Franz Kafka (Rep. Checa, 1883-1924) | |
Escritor judío checo, cuya desasosegadora y simbólica narrativa, escrita en alemán, anticipó la opresión y la angustia del siglo XX. Está considerado como una de las figuras más significativas de la literatura moderna; de hecho, el término 'kafkiano' se aplica a situaciones sociales angustiosas o grotescas, o a su tratamiento en la literatura. Kafka nació en Praga (que entonces pertenecía al Imperio Austro-húngaro) el 3 de julio de 1883, en una familia de clase media. Su padre, un comerciante, fue una figura dominante cuya influencia impregnó la obra de su hijo y (según Kafka) agobió su existencia. En Carta al padre, escrita en 1919, pero publicada, como casi toda su obra, póstumamente, Kafka expresa sus sentimientos de inferioridad y de rechazo paterno. A pesar de lo cual, Kafka vivió con su familia la mayor parte de su vida y no llegó a casarse, aunque estuvo prometido en dos ocasiones. Su difícil relación con Felice Bauer, una joven alemana a la que pretendió entre 1912 y 1917, puede ser analizada en Cartas a Felice (1967) . Los temas de la obra de Kafka son la soledad, la frustración y la angustiosa sensación de culpabilidad que experimenta el individuo al verse amenazado por unas fuerzas desconocidas que no alcanza a comprender y se hallan fuera de su control. En filosofía, Kafka es afín al danés Sören Kierkegaard y a los existencialistas del siglo XX. En cuanto a técnica literaria, su obra participa de las características del expresionismo y del surrealismo. El estilo lúcido e irónico de Kafka, en el que se mezclan con naturalidad fantasía y realidad, da a su obra un aire claustrofóbico y fantasmal, como sucede por ejemplo en su relato La metamorfosis (1915). Gregorio Samsa, el protagonista, un voluntarioso viajante de comercio, descubre al despertar una mañana que se ha convertido en un enorme insecto; su familia lo rechaza y deja que muera solo. Otro de sus relatos, En la colonia penitenciaria (1919), es una escalofriante fantasía sobre las cárceles y la tortura. Contraviniendo el deseo de Kafka de que sus manuscritos inéditos fuesen destruidos a su muerte, el escritor austriaco Max Brod, su gran amigo y biógrafo, los publicó póstumamente. Entre esas obras se encuentran las tres novelas por las que Kafka es más conocido: El proceso (1925), El castillo (1926), y América (1927). Pese a haber estudiado Derecho en la Universidad de Praga, Kafka encontró un trabajo en una compañía de seguros hasta que la tuberculosis le obligó a abandonarlo. Intento reponerse primero junto al lago de Garda y después en Merano, hasta que el 19 de abril de 1924 tuvo que internarse en el sanatorio de Kierling, cerca de Viena, donde murió el 11 de junio de 1924. © M.E. |
Kafka: los primeros años
" El camino verdadero pasa por una cuerda, que no está extendida en alto, sino sobre el suelo. Parece preparada más para hacer tropezar, que para que se siga su rumbo.
Todos los errores humanos son fruto de la impaciencia. Interrupción prematura de un proceso ordenado, obstáculo artificial levantado al derredor de una realidad artificial.
A partir de cierto punto no hay retorno. Este es el punto que hay que alcanzar.
El poseer no existe, existe solamente el ser: ese ser que aspira hasta el último aliento, hasta la asfixia.
En un tiempo no podía comprender porqué no recibía respuesta a mi pregunta, hoy no puedo comprender como pude estar engañado hasta el extremo de preguntar. Pero no es que me engañase, preguntaba solamente.
Sólo temblor y palpitación fue su respuesta a la afirmación de que tal vez poseía pero no era. "
" Si pudiera uno ser un piel roja, inmediatamente
" Aquí nunca falta amor. No hay un amor funcionarial
Luego se presentó al camarero mayor, a cuyas órdenes quedaría: un hombre esbelto, hermoso, narigudo, que seguramente ya tenía unos cuarenta años. Ni siquiera tuvo tiempo de entablar la menor conversación y lo único que hizo fue llamar, mediante un timbre, a un muchacho ascensorista; era, por casualidad, precisamente el que Karl había visto la víspera. El camarero mayor sólo lo llamaba por su nombre de pila, Giácomo, pero de esa particularidad se enteró Karl sólo más tarde, puesto que a través de la pronunciación inglesa, el nombre quedaba tan desfigurado que era imposible reconocerlo.
¡Entonces no la he perdido! Y yo que, de veras, estaba ya convencido de que sí. La carta en la que calificaba usted de extraña a una de las mías me llenó de horror. En ello vi la confirmación involuntaria -y por esto mismo tanto mas decisiva- de una maldición a la que justamente en los últimos tiempos había creído, al menos en gran parte, escapar, y en la que iba a caer de nuevo y definitivamente. No fui capaz de contenerme,no fui capaz de escribirle nada, las dos cartas del sábado eran artificiosas de principio a fin, verdad era sólo mi convicción de que todo se había acabado. ¿Tiene una significación el hecho de que justo en el momento en que escribo esta palabra mi madre entra en mi habitación y se me acerca llorando, deshecha en llanto (está a punto de marcharse a la tienda, se pasa el día entero en la tienda, desde hace ya 30 años, todos los días), quiere saber qué me pasa, por qué permanezco callado cuando estamos sentados a la mesa (pero eso hace mucho tiempo que lo hago, precisamente para no derrumbarme) y muchas otras cosas?
De nuevo me ocurre que, de pura abundancia de cosas que decirla, no sé por dónde empezar. Pese a esto, considero estos últimos tres días como mensajeros de posibilidades de desdichas, siempre a la espera de realizarse, y no pienso volverle a escribir nunca más una carta de mayor envergadura en la inquietud de un día laborable. Tiene usted que estar de acuerdo, y no enfadarse y no hacerme ningún reproche. Pues en este momento, verá usted, siento el impulso de, le guste o no le guste, postrarme ante usted y darme a usted de modo tan total que no quede de mí para nadie ni huella ni recuerdo, pero, inocente o culpable, lo que no quiero es volver a leer una observación como la de aquella carta. Y no sólo es por esto que a partir de ahora únicamente le escribiré cartas breves (si bien es verdad que, en compensación, los domingos le escribiré una caria enorme, con voluptuosidad) sino también porque quiero emplear hasta la última gota de mis energías en mi novela, la cual le pertenece también a usted, o más exactamente, ha de poder darle una más clara idea de lo que de bueno hay en mí que las palabras meramente demostrativas de las más largas cartas de la más larga de las vidas. "
Este orden de publicación, que puede parecer contrario a la intuición, incluso apropiadamente “kafkiana” -era dictada por años de alto perfil disputas legales para el control de la herencia literaria Max Brod en Israel, durante la cual el acceso a los materiales que contenía, muchos de los cuales orificio directamente en los años de formación de Kafka, se le prohibió a los estudiosos.
Hoy fue un martes, lo que significaba que había un buen número de conciertos “militares” en la tienda. En el amplio jardín de la cerveza en el Sophieninsel, el alboroto comenzó a las cuatro de la tarde para los turistas, estudiantes y jubilados. La mayoría de la gente todavía tenía unas cuantas más horas de trabajo por delante de ellos, y esas almas desafortunadas que se ganaban la vida en una tienda tuvo que esperar hasta después del ocaso para unirse a las festividades.
Estas fluctuaciones constantes resultaron no sólo en una atmósfera de tumulto y los nervios de punta, sino también en una serie de separaciones que inculcó en poco Franz una profunda desconfianza respecto a la compatibilidad de las relaciones humanas y la cautela de un mundo en el que cada cara se había acostumbrado a o incluso llegado a querer podría desaparecer al instante y para siempre.
En su diario, en 1920, escribió acerca de un momento en el que tenía una clara visión de lo que sería para él la verdadera llama creativa. Estaba sentado un día, “hace muchos años, ... en la ladera de la Laurenziberg,” la colina en el centro de Praga que figura en “Descripción de una lucha”, empollando sobre “los deseos que tenía para mi vida”:
El más importante o el deseo más atractiva era la de lograr una visión de la vida (y esto fue ligado ineludiblemente con ella a convencer a los demás de la misma por escrito) en el que la vida conservó su complemento completo natural de ascenso y descenso, pero al mismo tiempo sería reconocido no menos claramente como nada, como un sueño, como flotando.
Tengo tanto que hacer! ... La gente se caen de los andamios como si estuvieran borrachos, en las máquinas, todas las vigas se derrumban, todos los diques ceden, todas las escaleras se deslizan, cualquiera que sea la gente lleva hasta cae, lo que la mano hacia abajo, la gente tropezarse. Y tengo un dolor de cabeza de todas estas chicas en fábricas de porcelana que seguir tirando a sí mismos por las escaleras con montículos de vajilla.
Stach no es el primero en comentar sobre las peculiaridades de la relación de por vida de Kafka con su colega escritor Max Brod. A finales de la década de 1930, la biografía de su amigo de Brod fue atacado por Walter Benjamin, que fue particularmente ejercido por lo que vio como la interpretación religiosa del todo equivocada de Brod de la obra de Kafka. Stach ve relación de Kafka con el Brod saliente y esencialmente medianos frente como una escisión típica de figuras con una más fuerte, tal vez más elemental comprensión de la vida y el negocio de la vida:
Kafka se sentía más cercano a las personas cuya vitalidad superior, que podía compartir sin pandeo bajo, participando en la vida de otros, cuyos flujos de energía que podía aferrarse a sin ceder el control de la dosificación de la energía.
“Vamos a ser rápida ahora”, dijo Kafka cuando llegaron al hotel. “Vamos a estar en París por sólo cinco días. Sólo dar la cara un poco de lavado.”Brod se fue corriendo a su habitación, dejó su equipaje, se hizo cargo de las necesidades básicas, y estaba de nuevo en cuestión de minutos. Su amigo, por el contrario, “había llevado hasta la última cosa fuera de su maleta y no se iría hasta que él había puesto todo en orden.” Kafka le preguntó por qué se Brod Carping en él.
¿Cómo, uno se preguntaba, sería Stach encontrar un final para este primer volumen, lo que sería un final también a la magnífica empresa se embarcó en lo que hace muchos años? La solución que se le ocurre, de Mozart en su ligereza engañosa, es totalmente cautivador. Se lleva a cabo en un sanatorio en el lago de Zurich que Kafka había comprobado a sí mismo en un descanso después de ese viaje agitado a París con Brod. Tan encantador, tan mágico, son la pareja de cierre de páginas que uno anhela parafraseando a ellos, pero eso sería echar a perder el equilibrio perfecto el biógrafo logra entre la comedia, melancolía, y el absurdo débil, cualidades que son tanto una marca de la escritura de Kafka como su oscuridad y su terror. No pudo haber sido un mejor cerca de este maravilloso relato de la vida de un artista sumamente grande.
- *No me resisto a señalar que cuando estaba escribiendo este párrafo, un grajo voló por la ventana abierta de mi estudio, y se bajó de nuevo sólo con la mayor dificultad. ↩
Kafka: los años decisivos
Kafka: Los años de visión
Franz Kafka: el poeta de la vergüenza y la culpa
A pesar de las particularidades de la obra de Kafka –¿y qué otro autor ha creado un paisaje literario tan instantáneamente reconocible como el suyo?–, como artista se le toma por una tábula rasa. En su pequeño estudio, Franz Kafka: The poet of shame and guilt, Saul Friedländer cita la descripción que hiciera de Kafka el crítico germano-americano Erich Heller como “el creador de la lucidez más oscura en la historia de la literatura”, y señala cómo la opacidad de los textos de Kafka le ha permitido ser considerado
un judío neurótico, un judío religioso, un místico, un judío que se odia a sí mismo, un criptocristiano, un gnóstico, el mensajero de un tipo de freudianismo antipatriarcal, un marxista, el existencialista por excelencia, el profeta del totalitarismo o del Holocausto, la voz icónica del alto modernismo, y mucho más...
No hay trampas metodológicas que sirvan; las jaulas del conocimiento siguen vacías. ¿Qué logramos entonces con todos nuestros esfuerzos? ¿La vida real de Franz Kafka? Claramente no. Pero quizá sea posible un vistazo fugaz, o una mirada sostenida.
A juzgar por los dos volúmenes disponibles, esta es una de las grandes biografías literarias, digna de ser colocada junto al James Joyce, de Richard Ellmann, el Marcel Proust, de George D. Painter y el Henry James, de Leon Edel , o quizá incluso en una repisa más alta. Sin lugar a dudas Stach ha conseguido algo en verdad original con esta obra.4 Gracias a una combinación de una erudición infatigable, una sorprendente empatía y una prosa que podría caracterizarse como apasionadamente grácil logra transmitir la sensación de “cómo era ser Franz Kafka”. Se impuso la tarea proustiana de reunir, y resumir, un mundo entero, y ha realizado esta tarea con un éxito notable. El resultado es un retrato desconcertantemente presente de uno de los maestros más enigmáticos y perdurables de la literatura.
Nadie más aparte de los que estaban a cargo pueden decir con certeza qué tanto ha progresado la construcción; ni siquiera está claro si las brechas entre la muralla estarán cubiertas cuando se haya terminado el trabajo. Nunca se ha completado, y siempre será un fragmento hecho de fragmentos.
Una de las razones principales por las que se considera que Kafka se mantenía distante de la realidad y de la política es que se enfocaba menos en las grandes pérdidas en sí –incluso cuando estas eran catastróficas– y más en el significado amplio de estas pérdidas, y en la manera en la que dejaban al descubierto la esencia del momento en su totalidad. La caída de un gran símbolo, el final de una tradición, el recorte de la punta de una pirámide [v. gr. el asesinato del archiduque Fernando y la destrucción subsecuente del Imperio austrohúngaro]; como muchos de sus contemporáneos, para él estos acontecimientos eran los signos de una disolución irreversible.
Kafka tenía veintisiete en el año del cometa Halley y, como lo describe Stach con callada ironía, “las quince páginas que había publicado para entonces ya mostraban todos los indicios de que llegaría lejos”. Esto no fue evidente para todos, y la extensa letanía de penurias editoriales de Kafka resulta una lectura desalentadora; sin embargo, debe mencionarse, en defensa de sus editores, que tratar con Kafka debe haber sido imposible. No obstante, que Kafka haya sido tímido y difícil no quiere decir que haya sido indiferente. “La idea de que no le importaba la resonancia pública”, dice Stach, “que era inmune tanto a los elogios como a la crítica, es falsa”. De hecho, parece ser que durante la Primera Guerra Mundial contrató los servicios de una agencia de recortes de prensa para no perderse ninguna mención, por fugaz que fuera, de su obra. En cualquier caso, no se hacía ilusiones acerca de la posibilidad de tener fama y éxito mundial. Con humor más bien melancólico decía de su primer libro, un tomo delgado titulado Meditaciones: “Se han vendido once libros en la tienda de André. Yo compré diez. Me encantaría saber quién fue el once.”
estableció un sistema de obsesiones que mejoraría su vida a un nivel narcisista, pero que a su vez consumiría toda su vitalidad. Su historia “La madriguera” presenta un símbolo claro de esto: una criatura que se amuralla para mantenerse autosuficiente, en un estado de sitio constante, condenada por lo mismo a una estado de alerta permanente. Todo es una amenaza; todo punto es vulnerable. Uno no puede bajar la guardia en ningún momento, cada acto descuidado es castigado, y la única fuga hundirá al barco. Si nada puede entrar, y todas las grietas están selladas, nada puede salir tampoco. Apuntó, escueto, en su diario: “Mi celda, mi fortaleza.” Es difícil imaginar una analogía más precisa.
Saul Friedländer tiene una fuerte sospecha sobre cuál puede ser la respuesta. Al describir a Kafka, y lo hace de manera muy bella, como “el poeta de su propio desorden”, Friedländer lo explica llanamente:
Los Diarios y las Cartas indican con claridad que –excepto por ponderar constantemente su escritura, la última esencia de su ser– los asuntos que torturaron a Kafka durante la mayor parte de su vida eran de naturaleza sexual.
no me habrían convencido de escribir sobre un tema tan lejano de mi campo, la historia, si no fuera por temas muy específicos y poco mencionados que considero lo suficientemente importantes como para tratarlos en un pequeño ensayo biográfico.
Por la mañana, lucha en el camino hacia el Tannenstein, una lucha mientras contemplaba a los esquiadores en una competición de salto. El pequeño y alegre B., ensombrecido un poco, en toda su inocencia, por mis fantasmas; al menos a mis ojos; especialmente [, la pierna avanzada, con la media gris enrollada,] la mirada vaga, sin objetivo, las palabras inútiles. Se me ocurre –pero esto suena ya a artificioso– que la noche pasada quiso acompañarme a casa.6
También hay unas miradas de admiración dirigidas hacia unos apuestos jóvenes suecos. Para nada califica como un testimonio incriminador. Lo que es más significativo es el hecho de que Brod haya creído necesario hacer esos recortes silenciosos, ya que eso sugiere que él tenía sospechas definitivas sobre la inclinación sexual de su amigo.
Su sigilo, su impulso hacia una “oscura lucidez” son evi- dentes no solo en su vida, sino también en su obra y en sus métodos de trabajo. En un estudio fascinante sobre el manuscrito original de El castillo, el traductor y experto en Kafka Mark Harman ha trazado el proceso mediante el cual el autor cortó y editó la obra para “preservar un aura de inefable misterio al hacer que todo sonara [según escribió Kafka] ‘ein wenig unheimlich’ [un poco siniestro]”.9
Kafka sin duda habría socavado la estructura misteriosa, parabólica o alegórica de El castillo si hubiera hecho que su protagonista apareciera explícitamente como judío o como escritor, aunque esta doble experiencia de exclusión claramente estaba al fondo de la obstinada batalla por la aldea y el castillo.
Sin duda hay justicia en esta enfermedad; es solo un golpe que, incidentalmente, no siento como un golpe para nada, sino como algo dulce en comparación con el curso promedio de las cosas de los años pasados, así que es justo, pero es burdo, tan terrenal, tan simple, tan bien dirigido al lugar más conveniente.
La enfermedad lo habría de liberar a fin de cuentas de las exigencias de la vida, de sí mismo e incluso de la literatura. Le dijo a Max Brod: “Lo que tengo que hacer, solo puedo hacerlo solo. Aclarar las últimas cosas.” Tenía mucho que escribir, en el poco tiempo que le quedaba, sin embargo, su esfuerzo ahora no sería puramente literario sino, en el sentido más profundo, también moral. En “De noche”, uno de sus últimos fragmentos, escribió –y lo repitió, palabra por palabra, en una carta a Felice Bauer–: “Alguien tiene que velar, se ha dicho. Alguien tiene que estar ahí.” De ahora en adelante él sería tanto centinela como testigo, y su logro sería trascendente. En la última historia que completó –“Josefina la cantora o El pueblo de los ratones”– describe la canción de Josefina, que aquí “está en el lugar adecuado, como en ningún otro lugar”, y que a pesar de la ligereza de la música expresa la esencia:
Algo hay allí de nuestra pobre y breve infancia, algo de una dicha perdida que no puede encontrarse más; pero también algo de nuestra vida activa cotidiana, de sus pequeñas alegrías, incomprensibles y, sin embargo, incontenibles e imposibles de obliterar.11 ~Traducción de Pablo Duarte.
24 de octubre de 2013.
No obstante, aunque de un modo limitado, creo que podré responder a su pregunta, y lo haré con sumo placer. Lo primero que aprendí fue a dar la mano. Dar la mano es una manifestación de franqueza. Por eso deseo que hoy, cuando me encuentro en el cenit de mi carrera, aquel franco apretón de manos se refleje en la sinceridad de mis palabras. No creo que pueda aportar nada nuevo a la Academia y temo que me quedaré corto respecto a sus expectativas y en relación a lo que, con la mejor voluntad, no puedo revelar; de todos modos mostraré las líneas directrices gracias a las cuales un primate ha logrado acceder al mundo humano y permanecer en él sólidamente. Pero no podría decir lo que a continuación expondré si no estuviera completamente seguro de mí mismo y si mi posición en todos los grandes escenarios de Variedades del mundo civilizado no hubiese llegado a consolidarse hasta ser inquebrantable. Nací en Costa de Oro. Para los detalles de mi captura dependo de informes ajenos. Una expedición de caza organizada por la empresa Hagenbeck –con cuyo patrón, por lo demás, he vaciado desde entonces más de una botella de buen vino tinto–, permanecía al acecho oculta tras los matorrales junto a la orilla de un río, cuando yo, entrada la noche, me acerqué a beber en medio de mi grupo. Se oyeron disparos. Sólo a mí me acertaron: recibí dos tiros. Uno en la mejilla, que no resultó grave y me dejó una gran cicatriz roja sin pelo, lo cual llevó a que me pusieran el repugnante e inexacto apelativo de Pedro el Rojo, inventiva digna de un mono, como si sólo me diferenciara de Pedro -el prima-te amaestrado, muerto no hace mucho tiempo-, por la mancha roja en la mejilla. Esto sea dicho de paso. "
- Brod, aunque equivocado en algunas cosas, su representación de Kafka como un escritor religioso, por ejemplo, fue siempre de sentido común. Tenía gran medida la medida de su amigo, e incluso después de Kafka había sido diagnosticado con tuberculosis no dudó en escribir en él con un reproche plana: “Usted es feliz en su infelicidad” ↩
- 2En la cuestión de la originalidad del enfoque cabe mencionar de Pietro Citati Kafka (Traducción Inglés 1990) y de Robert Calasso K. (Traducción Inglés 2005). Estos no son biografías, pero meditaciones profundamente perceptivos y poéticas sobre el fenómeno único que Kafka representaba. ↩
- 3Es una vergüenza para relegar elogio de traducción de Shelley Frisch a una nota al pie, pero por el contrario se quiere destacar la claridad y la belleza de su lenguaje unemphatic. Stach no podría haber esperado un mejor versión en Inglés que esto, y es apto para citar aquí su comentario sobre el propio enfoque de Kafka con el lenguaje: “El alemán estándar sigue siendo el único medio Kafka respetado, y él nunca fue deliberadamente más allá de sus límites, y ciertamente no por mero efecto aún el viaje dentro de este medio lo tomó en territorios desconocidos.” ↩
- 4Stach escribe: “Un biógrafo no puede dar consejos, y los diagnósticos de larga distancia superficiales de las relaciones humanas que se remontan generaciones o incluso épocas se encuentran entre los efectos secundarios más viles de la nivelación histórico que ha llegado a ser frecuente, junto con el predominio discursivo de la psicología.” ↩
- 5“Cualquiera que sea unidades homoerótica pueden haber informado a la sexualidad de Kafka, que no era más probablemente un homosexual practicante que simplemente 'traducido' experiencia biográfica en forma literaria codificado”. Véase Mark M. Anderson, “Kafka, la homosexualidad y la estética de 'masculino Cultura,' ”en Género y Políticas de ficción austríaca , editado por Ritchie Robertson y Edward Timms (Edinburgh University Press, 1996), p. 80. ↩
- 6“Encuentro que cada pareja de recién casados pasando su luna de miel un espectáculo repugnante, si me relaciono yo con ellos o no, y si quiero despertar repugnancia en mí mismo, yo sólo debo imaginar poniendo mi brazo alrededor de la cintura de una mujer.” Citado en Anderson, Género y Política , p. 96. Por otra parte, Reiner Stach está convencido de que “los personajes femeninos de Kafka ... son representantes de potencia y de un conocimiento que no se adquiere por el estatus social, sino que confieren en cada persona de sexo femenino; estos son prototipos de un mito de la feminidad “. ↩
- 7Consulte “Todo Hacer 'un poco extraño': Las supresiones de Kafka en el manuscrito de un sistema Harman Das Schloss y lo que pueden Cuéntenos acerca de su proceso de escritura,” en un complemento de la obra de Franz Kafka , editado por James Rolleston (Camden House, 2002 ). Este ensayo fue traducido al alemán por Reiner Stach y publicado en Neue Rundschau , que, bajo la dirección de Robert Musil, muy bien podría haber publicado de Kafka “La metamorfosis”, por primera vez, que apareció en su lugar en Die Weissen Blätter en 1915. Centroamérica Europa era, y es, un mundo pequeño. ↩
- 8En enero de 1922, como Kafka se había embarcado en la composición de El Castillo , llegó una noche de nieve en el centro de bienestar de Spindelmühle en el Riesengebirge, cerca de la frontera con Polonia. En el Hotel Krone, donde se esperaba, se encontró con que fue incluido en el directorio como “Dr. Josef Kafka “. ↩
- La condena (fragmento)
" Y, en efecto, la larga carta que acababa de escribir esa mañana de domingo informaba a su amigo del éxito de su compromiso con las siguientes palabras: «Me reservé para el final la mejor noticia. Estoy comprometido con la señorita Frieda Brandenfeld, una joven de familia acomodada, que vino a vivir a esta ciudad mucho después de tu partida y a quien por lo tanto no puedes conocer. Ya tendré ocasión de darte más detalles sobre mi novia; hoy me limito a decirte que soy muy feliz y que el único cambio que esto provocará en nuestra relación de siempre es que, si hasta ahora has tenido un amigo como todos, ahora tienes un amigo feliz. Además, encontrarás en mi novia, que te saluda afectuosamente y que pronto te escribirá personalmente, una verdadera amiga, lo que siempre es algo para un muchacho soltero. Sé que muchos motivos te impiden venir a visitarnos, pero ¿no te parece que mi casamiento es la ocasión más apropiada para hacer a un lado todos esos obstáculos? De todos modos, sea como sea, haz como mejor te parezca, de acuerdo únicamente a tus intereses.»
Con esta carta en la mano, Georg permaneció largo rato sentado ante su escritorio, mirando hacia la ventana. Apenas había contestado con una sonrisa distraída el saludo de un conocido que pasaba por la calle.
Finalmente se metió la carta en el bolsillo y salió de la habitación; atravesó un breve corredor hasta llegar a la habitación de su padre, donde no había entrado durante meses. En realidad esto no era necesario, porque veía a su padre todos los días en el negocio y, además, a mediodía comían juntos en un restaurante; de noche cada uno hacía lo que quería, pero generalmente se quedaban un rato en la sala común, con sus respectivos diarios, a menos que Georg, como a menudo ocurría, saliera con sus amigos o, sobre todo en los últimos tiempos, fuera a visitar a su novia.
Georg se asombró de que el cuarto de su padre fuera tan oscuro, aun en una mañana de sol: tanta sombra daba la alta pared que limitaba el patiecito. El padre estaba sentado junto a la ventana, en un rincón adornado con diversos recuerdos de la difunta madre, y leía el diario sosteniéndolo un poco de costado ante los ojos, para compensar cierto defecto visual. Sobre la mesa estaban los restos del desayuno, del que parecía no haber aprovechado mucho.
—¡Ah, Georg! —dijo el padre, y se acercó para recibirlo.
Al andar, su pesada bata se abrió, y el amplio vuelo onduló susurrante en torno del anciano. «Mi padre es todavía un gigante», pensó Georg.
—Aquí está insoportablemente oscuro —dijo luego.
—Sí, está bastante oscuro —contestó el padre.
—¿Y tienes la ventana cerrada, además?
—Lo prefiero así.
—Afuera hace bastante calor —dijo Georg, como si continuara su observación anterior, y se sentó.
El padre recogió los platos del desayuno y los colocó sobre una cómoda.
—Sólo quería decirte —prosiguió Georg, que seguía con la mirada los movimientos de su padre, como si estuviera ausente— que he decidido enviar a San Petersburgo la noticia de mi compromiso.
Sacó del bolsillo un extremo de la carta y luego volvió a guardarla.
—¿A San Petersburgo? —preguntó el padre.
—Sí, a mi amigo —dijo Georg, buscando la mirada de su padre.
«En el negocio es otro hombre —pensó—; con qué solidez está aquí sentado, con los brazos cruzados sobre el pecho.»
—Sí. A tu amigo —dijo el padre con énfasis.
—Recordarás, padre, que al principio quise ocultarle mi compromiso. Por consideración hacia él; ése era el único motivo. Tú bien sabes que es una persona un poco quisquillosa. Pensé que podía enterarse por otras fuentes de mi compromiso, aunque, teniendo en cuenta su vida solitaria, eso no es muy probable; yo no podía evitarlo, pero de mí directamente no lo habría sabido nunca.
—Y, sin embargo, ¿ahora has cambiado otra vez de idea? —preguntó el padre, depositando su enorme periódico sobre el alféizar de la ventana y sobre el periódico las gafas, que cubrió con la mano.
—Sí, ahora he cambiado de idea. Si es realmente amigo mío, pensé, entonces, la felicidad de mi compromiso ha de ser también una felicidad para él. Y por lo tanto no me demoré en comunicárselo. Pero antes de enviar la carta quise decírtelo a ti.
—Georg —dijo el padre, abriendo su desdentada boca—, escúchame. Acudes a mí para hablarme de este asunto. Eso indudablemente te honra. Pero no sirve de nada, desgraciadamente no sirve de nada, si no me dices, además, toda la verdad. No quiero sacar a relucir cuestiones que no vienen al caso. Pero, desde la muerte de nuestra querida madre, han ocurrido ciertas cosas realmente desagradables. Quizá llegue alguna vez el momento de mencionarlas, y tal vez mucho más pronto de lo que pensamos. En el negocio hay muchas cosas que escapan a mi conocimiento, aunque esto no quiere decir que me las oculten (no pretendo insinuar ahora que me las ocultan), ya no soy tan capaz como antes, me falla la memoria, no puedo estar al corriente de todo. En primer lugar, esto se debe al ineludible proceso natural, y en segundo lugar, la muerte de nuestra querida madrecita ha sido para mí un golpe mucho más fuerte que para ti. Pero prefiero no alejarme de este asunto, de esta carta; por lo tanto, Georg, te ruego que no me engañes. Es una trivialidad, no vale la pena ni mencionarla; por eso mismo no me engañes. ¿Existe realmente ese amigo tuyo en San Petersburgo?
Georg se puso de pie, desconcertado.
—Dejemos en paz a mi amigo. Mil amigos no reemplazarían a mi padre. ¿Sabes qué pienso? Que no te cuidas bastante. La ancianidad exige ciertas consideraciones. Eres para mí indispensable en el negocio, lo sabes perfectamente; pero si el negocio es perjudicial para tu salud, mañana mismo lo cierro para siempre. Y eso no nos conviene. No puedes seguir viviendo como vives. Debemos introducir un cambio radical en tus hábitos. Te quedas aquí sentado, en la oscuridad, cuando en la sala hay tanta luz. Apenas pruebas el desayuno, en vez de alimentarte como corresponde. Te quedas junto a la ventana cerrada cuando el aire te haría tanto bien. ¡No, padre! Llamaré al médico, y seguiremos sus indicaciones. Cambiaremos de habitación: pasarás al cuarto de delante, y yo a éste. No advertirás el cambio, porque mudaremos también todas tus cosas. Pero hay tiempo para todo eso; por ahora, descansa un poco en la cama, seguramente necesitas reposo. Ven, te ayudaré a desvestirte, ya verás cómo puedo. O si prefieres ir ya a la pieza de delante, puedes acostarte por ahora en mi- cama. Sería lo más sensato. "
Análisis The Franz Kafka Videogame
La Muralla China (fragmento)
" El Imperio es eterno, pero el emperador vacila y se tambalea; dinastías enteras se derrumban y mueren en un solo estertor. De esas batallas y esas luchas no sabrá nada el pueblo; es como el retrasado forastero que no pasa del fondo de una atestada calle lateral, mientras en la plaza central están ejecutando al rey. Hay una parábola que describe muy bien esta relación. El emperador -así dicen- te ha enviado a ti, el solitario, el mas miserable de sus súbditos, la sombra que ha huido a la más distante lejanía, microscópica ante el sol imperial; justamente a ti, el Emperador te ha enviado un mensaje desde su lecho de muerte. Hizo arrodillar al mensajero junto a su cama y le susurró el mensaje al oído; tan importante le parecía, que se lo hizo repetir. Asintiendo con la cabeza, corroboró la exactitud de la repetición. Y ante la muchedumbre reunida para contemplar su muerte -todas las paredes que interceptaban la vista habían sido derribadas, y sobre la amplia y alta curva de la gran escalinata formaban un círculo los grandes del Imperio-, ante todos ordenó al mensajero que partiera. el mensajero partió en el acto; un hombre robusto e incansable; extendiendo primero un brazo, luego el otro, se abre paso a través de la multitud; cuando encuentra un obstáculo, se señala sobre el pecho el signo del sol: adelanta mucho más fácilmente que ningún otro. Pero la multitud es muy grande: sus alojamientos son infinitos. Si ante él se abriera el campo libre, cómo volaría, que pronto oirías el glorioso sonido de sus puños contra tu puerta. Pero en cambio, que vanos son sus esfuerzos: todavía está abriéndose paso a través de las cámaras del palacio central; no acabará de atravesarlas nunca; y si terminara, no habría adelantado mucho; todavía tendría que cruzar los patios; y después de los patios el segundo palacio circundante; y nuevamente las escaleras y los patios; y nuevamente un palacio, y así durante miles de años; y cuando finalmente atravesara la última puerta -pero esto nunca, nunca podría suceder- todavía le faltaría cruzar la capital, el centro del mundo, donde su escoria se amontona prodigiosamente. Nadie podría abrirse paso a través de ella, y menos aún con el mensaje de un muerto. Pero tu te sientas junto a tu ventana, y te lo imaginas cuando cae la noche. "
" Quien vive solo, y sin embargo desea de vez en cuando vincularse a algo; quien, considerando los medios del día, del tiempo, del estado de sus negocios y demás, anhela de pronto ver un brazo al cual pudiese aferrarse, no está en condiciones de vivir mucho tiempo sin una ventana a la calle. Y si le place no desear nada, y sólo se acerca a la ventana como un nombre cansado cuya mirada oscila entre el público y el cielo, y no quiere mirar hacia afuera, y ha echado la cabeza un poco hacia atrás, sin embargo, a pesar de todo esto, los caballos de abajo terminarán por arrastrarlo en su caravana de coches y su tumulto, conduciéndolo finalmente a la armonía humana. "
" Si bien se piensa, no es tan envidiable ser vencedor en una carrera de caballos. La gloria de ser reconocido como el mejor jinete de un país marea demasiado, junto al estrépito de la orquesta, para no sentir a la mañana siguiente cierto arrepentimiento. La envidia de los contrincantes, hombres astutos y bastante influyentes, nos entristece al atravesar el estrecho pasaje que recorremos después de cada carrera y que pronto aparece desierto ante nuestra mirada, exceptuando algunos jinetes retrasados, que se destacan diminutos sobre el borde del horizonte. La mayoría de nuestros amigos se apresuran a cobrar sus ganancias y sólo nos gritan un lejano y distraído "¡hurra!", volviéndose a medias, desde las alejadas ventanillas; pero los mejores amigos no apostaron nada a nuestro caballo porque temían enojarse con nosotros si perdíamos; pero ahora que nuestro caballo venció y ellos no ganaron nada, se vuelven cuando pasamos a su lado y prefieren contemplar las tribunas. Detrás de nosotros, los contrincantes, afirmados en sus cabalgaduras, tratan de olvidar su mala suerte y la injusticia que en cierto modo se ha cometido con ellos; tratan de contemplar las cosas desde un nuevo punto de vista, como si después de este juego de niños debiera comenzar otra carrera, la verdadera.
Muchas damas consideran burlonamente al vencedor, porque parece hinchado de vanidad y, sin embargo, no sabe cómo encarar los interminables apretones de manos, congratulaciones, reverencias y saludos desde lejos, mientras los vencidos se callan y acarician ligeramente las crines de sus caballos, muchos de los cuales relinchan. Finalmente, bajo un cielo entristecido, empieza a llover. "
Por la noche (fragmento)
" ¡Hundirse en la noche! Así como a veces se sumerge la cabeza en el pecho para reflexionar, sumergirse por completo en la noche. Alrededor duermen, los hombres.
Un pequeño espectáculo, un autoengaño inocente, es el de dormir en casas, en camas sólidas, bajo techo seguro, estirados o encogidos, sobre colchones, entre sábanas, bajo mantas; en realidad se han encontrado reunidos como antes una vez y como después en una comarca desierta: Un campamento al raso, una inabarcable cantidad de personas, un ejército, un pueblo bajo un cielo frío, sobre una tierra fría, arrojados al suelo allí donde antes se estuvo de pie, con la frente contra el brazo, y la cara contra el suelo, respirando pausadamente. Y tú velas, eres uno de los vigías, hallas al prójimo agitando el leño encendido que cogiste del montón de astillas, junto a ti. ¿Por qué velas? Alguien tiene que velar, se ha dicho. Alguien tiene que estar ahí. "
" Pero estar arriba también era sano, y cuando en la época más calurosa del año se abrían todas las ventanas alrededor de la bóveda, y junto con el aire fresco entraba majestuosamente el sol en el recinto en el que iba cayendo el crepúsculo, era incluso bello. Ciertamente, su trato humano se había reducido; sólo a veces trepaba por la escalera de cuerda algún colega de gimnasia; entonces se sentaban ambos sobre el trapecio, se apoyaban a izquierda y derecha sobre las cuerdas de sujeción y charlaban; o algunos obreros mejoraban el tejado y cambiaban algunas palabras con él a través de una ventana abierta; o el mecánico revisaba el alumbrado de urgencia en la galería más alta y le gritaba algo respetuoso, aunque poco comprensible. Si no, todo a su alrededor permanecía tranquilo; sólo de vez en cuando miraba pensativamente un empleado, que aproximadamente hacia el mediodía se extraviaba en el teatro vacío, hacia la altura que casi desaparecía de la vista, donde el artista del trapecio, sin poder saber que alguien le observaba, ejecutaba sus artes o descansaba.
Así podría haber vivido el artista del trapecio sin ser molestado, si no hubiera habido los inevitables viajes a los distintos lugares, que le resultaban extraordinariamente molestos. Si bien, el empresario se preocupaba de que el trapecista quedará protegido de cualquier innecesaria prolongación de sus males: para los viajes a las ciudades se utilizaban coches de carreras, con los que, a ser posible durante la noche o en las primeras horas de la mañana, se atravesaban las calles desiertas a toda velocidad, pero ciertamente demasiado despacio para el afán del trapecista; en el tren se reservaba un vagón entero, en el cual, el trapecista, si bien en una lastimosa sustitución, pero sustitución al fin y al cabo, hacía el viaje arriba, en las redes del equipaje, según su habitual forma de vida; en la siguiente localidad donde iba a haber representaciones, mucho antes de la llegada del trapecista, ya estaba en el teatro el trapecio, en su lugar, también estaban bien abiertas todas las puertas que conducían al escenario del teatro, todos los pasillos se mantenían libres; pero eran los momentos más bonitos de la vida del empresario, cuando el trapecista ponía el pie en la escalera de cuerda y en un instante, por fin, colgaba de nuevo de su trapecio, arriba.
A pesar de todos los viajes que ya le habían salido bien al empresario, cada nuevo viaje le era penoso, puesto que los viajes eran en todo caso, prescindiendo de todo lo demás, fatales para los nervios del trapecista.
Así viajaron de nuevo juntos, el trapecista tumbado en la red del equipaje, soñando; el empresario se recostaba en la esquina de la ventana que había enfrente y leía un libro; entonces el trapecista le habló suavemente. El empresario estuvo inmediatamente a su disposición. El trapecista dijo, mordiéndose los labios, que ahora tenía que tener para su gimnasia, en vez del trapecio que tenía hasta ahora, siempre dos trapecios; dos trapecios, uno frente al otro. El empresario estuvo inmediatamente de acuerdo. Pero el trapecista, como si quisiera demostrar que aquí la opinión del empresario carecía de importancia, como ocurriría con una negativa, dijo que nunca más y bajo ninguna circunstancia actuaría en un solo trapecio.
Ante la idea de que en verdad pudiera ocurrir alguna vez, parecía estremecerse. El empresario expresó, dudando y observando, otra vez su total acuerdo; dos trapecios son mejor que uno, además este nuevo arreglo es beneficioso, hace la producción más variada. Entonces y de repente empezó a llorar el trapecista. Profundamente asustado se levantó el empresario y preguntó lo sucedido, y al no recibir respuesta, subió al banco, le acarició y juntó su cara con la del trapecista, de tal manera que también él fue bañado por las lágrimas de éste. Pero no fue sino tras muchas preguntas y adulaciones que dijo el trapecista; «¡Sólo con esa única barra en las manos, ¿cómo puedo vivir?!» Entonces le fue ya más fácil al empresario consolar al trapecista; prometió telegrafiar inmediatamente desde la próxima estación al próximo lugar de actuación para solucionar lo del segundo trapecio; se hacía reproches por haber dejado trabajar tanto tiempo al trapecista en un solo trapecio, y le daba las gracias y le elogiaba mucho por haberle hecho ver al fin su falta. Así consiguió el empresario tranquilizar lentamente al trapecista y pudo regresar de nuevo a su esquina. Pero él mismo no se había tranquilizado; con gran preocupación observaba furtivamente por encima del libro al trapecista. "
" Hoy han bajado hasta aquí los ingenieros jefes. La Dirección ha dado seguramente alguna orden de cavar nuevas galerías, y por eso han venido los ingenieros, para hacer un replanteamiento provisional. ¡Qué jóvenes son, y sin embargo, qué diferentes ya entre sí! Se han formado en plena libertad, y ya desde jóvenes muestran con toda naturalidad caracteres claramente definidos.
Uno, de pelo negro, vivaz, lo recorre todo con la mirada.
Otro, con un cuaderno, hace croquis al pasar, mira en torno, compara, toma notas.
Un tercero, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, lo que hace que todo en él sea tenso, avanza erguido; conserva su dignidad; sólo la costumbre de morderse continuamente los labios demuestra su impaciente e irreprimible juventud.
El cuarto ofrece al tercero explicaciones que éste no le solicita; más bajo que el otro, le persigue como un demonio familiar, y con el índice siempre levantado, parece entonar una letanía sobre todo lo que ven.
El quinto, tal vez el más importante, no admite que le acompañen; a veces va delante, a veces detrás; el grupo acomoda su paso al suyo; es pálido y débil; la responsabilidad ha socavado sus ojos; a menudo, meditativo, se oprime la frente con la mano.
El sexto y el séptimo marchan un poco agobiados, con las cabezas juntas, cogidos del brazo y conversando confidencialmente; si esto no fuera evidentemente nuestra mina de carbón, y nuestro puesto de trabajo en la galería más profunda, alguien podría creer que estos señores huesudos, afeitados y narigudos son dos jóvenes clérigos. Uno se ríe casi siempre con un ronroneo de gato; el otro, riendo igualmente, dirige la conversación, y con su mano libre marca una especie de compás. ¡Qué seguros han de estar estos señores de su posición; sí, a pesar de su juventud, cuántos servicios habrán prestado ya a nuestra mina, para atreverse así, en una inspección tan importante, bajo la mirada de su jefe, a ocuparse tan abstraídamente de asuntos personales, o por lo menos de asuntos que nada tienen que ver con la tarea del momento! ¿O será tal vez posible que, a pesar de sus risas y su distracción, se den perfecta cuenta de todo? Uno no se atrevería casi a emitir un juicio definitivo sobre esta clase de señores.
Por otra parte, es en cambio indudable que el octavo está entregado a su labor con más atención que todos los demás. Todo tiene que tocarlo, que golpearlo con un martillito que saca constantemente del bolsillo, para volver a guardarlo enseguida. A menudo se arrodilla en la suciedad, a pesar de sus ropas elegantes, y golpea el piso, y luego al reanudar la marcha sigue golpeando las paredes y el techo de la galería. Una vez se ha tendido en el suelo, y ha permanecido inmóvil largo rato, hasta que pensamos que le había ocurrido alguna desgracia; pero de pronto se ha puesto de pie de un salto, con un breve encogimiento de su magro cuerpo. Simplemente, estaba haciendo una investigación. Nosotros creemos conocer nuestra mina y sus rocas, pero lo que este ingeniero investiga sin cesar de la manera descrita, nos resulta incomprensible.
El noveno empuja una especie de cochecito de bebé, donde se encuentran los aparatos de medición. Aparatos extraordinariamente costosos, envueltos en finísimo algodón. En realidad, el ordenanza debería conducir el cochecito, pero no le tienen bastante confianza, prefieren que lo lleve un ingeniero, y se ve que lo hace de buena gana. Es el más joven, probablemente, tal vez todavía no entiende bien todos los aparatos, pero su mirada no se aparta de ellos, lo que a menudo lo pone en peligro de chocar con el cochecito contra las paredes. Uno, de pelo negro, vivaz, lo recorre todo con la mirada.Otro, con un cuaderno, hace croquis al pasar, mira en torno, compara, toma notas.Un tercero, con las manos en los bolsillos de la chaqueta, lo que hace que todo en él sea tenso, avanza erguido; conserva su dignidad; sólo la costumbre de morderse continuamente los labios demuestra su impaciente e irreprimible juventud.El cuarto ofrece al tercero explicaciones que éste no le solicita; más bajo que el otro, le persigue como un demonio familiar, y con el índice siempre levantado, parece entonar una letanía sobre todo lo que ven.
El quinto, tal vez el más importante, no admite que le acompañen; a veces va delante, a veces detrás; el grupo acomoda su paso al suyo; es pálido y débil; la responsabilidad ha socavado sus ojos; a menudo, meditativo, se oprime la frente con la mano.El sexto y el séptimo marchan un poco agobiados, con las cabezas juntas, cogidos del brazo y conversando confidencialmente; si esto no fuera evidentemente nuestra mina de carbón, y nuestro puesto de trabajo en la galería más profunda, alguien podría creer que estos señores huesudos, afeitados y narigudos son dos jóvenes clérigos. Uno se ríe casi siempre con un ronroneo de gato; el otro, riendo igualmente, dirige la conversación, y con su mano libre marca una especie de compás. ¡Qué seguros han de estar estos señores de su posición; sí, a pesar de su juventud, cuántos servicios habrán prestado ya a nuestra mina, para atreverse así, en una inspección tan importante, bajo la mirada de su jefe, a ocuparse tan abstraídamente de asuntos personales, o por lo menos de asuntos que nada tienen que ver con la tarea del momento! ¿O será tal vez posible que, a pesar de sus risas y su distracción, se den perfecta cuenta de todo? Uno no se atrevería casi a emitir un juicio definitivo sobre esta clase de señores.Por otra parte, es en cambio indudable que el octavo está entregado a su labor con más atención que todos los demás. Todo tiene que tocarlo, que golpearlo con un martillito que saca constantemente del bolsillo, para volver a guardarlo enseguida. A menudo se arrodilla en la suciedad, a pesar de sus ropas elegantes, y golpea el piso, y luego al reanudar la marcha sigue golpeando las paredes y el techo de la galería. Una vez se ha tendido en el suelo, y ha permanecido inmóvil largo rato, hasta que pensamos que le había ocurrido alguna desgracia; pero de pronto se ha puesto de pie de un salto, con un breve encogimiento de su magro cuerpo. Simplemente, estaba haciendo una investigación. Nosotros creemos conocer nuestra mina y sus rocas, pero lo que este ingeniero investiga sin cesar de la manera descrita, nos resulta incomprensible.El noveno empuja una especie de cochecito de bebé, donde se encuentran los aparatos de medición. Aparatos extraordinariamente costosos, envueltos en finísimo algodón. En realidad, el ordenanza debería conducir el cochecito, pero no le tienen bastante confianza, prefieren que lo lleve un ingeniero, y se ve que lo hace de buena gana. Es el más joven, probablemente, tal vez todavía no entiende bien todos los aparatos, pero su mirada no se aparta de ellos, lo que a menudo lo pone en peligro de chocar con el cochecito contra las paredes.
Pero hay otro ingeniero que va junto al coche y que impide esos accidentes. Éste, evidentemente, conoce a fondo los aparatos, y parece ser en realidad el encargado de ellos. De vez en cuando, sin detener el cochecito, coge una parte de algún aparato, la examina, la atornilla o la desatornilla, la agita y la golpea, la acerca a su oído y escucha; y por fin, mientras el conductor del coche se detiene, coloca nuevamente el pequeño objeto casi invisible desde lejos, con gran cuidado en el vehículo. Este ingeniero es un poco imperioso, pero sólo por consideración hacia los aparatos. Cuando el coche está a diez pasos de distancia de nosotros, el ingeniero nos hace un signo con el dedo, sin decir palabra, para que nos hagamos a un lado, aun donde no hay ningún lugar para hacerse a un lado. "
La Praga de Kafka (Klaus Wagenbach)
Cuando Kafka vino hacia mí... (Hans-Gerd Koch)
Conversaciones con Kafka (Gustav Janouch)
el sitio web en español sobre Kafka
A PARTIR DE AQUÍ ES OTRA RESPONSABILIDAD
|
Kafka en el teatro[editar]
- La Metamorfosis (1959), adaptación teatral de la obra de Franz Kafka, Ediciones Teleta por Tufic Marón Rage, Jalisco.
- Milan Richter Del Ereboparaíso de Kafka (2006), drama en dos actos, traducción de Renata Bojnicanova y Salustio Alvarado (ADE-Teatro, Madrid, 2009)
- Milan Richter La segunda vida de Kafka (2007), drama en dos actos, traducción de Renata Bojnicanova y Salustio Alvarado (ADE-Teatro, Madrid, 2009)
- "H & K", obra teatral en un acto sobre el hipotético encuentro entre Kafka y Hitler. Original de Silvia Peláez. México.
- Le gorille (El gorila) (2009), obra teatral inspirada en el relato Informe para una academia (Ein Bericht für eine Akademie, 1917). Estreno mundial: Maelstöm ReEvolution festival, Bruselas, 2009. Estreno en París: Le Gorille, Le Lucernaire (théâtre Rouge) (2010) y The gorilla The Leicester Square Theatre, Londres (2010). En diciembre de 2011 se presentó en Ciudad de México El gorila y el 29 de enero de 2012 en Madrid.
"Gorila", Alejandro Jodorowsky después de Franz Kafka, el Lucernaire en París
https://lestroiscoups.fr/le-gorille-dalejandro-jodorowsky-dapres-franz-kafka-le-lucernaire-a-paris/
Kafka va al cine: Kafka en el Cine (1)
Los espectadores se quedan petrificados cuando pasa el tren.
Justo la noche que nos habíamos propuesto descansar, después de tantas fatigas nocturnas […] dimos en el bulevar con un portal lleno de bombillitas incandescentes y un pregonero no muy apasionado que digamos. Pero la inscripción que llevaba en la gorra nos atrajo con una magia superior a la que habrían podido suscitar todas sus palabras: Omnia Pathé
Una chica con uniforme militar de opereta, que lleva en la gorra la inscripción ‘Omnia’, que ahora apenas se lee bien, nos acompaña a nuestros asientos y nos vende un programa (inexacto, como es costumbre en París). Y ya estamos hechizados ante aquella pantalla temblorosa deslumbradoramente blanca. Nos golpeamos con el codo el uno al otro. ‘Oye, aquí los cines son mejores que los de casa.
Es cierto que es un juguete extraordinario, pero yo no lo resisto, tal vez porque tengo una predisposición demasiado óptica. Soy un hombre visual. En cambio, el cine impide la mirada. La fugacidad de los movimientos y el rápido cambio de imágenes nos fuerzan constantemente a echar un simple vistazo. No es la mirada la que se apodera de las imágenes, sino que son éstas las que se apoderan de la mirada. Inundan la conciencia. El cine supone ponerle un uniforme a un ojo que hasta entonces había ido desnudo.
Un campesino se presenta ante la ley pero debe atravesar una puerta, abierta de par en par, vigilada por un guardian con aspecto de bárbaro pero paciente en sus palabras. El campesino, al creer que la ley es igual para todos desea entrar, mira hacia dentro, el guardian le dice que puede entrar pero no se lo recomienda. Una vez que pase esa puerta habrá otras con otros guardias de mayor poder que él y más temibles. El campesino teme y espera por años que se le dé el permiso para entrar. Su conducta en un principio es de gritar y protestar, pero luego y a medida que envejece sólo se limita a gruñir entre dientes. Entre inútiles súplicas, interrogatorios y sobornos se da una relación entre guardian y campesino, y así pasa la vida de éste último. Finalmente el campesino pregunta al guardian, sintiendo el peso de los años, el arribo de su muerte: Si todos aspiran a entrar a la ley, ¿cómo se explica que en tantos años, nadie, fuera de mí, haya pretendido hacerlo?
Kafka en el Cine (3): El castillo
Kafka en el Cine
La imagen de cabecera pertenece al catálogo de la exposición, “Franz Kafka, 1883 -…. fotografías. 1.924 manuscritos y documentos incunables”, Academia de Bellas Artes de Berlín. De izquierda a derecha, Kafka, con Otto Brod -Riva, Italia- y el castillo de Wossek, sospechoso de tener que ver con la novela. Fuente.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
- Bibliografía· Acosta, Luis (1998). El castillo. Introducción» a su edición de Franz Kafka. Mádrid: Cátedra. pp. 7-118.· Blanchot, M. (1991). De Kafka a Kafka. México: FCE.· Brod, M. (1982). Kafka. Alianza.· Canetti, G. (1976). El otro proceso de Kafka. Muchnik.· Coetzee, J.M. (2004). «Traducir a Kafka». Costas extrañas. Debate.· Deleuze, G.; Guattari, F. (1975). Kafka. Minuit.· Derrida, J. (1984). «Ante la ley». La filosofía como institución. Granica.· Feria Jaldón, Ernesto (2000). Estudios sobre Kafka. Renacimiento.· Janouch, G. (2006). Conversaciones con Kafka, Destino.· Mann, T. (1975). «F. Kafka y El castillo». El artista y la sociedad. Guadarrama.· Ripellino, A. M. (2006). Praga mágica. Seix-Barral.· Robert, M. (1969). Kafka. Paidós.· — (1980). Acerca de Kafka, acerca de Freud. Anagrama.· — (1982). Franz Kafka o la soledad. México: FCE.· — (2006). Lo antiguo y lo nuevo: de don Quijote a Kafka. Trifaldi.· Sebald, W.G. (2005). «El país por descubrir; La ley de la vergüenza». Pútrida patria. Anagrama.· Stach, Reiner (2016). Kafka. Los primeros años. Los años de las decisiones. Los años del conocimiento. Biografía de Kafka, traducción Carlos Fortea, dos tomos. Acantilado.· Wagenbach, K. (1969). La juventud de F. Kafka. Monteávila.· — (1981). Kafka. Alianza.· — (1998). F. Kafka. Imágenes de su vida. G. Gutenberg.· — (2008). La Praga de Kafka. Quinteto.· Williams, Raymond L. (2010). A companion to Gabriel García Márquez. Boydell & Brewer.En otros idiomas· Alt, Peter-André (2005). Franz Kafka: Der ewige Sohn. Eine Biographie (en alemán). München: Verlag C.H. Beck. ISBN 978-3-406-53441-6.· Bathrick, David (1995). The Powers of Speech: The Politics of Culture in the GDR (en inglés). Lincoln: University of Nebraska Press.· Bergman, Hugo (1969). Memories of Franz Kafka in Franz Kafka Exhibition (Catalogue) (PDF) (en inglés). Library: The Jewish National and University Library.· Bloom, Harold (1994). The Western Canon: The Books and School of the Ages (en inglés). New York: Riverhead Books, Penguin Group. ISBN 978-1-57322-514-4.· — (2002). Genius: A Mosaic of One Hundred Exemplary Creative Minds (en inglés). New York: Warner Books. ISBN 978-0-446-52717-0.· — (2003). «Franz Kafka». Bloom's Major Short Story Writers (en inglés) (New York: Chelsea House Publishers). ISBN 978-0-7910-6822-9.· Bossy, Michel-André (2001). Artists, Writers, and Musicians: An Encyclopedia of People Who Changed the World (en inglés). Westport, Connecticut: Oryx Press. ISBN 978-1-57356-154-9.· Boyd, Ian R. (2004). Dogmatics Among the Ruins: German Expressionism and the Enlightenment (en inglés). Bern: Peter Lang AG. ISBN 978-3-03910-147-4.· Brod, Max (1960). Franz Kafka: A Biography (en inglés). New York: Schocken Books. ISBN 978-0-8052-0047-8.· — (1966). Über Franz Kafka (en alemán). Hamburg: S. Fischer Verlag.· Bruce, Iris (2007). Kafka and Cultural Zionism — Dates in Palestine (en inglés). Madison, Wisconsin: University of Wisconsin Press. ISBN 978-0-299-22190-4.· Classe, Olive (2000). Encyclopedia of Literary Translation into English, Vol. 1 (en inglés). Chicago: Fitzroy Dearborn Publishers. ISBN 978-1-884964-36-7.· Contijoch, Francesc Miralles (2000). Franz Kafka. Barcelona: Océano Grupo Editorial, S.A. ISBN 978-84-494-1811-2.· Corngold, Stanley (1972). Introduction to The Metamorphosis (en inglés). New York: Bantam Classics. ISBN 978-0-553-21369-0.· — (1973). The Commentator's Despair (en inglés). Port Washington, New York: Kennikat Press. ISBN 978-0-8046-9017-1.· — (2004). Lambent Traces: Franz Kafka (en inglés). Princeton, New Jersey: Princeton University Press. ISBN 978-0-691-11816-1.· —; et al. (2009). Franz Kafka: The Office Writings (en inglés). Princeton, New Jersey: Princeton University Press. ISBN 978-0-691-12680-7.· —; Wagner, Benno (2011). Franz Kafka: The Ghosts in the Machine (en inglés). Evanston, Illinois: Northwestern University Press. ISBN 978-0-8101-2769-2.· Deleuze, Gilles; Guattari, Félix (1986). Kafka: Toward a Minor Literature (Theory and History of Literature, Vol 30) (en inglés). Minneapolis: University of Minnesota Press. ISBN 978-0-8166-1515-5.· Diamant, Kathi (2003). Kafka's Last Love: The Mystery of Dora Diamant (en inglés). New York: Basic Books. ISBN 978-0-465-01551-1.· Drucker, Peter (2002). Managing in the Next Society (en inglés) (2007 edición). Oxford: Elsevier. ISBN 978-0-7506-8505-4.· Elsaesser, Thomas (2004). The Last Great American Picture Show (en inglés). Amsterdam: Amsterdam University Press. ISBN 978-90-5356-493-6.· Furst, Lillian R. (1992). Through the Lens of the Reader: Explorations of European Narrative (en inglés). SUNY Press. ISBN 978-0-7914-0808-7.· Gale Research Inc. (1979). Twentieth-Century Literary Criticism: Excerpts from Criticism of the Works of Novelists, Poets, Playwrights, Short Story Writers, & Other Creative Writers Who Died Between 1900 & 1999 (en inglés). Farmington Hills, Michigan: Gale Cengage Learning. ISBN 978-0-8103-0176-4.· Gilman, Sander (1995). Franz Kafka, the Jewish Patient (en inglés). New York: Routledge. ISBN 978-0-415-91391-1.· Gray, Richard T. (2005). A Franz Kafka Encyclopedia (en inglés). Westport, Connecticut: Greenwood Press. ISBN 978-0-313-30375-3.· Gray, Ronald (1973). Franz Kafka (en inglés). Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 978-0-521-20007-3.· Hamalian, Leo (1974). Franz Kafka: A Collection of Criticism (en inglés). New York: McGraw-Hill. ISBN 978-0-07-025702-3.· Hawes, James (2008). Why You Should Read Kafka Before You Waste Your Life (en inglés). New York: St. Martin's Press. ISBN 978-0-312-37651-2.· Janouch, Gustav (1998). Conversations avec Kafka (en francés). Paris: Maurice Nadeau. ISBN 978-2-86231-111-1.· Janouch, Gustav (1971). Conversations with Kafka (en inglés) (2 edición). New York: New Directions Books. ISBN 978-0-8112-0071-4.· Kafka, Franz (1948). The Penal Colony: Stories and Short Pieces (en inglés) (1987 edición). New York: Schocken Books. ISBN 978-0-8052-3198-4.· — (1954). Dearest Father. Stories and Other Writings (en inglés). New York: Schocken Books.
· — (1988). The Castle (en inglés). New York: Schocken Books. ISBN 978-0-8052-0872-6 .
· — (1996). The Metamorphosis and Other Stories (en inglés). New York: Barnes & Noble. ISBN 978-1-56619-969-8.· — (1998). The Trial (en inglés). New York: Schocken Books. ISBN 978-0-8052-0999-0.· — (2009). The Trial (en inglés). Oxford: Oxford University Press. ISBN 978-0-19-923829-3.· Kahn, Lothar; Hook, Donald D. (1993). Between Two Worlds: a cultural history of German-Jewish writers (en inglés). Ames, Iowa: Iowa State University Press. ISBN 978-0-8138-1233-5.· Karl, Frederick R. (1991). Franz Kafka: Representative Man (en inglés). Boston: Ticknor & Fields. ISBN 978-0-395-56143-0.· Koelb, Clayton (2010). Kafka: A Guide for the Perplexed (en inglés). Chippenham, Wiltshire: Continuum International Publishing Group. ISBN 978-0-8264-9579-2.· Krolop, Kurt (1994). Kafka und Prag (en alemán). Prague: Goethe-Institut. ISBN 978-3-11-014062-0.· Mann, Thomas; Heller, E. (1981). Thomas Mann: The ironic German (en inglés). Cambridge: Cambridge University Press Archive. ISBN 978-0-521-23546-4.· Miller, Alice (1984). Thou Shalt Not Be Aware:Society's Betrayal of the Child (en inglés). New York: Farrar, Straus, Giroux. ISBN 978-0-9567982-1-3.· Murray, Nicholas (2004). Kafka (en inglés). New Haven, Connecticut: Yale University Press. ISBN 978-0-300-10631-2.· Newmark, Peter (1991). About Translation (en inglés). Wiltshire, England: Cromwell Press. ISBN 978-1-85359-117-4.· Northey, Anthony (1997). Mišpoche Franze Kafky (en checo). Prague: Nakladatelství Primus. ISBN 978-80-85625-45-5.· O'Neill, Patrick M. (2004). Great World Writers: Twentieth Century (en inglés). Tarrytown, New York: Marshal Cavendish. ISBN 978-0-7614-7477-7.· Pawel, Ernst (1985). The Nightmare of Reason: A Life of Franz Kafka (en inglés). New York: Vintage Books. ISBN 978-0-374-52335-0.· Preece, Julian (2001). The Cambridge Companion to Kafka (en inglés). Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 978-0-521-66391-5.· Rothkirchen, Livia (2005). The Jews of Bohemia and Moravia: facing the Holocaust (en inglés). Lincoln, Nebraska: University of Nebraska Press. ISBN 978-0-8032-3952-4.· Silverman, Al, ed. (1986). The Book of the Month: Sixty Years of Books in American Life (en inglés). Boston: Little, Brown. ISBN 0-316-10119-2.· Singer, Isaac Bashevis (1970). A Friend of Kafka, and Other Stories (en inglés). New York: Farrar, Straus and Giroux. ISBN 978-0-374-15880-4.· Sokel, Walter H. (2001). The Myth of Power and the Self: Essays on Franz Kafka (en inglés). Detroit: Wayne State University Press. ISBN 978-0-8143-2608-4.· Spector, Scott (2000). Prague Territories: National Conflict and Cultural Innovation in Franz Kafka's Fin de Siècle (en inglés). Berkeley: University of California Press. ISBN 978-0-520-23692-9.· Stach, Reiner (2005). Kafka: The Decisive Years (en inglés). New York: Harcourt (edición en español en Acantilado, 2016). ISBN 978-0-15-100752-3.· Sussman, Henry (1979). Franz Kafka: Geometrician of Metaphor (en inglés). Madison, Wisconsin: Coda Press. ISBN 978-0-930956-02-8.· Ziolkowski, Theodore (2003). The Mirror of Justice: Literary Reflections of Legal Crisis (en inglés). Princeton, New Jersey: Princeton University Press. ISBN 978-0-691-11470-5 .Publicaciones
· Banakar, Reza (otoño de 2010). «In Search of Heimat: A Note on Franz Kafka's Concept of Law». Law and Literature (Berkeley, California) 22 (2). doi:10.2139/ssrn.1574870.· Butler, Judith (3 de marzo de 2011). «Who Owns Kafka». London Review of Books (London) 33 (5). Consultado el 1 de agosto de 2012.· Corngold, Stanley (otoño de 2011). «Kafkas Spätstil/Kafka's Late Style: Introduction». Monatshefte (Madison, Wisconsin) 103 (3): 339. doi:10.1353/mon.2011.0069.· Dembo, Arinn (junio de 1996). «Twilight of the Cockroaches: Bad Mojo Evokes Kafka So Well It'll Turn Your Stomach». Computer Gaming World (New York) (143).· Durantaye, Leland de la. «Kafka's Reality and Nabokov's Fantasy: On Dwarves, Saints, Beetles, Symbolism and Genius» (PDF). Comparative Literature 59 (4): 315. doi:10.1215/-59-4-315. Archivado desde el original el 29 de noviembre de 2015. Parámetro desconocido |fechaaño= ignorado (ayuda)· Fichter, Manfred M. (mayo de 1987). «The Anorexia Nervosa of Franz Kafka». International Journal of Eating Disorders (Washington, D.C.: American Psychological Association) 6 (3): 367. doi:10.1002/1098-108X(198705)6:3<367::AID-EAT2260060306>3.0.CO;2-W.· Fichter, Manfred M. (julio de 1988). «Franz Kafka's anorexia nervosa». Fortschritte der Neurologie-Psychiatrie (en alemán) (Múnich: Psychiatrische Klinik der Universität München) 56 (7): 231-8. PMID 3061914. doi:10.1055/s-2007-1001787. Consultado el 1 de agosto de 2012.·
Fort, Jeff (marzo de 2006). «The Man Who Could Not Disappear». The Believer. Consultado el 7 de agosto de 2012.· Glen, Patrick J. (2007). «The Deconstruction and Reification of Law in Franz Kafka's Before the Law and The Trial» (PDF). Southern California Interdisciplinary Law Journal(Los Angeles: University of Southern California) 17 (23). Consultado el 3 de agosto de 2012.· Glen, Patrick J. (2011). «Franz Kafka, Lawrence Joseph, and the Possibilities of Jurisprudential Literature» (PDF). Southern California Interdisciplinary Law Journal (Los Angeles: University of Southern California) 21 (47). Consultado el 21 de septiembre de 2012.· Horton, Scott (19 de agosto de 2008). «In Pursuit of Kafka's Porn Cache: Six questions for James Hawes». Harper's Magazine. Consultado el 3 de agosto de 2012.· Kavanagh, Thomas M. (primavera de 1972). «Kafka's "The Trial": The Semiotics of the Absurd». NOVEL: A Forum on Fiction (Durham, North Carolina: Duke University Press) 5(3). JSTOR 1345282. doi:10.2307/1345282.· Kempf, Franz R. (verano de 2005). «Franz Kafkas Sprachen: "... in einem Stockwerk des innern babylonischen Turmes..."». Shofar: an Interdisciplinary Journal of Jewish Studies(West Lafayette, Indiana: Purdue University Press) 23 (4): 159. doi:10.1353/sho.2005.0155.· Keren, Michael (1993). «The "Prague Circle" and the Challenge of Nationalism». History of European Ideas (Oxford: Pergamon Press) 16 (1-3): 3. doi:10.1016/S0191-6599(05)80096-8.· Leiter, Louis H. (1958). «A Problem in Analysis: Franz Kafka's 'A Country Doctor'». The Journal of Aesthetics and Art Criticism (Philadelphia: American Society for Aesthetics) 16(3). doi:10.2307/427381.· Luke, F. D. (abril de 1951). «Kafka's "Die Verwandlung"». The Modern Language Review (Cambridge) 46 (2). JSTOR 3718565. doi:10.2307/3718565.· McElroy, Bernard (verano de 1985). «The Art of Projective Thinking: Franz Kafka and the Paranoid Vision». Modern Fiction Studies (Cambridge) 31 (2): 217. doi:10.1353/mfs.0.0042.· Panichas, George A. (verano/otoño de 2004). «Kafka's Afflicted Vision: A Literary-Theological Critique». Humanitas (Bowie, Maryland: National Humanities Institute) 17 (1-2).· Pérez-Álvarez, Marino (2003). «The Schizoid Personality of Our Time». International Journal of Psychology and Psychological Therapy (Almería, Spain) 3 (2).· Sayer, Derek (1996). «The Language of Nationality and the Nationality of Language: Prague 1780-1920 – Czech Republic History». Past and Present (Oxford) 153 (1): 164. OCLC 394557. doi:10.1093/past/153.1.164.· Steinhauer, Harry (otoño de 1983). «Franz Kafka: A World Built on a Lie». The Antioch Review (Yellow Springs, Ohio) 41 (4): 390. JSTOR 4611280. doi:10.2307/4611280.· Updike, John (24 de enero de 2005). «Subconscious Tunnels: Haruki Murakami's dreamlike new novel». The New Yorker. Consultado el 22 de septiembre de 2012.Noticias· Adler, Jeremy (13 de octubre de 1995). «Stepping into Kafka's Head». New York Times Literary Supplement. Consultado el 4 de agosto de 2012. (requiere suscripción).· Banville, John (14 de enero de 2011). «Franz Kafka's other trial / An allegory of the fallen man's predicament, or an expression of guilt at a tormented love affair?». The Guardian. Consultado el 1 de agosto de 2012.· Batuman, Elif (22 de septiembre de 2010). «Kafka's Last Trial». The New York Times. Consultado el 3 de agosto de 2012.· Buehrer, Jack (9 de marzo de 2011). «Battle for Kafka legacy drags on». The Prague Post. Consultado el 29 de agosto de 2012.· Burrows, William (22 de diciembre de 2011). «Winter read: The Castle by Franz Kafka». The Guardian. Consultado el 27 de agosto de 2012.· Connolly, Kate (14 de agosto de 2008). «Porn claims outrage German Kafka scholars». The Guardian. Consultado el 3 de agosto de 2012.· Glass, Philip (10 de junio de 2001). «Adapting the Horrors Of a Kafka Story To Suit Glass's Music». The Los Angeles Times. Consultado el 17 de junio de 2013.· Kakutani, Michiko (2 de abril de 1988). «Books of the Times; Kafka's Kafkaesque Love Letters». The New York Times. Consultado el 8 de agosto de 2012.· Kenley-Letts, Ruth (1993). «Franz Kafka's "It's a Wonderful Life" (1993)». The New York Times. Consultado el 4 de agosto de 2012.· Kirsch, Adam (2 de enero de 2009). «America, 'Amerika'». The New York Times. Consultado el 25 de septiembre de 2012.· Lerman, Antony (22 de julio de 2010). «The Kafka legacy: who owns Jewish heritage?». The Guardian. Consultado el 29 de agosto de 2012.· McCarthy, Rory (24 de octubre de 2009). «Israel's National Library adds a final twist to Franz Kafka's Trial». The Guardian. Consultado el 3 de agosto de 2012.· McLellan, Dennis (15 de enero de 2009). «Patrick McGoohan dies at 80; TV's 'Secret Agent' and 'Prisoner'». The Los Angeles Times. Consultado el 17 de junio de 2013.· Metcalfe, Anna (5 de diciembre de 2009). «Small Talk: José Saramago». Financial Times. Consultado el 1 de agosto de 2012. (requiere suscripción).· O'Connor, John J. (4 de junio de 1987). «McGoohan a Spy on 31». New York Times. Consultado el 16 de junio de 2013.· Palmer, R. Barton (2004). Joel and Ethan Coen. Urbana, Illinois: University of Illinois Press. ISBN 0-252-07185-9.· Rudoren, Jodi; Noveck, Myra (14 de octubre de 2012). «Woman Must Relinquish Kafka Papers, Judge Says». The New York Times. Consultado el 15 de octubre de 2012.· «Lawyers Open Cache of Unpublished Kafka Manuscripts». The Guardian. 19 de julio de 2010. Consultado el 28 de septiembre de 2012.· Coker, Rachel (4 de enero de 2012). «Kafka expert links teaching, research». State University of New York — Binghamton. Consultado el 30 de agosto de 2012.· Ernst, Nathan (2010). «The Judgement». The Modernismm Lab. Yale University. Consultado el 9 de octubre de 2012.· Frenkel, Sheera (30 de mayo de 2012). «Kafka's Final Absurdist Tale Plays Out In Tel Aviv». National Public Radio. Consultado el 28 de septiembre de 2012.· Ghosh, Pothik (13 de marzo de 2009). «A Note on Kafka and the Question of Revolutionary Subjectivity». Hindu College – Delhi University via Radical Notes. Archivado desde el original el 29 de noviembre de 2015. Consultado el 6 de agosto de 2012.· Horstkotte, Silke (2009). «Kunst und Künstlerverständnis in Kafkas "Josefine, die Sängering oder Das Volk der Mäuse"» (en alemán). University of Leipzig. Consultado el 31 de agosto de 2012.·
Kafka, Franz (2012). «Franz Kafka Letter to his Father». Kafka-Franz. Archivado desde el original el 13 de julio de 2011. Consultado el 3 de agosto de 2012.· Keynes, Laura (agosto de 2005). «Kafka's Dick». Times Literary Supplement. Consultado el 4 de agosto de 2012.· Köhler, Manfred (2012). «Franz Kafka und Felice Bauer» (en alemán). Protemion. Consultado el 6 de agosto de 2012.· Kreis, Steven (28 de febrero de 2006). «Franz Kafka, 1883-1924». History Guide. Consultado el 5 de agosto de 2012.· McGee, Kyle. «Fear and Trembling in the Penal Colony». Kafka Project. Consultado el 26 de abril de 2013.· Milner, Cahterine (27 de agosto de 2005). html «If Kafka made the dinner ...». The Telegraph. Consultado el 25 de agosto de 2012.· Miron, Dan (24 de noviembre de 2008). «Sadness in Palestine». Haaretz. Consultado el 1 de agosto de 2012.· Ozorio, Anne (18 de noviembre de 2010). «György Kurtág — Kafka Fragments, London». Opera Today. Consultado el 4 de agosto de 2012.· Prinsky, Norman (2002). «Humn. 2002: World Humanities II. Notes and Questions on Franz Kafka's "The Metamorphosis" / "The Transformation"». Augusta State University. Archivado desde el original el 29 de noviembre de 2015. Consultado el 2 de septiembre de 2012.· Rahn, Josh (2011). «Existentialism». Online Literature. Consultado el 5 de agosto de 2012.· Rastalsky, Hartmut M. (1997). «The Referential Kafka». University of Michigan. Consultado el 22 de agosto de 2012.· Samuelson, Arthur. «A Kafka for the 21st Century». Jewish Heritage. Consultado el 2 de agosto de 2012.· Seubert, Harald. «Bauer, Felice» (en alemán). Kulturportal-west-ost.eu. Consultado el 2 de agosto de 2012. «Knochiges leeres Gesicht, das seine Leere offen trug. Freier Hals. Überworfene Bluse ... Fast zerbrochene Nase. Blondes, etwas steifes, reizloses Haar, starkes Kinn.»·
Stone, Peter H. «Gabriel Garcia Marquez, The Art of Fiction No. 69». The Paris Review. Consultado el 4 de agosto de 2012.· «Allegory». The Guardian. 1930. Consultado el 22 de agosto de 2012.· «Disappearing Act». American Repertory Theatre. 2005. Archivado desde el original el 25 de julio de 2011. Consultado el 3 de agosto de 2012.· «Drama on BBC Radio 3, Kafka the Musical». BBC. 2012. Consultado el 1 de agosto de 2012.· «Franz Kafka» (en checo). The Research Library of South Bohemia in České Budějovice. 2011. Consultado el 3 de octubre de 2012.· «Franz Kafka – Articles». European Graduate School. 2012. Archivado desde el original el 29 de noviembre de 2015. Consultado el 22 de agosto de 2012.· «Franz Kafka – Biography». European Graduate School. 2012. Archivado desde el original el 29 de noviembre de 2015. Consultado el 7 de agosto de 2012.· «Franz Kafka and libertarian socialism». Libertarian-Socialism. 14 de diciembre de 2008. Consultado el 3 de agosto de 2012.· «Franz Kafka Museum». Franz Kafka Museum. 2005. Consultado el 7 de agosto de 2012.· «The Franz Kafka Prize». Franz Kafka Society. 2011. Consultado el 1 de agosto de 2012.· «Franz Kafka: Tagebücher 1910-1923 – Kapitel 5». Der Spiegel (en alemán). Project Gutenberg — Spiegel Online. 21 de junio de 1913. Consultado el 29 de agosto de 2012. «Die ungeheure Welt, die ich im Kopfe habe. Aber wie mich befreien und sie befreien, ohne zu zerreißen. Und tausendmal lieber zerreißen, als in mir sie zurückhalten oder begraben. Dazu bin ich ja hier, das ist mir ganz klar.»· «Franz Kafka Writing». Kafka-Franz. 2011. Archivado desde el original el 20 de diciembre de 2010. Consultado el 1 de agosto de 2012.· «Franz Kafka: writing of the system's despair and alienation». Socialist Worker Online. 17 de marzo de 2007. Consultado el 6 de agosto de 2012.· «Faksimiles der Kafka-Drucke zu Lebzeiten (Zeitschriften und Zeitungen)» (en alemán). ITK Institute für Textkritik. 2008. Consultado el 28 de agosto de 2012.· «Grete Bloch» (en alemán). S. Fischer Verlag. Consultado el 24 de agosto de 2012.· «Kafka». New York State Writer's Institute. State University of New York. Consultado el 4 de agosto de 2012.· «Lothar Hempel». Atlegerhardsen. 2002. Archivado desde el original el 17 de julio de 2011. Consultado el 2 de agosto de 2012.· «Musils "Mann ohne Eigenschaften" ist "wichtigster Roman des Jahrhunderts"» (en alemán). LiteraturHaus. 1999. Archivado desde el original el 21 de febrero de 2009. Consultado el 22 de agosto de 2012.·
«Orson Welles on The Trial (BBC interview)». Welles Net. 1962. Consultado el 22 de septiembre de 2012.· «Oxford Kafka Research Centre». University of Oxford. 2012. Consultado el 8 de octubre de 2012.· «Poul Ruders Biography – 06/2005». Poul Ruders. junio de 2005. Archivado desde el original el 29 de noviembre de 2015. Consultado el 4 de agosto de 2012.· «Solving a Literary Mystery». Kafka Project, San Diego State University. 2012. Consultado el 25 de agosto de 2012.· «Sound Interpretations — Dedication To Franz Kafka». HAZE Netlabel. 2012. Consultado el 4 de octubre de 2012.· «Who is citizen? Guide to Czech citizenship in 1918 - 1949». Embassy of the Czech Republic in Tel Aviv. 25 de octubre de 2012. Consultado el 17 de junio de 2013.
Bueno, lo odiaba. Era aburrido, los turnos eran demasiado largos y, peor aún, le dejaba poco tiempo o energía para escribir. También esperaba, cuando solicitó el trabajo, una asignación en el extranjero en Trieste (incluso había comenzado a estudiar italiano), pero aunque la empresa planeaba enviarlo allí eventualmente, la transferencia no se produjo de inmediato, lo que resultó ser una decepción. .
“Ahora mi vida está en completo desorden”, le escribió a Hedwig Weiler el 8 de octubre, después de apenas una semana de trabajo. “Es cierto, tengo un trabajo con un salario minúsculo de 80 coronas y 8 o 9 horas de trabajo interminables, pero devoro las horas fuera de la oficina como una fiera. . . . Alimento la esperanza de sentarme algún día en sillas en países lejanos, mirar por las ventanas de las oficinas los campos de caña de azúcar o los cementerios musulmanes, y el ramo de seguros me interesa mucho, aunque por el momento mi trabajo sea triste”.
Renunció menos de un año después, el 31 de julio de 1908, alegando motivos de salud. (“Expresamos nuestro asombro que el estado de salud del susodicho, quien luego del cuidadoso examen médico realizado en octubre del año pasado fue recomendado como absolutamente apto, sea al cabo de tan poco tiempo tan malo que deba seguir su inmediata renuncia. " , se lee en una carta de la empresa en el expediente de Kafka.)
Pero Kafka no abandonó definitivamente sus trabajos de tiempo completo ni el negocio de los seguros: pronto encontró trabajo en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajadores del Reino de Bohemia, donde permaneció durante catorce años. Según el Museo Kafka, no era “un funcionario sufrido, deprimido por su trabajo en la oficina, que no disfrutaba del trabajo o incluso lo encontraba detestable”.
Al contrario, fue un funcionario modelo, preciso y eficiente, que ascendió con éxito en su carrera profesional. Sus objeciones a su trabajo en la oficina eran bastante diferentes y más profundas. En la "doble vida" entre la oficina y la escritura que se vio obligado a llevar, el empleo representó un obstáculo difícil de superar para el trabajo de su vida como escritor. Esta contradicción era tanto más conmovedora cuanto que el estilo austriaco de burocracia representaba estabilidad en su vida, mientras que la escritura nunca dejó de ser para él una fuente constante de inseguridad.
Lo mismo, Franz. Mismo.
Ensayo de Andreas Kilcher, traducido por Kurt Beals. Adaptado de Franz Kafka: Los dibujos, editado por Andreas Kilcher con Pavel Schmidt; con ensayos de Judith Butler y Andreas Kilcher; traducido por Kurt Beals. Publicado por Yale University Press en mayo de 2022. Reproducido con permiso.
El Museo Franz Kafka
Su investigación literaria está realmente establecida cuando Lea Veinstein decide, con un repentino sentido de sí mismo, hacer el viaje por Israel, aprovechando toune « ventana » abierta por un momento de respiro, en el momento del brote de COVID-19. Luego penetra en los arcanos de la historia de la ''rocambolesca adecuada de estos manuscritos, sobre los cuales se han llevado a cabo varias pruebas para determinar qué podría llamar su estado, o, en cualquier caso, la institución es probable que los aloje.. Estos manuscritos « apátridas » se guardan hoy en día en la Biblioteca Nacional de Jerusalén, y es ahí donde el ahr va con una emoción muy especial, que nos hace compartir al mismo tiempo que las preguntas sin respuesta, necesariamente repetidas, sobre el destino de estos textos que a su autor le hubiera gustado ver quemados.
Descubre la nueva serie dramática limitada sobre el misterios, los escándalos y la imaginación inimitable del legendario autor Franz Kafka, cuyas obras — incluyendo The Metamorphosis y The Trial — aún impactan la cultura global hasta el día de hoy, 100 años después.
Kafka, ese ilustre desconocido
CENTENARIO DE LA MUERTE DEL ANARQUISTA FRANZ KAFKA
El 3 de junio de 1924, con solo 40 años, murió de tuberculosis uno de los más influyentes autores del siglo XX: el checo Franz Kafka, reconocido popularmente por denunciar deformaciones sociales tales como la desbordante burocracia, los laberintos legales y la indefensión individual; habiendo sido el término kafkiano incorporado a nuestra cultura como sinónimo de lo absurdo-siniestro.
Debido a negarse a publicar sus novelas (que dejó inconclusas), hasta mucho después de su muerte no se conoció su gran producción literaria. Cuando se le descubrió en Francia, tras la liberación del nazismo, los comunistas lo consideraron decadente. Prohibido por los soviéticos, hasta en su natal Checoslovaquia fue marginado.
Los estudios consagrados a Kafka y su obra son tantos que forman un género literario. La mayoría se centra en su simbolismo y atmósfera de pesadilla surrealista, percibiendo cierta esencia teológica como expresión de una culpabilidad metafísica. Suele emparentarse con el expresionismo y que prefigura el existencialismo con un sentido enigmático. Para Sartre, “el universo de Kafka es a la vez fantástico y rigurosamente verdadero”, lo que le aporta una “inquietante extrañeza” al mostrar una realidad que no es cotidiana.
Pero también aumentan los investigadores que sitúan su posición vital y literaria dentro del anarquismo, como sucede con el editor alemán Wagenbach (quien en 1958 indagó en el anarquismo praguense previo a la guerra de 1914-18), el periodista judeo-neoyorquino Levi (1967), el sociólogo ecosocialista Löwy (1988) y el editor griego Despiniadis (2007). Y aportan argumentos de peso: episodios de su biografía y contenido de sus textos. A continuación los rastrearemos, por si es históricamente defendible un Kafka anarquista.
Inconformismo juvenil
Durante su juventud, Kafka participó frecuentemente en las reuniones de los anarquistas checos. Ya a los 15 años, se había hecho socialista y simpatizaba con los objetivos de la Escuela Libre o Moderna. Invitado a participar en octubre de 1909 en una manifestación contra la ejecución del fundador de este movimiento de educación libertaria, el anarquista español Francisco Ferrer, “acudió, pero la reunión fue disuelta por la policía”.
A partir de entonces se intensificó su relación con el anarquista praguense Michal Mares, asistiendo a conferencias sobre Malthus y el amor libre. La familia Kafka conservaba un recorte de periódico que informaba que el 10 de octubre de 1910 “la fuerza pública ha disuelto la organización juvenil anarquista Klub Mladych —Club de los Jóvenes— por efectuar propaganda de ideas antimilitaristas y otras ideas subversivas”. Kafka había participado frecuentemente en las reuniones de este club (de tendencias pacifistas y anticlericales) así como a las de “la asociación política Vilem Körber (que atacaba la opresión política y económica de los trabajadores) y de la asociación sindical Movimiento Anarquista Checo. En esas veladas conoció a la vanguardia de los escritores checos, entre los cuales figuraba Jaroslav Hasek, que sería el autor de las corrosivas aventuras del Soldado Schweik, cuyas burlas políticas, como la fundación del Partido del Progreso Moderado en el Marco de la Ley, Kafka festejaba especialmente. Aunque en estas reuniones solía permanecer como callado observador, a veces llegaba a desencajarse de risa.
Se sabe que en 1911 participó en la conmemoración de la Comuna de París y en una asamblea contra la guerra; y en 1912 en una manifestación contra la ejecución en París del anarquista Liabeuf, acto que fue violentamente reprimido por la policía, que arrestó a muchos manifestantes, entre ellos al mismo Kafka. En la comisaría, le fue dado a elegir entre pagar una multa de un florín o pasar veinticuatro horas en prisión: Kafka prefirió pagar la multa.
De su conocimiento de autores anarquistas hay constancia en su diario, donde menciona a Bakunin, junto con la frase “¡No olvidar a Kropotkin!”. Entre sus lecturas también se encontraban biografías de revolucionarios pacifistas y socialistas. Por entonces, convertido en “doctorado con apariencia infantil”, también se dedicó a propagar el vegetarianismo, la gimnasia y la terapia naturista, y fue atraído por el nudismo. Siempre viajaba en tercera clase, y era muy generoso: “Su dinero lo reparte entre sus colegas pobres, pues no le hace falta mucho para sus necesidades”, según su amigo Max Brod, quien admiraba su rasgo de “compasión de la humanidad”.
Las inquietudes sociales de Kafka llegaron a ser tan radicales que en la primavera de 1918, influido por la triunfante revolución soviética rusa, redacta el programa de una “Comunidad de obreros carentes de bienes”, donde se aboliría el dinero y la propiedad privada, todos tendrían que trabajar (un máximo de seis horas diarias; para las labores físicas, de cuatro a cinco horas) y se viviría con gran moderación, siguiendo las decisiones del Consejo Obrero. Conversaciones con su amigo Gustav Janouch hacia 1920 (publicadas en 1952), muestran la persistencia adulta de sus juveniles inclinaciones anarquistas.
Posiciones vitales
Tras licenciarse en derecho con 23 años, desempeñó durante un año la asistencia jurídica en el tribunal penal de Praga, lo que le permitiría conocer desde dentro los engranajes judiciales. Doctorado en leyes, aceptó un empleo de oficinista en una compañía de seguros italiana. Tras un año de aburrimiento burocrático, opositó y obtuvo el puesto de funcionario en la paraestatal Compañía de Seguros de Accidentes de Trabajo del Reino de Bohemia, en la que permaneció hasta jubilarse por enfermedad pulmonar en 1922. Parte de sus atribuciones tenían que ver con demandas por daños físicos que los trabajadores pedían considerar “enfermedad laboral”, lo que rechazaban las empresas. Odiaba trabajar en un “nido de oscuros burócratas” y no podía soportar el sufrimiento de los obreros mutilados y de sus desgraciadas viudas, introducidos en el laberinto jurídico-burocrático de la Caja de Seguros Obreros. A Max Brod le dijo: “Qué modestos son los hombres. Vienen a pedirnos algo, en lugar de destruirlo todo”. Reconocía sentir las “delicias de ser un desclasado”, y amar al individuo, “a la comunidad no tanto; soy asocial hasta la locura”.
Mensajes literarios
Para Löwy, es en su forma social y política de criticar la realidad existente como se manifiesta el punto de vista anarquista, en particular en sus brillantes novelas El Proceso (1914-15) y El Castillo (1922-24), impregnadas de antiautoritarismo (de origen libertario).
Asumiendo que era un jurista con bastante experiencia en los tribunales, durante la Primera Guerra Mundial, en total soledad y al límite de su energía, denunciar la corrupción de los tribunales de su tiempo en la novela El Proceso va a constituir su lucha por la supervivencia. K. su protagonista, “en representación de otros muchos, luchaba contra la corrupción de la justicia, pero sin la solidaridad de los demás”, rehusando someterse. La pregunta clave de esta enigmática novela puede ser: “¿De quién emana la justicia?”, a la que se respondería que “de un jerárquico sistema judicial corrupto con su infinita jerarquía de funcionarios, tan repugnante en su interior como en el exterior, sin que los abogados pretendan mejorar tal sistema”. Algo recuerda al lawfare tan de actualidad en muchos países…
La redacción de El proceso la alternaba con cuentos cortos, entre los cuales hay uno muy emparentado: En la colonia penitenciaria, ácido alegato contra el colonialismo, la pena de muerte y las deformaciones de la justicia.
En cuanto a El Castillo, más que como símbolo podemos entenderlo en su materialidad: sería la sede de un poder terrestre y humano, que se presenta como arrogante, inaccesible, lejano y arbitrario, y que gobierna a la aldea por medio de un enjambre de burócratas de comportamiento grosero, inexplicable y desprovisto de sentido. Se le puede atribuir una dimensión crítica de la autoridad estatal jerarquizada (jurídica y administrativa) de inspiración claramente anarquista.
¿Validez actual?
¿Aporta algo su obra en nuestra angustiada sociedad ciberindustrial e hipercomunicada, con su desigual reparto de bienes a cargo de fuerzas fragmentadas y globalizadas al mismo tiempo, que participan de una estructura de poder ubicua, anónima, formalmente democrática por su camuflaje electoral, e inamovible? Y quizás lo peor, interiorizada por los ciudadanos de una jerárquica y pasiva sociedad del espectáculo y el despilfarro, donde aparentemente triunfa la tecnofelicidad, cobijadas las instituciones estatales y empresariales bajo la densa sombra del hipnótico poder mediático y el ocio programado.
Quizá si la interpretamos como reflejo y denuncia de una sociedad acechada por el autoritarismo, donde se afianza el control y capacidad coercitiva de los poderes fácticos, ante los que se debe luchar, sería una válida propuesta de rebeldía social y vital.
Demetrio E. Brisset
El proceso de Kafka
Edición 123
¿Cómo juzgaban sus contemporáneos a Franz Kafka cuando aún no era Kafka? Esta reseña, publicada en 1926, ofrece no pocas luces al respecto.
POR KURT TUCHOLSKY
Agarro El proceso de Kafka (publicado por la editorial Die Schmiede en Berlín), el más inquietante y poderoso libro de los últimos años, y no puedo explicarme bien los motivos de mi conmoción. ¿Quién habla aquí? ¿Qué es todo esto?
“Primer capítulo. Arresto. Conversación con Frau Grubach. Luego con Fräulein Bürstner. Alguien tenía que haber calumniado a Josef K., pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo”. Así comienza. Se trata de un empleado de banco y de los dos mensajeros del juzgado que entran por la mañana en su habitación con la intención de detenerlo. Pero no lo detienen: al lado de una mesa de noche, el “supervisor” lo interroga, y luego simplemente lo deja marcharse. “Por favor, usted está libre”… El proceso flota.
Todos los que tomamos un libro en las manos sabemos a más tardar después de veinte o treinta páginas qué debemos esperar del autor, de qué se trata, cómo avanza, si dice las cosas en serio o no; sabemos, al menos a grandes rasgos, cómo hemos de maniobrar con el libro. Pero aquí no sabes absolutamente nada. Aquí andas a tientas en la oscuridad. ¿Qué es esto? ¿Quién habla?
El proceso flota en el aire, pero jamás nos dicen qué clase de proceso es. Claramente, el hombre ha sido acusado por un delito, pero jamás se nos dice por qué delito. No se trata de un tribunal terrenal, ¿pero entonces qué tipo de tribunal es? ¿Uno, por el amor de Dios, alegórico? El autor narra con calma imperturbable, y pronto me doy cuenta de que no se trata de una alegoría. Interpreto, sigo interpretando, pero no puedo llegar al final de la interpretación. No: no logro llegar al final.
Josef K. es citado a un interrogatorio. Va. El interrogatorio tiene lugar, bajo extrañas circunstancias, en un quinto piso de un barrio a las afueras. Uno lee y no sabe nada.
Y sin uno notarlo, la idea se va imponiendo, contagia al lector, y de repente ya no hay nada freudiano, y las palabras cultas, los extranjerismos grandilocuentes no ayudan en absoluto.
Resulta que Josef K. se ha extraviado al interior de una maquinaria gigantesca, en la subsistente, disciplinada y bien aceitada maquinaria del tribunal. K. descuida su trabajo en el banco, consulta con abogados, asiste a los interrogatorios aunque se ha jurado a sí mismo no asistir, se queja del comportamiento de los empleados del juzgado en su casa. Lentamente se filtra la información de que tiene “un proceso”, parece que todo el mundo está al tanto, o al menos muchos, y que se trata de algo legítimo. Así, hasta que el proceso lo pilla en el banco.
“Cuando K, una de las noches siguientes, atravesó el pasillo que separaba su oficina de las escaleras –esta vez era uno de los últimos en irse a casa, solamente en el departamento de expedición quedaban dos empleados en el pequeño radio luminoso de una bombilla–, oyó detrás de una puerta, que siempre había creído que daba a un trastero aunque nunca lo había constatado con sus propios ojos, una serie de quejidos”. Abre la puerta. Ve a un hombre de pie, vestido con un traje de cuero oscuro, y frente a él a los dos empleados del juzgado. “¿Qué hacen aquí?”, les pregunta. “¡Señor! Nos van a azotar porque usted se quejó de nosotros ante el juez”. ¿En el banco? ¿En este banco tan real? K. negocia con ellos, intenta tranquilizar al azotador; sus quejas, dice, no eran para tanto… Pero los empleados tienen que desnudarse, de repente ya tienen el tronco desnudo, el látigo azota. Entonces K. cierra la puerta de un golpe. El grito del azotado es ahogado abruptamente.
Al día siguiente pasa con timidez frente a la puerta que oculta su secreto frente al banco. Abre como si fuera una costumbre de siempre. “Quedó desconcertado con la inesperada escena que se mostró ante sus ojos. Todo estaba exactamente igual que la noche anterior. Los formularios y los frascos de tinta se acumulaban detrás del umbral; el azotador con el látigo; los empleados, completamente vestidos; la vela sobre el estante. Los empleados comenzaron a quejarse y gritaron: ¡Señor! K. Cerró la puerta de inmediato”.
Ofrezco esta prueba para mostrar la siniestra mezcla de la más aguda realidad con lo sobrenatural, de igual modo que el azotador, vestido en cuero negro, como si lo hubieran extraído de una fotografía masoquista, esgrime el látigo junto a los funcionarios.Y K. cierra la puerta. No: él “la golpeó con los puños, como si solo así pudiera quedar cerrada del todo”. El proceso flota.
El proceso necesita un abogado. K. encuentra uno, pero en este punto el libro prácticamente ha abandonado el planeta Tierra. En el despacho del abogado se encuentra un compañero de sufrimientos, un hombrecillo, quejumbroso, torturado, y arriba y abajo hay abogados, y lo más terrorífico es que nadie puede ver la punta de esta pirámide; nadie, al parecer, ha penetrado alguna vez esas alturas…
¿Es entonces una sátira de la justicia? Nada de eso.
Así como En la colonia penitenciaria no es una sátira militar ni La metamorfosis una sátira de la burguesía. Son creaciones independientes, que jamás podrán ser interpretadas por completo.
El fiel amigo Max Brod, quien ha escrito un precioso epílogo para el libro y a cuyos incansables esfuerzos hemos de agradecer la publicación de este tesoro y de casi todos los libros de Kafka, nos cuenta que El proceso es solamente un fragmento. Uno lo nota, y a este respecto creo ser de otra opinión que Brod. Por primera vez me parece que el magnífico prosista que es Kafka no es del todo equilibrado, sobre todo en el grandioso capítulo final, donde la última parte se me antoja algo precipitada, si bien se trata en sí de una obra maestra. Le pedí a Max Brod que me diera a conocer su opinión sobre El proceso. Aquí está:
“El proceso que se lleva a cabo en la obra es el eterno proceso que un hombre sensible debe llevar a cabo con su propia conciencia. El héroe K. se halla frente a su juez interno. El fantasmagórico procedimiento tiene lugar en los escenarios más improbables y de tal modo que, al final, parecería que K. siempre tuviese la razón. Del mismo modo, somos tercos y respondones con nuestra conciencia e intentamos minimizarla. Lo especial es la fatal sensibilidad contra la voz interior, que a pasos agigantados se vuelve cada vez más vital.
”Con Kafka mismo era por supuesto imposible hablar de interpretaciones, ni siquiera en la mayor intimidad. Según él, las interpretaciones exigen cada vez más interpretaciones. Del mismo modo en que el proceso jamás se puede decidir de una vez por todas”.
Claramente, este proceso –como también se desprende de lo dicho por Brod en el epílogo– jamás fue una alegoría. Fue concebido de inmediato como símbolo, y el símbolo se hizo independiente, vive su propia vida. Y qué vida.
Hay una escena con un pintor algo depravado, sobre el cual se le dice al acusado K. que acaso podría serle de utilidad en su propio proceso si intercediera por él ante el juez supremo. El tipo vive en el último piso de un edificio, en una diminuta y desordenada habitación. Al final de la conversación el pintor le pide a K. que compre uno de sus cuadros, quizá varios. Y saca de debajo de la cama una y otra vez el mismo paisaje de landa, siempre el mismo. Y luego acompaña a K. hasta la puerta y K. está de nuevo en los temidos corredores del tribunal. “¿De qué se asombra?”, pregunta el pintor. “Son dependencias del tribunal. ¿No sabía que aquí hay dependencias judiciales? Este tipo de dependencias las hay en prácticamente todas las buhardillas, ¿por qué habrían de faltar aquí?”.
¿Entonces se trata de un sueño? Nada más errado que querer mediante esta vaga palabra empezar algo con Kafka. Todo esto es mucho más que un sueño. Es un sueño a plena luz del día con uno despierto.
Algo tan desenfrenado solo se encuentra en las fantasías sexuales infantiles, en las cuales la escuela, la casa, la ciudad y el mundo están subsumidos en una misma idea, donde las personas llevan vestidos de vidrio o, ¡un momento!, mejor aún: vestidos con pequeños tragaluces de vidrio, para que uno las pueda ver mejor. El libro no es un desvarío, es completamente razonable, es en su propia concepción tan razonable como muchos locos son razonables: lógicos, matemáticos en su orden. Falta justamente esa pequeña dosis de irracionalidad que hace posible a las personas cuerdas seguir teniendo un apoyo interno. No hay nada más terrible que un matemático puro del intelecto, nada más siniestro.
Ahora bien, Kafka es un poeta de formato extraordinario, y esta idea básica ultralógica está cubierta de figuras fantásticas reales. No hay lugar para la pregunta acerca de si todo esto existe: todo existe, es tan real como que en la colonia penitenciaria haya una máquina de la muerte; tan real, como aquel viajante de comercio que se convirtió en un escarabajo. Así de simple.
El penúltimo capítulo contiene la interpretación teológica de una pequeña historia de Kafka que se encuentra en el volumen Un médico rural y se llama “Ante la ley”, una obra maestra de la prosa. Aquí la historia se hincha y, en las palabras mismas del autor, pierde su forma. Un capellán de prisión se la explica en la catedral al atento y disputador Josef K.: está implicado, nada lo puede salvar.
La forma en que muere es mejor leerla. El minuto postrero es una visión de una fuerza nunca antes escuchada. “Su mirada se detuvo en el último piso de la casa que lindaba con la cantera. Del mismo modo en que una luz parpadea, así se abrieron las dos hojas de una ventana. Un hombre, débil y delgado por la altura y la lejanía, se asomó con un impulso y extendió los brazos hacia afuera. ¿Quién era? ¿Un amigo? ¿Un buen hombre? ¿Alguien que participaba? ¿Alguien que quería ayudar? ¿Era solo una persona? ¿Eran todos? ¿Era ayuda? ¿Había objeciones olvidadas en el camino?”.
El libro cierra con una imagen óptica que no quisiera extraer aquí de su contexto, una fotografía vieja de una atrocidad inolvidable.
Desde Oskar Panizza1 no hemos vuelto a ver un poder de fantasía más intenso. El alemán es pesado, limpio y, con excepción de algunos pocos pasajes, admirablemente pulido. ¿Quién habla?
En los años venideros, sin duda que Franz Kafka va a seguir creciendo. No hay que convencer a nadie de que lo lea: Kafka obliga. Los muros cobran vida, los armarios y las cómodas empiezan a susurrar, las personas quedan petrificadas, los grupos se diluyen y sus miembros de nuevo permanecen de pie como si estuvieran cargados de plomo, solo la voluntad sigue temblando silenciosamente en ellos. Cuentan que Tamerlán hizo emparedar parcialmente a sus prisioneros en un gran muro de cemento fresco, un gran muro rugiente, horriblemente vivo, que se estremecía lentamente. Es algo así. Un dios remodela un mundo, ensambla sus partes de nuevo, un corazón flota en el firmamento y no brilla sino que palpita; un ídolo de bronce deambula, una máquina cobra vida simplemente por el hecho de estar allí, y la pregunta “¿por qué?” es tan imbécil, casi tan imbécil como en el mundo real.
Todas sus partes están allí, pero se ven de la misma manera en que el paciente observa, antes de la cirugía, los instrumentos del médico: muy nítidamente, con una claridad exagerada, absolutamente material; pero detrás de las piezas relampagueantes hay algo más, el pavor grita desde cada uno de los poros de la materia, la mesa de operaciones se eleva despiadadamente: “¡Ten compasión!”, le dice el enfermo, “¡también tú!”. La cama es tan extraña, y sin embargo está confederada con el dolor.
Una voluntad así instaura sectas y religiones. Kafka ha escrito libros, algunos pocos, inaccesibles libros que jamás podremos leer hasta agotarlos. Si el Creador lo hubiera decidido de otra forma, si Kafka hubiese nacido en Asia, millones se aferrarían a sus palabras y cavilarían con ellas sobre la vida entera.
Podemos leer, asombrarnos, agradecer.
_____________
1. Oskar Panizza (1853-1921). Crítico desvergonzado de la pudorosa sociedad alemana de finales del XIX y de la Iglesia, sus obras le propiciaron fama de excéntrico y varias estadías en la cárcel. Su obra principal es El concilio del amor (1894), una furiosa sátira anticatólica. También escribió –de aquí la insinuación de Tucholsky– los raros, entodo sentido, Cuentos crepusculares (1890) en donde mezcla, de forma un tanto perturbadora para su tiempo, realismo y fantasía. (N. del T.)
“Kafka”, una insólita serie sobre el escritor checo en el centenario de su muerte. Dossier
David Mikics Philip Oltermann 09/06/2024
Streaming Kafka
David Mikics
Cien años se cumplieron esta semana de Franz Kafka en su lecho de muerte, en el que yacía tosiendo sangre. A su lado estaba su última y más devota novia, Dora Diamant, junto a la que había fantaseado con emigrar a Palestina. Se encontraba ya demasiado débil como para poder salir de la cama. La lacrimógena muerte del autor moderno más santo cierra la nueva miniserie de televisión Kafka, protagonizada por Joel Basman y con guión del novelista alemán Daniel Kehlmann y del director de la serie, David Schalko.
Por suerte, Kafka se aleja del patetismo. En su lugar, la serie nos ofrece un conmovedor y amplio retrato del autor en todos sus papeles. He aquí a Kafka abriéndose paso entre las mujeres encorvadas y con pañuelo de la fábrica de amianto que dirigía con su cuñado. A finales de agosto de 1914 se enfrenta a una sala llena de veteranos de guerra mutilados sentados frente a su oficina en la compañía de seguros de accidentes de Praga. Y a principios de los años 20e se sienta con su traductora Milena Jesenská en una cervecería de Viena, blanco de la diatriba antisemita de un austriaco borracho.
Kafka era menos un artista del espanto que un buscador de la felicidad perversamente esperanzado. W.H. Auden afirmaba que sólo se debe leer a Kafka cuando se goza de buena salud física y psíquica. Auden comentó: «Cuando uno está bajo de ánimo, tendría probablemente que mantenerse alejado de él, ya que, a menos que la introspección vaya acompañada, como siempre ocurrió en Kafka, de una pasión equivalente por la buena vida, degenera con demasiada facilidad en una fascinación narcisista sin carácter por el propio pecado y la propia debilidad.»
Como es imposible distinguir entre la vida de Kafka y lo que describió en su ficción, Kafka funde ambas. Después de presenciar a un Kafka acorralado en la mesa, vemos a la robusta criada de la familia Samsa convertir en polvo con su escoba el caparazón del hijo muerto, Gregor. Una mañana, de repente, te conviertes en un insecto, pero la realidad sigue funcionando según las reglas habituales. El inquietante sueño de la literatura se convierte en vida real: el extraño gancho al que responde todo lector de Kafka.
El reparto de Kafka es impresionante. Joel Basman es más bajo y mucho menos espigado que el verdadero Franz Kafka, y realiza sus ejercicios de calistenia dos veces al día vestido con ropa interior, en lugar de como lo hacía Kafka, desnudo y frente a la ventana. Pero tiene la sonrisa socarrona y reticente de Kafka, su miedo penetrante y su férrea seguridad en sí mismo. Kafka, vegetariano, practicaba la “fletcherización”, masticando cuarenta veces cada bocado de comida. Cuando se abre camino a través de su plato de frutos secos, masticando como una ardilla de otro mundo, encanta e irrita a la vez. Hermann Kafka (Nicholas Ofczarek), un hombre grande, siempre amenazante, es exactamente como uno se lo imaginaba. También lo es Milena Jesenská (Liv Lisa Fries), la traductora checa de Kafka y quizá su amor más verdadero.
La serie comienza lentamente, con un primer episodio dedicado a Max Brod, el mejor amigo y albacea literario póstumo de Kafka. Brod desafió la orden de Kafka de quemar sus manuscritos y dio al mundo El proceso y El castillo. Brod era diabólicamente productivo, escribió decenas de libros y mantuvo relaciones con varias mujeres a la vez. David Kross lo interpreta con demasiada discreción, sin la frenética energía que Kafka debió de apreciar.
Kafka se acelera en su segundo episodio, sobre el compromiso de Franz con Felice Bauer. Esta Felice (Lia von Blarer) es briosa y encantadora, una optimista mujer de carrera inadecuada para el angustiado Franz. Nunca adivinaría uno que Kafka pasó diez placenteros días en un hotel con Felice en 1916. En Kafka no hacen más que tumbarse torpemente y completamente vestidos en una cama, mientras Franz lee en voz alta uno de sus cuentos. El punto culminante del episodio es el encuentro de Kafka con Rilke (Lars Eidinger), que vio leer a Kafka «En la colonia penal» en Múnich en noviembre de 1916. La breve charla entre los esos dos certeros autores del siglo XX está brillantemente inventada por Kehlmann y Schalko. Rilke cita su poema «Die Könige der Welt sind alt» («Los reyes del mundo son viejos»), y durante unos minutos se bate en duelo con un Kafka más joven, haciendo gala ambos de un ingenio enigmático y una profundidad de alma que asusta.
El corazón de Kafka es su tercer episodio, centrado en la amistad de Kafka con el actor yiddish Yitzhak Löwy, magníficamente interpretado por Konstantin Frank. Kafka quedó cautivado por las ordinarias y animadas obras que la compañía de Löwy representaba durante su visita a Praga. Este yiddish con cuerpo, áspero y acaloradamente judío, era totalmente ajeno al alemán de Praga que hablaban los Kafka. Cuando Löwy acude a la mesa de la familia Kafka, sólo habla yiddish. Su estruendoso numerito de Tummler shtick, con una enloquecida historia sobre su encuentro con el zar, indigna al padre de Kafka, que frunce el ceño.
Kafka se toma aquí una libertad histórica, ya que Löwy habría hablado un alemán a trompicones en casa de los Kafka, en lugar de yiddish. Pero la brecha lingüística pone de manifiesto el choque entre este judío de Europa del Este, cálido y payaso, y los Kafka, respetables y rígidos germanoparlantes. Por último, Hermann Kafka acaba por estallar. «Ungeziefer bringst du mir ins Haus» («Traes alimañas a mi casa»), le espeta a su hijo. «Ungeziefer» era la palabra que Kafka utilizaba para referirse al insectificado Gregor Samsa. Cuando Hermann echa a Löwy, el actor yiddish le dice a la familia Kafka que no son judíos de verdad: “¿dónde –pregunta- está su sentido del judaísmo?”. ¿Saben siquiera lo que es un Séder [comida de Pascua]?
Los Kafka iban a la sinagoga tres veces al año, en Rosh Hashaná, Yom Kippur y por el cumpleaños del káiser Francisco José, y Kafka sentía que había heredado e su padre un judaísmo muerto. Kafka compensó esta carencia temprana. Hacia el final de su corta vida, aprendió a hablar hebreo y se sumergió en libros sobre la historia judía. Pero fueras el tipo de judío que fueses, tu destino era el mismo. El final del episodio recuerda que Yitzhak Löwy, a quien Kafka instó a emigrar a Palestina, fue asesinado en Treblinka, y las tres hermanas de Kafka en Chelmno y Auschwitz.
El cuarto episodio de la serie se centra en el trabajo de Kafka en la oficina de seguros, donde demuestra una maestría espeluznante. Sus jefes, conscientes de sus éxitos literarios, le llaman «Teufelskerl» (literalmente, «diablo de tipo», chico para todo). En los dos últimos episodios, centrados en las relaciones de Kafka con Milena y Dora, le siguen dos hombres vestidos de cuero, que recuerdan a los verdugos de El proceso y a los ayudantes de K. en El castillo.
En Kafka, la necesidad de mentir se convierte en algo sublime, como señaló Hannah Arendt. Las minucias burocráticas son materia de audaces combates individuales. Reiner Stach señala que en El proceso «hay un gran regateo de palabras y matices, como si el autor no quisiera decirnos algo, sino demostrárnoslo». Kafka, experto abogado, aprendió ese truco en el despacho.
La muerte ensombrece al tuberculoso Kafka, que vive sus momentos más eufóricos con la juguetona y desafiante Milena. A los 24 años, cuando la conoció, Milena, una adolescente drogadicta y ladrona compulsiva de tiendas, se había acostado con mujeres y hombres, y había abortado un embarazo. Su padre, antisemita, la había internado brevemente en un manicomio porque desaprobaba su matrimonio con Ernst Pollak, escritor judío. Fries interpreta a Milena como un irresistible espíritu libre, impaciente ante las vacilaciones románticas de Kafka. Sin embargo, ella misma dudó, y al final eligió a Pollak en vez de a él.
Dora Diamant (Tamara Romera Ginés), que emigró a Rusia y luego a Palestina tras la muerte de Kafka, aparece a la vez maternal e infantil, la ayuda perfecta para un moribundo. Kafka vivió con ella el último año de su vida en Berlín, débil pero animado.
La serie se vuelve demasiado mimosa en este último episodio, con una Dora que mimando sin cesar a un Franz casi inmóvil. Antes de la enfermedad final de Kafka hubo más acción. Dora recordaba que soñaban con abrir un café en Tel Aviv, con ella como cocinera y Franz como camarero, y que Kafka representaba el papel de camarero durante quince minutos, sirviendo a una serie de clientes imaginarios. Kafka podría haber visto The Kid (1921), de Chaplin, y es tentador pensar en él como un personaje optimista, como Chaplin.
A Dora le asombraba que, tras su muerte, se pensara que Kafka odiaba la vida. "Una persona que comía y bebía con tanta alegría como él, ¡cómo le gustaba comerse un plátano! «Quien viera a Franz beber un sorbo de vino se convertiría en bebedor de vino». Schalko y Kehlmann nos ofrecen un Kafka con ganas, que busca disfrutar de los placeres de la vida. Aunque fuera delgado, no era un artista del hambre.
Reiner Stach, cuya enciclopédica biografía de Kafka probablemente no se supere jamás, fue asesor de la serie. Aunque Stach a veces pontifica, sabe más que nadie y tiene un conocimiento insuperable del entorno de Kafka. Uno se pregunta, sin embargo, si las prostitutas de la ciudad eran realmente tan atractivas, de mejillas sanas, y hermosas como un Klimt, como las que vemos cuando Kafka, Brod y sus amigos visitan una taberna de vinos.
La experiencia sexual de Kafka se centró sobre todo en prostitutas, lo que no era raro para un soltero de su época. A veces se han exagerado sus problemas eróticos. En su diario recordaba «la dulzura de una relación con una mujer amada» durante dos aventuras casuales. El sexo, decía, tiene «algo del aire que se respiraba en el Paraíso antes de la caída». Sin embargo, también estaba atormentado. Una aventura con la camarera de una bodega de vinos, Hansi Szokol, le hizo «muy infeliz», comentó Brod, y cuatro años después de que ella se marchara, seguía pensando en su risa. Las mujeres sexualmente voraces que pueblan El proceso y El castillo probablemente recuerdan a su época con Hansi; la camarera Frieda de El castillo se basa en parte en Milena.
En un momento dado, Frieda le dice a K.:
“Sueño realmente que no hay lugar tranquilo en la tierra para nuestro amor, ni en el pueblo ni en ningún otro sitio, así que imagino una tumba profunda y estrecha, en la que nos abrazamos como si estuviéramos aprisionados, yo entierro mi cara contra ti, tú la tuya contra mí, y nadie volverá a vernos jamás”.
Eros es fuerte como la tumba, y puede metamorfosearte hasta hacerte irreconocible. Pero quienes conocieron a Kafka lo mantuvieron cerca, por mucho que se alejara en el tiempo y en el espacio. En el Kafka de Schalko y Kehlmann, Milena le dice a Franz: «Nunca te dejaré marchar», y nunca lo hizo. Como su escritura, era a la vez inconfundible e inerradicable.
Las interpretaciones a gran escala de los libros y relatos de Kafka son siempre decepcionantes, pero se podría recopilar una antología que valiera la pena a partir de los comentarios extraviados de sus lectores. Un crítico, Fred Rush, afirma: «En Kafka no hay nada tan misterioso como los hechos claramente percibidos». Dado que la interpretación no puede disipar el misterio, Kafka es el autor de importancia sobre el que resulta más difícil escribir. «Las decisiones oficiales son tan tímidas como las chicas jóvenes», escribe Kafka, y añade que también puede tener otras cosas en común con las chicas. Los libros de Kafka son como esas jovencitas.
La fluidez imperturbable del estilo de Kafka ofrece un contraste suavemente cómico y entristecedor con sus esforzados protagonistas. El autor es implacable, presente en cada momento, sin la vitalidad centrífuga de Joyce ni la necesidad de Proust de orquestar el pasado reorganizándolo. La prosa de Kafka es difícil de traducir, ya que las cláusulas de relativo anidan como cajas chinas, un fenómeno mucho más natural en alemán que en inglés. Las frases sinuosas y autoconscientes de Kleist fueron su mayor influencia.
Walter Benjamin dijo que la religión en Kafka se ha reducido al «rumor sobre las cosas verdaderas» y al papel de la locura. Kafka fue un campeón de la secta de los locos de la modernidad, esos chapuceros sin esperanza con ambición suprema, los prisioneros de cuello blanco del lugar de trabajo. Los oficinistas de poca monta de Kafka persiguen ridículos planes para escalar los cielos, y sus quijotescas justas hacen gala de la mayor seriedad.
La serie de Schalko y Kehlmann muestra a un Kafka en busca de la buena vida, que se le escapa como la tierra prometida, o el castillo en el que K. permanece vetado. En el último capítulo de Amerika, describe el Teatro a Natural de Oklahoma, donde todo el mundo es bienvenido y «todos están contentos y entusiasmados». Imaginémosle allí.
Tablet, 7 de junio de 2024
Franz Kafka: Una vida que distaba de ser kafkiana
Philip Oltermann
La palabra «kafkiano» ha llegado a describir la sensación de impotencia ante los sistemas burocráticos, de perderse en laberínticas gestiones administrativas, de verse excluido por funcionarios sin rostro y de ver tus esperanzas ahogadas por el papeleo.
Pero kafkiano no se acerca, ni de lejos, a la vida del hombre que dio nombre al término, según una irreverente película biográfica del autor nacido en Praga.
En una serie de televisión de seis capítulos para la cadena alemana ARD, Franz Kafka no se muestra tanto como una víctima, sino como un maestro de la burocracia, y un maestro muy eficaz.
El cuarto episodio de Kafka, que llegará a finales de mayo a Walter Presents, del Channel 4 [británicos], y a otras plataformas europeas de streaming, demuestra que el creador de clásicos claustrofóbicos como El proceso sabía desenvolverse mejor que nadie en complejos sistemas burocráticos, desde dentro.
Como empleado del Instituto de Seguros de Accidentes Laborales del Reino de Bohemia, predecesor de la República Checa, Kafka -interpretado por el actor suizo Joel Basman- se muestra sobresaliente en su trabajo diario.
Aplasta a los abogados contrarios en los tribunales de arbitraje haciendo malabarismos con los párrafos que definen la «clase de peligro» de los telares industriales. «Si un caso se puede ganar, lo ganará Kafka», afirma entusiasmado uno de sus superiores.
Daniel Kehlmann, novelista austriaco-alemán que escribió el guión de la serie, dirigida por David Schalko, declaró: "Kafka fue uno de los primeros escritores del siglo XX en reconocer la burocracia como un fenómeno de gravedad casi existencial”.
"Vio que nuestras vidas se enredan en un sistema que ya no comprendemos. Pero sí lo entendió es porque él mismo era un burócrata".
Son individuos impotentes que intentan abrirse camino por los laberínticos pasillos del poder los que constituyen el centro de las obras más conocidas del escritor. En El proceso (1925), el protagonista, Joseph K., es detenido y procesado por una autoridad inaccesible por un delito que nunca se le explica; en El castillo (1926), un topógrafo lucha por navegar por los estratos administrativos de una misteriosa ciudadela.
Una larga serie de cineastas, como Orson Welles, Michael Haneke y Steven Soderbergh, han intentado adaptar a la gran pantalla los crípticos relatos de Kafka. En el camino, pocos han podido resistir la tentación de conectar los puntos entre sus opresivas obras y la biografía del escritor.
Esta primavera se estrenó en Alemania La gloria de la vida, un romance sensiblero basado en la última relación de Kafka, supuestamente catártica antes de morir de tuberculosis a los 40 años. La cineasta polaca Agnieszka Holland ha empezado a trabajar este año en otra película biográfica, que lleva por título Franz.
En cambio, el Kafka de Schalko y Kehlmann, que se basa en gran medida en la biografía en tres volúmenes de Reiner Stach publicada en alemán entre 2002 y 2014, explora las brechas entre su escritura y su vida, existencialmente angustiada una, la otra a veces problemática, pero no implacablemente-.
Dividida en seis capítulos no cronológicos, examina el fenómeno Kafka desde la perspectiva de Max Brod, su íntimo amigo y albacea literario póstumo, su familia burguesa, sus compañeros de oficina y las tres mujeres con las que entabló relaciones serias: Felice Bauer, Milena Jesenská y Dora Diamant.
El individuo que emerge está muy lejos del mito del artista marginado y torturado, alejado de su familia, sus amigos y su trabajo: un creativo excéntrico plagado de dudas sobre sí mismo y graves depresiones, que sin embargo disfrutó de una vida comparativamente privilegiada, con defensores entregados a su obra entre un estrecho círculo de amigos y en los altos círculos literarios.
El individuo que emerge está muy lejos del mito del artista marginado y torturado, alejado de su familia, sus amigos y su trabajo: un creativo excéntrico plagado de dudas sobre sí mismo y graves depresiones, que sin embargo disfrutó de una vida comparativamente privilegiada, con defensores entregados a su obra entre un estrecho círculo de amigos y en los altos círculos literarios.
Dice Kehlmann: "Kafka procedía de una tradición de la literatura moderna de Europa del Este. Pero la tendencia ha consistido en leerlo como este profeta cabalístico judío que predijo los horrores del siglo XX en completo aislamiento, y ocultar su círculo social".
En la serie, algunos de los entusiastas más ardientes de Kafka son sus superiores en el Instituto de Seguros de Accidentes Laborales, pluriempleados como escritores. «Los empleados de Kafka le veían como una especie de arma secreta para resolver disputas legales, y se aseguraban de que supiera lo mucho que apreciaban su labor profesional y literaria», explica Kehlmann.
«A Kafka se le permitía salir de su oficina a las dos de la tarde todos los días y nunca se llevaba trabajo a casa», afirms el escritor, cuya novela más vendida, Medir el mundo, adoptaba un enfoque igualmente irreverente de la biografía del explorador Alexander von Humboldt.
Tal era la admiración de los jefes de Kafka por su empleado estrella que cuando el escritor decidió -por razones que siguen siendo difíciles de comprender- que debía alistarse para el frente en la primera guerra mundial, sus supervisores le eximieron del servicio insistiendo en que era indispensable para que su negocio siguiera funcionando.
El Proceso termina con el protagonista ejecutado «como un perro» por sus inexplicables crímenes. «La mayor ironía de la vida de Kafka es que fue al revés», afirma Kehlmann. «Los burócratas le salvaron la vida».
The Guardian, 3 de mayo de 2024
Tras las huellas de Franz Kafka
TODOS LOS EPISODIOS
- 7
“¡Quémalo todo, Max!” La muerte y el legado de Franz Kafka en el arte contemporáneo
- 6
Siřem, otra posible inspiración para la gran novela de Franz Kafka
- 5
La ciudad de Frýdlant posiblemente inspiró El castillo, de Franz Kafka
- 4
El Museo Franz Kafka de Praga guarda el legado del escritor
- 3
La Praga de Kafka: "Esta madre tiene garras”
- 2
Kafka en su casa de verano en Třešť
- 1
La Praga de Franz Kafka: niñez y juventud en la Ciudad Vieja
Coincidiendo con el centenario del fallecimiento de Franz Kakfa (1883-1924), nuestro colaborador José Antonio Llera nos acerca al autor checo a través de breves apuntes sobre sus relaciones familiares y de su círculo de amistades, en consonancia con su universo literario.
***
Me da por imaginar que el padre de Kafka, en verdad, sí leyó la carta que le escribió su hijo y luego se sintió muy triste.
Por ese motivo, él le respondió con otra carta en la que se arrepentía de su actitud hacia Franz, llegando a llamarse a sí mismo “cucaracha inmunda” y cosas aterradoras. Kafka, al leer la misiva paterna, compadecido y lleno de remordimientos, escribió una Segunda carta al padre, una misiva más amable y piadosa, pero esta fue destruida por Max Brod.
***
¿Sabemos por qué escribía Kafka? Alguna idea tenemos. En una de sus cartas a Milena, escribe:
Este papel blanco que no se acaba y no se acaba quema los ojos, y por eso escribo.
Escribe desde los sanatorios para que ese blanco incombustible y ese silencio atroz no acaben con él, para que no lo enfermen más de lo que está. No eran cavernas en los pulmones, eran blancos, huecos, vacíos.
***
Localizo en YouTube una conferencia sobre Franz Kafka de Francisco Jarauta. A Jarauta le recuerdo de cuando Isidoro Reguera organizaba en la Universidad de Extremadura unos extraordinarios congresos de filosofía que presentaba con unos carteles muy modernos y coloridos dibujados por Arsenio. En este caso, Jarauta no sigue un hilo concreto en su charla, sino que se entrega al arte de la digresión y la cita.
Me fijo sobre todo en cómo engola la voz y en sus gestos: el modo en que se pasa la mano por el mentón tras una pausa, cómo gira la cabeza para mirar al presentador que tiene al lado y, especialmente, la forma de chasquear los dedos cuando quiere despertar la atención del público. Sin venir muy a cuento, cita Romeo y Julieta, de Shakespeare. Repite varias veces, como abducido, “What’s in a name?” (¿Qué hay detrás de un nombre?), y empieza a hacer chasquidos con los dedos, chas, chas, chas.
Fabuloso, lo mejor de la conferencia; hasta el anónimo autor de la Retórica a Herenio habría aplaudido estas dotes teatrales. ¿Un poco pedante? Tal vez sí, pero es mi pedante y le absuelvo desde aquí.
***
Otto Gross, discípulo díscolo de Freud, defendía la necesidad de una gran liberación sexual y era también amigo de Kafka. ¿Qué hubiera pasado si Gross hubiera invitado al autor de El proceso a su comunidad utópica de Ascona (Monte Verità), si lo hubiera sacado del sanatorio antituberculoso para que se entregara a la orgía perpetua?
Lo cierto es que Gross murió de inanición en Berlín y Kafka en el sanatorio de Kierling, tuberculoso (siempre me acuerdo del poema de Leopoldo Mª. Panero: “Adelgazar / en una calle en Praga”).
Gross se entregó a los excesos y Kafka fue siempre un asceta mordido por el miedo o la culpa, y por eso buscaba mecanógrafas, no parejas, según la teoría —muy verosímil— de Ricardo Piglia.
Kafka sobre la amistad y el arte de la reconexión
Entre las paradojas de la amistad es ésta: todas las amistades profundas y duraderas se basan en un profundo conocimiento mutuo, del alma bajo el disfraz de la personalidad: esa hermosa noción celta de anam cara. Aportamos este conocimiento, esta comprensión mutua, a cada interacción con un verdadero amigo; eso es lo que hace que la amistad sea satisfactoria, estable y segura; es lo que lo convierte, en palabras inmortales de Kahlil Gibran, en un “campo que siembras con amor y cosechas con acción de gracias.” Y, sin embargo, si estamos lo suficientemente vivos, cada vez que nos encontramos nos encontramos por primera vez, nos conocemos de nuevo, porque sólo el yo que sigue cambiando sigue viviendo. Un verdadero amigo bendice tanto lo permanente como lo posible en nosotros..
Otra paradoja: a menudo son las personas más solitarias, las más divididas por las dudas sobre sí mismas y las más inseguras de a dónde pertenecen, las que hacen los amigos más firmes y saludables una vez que rompen las barreras de la inseguridad y el miedo para permitir la conexión. Porque para ellos el don de ser comprendidos se gana con especial esfuerzo, lo devuelven redoblados con gratitud..
Franz Kafka (3 de julio de 1883 – 3 de junio de 1924) fue una de esas personas.
“¿Estoy roto? pregunta en las páginas de Diarios: 1910–1923 (Biblioteca Pública) — el diario en el que Luchó tan desesperadamente con la duda — y se responde: “Casi nada, excepto la esperanza, habla en contra”. Cuando sus esperanzas disminuyeron, se declaró “no apto para la amistad”, dudó de que la amistad fuera “incluso posible” para alguien tan extraño y solitario como él, y sin embargo la anhelaba: “Soy incapaz, solo, de soportar el asalto de mi propia vida, las exigencias de mi propia persona.”
En una entrada de su diario particularmente desanimada del último año de sus treinta, que fue también uno de los últimos años de su vida, se declara “abandonado” y escribe:
[Soy] incapaz de entablar amistad con nadie, incapaz de tolerar una amistad, en el fondo lleno de asombro sin fin cuando veo un grupo de personas alegremente reunidas.
Solo se necesita un amigo inquebrantable, un amigo del alma debajo del yo que duda, para revisar silenciosa y consistentemente estas historias punitivas que nos contamos a nosotros mismos. Todo el tiempo, a lo largo de todos los años de todo este castigador diálogo interno, el amigo de la infancia de Kafka, Max Brod, había sido el mayor defensor de su talento, sin perder nunca la fe en su amigo ni en su amistad. Aunque Kafka se retraía con frecuencia en su aislamiento autoelegido, Max nunca retiró su amor..
Con el tiempo, Kafka llegó a comprender que en toda amistad, la vida sucede e interrumpe la continuidad de la conexión, haciendo difícil volver a conectarse; difícil pero infinitamente importante, porque al superar la dificultad de la discontinuidad, en la reparación de la ruptura, lo más profundo. El sustrato de confianza y durabilidad se establece y reafirma una y otra vez..
En otra entrada del diario, escribe:
Dado que una amistad sin interrupción de la vida cotidiana es impensable, muchas de sus manifestaciones desaparecen una y otra vez, aunque su esencia permanezca intacta. A partir del núcleo intacto se forman de nuevo, pero como cada formación requiere tiempo y no todo lo que se espera tiene éxito, uno nunca puede, ni siquiera el cambio en el estado de ánimo personal, continuar donde lo dejó la última vez. De esto, en las amistades que tienen una base profunda, debe surgir una inquietud antes de cada nuevo encuentro, que no tiene por qué ser tan grande como para sentirse como tal, pero que puede perturbar la conversación y el comportamiento hasta tal punto que uno se queda conscientemente asombrado. , especialmente porque uno no es consciente o no puede creer el motivo de ello..
Como todas las personas profundas y complejas, Kafka no era plenamente consciente de los motivos de sus frecuentes abstinencias. Pero una parte de él esperaba y confiaba en que la verdadera amistad resistiera la elasticidad de la presencia. Cuando finalmente se dio cuenta de que la tuberculosis con la que había vivido durante años iba a acabar con su vida, le dejó todos sus papeles y manuscritos a Max, y le ordenó que lo destruyera todo. En un acto de amor (negarse a permitir que un amigo dude de sí mismo es siempre un acto de amor), Max desobedeció y, en cambio, preservó los escritos de Kafka para la posteridad, publicó una tierna biografía de su amigo e inmortalizó su amistad en su novela de 1928. El reino del amor.
Complementar con cometa y estrella — una fábula cósmica sobre los ritmos y consuelos de la amistad, y una guía para la amistad para introvertidos de Thoreau, otra persona extraña y solitaria dividida por las dudas sobre sí mismo, luego revisitamos a Kafka en la naturaleza de la realidad, el poder de la paciencia, y Los cuatro obstáculos psicológicos que impiden que los talentosos manifiesten su talento..
No hay comentarios:
Publicar un comentario