que está más allá de su experiencia, pero los únicos términos que conoce están dentro de su experiencia, su observación. Pero no debería haber límites para lo que intenta. Cuanto más alto sea el objetivo, mejor. si [él quiere]

para ser un fracaso, que sea un buen busto, no solo un pequeño insignificante”. (de una sesión de preguntas y respuestas de 1957 con estudiantes de escritura de la Universidad de Virginia)
En revisión:

“En el calor de dejarlo, podrías escribir algunas palabras adicionales. Si lo reelaboras y las palabras aún suenan verdaderas, déjalas”. (de una entrevista de 1947 con  The Western Review )

“Probablemente no valga la pena escribir ninguna historia que no se pueda contar en una oración o al menos en un párrafo. La revisión, el recorte, en mi caso, soy un vago. No me gusta trabajar, así que haré tanto como sea posible en la mente, en el pensamiento, antes de emprender el arduo y odioso trabajo de aplastarlo en el papel. Creo que la revisión sigue muy a menudo porque cuando el trabajo finalmente está en papel, todavía no es lo que debería ser, por lo que cambias, revisas, editas, tratas de acercarlo al ideal de la perfección. , que, por supuesto, tampoco vas a alcanzar. Es decir, lo que estoy tratando de decir es que creo que la revisión es para el escritor más que la revisión del editor, que es para el lector”. (de una sesión de preguntas y respuestas de 1957 con estudiantes de escritura de la Universidad de Virginia)

Sobre el conjunto de herramientas esenciales del escritor:

Un escritor necesita tres cosas, experiencia, observación e imaginación, dos de las cuales, a veces cualquiera de las cuales, pueden suplir la falta de las otras. En mi caso, una historia suele comenzar con una sola idea, recuerdo o imagen mental. La escritura de la historia es simplemente una cuestión de trabajar hasta ese momento, para explicar por qué sucedió o qué hizo que siguiera. Un escritor está tratando de crear personas creíbles en situaciones conmovedoras creíbles de la manera más conmovedora que pueda. Obviamente debe utilizar como una de sus herramientas el entorno que conoce. Diría que la música es el medio más fácil para expresarse, ya que fue lo primero en la experiencia y la historia del hombre. Pero como las palabras son mi talento, debo tratar de expresar torpemente con palabras lo que la música pura hubiera hecho mejor. (de una entrevista de 1956 con La revisión de París )

Sobre el mejor entrenamiento para escribir:

"Leer leer leer. Lea todo: basura, clásicos, buenos y malos; ver cómo lo hacen. Cuando un carpintero aprende su oficio, lo hace observando. ¡Leer! Lo absorberás. Escribe. Si es bueno, lo descubrirás. Si no es así, tíralo por la ventana”. (de una entrevista de 1947 con  The Western Review )

Sobre también conseguir un trabajo:

“No hagas de la escritura tu trabajo. Consigue otro trabajo para que tengas dinero para comprar las cosas que quieres en la vida. No importa lo que hagas, siempre y cuando no cuentes con dinero y una fecha límite para escribir. Podrás encontrar mucho tiempo para escribir, sin importar cuánto tiempo tome tu trabajo. Nunca he conocido a nadie que no pudiera encontrar el tiempo suficiente para escribir lo que quería”. (de una entrevista extraída en  The Daily Princetonian , 1958)


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