martes, 28 de agosto de 2018

Leer para escribir. El itinerario vacío.


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«El libro es la mejor munición que he encontrado para el humano viaje.»
Montaigne.

La cultura no es una especialidad. Es el camino de hacer habitable el mundo y entendernos. Un camino que hacemos y que nos hace, nunca hecho del todo, siempre dado en parte y en parte por hacerse, en la historia personal y en la colectiva. Las especialidades no son totalidades, sino partes de ese recorrido. La convergencia no se logra acumulando especialidades, sino rebasándolas.

Historia de la lectura de Alberto Manguel



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Se produce un regocijo propio del diletante y el procrastinador profesional al contemplar ese multiverso de letras larvarias que nos rodea (la oscilación de una mariposa cósmica). Y uno se anima a acercarse tímida o lujuriosamente y empezar a tocarlos y a hojearlos, deteniéndose por un instante en algún párrafo que llama la atención al revolverlo como una baraja –al utilizar la vista como infatuación primera–, para saborear el sonido de una frase y lo que revela, como un holograma, del contenido total de la obra. Y nos relamemos por dentro de lo que nos aguarda en esa cena con el Logos a la cual hemos sido ya convidados pero nos podemos dar el lujo de posponerla, de extenderla siempre hasta la franja crepuscular, para holgarnos más en su sistema de aperitivos.
Nada se compara con ese lánguido placer de contemplar nuestra biblioteca y sentir el deseo de fugarse del mundo, en amor libresco (a donde sea que uno pueda estar sin que las insignificancias de la realidad lo interrumpan, con sus libros por siempre, ¡a un trópico lunar!). Libros con los cuales descubrir que el amor a la vida no es el hacer, es sólo el estar juntos.

"Pronto aprendí que la lectura es acumulativa y que procede por progresión geométrica: cada nueva lectura edifica sobre lo que el lector ha leído previamente"
A. Manguel 

Editions at Play es una tienda que Google ha creado junto a Visual Editions para "los libros que no pueden ser impresos".

https://editionsatplay.withgoogle.com/#!/

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Gabriel Zaid

Un homenaje a los libros y la lectura: Gabriel Zaid

Aquel olor tenue, recatado, acentuaba el silencio, que no era silencio, porque las puertas daban a una calle céntrica y a la plaza principal; pero que yo vivía como silencio, porque estaba ahí, entre libros, sumergido en aquel viaje, aquel incienso.
Me mareaba en los pasillos, entre los anaqueles cargados de libros de la biblioteca del Instituto Tecnológico de Monterrey, a cuyo interior tenía acceso, gracias a una concesión muy especial, que me permitía explorarla horas y horas, y marearme. […] ¿Por qué me mareaba? Según el oculista, la miopía era tan leve que podía usar o no usar lentes. Años después, pensé que era el mareo de una ambición: leer todos los libros

Leer literatura puede ser literatura

El Derecho a Escribir Mal

de Lionel Trilling

Alberto Manguel

Diario de lecturas (fragmento)

"Octubre. Sábado. Paso unos días en Alemania. Aún es verano: las terrazas de los bares siguen abiertas, los geranios todavía florecen por todas partes en las jardineras.
Hoy estoy en Münster. Sentado en un café al aire libre en una calle peatonal adoquinada, leo El signo de los cuatro de Conan Doyle junto a un monumento al holocausto que muestra a una mujer judía de rodillas, limpiando el suelo con un cepillo de dientes. Pido una copa de helado con compota roja (Rote Grütze). La camarera, una alemana del este con delantal blanco bordado, tropieza con una silla y la copa cae sobre los adoquines. Al advertir la mirada de la supervisora, se disculpa aterrada y se arrodilla para limpiar el charco rojo. Entro en la catedral de Münster, bombardeada por los aliados: hallo en su interior una piedra de la catedral de Coventry en Inglaterra, "destruida el 4 de noviembre de 1940" y un letrero: "Perdonaos los unos a los otros como Dios os perdonó en Jesucristo". Descubro en esto una ironía casi malintencionada, y tengo la sensación de que unos y otros alardean.
George Meredith en Amor moderno:
Amanece, pero la mañana no restaura lo que hemos perdido. No veo pecado: el mal está mezclado. En la tragedia de la vida, bien lo sabe Dios, ¡no se necesitan malvados! las pasiones empujan la trama; nos traiciona la falsedad que llevamos dentro.


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Más tarde. La semana pasada, en Múnich, en la Literaturhaus, vi una exposición de fotografías de actores en muchas representaciones distintas: el conjunto de caras crea un espectáculo inédito. La ordenación de hechos diferentes produce un diseño nuevo, una historia nueva.
En una novela policíaca se supone que todo el mundo puede ser el asesino. Atravieso el país en tren: los maravillosos bosques alemanes, tan parecidos a los dibujos de mis libros de cuentos de hadas. Luego una idea se intuye: por esos bosques huían prisioneros perseguidos. "




Leer literatura puede ser literatura


Imagen relacionadaBrillante reivindicación de las obras como artefactos de placer e inteligencia a la vez que herramientas para interpretar y entender la sociedad en que se insertan.

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¿Qué es leer? ¿Qué es la lectura?

What is to read? What is reading?

Elsa M. Ramírez Leyva*

* Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas de la UNAM, México.


Resultado de imagen de escribirEn el de la Real Academia Española:5
LEER. (Dellat. legre).

1. tr. Pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados.

2. tr. Comprender el sentido de cualquier otro tipo de representación gráfica. Leer la hora, una partitura, un plano.

3. tr. Entender o interpretar un texto de determinado modo.

4. tr. En las oposiciones y otros ejercicios literarios, decir en público el discurso llamado lección.

5. tr. Descubrir por indicios los sentimientos o pensamientos de alguien, o algo oculto que ha hecho o le ha sucedido. Puede leerse la tristeza en su rostro. Me has leído el pensamiento. Leo en tus ojos que mientes.

6. tr. Adivinar algo oculto mediante prácticas esotéricas. Leer el futuro en las cartas, en las líneas de la mano, en una bola de cristal.

7. tr. Descifrar un código de signos supersticiosos para adivinar algo oculto. Leer las líneas de la mano, las cartas, el tarot.

8. tr. p. us. Dicho de un profesor: Enseñar o explicar a sus oyentes alguna materia sobre un texto.

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LECTURA. (Delb. lat. lectura).

1. f. Acción de leer.

2. f. Obra o cosa leída. Las malas lecturas pervierten el corazón y el gusto.

3. f. Interpretación del sentido de un texto.

4. f. Variante de una o más palabras de un texto.

5. f. Disertación, exposición o discurso sobre un tema sorteado en oposiciones o previamente determinado.

6. f. En algunas comunidades religiosas, lectoría. (En las comunidades religiosas, empleo de lector).

7. f. Cultura o conocimientos de una persona. U. m. en pl.

8. f. Der. Trámite parlamentario de deliberación sucesiva de un proyecto de ley.


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Primera, segunda lectura.

1. 9. f. desus. En las universidades, tratado o materia que un catedrático o maestro explica a sus discípulos.

2. 10. f. desus. cícero (II tipo de letra).
(Del lat. Cicero, Cicerón, por ser del cuerpo 12 o lectura los tipos de una de las primeras ediciones de las obras de este orador romano). (Cícero 1. m. Im–pr. Tipo de letra de imprenta que es de un grado más que la de entredós, y de uno menos que la de atanasia. 2. m. Impr. Unidad de medida usada generalmente en tipografía para la justificación de líneas, páginas, etc. Tiene doce puntos y equivale a poco más de cuatro milímetros y medio)
dar ~ a un escrito.
oc. verb. Leerlo públicamente en voz alta.
El pequeño Larousse ilustrado (2008)6

LEER v.tr. (lat. legere).

1. Interpretar los signos de un texto: leer una novela.

2. Dar una determinada interpretación a un texto.

3. fig. Descubrir, averiguar o comprender los sentimientos o pensamientos de alguien a partir de ciertos indicios: leer en los ojos.

4. mús. Interpretar el valor de las notas y de los signos

LECTURA

s.f. 1. Acción de leer: horas de lectura.

2. Texto que se lee: selecciona las lecturas de sus hijos.

3. Manera de interpretar un texto o hecho.

4. INFORMÁT. Proceso por el cual se introduce información en la memoria central o en una de las memorias auxiliares de la computadora.

 Cabeza de lectura. ELECTRÓN. Transductor electrónico accionado por la modulación del surco del soporte del registro, para la reproducción de la señal registrada.

Lectura en memoria INFORMÁT. Salida de información registrada anteriormente en una memoria electrónica.

Lectura óptica. Reconocimiento de los caracteres impresos o manuscritos por un dispositivo automático utilizando un procedimiento óptico.
Diccionario de uso del español de María Moliner de 19987

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LEER.

(Del lat. <<légere>> —partic. <<lectus>>—, coger, escoger, repasar, pasar lista, del gr. <<lego>>; v.: <<leyenda, leyente, listo; 1 LOG–, –logia, –logo, aleccionar, analectas, análogo, apólogo, catálogo, coger, colección, colega, colegiata, colegio, colegir, diligencia, diligente, ecléctico, écloga, eclógico, égloga, elección, electivo, electo, elector, electuario, elegante, elegir, encoger, epílogo, escoger, ilegible, inteligente, paralogismo, predilección, prolegómenos, prólogo, recoger, releer, selección, selectivo, selecto, sobrecoger; antología, eucologio, logaritmo, logogrifo, logomaquia, negligencia, negligente, psicología, reloj, silogismo)
Interpretar mentalmente o traduciéndolos en sonidos los signos de un escrito.

Leer un opositor ante el tribunal el ejercicio escrito por él.

(V.: <<Deletrear, descifrar, hojear, pasar lista, meldar —ant.—, echar una ojeada, ojear, pasar los ojos, releer, repasar, dar un repaso, pasar la vista. Beber, devorar, sorber con avidez. Cartilla, catón. Lector, leedor, letor, leyente. Legible. De memoria. Alexia. Analfabeto. Estorbar lo negro. Ilegible>>)

Ser capaz de leer y entender un idioma extranjero: <<Lee el alemán pero no lo habla>>.

(fig.). Percibir o adivinar; se dice <<leer el pensamiento, leer en los ojos>> de alguien, <<en la cara>>, etcétera.

(música). Traducir, tocándolas en un instrumento, solfeando o para sí mismo, las notas escritas.

Antiguamente, explicar un opositor la lección que constituye uno de los ejercicios de la oposición.

Explicar un profesor una materia sobre un texto.
Interpretar un texto de la manera que se expresa.

<<leer la CARTILLA, leer entre LÍNEAS>>.

Familia de palabras:

lección

leccionario

leccionista

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LECTURA.

Acción de leer.

Cosa que se lee o para ser leída: <<Me orientó en mis lecturas. Una lectura amena.>>

<<Cícero>>. Letra de imprenta de 12 puntos, un grado más que la de entredós y uno menos que la atanasia; la lectura chica y la lectura gorda son del mismo tamaño, pero la primera tiene el ojo más pequeño.

<<Lección>>. Interpretación de un texto.

<<Lección>>. Acción de leer su ejercicio un opositor.
Ejercicio de explicación de una lección en las oposiciones.

Materia que explica un profesor.

En algunas órdenes religiosas, lectoría.

Cultura mayor o menor de una persona.

<<SALA de lectura>>.

En estas definiciones es posible apreciar la polisemia de las voces leer y lectura, además, destaca en ellas el aspecto operativo intelectual y didáctico. Asimismo, se aprecia la influencia de la semiótica en cuanto a incorporar no solamente el ámbito textual basado en los alfabetos, también otros sistemas de lenguaje como son el corporal, musical y el icónico. Además encontramos acepciones con operaciones o aparatos relacionados con la tecnología electrónica.

Si bien las voces que definen los diccionarios abarcan una diversidad de acepciones, reflejan en mucho la idea del proceso de leer, pero dejan de lado los aspectos psicológicos y culturales que sería complicado incorporar a la lectura, por lo mismo consideramos conveniente indagar sobre estos temas en algunos autores cuyas aportaciones son de orden epistemológico, a partir de dilucidar sobre la complejidad de la lectura desde distintas perspectivas.






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http://unesdoc.unesco.org/images/0024/002448/244874S.pdf


ELOGIO DE LA LECTURA

ALBERTO MANGUEL


Como la experiencia muestra, la debilidad de nuestra memoria olvida fácilmente no sólo los actos ocurridos hace mucho tiempo, sino también los recientes de nuestros días. Es, pues, muy conveniente y útil poner por escrito las hazañas e historias antiguas de los hombres fuertes y virtuosos para que sean claros espejos, ejemplos y doctrina para nuestra vida, según afirma el gran orador Tulio".

Así comienza la novela que, entre los pocos libros perdonados de la biblioteca de Don Quijote, el cura rescata por ser "un tesoro de contento y una mina de pasatiempos": el Tirant lo Blanc de Joanot Martorell y Martí Joan de Galba. "Llevadle a casa y leedle", le dice a su compadre el barbero, "y veréis que es verdad cuanto dél os he dicho".

El Tirant justifica su propia existencia como un remedio a nuestra flaca memoria, como depósito de nuestra experiencia pasada, como espejo de valores antiguos y de enseñanza meritoria. Eso quiso su autor, pero sus lectores, menos ambiciosos, como aquel cura de La Mancha, no se preocuparon por tales noblezas y lo recomendaron por razones más sutiles y menos graves: por dar contento, proveer pasatiempo, provocar deleite. El censorio cura y el ensañado barbero condenaron a las llamas aquellos libros de Don Quijote que, a sus ojos, pecaban de revueltos, disparatados, arrogantes, duros, secos -es decir, libros que no les gustaban-. Porque en el momento de la verdad, frente a la salvación o a la hoguera, para un verdadero lector lo que importa es el placer.


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Pero, ¿qué es este placer? ¿En qué consiste ese extraño sentimiento de intimidad compartida, de sabiduría regalada, de maestría del mundo a través de un mero juego de palabras, de entendimiento adquirido como por acto de magia, de manera profunda e intraducible? ¿Por qué nos lleva a rechazar ciertos libros sin misericordia y a coronar a otros como clásicos de nuestra devoción si algo en ellos nos conmueve, nos ilumina, pero por sobre todo nos deleita?

Como lectores, nuestro poder es aterrador e inapelable. No nos enternecen ni las súplicas de los críticos ni las lágrimas de los lectores que nos han precedido. Implacables, a través de los siglos, juzgamos y volvemos a juzgar a los libros que ya se creían a salvo. Por puras razones de gusto, en el paraíso de la lectura, Cervantes ocupa el lugar que Martorell y Galba han perdido a pesar del juicio del mismo Cervantes. ¿Nuestros abuelos adoraban a Anatole France y a Mazo de la Roche? A nosotros no nos gustan: al infierno con ellos. ¿Melville fue despreciado y Kafka vendía apenas unos pocos ejemplares? Hoy Melville está sentado a la diestra de Dante y una primera edición de La metamorfosis de Kafka vale unos seis mil euros. Si debemos justificarnos, inventamos razones estéticas, culturales, filológicas, históricas, filosóficas, morales. Pero la verdad es que, a fin de cuentas, nuestros juicios son casi todos refutables fuera del campo hedonista.

El lema de todo verdadero lector es De gustibus non est disputandum. "De gustos no se discute", o, como se dice en castellano, "sobre gustos no hay nada escrito". El proverbio latino dice la verdad; la traducción castellana miente. Nuestro placer no admite argumentos; admite en cambio una infinidad de escritos, los exige. Al fin y al cabo, ¿qué son las bibliotecas sino archivos de nuestros gustos, museos de nuestros caprichos, catálogos de nuestros placeres?

El placer de la lectura, que es fundamento de toda nuestra historia literaria, se muestra variado y múltiple. Quienes descubrimos que somos lectores, descubrimos que lo somos cada uno de manera individual y distinta. No hay una unánime historia de lectura sino tantas historias como lectores. Compartimos ciertos rasgos, ciertas costumbres y formalidades, pero la lectura es un acto singular. No soñamos todos de la misma manera, no hacemos el amor de la misma manera, tampoco leemos de la misma manera.



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Para ciertos lectores, el placer de la lectura es uno de intimidad. Ese espacio amoroso que un lector crea con su libro no admite otra presencia. El niño que lee bajo la manta a la luz de una linterna cuando se le ha ordenado dormir, el adolescente acurrucado en el sillón para quien el único tiempo que transcurre es el del cuento que está leyendo, el adulto aislado de sus congéneres en un atiborrado vagón de tren o en un bullicioso café, encuentra su placer en un mundo creado sólo para él. Proust volvía al comedor una vez que la familia había salido a pasear para hundirse en el libro que estaba leyendo, rodeado solamente de los platos pintados colgados en la pared, del almanaque, del reloj, todos objetos, nos dice, "muy respetuosos de la lectura", que "hablan sin esperar respuesta y cuya jerga, a diferencia de la de los humanos, no trata de reemplazar el sentido de las palabras leídas con un sentido diferente". Dos horas de placer hasta la entrada de la cocinera que, con sólo decir "así no puede estar cómodo. ¿Y si le traigo una mesita?", lo obligaba a detenerse, a buscar su voz desde muy lejos, a sacar las palabras de su escondite detrás de los labios y a responder, "No, gracias", con lo cual el encanto quedaba roto. El placer de la lectura no admite terceros.
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Pero hay lectores para quienes la experiencia compartida prolonga y profundiza el placer de la intimidad. Acabo de leer un párrafo que me encanta y, antes de cerrar el libro o pasar a otra página, quiero leérselo a otros, regalar a un amigo el nuevo placer descubierto, formar un pequeño ruedo de admiradores de ese texto. 

Dar un libro a otro lector es decirle: "Éste fue mi espejo; ojalá sea el tuyo". Es así como creamos asociaciones de lectores que tienen algo de sociedades secretas, y es gracias a ellas que ciertos autores no han desaparecido de nuestras bibliotecas canónicas. He regalado innumerables ejemplares de Su mujer mona de John Collier, de la autobiografía de Henry Green, de Contra la corriente de James Hanley, de Rosaura a las diez de Marco Denevi, para poder hablar de lo que me gusta, para que mi placer tenga un eco. En su diario, Hervé Guibert cuenta que compró las Cartas a un joven poeta de Rilke para leer al mismo tiempo que su amigo el libro que éste se había llevado de viaje.

Intimidad solitaria y compartida. La lectura nos ofrece también el placer de la inteligencia. ¿Qué otro arte nos permite pensar con Pascal, razonar con Montaigne, meditar con Unamuno, seguir los vericuetos de la mente de Vila-Matas o de Sebald? No se trata de dejarse convencer con argumentos ajenos, lo que se ha llamado "terrorismo intelectual". Se trata de ser invitados a un momento de reflexión, de convertirnos en testigos de la creación de una idea, como ocurre en los diálogos de Platón o en las novelas de Gombrowicz. Se trata de escuchar y pensar. El resultado puede o no ser compartido; poco importa, ya que el recorrido intelectual no prevé ni conclusión ni destino preciso. Cerramos ciertos libros y nos sentimos más inteligentes, resultado que el autor no puede nunca prever. "El arte alcanza una meta que no es la suya", escribió Benjamin Constant. Lo mismo puede decirse de la lectura. El placer de la inteligencia significa al menos dos cosas: disfrutar del uso de la razón y disfrutar del reconocimiento del mundo. Es banal recordar que la lectura nos lleva a regiones insospechadas; menos banal es recordar que nos hace ciudadanos de tales regiones. Para un lector, todo libro es un museo del universo y, a veces, el universo mismo. Los lectores habitamos El Cairo de Naguib Mahfouz, las islas de Conrad, el Madrid de Galdós, pero también la luna de Wells y de Verne, los universos soñados por Lovecraft y Ursula K. Le Guin, el País de las Maravillas de Lewis Carroll. Hay un cuento (ya no sé quién lo escribió) en el que un hombre leyendo las aventuras de otro que se pierde en el desierto muere de hambre y de sed en su cama, rodeado de comida y de bebida. De forma algo más moderada, todo lector conoce el placer de habitar el mundo creado por otros, de ser su explorador y su cartógrafo.

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Un auténtico explorador goza de lo que encuentra, sea bueno o sea malo; un lector también. Que un libro nos parezca pésimo no significa que no nos pueda dar placer. Los grandes poetas nos deleitan; otros menos agraciados también son capaces de hacerlo. El inglés Charles Waterton, famoso conocedor de las selvas de Suramérica, se extasiaba ante los animales más feos de la creación, como por ejemplo el sapo de Bahía, repugnante criatura que el Dr. Waterton cogía tiernamente en su mano y acariciaba con cariño, mientras hablaba emocionado de la profunda mirada y espléndido brillo de los ojos del batracio. Igual hacen los lectores con cierta mala literatura. Parafraseando a Wilde, yo diría que hay que tener un corazón de piedra para no morirse de risa ante ciertas páginas de Azorín o de Ángeles Mastretta. O ante este verso del poeta mexicano Díaz Mirón: "Tetas vastas como frutos del más pródigo papayo". Tales abominaciones tienen la marca de un genio.



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Tom Stoppard escribió que para saber si un escritor es bueno o malo, hay que preguntarle a su madre. Más interesante, más entretenido, más placentero es descubrir si es un visionario. Quiero decir, si es capaz de revelarnos en su obra esos pequeños secretos que misteriosamente dan sentido al universo, diciéndonos lo que no sabíamos que sabíamos. Elijo una frase al azar, de la novela de Ana María Moix Las virtudes peligrosas: "La experiencia, en contra de lo que la gente suele opinar, no es ninguna forma de sabiduría... La experiencia, créame, amigo, no es más que una forma de nostalgia".

Tales revelaciones resultan menos insólitas que verdaderas. El lector sabe que, en tales casos, el placer no resulta de la sorpresa, que es obra del azar, sino de la confirmación de algo que ya ha intuido vagamente. La orden de Diaghilev a Cocteau 

-Étonnez-moi! "¡Sorpréndame!"- es el deseo de un empresario, no el de un auténtico lector. El lector acepta las sorpresas del texto como un preámbulo amoroso -descubrir que alguien toma café en lugar de té, que duerme del lado izquierdo de la cama, que tararea La violetera en la ducha- pero luego busca un conocimiento más íntimo, más profundo del texto, una familiaridad que se extiende y se renueva con cada relectura. "Cuando diseño un jardín", dice un personaje de Thomas Love Peacock, "distingo lo pintoresco y lo hermoso, y agrego una tercera calidad que llamo lo inesperado". "¿Ah, sí? Entonces, dígame", responde su interlocutor, "¿qué nombre le da usted a esa calidad cuando alguien recorre el jardín por segunda vez?".


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Tampoco debemos olvidar el placer de la memoria. Leer es recordar. No solamente esos "actos ocurridos hace mucho tiempo" sino también "los actos recientes de nuestros días". No solamente la experiencia ajena contada por el autor sino también la nuestra, inconfesada. Y no solamente las páginas del texto que vamos leyendo, memorizando las palabras a medida que adquirimos otras nuevas que olvidaremos en la página siguiente, sino también los textos leídos hace tiempo, desde la infancia, componiendo así una antología salvaje que va creciendo en nuestro recuerdo como la obra fragmentaria de un monstruoso autor único cuya voz es la de Andersen, la de San Agustín, la de Quevedo, la de Javier Cercas, la de Cortázar. Leer nos permite el placer de recordar lo que otros han recordado para nosotros, sus inimaginables lectores. La memoria de los libros es la nuestra, seamos quienes seamos y estemos donde estemos. En ese sentido, no conozco mayor ejemplo de la generosidad humana que una biblioteca.

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Leer nos brinda el placer de una memoria común, una memoria que nos dice quiénes somos y con quiénes compartimos este mundo, memoria que atrapamos en delicadas redes de palabras. Leer (leer profunda, detenidamente) nos permite adquirir conciencia del mundo y de nosotros mismos. Leer nos devuelve al estado de la palabra y, por lo tanto, porque somos seres de palabra, a lo que somos esencialmente. Antes de la invención del lenguaje, imagino (y sólo puedo imaginarlo porque tengo palabras), imagino que percibíamos el mundo como una multitud de sensaciones cuyas diferencias o límites apenas intuíamos, un mundo nebuloso y flotante cuyo recuerdo renace en el entresueño o cuando ciertos reflejos mecánicos de nuestro cuerpo nos hacen sobresaltar y darnos vuelta. 

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Gracias a las palabras, gracias al texto hecho de palabras, esas sensaciones se resuelven en conocimiento, en reconocimiento. Soy quien soy por una multitud de circunstancias, pero sólo puedo reconocerme, ser consciente de mí mismo, gracias a una página de Borges, de Jaime Gil de Biedma, de Virginia Woolf, de un sinnúmero de autores anónimos. La lombriz de la conciencia (como la llamó Nicolà Chiaromonte en otra página que me define) denota la incisiva, constante, obsesiva búsqueda de nosotros mismos. La lectura añade a esta obsesión la consolación del placer.

El placer ha sido denigrado en nuestra época al entretenimiento superficial, a la distracción, a la facilidad, a la satisfacción egoísta. Confundimos información con conocimiento, terrorismo con política, juego con habilidad manual, valor con dinero, respeto mutuo con tolerancia altiva, equilibrio social con comodidad personal. Creemos que estar contentos (o creer que estamos contentos) es ser felices. Quienes están en el poder nos dicen que para sentir placer tenemos que olvidarnos del mundo, someternos a normas autoritarias, dejarnos subyugar por míseros paraísos, deshumanizarnos. Pero el auténtico placer, el que nos alimenta y nos anima, tiende a lo contrario: a tomar consciencia de que somos humanos, que existimos como pequeños signos de interrogación en el vasto texto del mundo. Quienes tenemos la fortuna de ser lectores sabemos que es así, puesto que la lectura es una de las formas más alegres, más generosas, más eficaces de ser conscientes. 


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Harold Bloom

Cómo Leer Y Por Qué

Traducción de Marcelo Cohen

http://www.unpa.edu.mx/~blopez/algunosLibros/Harold%20Bloom%20-%20Como%20Leer%20Y%20Por%20Que.pdf



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Cómo leer y por qué*
El lector se transformó en el libro; y la noche de verano
era como el ser consciente de ese libro.

Wallace Stevens
http://www.henciclopedia.org.uy/autores/HaroldBloom/Comoleeryporque.htm

Foto: Corbis.

¿Por qué leer los clásicos?

Publicado por 


Bibliografía: Lectura Y Hábitos Culturales En España En La Actualidad


Resultado de imagen de mujeres y libroshttp://www.bne.es/export/sites/BNWEB1/webdocs/Inicio/Perfiles/Bibliotecarios/bibliografia-oposiciones/87._Lectura-Cultura-Espaxa-Siglo_XXI.pdf

 De cómo las veladas literarias dotaron de voz y estatus social a la mujeres que no tenían acceso a la formación académica. De cómo, más tarde, las novelas constituían una forma de autoconocimiento liberadora y que eran leídas como mensajes de la vida para la vida



“Mujeres y libros”, de Stefan Bollmann


La andadura se inicia en el año 1750 con Klopstock (autor de El Mesias) como protagonista y nos habla de cómo a través de la declamación de su largo poema consigue que las mujeres se enamoren de él. Sigue con Richardson, quien se valió de la propia correspondencia mantenida con sus lectoras para su famosa novela epistolar publicada por entregas. 

Pasa por Mary Wollstonecraft, una mujer que hace reseñas de libros y que se preocupa por el derecho de la mujer a la educación, por Jane Austen, Mary Shelley, Flaubert y su Madame Bovary, Susan Sontag…, incluso nos presenta a la sex symbol Marilyn Monroe como una lectora empedernida. Su paseo culmina hablando del superventas Cincuenta sombras de Grey, cuya génesis se debe a la fanfiction.




Enseñar a Leer y Escribir en la Educación Superior 


PROPUESTAS EDUCATIVAS BASADAS EN LA INVESTIGACIÓN.


http://www.fundacion-sm.org.mx/sites/default/files/Ense%C3%B1ar%20a%20leer%20y%20escribir.pdf



BIBLIOGRAFÍA EN TORNO A LA LECTURA Y LA ESCRITURA


Bibliografía básica:
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Temática 1. Conceptualización sobre el proceso de comprensión y producción de textos.

KENNETHS, Goodman. (1982) El proceso de lectura: consideraciones a través de las lenguas y del desarrollo.
Ferreiro Emilia y Gómez Palacios Margarita. Nuevas perspectivas sobre los procesos de lectura y escritura. México, siglo XXI.
CAMPS, Ana. (1990) Modelos del proceso de redacción: algunas implicaciones para la enseñanza. Revista Infancia y Aprendizaje, 49, 3-19.
Serie: Bajo Palabra (2001). Capítulos: Estrategias en el proceso lector; El autor y el lector en la comprensión lectora; El papel del texto en la comprensión; El texto escrito y el proceso de escritura. Departamento Audiovisual, Universidad de Antioquia.
Temática 2. Estrategias para movilizar los procesos de comprensión lectora en niños, niñas y jóvenes alfabetizados.

HURTADO V, Rubén Darío y otros. (2001). Lectura con sentido. Escuela Normal Superior María Auxiliadora. Medellín.
CAROZZI DE ROJO, Mónica y Patricia Somoza. Para escribir textos expositivos. Para escribirte mejor. Textos, pretextos y contextos. Paidos. 1994
BAKER, Linda. Metacognición. Lectura y educación científica. Minnick, Santa y D. Alverman. Una didáctica de las ciencias procesos y aplicaciones. Aique. 1994
Temática 3. Estrategias para movilizar la producción textual en niños niñas y jóvenes.

HURTADO V, Rubén Darío y otros. (2000). Escritura con sentido. Escuela Normal Superior María Auxiliadora. Medellín.
JOLIBER, Jossette. (1991). Formar niños productores de textos. Capítulos 3, 4 Dolmen.
ALLAL, Linda. (2000). Regulación metacognitiva de la escritura en el aula. En: El papel de la actividad metalingüística en el aprendizaje de la escritura. Buenos Aires, Homo Sapiens.
TEBEROSKY, Ana. (1995). Componer textos. En: Más allá de la alfabetización. Buenos Aires, Aula XXI Santillana.



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Temática 4. Evaluación de la comprensión y la producción textual.

LINEAMIENTOS CURRICULARES, Lengua Castellana. Modelos de evaluación en el lenguaje. M.E.N. 1998
PEREZ, Abril Mauricio. Evaluación de competencias en comprensión de textos. Qué evalúan las pruebas masivas en Colombia? M.E.N. 1998
SERRANO, Estella y PEÑA Josefina. La evaluación de la lectura y la escritura en el contexto escolar, sus implicaciones para la práctica pedagógica.
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QUINTANA, Hilda. El portafolio como estrategia para la evaluación de la redacción. Lectura y Vida, año 17 Nº 1, 1996.



Bibliografía complementaria:

ALLIENDE, Felipe y CONDEMARIN, Mabel. La lectura: Teoría, evaluación y desarrollo. Chile: Andrés Bello, 1982.
ALVERMANN, Donna y SANTA, M. Carol (compiladoras). Una didáctica de las ciencias. Procesos y aplicaciones. Argentina – Aique. 1994
ANTONIO LEÓN, José. La mejora de la comprensión lectora. En: Infancia y aprendizaje.
Nº 56. España. 1991.
AUSUBEL P, David. Psicología Educativa: Un punto de vista cognoscitivo. Ed. Trillas. México. 1980.
BATISTA, Enrique y Otros. Calidad y futuro de la educación en la región de planificación del occidente colombiano. Segunda edición corregida. Medellín, De. Universidad de Antioquia. 1993.
BUSTAMANTE, Guillermo. Los procesos de lectura. Bogotá. Colección mesa redonda 1995.
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CAIRNEY, T.H. Enseñanza de la comprensión lectora. Ministerio de educación y ciencia. Madrid. 1992.



CARRETERO, Mario. Constructivismo y educación. Barcelona. Ed. Edelvines. 1993.
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Curriculum vital

Lic. Belkis Cárdenas Marrero

 Belkis Cárdenas Marrero, Licenciada en Educación en la Especialidad Español Literatura, asistente ,graduada el año 1992 en el Instituto Superior Pedagógico de Camaguey; Cuba. Tiene 16 años de experiencia como docente y los 6 últimos como profesora de Idioma Español para extranjeros en la Universidad De Ciego de Ávila, Cuba. Ha cursado y aprobado satisfactoriamente más de 42 postgrados con temas de la especialidad, metodología , pedagogíapsicologíaevaluación del aprendizaje, computación, idiomas, dos Diplomados en Pedagogía y obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados ( D.E.A.) por la Universidad de Granada, España. Su línea de investigación para la tesis de doctorado gira sobre El desarrollo de la escritura en las clases de Español como lengua extranjera. Tiene cinco artículos publicados y un Folleto de Español para Turistas en Cuba, notable participación en eventos Nacionales e Internacionales sobre la enseñanza de lenguas extranjeras y en diversos Forum de Ciencia y Técnica.

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