domingo, 24 de marzo de 2024

Jorge Semprún, militó , escribió y vivió

 

Jorge Semprún. 

Biografía 


"Estoy detenido porque soy un hombre libre, porque me he visto en la necesidad de ejercer mi libertad y he asumido esta necesidad."



Jorge Semprún Maura (Madrid, 10 del diciembre de 1923 - París, 7 de junio de 2011). Novelista, guionista, político y cineasta español.

Nieto de Antonio Maura e hijo de José María Semprún Gurrea, catedrático de Derecho de la Universidad de Madrid y diplomático durante la República. Al comenzar la Guerra Civil la familia se marcha al exilio y en 1939 se instala en París. Estudia Filosofía y Letras en la Sorbona de París.

En 1943 es apresado por el ejército alemán y confinado en el campo de concentración Buchenwald durante dos años. Fruto de esta experiencia será la trilogía Le grand voyage (1963), Quel beau dimanche! (1980), L’ecriture ou la vie(1994).

Al término de la II Guerra Mundial trabaja como traductor en la Unesco. En Francia se alista al Partido Comunista Español con el que colaboró activamente. Sus impresiones sobre este periodo se reflejan en Autobiografía de Federico Sánchez, su primera obra en castellano que recibe el Premio Planeta en 1977. Federico Sánchez es su alter-ego en alguna de sus novelas y en sus incursiones en España durante el exilio.

A mediados de los 60 se dedica más activamente a la literatura y a la escritura de guiones. Como novelista publica entre otras L’ Évanouissement (1967), La deuxieme mort de Remón Mercader (1969) y Reperages (1974).

Durante los años 1988-1991, es ministro de Cultura del gobierno socialista. Como consecuencia de esta etapa en 1993 publica Federico Sánchez se despide de ustedes, su segundo libro en español. En 1994 consigue el éxito de público en Francia con L’ecriture ou la vie. En 1981 aparece L’algarabie. También se adentra en el género de la biografía con Montand, la vie continue.

Como guionista trabaja con grandes directores de cine francés como Alais Resnais, La Guerre est fini y StaviskiCosta Gavras, Z de 1969, L’auve de 1970 y Section Spéciale de 1975, entre otros. También trabaja como director de cine en la película Les routes du Sud, adaptando al cine la obra de Ramón María del Valle-Inclán Tirano Banderas y para el teatro alguna de sus novelas.

En España preside la sección española de la ONG Acción Internacional Contra el Hambre e imparte clases de Literatura en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. En 2003 publica una tercera obra en castellano, Veinte años y un día y en el 2006 su última obra Pensar en Europa.

Durante toda su trayectoria obtiene numerosos premios y reconocimientos. Con su primera novela gana el prestigioso premio Formentor de literatura. Candidato a la Academia Francesa de la Lengua y desde 1996, miembro de la Academia Goncourt. Es miembro de la Academia Universal de las Culturas de París, Academia Goncourt y sección de Literatura de la Academia de Artes de Berlín, socio de honor del Círculo de Lectores y obtiene los doctorados honoris causa de las Universidades de Tel Aviv (Israel), Turín (Italia), Católica de Lovaina (Bélgica) y Universidad de Potsdam (Alemania).

Su obra ha sido traducida a diferentes idiomas: francés, inglés, español, alemán, serbio, húngaro, sueco, catalán, griego, italiano, portugués, holandés, japonés, checo, hebreo, turco, croata y noruego.



BIBLIOGRAFÍA

El largo viaje (1963)
El desvanecimiento (1967)
La segunda muerte de Ramón Mercader (1969)
Autobiografía de Federico Sánchez (1977)
Aquel domingo (1980)
La algarabía (1981)
Biografía de Yves Montand (1981)
La montaña blanca (1986)
Netchaiev ha vuelto (1987)
Federico Sánchez se despide de ustedes (1993)
La escritura o la vida (1994)
Adiós, luz de veranos (1998)
Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001)
Veinte años y un día (2003)
El hombre europeo, junto a Dominique de Villepin (2005)
Pensar en Europa (2006)




Adaptaciones cinematográficas y televisivas:

1966.- Objectif 500 millions de Pierre Schoendoerffer.
1966.- La guerra ha terminado de Alain Resnais.
1969.- Z de Costa-Gavras.
1970.- La confesión de Costa-Gavras.
1972.- El atentado de Yves Boisset.
1974.- Las dos memorias, guión y dirección.
1974.- Stavisky de Alain Resnais.
1975.- Section spéciale de Costa-Gavras.
1976.- Une femme à sa fenêtre de Pierre Granier-Deferre.
1978.- Las rutas del sur de Joseph Losey.
1983.- Los desastres de la guerra de Mario Camus. (Serie de Tv)
1986.- Les Trottoirs de Saturne de Hugo Santiago.
1991.- Netchaiev ha vuelto de Jacques Deray.- adaptación de su novela realizada por Dan Franck y Jacques Deray.
1995.- El caso Dreyfus de Yves Boisset (Serie de TV).
1997.- K de Alexandre Arcady.


ENLACES

http://www.vespito.net/historia/semprun.html

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2298

http://es.euronews.net/2009/07/01/jorge-semprun-estamos-ante-el-final-de-un-ciclo-de-predominio-en-europa-de-la-/

http://www.elboomeran.com/nuevo-contenido/34/semblanza-de-jorge-semprun-de-antonio-elorza/

http://letras-uruguay.espaciolatino.com/jerozolimski/semprun.htm

http://www.filosofia.org/hem/dep/cri/ri03078.htm

http://www.elpais.com/articulo/cultura/Jorge/Semprun/reivindica/pasion/lenguaje/europeo/elpepicul/20050601elpepicul_2/Tes/

http://www.youtube.com/watch?v=7_QmLezLoy8




La escritura o la vida (fragmento)


"Me ahogaba en el aire irrespirable de mis borradores, cada línea escrita me sumergía la cabeza debajo del agua, como si estuviera de nuevo en la bañera de la villa de Gestapo, en Auxerre. Me debatía para sobrevivir. Fracasé en mi intento de expresar la muerte para reducirla al silencio: si hubiera proseguido, la muerte, probablemente, me habría hecho enmudecer.
(…)
En todas las memorias de los hombres hay chimeneas que humean. Rurales ocasionalmente, domésticas: humos de los dioses lares. Pero de este humo de aquí, no obstante, nada saben. Y nunca sabrán nada de verdad. Pues no era la realidad de la muerte, repentinamente recordada, lo que resultaba angustiante. Era el sueño de la vida, incluso apacible, incluso lleno de pequeñas alegrías. Era el hecho de estar vivo, aun en sueños, lo que era angustiante."



Jorge Semprun : l'écriture et une vie

Par 

https://www.radiofrance.fr/franceculture/jorge-semprun-l-ecriture-et-une-vie-5418647


Aquel domingo (fragmento)

"Si Seifert o Weidlich se enteraran de mis tejemanejes, mal se me pondrían las cosas. Sería inmediatamente expulsado del Arbeitsstatistik. Quizás incluso me enviarían a algún Kommando exterior particularmente duro —Dora, Ohrdruf o S. III, por ejemplo— por aquella falta de disciplina. A no ser que el partido español lograra que me dejasen permanecer en el campo. Pero tendría que echar el resto para ello. Y aun así, nada me libraría de unos cuantos meses de trabajo punitivo. En la cantera, por ejemplo.
Lo que hago falsificando fichas de los SS se califica de sabotaje. La pena prevista en tal caso, si son los mismos SS quienes descubren el hecho, es ser ahorcado en la explanada donde se pasa lista, delante de todos los prisioneros reunidos.
Pero ¿el riesgo de ser descubierto por los SS es real o solamente hipotético? He examinado la cuestión bajo todos los ángulos, lo más objetivamente posible.
Examinemos la cuestión bajo todos los ángulos.
En este mes de diciembre de 1944, la estrategia de los oficiales SS destinados a la dirección del campo de Buchenwald resulta bastante fácil de adivinar. Quieren evitar a toda costa que los envíen al frente. Quieren seguir viviendo en la retaguardia, en el confort de su sinecura. Deben, pues, evitar a toda costa líos que pudieran llamar la atención de Berlín sobre su gestión en Buchenwald y provocar medidas disciplinarias.
Pero ¿Cómo evitarse líos? La mejor solución consiste en dejar que administren los asuntos internos del campo los comunistas alemanes, instalados en puestos clave de la administración interna desde hace años, desde que eliminaron a los presos comunes al término de una lucha solapada y sangrienta. Para ello, es menester que los prisioneros comunistas alemanes dispongan de cierta autonomía. De esa manera, los oficiales SS, corruptos y holgazanes, pueden dedicarse a sus grandes trapicheos y a sus pequeñas francachelas. "



Jorge Semprún y las dos memorias de la Guerra Civil

En un ensayo apasionante y riguroso, Elios Mendieta retrata a este político e intelectual inclasificable


o hay otro campo donde la figura de Jorge Semprún sea tan oportuna como en la memoria. Por eso mismo, si aún estuviera vivo, hoy aportaría claridad a ese debate tan español que enmaraña la historia documentada, los recuerdos personales y los episodios adornados por los propagandistas de turno.

Aunque el siglo XX ha quedado atrás, basta leer este párrafo de su libro Adiós, luz de veranos… (1998) para entender la complejidad de este territorio lleno de incertidumbres: «Durante mucho tiempo ‒escribe‒ creí que mi primer recuerdo no era tal. Que lo había, si no inventado, al menos reconstruido y recompuesto ‒coloreado, embellecido‒ hasta el punto de volverlo irreal».

En buena medida, una parte substancial de la biografía de Semprún ‒un puzle lleno de piezas‒ oscila entre una experiencia que para él fue abrumadora y la necesidad de construirse una máscara. El contexto de ese drama personal es bien conocido: tras el exilio de su familia en París, estudió Filosofía en la Sorbona. Luego luchó con la Resistencia antinazi, se afilió al Partido Comunista de España, y en 1943, fue deportado al campo de concentración de Buchenwald.

Sobrevivir a esta condena le animó, una vez liberado, a postergar recuerdos demasiado dolorosos. Así lo explica en La escritura o la vida (1994): «No solo estaba seguro de estar vivo, estaba convencido de ser inmortal. Fuera de alcance, en cualquier caso. Todo me había ocurrido, ya nada podía sucederme. Nada sino la vida, para devorarla con avidez. Con esa misma seguridad atravesé, más adelante, diez años de clandestinidad en España».

Oculto tras un alias que forma parte de su mitología, impulsó a otros intelectuales, artistas y académicos a pasarse a las filas del antifranquismo. Como dice en Autobiografía de Federico Sánchez (1977), la policía fue incapaz de localizarle: así, «uno se explica perfectamente, a posterioricómo ha sido posible trabajar clandestinamente en Madrid durante diez años; tener relaciones permanentes con varias decenas de cuadros del partido y con otras tantas personalidades de la oposición democrática, sin haber caído nunca en la ratonera».  

Estalinista en un primer momento, acabó reconociendo las mentiras que ocultaba la dictadura soviética. Eso le llevó a la disidencia y al encuentro con una verdad despreciada por la intelligentsia que aceptó los Procesos de Moscú: «Al final de la discusión del comité ejecutivo del PCE ‒escribe‒, Dolores Ibárruri, la Pasionaria, emitió el veredicto. Con cuatro frases nos ejecutó limpiamente a [Fernando] Claudín y a mí. Sus últimas palabras ‒y con ello se proponía sin duda explicar todos nuestros desvaríos‒ las había empleado para tratarnos de ‘intelectuales con cabeza de chorlito'».

Puede que los más jóvenes tengan noticia de su labor como ministro de Cultura en el Gobierno socialista de Felipe González. Alguno quizá haya hojeado libros suyos como El largo viaje (1963) y Federico Sánchez se despide de ustedes (1993), y una minoría acaso haya visto las películas que guionizó, entre ellas Z (1969), de Costa-Gavras. Pero si descontamos el recuerdo algo más nítido de los veteranos de la Transición, hoy se impone reivindicar a Semprún para que su legado pase a las nuevas generaciones. Es esta una labor que afronta con entusiasmo Elios Mendieta, autor de un libro excepcional, Memoria y Guerra Civil en la obra de Jorge Semprún.


Pensando en ese acceso de nuevos lectores al mundo de
 Semprún, Mendieta tiene clara la 
puerta de entrada. «La escritura o la vida 
‒dice a THE OBJECTIVE‒ es el libro que más veces 
he regalado en mi vida. Es su gran obra, pues no solo es su viaje órfico al campo de 
Buchenwald tras medio siglo, sino que en este libro se despliegan con gran singularidad, 
alcanzando el culmen, las señas de su estilo como escritor, su idiosincrasia creativa. Es 
muy interesante el alegato por el artificio o la imaginación, o cómo juega con una memoria 
en espiral, citando a numerosos autores en el tortuoso camino del recuerdo. También 
recomendaría Veinte años y un día, divertidísima novela –una de las pocas escritas por 
Semprún en español– que se aleja más de lo memorialístico, pese a verse reflejado su ‘yo’ 
de forma muy clara en diferentes ocasiones, y donde Semprún nos lleva a varios hitos de la 
pasada centuria en España: la Guerra Civil española, la posguerra o las revueltas 
estudiantiles de febrero de 1956. Y, cómo no, acabaría recomendando el visionado de Las 
dos memorias, que es una película que merece mucha más atención de la que tuvo. ¡Y ha 
pasado medio siglo!».

Es interesante que en una fecha tan temprana como 1974 Semprún entrevistase en Las dos memorias a excombatientes de los dos bandos de la Guerra Civil. Ese afán de rescatar las huellas del pasado, como eje de su perspectiva creativa, resulta crucial para entender la identidad de quien, durante el franquismo, se hizo pasar por un tal Federico Sánchez.

«Jorge Semprún ‒dice Mendieta‒ es un intérprete privilegiado de todo lo ocurrido en el siglo XX, y esto se debe a que fue protagonista en varios de los momentos más destacados del mismo: preso de los campos de concentración nazis, estalinista convencido, clandestino comunista en la España franquista y hasta ministro de Cultura en democracia. Hizo de su vida el material idóneo para sus narraciones, y no dudó en usar su memoria, además, para hacer literatura. También padeció la penuria de la Guerra Civil al tener que exiliarse de su país natal, junto a su familia, cuando solo tenía 12 años. No haber podido combatir contra los sublevados, por su edad, es una espina que siempre tiene clavada, y de la que empieza a resarcirse cuando sí puede combatir, como resistente, contra el Tercer Reich. Por ello, su obra creativa, ya sea en el ámbito literario, cinematográfico o teatral, ayuda a comprender parte del espesor que tuvo un siglo del que fue un personaje destacado».

Pregunto a Mendieta por la problemática memoria de los derrotados, algo evidente en guiones como el de La guerra ha terminado (1966), donde Yves Montand, un trasunto del propio Semprún, habla sobre ello en un memorable monólogo: «España ‒dice el personaje de Montand en la película‒ está convirtiéndose en la conciencia líríca de toda la izquierda: un mito para antiguos combatientes. Y mientras, catorce millones de turistas van de vacaciones a España cada año. España solo es un sueño para turistas o un mito de la Guerra Civil, y mezclado con el teatro de Lorca. (…) España ya no es el sueño del 36 sino la realidad del 65, aunque sea desconcertante».

¿En qué grado se advierte en este y en otros textos de Semprún esa tirantez entre historia, el recuerdo idealizado y la literatura? «La ficción ‒responde Mendieta‒ es un mecanismo imprescindible para Semprún a la hora de recordar y plasmarlo por escrito, pues sabe perfectamente que, como diría Paul Ricoeur, la memoria es sumamente frágil, por lo que la imaginación se cuela irremediablemente por los intersticios de los recuerdos. No se puede contar la verdad sin algo de artificio, sin reclamar la invención, como él defiende en La escritura o la vida«.


La guerra como material literario y cinematográfico

A grandes rasgos, la obra de Semprún suele asociarse con su paso por Buchenwald ‒un campo nazi hasta 1945, luego utilizado por los soviéticos‒. Sin embargo, el libro de Mendieta se fija, sobre todo, en la contienda española.

«La Guerra Civil ‒nos dice el autor‒ no es el evento central de su obra si se atiende en su conjunto, ya que los campos de concentración ocupan mayor espacio. De hecho, parte de su literatura nos lleva a sus vivencias en la Segunda Guerra Mundial y en Buchenwald. Me refiero a su cuarteto de textos concentracionarios: El largo viaje (1963), Aquel domingo (1980), La escritura o la vida (1994) y Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001). Ahora bien, la Guerra Civil está presente en casi toda su obra, de una manera u otra, y a ello se ha prestado injustamente menos atención. De hecho, su primera obra de teatro, apenas conocida y de carácter absolutamente propagandístico comunista, Soledad, de 1947, es una pieza en la que Semprún, que apenas tenía 24 años, da a creer que la huelga y protestas en Bilbao anticipan una temprana caída del Régimen, y hay numerosas referencias a lo ocurrido en la Guerra Civil en sus páginas. Además, tiene un texto dedicado en su totalidad a la Guerra Civil, y que da la casualidad que fue su único trabajo como director: Las dos memorias».

«A este filme ‒añade‒ he dedicado el tercer bloque del libro, ya que es muy poco conocido, pero contiene muchísima información de interés sobre el conflicto español y sus consecuencias posteriores. También incide mucho en el conflicto que hubo entre comunistas y anarquistas durante la guerra, con el apogeo que supusieron los sucesos de mayo de 1937. Es una obra interesantísima. Además, la Guerra y el distanciamiento de la visión oficialista del PCE es clave en su guion de la película La guerra ha terminado, que tiene mucho de anticipo de lo que serán sus memorias más notorias, Autobiografía de Federico Sánchez (1977), galardonadas con el Premio Planeta y que tienen mucho de ajuste de cuentas con el PCE y con esa versión oficialista. Tampoco convienen olvidar otras novelas donde la Guerra Civil –y, más aún, cómo ese pasado del conflicto es una dimensión del presente, por decirlo a la manera faulkneriana– es fundamental en el relato, como Veinte años y un día (2003), escrita el año en que el polifacético creador inicia su octava década de vida».

Está claro que, en su dimensión popular, escasean en nuestro relato colectivo personajes así. A veces, por desmemoria, otras veces por pereza intelectual, y otras, simplemente, por intereses ideológicos. La duda es qué pesa más a la hora de entender el paulatino olvido de Semprún. «Bueno ‒concluye Mendieta‒, supongo que hay un poco de todo lo que has citado entre las causas, y es una pena. Semprún es una figura imprescindible para adentrarse en el siglo XX europeo y, por supuesto, en el español, y de hacerlo de muy distintas vías. Con ir a su biografía ya bastaría, pero es que, además, hizo de sus aventuras el tema de sus trabajos. Estoy seguro de que su obra podría atraer a nuevos lectores, ya que su escritura es dinámica y original, y juega con motivos que aún nos interpelan».



Jorge Semprún. En el corazón del siglo, 1923-2023
Congreso internacional


Residencia de Estudiantes | 23 de octubre de 2023 - 16.15 h.

http://www.edaddeplata.org/edaddeplata/Actividades/actos/visualizador.jsp?tipo=2&orden=0&acto=7627


Jorge Semprún en perspectivas
Con motivo del coloquio internacional Jorge Semprún. H(h)istoria y M(m)emoria del siglo XX


http://www.edaddeplata.org/edaddeplata/Actividades/actos/visualizador.jsp?tipo=2&orden=0&acto=7007Ç


JORGE SEMPRÚN, CINEASTA

 RICARDO JIMENO ARANDA 

PROFESOR DE HISTORIA DEL CINE EN LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID


La faceta como cineasta de Jorge Semprún sigue siendo a día de hoy la más desconocida del escritor, político, militante y, en definitiva, superviviente, ensombrecida precisamente por la propia amplitud de su trayectoria biográfica e histórica. En la filmografía de Semprún se cuentan los guiones de diversos títulos relevantes, que más allá de estar dirigidos por referentes del cine europeo, como Alain Resnais, Costa-Gavras o Joseph Losey, contienen de modo visible el universo personal e ideológico del autor español. Sus trabajos cinematográficos y literarios se complementan formando una suerte de rompecabezas sobre su identidad. Las piezas se despliegan por los vericuetos de la memoria —la íntima y la histórica— que conecta todo el pensamiento sempruniano. Como director, Semprún tiene un único título, olvidado e invisible durante mucho tiempo, hasta su recuperación por la Filmoteca Española y la Cinémathèque Française hace una década: el documental Les deux mémoires (1974). En este fresco histórico, se traza un recorrido sobre la guerra civil y el exilio, a partir de los testimonios de diversas figuras clave del periodo. Semprún muestra las contradicciones del pensamiento de las izquierdas españolas entre la guerra y los años setenta. De las izquierdas, porque aunque su voluntad parece la de construir una memoria más poliédrica, la columna vertebral del filme devuelve fundamentalmente la mirada diversa de los derrotados. Dos de sus guiones, los de La guerra ha terminado (La guerre est finie, 1966) y Las rutas del sur (Las routes du sud, Joseph Losey, 1978), son indisimuladamente autobiográficos. En ellos, Yves Montand, amigo inseparable de Semprún, se convierte en su alter ego. Diego Mora en el primer caso, militante clandestino del PCE, hastiado de su actividad; y Juan Larrea (un alias recurrente de Semprún) en el segundo: un guionista maduro, exiliado, que mantiene una relación conflictiva con su hijo, y que asiste como espectador al final de la dictadura española. Todos los elementos biográficos se conjugan felizmente con un estilo de narración fragmentado, que en el caso de La guerra ha terminado, se adecúan de modo perfecto a la experimentación narrativa ensayada por Resnais en sus filmes previos. En este título, Semprún introduce un estilo subjetivo de impronta literaria, al hablar en segunda persona con su protagonista a través de la voz del narrador (que es la del propio escritor), que actúa como una especie de conciencia autónoma del personaje. Tanto por estilo como por contenido — su desencanto con el Partido que le ha expulsado y su rechazo de las mitologías románticas en torno la guerra—, el filme se convierte en un avance de su obra literaria posterior, en especial de Autobiografía de Federico Sánchez (1977). 



La película recoge su experiencia vital previa, e incluso anticipa sorprendentemente la futura, cuando casi al final, el comisario interpretado por Michel Piccoli se aventura a predecir el porvenir como ministro del protagonista. Las rutas del sur, por su parte, es realmente una secuela espiritual de La guerra ha terminado. El desencanto vital y político se esconde en cada arruga de un Yves Montand que por momentos se transfigura, incluso físicamente, en el propio Semprún. Losey, el director, aplica un intelectualismo distante y la cronología aparece menos fragmentada. La melancolía que inunda el filme se desprende del diálogo y de la luz invernal de tonos ocres y verdes de Gerry Fisher; de los ecos lorquianos y de cierto simbolismo que emana de la imaginación del protagonista, que pretende escribir un guion sobre la guerra. El conflicto entre padre e hijo que vertebra la película, convertido también en metáfora de las diferentes miradas expresa los métodos entre totalitarismos de signo opuesto. Esta obsesión sempruniana por conectar su experiencia íntima con la Historia también late en el relato de la actividad de los jóvenes resistentes franceses al principio de Sección especial. Las vivencias del joven Semprún en el París de la ocupación, relatadas en su magnífico libro Adiós, luz de veranos (1998), se confunden con la crónica de los hechos, incluso en la forma de aproximarse al conflicto entre la cotidianidad y la necesidad inmediata de apretar un gatillo, planteando una idea constante en el cine de Gavras y en el imaginario de Semprún, en torno a los límites de la violencia política. Por su parte, en su segundo y último guion para Resnais, Stavisky (1974), Semprún se embarca en otra historia de intrahistorias, alternando el breve exilio francés de Trotsky con las andanzas del falsificador y aventurero Stavisky, el bello Sacha, interpretado por Jean-Paul Belmondo. Se entiende la fascinación de Semprún por este personaje real, de innegable habilidad intrigante, escapista y seductor, porque en el fondo aparece como una versión canalla de su propia andadura vital y creativa. 



La obra de Semprún —literaria y cinemato- gráfica— es un complemento especular de su biografía. Su propia vida, que le lleva a ser protagonista de alguno de los acontecimientos más traumáticos del siglo, contiene un continuo juego de identidades variadas que se traslada a su escritura. Semprún salta así de la experiencia vivida a la creación, y partir de la ficción recrea el viaje inverso, retornando a través de la memoria y de la imaginación a la experiencia real. Este viaje circular lo convierte en un referente fascinante, en la frontera entre la realidad y la representación, de las derivas trágicas de Europa a lo largo del siglo XX generacionales sobre la realidad política, supone una de las escasas transposiciones de este tema biográfico íntimo por parte de Semprún. Sus otros guiones destacados se centran fundamentalmente en acontecimientos histórico-políticos reales. En sus tres colaboraciones con Costa-Gavras, Z (id., 1969), La confesión (L’aveu, 1970) y Sección especial (Section spéciale, 1975), se aborda respectivamente el asesinato del diputado Lambrakis en Grecia y el tránsito hacia el golpe de los coroneles; el proceso estalinista sufrido por el dirigente checo Artur London; y el juicio-farsa llevado a cabo por las autoridades francesas de Vichy contra un grupo de comunistas y de judíos inocentes. La mirada de Gavras y Semprún opera sobre el desmontaje de un mecanismo perverso. A partir de los procesos criminales desarrollados en diversos marcos políticos, los autores alertan de los desvíos de poder. En Z, la historia de Lambrakis responde más intensamente a la visión apasionada del griego Gavras como reacción contra el golpe militar acontecido en su país de origen, pero la construcción subjetiva del personaje —encarnado una vez más por Montand— representa de nuevo la combinación entre la memoria íntima y el conflicto político, tan grata a Semprún. No obstante, es en La confesión donde Semprún plantea todo su discurso ideológico. El escritor se identifica con London, antiguo combatiente de la Guerra Civil Española, y exorciza su propia relación con el partido comunista. La denuncia situada en primer plano —el juego de torturas y confesiones que sufre el personaje; otra vez Montand— refleja en realidad la evolución ideológica del propio Semprún, desde la asunción convencida, casi infantil de que el partido no se equivoca, hasta su posicionamiento crítico sobre el terror estalinista, equiparando de forma Losey, 1978), son indisimuladamente autobiográficos. En ellos, Yves Montand, amigo inseparable de Semprún, se convierte en su alter ego. Diego Mora en el primer caso, militante clandestino del PCE, hastiado de su actividad; y Juan Larrea (un alias recurrente de Semprún) en el segundo: un guionista maduro, exiliado, que mantiene una relación conflictiva con su hijo, y que asiste como espectador al final de la dictadura española. Todos los elementos biográficos se conjugan felizmente con un estilo de narración fragmentado, que en el caso de La guerra ha terminado, se adecúan de modo perfecto a la experimentación narrativa ensayada por Resnais en sus filmes previos. En este título, Semprún introduce un estilo subjetivo de impronta literaria, al hablar en segunda persona con su protagonista a través de la voz del narrador (que es la del propio escritor), que actúa como una especie de conciencia autónoma del personaje. Tanto por estilo como por contenido — su desencanto con el Partido que le ha expulsado y su rechazo de las mitologías románticas en torno la guerra—, el filme se convierte en un avance de su obra literaria posterior, en especial de Autobiografía de Federico Sánchez (1977). La película recoge su experiencia vital previa, e incluso anticipa sorprendentemente la futura, cuando casi al final, el comisario interpretado por Michel Piccoli se aventura a predecir el porvenir como ministro del protagonista. Las rutas del sur, por su parte, es realmente una secuela espiritual de La guerra ha terminado. El desencanto vital y político se esconde en cada arruga de un Yves Montand que por momentos se transfigura, incluso físicamente, en el propio Semprún. Losey, el director, aplica un intelectualismo distante y la cronología aparece menos fragmentada. La melancolía que inunda el filme se desprende del diálogo y de la luz invernal de tonos ocres y verdes de Gerry Fisher; de los ecos lorquianos y de cierto simbolismo que emana de la imaginación del protagonista, que pretende escribir un guion sobre la guerra. El conflicto entre padre e hijo que vertebra la película, convertido también en metáfora de las diferentes miradas expresa los métodos entre totalitarismos de signo opuesto. 



Esta obsesión sempruniana por conectar su experiencia íntima con la Historia también late en el relato de la actividad de los jóvenes resistentes franceses al principio de Sección especial. Las vivencias del joven Semprún en el París de la ocupación, relatadas en su magnífico libro Adiós, luz de veranos (1998), se confunden con la crónica de los hechos, incluso en la forma de aproximarse al conflicto entre la cotidianidad y la necesidad inmediata de apretar un gatillo, planteando una idea constante en el cine de Gavras y en el imaginario de Semprún, en torno a los límites de la violencia política. Por su parte, en su segundo y último guion para Resnais, Stavisky (1974), Semprún se embarca en otra historia de intrahistorias, alternando el breve exilio francés de Trotsky con las andanzas del falsificador y aventurero Stavisky, el bello Sacha, interpretado por Jean-Paul Belmondo. Se entiende la fascinación de Semprún por este personaje real, de innegable habilidad intrigante, escapista y seductor, porque en el fondo aparece como una versión canalla de su propia andadura vital y creativa. La obra de Semprún —literaria y cinemato- gráfica— es un complemento especular de su biografía. Su propia vida, que le lleva a ser protagonista de alguno de los acontecimientos más traumáticos del siglo, contiene un continuo juego de identidades variadas que se traslada a su escritura. Semprún salta así de la experiencia vivida a la creación, y partir de la ficción recrea el viaje inverso, retornando a través de la memoria y de la imaginación a la experiencia real. Este viaje circular lo convierte en un referente fascinante, en la frontera entre la realidad y la representación, de las derivas trágicas de Europa a lo largo del siglo XX generacionales sobre la realidad política, supone una de las escasas transposiciones de este tema biográfico íntimo por parte de Semprún. Sus otros guiones destacados se centran fundamentalmente en acontecimientos histórico-políticos reales. En sus tres colaboraciones con Costa-Gavras, Z (id., 1969), La confesión (L’aveu, 1970) y Sección especial (Section spéciale, 1975), se aborda respectivamente el asesinato del diputado Lambrakis en Grecia y el tránsito hacia el golpe de los coroneles; el proceso estalinista sufrido por el dirigente checo Artur London; y el juicio-farsa llevado a cabo por las autoridades francesas de Vichy contra un grupo de comunistas y de judíos inocentes. La mirada de Gavras y Semprún opera sobre el desmontaje de un mecanismo perverso. A partir de los procesos criminales desarrollados en diversos marcos políticos, los autores alertan de los desvíos de poder. En Z, la historia de Lambrakis responde más intensamente a la visión apasionada del griego Gavras como reacción contra el golpe militar acontecido en su país de origen, pero la construcción subjetiva del personaje —encarnado una vez más por Montand— representa de nuevo la combinación entre la memoria íntima y el conflicto político, tan grata a Semprún. No obstante, es en La confesión donde Semprún plantea todo su discurso ideológico. El escritor se identifica con London, antiguo combatiente de la Guerra Civil Española, y exorciza su propia relación con el partido comunista. La denuncia situada en primer plano —el juego de torturas y confesiones que sufre el personaje; otra vez Montand— refleja en realidad la evolución ideológica del propio Semprún, desde la asunción convencida, casi infantil de que el partido no se equivoca, hasta su posicionamiento crítico sobre el terror estalinista, equiparando de forma expresa los métodos entre totalitarismos de signo opuesto. Esta obsesión sempruniana por conectar su experiencia íntima con la Historia también late en el relato de la actividad de los jóvenes resistentes franceses al principio de Sección especial. Las vivencias del joven Semprún en el París de la ocupación, relatadas en su magnífico libro Adiós, luz de veranos (1998), se confunden con la crónica de los hechos, incluso en la forma de aproximarse al conflicto entre la cotidianidad y la necesidad inmediata de apretar un gatillo, planteando una idea constante en el cine de Gavras y en el imaginario de Semprún, en torno a los límites de la violencia política. 



Por su parte, en su segundo y último guion para Resnais, Stavisky (1974), Semprún se embarca en otra historia de intrahistorias, alternando el breve exilio francés de Trotsky con las andanzas del falsificador y aventurero Stavisky, el bello Sacha, interpretado por Jean-Paul Belmondo. Se entiende la fascinación de Semprún por este personaje real, de innegable habilidad intrigante, escapista y seductor, porque en el fondo aparece como una versión canalla de su propia andadura vital y creativa. La obra de Semprún —literaria y cinemato- gráfica— es un complemento especular de su biografía. Su propia vida, que le lleva a ser protagonista de alguno de los acontecimientos más traumáticos del siglo, contiene un continuo juego de identidades variadas que se traslada a su escritura. Semprún salta así de la experiencia vivida a la creación, y partir de la ficción recrea el viaje inverso, retornando a través de la memoria y de la imaginación a la experiencia real. Este viaje circular lo convierte en un referente fascinante, en la frontera entre la realidad y la representación, de las derivas trágicas de Europa a lo largo del siglo XX.

EL ATENTADO  (YVES BOISET, 1972) L’ATTENTAT

Basada en el caso del político marroquí Mehdi Ben Barka, que luchó por la independencia, para más adelante convertirse en un destacado disidente del régimen de Hasan II, este thriller político escrito por Jorge Semprún, sigue a Sadiel, un líder norteafricano exiliado en Suiza tras un golpe de estado en su país, donde intenta crear una resistencia, mientras desconoce que el coronel Kassar busca asesinarle, en colaboración con los servicios franceses. “Lo policíaco entra en El atentado por obra y gracia del espionaje. El suspense esta vez cobra proporciones de tragedia y hay un 'fatum' irreprimible que va estrechando cada vez más la soga sobre Sadiel. Hay fugas y persecuciones, torturas y sobornos, pistas que no llevan a nada y los inevitables enredos de lo policíaco. Pero Yves Boisset no ha puesto de su parte todo lo necesario para que El atentado t de un comisario, La policía agradece, El caso Mattel- en lo que enga la calidad de otras películas policíacas italianas. –Confesión esa acción fílmica se refiere. Gran parte del film está montado sobre una carga verbal predominante”. (Pedro Miguel Lamet).

LA CONFESIÓN  (COSTA-GAVRAS, 1970) L’AVEU

Situada en Praga en 1951, la adaptación de la novela homónima de Arthur London nos narra el vía crucis de un político checoslovaco, acusado de ser un espía de los Estados Unidos y que, tras casi dos años de torturas físicas y psicológicas, está preparado para confesar. “En retrospectiva, es evidente que La confesión es una película de referencia. Desde entonces ha habido otras obras que han hablado también de la inmoralidad subyacente a extraer confesiones bajo presión, una práctica que ha durado en el tiempo más de lo que habíamos imaginado. Pero La confesión es de alguna manera más efectiva en condensar los conceptos del bien y el mal a una suerte de simplicidad existencial que va más allá de sistemas de gobierno o circunstancias políticas particulares. Y además conecta con la obra global de Costa-Gavras en dicho periodo. 'El sentimiento general en la época parecía ser que el Este era malo y el Oeste bueno', comentaba Gavras. 'Nuestra idea, con las películas que componían esta trilogía, era demostrar y mostrar que no había diferencias sustanciales entre ambos sistemas'”. (Dina Iordanova).

LAS DOS MEMORIAS  (JORGE SEMPRÚN, 1974) LES DEUX MEMOIRES

Documento imprescindible y censurado en España (solo fue proyectada dos veces en Filmoteca Española (en el año 78 y en el 81 respectivamente) hasta su restauración en 2012. Un relato polifónico que nos habla de la experiencia de los republicanos que perdieron la guerra, que abre más preguntas que respuestas. “En el momento de su preparación, Las dos memorias era el proyecto más ambicioso, mediáticamente hablando, de su autor. Con el paso del tiempo, la conciencia de las imperfecciones del documental pesó cada vez más en Semprún, aunque esta no sea la única razón que explique su olvido. Desde el inicio de su carrera literaria, Semprún siempre fue muy cuidadoso con el estilo de lo que producía. Como todo documental basado en entrevistas, podría pensarse que se trata de un trabajo algo improvisado, resultado de las circunstancias de un contexto político que cambiaba a grandes pasos y de las opiniones particulares de las personalidades que aceptaron ser entrevistadas en 1972”. (Jaime Céspedes Gallego.


LA GUERRA HA TERMINADO  (ALAIN

 RESNAIS, 1966) LA GUERRE EST

 FINIE

“La guerra ha terminado” es la irónica frase con la que Francisco Franco  dio por concluida la Guerra Civil Española. Y es el punto de partida de la valiente colaboración entre el guionista Jorge Semprún y el cineasta Alain Resnais para contarnos la historia de Diego, un militante del partido comunista español que cruza repetidamente la frontera entre Francia y España para viajar a Madrid y servir de enlace entre exiliados y militantes subyugados por la dictadura franquista. “La frustración por una vida no vivida -y en Resnais, vida es amor y muerte- se convierte así en el sustrato de una carrera que vincula en sus primeros títulos el deseo amoroso al padecimiento existencial. En la naturaleza del estigma, Hiroshima es el primer hito del deseo condenado de amar, pero la cuestión se debate en términos análogos en Muriel, La guerra ha terminado, Mi tío de América, La vida es una novela y Mélo. ¿Qué impulsa a sus protagonistas a esquivar o rechazar el amor, pese a su anhelo íntimo por sentirse vivos a través de la experiencia amatoria? ¿Quég a convertirlo en materia de recuerdos dolorosos? ¿Cuál es el motivo de que uno o los dos amantes prefiera la amargura a la felicidad?”. (Raúl Álvarez).



STAVISKY  (ALAIN RESNAIS, 1974)

Segunda colaboración entre Semprún y Resnais, basada ligeramente en la historia real de Stavisky, un financiero estafador que fue detenido en 1934 por vender acciones falsas. “Stavisky, en su superficie, parece una producción más convencional, pero lo cierto es que Resnais vuelve a hablar de la nostalgia por el pasado, precisamente, mediante el diseño de producción. La reconstrucción del pasado mediante el art decó propone un cine en el que ese simulacro visual evidencie la artificialidad de la reproducción de un tiempo pretérito que regresa en forma de imágenes. La representación de ese pasado es nostálgica per se: no puede ser de otra manera debido a su propia grandilocuencia. Pero no es una mirada nostálgica por un tiempo mejor al que se quiere regresar, aunque sea mediante su falsificación y su reproducción en imágenes; es una mirada que ahonda en la nostalgia como forma memorística, manipuladora, casi neurótica, que compone una realidad teatralizada en su interior”. (Israel Paredes).

SECCIÓN ESPECIAL  (COSTA-GAVRAS, 1975) SECTION SPÉCIALE

La adaptación del libro de Hervé Villeré es un drama judicial situado en 1941, sobre cómo el gobierno de Vichy decide crear una Sección Especial cuyo objetivo es condenar a cabezas de turco para aplacar las iras de los nazis tras el asesinato de uno de ellos. Sección especial es la clase de película que Costa-Gavras lleva a la excelencia (la hizo después de Z, Estado de sitio y La confesión). Expresa una protesta moral mientras que negocia con los detalles banales del asesinato. Si la película no es tan abosrbente como Z o La confesión, si no tiene el acostumbrado toque de Costa-Gavras para el escándalo melodramático, quizá es porque las secciones especiales eran en sí mismas tan secas y cortantes. Muchos hombres murieron y la ley francesa fue ultrajada, y todo se hizo como si fuera la más apropiada de las ceremonias. (Roger Ebert).

LAS RUTAS DEL SUR  (JOSEPH LOSEY, 1978) LES ROUTES DU SUD

   Secuela de La guerra ha terminado, de Alain Resnais, también con guion de Jorge Semprún. La historia, ambientada en los últimos años del franquismo, describe el enfrentamiento generacional entre padres e hijos a propósito del inminente cambio político. “La gran aportación histórica de Las rutas del Sur consiste en la inclusión de la muerte de Franco, mostrada a través del discurso televisivo de Carlos Arias Navarro. Con ella se abren nuevas perspectivas en la España democrática que distancian a su protagonista del de La guerra ha terminado, tal como lo certificó el propio Resnais para aplacar las dudas de Losey sobre la inconveniencia de volver a filmar la misma película. Ambas hablan, sin embargo, de lo mismo, pero los más de diez años que las separan juegan a favor de Semprún; que si ya entonces pronosticaba, en boca de un policía, que los militantes clandestinos pueden llegar a ser ministros, ahora apunta que los franquistas se convertirán en demócratas mientras los demócratas serán elegidos diputados”. (Esteve Riambau).

Z  (COSTA-GAVRAS, 1969)

Thriller político co-escrito por Jorge Semprún y CostaGavras y ficcionalización del asesinato en 1963 del político de izquierdas griego Grigoris Lambrakis. “Z es insoportablemente emocionante -un thriller político que va construyendo progresivamente su nivel de tensión de tal manera que seguramente te sentirás exhausto al finalizar la proyección. El joven cineasta Costa-Gavras hace uso de todas sus habilidades y conocimientos para llevar su punto de partida de la manera más efectiva posible, consiguiendo a su vez algo pocas veces visto en el cine europeo -una película política con un propósito claro y, a su vez, una cinta totalmente comercial. Indudablemente, Z es una película que surge como compromiso político, pero en ningún momento pierde la conexión emocional con su público. Y sus influencias no provienen de la tradición del cine francés, sino de las películas de gangsters americanas y los melodramas antifascistas de los años 40 ”. (Pauline Kael).




Las mil vidas de Jorge Semprún

Con motivo del centenario de su nacimiento, este documental recuerda la vida y el legado de Jorge Semprún (Madrid, 1923 - París, 2011). Superviviente de Buchenwald, líder comunista clandestino y ministro de Cultura español con Felipe González, la trayectoria vital de este intelectual y político encarna el siglo XX.

https://www.arte.tv/es/videos/110202-000-A/las-mil-vidas-de-jorge-semprun/




Jorge Semprún: un militante de

 la memoria


https://www.rtve.es/television/20231209/jorge-semprun-militante-memoria/2464940.shtml

Jorge Semprún

Ramón Miravitllas entrevista al escritor y político Jorge 

Semprún.

https://play.rtve.es/v/7030080/

‘Imprescindibles’ estrena ‘Las mil vidas de Jorge Semprún’, coproducido por RTVE y con guión y dirección de Albert Solé. En el año del centenario de su nacimiento, este documental recupera la figura de uno de los intelectuales que mejor encarnan al siglo XX: resistente antinazi, prisionero español del campo de Buchenwald, militante comunista perseguido por el franquismo y escritor reconocido en Francia.

En este trabajo se sigue el rastro de un hombre que estuvo en primera línea de la historia y que vivió para escribirlo. Con la ayuda del testimonio de expertos, así como familiares y amigos, se traza la semblanza de una figura fundamental para entender el pasado y el presente. 


‘Las mil vidas de Jorge Semprún’

En la figura de Jorge Semprún caben mil vidas, y todas ellas dignas de película. El protagonista de esta historia emprende un largo viaje que va desde el Madrid republicano al París ocupado, del campo de concentración de Buchenwald a las células del Partido Comunista, entre el activismo clandestino, el glamour y el reconocimiento literario. El documental recorre todos estos escenarios, reuniendo a familiares, amigos y expertos en su obra. Con ellos, recupera la memoria de un personaje novelesco que lo arriesgó todo luchando contra los totalitarismos europeos del siglo XX y que logró conjurarlos como escritor y como pensador. 

Con abundante material de archivo, así como con animaciones de algunos de los episodios claves de su historia, el documental se acerca a sus aventuras de juventud y sus desencantos, a las frenéticas peripecias de su alter ego, el escurridizo Federico Sánchez; recuerda su expulsión del partido comunista y celebra sus éxitos literarios y cinematográficos de madurez, hasta llegar al ministerio de cultura español. En ‘Las mil vidas de Jorge Semprún’ se dibuja el perfil público de un hombre que tuvo que escoger entre la escritura o la vida, y que al final se quedó con ambas. 

El documental cuenta con el testimonio de Soledad Maura y Franziska Augstein, escritoras y biógrafas de Semprún; Thomas Landman, su nieto; Bernard Pivot, presentador de programas de Literatura; y el filósofo Josep Ramoneda. Es una producción de Minimal Films, en coproducción con RTVE y ARTE, con el apoyo de ACE e ICEC y producción asociada de Caixa Forum.

La Fraternidad Viviente de los Militantes  

Chris Maisano ▪ Otoño 2024


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El trabajo de Jorge Semprún capta un siglo veinte de revoluciones fallidas, utopías perdidas y trauma histórico de una escala que desafía la represión.

El trabajo de Jorge Semprúnnn capta un siglo veinte de revoluciones fallidas, utopías perdidas y trauma histórico de una escala que desafía la represión.

Jorge Semprún vivió una vida extraordinariamente agitada, incluso para los estándares extremos del siglo veinte. Cuando tenía veintidós años, Semprún ya había sido exiliado de la España Republicana, luchó con la Resistencia Francesa y fue arrestado por la Gestapo y deportado a Buchenwald, donde sobrevivió durante dos años hasta que los Aliados liberaron el campo. A principios de los años cuarenta, se había convertido en un líder de la organización ilegal del Partido Comunista de España (PCE) en Francia, sirvió como agente clandestino entre los dos países, publicó una novela premiada sobre su desgarrador viaje en tren a Buchenwald y fue expulsado del PCE por atreverse a estar en desacuerdo con la línea del partido. A los setenta años,había disfrutado de una larga carrera como novelista y guionista de renombre internacional—he escribió los guiones de las películas políticas clásicas CON y La Confesión, entre otros—y sirvió como ministro de cultura en el segundo gobierno del Partido Socialista de los españoles después del final de la dictadura de Francisco Franco. Siguió escribiendo y hablando desde su hogar adoptivo en Francia hasta que murió en 2011, a la edad de ochenta y siete años.


En 2007, Semprún dio una entrevista a la Revisión de Paríseso ilumina muchos de los temas, ideas y obsesiones que caracterizaron su trabajo. El entrevistador le preguntó si había alguna nueva forma literaria que le gustaría seguir antes de que se le acabara el tiempo en su vida y carrera. “Una vez pensé en escribir libros futuristas, ciencia ficción que se basarían en la anticipación de los eventos políticos en un futuro lejano,” respondió. “Pero no estoy seguro de poder hacerlo. Siempre vuelvo a la memoria.” Dadas las muchas situaciones intensas y traumáticas que vivió, no es difícil entender por qué Semprún no podía escapar de la atracción gravitacional de los recuerdos. Era, en el lenguaje de la psicología pop, un hombre con mucho que procesar. La memoria también tenía un valor instrumental para Semprún en su tiempo como militante comunista. Los agentes subterráneos pueden mantener un calendario o una lista de tareas pendientes mientras se organizan para derrocar una dictadura.“No podía escribir todas las citas que tenía,” Semprún recordó poco antes de morir. “Si los hubiera escrito y hubiera sido arrestado, me habría arriesgado a darle a la policía una lista de víctimas para un arresto futuro. Esto significaba que tenía que memorizar todo. Y durante muchos años, en Madrid, comenzaría el día recordando mis reuniones cotidianas mientras me afeitaba.”


La memoria de Semprúnn le sirvió bien durante sus años como agente del PCE. Era un agente altamente efectivo, capaz de evadir a la policía secreta de los franquistas con relativa facilidad. No se podía decir lo mismo de algunos de los camaradas de Semprúnnens en la clandestinidad española. Uno de ellos fue Julián Grimau, miembro del Comité Central del PCE, quien se hizo famoso como un enérgico y a menudo brutal agente de la policía republicana durante la Guerra Civil Española. En esta capacidad persiguió y reprimió no solo a los opositores nacionalistas de la República, sino a los izquierdistas antiestalinistas como los del POUM (Partido de Unificación Marxista de Workers’). Teniendo en cuenta el historial de Grimauat, algunos militantes del PCE, incluido Semprún, pensaron que nunca debería haber sido empleado como agente en España; un arresto significó cierta tortura y muerte. Sin embargo, el liderazgo del partido en el exilio lo envió de todos modos.La policía de Franco arrestó a Grimau en 1962, lo juzgó en un procedimiento judicial absurdo y lo ejecutó en 1963.


Semprún estaba en camino a una ruptura con el PCE en el momento de la muerte de Grimauat. La dirección del partido lo relevó de sus deberes clandestinos en 1962 y lo expulsó a él y a su compañero disidente Fernando Claudín, el principal teórico e historiador del PCE, en 1964. El asunto Grimau cristalizó gran parte de lo que Semprún llegó a detestar sobre el movimiento comunista. Los líderes del partido como Santiago Carrillo ignoraron las advertencias que Semprún y otros plantearon sobre la asignación de Grimauat, solo para usarlo como mártir en death—, una muerte por la cual tenían una parte significativa de la responsabilidad.



En sus memorias de 1977 La Autobiografía de Federico Sánchez y el Metro Comunista en España, Semprún reflexiona sobre los usos y abusos de la memoria que eran endémicos de la política comunista. “Memoria comunista,” escribe, “es una forma de no recordar: no consiste en recordar el pasado sino en censurarlo. La memoria de los líderes comunistas funciona pragmáticamente, de acuerdo con los intereses y objetivos políticos del momento. No es una memoria histórica, una memoria que da testimonio, sino una memoria ideológica.” El comunismo estaba, por supuesto, lejos del único proyecto político del siglo veinte con una relación pragmática e ideológica con la verdad. Para los izquierdistas democráticos, lo que hizo que el comunismo fuera tan pernicioso fue cómo su cinismo ilimitado, su disposición despiadadamente instrumental de las vidas humanas, se justificaba en nombre del socialismo y la emancipación universal.


“Si no tienes sentido de la memoria, entonces terminas sin ser nada en absoluto!” Semprún dijo esto en referencia a los individuos, pero lo mismo ocurre con los movimientos políticos. Tanto los adherentes como los detractores han visto durante mucho tiempo el socialismo como un proyecto teleológico con visión de futuro, a veces, con los ojos firmemente fijos en el horizonte. El advenimiento del socialismo, según Marx, pondría fin a la prehistoria de la humanidad e inauguraría el comienzo de su historia real. En “The Endangered City,” escrito durante los días más oscuros revolucionarios de Petrogrado, Victor Serge tronó que los oponentes bolcheviques’ “apenas cuentan porque representan el pasado, porque no tienen ideal. We—the Reds—a pesar del hambre, los errores e incluso los crímenes—estamos en camino a la ciudad del futuro.” Al mismo tiempo,el movimiento socialista estaba conscientemente inmerso en su historia de lucha y el recuerdo de sus derrotas. En su testamento final, escrito en la víspera de su asesinato a manos de los Freikorps, Rosa Luxemburg insistió en que la historia de los movimientos de “derrotas inevitables se acumula garantía sobre garantía de la futura victoria final.” En Literatura y Revolución, Leon Trotsky insistió en que “los marxistas vivimos en tradiciones, y no hemos dejado de ser revolucionarios a causa de ello


Trotsky ciertamente logró transmitir este sentido de la memoria histórica a sus descendientes políticos, tal vez demasiado bien. En un desafortunado encuentro a principios de la década de 1960 con Tom Hayden, Irving Howe, el editor fundador de Disidente y un trotskista en su juventud, rápidamente formó una opinión negativa del Nuevo Izquierdista basado en su sensibilidad anti-estalinista. Como lo puso Howe en el documental Argumentando el Mundo“Hayden era alguien que sentimos que tenía una racha autoritaria y manipuladora muy fuerte. Pudimos ver al comisario en él. Y eso nos desanimó.” Michael Harrington, compañero Shachtmanite de Howeeks y presidente fundador de los Socialistas Democráticos de América (DSA), reprendió infamemente a los redactores juveniles de los Declaraciones de Port Huron por estar demasiado dispuestos a permitir que los comunistas entren en sus filas. Harrington llegó a lamentar su enfoque excesivamente pugilístico hacia los jóvenes idealistas, que no tenían experiencia en los invernaderos ideológicos de la Vieja Izquierda. “Saliendo del movimiento Shachtmanita,” Harrington explicó más tarde, “donde la pregunta era la pregunta rusa— era una línea de sangre. Conocía gente que conocía personalmente a Trotsky. Los comunistas eran las personas que habían metido un pico en su cráneo.” La Nueva Izquierda tuvo la oportunidad de empezar las cosas de nuevo, dijosin mancha por las asociaciones con lo que realmente existía el socialismo se había convertido. Howe, Harrington y sus camaradas estaban tan ansiosos por lograr este resultado— y tan traumatizados por su encuentro con el estalinismo— que alienaron a aquellos que deberían haber sido sus protégés. Su sensibilidad política profundamente histórica les impidió, irónicamente, cumplir su nombramiento con la historia.


La actual izquierda socialista de Estados Unidos, basada principalmente en un DSA revitalizado y transformado, no sufre de tal exceso de memoria. Muchos de sus cuadros nacieron después de que el Muro de Berlín y el Bloque Soviético colapsaron. La afluencia repentina de miembros jóvenes en DSA después de la elección de Donald Trump redujo la edad promedio de los miembros de sesenta y siete a treinta y tres prácticamente de la noche a la mañana. Esta infusión de sangre nueva era desesperadamente necesaria, pero también marcó una ruptura en la continuidad de los movimientos. La memoria institucional y la tradición política no podían, en muchos aspectos, transmitirse efectivamente en medio del welter del cambio. Hay un aspecto positivo en esto. Muchos de nosotros ahora no tenemos memoria de las amargas luchas entre las diversas facciones del socialismo del siglo veinte, y por lo tanto no soportamos las cicatrices políticas y emocionales que infligieron. Al mismo tiempo,esta pronunciada falta de memoria significa que corremos el riesgo de repetir errores pasados y de no entender qué hace del socialismo democrático una tradición política distinta.


Esta es la razón por la que la insistencia de Semprún en la memoria resuena tan poderosamente conmigo, un joven socialista que ha estado en el movimiento el tiempo suficiente para a ambos lados de la línea. “Constantemente para recordar” fue cómo resumió su motivación como artista políticamente comprometido. “Tenemos que repetir sin cesar para que las generaciones sucesivas no se olviden.” Para Semprún, esto significaba volver constantemente a las dos experiencias que dieron forma a su vida: El comunismo y los campos. En su poderosa novela autobiográfica ¡Qué hermoso Domingo!, Semprún admite que sus obras “siempre regresan, obsesivamente, como los tiovivos de los Luna Parks de la memoria, a los mismos temas.” Escenas primordiales se repiten a lo largo de su escritura: apartamentos grubby en los suburbios de París donde los militantes exiliados del PCE se reunieron para organizar su trabajo subterráneo; la gran avenida, bordeada de águilas hitlerianas encaramadas amenazantemente en columnas de piedra, que conducen desde las puertas de Buchenwald; el antiguo castillo de Bohemia en Praga, donde fue expulsado del partido. Las experiencias de Semprúnn, fueron de un tiempo y lugar particular, pero forman parte de un pasado por el cual todos los socialistas tienen cierto sentido de responsabilidad.



Nacido en 1923, Semprún era el vástago de un prominente clan político español. Su abuelo fue Antonio Maura, cinco veces primer ministro, y su padre fue diplomático de la República Española. Su familia huyó del país cuando estalló la guerra civil en 1936, primero a Francia, luego a los Países Bajos, y finalmente regresó a Francia en 1939. Semprún era demasiado joven para luchar en la Guerra Civil Española, pero en 1942 se unió a los Francos-tireurs et partisans – principal-día de emigrée (FTP-MOI), un ala inmigrante de la resistencia armada liderada por los comunistas en Francia. La Gestapo lo arrestó y lo deportó a Buchenwald en 1943, y allí permaneció hasta que las fuerzas aliadas lo liberaron en la primavera de 1945. Se reunió con el futuro Secretario General del PCE, Santiago Carrillo, en París después de regresar del campamento. A pesar de sus orígenes burgueses hautEl talento obvio de Semprún, rápidamente lo convirtió en una figura importante en la organización del partido del exilio. Cuando comenzó su trabajo clandestino en España a los veintinueve años, ya tenía una experiencia de toda la vida ganada por él.


Bajo el alias de Federico Sánchez, el trabajo de Semprúnnns era servir como enlace de liderazgos exiliados con intelectuales y estudiantes antifranquistas en España. Según todos los informes, era perfectamente adecuado para el papel y llevó a cabo sus tareas con aplomo. En Federico Sánchezél comenta que “todos los que saben algo de mí saben muy bien que el trabajo político clandestino es lo que más me ha emocionado, complacido, interesado, divertido y atraído apasionadamente en toda mi vida . . . Sobre todo por la muy buena razón de que fue precisamente eso: clandestino.” Su afinidad por las identidades falsas, los apartamentos secretos y las reuniones furtivas es un reflejo revelador de su personalidad. Semprún, en muchos sentidos, nunca fue más él mismo que cuando pretendía ser otra persona. Representó vívidamente la vida clandestina en su guión para la película de Alain Resnais de 1966 La Guerra Ha Terminado. Diego Mora (el stand-in del cine para Semprún, interpretado por el gran Yves Montand) explica que son los detalles de sus identidades falsas—los nombres asumidos, números de teléfono y direcciones—los que son ciertos. “Iim lo único falso en toda la historia.” Es un momento ligeramente humorístico en la película, pero la entrega de Montandans insinúa la melancolía debajo de la sonrisa de Diego.


Los biógrafos, amigos y amigos convertidos en enemigos de Semprúnn, comentaron sobre la calidad proteica de su personalidad. Una de las señas de identidad de la obra de Semprúnna es el uso de narrativas barrocas, a veces desorientadoras, y una difuminación recurrente de la línea entre ficción y no ficción. En Federico Sánchez, Semprún arroja luz sobre cómo, en su propia estimación, los giros y vueltas de su vida estaban vinculados con los dobles ficticios que pueblan su obra literaria. Sostiene que el personaje principal de una de sus primeras obras fue el vehículo imaginativo que le permitió habitar el personaje de la vida real de Federico Sánchez. Por escrito La Guerra Ha Terminado, el personaje Diego cumplió “una función idéntica, aunque a la inversa,” le permitió procesar su expulsión traumática del Partido Comunista en 1964.



En una escena ambientada a principios de la década de 1960 en ¡Qué hermoso Domingo!, uno de los viejos camaradas de Semprúnn de Buchenwald pregunta, “¿Por qué seguimos siendo comunistas?” Gran parte del trabajo de post-expulsión de Semprúnna se dedica a responder a esta pregunta, a explicarse a sí mismo y a su audiencia por qué formó parte de— y en ciertos aspectos, todavía simpatizaba con—, un proyecto cuya historia llegó a considerar como “el evento más trágico del siglo veinte


Semprún investigó una sórdida escena de esta tragedia en La Confesión1970, la película que escribió para el director griego-francés Costa-Gavras. El guión de Semprúnnian se basa en un libro del mismo nombre de Artur London, un alto funcionario del Partido Comunista de Checoslovaquia (KS def) que fue arrastrado en el infame juicio de Slánskhe de 1952, el último gran juicio de la era de Stalin. Londres fue condenado a cadena perpetua (fue liberado en 1955 en medio de una relajación del terror estalinista), pero once de los catorce acusados, incluido el secretario general de KS, Rudolf Slánskye, fueron ahorcados por supuestamente conspirar contra el estado. El juicio fue totalmente absurdo—los acusados eran todos comunistas leales, no “Trotskistas,” “Titoistas,” o “Sionistas” confabulados con los estadounidenses, como afirmó la fiscalía. Pero sirvió a los intereses percibidos del Kremlin, cuyos agentes instigaron los procedimientos y literalmente escribieron su guión.


Después de ser arrestado en el primer acto del cine, el personaje basado en Londres (conocido como “Gérard,” alias de la Resistencia de Semprúnn, una vez más interpretado por Yves Montand) es golpeado repetidamente cara a cara por dos guardias. Lo hacen girar, y la cámara asume el punto de vista de Gérardars. El martillo y la hoz en un sombrero de guardia ocupan la mayor parte del marco, que se disuelve en un montaje de imágenes de archivo de escenas de la historia comunista. Todos ellos muestran episodios de conflicto violento: el levantamiento armado de 1917, la guerra civil viciosa entre Rojos y Blancos, tanques del Ejército Rojo y tropas en movimiento durante la Segunda Guerra Mundial. El montaje luego se disuelve de nuevo en la cara joven severa de la guardia. “Walk!” ladra a Gérard, quien se ve obligado a caminar por el suelo de su celda húmeda durante horas entre palizas y viajes a la sala de interrogatorios.


La escena transmite ingeniosamente la concepción de Semprún del comunismo como un proyecto esencialmente militarista, que encontró más éxito en la lucha contra las guerras y la construcción de estados que en la promoción de la reconstrucción social progresiva. En ¡Qué hermoso Domingo! Semprún argumenta que “está en el terreno de la guerra, civil o de otro tipo, que los comunistas han sido más efectivos. .. . Como si el espíritu militar fuera consustancial con el comunismo del siglo veinte El movimiento, sostiene, “ha arruinado todas las revoluciones que ha inspirado o asumido después de que hayan tenido lugar, pero ha tenido un brillante éxito de varias guerras decisivas,” sobre todo la lucha titánica contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial.


Para Semprún, el espíritu militar de los comunistas, con su tendencia hacia el autoritarismo y el uso del terror, tenía raíces ideológicas. “The Gulag,” insistió, “es el producto directo e inequívoco del bolchevismo.” Y en la medida en que el marxismo mismo tenía responsabilidad, estaba en su concepción del proletariado como una clase universal armada con la tarea de transformar el mundo. En el nombre de esta “misión histórica,” Semprún escribe en ¡Qué hermoso Domingo!, “han aplastado, deportado, dispersado, a través de labor—libre u forzado, pero siempre correctivo—millones de proletarios.” El marxismo seguía siendo un valioso marco intelectual para comprender los mecanismos de la sociedad capitalista, pero como teoría de la práctica revolucionaria solo podía conducir, en la estimación de Semprún, a “los excesos bárbaros del Pensamiento Correcto .. . La dialéctica letal y congelada del Gran Helmsman.”


El duro juicio de Semprún del marxismo fue demasiado categórico. Tenía razón al rechazar la “dictadura del proletariado” como una idea peligrosa que podría ser, y ciertamente ha sido, utilizada para justificar la represión más horrible. Potenció a los líderes del partido a expensas de las masas populares y extinguió cualquier derecho y libertad democrática que los trabajadores pudieran ganar por sí mismos bajo el dominio capitalista. Rechazar esta idea, sin embargo, no implica necesariamente rechazar el marxismo en toto. El reto es superar la tendencia entre los socialistas a convertirla en una cosmovisión integral, una especie de talismán capaz de responder a todas las preguntas—y por tanto de adelantarse al pensamiento crítico.



La Guerra Ha Terminado dramatiza la lucha de Semprúnnn contra la insistencia perentoria de los partidos de que un levantamiento popular pronto, como un deus ex machina, derrocaría al régimen de Franco. Al igual que el ficticio Diego, Semprún y otros disidentes del PCE pensaron que su partido se había vuelto peligrosamente fuera de contacto con las realidades de la vida española. La guerra había terminado bien y de verdad. Perdieron, y el partido necesitaba enfrentar el hecho de que a mediados de la década de 1960, la dictadura de Franco estaba disfrutando de un período de estabilidad y crecimiento económico respaldado por la inversión estadounidense y la cooperación militar.


La piedra de toque escatológica de la vida en el exilio del PCE fue la idea de la Huelga Nacional Pacífica (HNP, o Huelga Nacional Pacífica), las “tres iniciales carismáticas,” como Semprún las llamaba sardónicamente en sus memorias, “que durante tantos largos años .. . había hecho que los comunistas vivieran en el mundo fantasmagórico de los sueños El HNP fue un intento fallido de generalizar una ola de huelgas que barrió las zonas industriales de España y las principales ciudades, incluidas Barcelona y Madrid, en 1957. Cuando un boicot popular cerró el transporte público del Barcelona, los agentes clandestinos de PCE en Madrid pidieron un boicot de dos días a los tranvías del Madrid. El liderazgo del exilio en París era escéptico de la llamada, pero el boicot masivo paralizó el sistema de transporte público de las capitales.Santiago Carrillo y los exiliados pasaron salvajemente de su cautela inicial al optimismo extremo, concluyendo que había llegado el momento de que el PCE organizara una amplia alianza social para derrocar a la dictadura. Convenientemente pasaron por alto el hecho de que los huelguistas actuaron independientemente del PCE.


Cegado por el autoengaño, Carrillo declaró un día nacional de acción para mayo de 1958 que fracasó por completo. Sin desanimarse por los informes de su fracaso, Carrillo fijó una fecha para el HNP el 18 de junio de 1959. Semprún estaba entre los encargados de organizar la huelga, que temía que fuera otro error de cálculo vergonzoso por parte de los líderes del PCE en el exilio. Tenía razón. Según el historiador Paul Preston, “Ni una sola fábrica importante dejó de funcionar y solo hubo participación aleatoria de individuos aislados por otras partes.” Al tratar de demostrar su fuerza entre los trabajadores españoles, el PCE solo se desacreditó. Pero Carrillo insistió descaradamente en que el impotente HNP asestó un gran golpe contra un régimen condenado. “Fue,” Preston concluye, “una indicación de una de sus obsesiones—el mantenimiento del optimismo dentro del Partido” que a su vez requería la supresión de hechos y críticas políticamente inconvenientes.


En Federico Sánchez, Semprún escribe que uno de los temas principales de La Guerra Ha Terminado es “la crítica de las órdenes de una Huelga General que se concibe como un mero recurso ideológico, destinado a unificar la conciencia de los militantes religiosamente en lugar de tener algún efecto en la realidad Para Semprún, políticos mendaces como Carrillo redujeron el marxismo a un artículo de fe en lugar de, como él dijo, “un instrumento para procurar el conocimiento objetivo de la realidad, con miras a transformar esa realidad.”


Semprún describió su paso por el movimiento comunista en términos explícitamente religiosos. Su infancia estuvo impregnada de las tradiciones del Catolicismo Español, y escribe que su “adhesión posterior al Comunismo no puede explicarse completamente sin tener en cuenta la difusa religiosidad que jugó un papel íntimo en él El partido capital-P era el “representante eucarístico” de la clase trabajadora, por lo que la expulsión de él era similar a la excomunión—, una experiencia que describe en sus memorias como arrojada “al oscuro olvido de la oscuridad exterior Los líderes del PCE en el exilio hablaron a los trabajadores españoles no en su propio idioma, sino en la “voz de canto de los missi dominici de Moscú,” a quien eran tantas piezas en un gran tablero de ajedrez.Desde la cualidad escatológica del PNH hasta el culto a la veneración que rodeaba a Dolores Ibárruri—, el líder comunista más conocido como La Pasionaria, a menudo retratado como una especie de Comunismo Español de la Virgen Roja María—, en la estimación de Semprúnnins, “expresó todos los clichés religiosos del culto a los líderes característicos de una cultura católica y campesina que se ha fusionado con la cultura marxista y, por lo tanto, la pervierte.”


El hilo que atraviesa La Guerra Ha Terminadoes el conflicto entre, como lo expresó Semprún, “la realidad del discurso,” en la que quedó atrapada la dirección del PCE exiliado, y “el discurso de la realidad,” al que los agentes subterráneos, a través de su contacto directo con la vida en España, pudieron acceder. Una escena en la película lleva a Diego a los suburbios de París, donde se espera reunirse con el Jefe (Carrilloiaks stand-in) y otros líderes exiliados. A medida que se acerca a su casa segura, el narrador—en la voz de Diego hablándose a sí mismo en segunda persona, dice una técnica favorita de Semprún—, “Youatre encontrará una vez más esta fraternidad insustituible que, sin embargo, se está devorando, a menudo por falta de realidad A pesar de su distancia de la vida española, le dicen a Diego que él es el que ha perdido su perspectiva, precisamente porque está absorto en la situación diaria dentro de España.El ficticio Carrillo declara que el ficticio Semprún “nos ha dado una valoración completamente subjetiva de la situación,” que su insistencia en “teniendo en cuenta las realidades de la situación” es “mero oportunismo, pura y simplemente.” Tal obstinado capullo ideológico repelió a Semprún.


Cerca del final de la película, Diego explica por qué sus compañeros están convencidos de que la caída de Franco es inminente: “nadie puede resignarse a morir en el exilio.” La perspectiva es demasiado dolorosa para soportarla. A pesar de sus graves dudas sobre la situación de las fiestas, Diego no renuncia. Acepta su tarea de regresar a España y ayudar a preparar el terreno para la huelga. “Crees que no habrá ninguna huelga en Madrid,” se dice a sí mismo y al espectador el narrador, el doble de Diego. “Pero youisre atrapado de nuevo por la fraternidad de los combatientes largos, por la terca alegría de la acción.”


Aunque Semprún fue duramente crítico con la religiosidad estalinista que impregnaba el PCE, fue ferozmente leal a una concepción diferente de la espiritualidad política: la fraternidad viva de los militantes. En una tierna escena post-coital, Diego y su pareja romántica Marianne discuten las dificultades de estar separados durante meses a la vez. A Marianne le gustaría que pusiera fin a sus actividades clandestinas y que sirviera a la causa de otra manera en París, pero Diego canicat comprendió la posibilidad de separarse de sus camaradas. “extrañaría España, sí lo haría. Como algo que realmente extrañas, verdadera y profundamente, cuya ausencia se vuelve insoportable. .. . Las personas desconocidas que abren una puerta cuando tocas y que te reconocen, como las reconoces. Eres parte integrante de algo.” En Federico Sánchez, Semprún lamenta a sus antiguos compañeros de la clandestinidad en un poco de prosa no estándar: “Han quemado sus vidas en trabajo clandestino Viven cubiertos con las cenizas de sus almas incendiadas.” Semprún se identificó intensamente con una comunidad de creyentes genuinamente verdaderos, los apóstoles rojos escondidos en los aposentos superiores de la España franquista.


En el momento de la transición de los españoles de la dictadura a la democracia parlamentaria, Semprún había llegado a un rechazo completo de “partidos comunistas de la tradición Comintern.” Pero incluso entonces, insistió en que la “verdad objetiva” de los campamentos, el cinismo y la destrucción de la memoria “no cubre toda la realidad del partido Y todavía expresaba lealtad a los “comunistas de carne y hueso” que trabajaban duro, a menudo en la oscuridad y a un gran costo personal, para cambiar su país: “Siempre recordarás la fraternidad comunista Recordarás a los extraños que te abrieron la puerta y te miraron a un Extraño Y te dieron la contraseña y te abrieron la puerta y entraste en sus vidas y trajiste el riesgo de la lucha De la prisión quizás recordarás a los militantes desconocidos que encarnaron la libertad comunista. .. .”



El siglo veinte fue una época de revoluciones fallidas y utopías perdidas, de trauma histórico en una escala que desafía la represión. No podemos simplemente olvidarlo y seguir adelante. La experiencia debe ser recordada y trabajada si se van a hacer nuevas salidas y se deben evitar errores predecibles. El historiador socialista Enzo Traverso intenta establecer los términos de tal ejercicio en su estimulante libro Melancolía de Izquierda: Marxismo, Historia y Memoria. Lo que distingue el presente de los últimos dos siglos, observa Traverso, es que es “un tiempo formado por un eclipse general de utopías.” Argumenta por el desarrollo de un marxismo melancólico que apunta a “repensar el socialismo en un momento en el que la memoria se pierde, se oculta y se olvida y necesita ser redimida No, insiste, “significa nostalgia por el socialismo real y otras formas destrozadas de estalinismo,” sino más bien una “fidelidad a las promesas emancipadoras de la revolución, no a sus consecuencias Traverso investiga esta posibilidad en gran medida a través de la consideración del arte de izquierda, la literatura y el cine, por lo que es sorprendente que su libro no incluya una sola mención de la obra de Semprúnn, que está saturada de estos temas.


Quizás Semprún no fue considerado porque no ofrece la posibilidad de elegir tan fácilmente entre el sueño y la pesadilla. “No existe un recuerdo inocente,” nos recuerda ¡Qué hermoso Domingo!Esto es especialmente cierto teniendo en cuenta lo que se ha hecho en nombre del socialismo, que a pesar de todo sigue siendo el nombre de nuestro deseo. Irving Howe una vez sostuvo que “la mayor parte de lo que necesitamos aprender de los movimientos del pasado es cómo evitar repetir sus errores. Y no reconocer la magnitud de esos errores sería una forma de falta de respeto.” Todos en el siglo veinte a la izquierda, desde socialistas democráticos como Howe y Harrington hasta comunistas como Semprún, cometieron graves errores cuyas ramificaciones todavía se sienten hoy. Traverso tiene razón al insistir en que el compromiso político de izquierda en el presente implica una fidelidad a las promesas emancipatorias del pasado. Pero las catástrofes también son parte de nuestra historia, y tenemos la responsabilidad de admitirlas y procesarlas. ¿Por qué alguien debería confiarnos poder de otra manera?


Más adelante en la vida, Semprún adoptó algunas opiniones con las que muchos de la izquierda no estarían de acuerdo, como su apoyo a la intervención de Estados Unidos en la primera Guerra del Golfo. Pero no es del todo exacto afirmar, como Soledad Fox Maura afirma en su biografía de Semprún, que “había girado decididamente hacia la derecha política En una de sus entrevistas finales, Semprún admitió que abandonó muchas de sus creencias anteriores. Pero todavía insistió en que “el mundo no tiene que ser injusto e insoportable, y podemos arreglar ciertas cosas. Todavía tengo esas ilusiones, quizás más que nunca.” Nunca se convirtió en un conservador en la línea de los franciscos nuevos philosophes, que a menudo eran bastante biliosos acerca de sus antiguos camaradas de la izquierda marxista, y sostuvo que se llamaría a sí mismo “un socialdemócrata si no fuera una definición de partido Cuando el suyo Revisión de París el entrevistador le preguntó, más de cuatro décadas después de ser expulsado del PCE, si era anticomunista, dijo: “No, no iría tan lejos. Diría que me he convertido en un extraño para el comunismo.” En 1994’s Literatura o Vida', una memoria novelística sobre su tiempo en Buchenwald, Semprún acredita al Comunista Alemán que lo admitió en el campamento con salvar su vida. Al dirigir a Semprún hacia una tarea de trabajo relativamente cómoda en el campamento, “mi Comunista Alemán había actuado como un Comunista. Lo que quiero decir es que, en un asunto acorde con la idea del comunismo, cualquiera que haya sido su historia bastante sangrienta, sofocante y moralmente destructiva


Maura describe el cuerpo de trabajo de Semprúnn como un ejercicio de “autoficción,” un ambiguo mélange de hecho histórico e invención literaria que evoca los tiempos vertiginosos que vivió. Este enfoque no fue incontrovertido, particularmente en relación con sus escritos sobre Buchenwald. Semprún reconoció libremente que algunas de las escenas que describe en sus obras no tuvieron lugar en realidad, pero defendió su uso de la invención literaria como un medio para expresar la verdad histórica. “Creo ardientemente,” Semprún insistió, “que la memoria real, no la memoria histórica y documental sino la memoria viva, se perpetuará solo a través de la literatura Se podría argumentar que su concepción de la memoria tiene un parecido incómodo con los usos ideológicos y pragmáticos de la memoria que criticó en otras partes de su trabajo.Pero, ¿es posible transmitir la enormidad de los eventos que vivió solo utilizando los protocolos de la escritura histórica profesional? “La realidad a menudo necesita algo de fantasía,” Semprún sostiene Literatura o Vida, “para ser creíble” para aquellos que no lo experimentaron. La fuerza moral y literaria de las mejores obras de Semprún, tanto en la pantalla como en la página, atestigua la fortaleza de su caso.


Ramón, uno de los camaradas exiliados de Diego La Guerra Ha Terminado, no estaba en el liderazgo del partido, y no llamó huelgas generales. Se especializó en las artes mundanas de tradecraft: “autos aparejados, casos de fondo falso. Este oscuro trabajo durante más de quince años,” explica el narrador, como un corte rápido de Ramón, sonriendo sin pretensiones con las manos en los bolsillos, parpadea en la pantalla. Ramón muere cerca del final de la película, y Diego imagina su funeral en su mente. La escena es gris y sombría; una pequeña procesión de camaradas pasa por su tumba, dejando caer sombríamente flores una por una. La película se remonta a un Diego de aspecto pensativo, y luego a una nueva visión del funeral de Ramonan. La escena es más digna, casi triunfante. Los compañeros marchan juntos detrás del tricolor rojo, amarillo y púrpura de la República Española, el depósito sagrado de la memoria antifascista.Tal vez la primera visión muestra el funeral que Ramón recibirá, y la segunda muestra la que Diego pensó que realmente merecía. Al regresar de su ensueño, un camarada que no hemos visto antes recoge a Diego para llevarlo a Barcelona. En el guión de Semprúnna, “Se ríen, ambos, ya fraternos, ya cómplices, ya juntos,” aunque no se conozcan. Es una representación conmovedora de lo que lo mantuvo en el movimiento comunista durante tantos años y continuó despertando su admiración mucho después de su separación de él.” a pesar de que no se conocen. Es una representación conmovedora de lo que lo mantuvo en el movimiento comunista durante tantos años y continuó despertando su admiración mucho después de su separación de él.” a pesar de que no se conocen. Es una representación conmovedora de lo que lo mantuvo en el movimiento comunista durante tantos años y continuó despertando su admiración mucho después de su separación de él.


La memoria de Semprún era lo suficientemente amplia como para tener una apreciación duradera de la promesa emancipadora de los socialismo y la comunidad de camaradas. Pero también tenía la capacidad de mirar de manera directa e inquebrantable la sombría realidad de lo que el socialismo se había convertido con demasiada frecuencia. Los cuadros del movimiento socialista de hoy pueden, en muchos casos, ser jóvenes e inocentes, pero la idea del socialismo no lo es. No solo lleva el legado de luchas románticas, heroicos autosacrificios y resolución frente a probabilidades abrumadoras, sino el peso de las realidades que Semprún insistió en que vemos. Como lo expresó en un discurso poco después de su expulsión del PCE, “No podemos rechazar este pasado. Solo podemos negarlo en el presente, es decir, entenderlo a través y a través para destruir lo que queda de él, para crear un futuro que será radicalmente diferente


Chris Maisano es un sindicalista y activista de los Socialistas Democráticos de América. Vive en Brooklyn, Nueva York.




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Chris Maisano ▪ 12 De octubre de 2011

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