Si queremos aprender a escribir, parece evidente que la mejor escuela será el trabajo de quienes han demostrado su dominio de la materia. Es fácil que nadie nos pueda enseñar a cazar una ballena blanca mejor que Melville. Nadie como Joyce para enseñarnos a manejar el flujo de conciencia; o Ishiguro para aprender cómo respira un narrador poco fiable. Podemos acudir a Jim Thompson, y, por ejemplo, a sus 1280 almas para ver cómo se organiza una trama de forma milimétrica; o a Jane Austen para estudiar el uso de la ironía. Y quién mejor que John Williams, en Stoner, para enseñarnos a atrapar la atención del lector con una historia sin expectativa de desenlace, o a organizar el material con una estructura temporal amplísima (toda una vida) sin que decaiga la tensión narrativa…
Todo ese acervo, en fin, está ahí, al alcance de cualquier aspirante a escritor. Sin embargo, no es fácil aprender a reconocer y a utilizar las herramientas de un oficio sobre el que no se sabe nada todavía.
Los felices intermediarios son esos otros maestros imprescindibles, que enseñan el oficio de la escritura (de novelas, en este caso) desde los libros también, pero no desde la creación, sino desde el análisis, la profundización y la exposición didáctica.
El mercado también abunda en métodos de escritura y textos críticos. Muchos de ellos no son de fiar. Mi intención es acercar a quien le interese unos cuantos libros con valor por sí mismos, por la calidad con la que están escritos, y por la generosidad con que exponen las peculiaridades del oficio.
Empezaré por tres de mis maestros imprescindibles. Si bien el primero son dos libros, en realidad, pero que funcionan como dos partes de un todo:
El arte de la ficción y Para ser escritor, de John Gardner
No creo que se pueda decir nada sobre escritura de ficción que Gardner no haya dicho ya. Fue, además de escritor y crítico literario, profesor de escritura en diversas universidades e instituciones. El arte de la ficción son los apuntes que elaboró para sus estudiantes de escritura, y en ellos aborda cuestiones técnicas sobre la construcción de novelas desde un punto de vista teórico, en la primera parte, y práctico, en la segunda. Todas sus enseñanzas parten de una premisa: el principal objetivo es construir para el lector lo que él llama el sueño de la ficción, de forma que todas las decisiones que el escritor tome deben dirigirse a mantener al lector inmerso en dicho sueño, a que no se distraiga de la historia. No se trata de crear una ficción que hipnotice al lector y anule sus sentidos y su capacidad crítica, no; es un consejo dirigido al escritor: no es su ego quien manda, sino la obra de arte.
Así pues, todo debe ponerse al servicio de esta: la construcción de los personajes, la estructura de las tramas; el ritmo de la prosa, la sintaxis; la afinación del criterio a la hora de escoger el punto de vista y el narrador… Y todas estas elecciones estilísticas deben hacerse desde una posición de honradez hacia el lector y hacia uno mismo.
Gardner da pistas, reflexiona sobre el modo de vivir de los escritores, su forma de relacionarse con la realidad
Gardner enseña con claridad y sencillez cuáles son las herramientas de las que dispone un escritor. Pero también da consejos interesantes, y motivos para la reflexión. Por ejemplo: "El estado artístico ideal: serio y burlón al mismo tiempo". O su particular principio de Heisenberg, aplicado a la creación literaria: Si solo con observar un fenómeno lo transformamos, cuánto más haremos con la realidad al reformularla mediante la escritura.
Si la posibilidad de poder enseñar a escribir genera dudas, imaginen si lo que se plantea es enseñar a ser escritor. Gardner, en Para ser novelista, se atreve a hablar de aquello que se debe tener para llegar a ser un escritor. Desde la necesidad de autocuestionarse siempre, condensada en esa pregunta que muchos aspirantes tarde o temprano, plantean a sus maestros: ¿valgo para esto?, Gardner da pistas, reflexiona sobre el modo de vivir de los escritores, su forma de relacionarse con la realidad; las maneras de afrontar la escritura, el significado que puede tomar esta dentro de la vida cotidiana para el artista, etc. “Escribir novela”, según él, “es una alternativa a la vida ordinaria”. Una alternativa exigente, sacrificada, y feliz.
La asertividad de Gardner al animar a no caer en la autocomplacencia resulta tan emocionante como ingenua en estos tiempos mercantiles, en los que la novela parece abrazar más la industria del entretenimiento que la cultura. Es difícil transmitir al aspirante a escritor la necesidad de ser autoexigente; de evitar el sano impulso de repetir lo que hacen otros, para tratar de aportar algo singular que haga avanzar a la literatura, cuando los ejemplos de novela más sencillos de encontrar, los que tienen éxito, no suelen hacer nada de esto, cuando no hacen lo justo lo contrario.
Juzguen ustedes si suena extraño hoy en día el párrafo final del libro: “Las recompensas que procura [la escritura de novelas] son de cariz casi religioso —un cambio de la mente y del corazón, satisfacciones que nadie que no sea novelista comprende— y, generalmente, sus rigores no proporcionan otra recompensa que no sea la espiritual. Aunque para quienes realmente se sienten llamados a esta profesión bastan las recompensas espirituales”.
Antes de esto, que hace suspirar de nostalgia, se mete en otros jardines, como hablar sobre la naturaleza del escritor, sobre los estudios y la formación que convienen al mismo; sobre publicar y el mercado editorial; sobre la fe; sobre la culpa por dedicar tanto tiempo a algo que en teoría no sirve para nada; o la sensación de vivir en una eterna adolescencia…
Y puede que dé en el clavo con el principal inconveniente de los talleres literarios: el exceso de academicismo; la preponderancia de la importancia del tema o de la estructura por encima del sentimiento y de la narración. Pero esto ya es harina de aquel otro costal.
Los mecanismos de la ficción, de James Wood
Si Gardner aborda la necesidad de la fe, James Wood se coloca en la posición contraria: una de sus premisas es que la ficción no nos pide que creamos en las cosas, sino que las imaginemos. "Vida en el papel. Vida traída a una vida distinta por el arte más elevado", dice.
Algo que suele costar mucho cuando empezamos a escribir es comprender que la novela exige con frecuencia renunciar a la abstracción, que es el territorio de lo concreto, del detalle significativo
El libro aborda con profundidad y rigor elementos esenciales de la escritura de la novela, y lo hace con un estilo que se lee solo, a base de fragmentos cortos como disparos certeros, que facilitan la comprensión de conceptos complejos. Además del evidente valor del contenido, el humor de fondo y la brillante presentación lo convierten en un libro valiosísimo para alguien que quiere aprender a escribir, o a leer. No tiene desperdicio, ni decae su interés, pero en particular me parece fundamental su análisis del estilo indirecto libre, esa maravillosa herramienta que flexibiliza el discurso y enriquece el contenido, que "adquiere su máximo poder cuando apenas resulta visible o audible". En su opinión, es lo que hace a la novela ser lo que es; más aún, “la historia de la novela se puede contar tanto desde el desarrollo del estilo indirecto libre, como desde el auge del uso del detalle”.
Algo que suele costar mucho cuando empezamos a escribir es comprender que la novela exige con frecuencia renunciar a la abstracción, que es el territorio de lo concreto, del detalle significativo. La literatura, dice Wood, nos enseña a observar, a extraer el detalle brillante y esclarecedor del cúmulo de detalles que la vida nos aporta a cada momento. Y esos detalles notables son los que el buen escritor sabrá deslizar de entre los detalles corrientes, para capturar nuestra atención en lo concreto y enriquecer la experiencia de observación. "Lo que Flaubert dijo a Maupassant en 1870: ‘hay una parte de todas las cosas que sigue inexplorada, porque estamos acostumbrados a usar nuestros ojos solo en asociación con el recuerdo de lo que la gente nos ha enseñado antes de la cosa que vamos a mirar. Hasta lo más nimio tiene en sí algo que es desconocido’".
Cómo piensan los escritores. Técnicas, manías y miedos de los grandes autores, de Richard Cohen
Es un libro que destila y contagia el amor hacia la literatura, con una mirada divertida y profunda hacia las manías y miserias de los escritores. No manías y miserias vitales, contadas por puro cotilleo, sino costumbres relacionadas con el acto creativo, explicadas para alumbrar los diferentes momentos o conflictos por los que se atraviesa durante el mismo.
Cohen, como Gardner, es profesor de escritura, y por eso su postura es didáctica, clara y algo exigente. Manifiesta, insisto, un profundo amor hacia la literatura, la escritura y la lectura, y una digna aspiración a convertir la enseñanza de la escritura creativa en algo creativo per se. Así que la lectura es deliciosa e instructiva, y divertida en muchos pasajes.
Se atreve a arrancar el viaje con la famosa pregunta: ¿Se puede enseñar a escribir? Cohen elude la respuesta franca y ofrece tres testimonios: uno en contra —de Behan—; otro a favor —nuestro conocido Gardner—, y otro diplomático y con símil golfístico —Vonnegut—: lo que se puede es ayudar "a dar menos golpes durante el juego".
La ironía omite lo que revela y obliga o permite al lector que ponga lo que falta. Es un elemento, por lo tanto, que incluye al lector en el texto
La respuesta de Cohen se lee entre líneas a lo largo de los cientos de páginas que siguen a ese comienzo, en las que articula una selecta colección de lecciones magistrales sobre los puntos clave del proceso creativo, desde la experiencia de unos no menos selectos testimonios de grandes autores de la historia de la literatura.
El inicio de la novela, el final, la creación de la personalidad, las formas de plagio, el punto de vista, el arte del diálogo, la ironía, el argumento, el ritmo de la prosa, las escenas de sexo, las revisiones del texto. Toca todos estos puntos con detalle, aunque yo destacaría los capítulos dedicados a la ironía y al sexo.
Habla de la ironía como modo necesario de expresión (Vico, 1725), incluso como “un modo de entender la vida que debía de estar presente en toda forma artística” (Kierkegaard), y profundiza en la complejidad del término y, por lo tanto, del uso.
La conclusión: "La ironía nos permite decir aquello que no puede tomarse como una cosa real. Y […] presupone un entendimiento entre el autor y el lector". La ironía omite lo que revela y obliga o permite al lector que ponga lo que falta. Es un elemento, por lo tanto, que incluye al lector en el texto, que tensa la relación con este al hacerle participar.
La dificultad de la escritura de las escenas sexuales es un problema real que sufrimos escritores y lectores. Cohen sintetiza con brillantez el espectro de errores que encontramos habitualmente: "los enardecidos novelistas suelen caer en la trampa de querer explicar demasiado, por ejemplo, combinando lo sentimental con lo vulgar, incluyendo pasajes filosóficos de poca monta, abusando de nombres abstractos, empleando un torrente de imágenes acuáticas, dando abrumadores detalles clínicos o utilizando símiles absurdos y una prosa ridícula y extravagante. Hay autores que escriben sobre las relaciones sexuales como si nadie supiera lo que son, cuando debería ser al revés”.
Aborda el tema desde ejemplos tomados de autores como Updike, Henry Miller o Nabokov, (quien, por cierto, acuñó el término EOS = Escena Obligatoria de Sexo), y siempre desde un humor moderado, que se afila en las notas a pie de página: no se las pierdan.
No tan técnicos, ni tan históricos, pero igualmente imperdibles, son los libros clásicos que recomendaré a continuación:
Zen en el arte de escribir, de Ray Bradbury
No sé si el mundo que Bradbury conoció sigue existiendo. Si hoy en día, en el dominio de las redes sociales, la inmediatez y la cultura de lo breve y rápido todavía tiene vigencia, si su modo de entender la escritura, el arte, conserva su “utilidad”. No lo sé, pero sí sé que agrada saborear la épica, la fuerza de ese icono del escritor solitario que le echa un pulso cada noche a la máquina de escribir. Alguien empeñado en explicar el mundo mirando hacia dentro. Quizá este libro podría ser encuadrado dentro de los “motivacionales”, pues la ya mencionada épica, el entusiasmo que Bradbury imprime a sus palabras, mueve, simplemente, a intentarlo; a ponerse a escribir sin dilación ni miedo. Y esa tal vez sea su gran enseñanza: que hay que intentarlo.
Me quedo con su método 'zen' para escribir: trabajo, relajación y no pensar. Escribir con tanta disciplina que haga surgir esa relajación intensa y creativa que te hace trabajar sin pensar: el único modo de que salgan de verdad ideas valiosas, personales, auténticas y, ojalá, originales.
Suenan actuales las palabras que dedica al afán de notoriedad rápida, de ganar dinero rápido, que, opina, son motivaciones poco confiables para un escritor, para un artista en general. Por eso conviene revisar la motivación a la hora de escribir.
"¿Cómo se pierde uno? Poniéndose metas incorrectas, como he dicho. Ambicionando la fama literaria demasiado rápido. Ambicionando dinero demasiado pronto. Pero deberíamos recordar que la fama y el dinero son dones que se nos otorgan solo después de que hayamos brindado al mundo nuestros dones mejores, nuestras verdades solitarias e individuales."
"Cada uno de ustedes interesado en la creatividad quiere entrar en contacto con aquello de sí mismo que es auténticamente propio. Quieren fama y fortuna, sí, pero sólo como premio por un trabajo sincero y bien hecho. La notoriedad y una cuenta abultada deben llegar cuando todo lo demás ya ha concluido."
Después de todo, sí que han cambiado, y mucho, los tiempos, pues, hoy en día, un buen escritor quizá no pueda confiar en que se cumpla esto último.
El estilo de Bradbury, poético siempre, hacía suponer de antemano su opinión sobre la construcción de las tramas, otra de esas preguntas tópicas en esto de la escritura creativa: ¿escritor de brújula o de mapa?:
"Recuerden: la trama no es sino las huellas que quedan en la nieve cuando los personajes ya han partido rumbo a destinos increíbles. La trama se descubre después de los hechos, no antes. No puede preceder a la acción. Es el diagrama que queda cuando la acción se ha agotado. La trama no debería ser nada más. El deseo humano suelto, a la carrera, que alcanza una meta. No puede ser mecánica, solo puede ser dinámica. De modo que apártense, olviden los objetivos y dejen hacer a los personajes, a sus dedos, su cuerpo
Merece la pena leer a Bradbury, en cualquiera de sus formas, y empaparse de ese tono íntimo e intenso, de la forma especial de ver el mundo que se destila, quizá a su pesar, a través de sus textos. De la importancia que otorga a la belleza. No me resisto a dejar aquí esta cita-consejo-declaración de intenciones:
"De ahora en adelante espero estar siempre atento, educarme lo mejor que pueda. Pero, si me falta esto, en el futuro volveré a mi mente secreta para ver qué ha observado cuando me parezca que he pasado algo por alto. Nunca pasamos nada por alto.Somos copas que se llenan constante, silenciosamente.El truco consiste en saber volcarse para que la belleza se derrame".
Para ser escritor, de Dorothea Brande
El propio Bradbury en Zen en el arte de escribir, remite a Dorothea Brande, un clásico de la escritura creativa. Para ser escritor fue publicado en 1934 y, en mi opinión, es un libro valioso a pesar de que a estas alturas del cuento —en pleno siglo XXI— algunas de sus afirmaciones suenan también un poco antiguas, cuando no ingenuas.
Para Brande, la meditación es la herramienta definitiva para la introspección que todo buen escritor debe practicar (aunque sin abusar)
Por ejemplo, a lo largo de todo el libro anuncia que va a revelar el secreto de lo que ella denomina la magia del escritor. Dicho secreto resulta ser la meditación. Para Brande, la meditación es la herramienta definitiva para la introspección que todo buen escritor debe practicar (aunque sin abusar). En la sociedad estadounidense de 1934 es posible que la meditación fuera una técnica desconocida y novedosa, y la necesidad de introspección, algo exótico y poco relacionado con la escritura de ficción. Hoy en día suena un poco viejuno, suena a sabido.
No obstante, Brande hace hincapié en algunos aspectos sobre los que merece la pena reflexionar, y que no son contemplados en muchos otros textos, quizá porque se dan por supuestos, cuando la realidad demuestra que hace falta hablar de ello. Me parece valiosa la observación de que las narraciones surgen desde instancias inconscientes de nuestros cerebros. Y por tanto, es interesante mantenernos con el pensamiento enfocado, darle tiempo al tiempo, escribir con fluidez, hacer caso a la intuición… También sugiere Brande algunas buenas costumbres, deseables para la vida en general, aunque no escribamos, como evitar las lecturas, o incluso las compañías, que resulten perjudiciales para nuestros propósitos.
Otros recordatorios útiles: que toda ficción es persuasión; que un escritor “es una persona a la que no se le escapa nada”, así que hay que trabajar la capacidad de observación, nutrirse viviendo; que conviene descubrir lo que uno piensa sobre los grandes asuntos de la existencia; que la originalidad reside en ser genuinos, y que la honestidad suele ser fuente de originalidad.
"El genio es esa persona que por un feliz accidente de su temperamento o de su educación, es capaz de poner su inconsciente completamente al servicio de su intención, sea o no consciente de lo que está haciendo."
Mientras escribo, de Stephen King
Hace unos años se abrió una petición de firmas, en la famosa web change.org para que le dieran el premio Nobel a Stephen King. Creo que recogieron pocos votos, y sin embargo cada octubre el tema vuelve a salir a relucir. Imaginar que el excelso premio recayera en un autor mainstream sin duda remataría a los que quedaron malheridos después de lo de Bob Dylan.
No soy una gran lectora de King, y aún así he podido reconocer en sus textos la honestidad y el compromiso con la literatura (popular, en su caso) como digna forma de expresión de las emociones humanas; una capacidad para usar las palabras y hacer imaginar que no es muy diferente de las de muchos buenos autores, premiados o no.
Por poner un ejemplo, la archiconocida Misery es una magnífica metáfora de cómo el mismo autor se vio atrapado por el alcoholismo, que toma la forma de una dama enardecida, una lectora fanática que obliga al escritor, con violencia extrema, a ir por donde ella manda. Y ahí está ese delicioso relato sobre la pérdida y la condición de mortales: Montado en la bala.
De todo esto habla King en el libro cuya lectura considero interesante para quien quiera aprender a escribir: Mientras escribo. Es una suerte de autobiografía literaria, con tono desenvuelto, a ratos gamberro. En una primera parte habla de su vida, y luego se lanza a hablar del proceso creativo y a dar consejos al aspirante a escritor; consejos prácticos, llenos de sentido común, aunque también, en mi opinión, un poco fanfarrones en algunos aspectos. Por ejemplo, cuando presume de que nunca planea sus novelas, que su experiencia le guía, algo que es fácil que irrite o que desespere más que ayude al aprendiz. Por lo demás, da muchos otros consejos muy sensatos, aunque quizá algo generalistas: prestar atención a lo que te rodea, y luego contar la verdad de lo que hemos visto, etc. Es un libro que gusta leer, igual que quizá nos gustaría tener el éxito de King, al menos un ratito.
Supongo que ya con estos siete libros igual resulto abrumadora. Hay muchos más, y muy buenos. No podría despedirme sin hablar de El gozo de escribir, de Natalie Goldberg, un texto delicioso, y útil, sobre todo, si se está pasando por uno de esos periodos en los que da pereza ponerse, o se padece el mítico bloqueo del escritor.
Para alguien que está empezando, también puede resultar útil, por su tono didáctico y su contenido variado, más extensivo que intensivo, Escribir, manual de técnicas narrativas, de Enrique Páez, uno de los pioneros de la enseñanza de la escritura en Madrid.
Y para quienes ya tengan cierto rodaje y se quieran reír, dos títulos más:
Cómo no escribir una novela, de Howard Mittelmark y Sandra Newman, repasa todo lo que no hay que hacer para escribir una buena novela, con textos ilustrativos de su propia cosecha que resultan de veras cómicos. No es un libro complaciente con el lector, da por hecho que este ya sabe algo sobre escritura, de modo que pueda reconocer los fallos ilustrados. Aviso: hay que estar dispuesto a reírse también de uno mismo, pues me parece casi inevitable reconocer errores propios en muchos de los ejemplos.
El segundo título para escritores con humor es Correo literario, de Wislawa Szymborska. Las respuestas de la premio Nobel Wislawa Szymborska a los aspirantes a escritores que enviaban sus textos a la revista en la que ella trabajaba, además de divertidas, están llenas de ironía, y en muchos casos, de consejos valiosos.
Y aquí termino esta relación, consciente de que no menciono muchos otros títulos también importantes. Confío en que sean útiles para quien quiera aprender. Y si no, que al menos les hagan pasar un buen rato.
Libros mencionados (en orden de aparición):
El arte de la ficción. John Gardner. Traducción de Miguel Lage. Ediciones y Talleres de Escritura creativa Fuentetaja, 2001.
Para ser novelista. John Gardner. Traducción de Víctor Conill. Ediciones y Talleres de EWscritura creativa Fuentetaja, 2001.
Los mecanismos de la ficción. James Wood. Traducción de Ana Herrera. Gredos, 2008.
Cómo piensan los escritores. Richard Cohen. Traducción de Laura Ibáñez. Blackie Books, 2018.
Zen el arte de escribir. Ray Bradbury. Traducción de Marcelo Coghen. Editorial Minotauro, 1995.
Para ser escritor. Dorothea Brande. Traducción de Eva Cruz. Circulo de Tiza, 2015
Mientras escribo. Stephen King. Traducción de Jofre Homedes Bautnagel. Debolsillo, 2011.
El gozo de escribir. Natalie Goldberg. Traducción de Rosanna Zanarini. La Liebre de Marzo, 2000.
Escribir, manual de técnicas narrativas. Enrique Páez. Ediciones SM, 2005.
Cómo no escribir una novela. Howard Mittelmark y Sandra Newman. Traducción de Daniel Royo. Seix Barral, 2010.
Correo literario. Wislawa Szymborska. Traducción de Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz. Nórdica, 2018.
Chejov
«Sin trama y sin final. 99 consejos para
escritores»:
No escribir para uno mismo sino para el lector
Basta con ser más honrado: quitarse de en medio siempre y en cualquier parte, no estorbar a los protagonistas de la propia novela, renegar de uno mismo, aunque sea por media hora. Hay un relato tuyo en el que, durante toda la comida, dos cónyuges no hacen más que besuquearse, lamentarse, verter un mar de lágrimas. No hay una sola palabra sensata, todo es sentimentalismo. Ahora bien, tú no has escrito para el lector… has escrito porque a ti te gustan esas charlas. Si en lugar de eso hubieses descrito la comida, cómo comían, qué comían, cómo era la cocinera, qué vulgar era tu protagonista, satisfecho de su mezquina felicidad; qué vulgar era tu heroína, qué ridículo era su amor por ese zopenco saciado y ahíto, con una servilleta anudada al cuello… Cierto que a todo el mundo le gusta ver gente bien alimentada y satisfecha, pero para describirla no basta con referirse a lo que dicen y a las veces que se besan… Se requiere algo más: renunciar a la impresión personal que una felicidad almibarada produce en cualquier hombre no amargado… El subjetivismo es una cosa tremenda. Es un mal por el solo hecho de que ata de pies y manos al pobre autor.
(A Aleksandr Chéjov, Moscú, 20 de febrero de 1883).
Leer, mirar alrededor y escuchar
En cuanto a Sajalín […] sólo quiero escribir cien o doscientas páginas y saldar de ese modo la deuda que he contraído con la medicina a la que, como sabe, he tratado como un cerdo. Es posible que no consiga escribir nada, pero ni siquiera en ese caso el viaje pierde su fascinación: leyendo, mirando y escuchando, descubriré y aprenderé muchas cosas. Aún no he partido, pero gracias a los libros que he tenido que leer en estos últimos tiempos, he aprendido muchas cosas que todo el mundo debería conocer bajo pena de cuarenta azotes, y que yo desconocía por completo.
(A Alekséi Suvorin, Moscú, 9 de marzo de 1890)
Tachar sin piedad
Mi alma está llena de pereza y de un sentimiento de libertad. Es la sangre que bulle al acercarse la primavera. Y sin embargo, estoy trabajando. Preparo el material para mi tercer libro y tacho sin piedad. Es extraño: ahora tengo la manía de la brevedad; nada de lo que leo, mío o ajeno, me parece lo bastante breve.
(A Alekséi Suvorin, 6 de febrero de 1889)
Testigo, no juez
Me parece que no corresponde a los literatos resolver problemas como el de Dios, el pesimismo, etc. La tarea del narrador consiste únicamente en retratar a quienes han hablado o meditado sobre Dios o sobre el pesimismo, así como el modo y las circunstancias en que lo han hecho. El artista no debe convertirse en juez de sus personajes ni de sus palabras, sino en un testigo desapasionado. Si escucho un discurso incoherente y deslavazado de dos rusos sobre el pesimismo, debo referirlo en la misma forma en que lo he oído; emitir un juicio es cosa del jurado, es decir, de los lectores. Lo único que necesito es tener el talento necesario para distinguir las opiniones importantes de las que no lo son, saber presentar a los personajes y hablar con sus propias palabras. Scheglov-Leóntev se queja de que haya terminado el relato con la frase: «¡No hay manera de entender nada en este mundo!». Según él, el artista psicólogo debe comprender, por el hecho mismo de ser psicólogo. Pero yo no estoy de acuerdo con él. Las personas que escriben, y los artistas en particular, deben reconocer que en este mundo no hay modo de entender nada, como en su momento lo reconocieron Sócrates y Voltaire. La gente cree saberlo y comprenderlo todo; y cuanto más tonta es, más vasto parece su horizonte. Pero si el artista, al que la gente cree, tuviese el valor de afirmar que no comprende nada de lo que ve, demostraría un gran conocimiento y daría un gran paso en el campo del pensamiento.
(A Alekséi Suvorin, Sumi, 30 de mayo de 1888)
Del sueño al relato
He escrito El monje negro sin ninguna idea melancólica, sino con fría meditación. Simplemente me entraron ganas de representar la megalomanía. En cuanto al monje que vuela a través de los campos, lo he soñado; por la mañana, nada más despertar, le he hablado de él a Misha. Dígale a Anna Ivánovna que, gracias a Dios, el pobre Antón Pávlovich aún no se ha vuelto loco; lo que pasa es que cena demasiado y en consecuencia ve monjes en sueños.
(A Alekséi Suvorin, Mélijovo, 25 de enero de 1894)
Cinco o seis días
Para escribir un relato se requieren cinco o seis días, durante los cuales uno no debe pensar en otra cosa; en caso contrario, las frases no adquirirán nunca la forma adecuada.
Antes de ponerla en papel, cada frase debe permanecer en la cabeza un par de días, para adquirir cuerpo. En realidad, yo mismo soy demasiado perezoso para atenerme a esa regla, pero como usted es joven se la recomiendo fervientemente, pues he experimentado muchas veces sus efectos beneficiosos, y sé que los manuscritos de todos los auténticos maestros han sido emborronados de arriba abajo, desgastados y cubiertos de añadidos que a su vez están llenos de tachaduras y correcciones.
(A Aleksandr Lázarev-Gruzinski, Moscú, 13 de marzo de 1890).
Un año y medio
Escriba una novela. Escríbala durante un año entero, luego acórtela durante medio año y después publíquela. Usted lima poco, y un escritor, más que escribir, debe bordar sobre el papel; que el trabajo sea minucioso, elaborado.
(A Lidia Avílova, San Petersburgo, 15 de febrero de 1895)
Seis condiciones
«La ciudad del futuro» es un tema excelente, novedoso e interesante. Si no trabajas con desgana, creo que te saldrá bien, pero si eres un holgazán, que el diablo te lleve. «La ciudad del futuro» sólo se convertirá en una obra de arte si sigues las siguientes condiciones: 1) ninguna monserga de carácter político, social, económico; 2) objetividad absoluta; 3) veracidad en la pintura de los personajes y de los objetos; 4) máxima concisión; 5) audacia y originalidad; rechaza todo lo convencional; 6) espontaneidad.
(A Aleksandr Chéjov, Moscú, 10 de mayo de 1886).
Nada sucede por casualidad
Le devuelvo su poema. Personalmente me parece que su forma es excelente, pero, sabe, no soy muy ducho en versos; entiendo poco. En cuanto al contenido, no es persuasivo. Por ejemplo, su leproso dice: «Llevo prendas rebuscadas / y no me atrevo a mirar por la ventana». No se entiende por qué un leproso necesita prendas rebuscadas. Y ¿por qué no se atreve a mirar? En general, el comportamiento de su héroe a menudo carece de lógica, mientras que en el arte, como en la vida, nada sucede por casualidad.
(A Borís Sadovski, Moscú, 28 de mayo de 1904)
En el arte no se puede mentir
Nunca se debe mentir. El arte tiene esta grandeza particular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina; se puede engañar a la gente, incluso a Dios; pero en el arte no se puede mentir.
(Carta sin fecha [¿1900?])
Teoría de la Fábula
Juan Carlos Dido
http://webs.ucm.es/info/especulo/numero41/fabula.html
Hipertexto: El nuevo concepto de documento en la cultura de la imagen. |
María Jesús Lamarca Lapuente.
Uno de los enfoques más difundidos del hipertexto y que permanece por completo ajeno al enfoque documental, ha sido el tratamiento del hipertexto desde el punto de vista de la crítica literaria. Su mayor teórico y difusor ha sido George Landow, cuya obra Hipertexto. La convergencia de la teoría crítica contemporánea y la tecnología se ha convertido en obra clásica para la teoría y la práctica de la literatura y la narrativa hipertextuales. El hipertexto en la literatura se ha introducido de la mano de 3 aproximaciones, la tercera de ellas de corte bien distinto a las anteriores:
Dejamos al margen de este análisis la existencia de obras impresas que se han adaptado al medio digital y al hipertexto, pues obviamente, en Internet encontramos miles de textos clásicos y modernos que se han adaptado a la escritura hipertextual para poder ser leídos y navegados en línea y que están accesibles en diversas bibliotecas digitales a lo largo y ancho de la red, ya que la Web se ha convertido en una especie de biblioteca, archivo y repositorio universal de todo tipo de obras y documentos. Hipertextos sin medios electrónicos:Como se ha afirmado reiteradamente, no existe hipertexto sin medios digitales, sin embargo, los teóricos de la crítica literaria hipertextual, consideran a una serie de autores y obras como antecesores de las verdaderas obras hipertextuales. Las obras que citan como precursoras del hipertexto son innumerables, pero entre ellas podemos destacar: "Finnegan's Wake" de Joyce, "Pale Fire" de Nabokob, "Tristram Sandy" "de Sterne, "El Castillo de los destinos cruzados" o "Si una noche de invierno un viajero" de Italo Calvino, "Rayuela" de Julio Cortázar o muchas de las "Ficciones" del autor más citado por los defensores de la hiperficción hipertextual, el maestro Borges. Todas estas obras destacarían por su peculiar estructura narrativa y por ofrecer distintas lecturas no secuenciales. Analicemos unos cuantos ejemplo. En "Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy", Lawrence Sterne narra la vida de un personaje del siglo XVIII, pero entrelaza historias, interpola digresiones y fragmentos de obras de otros autores, laberintos y numerosos recursos tipográficos. Además, busca frecuentemente la complicidad y la participación del lector. Nietzche afirmó que Sterne fue el escritor más libre de todos los tiempos. Por su parte, Italo Calvino denomina a algunas de sus obras "hipernovelas". Por ejemplo, en "El castillo de los destinos cruzados", Calvino utiliza las cartas del Tarot para narrarnos 12 historias que se entrecruzan y que estructuran el argumento de la novela. Cada carta es utilizada en más de una historia y transmite diferentes significados según la historia a la cual pertenece. Una historia nos lleva a otra historia, y mientras un huésped del castillo avanza en su historia, otro avanza en dirección opuesta, ya que las historias contadas de izquierda a derecha o de abajo hacia arriba, pueden ser leídas de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo, y viceversa. La misma carta, presentada en orden diferente, cambia su significado. En "Si una noche de invierno un viajero", Calvino organiza la obra como una serie de relatos entrelazados a modo de hipertexto. El lector comienza a leer diez veces una novela que no termina nunca. Otra curiosidad es que describe a un personaje que no lee novelas, sino que las transcribe electrónicamente en forma de listas de palabras y las ordena atendiendo a la frecuencia de su aparición. Teniendo en cuenta esta estadística, el personaje es capaz de saber de qué trata una obra. Así pues, el personaje vendría a sustituir la lectura secuencial por una especie de lectura digital. Por su parte, Rayuela de Julio Cortázar es una novela estructurada en 155 capítulos que se pueden leer de forma lineal o siguiendo una carta de navegación que propone Cortázar, según el "Tablero de Dirección" o Tabla de Instrucciones que precede a la novela. Rayuela, como dice el propio autor, "A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo, es dos libros". El primero se lee de forma lineal hasta el capítulo 56, el segundo se lee a partir del capítulo 73, siguiendo el orden que se indica al pie de cada capítulo. Se trata de un experimento literario similar al del recorrido de un hipertexto por una novela de 155 nodos (capítulos) agrupados en 3 bloques guiados, si el lector elige ese camino. Existe en la red un proyecto llamado Proyecto Rayuel-o-matic Digital Universal que busca construir una versión electrónica de la novela de Julio Cortázar a la escala de la WWW. http://espanol.geocities.com/rayuel_o_matic/. "Tablero de dirección" de Rayuela en la Web Tablero de dirección de la obra impresa Rayuela de Julio Cortázar donde se explican las posibilidades de lectura del libro Muchas son las obras de Borges que los teóricos de la crítica hipertextual destacan como precursoras de la literatura y la ficción hipertextual, sobre todo las recopiladas en "Ficciones". Por ejemplo, en "La Biblioteca de Babel", Borges imagina una biblioteca que abarcaba todos los libros, una biblioteca ilimitada y periódica en la que cada libro es todos los libros. "La biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible. (....) En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio de todos los demás (...) ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas he prodigado y consumado mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total. (...) Yo me atrevo a insinuar una solución del antiguo problema: La Biblioteca es ilimitada y periódica." Y en "El Jardín de los senderos que se bifurcan" (1941), "La Lotería de Babilonia" o "Pierre Menard, autor del Quijote", Borges también juega con los mundos y textualidades posibles. Asimismo, el "Aleph" se considera la metáfora perfecta para explicar la multisecuencialidad y simultaneidad que ofrece el hipertexto. Ediciones genéticasPara los seguidores de la crítica literaria hipertexual, el hipertexto permite hacer real la concepción de texto abierto que defendían algunos teóricos como Barthes, que separaba la obra (entidad física) del texto (inmaterial) dando preeminencia a éste último y, sobre todo, al lector; las ideas de Foucault de analizar el texto no en función del autor, sino de la obra en contexto; la intertextualidad propuesta por Kristeva; la transtextualidad en el caso de Gennette; o la poética dialógica de Bajtin con su propuesta de aproximarse al discurso desde una situación pragmática que tenga en cuenta al autor, lector y el texto en relación con otros textos anteriores e incluso su propuesta de novela polifónica, etc. Todas estas ideas han sido analizadas detalladamente por los teóricos de la crítica hipertextual. Para Landow, "La misma idea de hipertextualidad parece haber tomado forma al mismo tiempo aproximadamente en que se desarrolló el postestructuralismo, pero sus puntos de convergencia tienen una relación más estrecha que la mera contingencia, ya que ambos surgen de una insatisfacción con los fenómenos asociados al libro impreso y al pensamiento jerárquico". Según Landow y seguidores, todas estas teorías vendrían a confluir en el hipertexto, ya que éste permite poner un texto en relación con otros textos, analizarlo en contexto y unir obras literarias distintas, aunque se hallen separadas por el espacio y el tiempo. Por fin se podría cumplir el sueño de Borges de la Biblioteca de Babel, un libro en el que caben todos los libros, y la crítica literaria se podría beneficiar de ello. Esta idea ha dado origen a lo que se denominan ediciones genéticas de obras literarias, que permiten una lectura a la carta, un recorrido por el proceso de síntesis de dicha obra y un detallado estudio de ésta, además de situar la obra en contexto con otros textos. Los primeros hipertextos de este tipo se realizaron mediante programas de gestión de hipertextos independientes y fueron "In Memoriam", donde P. Landow y sus alumnos analizan la obra de Tennyson utilizando el programa Intermedia y "Forking Paths: An Interaction after Jorge Luis Borges" (1987), de Stuart Moulthrop, hipertexto construido con Storyspace. In Memorian es un hipertexto creado dentro del proyecto Intermedia. George P. Landow es profesor de inglés e historia del arte en la Brown University (Computer Science) y y jugó un papel central en los orígenes de este proyecto. "In Memoriam" fue realizado en colaboración con los alumnos de un seminario del curso 89-90. Al poema de Tennyson, los alumnos introdujeron nexos tales como variantes sacadas de manuscritos, criticas publicadas, comentarios de los propios alumnos, pasajes de obras de otros autores, etc. Se trata, pues, de un hipertexto en colaboración. Landow afirma que, como muchas grandes obras de la literatura, "In Memoriam" de Alfred Lord Tennyson está plagada de alusiones y referencias, una forma de realizar hipertexto; pero que también "In Memoriam" fue compuesto en partes discretas significantes para hacer una lectura reflexiva y en yuxtaposición y que esta obra se prestaba particularmente bien al tratamiento hipertextual. Posteriormente, Landow publicó en 1992 The In Memoriam Web en colaboración con Jon Lanestedt, elaborado con el programa Storyspace y también es autor del hipertexto pedagógico The Dickens Web y de Writing At The Edge, además de su obra teórica ya clásica Hypertext: The Convergence of Contemporary Literary Theory and Technology.
|
Webs sobre Literatura hipertextual y Ficción interactiva: | |
|
|
Ediciones críticas de obras literarias |
|
Obras de Literatura hipertextual | |
|
|
Autores de Literatura hipertextual | |
|
|
Bibliografía:
AARSETH, Espen J. "No linealidad y teoría literaria". En P. Landow (comp.) Teoría de Hipertexto. Barcelona, Paidós, 1997. [Volver]
BOLTER, Jay David. Writing Space: The Computer, Hypertext, and the History of Writing. New Jersey, Lawrence Erlbaum Associates, 1991.
BORGES, Jorge Luis. Ficciones. Madrid, Alianza Editorial, 1997.
CALVINO, Italo. El castillo de los destinos cruzados. Madrid, Siruela, 1989.
CALVINO, Italo. Si una noche de invierno un viajero. Madrid, Siruela, 1993.
COOVER, R. "Literary hypertext: The passing of the Golden Age".En FEED, February 2000. http://www.feedmag.com/document/do291.shtml
CORTÁZAR, Julio. Rayuela. Barcelona, Edhasa, 1977.
Facultad de Ciencias de la Información. Universidad Complutense. Espéculo: Revista de Estudios literarios. http://www.ucm.es/info/especulo/
Facultad de Ciencias de la Información. Universidad Complutense. Hipertulia. http://www.ucm.es/info/especulo/hipertul/
GARCI-GÓMEZ M. La Celestina. Cibertextos. http://aaswebsv.aas.duke.edu/celestina/CELESTINA/
KOSKIMAA, Ilkka. Digital Literature: From Text to Hypertext. http://www.cc.jyu.fi/~koskimaa/thesis/thesis.shtml
LANDOW , P. George. Hipertexto. La convergencia de la teoría crítica contemporánea y la tecnología. Barcelona, Paidós, 1995. [Volver]
LANDOW, P. George (comp.) Teoría de hipertexto. Barcelona, Paidós, 1997. [Volver]
LANDOW, P. George. Websites Created and Managed by George P. Landow. http://www.landow.com/
LANDOW, P. George. Hypertext 3.0: New Media and Critical Theory in an Era of Globalization. Baltimore, The John Hopkins University Press, 2005.
MAC-GANN, Jerome: The rationale of hipertexto http://jefferson.village.virginia.edu/public/jjm2f/rationale.html [Volver]
MARCOS MARÍN, Francisco A. Informática y humanidades. Madrid, Gredos, 1994.
MORENO HERNÁNDEZ, Carlos. Literatura e Hipertexto. De la cultura manuscrita a la cultura electrónica, Madrid, UNED, 1998.
MURRAY, J. H. Hamlet on the holodeck: The future of narrative in cyberspace. Cambridge, Mass, MIT Press, 1997.
PAJARES TOSCA, Susana. "Crítica: cuatro hipertextos de Eastgate". http://www.ucm.es/info/especulo/hipertul/eastgate.html
PAJARES TOSCA, Susana. La cualidad lírica de los enlaces. 1999. http://www.ucm.es/info/especulo/hipertul/link.htm
PAJARES TOSCA, Susana. Las posibilidades de la narrativa hipertextual. 1997. http://www.ucm.es/info/especulo/numero6/5-pajare.htm
ROMERA CASTILLO, José. GUTIÉRREZ CARBAJO, Francisco. GARCÍA-PAGE, Mario (comps.) Literatura y multimedia. Madrid, Visor, 1997.
STERNE, Laurence. Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy. Ediciones Cátedra, Madrid, 2002
STORYSPACE: http://www.eastgate.com/Storyspace.htmlUniversite Saint-Denis. Depártement Hypérmedias. http://hypermedia.univ-paris8.fr/
VOUILLAMOZ, Núria. Literatura e hipermedia. La irrupción de la literatura interactiva: precedentes y crítica. Barcelona, Paidós, 2000.
VV.AA. Don Quijote de la Mancha. Barcelona, Crítica, 1999. CD-ROM .[Volver]
VV.AA. Archivo Digital de Manuscritos y Textos Españoles. Madrid, Micronet, 1992-1993. CD-ROM.
El saber del escritor. Por una teoría de la cita
https://www.persee.fr/doc/hispa_0007-4640_1995_num_97_1_4871
«Una vez escrito algo ya está lejos de mí. Cuando yo escribo lo hago urgido por una necesidad íntima. Pero yo no pienso en un público selecto o en público de multitudes. No pienso en ninguna de las dos cosas. Pienso en expresar lo que yo quiero decir y trato de hacerlo del modo más sencillo posible. Cuando empecé a escribir yo era un joven barroco, como todos los jóvenes lo son. Por timidez. El escritor joven sabe que lo que dice no tiene mucho valor y quiere esconderlo simulando ser un escritor del siglo XVII o un escritor del siglo XX. Pero yo ahora no pienso ni en el siglo XVII ni en el XX. Trato simplemente de expresar lo que quiero y trato de hacerlo con las palabras habituales. Porque solo las palabras que pertenecen al idioma oral son las que tienen eficacia. […] Uno debe escribir con el idioma de la conversación, con el idioma de la intimidad. A esto se llega con el tiempo, porque es muy difícil que un joven escritor se resigne a escribir con palabras comunes. Y posiblemente haya palabras que son comunes para mí y no los son para otros. Cada grupo humano tiene su dialecto. Cada familia tiene su dialecto. Posiblemente hay palabras que son comunes para mí y no lo son para otros «, dijo Jorge Luis Borges.
Fuente: entrevista a Jorge Luis Borges en «A fondo».
«Que otros se jacten de lo que han escrito, a mí me enorgullece lo que he leído», dijo Jorge Luis Borges.
Fuente: Documenta Jorge Luis Borges.
«¿Supo Cervantes que escribía una obra trascendente? No, por cierto, cuando comenzó a hacerlo. Un ingeniero sabe de antemano lo que llegará a ser el puente que ha calculado en sus planos, pero no se puede calcular una gran ficción, porque no se construye únicamente con las razones de la cabeza, esas que sirven para demostrar teoremas, sino también y, sobre todo, con lo que Pascal llamo las incomprensibles y contradictorias verdades del corazón» (Ernesto Sabato).
«El artista se siente frente a su propio personaje tan intrigado como ante un ser de carne y hueso», dijo Ernesto Sabato.
Fuente: Ernesto Sabato Discurso Premio Cervantes 1984.
«Te curás escribiendo», dijo Ernesto Sabato.
Fuente: Vida y pensamiento de Ernesto Sabato.
«El escritor no es un fotógrafo, sino más bien, la literatura es un acto antagónico de la realidad. Siempre es como el sueño. En el sueño las trascripciones nunca son fieles , en el sentido naturalista de la palabra. Son más bien un poco fantasmagóricas, un poco simbólicas», dijo Ernesto Sábato.
Fuente: Entrevista a Sabato en «A fondo» 1977.
«Una historia siempre implica en sus primeros pasos, tanto cuando estoy leyendo como cuando estoy escribiendo […] una suerte de promesa. Una promesa que tiene que ver con que algo nuevo se va a descubrir, con que voy a entender algo que antes no entendía, con que voy a incursionar en terrenos que no podría incursionar en mi vida cotidiana y que esa incursión me ayudaría a entender cosas nuevas. Me ayudaría a volver a mi vida real con información sagrada que no podría obtener de otra manera: esa es la literatura. Y eso es lo que busco desesperadamente cuando leo. Y el problema es que cuando la historia se acaba si esa promesa no se cumple, no es una desilusión ni siquiera racional, es una desilusión hasta anímica. Es como que el propio cuerpo dice ¿y? En cambio, cuando una historia funciona y entrega eso, el cuerpo vibra y uno dice ¿qué hago con esto ahora, no? No puedo leer otro cuento o leer otra novela, tengo que pensar todo esto. Ocurre algo que es como muy orgánico, o sea que es importante que el texto cumpla con esa promesa. Y cuando escribo me pasa lo mismo, en el sentido que, si yo no siento que el texto en mi propia incursión personal de la escritura, de esa historia, podría darme algo de eso, a mi misma como escritora… no entiendo porque debería hacer ese recorrido. […] Soy muy impulsiva en mi escritura […]. Son preguntas que se hace el propio cuerpo o la propia cabeza y me obligan a sentarme y a tratar de descubrirlo», dijo la escritora Samanta Schweblin.
Fuente: Samanta Schweblin, entrevista.
«Si alguna cosa que yo he escrito ha podido mostrarle el otro lado de las cosas a mis lectores o amigos, es la más grande recompensa que yo puedo tener» (Julio Cortázar).
«Me gusta que desde la primera frase haya un contacto entre el que me va a leer y yo mismo», dijo Julio Cortázar.
Fuente: Cortázar en Mendoza. Documental.
«La noción de lector pasivo, ese señor que recibe el mensaje y lo asimila, no cuenta para mí. […] El lector es ese antagonista fraternal, ese hermano que no sé exactamente quién es, pero que esta un poco conmigo luchando en el trabajo de creación», dijo Julio Cortazar.
Fuente: Luz de la memoria: Julio Cortázar en México.
«Mi trabajo de escritor se da en donde hay una especie de ritmo, que no tiene nada que ver con la rima y las aliteraciones. No no no. Una especie de latido, de swing como dicen los hombres de jazz. Una especie de ritmo que si no esta en lo que yo hago es para mí la prueba de que no sirve y hay que tirarlo (…)», dijo Julio Cortázar.
Fuente: Entrevista a Julio Cortázar en «A fondo».
Juan Villoro: «La literatura puede ser una manera de gozar en medio de la catástrofe».
Fuente: Juan Villoro, voz de una generación.
«Lo más importante de los libros son las manos que las reciben» (Juan Villoro).
Fuente: La aventura de leer Juan Villoro.
Películas sobre escritores
Shakespeare enamorado (Shakespeare in Love, 1998), de John Madden
Gran idea concebida y desarrollada por un especialista en Shakespeare y su obra –Tom Stoppard-. En el caso presente, aprovecha la bardomanía del momento y el «supuesto» enigma en torno a los primeros años del escritor en Londres. Por qué no imaginar a un William Shakespeare treintañero, en pleno bloqueo artístico, presionado por propios y ajenos, y necesitado de inspiración… Lee aquí la crítica completa
Descubriendo a Forrester (Finding Forrester, 2000), de Gus Van Sant
Un joven negro (Rob Brown) de un barrio pobre esconde, avergonzado, una fabulosa capacidad para la escritura. Su habilidad en el baloncesto le resulta mucho más útil para mantener un prestigio. Sin embargo, el azar cruza su camino con el de un viejo escritor cascarrabias (Sean Connery) que lleva décadas sin publicar, encerrado en su piso a salvo de una realidad que le espanta… Lee aquí la crítica completa
Adaptation. El ladrón de orquídeas (Adaptation, 2002), de Spike Jonze
Historia de extravagante punto de vista, que mezcla continuamente la realidad y las fantasías mentales, saltando alternativamente de un lado al otro de la línea que las separa, hasta sumir al espectador en la perplejidad. En este caso, se recrea el proceso de adaptación cinematográfica acometido por un guionista de éxito sobre una novela escrita por una periodista de The New Yorker… Lee aquí la crítica completa
Las horas (The Hours, 2002), de Stephen Daldry
Cinta inspirada en una novela de Michael Cunningham que, a su vez, parte de otra, Mrs. Dalloway, deStephen Daldry Virginia Woolf (1882-1941), su primera gran obra, y que será el verdadero motor de la película. Todo se inicia cuando la escritora inglesa comienza su escritura en los años veinte en un suburbio de Londres. La vida de Woolf transcurre aburrida lejos de la vorágine de la gran ciudad y atenazada por su lucha contra la locura… Lee aquí la crítica completa
Soldados de Salamina (Soldados de Salamina, 2003), de David Trueba
Basada en la exitosa novela de Javier Cercas, la película recrea un episodio verídico de la vida del escritor y político falangista Rafael Sánchez Mazas, fusilado en Gerona, junto a otros cincuenta prisioneros, cuando la Guerra tocaba a su fin. Desde el arranque, se conjuga presente y pasado con personajes que se desplazan en la línea del tiempo a través del recuerdo por medio de continuos flash-backs… Lee aquí la crítica completa
Descubriendo Nunca Jamás (Finding Neverland, 2004), de David Koepp
Si la historia de Peter Pan es un oasis imaginativo, Finding Neverland se ocupa de cómo James Mathew Barrie llegó hasta él. Su célebre obra Peter Pan o el niño que no quería crecer (estrenada el 27 de diciembre de 1904 en Londres), convierte a la razón en abstracción, al sentido en vacío, y así sólo el poder de la imaginación es capaz de trascender la realidad inmediata… Lee aquí la crítica completa
La ventana secreta (Secret Window, 2004), de David Koepp
Mort Rainey (Johnny Depp) es un prolífico escritor de relatos policíacos en plena crisis: su mujer le ha abandonado y está tramitando el divorcio; vive solo, de modo caótico, en una cabaña aislada cerca de un lago. También sufre un fenomenal bloqueo de escritor; intenta escribir pero pasa la mayor parte del tiempo durmiendo… Lee aquí la crítica completa
Truman Capote (Capote, 2005), de David Koepp
El guión de esta película presenta el periodo de vida del escritor ocupado en la documentación de los hechos acaecidos en 1959 (dos hombres jóvenes asesinan, en una granja solitaria de Kansas, a los cuatro miembros de una familia), en intimar con los criminales encarcelados, en recabar sus datos personales y en ir redactando A sangre fría, que se publicará en 1966… Lee aquí la crítica completa
Miss Potter (Miss Potter, 2006), de Chris Noonan
Historia de la novelista británica Beatrix Potter, una mujer decidida que luchó tenazmente para que se reconociera su talento como escritora e ilustradora de cuentos para niños y que, a día de hoy, sigue siendo una de las autoras más vendidas de la literatura infantil. Siempre inconformista, no se plegó a las convenciones sociales de su época -la Inglaterra de comienzos del siglo XX-… Lee aquí la crítica completa
La joven Jane Austen (Becoming Jane, 2007), de Julian Jarrold
Cuidada producción británica con participación de la BBC que, siguiendo una larga tradición, cuenta con una ambientación lograda y un relato ameno e interesante. Se trata de hablar de la vida de la muy célebre escritora y de establecer vínculos con sus novelas que permitan extraer consecuencias. Hay que reconocer que las novelas de Austen (y las películas en ellas inspiradas) son mucho mejores que esta película digna… Lee aquí la crítica completa
Las aventuras amorosas del joven Molière (Molière, 2007), de Laurent Tirard
Con apenas 22 años, el genial dramaturgo Molière desapareció de la circulación durante varios meses, y hasta ahora ningún historiador ha sabido dilucidar en qué empleó ese tiempo. Tirard utiliza esta excusa para construir, junto al guionista Grégoire Vigneron, una elucubración sobre un supuesto episodio de la vida del autor de El misántropo, que acabaría por marcarle tanto que condicionaría el resto de su obra… Lee aquí la crítica completa
Bright Star (Bright Star, 2009), de Jane Campion
Drama histórico-romántico basado en un hecho real: la historia de amor entre el poeta inglés John Keats y la joven Fanny Brawne. Un romance apasionado e imposible por la falta de salud y la ruinosa situación económica de Keats. A partir de la correspondencia de Keats, Campion construye una historia de amor intimista, melancólica y elegante… Lee aquí la crítica completa
El escritor (The Ghost Writer, 2010), de Roman Polanski
Adam Lang, ex premier británico que vive retirado en una mansión en la isla de Martha’s Vineyard, contrata un negro para que reescriba sus memorias. El anterior ha muerto ahogado. Cuando el escritor se pone a trabajar explota un escándalo inesperado que sube la temperatura, ya de por sí asfixiante, en la aislada casona de hormigón donde viven Lang, su esposa Ruth, su reducido staff y varios guardaespaldas… Lee aquí la crítica completa
Medianoche en París (Midnight in Paris, 2011), de Woody Allen
Owen Wilson protagoniza muy bien esta película de Allen sobre un joven escritor que precisa inspiración en su primera novela. Todo encaja en una comedia que, como todas las grandes, sabe hablar con profundidad de la vida, de las personas, de la vida de los personajes que se parece a la de algunas personas perfectamente identificables del entorno de los espectadores… Lee aquí la crítica completa
The Invisible Woman (La mujer invisible) (The Invisible Woman, 2013), de Ralph Fiennes
Ralph Fiennes repite detrás de la cámara con una historia de época que narra la relación sentimental secreta entre Charles Dickens y una joven admiradora. La cinta parte de un material interesante al bucear en la vida y personalidad de Dickens -un escritor consagrado-, padre de una numerosa familia y con un matrimonio instalado en la más absoluta dejadez… Lee aquí la crítica completa
El editor de libros (Genius, 2016), de Michael Grandage
Max Perkins estuvo durante casi cuarenta años al frente de la editorial Charles Scribner’s Sons; publicó, entre otros autores, a Scott Fitzgerald y a Ernest Hemingway. Esta historia se centra en el descubrimiento y promoción de Thomas Wolfe. El resultado es un biopic amable, una buena historia de amistad, una película pulcra, muy británica… Lee aquí la crítica completa
El hombre que inventó la Navidad (The Man Who Invented Christmas, 2017), de Bharat Nalluri
Pequeña fantasía al estilo de Shakespeare enamorado, que cuenta el origen de Cuento de Navidad, una de las obras más inolvidables de Dickens. El guion de Susan Coyne se divierte en encontrar anécdotas reales de la vida del escritor que habrían podido ser la inspiración de escenas de la historia de Mr. Scrooge… Lee aquí la crítica completa
Rebelde entre el centeno (Rebel in the Rye, 2017), de Danny Strong
La cosa de locos que cuenta Danny Strong en su primer largometraje no es, afortunadamente, un biopic al uso. Película muy digna y bien hecha, que no es excelente pero sí honesta y sugerente, con algunos aciertos muy meritorios, como el casting, la puesta en escena y un tempo narrativo que permite tender puentes con los escritos de Salinger… Lee aquí la crítica completa
Tolkien (Tolkien, 2019), de Dome Karukoski
La película cuenta la historia de la infancia y la juventud de un escritor muy célebre al final de su vida pero que llevó una vida muy común en la que el hecho más destacado fue su participación, recién casado con Edith Bratt, en la I Guerra Mundial. Tolkien fue oficial de comunicaciones en el 11º Batallón de Servicio de los Fusileros de Lancashire en la terrible batalla del Somme… Lee aquí la crítica completa
Dovlatov (Dovlatov, 2018), de Alexey German Jr.
Esta coproducción ruso-polaco-serbia abarca seis días en la vida de Sergei Dovlátov-escritor y periodista ruso que emigró a los Estados Unidos tras ser expulsado de la Unión Soviética en 1978 por sus críticas al régimen-, en su lucha por seguir escribiendo en medio de la caliginosa y húmeda censura del gobierno de Brezhnev, en el Leningrado de los años 70… Lee aquí la crítica completa
"Es la soledad del autor, la del escribir"
"Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir.&...
Ver original
Por Marguerite Duras. Traducción de Ana María Moix.
Se está solo en una casa. Y no fuera, sino dentro. En el jardín hay pájaros, gatos. Pero, también, en una ocasión, una ardilla, un hurón. En un jardín no se está solo. Pero, en una casa, se está tan solo que a veces se está perdido. Ahora sé que he estado diez años en la casa. Sola. Y para escribir libros que me han permitido saber, a mí y a los demás, que era la escritora que soy. ¿Cómo ocurrió? Y, ¿cómo explicarlo? Sólo puedo decir que esa especie de soledad de Neauphle la hice yo, fue hecha por mí. Para mí. Y que sólo estoy sola en esa casa. Para escribir. Para escribir no como lo había hecho hasta entonces. Sino para escribir libros que yo aún descono cía y que nadie había planeado nunca. Allí escribí El arrebato de Lol V. Stein y El vicecónsul. Luego, después de éstos, otros. Comprendí que yo era una persona sola con mi escritura, sola muy lejos de todo. Quizá duró diez años, ya no lo sé, rara vez contaba el tiempo que pasaba escribiendo ni, simplemente, el tiempo. Contaba el tiempo que pasaba esperando a Robert Antelme y a Marie-Louise, su joven hermana. Después, ya no contaba nada.
Escribí El arrebato de Lol V. Stein y El vicecónsul arriba, en mi habitación, la de los armarios azules, ¡ay!, ahora destruidos por los jóvenes albañiles. A veces, también escribía aquí, en esta mesa del salón.
He conservado esa soledad de los primeros libros. La he llevado conmigo. Siempre he llevado mi escritura conmigo, dondequiera que haya ido. A París. A Trouville. O a Nueva York. En Trouville fijé en locura el devenir de Lola Valérie Stein, También en Trouville, el nombre de Yann Andréa Steiner se me apareció con inolvidable evidencia. Hace un año.
La soledad de la escritura es una soledad sin la que el escribir no se produce, o se fragmenta exangüe de buscar qué seguir escribiendo. Se desangra, el autor deja de reconocerlo. Y, ante todo, nunca debe dictarse a secretaria alguna, por hábil que sea, y, en esta fase, nunca hay que dar a leer lo escrito a un editor.
Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir. Para empezar, uno se pregunta qué es ese silencio que lo rodea. Y prácticamente a cada paso que se da en una casa y a todas horas del día, bajo todas las luces, ya sean del exterior o de las lámparas encendidas durante el día. Esta soledad real del cuerpo se convierte en la, inviolable, del escribir. Nunca hablaba de eso a nadie. En aquel periodo de mi primera soledad ya había descubierto que lo que yo tenía que hacer era escribir. Raymond Queneau me lo había confirmado. El único principio de Raymond Queneau era éste: "Escribe, no hagas nada más".
Escribir: es lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. Lo he hecho. La escritura nunca me ha abandonado.
Mi habitación no es una cama, ni aquí, ni en París, ni en Trouville. Es una ventana determinada, una mesa determinada, ritos de tinta negra, huellas de tinta negra inencontrables, es una silla determinada. Y determinados ritos a los que siempre vuelvo, a dondequiera que vaya, dondequiera que esté, incluso en los lugares donde no escribo, como por ejemplo las habitaciones del hotel, el rito de tener siempre whisky en mi maleta en caso de insomnios o de súbitas desesperaciones. Durante aquel periodo tuve amantes. Rara vez he estado absolutamente sin amantes. Se acostumbraban a la soledad de Neauphle. Y según su encanto a veces esta soledad les permitía que, a su vez, escribieran libros. Raramente daba a leer mis libros a esos amantes. Las mujeres no deben hacer leer a sus amantes los libros que escriben. Cuando terminaba un capítulo, lo escondía. En lo que a mí respecta, es tan verdad que me pregunto qué pasa en otras partes y también cuando se es una mujer y se tiene un marido o un amante. En tal caso, también hay que esconder a los amantes el amor del marido. El mío nunca ha sido sustituido. Lo sé, todos los días de mi vida.
Esta casa, esta casa es el lugar de la soledad, sin embargo da a una calle, a una plaza, a un estanque muy antiguo, al grupo escolar del pueblo. Cuando el estanque está helado, hay niños que vienen a patinar y me impiden trabajar. Les dejo hacer. Los vigilo. Todas las mujeres que han tenido hijos vigilan a esos niños, desobedientes, locos, como todos los niños. Pero, qué miedo, cada vez, el peor de los miedos. Y qué amor.
La soledad no se encuentra, se hace. La soledad se hace sola. Yo la hice. Porque decidí qué era allí donde debía estar sola, donde estaría sola para escribir libros. Sucedió así. Estaba sola en casa. Me encerré en ella, también tenía miedo, claro. Y luego la amé. La casa, esta casa, se convirtió en la casa de la escritura. Mis libros salen de esta casa. También de esta luz, del jardín. De esta luz reflejada del estanque. He necesitado veinte años para escribir lo que acabo de decir.
Esta casa se puede recorrer en toda su extensión. Sí. También se puede ir y venir. Y además hay el jardín. Allí, están los árboles milenarios y los árboles todavía jóvenes. Y hay alerces, manzanos, un nogal, ciruelos y un cerezo. El albaricoquero murió. Frente a mi habitación se halla el fabuloso rosal de L’Hom me Atlantique. Un sauce. También hay cerezos de Japón y lirios. Y, debajo de una ventana del salón de música, hay una camelia, que plantó Dionys Masco lo para mí.
Primero amueblé esta casa y luego la hice repintar. Quizá fue dos años después cuando empecé a vivir con ella. Terminé Lol V. Stein aquí, escribí el final aquí y en Trouville frente al mar. Sola, no, no estaba sola, había un hombre conmigo en aquella época. Pero no hablábamos. Como escribía, era necesario evitar hablar de libros. Una mujer que escribe: los hombres no lo soportan. Es cruel, para un hombre. Es difícil para todos. Salvo para Robert A.
Sin embargo, en Trouville había la playa, el mar, la inmensidad de los cielos, de las arenas. Y era eso, ahí, la soledad. En Trouville miré el mar hasta la nada. Trouville es una soledad de mi vida entera. Conservo esa soledad, ahí está, inexpugnable, a mi alrededor. A veces cierro las puertas, desconecto el teléfono, desconecto mi voz, no quiero nada más.
Puedo decir lo que quiero, nunca descubriré por qué se escribe ni cómo no se escribe.
A veces, cuando estoy sola aquí, en Neauphle, identifico objetos como un radiador. Recuerdo que había una gran tabla sobre el radiador y que con frecuencia me sentaba allí, encima de la tabla, para ver pasar los autos.
Aquí, cuando estoy sola, no toco el piano. No toco mal, pero toco muy poco porque creo que cuando estoy sola, cuando no hay nadie más en la casa, no puedo tocar. Es muy difícil soportarlo. Porque de repente parece tener un sentido. Y sólo la escritura tiene un sentido en determinados casos personales. La manejo, luego la practico. En cambio, el piano es un objeto lejano, más inaccesible, y, para mí, sigue siéndolo. Creo que si hubiera tocado el piano profesionalmente, no habría escrito libros. Pero no estoy segura. También creo que es falso. Creo que habría escrito libros en cualquier caso, incluso paralelamente a la música. Libros ilegibles, pero totales. Tan lejos de cualquier habla como lo desconocido de un amor sin objeto. Como el de Cristo o el de J.S. Bach: ambos de una equivalencia vertiginosa.
La soledad, la soledad también significa: o la muerte, o el libro. Pero, ante todo, significa el alcohol. Whisky, eso significa. Hasta ahora nunca he podido, pero nunca, de verdad, o en tal caso debería remontarme lejos... nunca he podido empezar un libro sin terminarlo. Nunca he hecho un libro que no fuera ya una razón de ser mientras se escribía, y eso, sea el libro que sea. Y en todas partes. En todas las estaciones. Descubrí esta pasión aquí en las Yvelines, en esta casa. Por fin tenía una casa donde esconderme para escribir libros. Quería vivir en esta casa. ¿Para hacer qué? Empezó así, como una broma. Quizás escribir, me dije, podría. Ya había empezado libros que había abandonado. Había olvidado incluso los títulos. El vicecónsul, no. Nunca lo abandoné, pienso en él a menudo. En Lol V. Stein ya no pienso. Nadie puede conocer a L.V.S., ni usted ni yo. Y hasta lo que Lacan dijo al respecto, nunca lo comprendí por completo. Lacan me dejó estupefacta. Y su frase: «No debe de saber que ha escrito lo que ha escrito. Porque se perdería. Y significaría la catástro fe». Para mí, esa frase se convirtió en una especie de identidad esencial, de un "derecho a decir" absolutamente ignorado por las mujeres.
Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. No tener ningún argumento para el libro, ninguna idea de libro es encontrarse, volver a encontrarse, delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada. Delante de algo así como una escritura viva y desnuda, como terrible, terrible de superar. Creo que la persona que escribe no tiene idea respecto al libro, que tiene las manos vacías, la cabeza vacía, y que, de esa aventura del libro, sólo conoce la escritura seca y desnuda, sin futuro, sin eco, lejana, con sus reglas de oro, elementales: la ortografía, el sentido.
El vicecónsul es un libro que se gritó sin voz por todas partes. Esta expresión no me gusta pero cuando releo el libro veo eso, veo algo así. Es verdad, el vicecónsul aullaba cada día... pero desde un lugar secreto para mí. Como se reza, cada día, él, el vicecónsul, aullaba. Es cierto, gritaba fuerte y en las noches de Labore disparaba sobre los jardines de Shalimar para matar. No importa a quién, sólo matar. Mataba por matar. Puesto que no importa a quién, era a la India entera en estado de descomposición. Aullaba en su casa, en la Residencia, y cuando estaba solo en la noche oscura de la Calcuta desierta. Está loco, el vicecónsul está loco de inteligencia. Mata a Labore todas las noches.
Nunca lo he encontrado, sólo lo he encontrado en el actor que lo interpretó, mi amigo, el genial Michael Lonsdale, incluso en sus otros papeles, para mí, sigue siendo el vicecónsul de Francia en Labore. Es mi amigo, mi hermano.
El vicecónsul es aquel en quien creo. El grito del vicecónsul, «la única política», también se ha oído, aquí, en Neauphle-le-Chateau. Aquí la ha llamado, a ella, aquí, sí. Ella, A.-M.S. Anna-Maria Guardi. Ella era Delphine Seyrig. Y todo el personal de la película lloraba. Eran lágrimas libres, sin noción de su sentido, inevitables, las verdaderas lágrimas, las de quienes viven en la miseria.
En la vida llega un momento, y creo que es fatal, al que no se puede escapar, en que todo se pone en duda: el matrimonio, los amigos, sobre todo los amigos de la pareja. El hijo, no. El hijo nunca se pone en duda. Y esa duda crece alrededor de uno. Esa duda está sola, es la de la soledad. Ha nacido de ella, de la soledad. Y a podemos nombrar la palabra. Creo que mucha gente no podría soportar lo que digo, huirían. De ahí quizá que no todo hombre sea un escritor. Sí. Eso es, ésa es la diferencia. Esa es la verdad. No hay otra. La duda, la duda es escribir. Por tanto, es el escritor, también. Y con el escritor todo el mundo escribe. Siempre se ha sabido.
Creo, también, que sin esa duda primera del gesto hacia la escritura no hay soledad. Nadie ha escrito nunca a dúo. Se ha podido cantar a dúo, también componer música, y jugar a tenis; pero escribir, no. Nunca. Enseguida escribí libros llamados políticos. El primero fue Abahn Sabana David, uno de mis predilectos. Creo que el hecho de que un libro sea más o menos difícil de llevar que la vida cotidiana, es un detalle. La dificultad existe, simplemente. Un libro es difícil de llevar hacia el lector, en la dirección de su lectura. Si no hubiera escrito me habría convertido en una incurable del alcohol. Es un estado práctico: estar perdido sin poder escribir más... Es ahí donde se bebe. Y a que uno está perdido y ya no tiene nada que escribir, que perder, uno escribe. Mientras el libro está ahí y grita que exige ser terminado, uno escribe. Uno está obligado a mantener el tipo. Es imposible soltar un libro para siempre antes de que esté completamente escrito; es decir: solo y libre de ti, que lo has escrito. Es tan insoportable como un crimen. No creo a la gente que dice: "He roto mi manuscrito, lo he tirado". No lo creo. O bien lo que estaba escrito no existía para los demás, o no era un libro. Y uno siempre sabe lo que no es un libro. Lo que nunca será un libro, no, no lo sabe. Nunca.
Cuando me acostaba, me tapaba la cara. Tenía miedo de mí. No sé cómo no sé por qué. Y por eso bebía alcohol antes de dormir. Para olvidarme, a mí. Enseguida pasa a la sangre, y luego uno duerme. La soledad alcohólica es angustiosa. El corazón, sí. De repente late muy deprisa.
Cuando yo escribía en la casa todo escribía. La escritura estaba en todas partes. Y cuando veía a los amigos, a veces no acertaba a reconocerlos. Hubo varios años así, difíciles, para mí, sí, diez años quizá, quizá duró diez años. Y cuando amigos incluso muy queridos acudían a visitarme, también era terrible. Los amigos nada sabían de mí: me apreciaban y acudían por gentileza creyendo que hacían bien. Y lo más extraño era que no me importaba.
Eso hace salvaje la escritura. Se acerca a un salvajismo anterior a la vida. Y siempre lo reconocemos, es el de los bosques, tan antiguo como el tiempo. El del miedo a todo, distinto e inseparable de la vida misma. Uno se encarniza. No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo que se escribe. Es algo curioso, sí. No es sólo la escritura, lo escrito, también los gritos de las bestias de la noche, los de todos, los vuestros y los míos, los de los perros. Es la vulgaridad masificada, desesperante, de la sociedad. El dolor; también es Cristo y Moisés y los faraones y todos los judíos, y todos los niños judíos, y también lo más violento de la felicidad. Siempre, eso creo.
Compré esta casa de Neauphle-le-Chateau con los derechos cinematográficos de mi libro Un dique contra el Pacífico. Me pertenecía, estaba a mi nombre. Esa compra precedió a la locura de la escritura. Esa especie de volcán. Creo que esta casa ha servido de mucho. La casa me consolaba de todas mis penas de infancia. En cuanto la compré, enseguida supe que había hecho algo importante, para mí, y definitivo. Algo para mí sola y para mi hijo, por primera vez en mi vida. Y me ocupaba de ella.Y la limpiaba. Me "ocupé mucho". Después, una vez embarcada en mis libros, me ocupé menos.
POR QUÉ ESCRIBIR? de Philip Roth
Ensayos, entrevistas y discursos (1960-2013)
"
¿Por qué escribir?" muestra el vigor, agudeza y poder persuasivo de uno de los grandes escritores de nuestro tiempo. Esta es la edición definitiva, a cargo del propio Philip Roth, de sus ensayos, entrevistas y discursos sobre la escritura, la literatura, su obra y su país.El presente volumen forma un tándem esencial con su obra literaria, contiene material inédito y está dividido en tres partes. Se inicia con lo indispensable de "Lecturas de mí mismo", donde destacan los artículos y entrevistas publicados durante la explosiva aparición de "El lamento de Portnoy" en unos Estados Unidos sacudidos por la agitación política y la revolución sexual. La segunda parte -texto íntegro de "El oficio"- reúne conversaciones con Primo Levi o Milan Kundera, así como ensayos sobre la obra de Saul Bellow, entre otros. La última parte es una colección de piezas tardías, seis de ellas nunca antes publicadas: un artículo sobre el origen de "La conjura contra América" o discursos como el que pronunció en su ochenta aniversario, evocando su infancia en Newark. Cierran este volumen dos largas entrevistas, un último repaso a una vida entera dedicada a la literatura: «Día tras día me he enfrontado a la página en blanco, indefenso y desprevenido. Escribir era para mí una forma de supervivencia.»
https://drive.google.com/file/d/1aVhVoioHxS4bDfWhWL4mInsdkrXungu1/view
Vanidades
Frases de escritores sobre el arte de la escritura
http://www.eraseunavezqueseera.com/2019/09/04/frases-escritores-sobre-escribir/
El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Hay un momento en que todos los obstáculos se derrumban, todos los conflictos se apartan, y a uno se le ocurren cosas que no había soñado, y entonces no hay en la vida nada mejor que escribir.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Mientras más transparente es la escritura, más se ve la poesía.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
El deber revolucionario de un escritor es escribir bien.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Para componer historias y libros, de cualquier suerte que sean, es menester un gran juicio y un maduro entendimiento.
MIGUEL DE CERVANTES
Yo nunca busco temas, dejo que los temas me busquen y yo los eludo, pero si el tema insiste, yo me resigno y escribo.
JORGE LUIS BORGES
Cuando uno escribe, el lector es uno.
JORGE LUIS BORGES
Los escritores viven de la infelicidad del mundo. En un mundo feliz, no sería escritor.
JOSÉ SARAMAGO
Yo no decido sobre lo que voy a escribir. No, yo espero a que algo ocurra.
JOSÉ SARAMAGO
El que escribe para comer, ni come ni escribe.
FRANCISCO DE QUEVEDO
La verdad que escribir constituye el placer más profundo, que te lean es sólo un placer superficial.
VIRGINIA WOOLF
Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio.
VIRGINIA WOOLF
La papelera es el primer mueble en el estudio del escritor.
ERNEST HEMINGWAY
Los escritores somos seres heridos. Por eso creamos otra realidad.
PAUL AUSTER
Para mí, escribir no es una cuestión de libre albedrío, es un acto de supervivencia.
PAUL AUSTER
El hecho de que un escritor que se considere comprometido, en el sentido de solamente escribir sobre su compromiso, o es un mal escritor o es un buen escritor que va a dejar de serlo porque se está limitando, está cerrando totalmente el campo de la inmensa realidad que es el campo de la escritura y de la literatura y se está concentrando exclusivamente en una tarea que probablemente los ensayistas, los críticos y los periodistas harían mejor que él.
JULIO CORTÁZAR
Lo que me gusta es escribir y cuando termino es como cuando uno se va dejando resbalar de lado después del goce, viene el sueño y al otro día ya hay otras cosas que te golpean en la ventana, escribir es eso, abrirles los postigos y que entre.
JULIO CORTÁZAR
La profesión de escritor hace que las carreras de caballos parezcan un negocio estable.
JOHN STEINBECK
Si me dijeran que dentro de unos veinte años los que ahora son niños leerán mis escritos, y que esa lectura les hará reír, llorar y amar la vida, dedicaría todo mi tiempo y todos mis esfuerzos a esa tarea.
LEÓN TOSLTÓI
Describir es una venganza.
GUSTAVE FLAUBERT
El arte de escribir historias está en saber sacar de lo poco que se ha comprendido de la vida todo lo demás; pero acabada la página se reanuda la vida y nos damos cuenta de que aquello que se sabía en verdad no era nada.
ITALO CALVINO
Algunos escritores aumentan el número de lectores; otros sólo aumentan el número de libros.
JACINTO BENAVENTE
Los que escriben con claridad tienen lectores; los que escriben oscuramente tienen comentaristas.
ALBERT CAMUS
Hay tanta gente que escribe para lucirse. Yo empecé así y fracasé hasta el día en que olvidé esas pretensiones.
ADOLFO BIOY CASARES
Escribir es agregar un cuarto a la casa de la vida.
ADOLFO BIOY CASARES
Un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras; a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas.
ERNESTO SÁBATO
El leer hace completo al hombre, el hablar lo hace expeditivo, el escribir lo hace exacto.
SIR FRANCIS BACON
Las palabras constituyen la droga más potente que haya inventado la humanidad.
RUDYARD KIPLING
¿Qué sería un escritor sin esa traba que le obliga a sutiles vueltas y revueltas para decir lo que no se puede decir? La técnica literaria sale ganando.
AZORÍN
Deseo poder escribir algo tan misterioso como un gato.
EDGAR ALLAN POE
Simplemente, no sobrestimar lo que he escrito; de otro modo se me volvería inalcanzable lo que aún espero escribir.
FRANZ KAFKA
No se es escritor por haber elegido decir ciertas cosas, sino por la forma en que se digan.
JEAN PAUL SARTRE
Dos personas que se reunen para escribir un libro es igual que tres personas que se reúnen para tener un bebé. Uno de ellos sobra.
GEORGE BERNARD SHAW
Cuando lo hayas encontrado, anótalo.
CHARLES DICKENS
En mi opinión, escribir es un acto secreto, tan secreto como soñar.
STEPHEN KING
Si no tienes tiempo para leer, no tendrás herramientas para escribir.
STEPHEN KING
Un escritor profesional es aquel amateur que nunca se dio por vencido.
RICHARD BACH
Escribo por el placer de contradecir y por la felicidad de estar solo contra todos.
MILAN KUNDERA
Se escribe para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra las circunstancias.
MARIO VARGAS LLOSA
Escribir es servidumbre y gozo.
MARIO VARGAS LLOSA
Los que pueden actúan, y los que no pueden, y sufren por ello, escriben.
WILLIAM FAULKNER
Fueron las otras artes las que me enseñaron a escribir.
STENDHAL
¿Por qué escribo? Porque encuentro la vida poco satisfactoria.
TENNESSEE WILLIAMS
Se requiere de mucha desesperación, insatisfacción y desilusión para escribir unos pocos buenos poemas. No es para todo el mundo ya sea para escribirlos o siquiera leerlos.
CHARLES BUKOWSKI
Escribir es un ocio laborioso.
GOETHE
El primer principio para escribir es pensar bien. Borra a menudo si quieres escribir cosas que sean dignas de ser leídas.
HORACIO
La escritura es una larga introspección, es un viaje hacia las cavernas más oscuras de la conciencia, una lenta meditación.
ISABEL ALLENDE
Escribir es para mí como hacer ganchillo: siempre temo que se me vaya a escapar un punto.
ISABEL ALLENDE
Escribir es como besar, pero sin labios. Escribir es besar con la mente.
DANIEL GLATTAUER
Alrededor de la persona que escribe libros siempre debe haber una separación de los demás. Es una soledad. Es la soledad del autor, la del escribir.
MARGUERITE DURAS
Escribir pese a todo, pese a la desesperación.
MARGUERITE DURAS
Siempre puedes editar una mala página, pero no una página en blanco.
JODI PICOULT
Para mí, escribir una novela es enfrentarse a escarpadas montañas y escalar paredes de roca para, tras una larga y encarnizada lucha, alcanzar la cima. Superarse a uno mismo o perder: no hay más opciones. Siempre que escribo una novela larga tengo grabada esa imagen en mi mente.
HARUKI MURAKAMI
El leer hace completo al hombre, el hablar lo hace expeditivo, el escribir lo hace exacto.
SIR FRANCIS BACON
Siempre tengo un cuaderno abierto, donde anoto lo que voy pensando, pero no lo hago a diario. No todos los días suceden cosas dignas de ser anotadas. Si fuerzas esa tarea y la haces con cotidianidad, te expones a escribir textos que no son importantes.
JOSÉ LUIS SAMPEDRO
Hablar de lo que uno está escribiendo es como destapar un frasco de un perfume precioso: el aroma se evapora. Hay que mantenerlo cerrado y escribir, es lo mejor.
ANA MARÍA MATUTE
Escribir es siempre muy difícil, sobre todo hacerlo de forma aparentemente sencilla.
ANA MARÍA MATUTE
Creo más en la obstinación que en la inspiración.
JEAN ECHENOZ
Se trabaja con imaginación, intuición y una verdad aparente; cuando esto se consigue, entonces se logra la historia que uno quiere dar a conocer. Creo que eso es, en principio, la base de todo cuento, de toda historia que se quiere contar.
JUAN RULFO
Nunca acabes un buen alimento de un solo bocado, ni cuentes una buena historia de un tirón.
MO YAN
Saber leer es saber andar. Saber escribir es saber ascender.
JOSÉ MARTÍ
Escribir bien no es algo que el auténtico escritor se propone. Le es tan inevitable como su cara y su conducta.
JUAN CARLOS ONETTI
Ya dije mucho y varias veces que escribir es un acto de amor. Y sin eufemismo.
JUAN CARLOS ONETTI
Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, o los que no pintan o componen música, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror pánico inherente a la condición humana.
GRAHAM GREENE
Lamentablemente, en estos tiempos en que se ha perdido el valor de la palabra, también el arte se ha prostituido, y la escritura se ha reducido a un acto similar al de imprimir papel moneda.
ERNESTO SÁBATO
Ni una palabra perdida. Este ha sido un punto principal de mi pensamiento literario toda mi vida.
HUNTER S. THOMPSON
No hay historia a menos que lo hayas escrito.
HUNTER S. THOMPSON
Para escribir sólo hay que tener algo que decir.
CAMILO JOSÉ CELA
Con buenos pensamientos puede hacerse pésima literatura.
ANDRÉ GIDE
Yo no soy una escritora. Soy simplemente un ser humano en busca de expresión. Escribo porque no puedo impedírmelo, porque siento la necesidad de ello y porque esa es mi única manera de comunicarme con algunos seres, conmigo misma. Mi única manera.
VICTORIA OCAMPO
La importancia no está en el tema, en la decoración, en el armazón, sino en la dinámica interior. Cuando se consigue cargar a los personajes de una tensión suficiente, e inventar escenas, se obtiene un efecto igual y de manera más verídica, más natural.
STEFAN ZWEIG
Escribir es tratar de entender, es tratar de reproducir lo irreproducible.
CLARICE LISPECTOR
Cuán vano es sentarse a escribir cuando aún no te has levantado para vivir.
HENRY DAVID THOREAU
No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo.
OSCAR WILDE
Si uno es escritor, escribe siempre, aunque no quiera hacerlo, aunque trate de escapar a esa dudosa gloria y a ese sufrimiento real que se merece por seguir una vocación.
CARMEN LAFORET
No escriba quien no sepa unir la utilidad con el deleite.
TOMÁS DE IRIARTE
Con el acto de escribir descubro que puedo contar con los ingredientes correctos, tomarme todo el tiempo y los cuidados necesarios, y no conseguir nada.
JOHN IRVING
El escritor quiere escribir su mentira y escribe su verdad.
RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA
El escritor joven no puede escribir sin ese estremecimiento de soledad, aunque sea ficticio, así como el escritor maduro no hará nada sin el sabor de compañía humana, de sociedad.
PABLO NERUDA
Un buen relato empieza con un buen título.
GUY DE MAUPASSANT
Ningún hombre debería escribir a no ser que estuviese convencido de que él está en posesión de la verdad y otro hombre está en el error.
GILBERT KEITH CHESTERTON
El que lo piensa todo primero, no escribe nada después.
FRANCISCO UMBRAL
El peor enemigo de la creatividad es la autoduda.
SYLVIA PLATH
Yo solo poseo una de las menos importantes cualidades necesarias para escribir: la curiosidad.
DORIS LESSING
No hay leyes para escribir una novela. Nunca hubo ni habrá.
DORIS LESSING
La dificultad de la escritura no es escribir, sino escribir lo que queremos decir.
ROBERT LOUIS STEVENSON
Escribe. Termina lo que escribes. Sigue escribiendo.
NEIL GAIMAN
Debes acostumbrarte al hecho de que gastarás muchos árboles antes de que escribas algo que realmente te guste, y así es como debe ser. Es como aprender a tocar un instrumento musical. Debes estar para tocar las notas equivocadas ocasionalmente o muy seguido, porque escribí muchas cosas malas antes de escribir algo con lo que estuviera contenta.
J. K. ROWLING
Solo fracasas si dejas de escribir.
RAY BRADBURY
Voy a escribir porque no puedo evitarlo.
CHARLOTTE BRONTË
Un escritor es un mundo atrapado en una persona.
VICTOR HUGO
Todos los estilos literarios son buenos, excepto los de estilo aburrido.
VOLTAIRE
Si quieres ganarte la vida escribiendo, tienes que ser serio. Ningún autor tiene ganado el derecho a ser leído por haber escrito un libro.
TOM SHARPE
Escribir es ir descubriendo lo que se quiere decir.
MAX AUB
La literatura -como los amantes- acostumbra a vengarse de quien no se arriesga a llegar hasta el límite; una escritura a medias es una mentira.
RAFAEL CHIRBES
Un escritor no debe hablar sino escribir; el lector lee lo que ha escrito y punto; lo que ni has puesto en el libro no vale la pena decirlo de palabra.
ALBERTO VÁZQUEZ FIGUEROA
Si esperara la perfección, nunca escribiría una palabra.
MARGARET ATWOOD
Los buenos escritores son aquellos que conservan la eficiencia del lenguaje. Es decir, lo mantienen preciso, lo mantienen claro.
EZRA POUND
No escribes porque quieres decir algo. Escribes porque tienes algo qué decir.
FRANCIS SCOTT FITZGERALD
Cuando tengo preocupaciones, miedos o una historia de amor, tengo la suerte de ser capaz de transformarlo en un poema.
MARIO BENEDETTI
Sólo hay una cosa de la que puede escribir un escritor: lo que está ante sus sentidos en el momento de escribir.
WILLIAM S. BURROUGHS
Yo creo que para ser escritor basta con tener algo que decir, en frases propias o ajenas.
PÍO BAROJA
El mejor momento para planear un libro es mientras se lavan los platos.
AGATHA CHRISTIE
http://www.eraseunavezqueseera.com/2019/09/04/frases-escritores-sobre-escribir/
No hay comentarios:
Publicar un comentario