sábado, 28 de octubre de 2017

Un mundo que agoniza de Miguel Delibes

( Andoni pon este post el anterior estaba sin corregir. Feliz verano)"Sólo hay una avaricia honrosa: la de las palabras". 

Constancio Vigil

Fundación Miguel Delibes




http://www.fundacionmigueldelibes.es/presentacion/


Si la aventura del progreso ha de traducirse inexorablemente en un aumento de la violencia y de la incomunicación;  de la autocracia y la desconfianza; de la injusticia y la prostitución de la Naturaleza; del sentimiento competitivo y del refinamiento de la tortura; de la explotación del hombre por el hombre o la exaltación del dinero, en ese caso, yo, gritaría ahora mismo, con el protagonista de una conocida canción americana,: "¡Que paren la Tierra, quiero apearme!" 

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Un mundo que agoniza es a la vez un libro sobre la ecología, un ensayo literario, filosófico y sociológico, el resumen del pensamiento de Miguel Delibes, intentando acercarnos a su credo para comprender el progreso y donde nos explica cuál es el móvil que le obligo a crear personajes como el pequeño héroe de El camino, Daniel el mochuelo o Nini el niño sabio de Las ratas, hasta afrontar directamente el problema en la Parábola del naufrago, para luchar contra el falso progreso.
Resultado de imagen de miguel delibes ecologia"El poder del dinero y la organización -quintaesencia de este progreso- terminan por convertir en borrego a un hombre sensible, el hombre ciertamente ha llegado a la luna, pero su organización político-social continua anclada a una ardua disyuntiva: la explotación del hombre o la anulación del individuo por el Estado", escribe Delibes.
Un análisis meticuloso y puntualizado, de como hombre ha antepuesto la técnica al humanismo, haciendo del falso desarrollo, una batalla campal en la que triunfa y medra el más rapaz, el menos ético; lo tragicómico de la supuesta victoria del progreso, cobrándose  como víctima al propio hombre tecnificado y super-confortable.
Oscurecemos nuestro futuro, viendo en aquello que nos acomoda, algo bueno; pero sin pensar que le hemos quitado un trozo a una parte del mundo que está allí tras largos años de erosión y ensamblaje químico, y en ello sólo tardamos unos minutos.
Miguel Delibes con Un mundo que agoniza, nos quiere quitar la venda de los ojos dictaminando la patología individual y colectiva del hombre moderno. Está convencido de que la máquina ha venido a calentar el estómago del hombre, pero ha enfriado su corazón.
Ir al campo ahora, no es amar la naturaleza, es pisar la argamasa que luego utilizaremos para asfaltar lo que queda de ella, en los arrabales de nuestras jaulas-ciudades.
Diagnóstico severo de las causas y  una enérgica aportación  al remedio de nuestra autodestrucción, declarando con rebeldía, nuestro afán constante, por acabar con la especie humana.
Este libro partió de la pauta de su discurso de ingreso en la Real Academia de Lengua: Mi credo: La naturaleza amenazada.


Resultado de imagen de miguel delibes ecologiaDe su continua preocupación por el deterioro medioambiental surgieron, anticipando a ese afán de ciertos países, dígase sepulcros blanqueados que vemos en la actualidad reunidos en grandes conferencias internacionales sobre medio ambiente, Delibes escribió otros ensayos como La tierra herida: ¿qué mundo heredarán nuestros hijos?, donde aborda los problemas ecológicos del siglo XXI, y en La caza en España, de 1972, que avisaba del peligro de la destrucción de los hábitat en nuestro país o como desde La naturaleza en peligro: causas y consecuencias de la extinción de las especies, nos delimita nuestra relación actual con los animales, poniendo algunas especies al borde de la extinción y finalmente en He dicho, cierra toda esperanza, aunque haya algunos bienintencionados repobladores de especies transgénicas.

ESTAS SON ALGUNAS DE SUS PALABRAS:



Resultado de imagen de miguel delibes sosResultado de imagen de miguel delibes ecologiaAún es de día (fragmento)

Los vasos, cortos y pesados, rodaron, uno tras otro, por la bruñida superficie de mármol. Por primera vez en la vida, Sebastián notaba depender de él otros seres; aunque fuese para tan mermada satisfacción como vaciar un vaso de mal vino. 
No le agradó a Sebastián la bebida, pero le agradó, en cambio, el excitante calorcillo que suscitó en su estómago. Constataba que la sangre se inflamaba y su humana realidad tomaba una trascendencia desmesurada en el espacio. Sebastián pagó los chatos y salieron. Los dos hermanos chicoleaban con desparpajo a las muchachas, y Martín casi enredaba las narices en sus melenas para murmurarles al oído piropos picantes. Emeterio lo hacía a voz en grito, más para que le admirasen sus compañeros y le aplaudiesen que para que las destinatarias se diesen por aludidas. Se diría que a Emeterio le apremiaba la idea de ocupar el puesto de conquistador ostentoso que Hugo había dejado vacante. Eran distintas técnicas del chicoleo, pero todas igualmente nuevas y desconocidas para Sebastián.
Entraron en otro bar y, al abandonarlo, Sebastián apreció que no le importaba caminar por una calle tan concurrida, ni que la gente lo mirase y lo midiese. Después de todo, que uno sea bajo y feo no significa nada si es simpático y generoso. Y tiraba las pesetas en las barras de los bares como quien está habituado al despilfarro. 

La calle iba llenándose de ecos lejanos para Sebastián. Sus compañeros emanaba una alegría contagiosa y estridente que les imprimía a todos la necesidad de hablar a gritos. 

Resultado de imagen de miguel delibes el cine
Era una locuacidad desenfrenada la que les había abierto el vino. Los grupos los miraban al pasar, pero a Sebastián no le importaba. «Soy el eje de esta alegría; si yo me planto, se acabó el optimismo», se decía. Y sentía una vanagloria primeriza y pueril de ser cabeza, razón y motivo de algo, que, poco a poco, iba adquiriendo su importancia. Tras el cuarto vaso, Sebastián imaginó que no le importaría piropear a una muchacha; y, tras el quinto, que no se achicaría si Emeterio le exigiera palmear a cualquier transeúnte y llamarle, cuando volviera la cabeza, «tío cornudo». Aquellos vocablos chocarreros que tanto daño le hacían normalmente, se le presentaban ahora como ingeniosas combinaciones de sílabas, que encerraban la gracia en sí mismas, prescindiendo de su significado. ¡Oh, qué optimista se sentía Sebastián! Pasaba de un extremo a otro del grupo y se reía a carcajadas cuando Emeterio le decía «chiquitín». Sebastián empezaba a comprender a su madre. El vino no sabía bien, pero ¡cómo cambiaba la fisonomía de las cosas! Y la alegría de seis solamente le había costado cuatro duros. Aún podría gastar otros dieciséis, y entonces el júbilo les haría reventar a todos. Sus compañeros le consideraban, le trataban como a un amigo más, tal vez el más importante, y ya no tenía que esconderse recelando una alusión. ¡Que le aludiesen cuanto les diese la gana! A él le hacían gracia todas las alusiones. Incluso que uno de los hermanos le apretase la ligera chepa y le afirmase «que debía de ser muy hermoso caminar siempre con un cerro a las espaldas». ¿No era gracioso esto? Todo era muy gracioso y alegre esta noche. La calle, llena de gente, a la que otros días temía como a un monstruo, era esta noche campo conquistado; él la hacía exuberante con sus gritos y sus contorsiones. 
Paulatinamente fue perdiendo Sebastián la noción del tiempo. Entraban y salían en los bares, y los vasos achatados, colmados de dorado líquido, se le aparecían por todas partes. Una muchacha retaquilla y absurda de formas propinó un sonoro bofetón a Emeterio, y todos se caían de risa, tropezando, indecisos, unos con otros. Martín, de improviso, animó a Sebastián a piropear a una mujer. A Sebastián le sedujo la idea y recordó, como por un milagro, un requiebro que leyera una vez en la envoltura de un caramelo. Significaba una grosera solicitud de un beso. Se reían todos al verle vacilar en la elección de víctima. Sebastián experimentó una satisfacción reconfortante al constatar con cuánta facilidad hacía reír a sus compañeros. "

Resultado de imagen de miguel delibes notasCinco horas con Mario (fragmento)

De acuerdo, el señorío no se improvisa, se nace o no se nace, es una de esas cosas que da la cuna, aunque bien mirado, la educación, el trato, también puede hacer milagros, que ahí tienes, sin ir más lejos, el caso de Paquito Álvarez, un artesano cabal, no vamos a decir ahora, que de chico trabucaba las palabras que era una juerga, bueno, pues le ves hoy y otro hombre, qué aplomo, qué modales, yo no sé qué maña se ha dado, pero los hombres es una suerte, como yo digo, si a los veinte años no estáis bien, no tenéis más que esperar otros veinte. Y, luego, esos ojos. Hay que reconocer que Paco siempre les tuvo ideales, de un azul verdoso, entre de gato y agua de piscina, pero ahora como ha encorpado y tiene más representación, mira de otra manera, como con más intención, no sé si me explico, y, además, como no se apura al hablar, que habla sólo lo justo y a medio tono, con ese olor a tabaco rubio, que es un olor, que a mí me chifla, resulta, es uno de esos hombres que te azaran, fíjate, quién se lo iba a decir a él. Yo daría lo que fuese porque tú fumases rubio, Mario, que te parecerá una tontería, o por lo menos emboquillado, hace otra cosa, y no ese tabaco tuyo, hijo, que ya no se ve por el mundo, nunca he podido con él, que cada vez que en una reunión te pones a liar uno, me enfermo, como lo oyes, que luego ese olor, a pajas o qué sé yo, a saber qué gusto puedes sacarle a esa bazofia, que si siquiera fuese elegante o así, vaya, pero liar un cigarro, lo que se dice liarlo, ya no se ve más que a los patanes, ni los hijos de las porteras, si me apuras, que te queman la ropa y te pones hecho un asco, como yo digo. 
Resultado de imagen de miguel delibes cinco horas con marioClaro que dirás tú que a ti la ropa qué, que ésa es otra, que nunca te dio por ahí, que me has hecho pasar unos apuros que ni imaginas, hijo, siempre hecho un adán, que yo no sé qué arte te das que a los dos días de estrenar un traje ya está para la basura, que ni sé cómo me enamoré de ti, francamente, que el traje marrón aquel, el de las rayitas, me horrorizaba, que yo me hacía ilusiones de cambiarte, pero ya, ya, genio y figura, a esa edad ya se sabe, romanticismo pero ni tanto ni tan calvo, Mario, calamidad, que bien poca suerte he tenido contigo en este aspecto, que me has hecho sufrir más que otro poco. "




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El camino (fragmento)

" Pero a Daniel, el Mochuelo, le bullían muchas dudas en la cabeza a este respecto. Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Leía de corrido, escribía para entenderse y conocía y sabía aplicar las cuatro reglas. Bien mirado, pocas cosas más cabían en un cerebro normalmente desarrollado. No obstante, en la ciudad, los estudios de Bachillerato constaban, según decían, de siete años y, después los estudios superiores, en la Universidad, de otros tantos años, por lo menos. ¿Podría existir algo en el mundo cuyo conocimiento exigiera catorce años de esfuerzo, tres más de los que ahora contaba Daniel? Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo -pensaba el Mochuelo- y, a fin de cuentas, habrá quién, al cabo de catorce años de estudio no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. "

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El disputado voto del señor Cayo (fragmento)




" La voz de Rafa se fue haciendo, progresivamente, más cálida, hasta alcanzar un tono mitinesco:
-Ahora es un problema de opciones, ¿me entiende?
Hay partidos para todos y usted debe votar la opción que más le convenza. Nosotros, por ejemplo. Nosotros aspiramos a redimir el proletariado, al campesino. Mis amigos son los candidatos de una opción, la opción del pueblo, la opción de los pobres, así de fácil.
El señor Cayo le observaba con concentrada atención, como si asistiera a un espectáculo, con una chispita de perplejidad en la mirada. Dijo tímidamente:
-Pero yo no soy pobre. "

El tesoro (fragmento)

Las mujeres que permanecían en la Plaza y otras, que a sus voces habían salido de las casas con niños al brazo o de la mano, miraban a lo alto y animaban a los hombres que trepaban por los riscos, como en descubierta, precedidos por el muchacho del jersey amarillo. En el bancal de los castaños, docena y media de hombres aguardaban a los rezagados y, una vez juntos, rodearon el castro en fila india, con dirección al camino.
—Van a reunirse todos en el extremo del cortafuegos —dijo Jero—. ¡Venga, manos a la obra!
Los cuatro muchachos se congregaron en el recinto, fuera del hoyo excavado por don Lino, de forma que, desde su posición, podían observar cuanto ocurriera en el cortafuegos. Jero, con su mirada azul, velada por una melancólica tristeza, fruncía los hombros a cada paso, mientras el Fíbula juraba entre dientes y Ángel, asustado, todo ojos, miraba obsesivamente la entrada del cortafuegos de donde llegaba el monótono bordoneo de los motores. Sobre el castro planeaba de nuevo el bando de buitres del primer día.
 El Fíbula siguió un rato sus evoluciones arrugando el ceño: 



Resultado de imagen de miguel delibes cinco horas con mario—Mira esos cabrones a la espera —dijo por lo bajo, guiñando un ojo.
—¡Calla, coño! —saltó Ángel.
Jero se impuso:
—¡Basta! —dijo—. A trabajar.
Con el rabillo del ojo vio aparecer al Papo, encabezando el grupo, junto al muchacho del jersey amarillo, cuyos pómulos altos y pulidos, su delgadez extrema le daban una apariencia oriental. Tras ellos, apenas a un metro de distancia, caminaba bullicioso el grueso del pelotón, blandiendo palas y dalles con decidido empeño bélico. Sobre el rumor de pasos de la guerrilla, resaltaban los golpes secos de la pata de palo del Papo al tropezar en los guijarros. Los muchachos, entregados a su trabajo, fingían no enterarse de nada, pero cuando el corro se cerró en semicírculo en torno suyo, Jero dejó cansinamente la piqueta en el suelo, y se llevó las manos a los riñones. Dijo amistosamente, fijando en el Papo su mirada resabiada:
—Buenos días tengan ustedes. ¿Ocurre algo? Oímos que las campanas tocaban a rebato.
Nadie respondió. Se abrió en torno un silencio profundo, demorado, al que la violencia represada del Papo ponía un contrapunto dramático. Su rostro imberbe, flojo, gelatinoso, con grasa hasta en los cartílagos de las orejas, se fruncía en mil pliegues en la sotabarba, desproporcionada a pesar de su corpulencia. Recostó en la muleta todo el peso de su cuerpo y, con la mano izquierda, extrajo del morral de cazador que portaba, una pera, que miró y remiró varias veces, antes de arrancarle el rabillo y clavarle en el pezón la uña negra y larga de su pulgar. Parsimoniosamente desgajó un pedazo y se lo llevó a la boca. Sus pausados ademanes denotaban el mismo regodeo que el del gato ante el ratón acosado. Dijo con la boca llena, sin dejar de contemplar la fruta rota en sus manos:
—¿Es que no sabéis leer? ¿No visteis los carteles ahí abajo? ¿Cómo hay que deciros las cosas?
Se acentuó la expresión de inocencia en la mirada de Jero. 
"




Resultado de imagen de miguel delibes cinco horas con marioLa sombra del ciprés es alargada (fragmento)

Se iniciaba ya el otoño. Los árboles de la cuidad comenzaban a acusar la ofensiva de la estación. Por las calles había hojas amarillas que el viento, a ratos, levantaba del suelo haciéndolas girar en confusos remolinos. Hicimos el camino en la última carretela descubierta que quedaba en la ciudad. Tengo impresos en m cerebro los menores detalles de aquella mi primera experiencia viajera. Los cascos caballos martilleaban las piedras de la calzada rítmicamente, en tanto las ruedas, rígidas y sin ballestas, hacían saltar y crujir el coche con gran desesperación de mi tío y extraordinario regocijo por mi parte. Ignoro las calles que recorrimos hasta llegar a la placita silente donde habitaba don Mateo. Era una plaza rectangular con una meseta en el centro, a la que se llegaba merced al auxilio de tres escalones de piedra. En la meseta crecían unos árboles gigantescos que Cobijaban bajo sí una fuente de agua cristalina, llena de rumores y ecos extraños. Del otro lado de la plaza, cerraba sus confines una mansión añosa e imponente, donde un extraño relieve, protegido en una hornacina, hablaba de hombres y tiempos remotos; hombres y tiempos idos, pero cuya historia perduraba amarrada a aquellas piedras milenarias. "



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Los santos inocentes (fragmento)

Y la grajilla rilaba en las pajas, ¡quiá, quiá, quiá! y él, el Azarías, cada vez que la grajilla abría el pico, embutía en su boca inmensa, con su sucio dedo corazón, un grumo de pien­so compuesto y el pájaro lo tragaba, y, después, otra pella y otra pella, hasta que el ave se saciaba, quedaba quieta, ahíta, pero a la media hora, una vez pasado el empacho circunstancial, volvía a reclamar y el Azarias repetía la operación mientras murmuraba tiernamente, milana bonita, murmullos apenas inteligibles, mas la Régula le miraba hacer y le decía confidencialmente al Rogelio, ae, más vale así, buena idea tuviste, y el Azarías no se olvidaba del pájaro ni de día ni de noche y en cuanto le apuntaron los primeros cañones, corrió feliz por la co­rralada, de puerta en puerta, una sonrisa bobalicona bailándole entre los labios, las amarillas pupilas dilatadas, la milana ya está emplumando, repetía, y todos le daban los parabienes o le preguntaban por el Ireneo, menos su sobrino, el Quirce, quien le enfocó su mirada aviesa y le dijo, y ¿para qué quiere en casa semejante peste, tío? y el Azarías volvió a él sus ojos atónitos, asombrados, no es peste, es la milana, mas el Quirce movió obstinadamente la cabeza y, después, escu­pió, ¡qué joder!, es un pájaro negro y nada bueno puede traer a casa un pájaro negro, y el Azarías le miró un momento desorientado y, finalmente, posó sus tiernos ojos sobre el cajón y se olvidó del Quirce, mañana le buscaré una lombriz, dijo, y, a la mañana siguiente, empezó a cavar afanosamente en el ma­cizo central hasta que encontró una lombriz, la cogió con dos de­dos y se la dio a la grajera y la grajera la engulló con tal deleite que el Azarías babeaba de satisfacción. "

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Resultado de imagen de miguel delibes notas y apuntesMi querida bicicleta (fragmento)

Yo no hacía más que dar vueltas por los paseos laterales, a lo largo de la tapia, con regreso por el paseo central, pero, al franquear el cenador con su mesa y sus bancos de piedra, las enredaderas chorreando de las pérgolas, azotándome el rostro, vacilaba, la bicicleta hacía dos eses y estaba a punto de caer pero, felizmente, la enderezaba y volvía a pedalear y a respirar tranquilo: tenía el camino expedito hasta la vuelta siguiente. Y así, una y otra vez, sin medir el tiempo. Mi padre, que todos los veranos leía el Quijote y nos sorprendía a cada momento con una risotada solitaria y estrepitosa, me había dicho durante el desayuno, atendiendo mis insistentes requerimientos para que me enseñara a montar:
—Luego; a la hora de comer. Ahora déjame un rato.
Para un niño de siete años, los luego de los padres suelen suponer eternidades. De diez a una y media me dediqué, pues, a contemplar con un ojo la bicicleta, de mi hermano Adolfo, apoyada en un banco del cenador (una Arelli de paseo, de barras verdes y níqueles brillantes, las palancas de los frenos erguidas sobre los puños del manillar) y con el otro, la cristalera de la galería que caía sobre el jardín, donde mi padre, arrellanado en su butaca de mimbre con cojines de paja, leía incansablemente las aventuras de don Quijote. 
 

“El Hereje" "

Resultado de imagen de miguel delibesel hereje“Era como si una fuerza abrumadora, lenta y creciente, intentara sacar las apófisis de los huesos de sus respectivas cavidades, un descoyuntamiento. Pero, conforme con su vieja filosofía, se metió de golpe en el dolor, lo aceptó. Creía que una vez dentro de él, el dolor, por intenso que fuese, devendría en algo ajeno, se haría más fútil y soportable. Pero, al violento dolor inicial, se fueron añadiendo otros en el espinazo, codos y rótulas, en las cabezas de músculos y nervios. Entreabrió los párpados cuando el verdugo interrumpió el suplicio para dar ocasión al inquisidor de formular de nuevo su pregunta pero, ante su silencio obstinado, aquél volvió a girar las tuercas, de forma que la suma de todos los dolores se fue convirtiendo en un único dolor, su columna dorsal se rompía, estaba siendo descuartizado. Y la tensión de los nervios, al confluir en el cerebro, le provocaron una horrible punzadura, que gradualmente fue creciendo en intensidad, hasta alcanzar un punto insoportable. Cipriano, en ese momento, perdió el control de su voluntad, emitió un terrible alarido y su cabeza cayó sobre el pecho.”




Mujer de rojo sobre fondo gris (fragmento)

En la vida has ido conociendo algunas cosas pero has fallado en lo esencial, es decir, has fracasado. Esa idea te deprime y entonces es cuando buscas apresuradamente un remedio para poder arrastrar con dignidad el futuro. Ahora no tendré a nadie a mano cuando me asalte el miedo.
(...)
Ninguno de los dos era sincero pero lo fingíamos y ambos aceptábamos, de antemano, la situación. Pero las más de las veces, callábamos. Nos bastaba con mirarnos y sabernos. Nada nos importaban los silencios. Estábamos juntos y era suficiente. Cuando ella se fue todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabras, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida eran sencillamente la felicidad. Yo buscaba en la cabeza temas de conversación que pudieran interesarla, pero me sucedía lo mismo que ante el lienzo en blanco: no se me ocurría nada. A mayor empeño, mayor ofuscación. Se lo expliqué una mañana que, como de costumbre, caminábamos cogidos de la mano: ¿Qué vamos a decirnos? Me siento feliz así, respondió ella. 

(...)
Una voz misteriosa me soplaba la lección entonces y yo atribuía a los ángeles, pero ahora advertía que no eran los ángeles sino ella; su fe me fecundaba por que la energía creadora era de alguna manera transmisible ¿De quién me compadecía entonces, de ella o de mí? 
"

La hoja roja

La jubilación, dice un amigo de don Eloy, es como la hoja roja del librillo de papel de fumar, que te avisa de que estás llegando al final, en este caso al final de la vida. El viejo Eloy se jubila y cierra así la última vía de escape a su gris existencia. Don Eloy es viudo, y vive en un pisito humilde con la única compañía de la Desi, la criada, una muchacha de pueblo a la que la ciudad todavía le viene grande, aunque pone todo de su parte para aprender de sus amigas, otras chicas de servicio, y adquirir ese aire de ser "de la capital" que envidia y desea para ella. Don Eloy está muy solo. Su hijo, notario en Madrid, le mantiene permanantemente apartado de su vida; el abuelo no tiene sitio en la alta sociedad que frecuenta con su elegante mujer. Su amigo Isaías es el único superviviente de su pandilla de juventud, y con él recuerda una y otra vez el pasado, contradiciéndose ambos a veces hasta la exasperación. La sociedad fotográfica, a la que ha pertenecido y en la que tan buenos ratos ha pasado, también corre con los tiempos modernos dejándole atrás....En cuanto a la Desi, su vida gira en torno a su novio del pueblo, el Picaza, muchacho turbio donde los haya, famoso por sus prontos, que ha venido a hacer la mili y que con sus andares chuecos y su mirada torva, la tiene trastornada de pasión...



La obra literaria de Miguel Delibes Programa de vídeo. Producción: 2000






Resultado de imagen de miguel delibes notas y apuntesMiguel Delibes nace en Valladolid, el 17 de octubre de 1920. Mientras estudiaba Comercio, comienza a colaborar en el periódico.El Norte de Castilla, primero como caricaturista y luego como redactor. En 1946 se casa con Ángeles de Castro. Terminados sus estudios, obtiene por oposición la plaza de Catedrático de Derecho Mercantil en la Escuela de Comercio. En 1948 consigue el Premio Nadal (edición de 1947) con su primera novela, La sombra del ciprés es alargada. En 1958 es nombrado director de El Norte de Castilla y se rodea de un equipo de periodistas progresistas (Manuel Leguineche, José Jiménez Lozano, Francisco Umbral, César Alonso de los Ríos, etc). En 1974 fallece su esposa y, al año siguiente, pronuncia su discurso de ingreso en la RAE, con unas emotivas palabras iniciales dedicadas a ella. Se le ofrece la dirección del nuevo diario El País, pero declina la oferta. En las décadas de los 80 y 90 recibe los más prestigiosos galardones literarios en el ámbito hispano: el Príncipe de Asturias, el Cervantes, el de Castilla y León de las Letras, etc. Fallece el 12 de marzo de 2010.


Miguel Delibes se sintió un poeta frustrado - Eldiario.es



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Obras 

La sombra del ciprés es alargada (1947). Premio Nadal
Aún es de día (1949)
El camino (1950)
El loco (1953)
Mi idolatrado hijo Sisí (1953)
La partida (1954)
Diario de un cazador (1955). Premio Nacional de Literatura.
Siestas con viento sur (1957). Premio Fastenrath.
Diario de un emigrante (1958)
La hoja roja (1959). Premio de la Fundación Juan March.




Resultado de imagen de miguel delibes y castillaImagen relacionada
Las ratas (1962). Premio de la Crítica. Adaptada
Europa: parada y fonda (1963)
La caza de la perdiz roja (1963)
Viejas historias de Castilla la Vieja (1964)
Usa y yo (1966)


Resultado de imagen de miguel delibesEl libro de la caza menor (1966)
Cinco horas con Mario (1966)
Parábola del náufrago (1969)
Con la escopeta al hombro (1970)
La mortaja (1970)
La primavera de Praga (1970)
Castilla en mi obra (1972)
La caza de España (1972)
El príncipe destronado (1973)
Las guerras de nuestros antepasados (1975)

Vivir al día (1975)
Un año de mi vida (1975)

SOS : el sentido del progreso desde mi obra (1976)
Alegrías de la Caza (1977)

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El disputado voto del señor Cayo (1978).
Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo (1978)
Un mundo que agoniza (1979)
Las perdices del domingo (1981)
Los santos inocentes (1982)

El otro fútbol (1982)
Dos viajes en automóvil: Suecia y Países Bajos (1982)
Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso (1983)
La censura en los años cuarenta (1984)
Kastila zaharreko kontu zaharrak (1985)
El tesoro (1985)


Resultado de imagen de miguel delibesCastilla habla (1986)
Tres pájaros de cuenta (1987)
Mis amigas las truchas (1987)
377A, Madera de héroe (1987) 
Mi querida bicicleta (1988)
Dos días de caza (1988)

Castilla, lo castellano y los castellanos (1988)
Mi vida al aire libre (1989)
Nacho, el mago (1990)
Pegar la hebra (1991)
El conejo (1991)
Señora de rojo sobre fondo gris (1991)
La vida sobre ruedas (1992)
El último coto (1992)

Un deporte de caballeros (1993)
25 años de escopeta y pluma (1995)
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Los niños (1995)
Diario de un jubilado (1996)
He dicho (1997)
El hereje (1998). Premio Nacional de Literatura.
Los estragos del tiempo (1999)
Castilla como problema (2001)
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Delibes-Vergés. Correspondencia, 1948-1986 (2002)
España 1939-1950: Muerte y resurrección de la novela (2004)
La tierra herida: ¿qué mundo heredarán nuestros hijos? (2005). Escrito conjuntamente con su hijo Miguel Delibes de Castro.

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Los personajes de Miguel Delibes:
Las sucesivas máscaras del escritor

Por Marisa Sotelo Vázquez*
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Pasé la vida disfrazándome de otros, imaginando, ingenuamente, que este juego de máscaras ampliaba mi existencia, facilitaba nuevos horizontes, hacía aquélla más rica y variada. Disfrazarse era el juego mágico del hombre, que se entregaba furtivamente a la creación sin advertir cuánto de su propia sustancia se le iba en cada desdoblamiento. La vida, en realidad, no se ampliaba con los disfraces, antes al contrario, dejaba de vivirse, se convertía en una entelequia cuya única realidad era el cambio sucesivo de personajes.


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El discurso rural de Miguel Delibes en Castilla, lo castellano y los castellanos.

URDIALES YUSTE, Jorge


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Josep Pla y Miguel Delibes en Palafrugell, en 1969.

La amistad de Pla y Delibes, dos huraños con boina

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Miguel Delibes y el cine español

Resultado de imagen de miguel delibes  filosofia y politicaNovelas de Miguel Delibes adaptadas al cine:
-"El camino", Ana Concha (1962)

- Mi idolatrado hijo Sisí, adaptada con el título de Retrato de familia, Antonio Giménez-Rico (1976). Reparto (Antonio Ferrandis, Amparo Soler Leal, Mónica Randall y Miguel Bosé).

-"El príncipe destronado", adaptada con el título de La guerra de papá, Antonio Mercero (1977).

-"Los santos inocentes", Mario Camus (1984). Premio en Cannes incluido a Francisco Rabal y Alfredo Landa.

-"El disputado voto del señor Cayo", Antonio Giménez-Rico (1986). Con Francisco Rabal y Juan Luis Galiardo.

-"El tesoro", Antonio Mercero (1988). Una de las primeras películas de José Coronado como protagonista.

-"La sombra del ciprés es alargada", Luis Alcoriza (1990).

-"Las ratas" , Antonio Giménez-Rico (1996).


-"Diario de un jubilado", adaptada con el título de "Una pareja perfecta" , Francesc Betriú (1998). Pareja protagonista José Sazatornil "Saza" y Antonio Resines.

Delibes y el cine, una aproximación sin polémicas
Resultado de imagen de delibes y el cine 
por Guadalupe Arbona Abascal
Universidad Complutense de Madrid







El teatro de Miguel Delibes.

Las novelas de Miguel Delibes adaptadas al teatro son:


§  Cinco horas con Mario

§  La hoja roja

§  Las guerras de nuestros antepasados

§  Adaptación teatral de la novela Cinco horas con Mario (1966)cinco-horas-con-mario.
Publicación de la versión teatral: DELIBES, MiguelCinco horas con Mario (versión teatral). Madrid, Espasa Calpe, 1982.


Dirección: Josefina Molina.


Adaptación escénica de la primera época: Miguel Delibes, Josefina Molina, Santiago Paredes y José Sámano.


Adaptación escénica de la segunda y tercera época: Miguel Delibes, Josefina Molina y José Sámano.


ProductorJosé Sámano.

La obra se estrena el 26 de noviembre de 1979 en el Teatro Marquina de Madrid.
Representaciones en Españaprimera época (1979, 1980, 1981, 1984 y 1989), segunda época (2001, 2002, 2003, 2004 y 2005) y tercera época (2010, 2011 y 2012).Resultado de imagen de “La hoja roja”  teatro


Adaptación teatral de la novela “La hoja roja” (1959).
Publicación de la versión teatral: DELIBES, MiguelLa hoja roja (versión teatral). Barcelona, Destino, 1987.
DirecciónManuel Collado.
Adaptación escénicaMiguel Delibes.
ProductorJuan José Seoane.
La obra se estrena el 6 de septiembre de 1986 en Valladolid, en el Teatro Calderón.
Reparto:
  • Narciso Ibáñez Menta en el papel de don Eloy
  • María Fernanda D´Ocón en el papel de la Desi.
Representaciones: Tras su estreno en Valladolid, el 21 de septiembre de 1986 la obra se representa en Madrid, en el Teatro Alcázar.


Adaptación teatral de la novela “Las guerras de nuestros antepasados” (1975).
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Publicación de la versión teatral: DELIBES, Miguel: Las guerras de nuestros antepasados en teatro. Barcelona, Destino, 1990.

Dirección de la primera época (1989, 1990 y 1991)Antonio Giménez-Rico.

Dirección de la segunda época (1992)José Sacristán.

Dirección de la tercera época (2002, 2003, 2004 y 2005)José Sámano.

Adaptación escénicaMiguel Delibes y Ramón García.

ProductorJosé Sámano.
La obra se estrena el 7 de septiembre de 1989 en Madrid, en el Teatro Bellas Artes.
Representaciones en España: primera época (1989, 1990 y 1991), segunda época (1992) y tercera época (2002, 2003, 2004 y 2005).

En 1991 “Las guerras de nuestros antepasados” se representa en Buenos Aires y en 1994, en París, con el título de “La guerre promise”.
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