Milan Kundera
Los veinticuatro literatos,
que Daria Galatería biografía aquí, tuvieron en algún momento
de sus vidas, una remuneración, por un trabajo ajeno a su vocación. Pero bien
conocido es que casi todos los escritores, a lo largo de la historia, partieron
de la posición privilegiada de su familia: ricos herederos o hijos de
burgueses.
Desde que se inventó el
trabajo, los que rodaron de un oficio a otro o trabajaron en uno mismo durante
su etapa laboral, eran los menos. Y de ahí sabiendo algo más de los que aquí no
están biografiados, muchos, muchísimos crearon y crean, desde unos parámetros
acomodados, teniendo en el punto de partida y a su disposición, bibliotecas
personales, amplias posibilidades de realizar estudios superiores, y todo el
tiempo para revolotear entre las extravagancias creativas, los estilos
literarios predominantes de su época, o en dársenas para que hicieron de puente
entre lo contemporáneo y lo moderno.
Aunque en esta creación de
la profesora Galatería, casi hay un equilibrio con los que tuvieron vida
laboral real, como nosotros la conocemos.
A raíz de publicarse este
libro, aparecen muchas historias de los actuales escritores que van editando,
al tiempo que compaginan otros trabajos de subsistencia, sin delimitar el pulso
actual de la literatura, y su peso en el valor creativo. Es importante darle
merecido a este heroísmo, pues además de la actividad que realizan normalmente
todos los humanos en edad propicia, para poder vivir, hemos de adjuntar, hacia
ellos, alguna presencia de medallas sin que pesen o sean muy vistosas, ya que
adolecen de poca eficacia literaria.
Pasando de la mera época
publicitaria actual, pensar en escribir, y dejar de lado el útil laboral,
no es más que un índice para acomodar la imaginación, al menú diario.
Escribir es otro estadio
mental, con otros requerimientos y componente pseudo-químicos y emocionales,
adversarios de la laboriosidad del cotizante, pues estas enderezando
nuevos habitantes, muchas veces sin pasar por el proceso de germinación
humana, con el que todos contamos, hasta llegar al empleo.
¡Qué sí!,
Quizá pensar en
las profesiones de Kafka, Joyce, London, Saint Exupery, Colette, Boris Vian y los demás, que a aquí nos
acerca la autora, da a conocer la dificultad de tener una trayectoria creativa
centrada en la escritura, compaginada con otras opuestas estructuras, y que sin
embargo pueda hacer de sus obras, enigmáticas sagas clásicas, para bien de la
historia de la literatura, pero pocas, comparadas con las que no estuvieron
frente a un horario.
Y ahora que se
escribe para empapelar un despacho editorial con claves que aseguren las
ventas, o el accésit de un concurso, lo único que tenemos es a aupados
novelistas o poetas. Escribir, escribe Tolstoi, por ejemplo, y por ende sus
traductores.
No por eso mi adoración
por algunos de los escritores que aparecen en esta multibiografía, deja
de ser muy alta, pero se acusa casi, la intención de animar a todos desde sus
empleos a iniciar a cualquier precio la trayectoria creativa, sin contar con la
fortificación necesaria que se construye a lo largo de toda la vida, desde que
aprendes a leer, hasta el último suspiro, desmenuzando las palabras, los textos
clásicos, la malevolencia de la historia, y las muchas veces, ajena o contraria
influencia familiar.
De la mano de partituras
gramaticales, jalonadas por prótesis literarias y obsoletas bagatelas, y de un
día más desfavorable que el anterior, se clausuran poemas, infamias, novelas
con finales infelices, teatralidades con la humana banalidad y expedientes
criminales, que abren la realidad oculta. Ahí es donde se debe llegar, o como
Julio Verne a visionar los futuros posibles.
Sabemos que Proust, Byron, Wilde, Heródoto, Cicerón, Borges o el mismísimo San Agustín no desviaron ni un ápice
su vocación. Y sin embargo añadimos a estos engranajes, los que Daría Galatería
nos propone, pues su obras tan fuertes como las de los anteriores, han hecho
caminar la literatura, utilizando la misma constancia en la creación, que los más
privilegiados y clásicos.
Gorki, Claudel, Svevo, Chandler, Celine, Hrabal, Orwell, Malraux, Chatwin o los demás tienen cientos
de páginas excelsas. Y aquí, en este entretenimiento, aparecen abyectos a
un mínimo trabajo bibliográfico, algo enfatizados.
Este libro está dentro de
la labor de difusión cultural, igual de válida que los textos de apoyo para la
educación inicial.
"Escribir
pese a todo, pese a la desesperación".
Marguerite Duras
Ánxel Grove
Fernando Pessoa, uno de
los mejores escritores del siglo XX, combatió con discreción y silencio el peso
de la vida. Ganaba unos pesos traduciendo
correspondencia empresarial para empresas navieras y los gastaba en
el aguardiente inspirador que consumía en soledad en melancólicas cafeterías y
tabernas de Lisboa mientras escribía poemas con la voz de las veinte identidades que
habitaban bajo el fieltro fatigado de su sombrero.
Franz Kafka, el primer
escritor moderno, acaso el único que merece ser considerado moderno, tuvo entre
1908 y 1922 un empleo donde le entregaban un sueldo que, según el mismo
afirmaba, le alcanzaba para “pagar el pan”. Era redactor de informes en el
Instituto de Seguros de Accidentes Laborales para el Reino de Bohemia. Componía
precisos memorandos—¡podemos imaginar cuan precisos!— para que la compañía
pagase o dejase de pagar indemnizaciones a trabajadores heridos en el puesto de
trabajo. A la salida corría a casa de sus padres, cenaba frugalmente un apio y una zanahoria —era vegetariano—
y dedicaba la noche entera a iluminar los caprichos de la tinta sobre el papel
con las candelas de su mirada esquizoide. A veces sentía remordimientos por
entregarse a una vida laboral adocenante, pero en ocasiones se mostraba
indulgente y afirmaba que el trabajo libera al hombre “del sueño que lo deslumbra”.
Arthur Rimbaud, sublime
autor de poemas de febril adolescencia que siguen capturando fanáticos, renegó
de la literatura para perderse en el África oriental de las hienas y los
caníbales y hacer fortuna
traficando con armas y marfil y tal vez con esclavos. Siguió
escribiendo hasta la muerte prematura, pero solamente cartas familiares y
comerciales entre cuyas líneas apenas asoma la locura de quien fuera un niño
demonio.
Trabajos forzados.
Los otros oficios de los escritores, que publica la editorial Impedimenta, es una guía de las formas de supervivencia que encontraron, por
opción personal, casualidad u obligación, algunos de los escritores más
conocidos de los últimos siglos. La autora, Daria Galateria (Roma-Italia,
1950), ha compuesto uno de esos manuales complementarios que se leen de buen
grado y descubren a la personas tangibles tras los inmateriales libros que nos
conmueven.Sí, señores. Los
escritores trabajan en algo más que inventar historias que nos
permiten seguir viviendo. Lo hacen para sobrevivir, pagar vicios, postergar la
pobreza, abrir las puertas del tiempo, ganarle horas a la muerte… Otros
trabajan para olvidar que la literatura es el verdadero trabajo.
En el prólogo del ensayo, Galatera
precisa lo que es fácil de sospechar: casi todos los escritores, poetas o
ensayistas, sea cual sea su trabajo
forzoso, se quejan de que la
escritura es “la tarea más agotadora de todas”.
Aprovechando la edición del libro, que
se termina de un tirón y del que sales con una necesidad apremiante de ponerte
a leer lo que escribían estos hombres en las horas libres que les dejaba el
trabajo, vamos a dedicar un Cotilleando a… los otros oficios de unos cuantos
escritores.
1. El mendigo. Maxim Gorki,
bolchevique, amigo de Lenin y Stalin y autor de novelas socializantes y educativas como La
madre (1907), combatió la pobreza extrema y los viles maltratos
hogareños —su abuelo, su madre y sus hermanos le daban palizas que lo llevaron
al vestíbulo de la muerte— haciendo de todo. De niño recogía trapos y clavos
para revenderlos (sus compañeros le llamaban “el mendigo”) y cazaba pájaros
para llevarlos al mercado; a los 11 años, le echaron de casa y se empleó en una
zapatería; a los 12, fue pinche de cocina y luego fogonero en un vapor que
recorría el Volga; en la adolescencia, formó parte de una pandilla de ladrones de leña; para
pagar la universidad, se empleó de estibador y en una fábrica de galletas…
Trabajaba catorce horas al día y tenía tiempo y ganas para asistir a las
reuniones clandestinas de los revolucionarios que soñaban con una “república de
trabajadores”. A los 19 años ya le vigilaba la policía zarista y decidió
perderse recorriendo Rusia. Fue pescador, vendimiador, trabajó en salinas,
pescador, obrero de carreteras… No es extraño su nombre literario —el de
nacimiento era Alekséi Maksímovich Péshkov—: gorki significa amargo en ruso. Cuando ya había alcanzado la
fama se empleó como redactor en un diario. Cuando le encargaron dos
artículos al día rechazó el puesto porque le parecía demasiado trabajo, como
estar “en galeras”.
2. Niño explotado. Ladrón de ostras, cazador de focas,
marinero dedicado al tráfico de opio, porteador de carga durante la fiebre del
oro de Alaska… El personaje aventurero y pintoresco que nos viene a la memoria
al hablar de Jack London, tiene su envés en su otra
condición, la de trabajador industrial desde niño en fábricas de conservas
—diez horas al día, de lunes a domingo—, carbonerías —un dólar por un turno de
ocho horas—, lavanderías… Nacido en un hogar pobre y sin suerte, London tuvo
que llevar dinero a casa desde los 10 años, pero se las arreglaba para dedicar
todo el tiempo que le sobraba en la biblioteca, de cuya sala de lectura salía
preso de una gran agitación nerviosa por las emociones que encerraban los
libros. Con los años llegó a ser el escritor mejor pagado de su tiempo, pero
los esfuerzos de la niñez y la adolescencia le pasaron factura: padeció de un
intenso dolor crónico de espalda, brazos y manos durante el resto de su vida.
3. Contra el terror a envejecer. Sidonie-Gabrielle
Colette, la
autora de cincuenta novelas, colecciones de cuentos y libros de memorias,
intentó hacer fortuna montando una línea de cosméticos en 1932, en plena Gran Depresión. La iniciativa fue del amante de la escritora,
Maurice Goudeket, que convenció a la exestrella del Moulin Rouge y subversiva bon
vivant liberada
de que debía sacar provecho económico de su imagen pública —Colette tenía entonces
sesenta años y sus buenos tiempos como sex
symbol quedaban
lejos—. No le hizo falta insistir: pese a que ella afirmaba ser, sobre todo,
“una escritora”, la publicidad la seguía volviendo loca. “Un escritor hará
publicidad si se siente capaz, si siente pasión por lo nuevo, si tiene
capacidad de comunicar y un vocabulario lo bastante rico”, había declarado dos
años antes para justificar sus participación en una campaña de anuncios de los
cigarrillos Lucky Strike. Con
las cremas y potingues, dijo, quería “renovar el contacto con las personas
normales” y salvar a las mujeres “de la pérdida del placer y del terror a
envejecer”. Convenció para que entrasen en el negocio a una heredera de la
fortuna de las máquinas de coser Singer, un bajá oriental y un miembro de la
saga de banqueros Dreyfus y compró un local en el centro de París que decoraron
con estricto y elegante estilo art déco. Ella misma se encargó en la inauguración
de maquillar a algunas de las asistentes. “Encuentro bellísimas a las mujeres
cuando emergen bajo mis dedos de escritora. Sé lo que hay que poner en la cara
de una mujer tan aterrorizada, tan llena de esperanza, en su declive”, explicó,
aunque algunos diarios hablaron de que los colores rosa
canalla y azulón del maquillaje era propio de
“mujeres de la calle”. El
negoció quebró en dos años, Maurice Goudeket se dedicó a la venta de lavadoras
y Colette siguió escribiendo.
4. Contable alcohólico. Los padres fundadores de la novela negra, Raymond Chandler y Dashiell Hammett, tardaron en poder ganarse la vida con las
tremendas novelas que ahora se estudian en las universidades. El primero, según
cuenta Trabajos forzados. Los otros oficios de los
escritores, llegó a
acumular 36 decepcionantes trabajos —desde recogedor de albaricoques hasta encordador de raquetas de tenis—. Su
vocación, pese al carácter temperamental y cínico de su gran héroe de ficción Sam Spade, era la contabilidad. Durante dos décadas,
Chandler trabajó (y cumplió) en el departamento de cuentas de Dabney Oil Syndicate, la segunda petrolera de Los Ángeles tras Shell
durante el boom del oro negro en California. Llegó a ser
subdirector de la compañía escalando posiciones gracias a una cadena de sucesos
que parecen extraidos de la trama de una de sus novelas: un jefe de contable
fue encarcelado por fuga de capitales y el sucesor murió de un ataque cardíaco
sobre la mesa de la oficina. En 1932 a Chandler lo prejubilaron por alcoholismo
con una paga más que genrosa para evitar el escándalo. Para llenar el tiempo
libre se matriculó en un taller de literatura y devoró todas las novelas pulp que encontraba. Le gustaba especialmente
Dashiell Hammet y decidió imitarlo.
6. Peligroso Ford. En julio de 1923, Louis-Ferdinand Céline recibió su primer
destino como médico: le enviaron a un pueblo de las Árdenas francesas. Un año
más tarde le concedieron una beca de la Fundación Rockefeller para trabajar
como responsable de los programas mundiales de higiene de la Sociedad de Naciones, el embrión de la ONU.
Viajó durante tres años por EE UU, Canadá, Cuba, Holanda, Italia y
Senegal, pero terminó convencido de que “la medicina burguesa está muerta”, se empleó en un ambulatorio
popular y se enfrascó en la redacción de la novela nihilista y antibélica Viaje al fin de la noche,
que publicaron en 1932. Tras la II Guerra Mundial le declararon “desgracia
nacional” en Francia por su colaboracionismo con los nazis y el antisemitismo
de algunas obras menores. La autora de Trabajos forzados. Los otros
oficios de los escritores recuerda que durante su gira por los
EE UU, el entonces joven médico había visitado las factorías automovilístucas
de Henry Ford, el multimillonario
antisemita que publicaba en sus diarios artículos titulados Como los judíos controlan la venta de
alcohol o El jazz es
un invento de los judíos.
Gabriel
García Márquez: Podemos
decir que se dedicaba a la literatura porque, para el recientemente
desaparecido Nobel colombiano, el periodismo escrito no es otra
cosa que un género literario. Y así se
inició él: como redactor de notas editoriales. Después de colaboraciones
con El
Universal, El nacional de
Barranquilla y otros muchos periódicos locales, empezaría a crear a los
Buendía.
Arturo Pérez-Reverte: Tal y como lo cuenta en su biografía, el ahora
escritor y académico de la RAE solo dejó
el ejercicio del reporterismo de guerra después de 20 años de trayectoria para
dedicarse en exclusiva a publicar libros en español y otras lenguas.
Aunque son muchos los conflictos armados que el autor ha cubierto
–Líbano, Eritrea, Sahara, Malvinas, Nicaragua, Chad, Mozambique o Bosnia– más
aún son las obras que ha publicado.
Julio Cortázar: Se consideraba a sí mismo como “traductor
metido a escritor” y así lo acreditan sus traducciones de Robinson
Crusoe y de Edgar Allan Poe pero también su trabajo como intérprete en
organismos internacionales como la UNESCO. Y después de tanta relevante
traducción, encontró el tiempo y los medios financieros para escribir.
Docencia
Antonio
Machado: Gracias a su cátedra de francés, este poeta sevillano se dedicó
a enseñar gramática francesa en diversos institutos de la geografía española. Según hemos averiguado en Palibrio,
de Soria a Jaén, pasando por Segovia y terminar en Madrid, Machado dio
continuidad así a una estirpe familiar de profesores. Gabriela
Mistral: Aunque es conocida por ser la primera latinoamericana y mujer en
recibir un premio Nobel en 1945, esta chilena de familia humilde empezó su andadura como maestra de
escuela primaria cuando contaba solo con 14 años. El ser autodidacta no
le impidió ejercer de directora de liceo y crear sus propios escritos sin
desvincularse nunca por completo de la faceta pedagógica.
Diplomacia
Carlos
Fuentes: Su condición de hijo de diplomático lo llevó a recorrer gran parte
de las capitales hispanoamericanas durante su infancia pero Fuentes heredaría
también el oficio paterno. Se
dedicó profesionalmente a representar a México en numerosos organismos
internacionales y hasta fue embajador de este país en Francia.
Octavio
Paz: Mucho le deben sus creaciones a su profesión de diplomático. Los
viajes de Paz a múltiples países como delegado
del servicio exterior mexicano durante más de 20 años hicieron
madurar su prosa hasta tal punto que esta no sería tal sin sus experiencias internacionales.
De todo un poco…
Roberto Bolaño: Nadie diría hoy que el célebre autor de Los detectives salvajes y 2666 desempeñó a lo largo
de su vida laboral los trabajos más dispares. Camarero, lavaplatos o vendedor
pero seguramente, el más conocido sea el de vigilante
nocturno de un camping catalán.
Juan Rulfo: Aunque el trabajo de oficina y los asuntos burocráticos nos parezcan
lo más antagónico al alma libre y creativa de los escritores, este mexicano
podría ser la excepción. Más
de una década en la Secretaría de Gobernación le proporcionó un horario
inmejorable y mucho tiempo para escribir, Él aprovechó para hacerlo
pero también para vivir, la única dedicación que consideraba un verdadero
oficio.
Los
antiguos gajes y oficios de 8 escritores
http://www.garuyo.com/arte-y-cultura/oficios-antiguos-de-escritores-famosos
Oficios del oficio:
Escritores y subsistencia
http://tinyurl.com/zyh7xss
La salvaje costumbre de trabajar
Bruno H. Piché
http://www.fronterad.com/?q=salvaje-costumbre-trabajar
El trabajo y los escritores
Grandes
nombres de la Literatura que tuvieron que tomar otros oficios para sobrevivir
Los extraños trabajos que tuvieron 10
escritores célebres antes de triunfar
http://www.playgroundmag.net/noticias/actualidad/literatura-wtf-trabajo_0_1741025887.html
Las Profesiones de los escritores
- José, esposo de María era
carpintero, y enseñó ese mismo oficio a Jesús de Nazaret.
- Cesar Augusto, fue un gobernador
de Roma que estableció una ley por la que toda persona debía volver a la ciudad
donde nació para inscribirse en el primer censo histórico.
- Simón, llamado Pedro, y Andrés,
su hermano, eran pescadores. Jacobo (según algunas traducciones: Santiago) ,
Juan su hermano y su padre Zebedeo, también eran pescadores. (Pedro, Andrés,
Jacobo y Juan fueron los primeros en seguir a Jesús).
- Mateo era recaudador de impuestos
y tributos públicos.
- Poncio Pilato era pretor en
Judea, es decir, gobernador de distrito.
- Jairo era uno de los principales
de la sinagoga, al que Jesús resucitó a su hija.
- Caifás era el sumo
sacerdote.
- Simón de Cirene, padre de
Alejandro y Rufo, al que obligaron a llevar un rato la cruz, era
campesino.
- Zaqueo, hombre rico y feje de los
publicanos, fue quien se escondió subido a un árbol para poder ver a
Jesús.
- Cornelio era un oficial del
ejército romano que invitó a comer a Pedro a su casa.
- José, hijo de Jacob, después de pasar 12 años en prisión por un delito que no cometió, llegó a ser (nombrado por el Faraón), un importante gobernante en Egipto. (Ver Génesis)
- Job, era un rico hacendado que
poseía tierras y ganado. (Ver Job)
- Moisés fue criado por la hija del
Faraón, pero luego se marchó lejos y se hizo pastor. Más tarde, acaudillaría a
los israelitas tras liberarlos de la esclavitud de Egipto. (Ver Éxodo)
- Aarón, el hermano de Moisés,
llega a ser sumo sacerdote del tabernáculo. (Ver Éxodo)
- Josué, sustituye a Moisés como
líder, y se hace guerrero para conquistar la tierra de Canaán. También fue el
primer juez de Israel. Otros jueces después de él fueron: Otniel, Aod , Samgar
, Jefté o Sansón. (Ver Éxodo, Números, Deuteronomio, Josué y Jueces)
- Débora es profetisa y jueza. (Ver
Jueces)
- Rut y Noemí trabajaron como campesinas en los campos de un
hombre llamado Booz. Finalmente, Rut y Booz se casaron y llegaron a ser los
bisabuelos del rey David. (Ver Rut)
- Gedeón fue guerrero (libro de
Jueces)
- Saúl llegó a ser el primer rey de
Israel (Ver Samuel, Crónicas y Reyes)
- David sustituyó a Saúl como rey.
Antes de eso, fue pastor de ovejas, y también componía poemas y música. (Ver
Samuel, Crónicas , Reyes y Salmos)
- Salomón, hijo del rey David, fue
conocido por su sabiduría, y encargó la construcción de un gran templo en
sustitución del tabernáculo. (Ver Crónicas , Reyes, Salmos y Proverbios)
Roboam, hijo de Salomón es rey,
pero el reino ha quedado dividido en 12 tribus, de las cuales solo gobierna
dos: las tribus de Benjamín y Judá. Las otras diez tribus son gobernadas por
Jeroboán, a quien Salomón le había encargado hacer gran parte del trabajo de
construcción del templo. (Ver 1er libro de Reyes)
- Elías, Isaías y Jonás fueron
profetas. (Ver 2º Reyes , Isaías y Jonás).
- Naamá, era el jefe del ejército
sirio (Ver 2º Reyes).
- Jeremías y Daniel también fueron
profetas. Daniel fue educado en el palacio del rey babilonio Nabucodonosor, y
arrojado a un foso de leones en tiempos del rey Darío, del que salió ileso (Ver
Jeremías y Daniel)
- Esther fue una israelita que
llegó a ser reina de Persia, pues se casó con el rey Asuero. Y su primo
Mardoqueo, quien sirvió en el palacio del rey, llegó a ser legislador.
Nehemías, además de ser profeta,
era el copero principal del rey persa Artajerjes. Nehemías pidió permiso al rey
para reconstruir los muros de Jerusalén, petición que le fue concedida.
Daria
Galateria nació
en Roma en 1950. Se licencienLiteratura en la Universidad La Sapienza de Roma,
con una tesis sobre el monólogo en Stéphane Mallarmé y Paul Valéry.Desde 1975
trabaja como profesora de Lengua y Literatura francesa. Entre sus áreas de
investigación se encuentran las memorias, especialmente de mujeres, de los
siglos XVII y XVIII. Ha preparado la edición canónica en italiano de En busca
del tiempo perdido, de Marcel Proust, para Mondadori, y ha traducido a autores
como Françoise Sagan, Anatole France, Jean Giono, Paul Morand o Boris Vian.
Comenzó su carrera editorial en 1977, con el estudio crítico André Breton. Posteriormente
publicaría Parigi 1789 (1989), Il tè a Port-Royal (1995), Fughe dal re Sole.
Memorie di cortigiani riluttanti (1996, Premio Grinzane Cavour), Scritti
galeotti (2000) y Entre nous (2002). En 2007 publicaría su obra más
exitosa, Trabajos forzados (Los otros oficios de los
escritores),
que se traduce ahora al castellano por primera vez. En 2005 fue nominada
como Officier de l'Ordre des Arts et des Lettres en Francia. Actualmente
dirige varios programas para la RAI. Asimismo, es colaboradora habitual de Il Manifesto,
La Repubblica y L'Espresso (dato editorial Impedimenta)
Redacción y estilo
Trucos para escribir mejor, de Carlos Salas
Manual muy práctico que te ayudará a redactar bien, con algunos «trucos» del oficio, sin explicaciones muy técnicas y que te lees en un rato. Recomendable sobre todo para escritores principiantes, pero todos necesitamos repasar estos trucos de vez en cuando. Fantástico: una pequeña gran guía.
La Escritura transparente, de William Lyon
Sencillo y a la vez imprescindible manual de redacción periodística pero que todo escritor, incluso de ficción, debería leer y poner en práctica. Te ayudará a organizar mejor la información que transmites y vas a mejorar tu capacidad para contar cosas por escrito. Más que bueno: una joya que necesitas tener en tu biblioteca.
Palabras mayores. 199 recetas infalibles para expresarse bien,
de Alberto Gómez Font (Autor), Jorge De Buen Unna (Autor), Antonio Martín Fernández (Autor), Xosé Maria Castro Roig (Autor)
de Alberto Gómez Font (Autor), Jorge De Buen Unna (Autor), Antonio Martín Fernández (Autor), Xosé Maria Castro Roig (Autor)
Para mí, ya es imprescindible. Aprenderás montones de cosas interesantes, curiosas y sorprendentes sobre libros, edición, redacción, estilo y mucho más. Te va a encantar, yo al menos no puedo vivir sin él. Se ha convertido, prácticamente, en mi manual de estilo y libro de referencia cuando tengo una duda sobre edición —y otros mil temas.
Narrativa y técnicas de escritura
El viaje del escritor, de Christopher Vogler
Todo un clásico que es lectura obligada en la mayoría de cursos de narrativa y talleres literarios de todo el mundo. Además de aprender al detalle la estructura clásica para aprender a contar historias, comprenderás por qué contamos historias los seres humanos. Si escribes ficción lo necesitas, no hay más que decir.
Cómo no escribir una novela, de Sandra Newman y Howard Mittelmark
Además de divertido, es un manual que te enseñará los principales errores que cometen los escritores principiantes. Lo leerás con media sonrisa y asintiendo con la cabeza, porque reconocerás en muchas ocasiones los errores como tuyos. Lo mejor de saber lo que NO deberías hacer, aprendes lo que SÍ puedes hacer. ¡Genial!
Gotham Writer’s Workshop, Varios Autores
El manual de la escuela de escritores más prestigiosa del mundo, la Gotham Writers de Nueva York. Ofrece conceptos clave del arte de escribir ilustrados con ejemplos tomados de grandes obras de la literatura de ficción. Un taller literario bastante completo, para autodidactas recalcitrantes.
Teoría de la ficción
El arte de la ficción, de David Lodge
Un texto clásico y básico para comprender los mecanismos más íntimos de la ficción literaria. Contado con sencillez y sin engolamientos innecesarios, te abrirá los ojos a muchas cuestiones esenciales de la escritura.
Morfología del cuento, de Vladimir Propp
Otro libro de lectura obligatoria en la mayoría de talleres y cursos de escritura —al menos los que he hecho yo, claro—. Reúne los elementos presentes en la cultura humana y los arquetipos elementales que han servido para contar las historias universales.
Escribir ficción, Edith Wharton
Más que brillante aproximación a las claves de la ficción moderna. Con sencillez y rigor, ofrece recursos para desarrollar el estilo y la estructura narrativa, contar un cuento o desarrollar los personajes, entre otros aspectos y mecanismos. A pesar de tener unos cien años, todo lo que cuenta este ensayo es pura actualidad.
Sobre el oficio de escribir
Experimentos con la verdad, de Paul Auster
Paul Auster —que además de ser un genio de la lietartura contemporánea es uno de mis autores favoritos de siempre— reflexiona sobre el acto y el arte de escribir, sobre los secretos que sostienen toda narración. Pero también descubrirás detalles sorprendentes sobre su vida, repleta de curiosidades y experiencias jugosas.
Error humano, de Chuck Palahniuk
Recopilación de crónicas y artículos de este escritor inclasificable, entre maldito y gamberro. Contiene retratos de estrellas, paranoias surrealistas e historias íntimas. Permite entrever el insólito mundo del autor y destapa algunas de las realidades más sórdidas que alimentan sus novelas. Merece la pena estudiar por qué a un genio se le ocurren sus genialidades.
Mientras escribo, de Stephen King
Sus recuerdos aportan una amena perspectiva sobre la formación del escritor. King describe las herramientas básicas del oficio y expone sus opiniones personales sobre el secreto de la escritura. También relata cómo la escritura le ayudó a superar las secuelas de un grave accidente que casi le cuesta la vida. Aparte de ser una lectura amena, aprenderás muchísimo de este genio de la narrativa y te transmitirá su pasión por escribir.
Difíciles de encontrar
Zen en el arte de escribir, de Ray Bradbury
Once ensayos componen esta joya única sobre el arte de la escritura. No repara en las minucias técnicas ni en cómo presentar una página, sino que nos habla de la fiebre, el ardor, la felicidad del acto de escribir. Es muy difícil de encontrar y si sabes dónde comprarlo LEGALMENTE, te agradeceré que compartas en la zona de comentarios más abajo. ¡Gracias!
Consejos a un joven escritor (ATALAYA), de Vicenzo Cerami
Excelente libro de pequeños ensayos, todos dedicados al oficio de narrar, más que al de escribir, porque contiene también ideas para desarrollar en radio, cine o teatro. La narrativa va mucho más allá de los libros y este demuestra que el oficio de escritor tiene muchísimas posibilidades. No sé por qué, pero es más fácil encontrarlo en catalán que en castellano.
Como se escribe una novela de intriga, de Patricia Highsmith
Buen libro sobre la técnica para escribir suspense, muy recomendable pero que es algo tramposo: era, originalmente, un artículo que un editor avispado convirtió en libro. El contenido es bueno… pero quizá no tanto como para pagar el precio al que lo he visto en las librerías. Si lo encuentras en eBook a un precio razonable o en descarga gratuita LEGAL, es muy recomendable.
Me vas a
permitir, después de todo el trabajo que me he tomado para hacer este reporte
que te recomiende mi eBook
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las claves que todo escritor de este tiempo que nos ha tocado vivir necesita
dominar: la mentalidad ideal para encarar el acto de escribir, las técnicas
narrativas, el funcionamiento del sector editorial y el marketing para
escritores. Además de práctico y muy claro en todos los planteamientos, he
intentado que transmita también esa motivación para lanzarse a escribir y
publicar que todo escritor necesita.
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cuanto más se sepa del arte y se ejercite, mejor será la técnica y los
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– Cómo escribir correctamente, de José Serra (Swing)
– Cómo escribir y publicar un libro con éxito, de Josep López (autopublicado)
– Cómo se escribe una novela, de H. G. Quintana (El barco ebrio. Servicios Editoriales)
– Consignas para escritores, de Jorge Eduardo Benavides (Editorial Casa de Cartón)
– El escritor prolífico: guía práctica para escribir más y mejor en menos tiempo, de Ethan Miller (Unique Vision Press)
– Escribir está a tu alcance, de Lorraine C. Ladish (Jirones de Azul Editorial)
– Escribir y editar, de Gema Bizcarrondo y Hernán Urrutia; Javier Torres Ripa, Ed. (Deusto
)
)
– Marketing para escritores, de Neus Arqués (Alba Editorial)
– Saca al escritor que llevas dentro, de Iria López Teijeiro (Literautas Editorial)
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