“Esta tendencia a crear a mi alrededor otro mundo, igual a éste pero con otras personas, nunca ha abandonado mi imaginación.”
Nota autobiográfica
Pessoa dejó escrita una nota biográfica, escrita el 30 de marzo de 1935, parcialmente publicada como introducción al poema "À memória do Presidente-Rei Sidónio Pais" (A la memoria del Presidente-Rei Sidónio Pais), editado por la Editorial Império en 1940. Siendo el texto de autoría del propio Pessoa, deberá notarse que constituye una biografía bastante subjetiva e incompleta, hecha de acuerdo con los deseos e interpretaciones de él mismo en ese momento de su vida
Edad y origen: Nació en Lisboa, parroquia de los Mártires, finca n.º 4 del Largo de S. Carlos (hoy del Directório) el 13 de junio de 1888. Filiación: Hijo legítimo de Joaquim de Seabra Pessoa y de D. Maria Madalena Pinheiro Nogueira. Nieto paterno del general Joaquim António de Araújo Pessoa, combatiente de las campañas liberales, y de Dña. Dionísia Seabra; nieto materno del Consejero Luís António Nogueira, jurisconsulto y que fue Director General del Ministerio del Reino, y de Dña Madalena Xavier Pinheiro. Ascendencia general: mezcla de hidalgos y judíos. Estado: Soltero. Profesión: El nombre correcto sería «traductor», pero es más exacto el de «corresponsal extranjero de casas comerciales». El ser poeta o escritor no constituye una profesión, sino una vocación. Domicilio: Calle Coelho da Rocha, 16, 1º. Dto. Lisboa. (Dirección Postal - Caja Postal 147, Lisboa). Funciones sociales que ha desempeñado: Si por eso se entiende cargos públicos o funciones destacadas, ninguna. Obras que he publicado: La obra está esencialmente dispersa, por varias revistas y publicaciones ocasionales. Lo que, de libros o folletos, considera como válido, es lo siguiente: «35 Sonnets» (en inglés), 1918; «English Poems I-II» y «English Poems III» (en inglés también), 1922, y el libro «Mensagem», 1934, premiado por el Secretariado de Propaganda Nacional, en la categoría «Poema». El folleto «O Interregno», publicado en 1928, constituyendo una defensa de la Dictadura Militar en Portugal, debe ser considerado como no existente. Habría que revisar todo eso y tal vez repudiar mucho. Educación: En virtud de, fallecido su padre en 1893, su madre haber casado, en 1895, en segundas nupcias, con el Comandante João Miguel Rosa, Cónsul de Portugal en Durban, Natal, fue allí educado. Ganó el premio Reina Victoria de estilo inglés en la Universidad del Cabo de Buena Esperanza en 1903, en el examen de admisión, a los 15 años. Ideología Política: Considera que el sistema monárquico sería el más propio para una nación orgánicamente imperial como es Portugal. Considera, al mismo tiempo, la Monarquía completamente inviable en Portugal. Por eso, de haber un plebiscito entre regímenes, votaría, si bien con pena, por la República. Conservador de estilo inglés, esto es, liberal dentro del conservadurismo, y absolutamente anti-reaccionario. Posición religiosa: Cristiano gnóstico y por tanto enteramente opuesto a todas las Iglesias organizadas, y sobre todo a la Iglesia de Roma. Fiel, por motivos que más adelante están implícitos, a la Tradición Secreta del Cristianismo, que tiene íntimas relaciones con la Tradición Secreta en Israel (la Santa Kabbalah) y con la esencia oculta de la masonería. Posición iniciática: Iniciado, por comunicación directa de Maestro a Discípulo, en los tres grados menores de la (aparentemente extinta) Orden Templaria de Portugal. Posición patriótica: Partidario de un nacionalismo místico, del que sea abolida toda la infiltración católico-romana, creándose, si es posible, un sebastianismo nuevo, que la substituya espiritualmente, si es que en el catolicismo portugués hubo alguna vez espiritualidad. Nacionalista que se guía por este lema: "Todo por la humanidad, nada contra la nación". Posición social: Anticomunista y antisocialista. Lo demás se deduce de lo expuesto arriba.
Resumen de estas últimas consideraciones: Tener siempre en la memoria al mártir Jacques de Molay, Grado-Maestre de los Templarios, y combatir, siempre y en todo lugar, a los tres asesinos - la Ignorancia, el Fanatismo y la Tiranía. autorLa cotidiana intimidad de Pessoa
Necesitaría un alma más saludable para aprender a reposar. Para ser un hombre de acción necesitaría algo entre el cuerpo y el alma de lo que no dispongo: puedo moverme, pero me falta el deseo.
Escribía Fernando Pessoa el 21 de noviembre de 1914 en sus notas más íntimas que, al fin, aquel día había tomado «de una vez por todas y de manera definitiva» una decisión: «la decisión de ser Yo», de asumir «el reto de intentar vivir a la altura de mí mismo», de «despreciar la idea de la vocación». Aquella jornada, Pessoa quería ser él, serlo para siempre, sin existir a través de las impresiones de otros: «Sólo quiero verme tal y como mi temperamento innato me exige que sea, como mi Genio, tan innato como mi temperamento, espera que sea».
¿Pero quién fue Fernando Pessoa (1888-1935)? Hermida Editores suma a su ya nutrida colección de clásicos un documento tan arrebatador y sincero como dulcemente sensible, imprescindible para cualquier lector del inmortal escritor lisboeta interesado en su periplo vital y en el trasfondo del desarrollo de sus obras: se trata de los Diarios completos de Pessoa, en traducción de Gonzalo Torné, volumen en el que además se incluye una selección muy enjundiosa de fragmentos del Libro del desasosiego en la que las confesiones y los apuntes autobiográficos toman la voz cantante.
Poco antes de aquel crucial 21 de noviembre de 1914, un desorientado Pessoa de apenas veintiséis años (que recuerda, en muchos puntos, al más joven Leopardi) aseguraba que «ni sé quién soy ni sé cómo es mi alma». Deseaba con todas sus fuerzas y con «sinceridad» dirigirse hacia sí mismo, hacia el núcleo de su yo más hondo e interior, pero, a la vez, se percataba de un suceso tan extraño como desconcertante: creía que nunca había dejado de (auto)traicionarse, pues siempre se había visto oprimido entre dos intenciones –en ocasiones de signo opuesto– y ambas le parecían igualmente procedentes, aunque se tratara de extremos antagónicos. De ahí que no dudara en asegurar: «Me siento múltiple». Incluso llega a pensar que todo ello no es más que un signo inequívoco de demencia (uno de sus grandes pavores), que una vida partida, desdoblada, resulta imposible de llevar sana e incluso libremente, ya que los impulsos acaban por hacernos decantarnos, al fin, en un sentido o en otro.
Hay un miedo que me ataca con una intensidad muy superior a lo que las palabras son capaces de expresar: el miedo a volverme loco. Este miedo es tan vivo en mí que sin duda es una fuente de locura.
En estos textos damos con un Pessoa particularmente natural y confiado. A través de ellos se nos permite acceder, como privilegiados espectadores, a las recónditas, intrincadas y a veces paradójicas profundidades de su ánimo, tan complejo y poliédrico. En noviembre de 1907 apuntaba que «Tengo ideas que no comprendo y que tampoco me atrevo a pensar en profundidad por miedo a descubrirlas. La mera posibilidad de estudiarlas me asusta, me provoca vértigo intelectual…».
Desde muy joven se manifiesta el marcado individualismo pessoano, cuando reconoce que no tiene amigos y que, muy posiblemente, jamás los tendrá, pues alcanzar una «auténtica intimidad» con alguien resulta casi imposible cuando no se encuentran espíritus afines: «Conmigo no encaja ningún carácter, los temperamentos disponibles en este mundo son palidísimos reflejos de la manera de ser a la que yo espero encontrar para convertirla en mi amigo íntimo». Sin embargo, y en contraste, nunca abandonó su particular anhelo patriótico de colocar a su país, a su nación y a su pueblo a la altura que él creía debía estar.
Pessoa es, precisamente, un perpetuo buscador de sí mismo. No otra cosa hace en sus obras, firmadas por tantos y tan plurales hetorónimos que, pasado el tiempo, alcanzaron la misma o superior fama que el propio Fernando Pessoa. Él mismo se define en estos diarios, en una expresión que recuerda a Ortega y Gasset cuando el filósofo español se refiere a la misión del ser humano, como un náufrago. Es decir: como un individuo solitario que, además, desea estar solo y que únicamente puede confiar en sí mismo. Lo fundamental, empero, es que todos pasamos los mismos trances, si bien de maneras distintas y acorde a nuestra templanza moral y a nuestra hondura intelectual: «El hombre que sufre padece igual vestido de seda que bajo una colcha rasgada».
Nadie debe reírse de nadie. Nadie debe burlarse de nadie. Ni siquiera admito risas interiores. La vida humana es demasiado triste y sórdida para incitar a nadie a reír.
Pero, por otro lado, topamos con el Pessoa más filantrópico, adorador de las posibilidades humanas –aunque consciente, bien es cierto, de las escasas fuerzas del hombre para llevarlas a efecto–:
Mi infinito amor hacia la humanidad me consume hasta la raíz. También el deseo de obrar bien, de ayudar a los más débiles, de acometer milagros.
En el siguiente fragmento ambas caras se aprecian muy claramente (30 de octubre de 1908):
Dudo mucho que el mundo haya conocido a una persona más cariñosa o tierna que yo, un hombre tan colmado de bondad, tan bien predispuesto al afecto y al amor. Y estoy seguro de que no existe un alma más aislada que la mía. Mi soledad, que quede claro, no es el fruto de una serie de circunstancias externas, sino internas. Me aclaro: al lado de mi ternura y de mi bondad inmensas, oculto un rasgo de carácter opuesto: un cúmulo de tristeza y egoísmo que, por un lado, debilita e impide la propagación de mis cualidades internas y, por otro, me hace parecer delante de los otros como un personaje frío y distante.
Un juego caleidoscópico de contrastes, quizá irresoluble, por el que el propio Pessoa se siente abrumado: «¡El horror, el horror, el horror! Cuántas dudas». El genio de Lisboa se sorprende a cada paso de su estado de ánimo, de sus pensamientos, sensaciones y sentimientos, como si no fueran suyos y tuviera que dar cuenta de ellos, justificarlos y a veces exonerarlos ante el tribunal de su propia conciencia. Pessoa es el eterno Doppelgänger, una imagen o espectro de sí mismo, un otro de sí mismo: «Soy mi propia sombra, voy a la caza de sombras. En alguna ocasión me he detenido en la orilla de mí mismo y dudo si soy un majadero o un misterio profundísimo».

Estos Diarios completos nos sitúan ante un Pessoa arrollador, pujante, indomable. En ellos asistimos a la formación de un ánimo en franca contradicción consigo mismo, consciente de ello y asediado por la necesidad de dar solución al enigma de la existencia: la dotación de sentido a sabiendas de que, por mucho que imploremos, nunca podremos (al menos en vida, y quién sabe si más allá) librarnos de nosotros, de eso que Schopenhauer llamó nuestro fastidioso o pesaroso yo (leidigen Selbst).
Pessoa clamó por ello en numerosas ocasiones, incluso a un Dios en el que a veces se sintió obligado a creer para satisfacer su honda necesidad metafísica: «Señor, líbrame de mí». Aunque jamás, incluso apelando a la divinidad, dejó de sentirse solo e incomprendido. Su incansable actitud de buscador de la esquiva verdad sólo le condujo a un lugar –un tanto inhóspito–: la posibilidad de comprenderlo y experimentarlo todo, incluso de disfrutarlo y de sufrirlo, sólo hace que «me quede en nada, en nada [de nuevo Leopardi]. Es como si la noción de todo lo que podría tener y sentir, de todo cuanto quiero, me anulase». Y es que acaso la única respuesta sea el silencio…:
El amor más grande nunca será aquel que se puede expresar mediante palabras limpias y dulces. El amor más grande tampoco será aquel que se expresa frotando suavemente una mano contra otra. El amor más grande es aquel que no puede expresarse, del que ni siquiera se puede habla
Fernando Pessoa, el poeta de los heterónimos
Fernando António Nogueira Pessoa nació en Lisboa el 13 de junio de 1888. Su padre era funcionario del Ministerio de Justicia y crítico musical. Su madre era ama de casa. Vivía con su abuela y dos criadas. Su padre murió cuando Pessoa tenía cinco años, de tuberculosis. Fernando tuvo un hermano que no llegó al año. Su madre se casó nuevamente, con el cónsul de Portugal en 1895 y la familia se instaló en Durban, ciudad sudafricana.
Allí convivió con sus cuatro hermanastros. Su educación fue en inglés. Sus lecturas fueron John Milton, Mary Shelley y Edgar Allan Poe. En este idioma escribió sus primeros poemas. Por su destreza bilingüe es que pudo regresar a Lisboa a trabajar como traductor.
Regresó a Lisboa en 1905, a los diecisiete años. Vivió con dos tías y su abuela. Se inscribió en la carrera de Letras y creó algunas amistades pero no completó el primer año por la agitación estudiantil que hizo que la universidad cierre. Su abuela falleció dos años más tarde y con su herencia invirtió en la creación de una empresa tipográfica, aunque esto no duraría mucho tiempo. Se dedicó a la traducción comercial. Volvió a vivir por un tiempo con su madre, vuelta a enviudar.
Cuando vivió solo escribió transformado en alguno de sus heterónimos. Su vida social era en cafés y tabernas lisboetas.
Pintura de Luis Badosa. El cultural
Su obra literaria
Comienza a escribir y traducir para la revista de vanguardia Orpheu (1915), Atena (dirigida por él mismo), Ruy Vaz (a partir de 1924) o Presença (en 1927). Su primer libro de poemas, "Antinous", se publicó en inglés en 1918. La revista Orpheu sólo duró dos números: los de marzo y junio de 1915, pero logró transformar radicalmente la vida cultural de Portugal.
Pessoa llegó a escribir más de cinco mil poemas, repartidos en ciento treinta y seis autores ficticios. "Mensaje" (1934) fue el único libro en portugués que Pessoa editó en vida. Cinco años después de la Revolución Rusa, Pessoa publica en una revista de Lisboa "El banquero anarquista".
"Los 35 sonetos ingleses" fueron redactados entre 1908 y 1914 y publicados en 1918. El libro tuvo su primera traducción completa al portugués recién en 1974, reeditándose en 1982. Los sonetos son lo más elogiado de la obra del artista, dado que el formato permite la expresión en su máxima sensibilidad.
"Pessoa múltiple" fue una antología realizada por los académicos Jerónimo Pizarro y Nicolás Barbosa en la que analizaron tanto al "Pessoa personalizado" como al "Pessoa despersonalizado". El libro contiene más de cien poemas en español, inglés, francés y portugués.
"El libro del desasosiego", firmado por Bernardo Soares, está plagado de reflexiones acerca del devenir del ser humano, el arte, la tristeza y la soledad.
Su fama le llegó luego de morir. Vivió una vida austera, no tenía casa, sino que alquilaba modestas habitaciones. No viajó a París a reunirse con otros escritores de su generación. Consideraba la celebridad "algo plebeyo"; no sentía interés por ser conocido.
Página/12
Los heterónimos
Según la Real Academia Española, un heterónimo es una identidad literaria ficticia, creada por un autor, que le atribuye una biografía y un estilo particular. Es decir, un seudónimo bajo el cual el autor decide, por el motivo que sea, no utilizar su propia identidad para narrar.
Los heterónimos más famosos de Pessoa fueron Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis. El mismo Fernando Pessoa explicaba estos heterónimos como desdoblamientos de su personalidad. Afirmaba que los mismos existían de manera independiente a él, a partir de la "escritura automática" en la que se alternaban para escribir. El astrólogo Paulo Cardoso develó en su libro personajes fueron diseñados astrológicamente.
Pessoa y la astrología
A Pessoa le interesaba la astrología horaria. Entre sus apuntes se han encontrado más de trescientas cartas astrales realizadas en inglés por el escritor. Entre sus apuntes y gráficos hay alrededor de diez mil referencias sobre el tema.
Medio cielo
Influencias de Pessoa en la literatura argentina
El crítico de arte Aldo Pellegrini le ofreció en 1959 al traductor Rodolfo Alonso (Premio Nacional de Poesía en 2004) a seleccionar y traducir una amplia antología de Fernando Pessoa. Alonso tuvo que negociar con el cuñado del autor, Francisco Caetano Dias. Fue así como se convirtió en el primer traductor de Pessoa en América Latina.
El affair Skeffington de María Moreno, ciertas apuestas narrativas de Ricardo Piglia, parte de la poética de Juan Gelman y, sobre todo, en la literatura de Rodolfo Fogwill y Marcelo Cohen, que lo tradujo.
"Es difícil dar una razón general para explicar semejante impronta porque con sólo un libro publicado en vida, Pessoa se ha convertido en un clásico en el mejor sentido de la palabra: una escritura que permite pensar y experimentar el tiempo que nos toca vivir y que nos sobrevivirá.(...)
Yo me arriesgaría a decir que, una vez que se impuso la idea de la literatura como artificio, Pessoa fue una salida para darle a esa idea de artificio un riesgo más existencial y en el que se ponía en juego un sujeto que era literario pero también histórico, social y hasta político".
(Gonzalo Aguilar, Página 12, Suplemento Radar, 6/12/15)
En el cine
Cinco películas de diferentes géneros que hablan sobre Pessoa y Lisboa:
- Historias de Lisboa, de Wim Wenders (1994)
Paraíso, de Carlos Gindzberg, basado en su poema "Tabaquería" (2012)
- Pessoa / Lisboa, documental del realizador español José Manuel Mouriño (2016)
Réquiem, adaptación cinematográfica de la novela homónima de Antonio Tabucchi, una de las máximas autoridades en la obra del poeta portugués (1998)
- La noche en que Fernando Pessoa se encontró con Konstantinos Kavafis, de Stelios Jaralambópulos (2009)
"Todo arte es una forma de literatura"
Este fue el título de la exposición realizada en el Museo de Arte Reina Sofía de Madrid en 2017. El título es una cita de Álvaro de Campos, uno de los heterónimos más vanguardistas del autor. La exhibición incluyó obras pictóricas de Robert y Sonia Delaunay, archivos de revistas en las que fue publicado, contextualizando el panorama europeo de vanguardias de la época en la que Pessoa creó, entre otros, el Paulismo, el Interseccionismo y el Sensacionismo.
Logo Casa Fernando Pessoa
Su excesivo consumo de aguardiente le provocó una cirrosis que desencadenó su muerte, el 30 de noviembre de 1935, a los 47 años.
Pessoa fue todo aquello que quiso ser: poeta, filósofo, economista, inventor, editor, activista social y político, astrólogo, traductor. Vivió poco pero con mucha intensidad. Pessoa es un mito no por lo que publicó sino por aquello que dejó de publicar, se siguen encontrando escritos inéditos para su análisis. Su obra continúa siendo todo un descubrimiento tanto para lectores, escritores y estudiosos de la literatura. Sus facetas son una fuente de exploración y creación en todas las disciplinas artísticas.
"La literatura es la prueba de que la vida no alcanza"
Fernando Pessoa
Fuentes: Web Casa Fernando Pessoa, Antología Visor Libros 2017, El cultural, Círculo de Bellas Artes de Madrid, Revista Arcadia, Letras Libres, Revista de Arte,Página 12, Hablar de Poesía, Revista de Letras, “El poeta es un fingidor”, de M.A.Flores (traductor), Instituto Cervantes, Círculo de Poesía.
Foto de portada: El confidencial
Máscara funerária
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Unus ego et multi in me.
Opus Nigrum, M. Yourcenar
De entre todas las paradojas que rodean a Fernando Pessoa, quizás la más inabordable de todas sea, como en La carta robada de Poe, la más evidente y en la que menos se repara: el creador de más de ciento treinta personalidades (entre heterónimos propiamente dichos y otros autores ficticios) se llamó, por efecto del agua bendita, Fernando António Nogueira Pessoa. Es decir, Fernando Pessoa. Es decir, Fernando Persona. Su propio nombre parece un pseudónimo, el más torpe e improbable de todos ellos, y el hecho de que el poeta que mayor discusión ha sembrado en torno al método o a los motivos de una identidad desdoblada y multiplicada se apellidara justamente Persona casi parece una broma pesada. ¿De qué manera espantable se alió en este punto el azar con el sentido? Rimbaud escribió: Yo es otro. Álvaro de Campos, el heterónimo que durante más tiempo acompañó a Pessoa, decía de sí:
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
¿Quién —demonios— fue Fernando Pessoa? ¿Cómo aislar su figura? ¿Cómo dibujar su perfil sino mediante un cruce inextricable de líneas (quizás como aquellas que Paolo Ucello, en palabras de Marcel Schwob, dejó a su muerte: «un pequeño redondel de pergamino lleno de líneas entrelazadas que iban del centro a la circunferencia y que volvían de la circunferencia al centro»)? Todas estas preguntas, que serían gratuitas en otro lugar, se tornan pertinentes cuando abordan al poeta que, de modo incesante, inquirió los bordes del mundo, del pensar y del sentir; cuando interpelan a aquel que con obstinación se situó en una comprometida intersección entre el sueño y la realidad.
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Máscara funerária es una serie de 9 naipes en torno a Fernando Pessoa (1890-1935) que pretende articular un retrato —por definición imposible—del poeta portugués. Las 9 láminas se presentan en un sobre de oficina perfectamente común. Ese recipiente me pareció adecuado para albergar el retrato de un empleado de casa comercial como lo fue Pessoa. Se han elaborado veinte sobres que contienen, en suma, un Mensaje Que Da Solución a Todos los Enigmas Pessoanos. O quizás no contienen nada de importancia. Todo pensamiento emite una tirada de naipes.
Por Rodolfo Alonso *
Nadie podía imaginar en 1888, cuando Fernando António Nogueira Pessoa nació en Lisboa, y tampoco incluso muchas décadas después de su muerte, que su poesía alcanzaría al mismo tiempo la canonización universal y la intimidad de tantos que lo siguen viviendo como un secreto personal.
Los argentinos bien podríamos preciarnos de haberlo “descubierto”. O, al menos, de haber sido de los primeros en hacerlo. Mucho antes de que empezara a hablarse de él, cuando hasta en Portugal era casi desconocido, en 1961 Fabril Editora publica en Buenos Aires la primera traducción de Fernando Pessoa en América latina. Que fue, al mismo tiempo, la primera en castellano de todos sus heterónimos. El reconocimiento llegó incluso a Portugal, donde esa edición argentina tuvo el honor de ser celebrada en Lisboa por Maria Aliete Galhoz, que en 1963 dijo:
“Rodolfo Alonso nos restituye un poeta a través del amor de otro poeta”.
Cuando Aldo Pellegrini (1903-1973), siendo yo tan joven, me ofreció seleccionar y traducir una amplia antología de Pessoa, recuerdo que no sólo fue arduo conseguir sus libros sino también convencer a su cuñado, Francisco Caetano Dias. Como si su familia se avergonzara de ese extraño pariente, de vida más que anónima, que recluyó bajo la humilde apariencia de esporádico traductor de correspondencia extranjera para casas comerciales la gestación de su “drama en gente”, la múltiple obra de creación que lo poblaba.
Pero lo relevante de esa primicia argentina no se limita a su carácter pionero, sino también a la intensidad con que fue recibida.
La aceptación fue tan inmediata que en contado plazo, sin publicidad alguna, exigió sucesivas reediciones, anticipando lo ahora evidente: Pessoa conquista sus admiradores de persona a persona, por la propia potencialidad de sus poemas, sin que se trate en absoluto de un éxito programado, superficial, y de forma tan indeleble que todavía –me consta– aquella edición se conserva como un entrañable compañero, de huella perdurable.
Ahora que una canonización universal confirma la premonición de Adolfo Casais Monteiro, que ya en 1958 lo vio como “el más universal y el más portugués de los poetas de este siglo”, me sigue sorprendiendo la exquisita avidez, la delicada fidelidad con que tantos lectores, en esta era de banalidad globalizada, viven como descubrimiento propio, trascendente y enriquecedor, a ese gran poeta distante, multifacético, exigente y oculto. Una de las condiciones de cuyo encanto será siempre el carácter auténticamente enigmático, la irónica altivez de quien supo desnudarse a fondo: “Trata de seducir con lo que hay en tu silencio”.
Pero aún ahora, es del legendario baúl que en Lisboa conserva en hojas sueltas su disperso y al parecer infinito legado, de donde se continúa haciendo surgir nuevos “libros” de quien sólo publicó uno en vida: Mensaje. Y sus lectores, ya que se trata de obras exigentes, no son los de tanto best seller predigerido sino aquellos que, como dijo alguna vez Ricardo Piglia, son los únicos para quienes vale la pena escribir: los que siguen buscando el texto único en la maraña de las librerías marginales.
Pessoa no sólo concretó lo que el genial adolescente Rimbaud (1854-1891) había intuido: “Porque YO es otro”. También nos dejó no pocos enigmas contagiosos. El hecho sorprendente de que su apellido signifique al mismo tiempo “Persona” y “Hombre” en portugués ya sería premonitorio pero, además, su etimología nace en “Máscara”, mientras que en francés se aplica también a “Nadie”.
De esas máscaras que son uno y muchos, de esas máscaras que revelan y velan, que cubren y descubren, Pessoa hizo nacer espejos, imborrables y hondos, que nos siguen hablando a la vez de él y de nosotros. Porque el arte no puede ser ni juego, ni entretenimiento, ni espectáculo, sino apuesta desmedida. Como él mismo sostuvo: “la literatura es la prueba de que la vida no alcanza”.
Susan Sontag afirmó: “El gusto es el contexto y el contexto ha cambiado”. Y Luis Cernuda señaló, citando a Bécquer, que la obra de arte alcanza las dimensiones de la imaginación que impresiona.
Y se refería, sin duda, al legítimo alcance que una gran obra podía lograr, al ser descubierta y valorada. Pero hoy, emasculándola al masificarla, oscureciéndola al exhibirla a plena luz, la sociedad del espectáculo destruye con bárbara inocencia el sentido crítico, la negatividad de una gran obra mediante el simple recurso de hacerla triunfar en el mercado, sin volverla cultura.
No creo que sea posible con Pessoa. A pesar de encontrarse traducido casi en todo el mundo, a pesar de los incontables estudios sobre su obra y su persona, algo lo mantiene fuera de la desoladora tiranía del mercado. Algo secreto seguirá siempre vigente en el Pessoa público. Algo intransferible. ¿Qué puede hacer la sociedad de consumo con alguien capaz de expresarse con la ferocidad que sigue? “Si escribir –en el sentido de escribir para decir algo– es un acto que tiene el cuño de la mentira y el vicio, criticar cosas escritas no deja de tener su correspondiente aspecto de curiosidad mórbida o de futilidad perversa.”
Fernando Pessoa es felizmente irrecuperable. Como su gemelo no menos oscuro e indeleble, Franz Kafka, en una carta de 1923, bien hubiera podido decirnos: “¿De qué estás hablando? ¿Qué ocurre?
Literatura, ¿qué es eso? ¿De dónde viene? ¿Para qué sirve?” Lo cual prueba que ambos fueron y son auténticos escritores, escritores de raza, nunca apenas meros literatos.
* Poeta, traductor, ensayista.
Homenaje a Fernando Pessoa
https://www.march.es/es/madrid/conferencia/homenaje-fernando-pessoa-ii-fernando-pessoa-ocultismo
PESSOA Y EL OCULTISMO
Llevo tiempo leyendo a Pessoa y sobre Pessoa, y es, por supuesto, un no acabar. Una de las facetas más paradojicas del lisboeta fue su interés por el ocultismo. No perteneció a ninguna sociedad hermética (en realidad no perteneció a sociedad alguna, ni siquiera a la de cada día), pero leyó numerosos libros de astrología y demonología. Incluso tradujo algunos.
Hay una conferencia entretenidísima
https://canal.march.es/es/coleccion/homenaje-fernando-pessoa-ii-fernando-pessoa-ocultismo-19305
sobre el tema a cargo de Miguel Ángel Viqueira y, en fin, todo el asunto queda entre lo increíble y lo perfectamente estrafalario. Ahora bien, el ocultismo es, en todas sus formas, un asunto que invariablemente me produce, o bien irritación, o la más absoluta indiferencia, de modo que integrarlo en Pessoa me resultaba una tarea un poco complicada. Hace poco estaba deambulando por el «Libro del Desasosiego» y, como lo contiene todo, di con la tecla. No exagero si os digo que me dio un ataque de risa. Además de estar recorrido por un intenso "pessimismo", el "Libro del Desasiego" puede ser, también, una obra de maravilloso humor:
"Siempre sentí una repugnancia casi física por las cosas secretas —intrigas, diplomacia, sociedades secretas, ocultismo. Sobre todo me molestaron siempre las dos últimas cosas —la pretensión, que algunos tienen, de que, por acuerdos con Dioses o Maestros Demiurgos, saben— entre ellos solos, con exclusión de todos los demás— los grandes secretos que constituyen los fosos del mundo.
No puedo creer que eso sea así. Puedo creer que alguien lo crea así. ¿Por qué no ha de estar toda esa gente loca o engañada? ¿Porque son varios? Pero existen las alucinaciones colectivas.
Lo que por encima de todo me impresiona, en esos maestros y conocedores de lo invisible, es que, cuando escriben para contarnos o sugerirnos sus misterios, todos escriben mal. Ofende a mi inteligencia que un hombre sea capaz de dominar al Diablo y no sea capaz de dominar la lengua portuguesa. ¿Por qué ha de ser más fácil el trato con los demonios que el trato con la gramática? Aquel que, tras largos ejercicios de atención y voluntad, consigue, según él, tener visiones astrales, ¿por qué no puede, con menor dispendio de una y otra cosa, tener una visión de la sintaxis? ¿Qué hay en el dogma y en los rituales de la Alta Magia que impida a alguien escribir, no digo ya con claridad, pues puede ser que la oscuridad esté en la ley oculta, pero al menos con elegancia y fluidez, pues hasta en lo más abstruso puede haberlas? ¿Por qué se ha de gastar toda la energía del alma en el estudio del lenguaje de los Dioses, y no ha de sobrar una pequeñísima parte para estudiar el color y el ritmo del lenguaje de los hombres?
Desconfío de los maestros que no pueden serlo de enseñanza primaria".
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Libro del Desasosiego: compuesto por Bernardo Soares, ayudante de tenedor de libros en la ciudad de Lisboa (1913-1935), Fernando Pessoa
El libro del desasosiego (fragmento)
"Pedí tan poco a la vida y ese mismo poco la vida me lo negó. un haz de parte del sol, un campo próximo, un poco de sosiego con un poco de pan, no pesarme mucho el saber que existo, y no exigir nada de los otros ni ellos nada de mí. esto mismo me fue negado, como quien niega la limosna no por falta de buena alma, sino por tener que desabrocharse la chaqueta. Escribo, triste, en mi cuarto tranquilo, solo como siempre yo he estado, solo como siempre estaré. y pienso si mi voz, aparentemente tan poca cosa, no encarna la sustancia de millares de voces, el hambre de decirse de millares de vidas, la paciencia de millones de almas sometidas como la mía al destino cotidiano, al sueño inútil, a la esperanza sin vestigios. en estos momentos mi corazón late más alto por mi conciencia de él. vivo más porque vivo mayor. Siento en mi persona una fuerza religiosa, una especie de oración, un símil de clamor. pero mi reacción contra mi desciende desde mi inteligencia... me veo en el cuarto piso de la rua dos douradores, me ayudo con sueño; miro, sobre el papel medio escrito, la vida sana sin belleza y el cigarro barato que apurándolo extiendo sobre el secante viejo. ¡yo, aquí, en este cuarto piso, interpelando a la vida!, ¡diciendo lo que las almas sienten!, ¡haciendo prosa como los genios y los célebres! ¡yo, aquí, así...!
(...)
El mundo es de quien no siente. La condición esencial para ser un hombre práctico es la ausencia de sensibilidad. La cualidad principal en la práctica de la vida es aquella cualidad que conduce a la acción, esto es, la voluntad. Ahora bien, hay dos cosas que estorban a la acción –la sensibilidad y el pensamiento analítico, que no es, a fin de cuentas, otra cosa que el pensamiento con sensibilidad. Toda acción es, por naturaleza, la proyección de la personalidad sobre el mundo exterior, y como el mundo exterior está en buena y en su principal parte compuesto por seres humanos, se deduce que esa proyección de la personalidad consiste esencialmente en atravesarnos en el camino ajeno, en estorbar, herir o destrozar a los demás, según nuestra manera de actuar.
Para actuar es necesario, por tanto, que no nos figuremos con facilidad las personalidades ajenas, sus penas y alegrías. Quien simpatiza, se detiene. El hombre de acción considera el mundo exterior como compuesto exclusivamente de materia inerte –inerte en sí misma, como una piedra sobre la que se pasa o a la que se aparta del camino; o inerte como un ser humano que, por no poder oponerle resistencia, tanto da que sea hombre o piedra, pues, como a la piedra, o se le apartó o se le pasó por encima.
El máximo ejemplo de hombre práctico, por reunir la extrema concentración de la acción junto con su importancia extrema, es la del estratega. Toda la vida es guerra, y la batalla es, pues, la síntesis de la vida. Ahora bien, el estratega es un hombre que juega con vidas como el jugador de ajedrez juega con las piezas del juego. ¿Qué sería del estratega si pensara que cada lance de su juego lleva la noche a mil hogares y el dolor a tres mil corazones? ¿Qué sería del mundo si fuéramos humanos? Si el hombre sintiera de verdad, no habría civilización. El arte sirve de fuga hacia la sensibilidad que la acción tuvo que olvidar. "
"No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
(...)
Fallé en todo.
Como no tuve propósito alguno tal vez todo fue nada.
Lo que me enseñaron
Lo eché por la ventana del traspatio.
Ayer fui al campo con grandes propósitos.
Encontré sólo hierbas y árboles
y la gente que iba era igual a la otra.
(...)
Qué puedo saber de lo que seré, yo que no se lo que soy?
Ser lo que pienso? Pienso ser tantas cosas!
Y hay tantos que piensan ser esas mismas cosas
que no podemos ser tantos."
Fernando Pessoa
Fernando Pessoa (Lisboa, 1888-1935) fue un poeta y escritor portugués, uno de los más brillantes e importantes de la literatura mundial y, en particular, de la lengua portuguesa.
Aunque su vida y su obra están íntimamente ligadas a la ciudad de Lisboa, vivió parte de su juventud en Sudáfrica, donde recibió una educación británica que le permitió ganarse la vida como traductor. Por la noche, una vez abandonada la oficina comercial en la que transcurrían sus días, escribía poesía encarnando diversos autores ficticios, heterónimos con diferentes estilos, modos y voces, un desdoblamiento literario de su personalidad que convirtió a Pessoa en un autor enigmático. A diferencia de los pseudónimos, sus heterónimos son personalidades poéticas completas: identidades falsas que de algún modo se vuelven verdaderas a través de una manifestación artística propia y diversa del autor original. Entre ellos destacan Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis. Con alguno de estos nombres llegaba incluso a escribir y publicar críticas de obras que había escrito bajo otros nombres. Un cuarto heterónimo de gran importancia en la obra de Pessoa es Bernardo Soares, autor del Libro del desasosiego, su principal contribución en prosa a la literatura universal.
Pessoa murió por problemas hepáticos a los 47 años, en la misma ciudad en que naciera, dejando una descomunal obra inédita que todavía suscita análisis y controversias.
Actualizado el 21 de abril de 2025

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Cartas a Ophélia (fragmento)
"Agradezco su carta. Me trajo pena y alivio al mismo tiempo. Pena, porque estas cosas siempre causan pena; alivio, porque, en verdad, la única solución es ésa: no dilatar más una situación que ya no encuentra la justificación del amor, ni de una parte ni de otra. De la mía, al menos, queda una estima profunda, una amistad inalterable. No me negará Ophelinha otro tanto, ¿verdad?
Ni Ophelinha ni yo tenemos culpa de esto. Sólo el Destino tendrá la culpa, si el Destino fuese una persona a quien se le pueda atribuir la culpa.
El tiempo, que envejece las caras y el cabello, también envejece, pero aún más deprisa, las pasiones. La mayoría de la gente, porque es estúpida, consigue no darse cuenta de ello, y piensa que ama todavía porque ha contraído el hábito de sentirse amado. De no ser así, no habría gente feliz en el mundo. Las criaturas superiores, sin embargo, están privadas de la posibilidad de esa ilusión, porque no pueden creer que el amor dure; cuando lo sienten acabado, no se engañan interpretando como amor la estima o la gratitud que él ha dejado.
Estas cosas hacen sufrir, pero el sufrimiento pasa. Si la vida, que es todo, pasa, ¿por qué no han de pasar el amor y el dolor, y todas las demás cosas, que no son más que partes de la vida?
En su carta es injusta conmigo, pero la comprendo y la disculpo; la escribió con sincera irritación, acaso con amargura, pero la mayoría de la gente —hombres y mujeres— escribiría, en esa situación, en un tono aún más acerbo y con términos aún más injustos. Pero Ophelinha tiene buen carácter e incluso su irritación prescinde de la maldad. Cuando se case, si no tiene la felicidad que se merece, seguro que la culpa no será suya.
En cuanto a mí...
El amor ha pasado. Pero conservo un afecto inalterable, y no olvidaré nunca —nunca, créame— ni su figura graciosa, ni sus modos de jovencita, ni su ternura, ni su afecto, ni su índole adorable. Puede ser que me engañe, y que estas cualidades que le atribuyo sean una ilusión mía, pero no lo creo, de ser así sería una indelicadeza atribuírselas.
No sé lo que quiere que le devuelva, cartas u otras cosas. Yo preferiría no devolverle nada, y conservar sus cartitas como memoria viva de un pasado muerto, como todos los pasados; como algo conmovedor en una vida, como la mía, en la que el progreso de los años corre parejo al progreso de la desdicha y la desilusión.
Pido que no haga como la gente vulgar, que es siempre grosera, que no me vuelva la cara cuando pase a su lado, ni me guarde rencor. Quedemos, el uno ante el otro como dos conocidos de la infancia, que se amaron un poco siendo niños y, aunque en la vida adulta sigan a otros afectos por otros caminos, siempre guardan un rincón del alma la memoria profunda de su amor antiguo e inútil. "
Dónde está Dios, aunque no exista
"¿Dónde está Dios, aunque no exista? Quiero rezar y llorar, arrepentirme de crímenes que no he cometido, disfrutar de ser perdonado por una caricia no propiamente maternal. Un regazo para llorar, pero un regazo enorme, sin forma, espacioso como una noche de verano, y sin embargo cercano, caliente, femenino, al lado de cualquier fuego… Poder llorar allí cosas impensables, faltas que no sé cuáles son, ternuras de cosas inexistentes, y grandes dudas crispadas de no sé qué futuro…Una infancia nueva, un ama vieja otra vez, y una cama pequeña donde acabe por dormirme, entre cuentos que arrullan, mal oídos, con una atención que se pone tibia, de rayos que penetraban en jóvenes cabellos rubios como el trigo… Y todo esto muy grande, muy eterno, definitivo para siempre, de la estatura única de Dios, allá en el fondo triste y somnoliento de la realidad última de las cosas…Un regazo o una cuna o un brazo caliente alrededor de mi cuello…Una voz que canta bajo y parece querer hacerme llorar…El ruido de la lumbre en el hogar… Un calor en el invierno… Un extravío suave de mi conciencia… Y después, sin ruido, un sueño tranquilo en un espacio enorme, como la luna rodando entre estrellas…Cuando coloco en un rincón, con un cuidado lleno de cariño –con ganas de darles besos- mis juguetes, las palabras, las imágenes, las frases –¡me quedo tan pequeño y tan inofensivo, tan solo en un cuarto tan grande y tan triste, tan profundamente triste…! Después de todo, ¿quién soy yo cuando no juego? Un pobre huérfano abandonado en las calles de las sensaciones, tiritando de frío en las esquinas de la Realidad, teniendo que dormir en los escalones de la Tristeza y que comer el pan regalado de la Fantasía. De un padre sé el nombre; me han dicho que se llama Dios, pero el nombre no me da idea de nada. A veces, de noche, cuando me siento solo, le llamo y lloro, y me hago una idea de él a la que poder amar… Pero después pienso que no le conozco, que quizás no sea así, que quizás no sea nunca ese padre de mi alma…¿Cuándo se terminará todo esto, estas calles por las que arrastro mi miseria, y estos escalones donde encojo mi frío y siento las manos de la noche entre mis harapos? Si un día viniese Dios a buscarme y me llevase a su casa y me diese calor y afecto… Pero el viento se arrastra por la calle y las hojas caes en la acera… Alzo los ojos y veo las estrellas que no tienen ningún sentido… Y de todo esto apenas quedo yo, un pobre niño abandonado…Tengo mucho frío. Estoy tan cansado en mi abandono. Vé a buscar, oh Viento, a mi Madre. Llévame por la Noche a la casa que no he conocido…Vuelve a darme, oh Silencio, mi alma y mi cuna y la canción con que dormía."
El amor es una compañía
"El amor es una compañía, ya no sé andar solo por los caminos,
porque ya no puedo andar solo.
Un pensamiento visible me hace andar más a prisa y ver menos,
y al mismo tiempo gustar de ir viendo todo.
Aun la ausencia de ella es una cosa que está conmigo,
y yo gusto tanto de ella que no sé cómo desearla.
Si no la veo, la imagino y soy fuerte como los arboles altos,
pero si la veo tiemblo, no sé qué se ha hecho de lo que siento en ausencia de ella.
Todo yo soy cualquier fuerza que me abandona.
Toda la realidad me mira como un girasol con la cara de ella en el medio."
El mendigo (fragmento)
"No sólo un árbol es real; hay momentos del árbol que son entes. Un árbol es un ente. El perfil de un castillo en lo alto de un monte es, además de castillo, un ente (con un alma). Cada momento de cada cosa es en sí misma un alma y una vida.
El perfume es un ente, y tan material y densamente real como una piedra. Un sonido es algo impenetrable, real; un Eco es tan Ser, en cuanto ser, como la garganta que le permite hablar y el alma, que es vida en esa garganta.
El sentimiento de belleza es la visión de las cosas como almas. Yo sé que un eco es un ser porque ese eco es bello. Sé que un perfume es ente también porque seduce.
Importa más lo bello que lo bueno. Lo bello contiene más de la esencia de las cosas. Lo bueno es la belleza de las almas, la belleza de la acción.
Nada está hecho. Todo es bello. Todo es igualmente bello. Si algo nos parece feo es porque las tinieblas de nuestros sentidos hacen que nos parezca oscuro. La noche habita en nosotros donde los objetos son oscuros.
La muerte —dijo el mendigo— es la liberación de la visión carnal de las cosas. Como moribundos, dejamos de ver las cosas en el espacio; pasamos a verlas desde el alma. El más allá de todas las cosas deja de ser otra cosa, otras cosas; pasa a ser el alma de esa cosa. Pasamos a ver no extensa, sino intensamente. Todas las cosas…; el cuerpo pasa a ser, no el punto de partida de una línea ideal que va al encuentro del infinito, sino de una línea real que va en busca del alma. "
El misterio de las cosas
"IV
El misterio de las cosas, Dónde está?
Si apareciese, al menos,
para mostrarnos que es misterio
qué sabe de esto el río, qué sabe el árbol?
Y yo, que no soy más, qué se yo?
Siempre que veo las cosas
y pienso en lo que los hombres piensan de ellas,
río con el fresco sonido del río sobre la piedra.
El único sentido de las cosas
es no tener sentido oculto.
más raro que todas las rarezas,
más que los sueños de los poetas
y los pensamientos de los filósofos,
es que las cosas sean realmente lo que parecen ser
y que no haya nada que comprender.
Sí, eso es lo único que aprendieron solos mis sentidos:
las cosas no tienen significación, tienen existencia.
las cosas son el único sentido oculto de las cosas.
IX
Todos los dias descubro
la espantosa realidad de las cosas:
cada cosa es lo que es.
Que difícil es decir esto y decir
cuanto me alegra y me basta.
para ser completo existir es suficiente.
He escrito muchos poemas.
Claro, he de escribir otros más.
cada poema mío dice lo mismo,
cada poema mío es diferente,
cada cosa es una manera distinta de decir lo mismo.
A veces miro un piedra.
no pienso que ella siente,
no me empeño en llamarla hermana.
Me gusta por ser piedra,
me gusta porque no siente,
me gusta porque no tiene parentesco conmigo.
Otras veces oigo pasar el viento:
Vale la pena haber nacido
sólo por oír pasar el viento.
No se que pensarán los otros al leer esto;
creo que ha de ser bueno porque lo pienso sin esfuerzo;
lo pienso sin pensar que otros me oyen pensar,
lo pienso sin pensamientos,
lo digo como lo dicen las palabras.
Una vez me llamaron poeta materialista.
y yo me sorprendí: nunca habia pensado
que pudiesen darme este o aquel nombre.
ni siquiera soy poeta: veo.
Si vale lo que escribo, no es valer mío.
el valer esta ahí, en mis versos.
todo esto es absolutamente independiente de mi voluntad."
Escrito en un libro abandonado en un viaje
"Tengo el cansancio anticipado de lo que no voy a encontrar. Si en determinado momento me hubiera vuelto para la izquierda en lugar de para la derecha. Si en cierto instante hubiera dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí. Si en determinada conversación hubiese tenido frases que sólo ahora en el entresueño elaboro. Si todo esto hubiera sido así hoy sería otro y quizá el Universo entero sería insensiblemente llevado a ser otro también. Pero sólo ahora lo que nunca fui ni seré me duele. Voy a pasar la noche a Cintra porque no puedo pasarla en Lisboa pero cuando llegue a Cintra me va dar pena de no haberme quedado en Lisboa. Siempre esta inquietud sin resolución, sin nexo, sin consecuencia. Siempre, siempre, siempre. Esta angustia excesiva del espíritu por nada. En la carretera de Cintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida. A la izquierda hay una casucha al borde de la carretera. A la derecha, el campo abierto con la luna a lo lejos. El auto que parecía hace poco proporcionarme libertad es ahora algo en lo que estoy encerrado. A la izquierda, hacia atrás, la casucha modesta. La vida allí debe ser feliz sólo porque no es la mía. Si alguien me ha visto desde la ventana de la casucha soñará: ese que va en el auto es feliz."
La educación del estoico (fragmento)
"Los tres son víctima de la ilusión romántica, y lo son sobre todo porque ninguno de ellos tenía temperamento romántico. Todos ellos estaban destinados a ser clasicistas y, en su manera de escribir, Leopardi siempre lo fue, Vigny casi siempre y Antero sólo en la forma de sus sonetos. Sin embargo, el soneto no es una composición clásica, aunque, debido a su base epigramática, debería serlo.
Los tres eran pensadores, Antero más que ninguno, ya que detentaba una auténtica capacidad metafísica; luego Leopardi, y Vigny en último lugar, pero aun así en este aspecto muy por delante de los otros románticos franceses, con los cuales, claro está, debería ser comparado a ese respecto.
La ilusión romántica consiste en entender literalmente la frase del filósofo griego de que el hombre es la medida de todas las cosas, o de entender sentimentalmente la afirmación básica de la filosofía crítica, de que el mundo entero es una concepción nuestra. Estas afirmaciones, que en sí mismas son inofensivas para el intelecto, son particularmente peligrosas y muchas veces absurdas cuando se vuelven disposiciones del temperamento y no sólo meros conceptos mentales.
El romántico lo refiere todo a sí mismo y es incapaz de pensar objetivamente. Lo que a él le sucede, tendrá que sucederle a la universalidad de las cosas. Si está triste, el mundo no sólo le parece que está equivocado, sino que está equivocado.
Supongamos que un romántico se enamora de una muchacha de condición social más elevada, y que esta diferencia de clase sea un impedimento para el matrimonio, o incluso para el amor de ella, pues las convenciones sociales llegan a lo más hondo del alma humana, cosa que los reformadores a menudo ignoran. El romántico dirá: «No puedo tener a la muchacha a la que amo porque las convenciones sociales se oponen a ello; estas últimas, por tanto, son malas». Mientras que el realista, el clasicista, habría dicho: «El destino me ha sido adverso al hacer que me enamorara de una muchacha fuera de mi alcance», o bien: «he sido imprudente al cultivar un amor imposible». Su amor no sería menor; su razón sería mayor. A un realista nunca se le ocurriría atacar las convenciones sociales porque éstas le hayan traído penosas consecuencias, o trastornos individuales de cualquier naturaleza. Él sabe que las leyes sólo son buenas o malas dentro de la generalidad, que ninguna ley podrá adecuarse a cada caso particular y que la mejor de las leyes está sujeta a causar terribles injusticias al solucionar casos particulares. Pero de ahí no llega a la conclusión de que no debería existir la ley; sólo concluirá que las personas que hayan estado implicadas en esos casos particulares han tenido poca suerte.
Convertir en realidades nuestros sentimientos y propensiones individuales, transformar nuestras disposiciones de ánimo en medidas del universo; creer que, porque deseamos justicia o porque amamos la justicia, la Naturaleza tendrá que tener necesariamente el mismo deseo o el mismo amor; suponer que, porque una cosa es mala, puede volverse mejor sin empeorarla, todas son actitudes románticas y definen a todos aquellos espíritus que se muestran incapaces de concebir la realidad como algo que está fuera de ellos, como niños implorando lunas terrenales.
Casi todas las reformas sociales son concepciones románticas, un esfuerzo para adaptar la realidad a nuestros deseos. El concepto envilecedor de la perfectibilidad humana.
El propio concepto pagano del origen del mal proclama que la tendencia pagana es consciente de la realidad objetiva. El pagano concibe este mundo como un lugar directamente gobernado por dioses, que al final son hombres en una escala más amplia, pero, al igual que los hombres, los hay nobles y perversos, o unas veces buenos y otras malos, y que, al igual que los hombres, tienen caprichos y cambios de humor; son dioses que, en última instancia, están dominados por un Destino abstracto que los arrastra y en torno al cual, tanto hombres como dioses se mueven en órbitas lógicas, pero en consonancia con una razón que supera a la nuestra, si es que no se opone incluso a ella. Puede que esto no sea más que un sueño, como todas las teorías, pero coincide con el curso y la apariencia del mundo; y permite explicar la existencia del mal y la injusticia. Los dioses actúan sobre nosotros del mismo modo que nosotros actuamos con los animales y todo cuanto sea inferior a nosotros. "
Lo que se ha perdido
"Lo que se ha perdido, lo que se debería haber perdido,
lo que se ha conseguido y ha satisfecho por error,
lo que amamos y perdimos y, después de perderlo, vimos,
amándolo por haberlo tenido, que no lo habíamos amado;
lo que creíamos que pensábamos cuando sentíamos;
lo que era un recuerdo y creíamos que era una emoción;
y el mar en todo, llegando allá, rumoroso y fresco,
del gran fondo de toda la noche, a agitarse fino en la playa,
en el decurso nocturno de mi paseo a la orilla del mar."
No escrutes el anónimo futuro
"No escrutes el anónimo futuro,
Lidia, pues es igual el escrutado
que el que no escrutarás.
Nos lo dan hecho.
Disformes sueños anticipan cosas
que han de ser peores que el disforme sueño.
Del futuro en el miedo
nos buscamos, futuros.
Mira no más allá del horizonte,
sí, y del día, la flor sólo memora
exterior, y no el fruto
que tal vez no cojamos. "
Política y profecía (fragmento)
"La República Vieja en nada alteró las tradiciones deshonrosas de la Monarquía. Cambió apenas la manera de cometer errores; los errores continuaron siendo los mismos. En vez de un régimen católico, un régimen anticatólico, o sea, un régimen que reglamentaba como enemigos a los católicos. En vez de una República portuguesa, de un régimen nacional, una república francesa en Portugal. Y así como la
Monarquía Constitucional había sido un sistema inglés (o anglo-francés) sobrepuesto a la realidad de la Patria Portuguesa, la República Vieja fue un sistema francés sobrepuesto a la misma realidad patria. En lo que respecta a los errores de la administración -la incompetencia, la inmoralidad, el caciquismo- nos quedamos en lo mismo, cambiando apenas los hombres que hacían estupideces, que practicaban robos y que escamoteaban “elecciones”. De suerte que la República Vieja era la Monarquía sin Rey. Por ello es justo decir que el 8 de diciembre ha representado la caída de la Segunda Monarquía.
¿Cómo podía haber dejado de ser así? Los hombres del Partido republicano tenían la misma herencia nacional, habían vivido en el mismo medio que los de la Monarquía; ¿por qué milagro deberían tener una mentalidad diferente? Si Portugal tuviese regiones diferentes, nítidamente diferentes, si la Revolución del 5 de octubre hubiese colocado en el poder a hombres de una región diferente de aquella región de donde suelen provenir los hombres de la Monarquía, entonces habría hombres diferentes en el poder. Pero eran los mismos políticos profesionales, los mismos abogados de la misma Coimbra, los mismos copistas de Francia -¿cómo podían tener una mentalidad diferente? Individualidades diferentes serían, pero como en la República Vieja no apareció ninguna individualidad dominante, no hubo diferencia por ese lado. Dicha emergencia de individualidades -infructífera en general, salvo si consigue señalar, como Napoleón, una tradición- sólo puede darse con una convulsión violenta y sangrienta, como fue la Revolución Francesa: el 5 de octubre fue demasiado suave para (...)
Habíamos determinado que el rol histórico de la actual situación era aquel de orientar, equilibrar -y no el de construir. No debe, ni puede, construir.
Debemos, pues, encontrar una fórmula política definida (y no definitiva) para el período de transición que atravesamos.
Construir es crear de nuevo; es, por lo tanto, establecer una nueva tradición. En cuanto una nueva tradición no aparece tenemos que orientarnos por la tradición nacional. Orientándonos por la tradición nacional, tenemos que hacer que se adecúe a las circunstancias. Debemos ser la medición entre las circunstancias actuales y esa tradición.
¿Cuál es la tradición política portuguesa? La tradición verdadera, entiéndase bien, verdadera y general, representativa de la mentalidad portuguesa.
La obra destructora de la República Vieja no puede ser renegada, excepto en lo que, por la exageración de su circunstancia (...)
La tradición política portuguesa se encuentra ligada al sistema diversamente titulado monarquía representativa o monarquía absoluta. El movimiento constitucional que comenzó en 1820 y acabó en 1851, no fue un movimiento con una especie de alma popular cualquiera. El pueblo no tenía ni de la monarquía absoluta, ni de sus reyes, ni de sus gobernantes, aquella razón de queja que son las revoluciones.
Ninguna tiranía feudal, como de la que emergió esencialmente la Revolución Francesa, nos oprimía; ningún abuso personal como los de Carlos I, que provocaron la Revolución Inglesa, nos había vejado; ninguna oligarquía corrupta como contra quien fue hecha después el 5 de octubre, nos enfangaba. "
Poemas del alma.
https://www.poemas-del-alma.com/fernando-pessoa.htm
Síntesis biográfica
Nació en Lisboa el 13 de junio,a las 3 de la tarde. Entre 1896 y 1905 vivió en Durban (Sudáfrica), donde su padre era cónsul, de forma que el idioma inglés se convirtió en su segunda lengua; de hecho, trabajó como traductor técnico y sus primeros trabajos están escritos en inglés. Está considerado como uno de los poetas más importantes de la literatura portuguesa
Perdió a su padre cuando contaba cinco años de edad y su madre contrajo matrimonio de nuevo con un diplomático y la nueva familia se radicó en Sudáfrica en la ciudad de El Cabo. A los 17 años regresó a Portugal y vivió en Lisboa el resto de su vida. En 1906 se matricula en el Curso Superior de Letras en Lisboa, pero lo abandona un año más tarde.
Obra
En 1914 empieza a escribir poemas de sus heterónimos (personalidades dentro de sí mismo, distintos alter egos). Colabora en revistas culturales como Orfeu que surge en 1915, Atena dirigida por él mismo y Ruy Vaz a partir de 1924, o Presença en 1927.
En 1926 Pessoa requiere la patente de invención de un Anuario Indicador Sintético, por Nombres y Otras Clasificaciones, Consultable en Cualquier Lengua. En esta época dirige junto con su cuñado la Revista de Comercio y Contabilidad. En 1934 aparece Mensagem, el único libro que se publicó mientras vivía Había aprendido bien el inglés y el francés y se dedicó a escribir y traducir documentos para diferentes empresas comerciales; esto le permitió sobrevivir económicamente mientras creaba su obra, representada en poesía y prosa. Contó con gran libertad en su trabajo y nunca se vio obligado a cumplir horarios estrictos, lo cual facilitó aún más su creación La mayor parte de la obra de Pessoa se ha publicado póstumamente y sólo en los últimos años ha empezado a ser valorada. La mayor parte de ella la escribió en inglés, si bien creó igualmente en portugués y francés.
Se le describe como solitario y tímido, no habiendo tenido sino una relación amorosa breve en toda su vida. Influido por filósofos como Nietzsche y Schopenhauer introdujo en su país las corrientes literarias en auge en su época como el modernismo o el futurismo y se convirtió en el principal foco estético de la vanguardia portuguesa.
Pessoa y sus heterónimos
Fernando Pessoa es el poeta de los heterónimos; el poeta que se desmultiplica o despersonaliza en la figura de innumerables heterónimos y semi-heterónimos, dando forma por esta vía a la amplitud y la complejidad de sus pensamientos, conocimientos y percepciones de la vida y del mundo, al dar vida a las múltiplas voces que comporta dentro de sí, el poeta puede percibir y expresar las diferentes formas del universo y de las cosas del hombre. Será curioso recordar que la palabra pessoa conlleva en sí este simbolismo del desbordamiento ficticio, del asumir plenamente un personaje, si recordamos que la palabra persona surge de las máscaras del teatro de los actores clásicos, representativas de un personaje, origen etimológico de pessoa.
Los heterónimos pueden ser vistos como la expresión de diferentes facetas de la personalidad de Fernando Pessoa y como la manifestación de una profunda imaginación, creatividad y ficción que desde pronto se revela en el poeta -se recuerda que el primer heterónimo, el Cjevalier de Pas fue inventado cuando el poeta tenía seis años.
Los más conocidos y con producción literaria más consistente y constante son, entre otros: Alberto Caeiro, Alvaro de Campos y Ricardo Reis. Pero además de en los heterónimos, Fernando Pessoa se desdobló en innumerables semi-heterónimos y pseudónimos, personalidades con una biografía trazada con mayor o menor detalle, personalidades con vidas literarias más o menos intensas, personalidades que acompañarán al poeta durante un tiempo muy o poco significativo y que, algunas veces, se desbordan ellas mismas en otras.
Teresa Rita Lopes, en su obra Pessoa por Conhecer , nos da a conocer una diversidad muy significativa de estas facetas de Fernando Pessoa, algunas muy poco estudiadas y otras inéditas o prácticamente inéditas. Del período de su vida en Portugal con la familia (entre agosto de 1901 y septiembre de 1902 se conocen algunas de las personalidades que con él colaboran en sus primeros artículos periodísticos, en sus periodicos manuscritos A Palavra y O Palrador, de difusión reservada a sí mismo y a su medio familiar, y donde escribe en lengua portuguesa, a pesar de la educación en lengua inglesa que había recibido, textos de índole diversa.
Una de esas personalidades es el Dr. Pancrácio que colabora en ambos periódicos y que irá a acompañar al poeta en su regreso a Durban, donde se manifestará a través de un ensayo humorístico, escrito en inglés, y en el regreso definitivo de Fernando Pessoa a Portugal, en 1905, continuando su colaboración en el proyecto O Palrador. En el periódico O Palrador, del periodo de 1902, colaboran también, además del Dr. Pancrácio, Pedro da Silva Salles, como redactor, Luiz António Congo, como secretario de redacción, José Rodriquez do Valle, en la dirección literaria y como administrador Antonio Augusto Rey da Silva. Fernando Pessoa crea pues, no sólo en un periódico sino también todo un equipo necesario para dar vida al proyecto.
En ese periódico vendría a colaborar también en ese periodo, Eduardo Lança, un brasileño que fija su residencia en Lisboa y ahí se dedica a su producción literaria y acompaña a Fernando Pessoa también en su regreso en 1903, a Durban. En Durban, se van creando nuevas personalidades : Alexander Search y el hermano Charles James Search, Robert Annon y David Merrick. De regreso definitivo a Portugal, en el año 1905, Fernano Pessoa se hace acompañar de estos compañeros en la actividad literaria.
Además de los hermanos Search, viaja con él un francés: Jean Seul de Méluret. A cada una de estas personalidades, Fernando Pessoa les atribuyó proyectos literarios, distribuyendo de este modo, su voluntad de intervenir en la vida cultural de aquella que siempre fue su patria, su nación. Regresando a Portugal, Fernando Pessoa retoma sus periódicos manuscritos. Al O Palrador, dirigido en esta nuva etapa por Gudencio Nabos, se le unen O Phosphoro e O Iconoclasta. Respondiendo a sus planes de intervenir sobre la sociedad portuguesa, que considera empobrecida e viciada, va enseñando textos críticos y humorísticos que tratan por ejemplo, la política y la religión.
Otra de las muchas personalidades creadas por Fernando Pessoa fue la de Joaquim Moura Costa el cual colabora en estos dos periódicos, a través de textos que manifiestan bien su espíritu satírico y revolucionario.
Pantaleao fue otro de los colaboradores de O Phosphoro. Peraonage multifacetada, se vuelve al periodismo, a la poesía, a los textos humorísticos, es militante republicano y teje críticas vehementes a la iglesia católica y a la monarquía. Por esta altura aparece también, como en un desbordamiento de aquel, Torquato Mendes Fonseca da Cunha Rey que, antes de morir encarga a Pantaleao que publice un texto suyo.
En el proyecto de Fernando Pessoa para la Empresa Ibis en 1907, proyecto inmerso en el espíritu patriótico que se manifiesta abiertamente por la voluntad de contribuir para la divulgación de la cultura portuguesa, colaboran Vicente Guedes (personaje muy asociado a Bernardo Soares, este último asumido por Pessoa como semi-heterónimo), Carlos Otto y los ya conocidos Joaquim Moura Costa e Charles James Search. Carlos Otto, además de colaborar en el proyecto de la Empresa Ibis, surga también con Pantaleao, Joaquim Moura Costa y Fernando Pessoa unido al periódico O Phosphoro.
Del periodo del sensacionismo y del interseccionismo, Teresa Rita Lopes, en la obra ya mencionada, da cuenta de personalidades como Antonio Seabra, Frederico Reis (probablemente un hermano del heterónimo Ricardo Reis), Diniz da Silva, Thomas Crosse e I.I.Crosse, siendo estos últimos los divulgadores en lengua inglesa del sensacionismo. Parece haber existido otro hermano Crosse, A.A. Crose, aquel que respondía en periódicos ingleses a concursos de charadas y del cual Fernando Pessoa habla a Ophelia (la respuesta a concurso de charadas no es novedad en el Fernando Pessoa de 1919, ya que, en Durban también disputaba estos concursos a través del nombre de Tagus).
A esta lista se deben aún de añadir el psicólogo F. Antunes, que surge hacia 1907, Frederick Wyatt y sus hermanos Walter y Alfred (este último con residencia en París dondo convive con Mario de Sá-Carneiro=, o Barao de Teive, personalidad literaria cuya obra continúa descubriéndose y que expresa la faceta de inadaptación y el sentimiento de exclusión de su demiurgo, Bernardo Soares (a quien acabó por ser atribuído o Livro do Desassossego, pensado tanto para Vicente Guedes como para o propio Fernando Pessoa) e María José que, según Teresa Rita Lopes, habrá sido la voz femenina que más se destacó en el universo de las creaciones pessoanas.
Además de los nombres de botelho y de Quaresma (y de tantos otros!) se destaca también el de Antonio Mora, personalidad asociada al paganismo, el que asume el papel de loco (dando expresión a un tema que Fernando Pessoa vive con profunda intensidad) de un manicomio de Cascais y que, exprimiendose como médico, viene a diagnosticar al hombre moderno, detectando al loco-enfermo. Colabora con Pessoa en proyectos para algunas revistas.
Las personalidades más conocidas son como mencionamos, los heterónimos Alvaro de Campos, Alberto Caeiro y Ricardo Reis. Para cada uno de estos hombres, Fernando Pessoa diseñó una cuidada biografía, un horóscopo, un retrato físico completo, trazó sus características morales, intelectuales, ideológicas. Tres personajes diferentes y cada cual con una actividad literaria distinta, personajes que se conocen y entran en polémica unos con otros, bien como el demiurgo, tres facetas de un mismo hombre que de las dispersión parece haber hecho condición de encuentro consigo mismo.
Ricardo Reis, en lo relativo a su nacimiento, tanto en la mente del poeta, como en su 'vida real', Fernando Pessoa establece fechas distintas. Primero afirma, de acuerdo con el texto de Páginas íntimas y de Auto-Interpretación (p.385) que este nació el día29 de enero de 1914: El Dr. Ricardo Reis nació dentro de mi alma el día 29 de enero de 1914 a las once de la noche. Yo había estado oyendo el día anterior una discusión extensa sobre los excesos, especialmente de la realización del arte moderno. Según mi proceso de sentir las cosas sin sentirlas, me fui dejando ir en la onda de esa reacción momentánea. Cuando me di cuenta de en qué estaba pensando, ví que había levantado una teoría neoclásica, que se iba desenvolviendo... Más tarde, en una carta a Adolfo Casais Monteiro fechada el 13 de enero de 1935, altera la fecha de este nacimiento afirmando que Ricardo Reis nacera en su espíritu en 1912.
Considera que este heterónimo fue el primero en revelársele aunque no haya sido el primero en iniciar su actividad literaria. Si Ricardo Reis está latente desde el año [1912]], a juzgar por la carta mencionada, es sólo en marzo de 1914 cuando el autor de las Odes inicia su producción, desde entonces continuada e intensa, y siempre coherente e inalterable, hasta el 13 de diciembre de 1933. También en lo que respecta a la biografía de Ricardo Reis, Fernando Pessoa presenta datos distintos. En el horóscopo que hizo de él, sitúa su nacimiento el 19 de setiembre de 1887 en Lisboa a las 4:05 de la tarde. En la carta a Adolfo Casais Monteiro referida anteriormente altera la ciudad natal de Ricardo Reis de Lisboa a Porto.
Médico de profesión, monárquico, hecho que lo llevó a vivir emigrado algunos años en Brasil, educado en un colegio de jesuitas, recibió, pues, una formación clásica y latinista y fue imbuido de principios conservadores, elementos que no son transportados para su concepción poética. Domina la forma de los poetas latinos y proclama la disciplina en la construcción poética. Ricardo Reis es marcado por una profunda simplicidad de la concepción de la vida, por una inmensa serenidad en la aceptación de la relatividad de todas las cosas. Es el heterónimo que más se aproxima al creador, tanto en el aspecto físico - es moreno, de estatura media, anda medio curvado, es magro y tiene apariencia de judío portugués (Fernando Pessoa tenía ascendencia israelita)- tanto en la manera de ser y en el pensamiento. Es adepto del sensacionismo, que hereda del maestro Caeiro, pero al aproximarlo al neoclasicismo lo manifiesta, pues, en un plano distinto como refiere Fernando Pessoa en Páginas Intimas e Auto : Caeiro tiene una disciplina: las cosas tienen que ser sentido tal como son. Ricardo Reis tiene otra disciplina diferente: las cosas deben ser sentidas, no sólo como son, también de modo que se integren en un cierto ideal de medida y reglas clásicas
Se asocia todavía el paganismo de Caeiro y sus concepciones del mundo al estoicismo y al epicureismo (según Frederico Reis la filosofía de la obra de Ricardo Reis se resume en un epicureismo triste - in Páginas Intimas e Auto Interpretaçao, p.386). Su forma de expresión la va a buscar a los poetas latinos, de acuerdo a su formación, y afirma, por ejemplo, que debe haber, en el más pequeño poema de un poeta, cualquier cosa donde se note que existió Homero.
Alberto Caeiro, el maestro, en torno al cual se determinan los otros heterónimos, nació en abril de 1889 en Lisboa, pero vivió la mayor parte de su vida en una quinta en el Ribatejo, donde conocería a Alvaro de Campos. Su educación se limitó a la instrucción primaria, lo que combina con su simplicidad y naturalidad que reclama para sí mismo. Rubio, de ojos azules, estatura media, un poco más bajo que Ricardo Reis, está dotado de una apariencia muy diferente al de los otros heterónimo. También es frágil, aunque no lo aparenta mucho, y murió, precozmente (tuberculoso), en 1915. El maestro es aquel de cuya biografía menos se ocupa Pessoa. Su vida eran sus poemas, como dice Ricardo Reis: La vida de Caeiro no puede narrarse pues no hay en ella más que contar. Sus poemas son lo que hubo en su vida. En todo lo demás no hubo incidentes, ni hay historia . Aparece a Fernando Pessoa el día 8 de marzo de 1914, de forma aparentemente no planeada, en una altura en que el poeta se debatía con la necesidad de ultrapasar el paulismo, el subjetivismo y el misticismo. Es en ese momento conflictuoso que aparece, de repente, una voz que se ríe de esos misticismos, que rabia contra el ocultismo, niega lo trascendental, defendiendo la sinceridad de la producción poética, un ser manifiestamente apologista de la simplicidad, de la serenidad y nitidez de las cosas, un ser dotado de una naturaleza positivo-materialista y que rechaza doctrinas y filosofías. Es este ser que en el día 8 de marzo escribe de corrido más de 30 poemas de O Guardador de Rebanhos. Gran parte de la producción poética de Ricardo Reis parece haber sido siempre escrita de este modo impetuoso en momentos de súbita inspiración. A esa voz, Fernando Pessoa da el nombre de Alberto Caeiro. Alberto Caeiro da también voz al paganismo. Según Fernando Pessoa, la obra de Caeiro representa una reconstrucción integral del paganismo, en su esencia absoluta, tal como ni los griegos ni los romanos que vivieron en él y por eso no pensaran, lo que pudrían hacer.
Se presenta como el poeta de las sensaciones; su poesía sensacionalista se asienta en las sustitución del pensamiento por la sensación (soy un guardador de repaños/ el reballo es mis pensamientos/ y mis pensamientos son todos sensaciones). Alberto Caeiro es el poeta de la naturaleza, el poeta de actitud antimística (si quisieran que yo tuviera misticismo, está bien, lo tengo/ soy místico, poro sólo como cuerto/ mi alma simplemente no piensa/mi misticismo es no querer saber/ y vivir es no pensar en eso).
Es el poeta del objetivismo absoluto. Ricardo Reis afirma que Caeiro, en su objetivismo tota, o, antes, en su tendencia constante hacia un objetivismo total, es frecuentemente más griego que los propios griegos. Es también el poeta que repudia las filosofías cuando escribe, por ejemplo, que los poetas místicos son filósofos enfermos (doentes)/ y los filósofos son hombres dolidos y que niega el misterio y en lo que a la búsqueda del sentido íntimo de las cosas: El único sentido íntimo de las cosas/
Es que ellas no tienen ningún sentido íntimo... Fernando Pessoa dejó un texto en que explicita el valor de Caeiro y un mensaje que este poeta nos dejó y puede servir de base para la comprensión de su obra:
A un mundo sumergido en diversos géneros de subjetivismo viene a surgir el Objetivismo Absoluto, más absoluto de lo que los objetivistas paganos tuvieron jamás. A un mundo ultracivilizado viene a sustituir una Naturaleza Absoluta. A un mundo hundido en humanitarismos, en problemas operarios, en sociedades éticas, en movimientos sociales, tras un desprecio absoluto por el destino y por la vida del hombre, lo que, puede considerarse excesivo, es al final natural para él un correctivo magnífico. Alvaro de Campos nació en 1890 en Tavira y es ingeniero de profesión. Estudión ingeniería en Escocia, se formó en Glasgow, en Ingeniería Naval. Visitó oriente y durante esa visita, a bordo, en el Canal de Suez, escribe el poema Opiário, dedicado a Mario de Sá-Carneiro. Desilusionado de esa visita, regresa a Portugal donde lo espera el encuentro con el maestro Caeiro, y el inicio de un intenso viaje por las teorías del sensacionismo y del futurismo o del interseccionismo. Lo espera aún un cansancio y un sonambulismo poético como el prevé en el poema Opiario: Vuelvo a Europa descontento, y de paso/ de llegar a ser un poeta sonambólico.
Conoció a Alberto Caeiro en una visita al Ribatejo y se convirtió en su discípulo: Lo que el maestro Caeiro me enseñó fue a tener claridad; equilibrio, organismo en el delirio y en el desvairamiento, y también me enseñó a procurar no tener filosofía ninguna, pero con alma Se distancia entre tanto, mucho del maestro al aproximarse a movimientos modernistas como el futurismo y el sensacionismo. Se distancia del objetivismo del maestro y percibe las sensaciones distanciándose del objeto y centrándose en el sujeto, cuando, pues, en el subjetivismo que acabará por encaminarse por la conciencia del absurdo, por la experiencia del tedio, de la desilusión (grandes son los desiertos, y todo es desierto/ grande es la vida, y no vale la pena haber vivido) y de la fatiga (lo que hay en mi es sobre todo cansancio/ no de esto ni de aquello,/ sin siquiera de todo o de nada:/ cansancio así mismo, él mismo, /Cansancio).
Alvaro de Campos experimentara la civilización y admira la energía y la fuerza, transportándolas para el dominio de su creación poética, nombrandamente en los textos Ultimatum y Ode Triunfal. Alvaro de Campos es el poeta modernista, que escribe las sensaciones de la energía y del movimiento así como, las sensaciones de sentir todo de todas las maneras. Es el poeta que más expresa los postulados del Sensacionismo, elevando al exceso ese ansia de sentir, de percepcionar toda la complejidad de las sensaciones.
Su primera composición data de 1914 y todavía el 12 de octubre de 1935 firmaba poesías, o sea, poco antes de la muerte de Fernando Pessoa, el cual dejara de escribir textos antes que Alvaro de Campos
Semiheterónimos
Además de los heterónimos Alvaro de Campos, Alberto Caeiro y Ricardo Reis, Pessoa escribió una serie de textos atribuidos a unos semi-heterónimos, personajes no totalmente independientes de la figura del poeta. Entre ellos se encuentran: Pero Botelho: escribió una serie de cuentos como El Prior de Burcos, Cuaresma, La Muerte del Dr. Cerdeira, La experiencia del Dr. Lacroix, El Eremita de la Sierra negra, El vencedor del tiempo, de los cuales sólo se conservan algunos fragmentos.
Antonio Mora: Filósofo, escribió varios textos sobre el paganismo, y sobre los heterónimos como el libro Alberto Caeiro y la renobación del paganismo, en el que cuenta la relación maestro-discípulo que había entre los heterónimos y reflexiona sobre sus posturas paganas.
Fausto: A este semi-heterónimo se le atribuye un poema dramático incompleto en es que se hace una reflexión sobre el conocimiento, el mundo, el placer y el amor, la muerte ...
Alexander Search: Uno de los primeras personalidades que aparecen en Pessoa autor de sus primeras composiciones. Escribe en inglés.
Bernardo Soares: Contable al que se le atribuye el Libro del Desasosiego, publicado en 1982. También escribió algunos poemas.
Frederico Reis: Es el hermano del heterónimo Ricardo Reis.
Barón de Teive: Sólo se conocen notas sueltas para un libro que no llegó a terminar como La educación del estoico. Al igual que Soares, Pessoa afirma que nació a partir de rasgos particulares de su personalidad.
Viciente Guedes: Hay teorías que afirman que fue el primer autor del Libro del Desasosiego aunque algunos de los textos incluidos en este libro fueron publicados con anterioridad adjudicandose su autoría el propio Pessoa.
Por último decir que en otras ocasiones Pessoa escribía bajo su propia personalidad pero tras un seudónimo, algunos de ellos fueron:
- Raphael Baldaya
- A.A.Cross
- Thomas Crosse
- Pantaleao
- Chevalier de Pas
- Charles Robert Anon
- Maria Jose
- Adolf Moscow
- Jean Seul de Méleuret
Publicaciones
Aforismos y Afines.
"No hay normas. Todos los hombres son excepciones a una regla que no existe". "¡Qué tragedia no creer en la perfectibilidad humana!" "¡Y qué tragedia creer en ella". "Nadie entiende a nadie. Todo es intersticio y acaso, pero todo es cierto". Entre los papeles inéditos de Fernando Pessoa, en custodia de la Biblioteca Nacional en Lisboa, figura este libro de aforismos y otros textos breves, que iluminan un nuevo aspecto de su inmensa personalidad de escritor y de su múltiple y fecundísima obra. "El aforismo resulta, en Pessoa, algo tan natural como la respiración", afirma Rodolfo Alonso en el prólogo. La forma del aforismo encarna cabalmente su sentido de la existencia y de la esencia: pocas palabras, tan nítidas como justas y elocuentes, transmiten la irradiación nacida del momento pero rezuman la experiencia de años.
Escritos Autobiográficos, Automáticos y de Reflexión Personal. A pesar de haber muerto oscuro y casi inédito, Fernando Pessoa llegó a convertirse en "el más portugués y el más universal de los poetas de su siglo", ocultando su propia identidad al multiplicarla en la de varios heterónimos, no sólo de estéticas muy diferentes sino también, cada uno, con su propia biografía. Del cofre donde se custodian, en la Biblioteca Nacional de Lisboa, sus manuscritos inéditos, fueron surgiendo obras que reconstruían, entonces, no sólo piezas literarias, sino también los fragmentos de su "drama en gente", el mosaico de una personalidad cuidadosamente oculta detrás de sus fantasmas fascinantes: "Eras muchos, eras todos, / y nunca eras nadie". Reconstruida ya gran parte de la obra de Pessoa firmada por él bajo otros nombres, los investigadores han llegado a plantearse finalmente la cuestión central: ¿podemos llegar a conocer al verdadero Pessoa" Si una respuesta positiva a ello es posible, sin duda habrá que rastrearla en este volumen, que reúne sus Escritos autobiográficos, automáticos y de reflexión personal. Son las huellas más explícitas que ha querido dejarnos el poeta que encarnó, como nadie, el adagio de Rimbaud: "Porque Yo es otro". Rodolfo Alonso.
Ficciones del interludio.
Ficciones del interludio es una antología poética personal, preparada por el propio Fernando Pessoa para su publicación tal como se presenta hoy aquí. Reúne lo que él concibió como lo mejor de los tres heterónimos (Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro) y del propio Pessoa. Algunos de estos poemas permanecieron inéditos hasta ahora en castellano. Con la rigurosa y cuidada traducción de Santiago Kovadloff, traductor también del Libro del desasosiego y profundo conocedor de la obra pessoana, ofrecemos, en edición bilingüe, la mejor selección de la poesía del más importante escritor portugués del siglo xx. El enorme trabajo de sentir es en Pessoa el material más importante de esos versos que se escurren y dejan al lector en constante estado de expectación. Algo se parte en mí. Lo rojo anocheció. Sentí demasiado como para seguir sintiendo. Mi alma está agotada, no queda en mí más que un eco.
Mensaje.
El único libro que Fernando Pessoa editó en vida. Sinopsis: "Mensaje fue el único libro que Fernando Pessoa editó en vida (1934). Imbuido en el mito que auguraba un mesiánico regreso del rey Don Sebastián -desaparecido en la derrota de Alcazarquivir en 1578-, para devolver a Portugal su edad de oro, resultaría muy pobre considerar apenas como una argumentación patriótica (aunque no deja de serlo) a este libro ejemplar, de deslumbrante y precisa limpidez. No sólo porque dijo: "Soy, de hecho, un nacionalista místico, un sebastianista racional. Pero soy, aparte de eso, y hasta en contradicción con eso, muchas otras cosas". Sino también porque supo añadir, frenando ensoñaciones imperiales: "Para el destino que presumo será el de Portugal, las colonias no son necesarias". Porque era portugués, sí, pero también mediterráneo, europeo, universal. Epopeya concisa, mito hecho lenguaje vivo, Pessoa auténtico, los alcances de Mensaje nunca se agotan en una dirección. Las ilumina a todas, y de todas hace una gran poesía encarnada, alimento de hombres sedientos de una grandeza que les dé sentido.
El Banquero Anarquista.
En 1922, cinco años después de la Revolución Rusa, Fernando Pessoa publica en una revista de Lisboa El banquero anarquista, uno de los muy pocos textos que daría a conocer en vida. De enorme originalidad de forma y de sentido y acaso más cerca de los diálogos platónicos que de la narración, los aparentemente impecables argumentos de este banquero corrupto y exitoso, que sin embargo insiste en asumirse como anarquista practicante, concretan una legítima cumbre de la ironía y de¡ humor negro. Pero, además, permiten calibrar a fondo la compleja y fecunda personalidad de su creador. Porque, a la vez que intenta revestir con razonamientos revolucionarios los fructuosos negocios de su protagonista, tan similares a los del devastador ultraeconomicismo globalizado de hoy, esos mismos argumentos resultan también convincentes para justificar la rebelión. Y anticipan, con deslumbrante lucidez, el estruendoso fracaso de lo que iba a ser el socialismo real. El encandilador juego de espejos con que la realidad suele ser asumida por el gran poeta de los heterónimos concreta así uno de sus más reveladores paradigmas. Con irreprochable dialéctica se manifiestan, y se ocultan, los rostros cambiantes e hipnotizadores de la verdad. El banquero anarquista aparece como una pieza clave en el inquietante tablero de Fernando Pessoa.
Eróstrato y la búsqueda de la inmortalidad. A sesenta y cinco años de su muerte, la diseminación de su obra en más de seis heterónimos -incluido "él mismo"- y su condición fragmentaria hacen del legado literario de Fernando Pessoa una materia viva, siempre en proceso de descubrimiento y revisión. Eróstrato fue un griego que, con la pretensión de que su nombre perdurara en el tiempo, incendió el Templo de Artemisa en Éfeso, una de las siete maravillas del mundo. Un ensayo inspirado en esa figura y otro titulado "Impermanencia", ambos acerca de la inmortalidad -entendida como celebridad póstuma, supervivencia en la historia--, junto con un artículo breve sobre la inutilidad de la crítica componen este libro. Los tres textos fueron escritos entre 1916 y 1930 en inglés, idioma que Pessoa aprendió de niño. Entre la crítica literaria y el ensayo filosófico, con rigor intelectual e intensidad poética, Eróstrato y la búsqueda de la inmortalidad oculta a medias una confesión -la desesperación de su autor por alcanzar el reconocimiento en vida- y es uno de los momentos cúlmines de la obra realizada por el gran poeta portugués.
La Educación del Estoico.
Un libro inédito de Fernando Pessoa escrito bajo el heterónimo de Barão de Teive, uno de los personajes más desconocidos de su obra. "La obra del gran poeta portugués Fernando Pessoa no se manifestó a través de un único autor sino de varios, sus heterónimos, tan diferentes entre sí como sus imaginadas biografías o sus concretos estilos literarios. Relacionado por él mismo con el Bernardo Soares a quien debemos el Libro del desasosiego, también este Barón de Teive, del cual se edita por primera vez La educación del estoico, puede ser considerado en realidad un semiheterónimo, es decir alguien muy ligado a Pessoa. Nunca como a través de esta máscara en gran medida transparente, percibimos tanto de él, incluso en entresijos tan celosamente ocultos como los de su inexpugnable misoginia. Álvaro Coelho de Ayhayde, vigésimo Barón de Teive, altivo, escéptico y distante como el dandi de Baudelaire decide fríamente suicidarse. A medida que las relee por última vez, arroja al fuego de su chimenea las páginas de ese cuasi diario íntimo donde había apuntado, en tocantes fragmentos de escritura indeleble, su intensa aventura espiritual." Rodolfo Alonso "El asombroso poeta portugués Fernando Pessoa sobrepasa, como invención fantástica, cualquier creación de Jorge Luis Borges. Pessoa, nacido en Lisboa y descendiente por línea paterna de judíos conversos, fue educado en Sudáfrica y, al igual que Borges, creció en el bilingüismo. [...] También inventó una serie de poetas y escritores alternativos -Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis, Barón de Teive entre ellos- y escribió volúmenes enteros para ellos, o mejor dicho, como ellos".
La Hora del Diablo.
La hora del Diablo es un breve relato, sutil y fascinante, de Fernando Pessoa. Un diálogo entre Satán y María, madre de Jesús, que revela al lector el singular pensamiento del poeta-filósofo, un místico que quiere creer, pero descree por principio. La conversación -casi un monólogo del Diablo- es un peregrinaje "del misterio y del conocimiento", en busca de una "verdad inalcanzable [...] que ni Dios conoce". Pessoa nos presenta al Diablo como complementario de Dios, como "señor absoluto del intersticio y de lo intermedio, de lo que en la vida no es vida". "Como la noche es mi reino -dice Satán-, el sueño es mi dominio". Este texto sagaz y sugerente no es una mera curiosidad en la obra del gran escritor portugués, sino el testimonio hecho ficción de una inquietud permanente de su espíritu. Teresa Rita Lopes, estudiosa de la obra de Pessoa, nos aclara la historia y el alcance de La hora del Diablo.
El Libro del Desasosiego.
Fernando Pessoa fue sin duda el más importante escritor portugués del siglo XX. El Libro del desasosiego es su obra maestra en prosa, compuesta por aproximadamente quinientos fragmentos, Pessoa lo redactó entre 1913 y 935, año de su muerte, y lo cierto es que lo dejó en completo desorden, con indicaciones escuetas y contradictorias. La obra constituye la "autobiografía" de Bernardo Soares, uno de los tantos y cautivantes alter ego literarios -los famosos heterónimos- de Fernando Pessoa. El profesor norteamericano Richard Zenith ha preparado esta versión completa, corregida y reordenada del Libro del desasosiego, que incluye más de cien fragmentos inéditos hasta ahora en castellano. Santiago Kovadloff ha realizado la traducción a nuestro idioma de esta primera versión completa del Libro del desasosiego. Verdadero microcosmos de ideas y especulaciones filosóficas, estéticas y literarias, observaciones sociológicas, máximas y aforismos, el libro es una fuente de sabiduría conmovedora. Leer las meditaciones de Pessoa es descubrir un alma de una lucidez impresionante, capaz de asumir a la vez el desamparo, la banalidad y la belleza inefable de la existencia humana. Un libro de cabecera para toda la vida. "Más que una obra maestra, un texto de culto a la par del Ulises, En busca del tiempo perdido o La montaña mágica [...] vertiginosa exploración de sí mismo, esta gigantesca guirnalda de fragmentos inacabados es un diluvio de absoluto. Un torrente de gracia que se derrama ante nuestro ojos y templa el alma. [...] Un tesoro". L´Express, París, 25/11/99 "Pessoa se convirtió en nada para poder ser todo, y todos. [...] Bernardo Soares, el narrador principal pero no exclusivo del Libro del desasosiego, tenía tanto en común con Pessoa que éste no podía considerarlo un heterónimo autónomo. 'Es un semiheterónimo', escribió Pessoa en el último año de su vida, 'porque no siendo su personalidad la mía, no es diferente de la mía sino una simple mutilación de ella'. [...] En Bernardo Soares, prosista que poetiza, soñador que razona, místico que no cree, decadente que no goza, Pessoa inventó el mejor autor posible. Richard Zenith
Extractos de su obra:
- El valor de lãs cosas no esta en el tiempo que Duran, sino em la intensidad com que acontecen, por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables
- El Arte es la autoexpresion luchando por ser absoluta
- La única actitud intelectual digna de una criatura superior es de uma calma y fria compasion por todo cuanto no le es próprio. No porque esa actitud tenga lo mínimo de verdadera, pero es tan envidiable que es preciso tenerla
- Las figuras imaginarias tienen mas relieve y verdad que las reales (su obra asi lo dice no? tantos heterónimos peleando por ser mejores que Fernando Pessoa)
- Adoramos la perfeccion porque no podemos tenerla, la repudiaríamos si la tuviésemos. Lo perfecto es desumano, porque lo humano es imperfecto
- Dios quiere, el hombre sueña y La obra nace
- A veces oigo pasar el viento y solo de oir el viento pasar, vale la pena haber nacido...
- Tengo pensamientos que si pudiese revelarlos y hacerlos vivir, acrecentarian nueva luminosidad las estrellas, nueva belleza el mundo y mas amor el corazon de los hombres
- Matar el sueño es matarnos, es mutilar nuestra alma, el sueño es lo que tenemos por realmente nuestro, por impenetrablemente e inexpugnablemente nuestro
- No soy nada, nunca seré nada, no puedo querer ser nada. Aparte de eso tengo em mi todos los sueños del mundo
- Piedras en el camino? Las guardo todas, un dia me voy a construir un castillo
- El hombre tiene el tamaño de sus sueños























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