Poeta, novelista y ensayista francés. Su verdadero nombre era Frederic Sauser-Hall. Nació en La Chaux-de-Fonds, de padre suizo y madre escocesa, y obtuvo la nacionalidad francesa tras la I Guerra Mundial. Abandonó pronto sus estudios y viajó por Europa, Rusia y Asia, desempeñando diversos oficios. Blaise Cendrars fue ante todo poeta y en 1909 publicó La leyenda de Novgorod, y más tarde Pascua en Nueva York (1912), y el famoso Prosa del transiberiano y de la pequeña Juana de Francia (1913). Al igual que Apollinaire, despreciaba los poemas breves por lo limitado de su alcance y creó un estilo nuevo basado en la sucesión de impresiones, temas y sentimientos en los que la nostalgia y la desilusión se combinan con una visión cósmica del mundo. En 1914 ingresó en el ejército francés y sirvió en el cuerpo de voluntarios extranjeros. En 1915 perdió la mano derecha tras ser alcanzado por una granada. Su talento lírico quedó entonces destruido y hasta 1926 sólo escribió ensayos sobre pintores, relatos y una Anthologie nègre (1921). Este sentimiento de pérdida se observa también en El oro (1925), su primera novela. Moravagine (1926), una novela surrealista publicada un año más tarde, marcó su regreso a la violencia narrativa y fue al mismo tiempo una expresión autobiográfica de su vida aventurera. Blaise Cendrars fue también un aventurero de las formas literarias y un innovador de la ficción y el ritmo sincopado.
Sus cuatro novelas más importantes, El hombre fulminado (1945), La mano cortada (1946), Bourlinguer (1948) y Le Lotissement du ciel (1949), demuestran que su autor entendía la literatura como una conquista del yo. Recibió la Legión de Honor y la Medalla Militar. En 1961, el mismo año de su muerte, fue galardonado con el Gran Premio Literario de la Villa de París. ©
BLAISE CENDRARS (1887-1961) – Une vie, une œuvre
[1995]
Blaise CENDRARS – Un siècle d'écrivains : 1887-1961 (DOCUMENTAIRE, 1999)
Blaise Cendrars, como una novela (2017)
Blaise Cendrars
y Panamá como aventura poética
Por Giovanna Benedetti*
C’est le crach du Panama qui fit de moi un poète!
Blaise Cendrars
En 1918, una pequeña editorial parisina que dirigía el escritor Jean Cocteau, puso en circulación 500 ejemplares de una extravagante obra poética que no podía sino llamar la atención. Era un librito impreso en octavo, con un doblez vertical por el medio, de modo que su formato pudiera plegarse y semejar una guía de viaje. La cubierta, brillantísima, repetía verticalmente el mismo motivo marinero en rojo, azul y blanco, y decía lo siguiente:
Le Panama ou les aventures de mes sept oncles
Blaise Cendrars
Paris, 1918
Éditions de la Sirène 12 bis Rue de la Boëtie
Esta singular publicación —que fue recibida al momento con el entusiasmo anticipado— era la obra de un trotamundos cultísimo, nacido en Suiza, políglota, viajero precoz y lector absoluto; un escritor cosmopolita, iconoclasta, con cara de boxeador enternecido, a quien un obús había arrancado el brazo derecho en la reciente gran guerra. Un poeta vertiginoso, atrevido, innovador (tanto o más, incluso, que el mismísimo Apollinaire), y tan lleno de ingenio creativo y manifestaciones insólitas, que era fama que había conseguido encarnar —literalmente— en su propia alegoría: la de ser la “brasa que arde desde la ceniza; pues no escapaba a nadie que aquel seudónimo que Frédéric-Louis Sauser se había dado a sí mismo: “Blaise Cendrars”, no era más que una suerte de eufónico anagrama de las palabras francesas “braise” (brasa),“cendre” (ceniza) y “ardre” (arder).
¿Pero qué se traía con Panamá? ¿Quiénes eran esos siete tíos y de qué iba la aventura?
Le Panama ou les aventures de mes sept oncles (Panamá o la aventura de mis siete tíos), es un larguísimo poema de quinientos diez y nueve versos, de aliento épico y trasfondo autobiográfico, donde Panamá (pero no el país —hay que advertirlo— sino el escándalo de la quiebra del canal francés: le crach du Panama), sirve de hilo conductor a una cautivante historia lírica, llena de evocaciones y aventuras, en la que se mezclan nostalgia, exotismo, fábula y leyenda. Una exuberante película literaria, pródiga en originalidad, intriga, sátira y humorismo, transmitida en un estilo que evidencia las novísimas incursiones estilísticas de las que Cendrars es portaestandarte, con sus juegos de acrobacias lingüísticas, su peculiar poética “elástica”, y sus figuraciones simultaneístas y cubistas.
El poema articula un relato tan insólito como fascinante a través de una sarta de peripecias que se originan en la debacle financiera francesa de la Compañía del Canal de Panamá en 1889, y que lleva como protagonistas a siete hermanos de la madre del narrador poético (de ahí los siete tíos), obligados a echarse al mundo luego de le crach du Panama. Estos siete tíos, que por alguna curiosa razón responden todos al mismo nombre colectivo: “Alfred”, se comportan como una unidad, no obstante el hecho de que individualmente parecen ir encontrando destinos disparejos, según se deduce de todas esas cartas “tachonadas de sellos exóticos” que suelen recibirse en casa de la hermana, procedentes de la Patagonia, de Colorado, de Texas…
La ficción de esa parentela desterrada, le permite a Cendrars sumar y dividir los contrastes de su propia trashumancia, utilizando a Panamá (un Panamá metafórico) como prisma reflector. En el poema, este artilugio funciona elegantemente como un doble punto de ruptura: el de quiebre emocional y el de la quiebra económica. Esto le da una sorprendente interacción de planos que el poeta maneja con gracia y desenvoltura, haciendo gala estilística del simultaneísmo. Es decir, entrometiendo miradas alternas y documentos laterales al texto en un afán por lograr, estéticamente, ese valor múltiple que los pintores cubistas obtienen al descomponer sus imágenes o al añadir objetos circunstanciales y efímeros. En Le Panamá se incluyen alrededor de cincuenta esquemas gráficos de rutas de trenes y hasta una noticia comercial.
Esta atrevidísima creación poética es sin duda reflejo de una época alucinada por la configuración de nuevos iconos y símbolos: la velocidad, el automóvil, la aviación, los inventos cinemáticos y fonográficos, las proezas de la ingeniería… Semejante concomitancia tenía que impresionar estéticamente a todas las vanguardias; pero quizás solo en Cendrars consigue otra vuelta de tuerca, al quedar amplificada por su peculiar conciencia geográfica. Y es que Blaise Cendrars, hay que repetirlo, es un hombre esencialmente itinerante, movible, “elástico” (de ahí el mote que da a sus poemas); alguien que sufre una perpetua sed de espacio y pretende abrazar a la vez todos los hemisferios: dárselo todo de golpe y no una cosa tras otra.
La aventura de Panamá encuentra un nuevo tío
En 1923 la aventura de los siete tíos aparece publicada nuevamente junto a otros dos poemas largos: Les Pâques à New York, de 1912, y el abolutamente fantástico La Prose du Transsiberien et de la petite Jehanne de France, que en 1913 ya había circulado impreso en una sola hoja plegable de dos metros de altura, ilustrado con los “colores simultáneos” de Sonia Delaunay.
Tocaba entonces saltar la barrera del idioma, y la primera propuesta de traducción al inglés llegó en 1930, de parte de uno de los mayores escritores del siglo XX: el estadounidense John Dos Passos, autor de la importante novela Manhattan Transfer y de la trilogía que incluye The Big Money, The 42nd Parallel y Nineteen Nineteen. Dos Passos, amigo cercano de Hemingway, era parte de aquella famosa “generación perdida”, que entre ambas guerras vivió repartida en en Europa, teniendo mayormente por epicentro a París.
De ascendencia portuguesa, John Roderigo Dos Passos dominaba con fluidez varias lenguas latinas (principalmente español, pues había estudiado arquitectura musulmana en España). Tenía además una excelente habilidad artística para el dibujo y la pintura, por lo que no solo se empeñó en traducir el poema, sino que le añadió una colección de estampas a cuatro tintas coloreadas al agua, que elaboró a partir de fotografías del Canal de Panamá.
Dos Passos, quien llamaba al ilustre manco el “Homero del Transiberiano”, comentó que su interés como ilustrador había sido añadirle “un poco de color marginal a las poderosas metáforas de Cendrars”; pero lo cierto es que se le fue la tinta, y acabó inventando cosmogonías pictóricas que el poema sinceramente no imagina. Sus briosos y elegantes dibujos no se relacionan con los momentos expresivos del texto cendrarsiano —que gira, recordémoslo, alrededor de la quiebra de la compañia francesa del canal de Panamá—, sino que crean una constelación de figuraciones inéditas y de símbolos de un Canal de Panamá “norteamericano”, con sus grandes buques, sus esclusas mecánicas y sus compuertas acuáticas, que nada tienen que ver con las andanzas de los tíos y sus remotas aventuras ocasionadas por aquel crac du Panama de finales del siglo XIX. Pero allí quedan, para delicia de los bibliófilos.
Como una brasa en las cenizas
Blaise Cendrars murió en 1961, a los 74 años, luego de haber hecho del mundo un gran pañuelo creativo. Movilizó las vanguardias, influenció a los surrealistas, renovó la prosa francesa, introdujo el cine en la literatura, fue innegablemente el precursor de los Alcoholes de Apollinaire (y quizás de sus Caligramas…), experimentó con películas móviles, fue un poeta visionario y un avanzado novelista, diseñó sorprendentes estructuras escénicas, compuso coregrafías musicales para los ballets rusos y suecos, se apasionó por la cultura africana y fue el primero en reunir sus tradiciones orales en una “Antología negra” en 1921.
Viajero infatigable, dicen que conocía todos los trenes de Europa por su chasquido sobre los rieles, y que el ser manco no le impidía saltar sobre un vagón en marcha, ni conducir un automóvil deportivo, ni conseguir trabajo como peón en la construcción del canal de Panamá… Tuvo que adiestrar su mano izquierda para escribir mientras pasaba de la California a Lisboa (por la vía del istmo), o de Nueva York a Vancouver (otra vez por Panamá), o iba de la Amazonia a Buenos Aires, o de Moscú hasta la Conchinchina a bordo del transiberiano, o exploraba a pie Brasil (su querido “Blaisil”) a donde iría varias veces invitado por los modernistas de São Paulo.
"Disonancias del arco iris en la telegrafía inalámbrica de la Torre
Mediodía
Medianoche
En todos los rincones del universo se murmura: "Merde"
Rayos
Cromo amarillo
Nos hemos contactado
Los transatlánticos se acercan desde todas las direcciones
Desaparecen
Todos están en movimiento
Y los relojes marchan
Paris-Midi informa que un profesor alemán fue devorado por los caníbales en el Congo
Bien hecho
L´Intransigeant publicó esta noche poemas para tarjetas postales
Es idiota que los astrólogos roben las estrellas
Cuando ya no se pueden ver
Le pregunto al cielo
El servicio meteorológico indica que el tiempo empeorará."
De Frédéric Louis Sauser sabemos casi todo. Sabemos, por ejemplo, que nació en Suiza; de niño viajó con sus padres por Egipto e Italia; en el colegio se destacó con acierto por ser un mal estudiante; llegada la adolescencia, abandonó la casa paterna y recorrió Asia acompañando a un traficante de joyas; viajó a bordo del Transiberiano hasta llegar a Rusia, donde aprendió el idioma de Dostoievski a los diecisiete años; fue joyero y se querelló amorosamente con Hélène Kleimann, una chica suiza afincada en San Petersburgo. Frédéric Sauser combatió en la Primera Guerra Mundial y perdió el brazo derecho; sintió el vértigo de la velocidad en New York; recorrió el continente americano; hizo de corresponsal de la prensa británica y cubrió la Guerra Civil Española; cansado de ser suizo, adoptó la nacionalidad de Voltaire; se enseñó a usar el brazo izquierdo y escribió incansable, infatigablemente. Ya viejo sólo tenía un deseo: conocer Suecia, pero la Academia, fiel a su tradición de cometer bromas, le negó el Nobel, esa superstición. Finalmente, Frédéric Sauser estuvo de acuerdo con el consejo dado por las Escrituras, así que murió a los setenta y cuatro años. Los amigos que asistieron a su funeral (no más de cinco), después de haberlo velado en la sala, decidieron sacar el ataúd por la ventana trasera de la casa, como un homenaje al espíritu aventurero de Sauser, como si éste esperase aún el momento de fugarse por última vez. Todo esto lo sabemos. Pero la biografía espiritual de todo ser humano es una sajadura, y la de Sauser no es una excepción. Aquella linda chica, Kleimann, Hélène Kleimann, pereció en su cuartito de San Petersburgo envuelta en un vestido de llamas, mientras Sauser se encontraba en Neuchatel, adonde había vuelto para estar cerca de su madre enferma. Frédéric Sauser fue siempre fiel a ese rostro de lucero pálido que amanecía. Como un paciente alquimista obstinado, trabajó y mezcló en su favor las palabras «braise» (brasa) y «cendres» (cenizas). Entonces comprendió que debía ser otro, un hombre y un nombre que proviene del fuego: Blaise Cendrars.
El oro (fragmento)
"El viaje lo hacen con gran rapidez. La silla de posta quema etapas. Duermen en Délémont. Al día siguiente comen truchas en Saint-Ursanne, y mientras tanto los niños se extasían contemplando la pequeña ciudad que ha conservado sus murallas medievales. La señora de Suter siente cómo se le encoge el corazón ante la idea de entrar en tierra católica. La noche la pasan en la amarilla Porrentruy. Luego, al día siguiente, entran en el país de los Welches, a través de los valles de los ríos Joyce y Allaine, Boncourt, Delle, Belfort, donde cogen el coche que viene de Mulhouse.
Ahora van, a todo correr, por la carretera principal de Francia, y por Lure, Vesoul, Vitrey, Langres, llegan a tiempo a Chaumont para coger el correo de París. Desde Chaumont existe ya el coche con motor a vapor que lleva hasta Troyes, desde donde se puede ir a París por ferrocarril, pero la señora ha visto en el relevo de la posta una hoja en la que unos dibujos de un tal Daumier ponen de manifiesto todos los peligros a los que se ven expuestos los viajeros de estos nuevos medios de locomoción; ese es el motivo por el que, a pesar de las instrucciones recibidas, coge el coche de línea que viene de Estrasburgo, pues es menos peligroso y además se encontrará con gente que todavía habla alemán. Los niños, sobre todos los chicos, sufren una decepción.
En París, el señor Dardel Ainé, su banquero, la previene contra cualquier clase de precipitación. Es en su casa donde oye hablar por vez primera del descubrimiento de las minas de oro. Le entran ganas de llorar y de regresar a casa de su padre. El señor Dardel no sabe con certeza de qué se trata, pero ha oído decir que todos los desharrapados de Europa se van a California y que hay luchas y asesinatos en las minas. Le aconseja que no vaya más allá de El Havre y que pida allí informes serios a sus colegas antes de aventurarse a embarcar.
En la chalana que va Sena abajo, hay unos hombres con rostro patibulario; forman un pequeño grupo que se mantiene alejado del resto de los viajeros. Están sentados en el equipaje y hablan en voz baja entre ellos. A veces se enzarzan en discusiones feroces y se pueden oír, entre gritos y juramentos, las palabras América, California, Oro.
Los señores Pury, Pury e Hijos, se asombran al ver entrar en su despacho a la señora Ana Suter y oyen de sus propios labios que quiere ir a Nueva Helvecia. "
Blaise Cendrars y la erudición
Ricardo Gullón
Con magnifico brío, en sucesivos impulsos de entusiasmo, ha creado Cendrars su obra, corriendo el globo, viviendo y muriendo por los siete mares y los cinco continentes, ciudadano del mundo de la poesía. Pero no de una poesía velada de brumas, tejida con sueños y divagaciones, sino turbia y desgarrada como la vida, hecha con todo lo malo y lo bueno que ésta le deparó a lo largo de una existencia agitada, aventurera, de una existencia cargada hasta los bordes de riquezas y penurias, de dulzuras y dolores.
Un editor le encargó una biografía de François Villón, tal vez pensando en el parentesco espiritual entre los dos poetas que permitiría al contemporáneo explicar -explicándose- el espíritu del medieval Y. Cendrars, sin ignorar las dificultades de la tarea, aceptó la propuesta y comenzó a trabajar. En tal momento aconteció el choque con la erudición que ha dado lugar a las páginas de introducción a su libro, ahora publicadas en forma de carta al editor, por La Table Ronde (marzo 1952).
Cendrars se revela contra la asfixia de la poesía entre la balumba de documentos, datos y disputas eruditas que la sepultan. Y más que contra los eruditos propiamente dichos, su protesta va dirigida a los poetas mismos, a los poetas de hoy, que ceden a esos juegos y se obstinan en escribir historias literarias comparadas, crítica analítica, estilística y otros excesos más o menos científicos en torno o sobre la poesía.
Contra los poetas que acuden a la Sorbona a discutir sus tesis, tesis sobre Rimbaud, por ejemplo, a quiera cada cual trata como ascua buena para arrimada a su sardina. Burócratas de la poesía, poetas conformistas, aunque algunos se digan revolucionarios. Contra esos poetas, de Claudel a Aragón, lanza Cendrars la palabra de Cambronne, conforme ya hiciera precavida y anticipadamente el mismo Rimbaud. Esta imprecación se hace desdeñosa y burlona cuando Cendrars alude a los trabajos, también sorbonáticos, de los rebeldes surrealistas de uno y otro sexo, que pretenden «iluminar» la poesía de Nerval, como si ésta no fuera ya de por sí bastante resplandeciente.
El secreto de Blaise Cendrars
Publicado en Artes y Letras (El Mercurio), 19 de enero, 1997.
Los matemáticos saben que existen al menos tres caminos completamente independientes que llevan al número π. Algo similar le ocurre al que investiga la modernidad. Al que se sumerja en el origen del arte moderno, se le aparecerá con sorprendente frecuencia el nombre de Blaise Cendrars.
Si sigue hacia atrás las huellas del surrealismo, descubrirá a un grupo de poetas dadá, influenciados poderosamente por “Los Cantos de Maldoror”, y si escarba un poco más descubrirá en Cendrars al responsable del descubrimiento y publicación de Lautreamont, poeta desconocido y no publicado desde 1867.
Si investiga el origen de la poesía moderna, descubrirá que los almanaques literarios coinciden en que es Apollinaire –y su poema Zona– el que termina definitivamente con los resabios del siglo XIX e inventa el lenguaje lírico moderno. Si investiga un poco más descubrirá que “Zona”, sería agregado al libro “Alcoholes” después de impresas las pruebas. Pero deberá investigar aún otro poco para descubrir la causa de esta inserción de último minuto: Apollinaire quedó electrizado al recibir un poema largo, “Pascuas en Nueva York”, del jóven poeta Blaise Cendrars, recién llegado de Nueva York.
Si busca el origen del cine, como la forma artística propia del siglo, descubrirá que son Fritz Lang en Alemania, Abel Gance en Francia, Sergei Eisenstein en Rusia y DW Grifith en Estados Unidos los responsables de darle a este invento una forma propia. Una investigación más profunda volverá a desembocar en Cendrars. Ya que Gance fue celebrado por la vanguardia parisina con el estreno de La Roue (1921), no por la película en sí, una historia melodramática y pueril, sino por la famosa secuencia de la locomotora, un minuto de vertiginosa edición de émbolos, engranajes, pistones y chimeneas, que precedieron en cuatro años a Potemkin y que fue editada por su asistente Cendrars, quién fué retirado de los créditos más tarde. Leger formaría luego un pequeño cine-club, donde exhibía únicamente esta secuencia, atrayendo el interés de los artistas hacia el cine e involucrándolos en producciones experimentales (Man Ray, Duchamp y el mismo Leger, con Ballet Mechanique). Camino a América para su aventura Hollywoodense, el soviético Eisenstein pasará por París a pedir a Cendrars permiso para filmar El Oro, novela escrita en un lenguaje totalmente cinematográfico. Consigue la autorización del escritor, sin embargo los estudios americanos rechazan el proyecto, por subversivo.
Cendrars será también el autor del primer reconocimiento público a Henry Miller, hasta ese momento –1934– solo leído como pornografía. Para Miller será su referente principal y probablemente su escritor más querido. Miller es el eslabón que une a Cendrars a la que podríamos llamar “epica americana de los caminos”. Cuando Cendrars recorre Europa en su Alfa Romeo dice para sí, “Me sorprende que no haya ninguna novela de nuestros días dedicada al automóvil, a la carretera moderna, a los moteles, a la galantería rodada […] Me sorprende que ningún poeta de nuestros días haya cantado todavía el automóvil como yo canté el ferrocarril en el Transiberiano, en vísperas de la otra guerra […] porque ¿verdad?, no es la Guía Michelin lo que hará comprender a nuestra posteridad qué descubrimiento fue para nosotros la carretera y el automóvil…” Unos diez años después de entrar en contacto con Cendrars, Henry Miller regresa a su país escapando de la guerra e intenta publicar una visión de américa desde el automóvil, desde un Buick del 32. El relato de este viaje es Pesadilla con Aire Acondicionado, que publica en 1945 y es la primera novela de carretera. La influencia de Miller sobre Kerouac es fundamental, y este publica On the Road en 1957, el resto es historia conocida.
Es vital el aporte de Cendrars el descubrimiento de la importancia del arte negro. Algunos investigadores (como Frobenius) habían llamado la atención sobre el valor de los trabajos africanos, pero no sería sino hasta la publicación por Cendrars de la Antología Negra en 1921, que el arte negro se consolida como eje del arte moderno.
Hay docenas de ejemplos, en el mapa creativo del siglo, Cendrars se dibuja como un nudo ferroviario en que se cruzan todas las líneas.
Para el poeta Godofredo Iommi lo esencial del arte es la inmersión del artista en la libertad total. Esta libertad conlleva la vanguardia y en ella atribuye a Cendrars una importancia crucial: “Cuando Cendrars publicaba un menú como un poema, él estaba diciendo esto es poesía por que lo digo yo, simplemente. No hay otra base, es por que lo digo yo. Con lo cual testificaba algo que viene del fondo de la historia, las musas. Yo siempre puse a Cendrars por delante de Duchamp, Cendrars antecedió con mucho a la célebre composición de Duchamp… cuando mandó el urinario y le puso fontaine”.
A pesar de esta sólida presencia en el orígen de la literatura actual, su presencia académica es mucho menor. ¿Existe una maldición sobre Blaise Cendrars? En pocos escritores existe una desproporción tan grande entre su estatura real y su percepción por parte de la cultura oficial. Los que le han leído han sido golpeados por su potencia lírica, aturdidos. Los escritores no lo leen, los críticos no lo recomiendan. Pero sobre todo están las víctimas de estos últimos, honestos lectores, que serían felices si lo leyeran.
¿Porqué no han oído jamás su nombre? La razón por la que Cendrars no tiene un sitial asegurado en la historia de la literatura es porque en general ese sitial hay que labrárselo. Y labrarse un sitial literario es un negocio full-time. Los escritores profesionales invierten buena parte de su tiempo en cuidar su opinión, justificar contradicciones, explicar su participación o no participación en política, redactar manifiestos, enviar invitaciones, firmar contratos, adscribirse a escuelas artísticas, frecuentar ciertos cafés, evitar otros, pasar revista a las librerías, almorzar con críticos, leer sus críticas, corregir el rumbo, participar en concursos. Un trabajo en suma, como muchos.
Cendrars en cambio fue siempre un hombre de paso, un hombre que escribía de madrugada para no perderse un minuto del día, para quién escribir era abdicar. Abdicar de la vida. Daba la misma importancia a escribir que a poner en marcha un negocio en Brasil. No distinguía el escribir un poema de escribir un manual sobre el uso correcto del látigo. Prácticamente cada obra suya dió origen a un nuevo género, a una nueva vuelta de la rueda del siglo. Moravagine es completamente distinto del Hombre Fulminado, y la Prosa del Transiberiano está tan cerca de los Poemas Elásticos, como Les Demoiselles de Avignon lo están de un cuadro de la época rosa. Abandonaba con asombrosa rapidez un camino recién inventado, para abocarse a otro. O los abandonaba todos para aislarse por años, sin dar señales de vida, o para partir de nuevo a América, seducido por el negocio de los carburantes. No, así no se llega a ninguna parte.
Los académicos niegan a Cendrars su posición de primera línea en la literatura moderna. Si uno se toma el tiempo de leer sus razones, concluímos que es considerado un escritor “exótico”, poco serio, al cual se mete en el mismo saco con gran cantidad de cronistas de viajes más o menos entretenidos que abundaban en los periódicos a comienzos de siglo. Por bellos que sean sus relatos, no pasarían de ser una crónica, que finalmente cae en lo pintoresco. Sus méritos son los del viajero más que los del poeta. Discurren así: A un viajero le ocurren cosas, y si esas cosas son bellas, es mérito de las cosas, ese relato carece por lo tanto de valor literario.
Pero si bien esto tiene sentido, no puede aplicarse a Cendrars. No era un relator de anécdotas, sino un creador de realidades. Para iluminar este aspecto –y aunque los secretos no se cuentan– es que quiero revelar aquí el secreto de Blaise Cendrars…
En “El Hombre Fulminado”, una de sus novelas autobiográficas, relata un viaje en auto por el sur de Brasil y su encuentro con Manolo Secca, un viejo, un mulato, que perdió una pierna en la guerra, a cargo de una gasolinera perdida en el Matto Grosso, con quien Cendrars pasó 8 días. Entre un automóvil y otro, Manolo Secca disponía de mucho tiempo, días, semanas… que empleaba en esculpir figuras de santos.
Tallaba en grandes troncos de madera de la selva: figuras negras en madera de cajú, blancas en madera de palosanto. Pero lo que más impresionó a Cendrars era que estas figuras, de tamaño natural, estaban talladas de pie sobre pequeños automóviles. Cada figura en su auto –Oldsmovil, Renault, Ford– todas excepto Poncio Pilatos, que en uniforme de almirante a bordo de un acorazado americano, no se lavaba las manos en una palangana, sino directamente en el mar. Los personajes se paraban siempre sobre el techo de los autitos, Manolo Secca quedó impresionado, pues, al ver el auto de Cendrars, su primer convertible, y prometió tallarlo de pie sobre su Alfa Romeo.. En madera de cajú, negra, como le pidió Cendrars.
Esta es una histórica arquetípica de Cendrars, y Secca uno de sus más característicos personajes, de historias como esta están plagadas sus novelas y sobre todo sus tres volúmenes de Historias Verdaderas. ¿No cae este relato medio a medio en el pintoresquismo que le critican los almanaques? Pintoresquismo al que Cendrars jamás respondió, salvo con más historias. Para quienes no se dejan seducir con “anécdotas” como esta, será iluminador conocer la historia de Aleijadinho y la Catedral de Congonhas:
Osvaldo de Andrade y un grupo de modernistas brasileros conocieron a Cendrars en París, ciudad en la que buscaban orientación artística, como todos en 1923. Cendrars los acoge y les presenta a todo el mundo: Léger, Braque, Delaunay, Brancusi... tambien a Chagal, a quien el mismo Cendrars a conseguido rescatar desde Rusia, con dinero de Ambroise Vollard.
A las inquietudes estéticas de sus jóvenes brasileños, Cendrars responde que el origen del modernismo que los inspiraba debían buscarlo en el propio Brasil. Ellos regresan, y financiados por su mecenas, Paulo Prado, rey del café, invitan a Cendrars a Brasil, quien llega a Rio de Janeiro en febrero de 1924.
Una caravana de autos se interna con Cendrars hacia el Matto Grosso, para todos es un viaje de descubrimiento, ya que los jóvenes poetas brasileños tampoco conocían el Brasil profundo. Se detienen unas horas en Congonhas do Campo, donde Cendrars queda aturdido al conocer las esculturas de Aleijadinho, un artista popular, un mulato del siglo XVIII, esclavo y por añadidura, jorobado.
Aleijadinho esculpía figuras sagradas en madera, basado en el barroco europeo que veía en las iglesias. Pero el viejo esclavo les dio un giro completamente distinto. Sus esculturas fueron solicitadas por todas las iglesias brasileñas y finalmente decoraron catedrales. Cuando llegaron a europa, provocaron admiración e insuflaron nueva vida a la escultura religiosa europea. Este es el primer caso conocido en que un artista americano devuelve, enriquecido, el aporte recibido de Europa e influye a su vez sobre ella.
No leí esta historia en una crónica sobre Cendrars, sino en un libro sobre el modernismo brasileño, y de pronto me golpeó el descubrimiento de este secreto evidente: Aleijadinho es Manolo Secca, trasmutado en bencinero, demostrando en una historia de muchas capas, que el arte más moderno nace de la tensión entre la tradición recibida y el giro nuevo que a ella da la musa.
Blaise Cendrars no es un fotógrafo que recorre los países a la de imágenes, como humildemente nos quiere hacer creer, sino el secreto poseedor de una poderosa máquina creativa, capaz de trasmutar y dar sentido a nuestra absurda realidad.
La mano cortada (fragmento)
"Legión o no legión. Me he comprometido y como muchas veces en mi vida, estaba listo para ir hasta el fondo de mis actos. Pero no sabía que la Legión me haría beber de ese cáliz hasta los excrementos para conquistar mi libertad como hombre. Ser. Ser un hombre. Y descubrir la soledad. "
"Escribí el capítulo anterior a mi regreso de un viaje a la Amazonia y lo publiqué, junto con otros acompañados de fotos, en el diario Le Jour en 1935. Pero nunca mencioné a mi compañero de viaje, el capitán X..., consejero en la embajada de Brasil en París y el único blanco susceptible de proporcionar un testimonio vivido bajo los efectos del ibadú, puesto que fue levitado después de haber absorbido a la fuerza cierta dosis que su piragüista le hizo ingurgitar al zozobrar la embarcación, en medio como estaban de uno de esos furiosos huracanes que transforman el Amazonas en un mar rabioso y que te caen de repente encima sin previo aviso en medio del tiempo más bello y el cielo más cerúleo. Es el povoroca, devastador huracán que origina sombríos cortes en las selvas vírgenes circunvecinas, abate gigantescos árboles, hace remontar, echar marcha atrás, al río más potente del mundo, levanta columnas de agua que vuelven a caer en trombas giratorias, se desplaza como un ciclón en bruscos saltos y de una energía inaudita. En un guiño de ojo todo está asolado. Los relámpagos fulguran sin discontinuidad. Los truenos se abren paso como tanques. El jadeante cielo queda estriado de nubes amarillas y gruesos nubarrones que se precipitan. Huele a ozono, y el calor que se desprende de todo este revuelo te sofoca y te hace llamear. Chispazos eléctricos crepitan a lo largo de los nervios. La mirada queda estupefacta. La lluvia diluviana que sigue y marca el final del fenómeno es una picadora que va, viene, apiola, aplasta; afilada como la hoja de una hoz, la lluvia siega, siega y hace el vacío por donde se desplaza, empujándole a uno, y te agrieta la piel, te hace sangrar. —¿Y su escolta? —le dije a mi amigo. —Se ahogaron todos. —¿Eran muchos? —Un sargento y seis hombres. —¿Estaban en la piragua? —No, en otras tres embarcaciones, dos hombres en cada una y dos remeros. —¿Y usted? —Yo iba en una pequeña piragua, con José Antonho, el guía de Pau-Queimado, un zambo, con su hijo Firminho, un chaval de quince años. —¿Y? —Entonces José Antonho se lanzó sobre mí, me dio un golpazo con la espátula en medio de la frente, me hizo caer al fondo de la piragua que se estaba hundiendo y, cuando estaba abriendo la boca para gritar, me metió dentro de ella un manojo de hierba que casi me ahoga y. —¡Se puso a volar! —No, Senhor, yo me debatía. Mi última sensación fue una sensación de agua y de frío. Un agua amarga que me corría por la boca, de un amargor que me hacía escupir y tragar, y un frío que me helaba los miembros, me paralizaba. —¿Y después? —Me desperté. Unas mujeres nos estaban haciendo beber un caldo criollo, una mezcla caliente. José Antonho y Firmino estaban acostados a mi lado. Seguían inconscientes. Me encontraba mal, con fiebre... —¿Así que no habían vuelto al campamento? —No, me encontraba en la cabaña de José Antonho, de vuelta a Pau-Queimado, su población de origen, a trescientos quilómetros del campamento. —¿Qué día era? —Era el mismo día. Apenas había transcurrido media hora desde el momento del naufragio, cuando creí que no saldría de aquella... —¿Y la piragua? —En su sitio de siempre. Aunque al consejero de embajada no le gustaba hablar de esta aventura, yo no hacía más que ir a su casa para que me contara. Era un hombre digno de crédito, tranquilo y ponderado. Vivía en Francia desde hacía quince años. Había alquilado la villa de Léon Bloy en Bourg-la-Reine. Sentía una gran admiración por este escritor por cuanto él mismo se pasaba las noches escribiendo novelas, relatos nostálgicos en los que evocaba la vida y el pasado de su país perdido con una sintaxis singularmente complicada y un vocabulario romántico de lo más rico y precioso, pues las noches son largas cuando se sufre de insomnio y accesos de paludismo y con la mente raptada por el Infierno Verde, que así era como llamaba las selvas vírgenes de la Amazonia que tan bien conocía por haberlas explorado y de las que se había salvado por muy poco. Lo que equivale a decir que como hombre de letras era alguien acostumbrado a la introspección, que no se dejaba engañar por las palabras ni estaba dispuesto a dejarse engañar por las sensaciones. Podía confiar plenamente en lo que decía, razón por la cual venía a interrogarle en esa tranquila villa, situada justo en frente del liceo Lakanal en donde yo mismo había sido curado en 1916 después de tantas sensaciones de pesadilla después de la amputación, cuando el espíritu se emplea en seguir, situar, identificar, localizar qué puede ser de la mano cortada que se hace sentir dolorosamente no en el extremo del muñón, ni en el eje radial de la consciencia, sino en aura, en alguna parte fuera del cuerpo; una mano, manos que se multiplican, se desarrollan y se abren en abanico con el raquis de los dedos más o menos aplastado, los nervios ultrasensibles que acaban imprimiendo en la mente la imagen del mismo Siva, ese hombre divinizado. Es pavoroso. De ahí la sonrisa... Permanecimos sentados a la mesa. Tomábamos cafezinhos. Yo fumaba un puro negro que el consejero me había ofrecido. Su señora esposa, durante el relato de la aventura, tocaba madera y rezaba. No le gustaba oír a su marido contando sus aventuras en la selva cuando al capitán x. le asignaron la misión de pacificar con el coronel Cándido Rondón entre los indios Muras en 1921. A su lado, en el salón, la hija menor acompañaba al piano a su hermana, que cantaba con mucho sentimiento la bella canción bahiana: O, meu sabia!
Deus canta..."
Mi viaje a América (fragmento)
"Dios y el Diablo son mis juguetes favoritos. A uno le he ofrecido mi corazón sangrante lleno de sueños de amor, eternos, ilimitados. Al otro mi carne húmeda los deseos precisos y cálidos. Me aburren los debates y peleas de este pequeño dios y este pequeño diablo, que se cuelgan a mis talones, uno buscando atrapar mi corazón, el otro mi sexo, mientras yo me río de sus volteretas. Yo soy el Poeta.
(...)
Lo he derribado todo. He dejado atrás mi vida anterior, todo lo que sé, todo lo que ignoro, mis ideas, mis creencias, mis vulgaridades, mis demencias, mis estupideces, la vida y la muerte. Es algo loco, inconformista, insensato. El vapor que se escapa. Espero el punto del día, el alba de mi vida."
NÚMERO 37, PRIMAVERA DE 1966
Blaise Cendrars (nombre real Frédéric Sauser) nació en La Chaux-de-Fonds, Suiza, en 1887. Su padre, un inventor-hombre de negocios, era suizo y su madre escocesa. Pasó su infancia en Alejandría, Nápoles, Brindisi, Neuchâtel y muchos otros lugares, mientras acompañaba a su padre, que perseguía sin cesar proyectos comerciales, ninguno con éxito.
A la edad de quince años, Cendrars dejó su hogar para viajar a Rusia, Persia, China, y a todos los lugares intermedios, mientras trabajaba como comerciante de joyas; sobre este aprendizaje escribió varios años más tarde en su largo poema Transiberien. Estuvo en París antes de 1910, donde conoció a Guillaume Apollinaire, líder del tumultuoso mundo vanguardista de las artes y las letras en ese momento. Luego, Cendrars viajó a América, donde escribió su primer poema largo, Pâques à New-York . El Transsibérien (título completo: La Prose du Transsibérien et de la Petite Jehanne de France ) se publicó al año siguiente. Ambos poemas fueron de algún momento en la formación del "espíritu moderno", entonces en proceso de catálisis, como fue su tercer y último poema largo,Le Panama ou Les Aventures de Mes Sept Uncles , (1918), publicado en América en 1931 en una traducción de John Dos Passos.
Cendrars perdió su brazo derecho en la Primera Guerra Mundial, mientras se desempeñaba como cabo en la Legión Extranjera. Rechazó un brazo artificial y, a partir de entonces, se enorgulleció de su habilidad para disparar con una sola mano, conducir rápido, mecanografiar y pelear. Trabajó en películas después de la guerra, como guionista y asistente de dirección y más tarde como cineasta por su cuenta, a veces millonario, más a menudo quebrado.
Durante la década de 1920 publicó dos novelas largas, Moravagine (1926) y Les Confessions de Dan Yack (1929), y en la década de 1930 publicó una serie de biografías "novelizadas" o volúmenes de informes extravagantes, como L'Or (1925). , basado en la vida de John August Sutter (publicado en Estados Unidos en 1926 como Sutter's Gold ), y Rhum (1930), "reportaje romance" que trata sobre la vida y las pruebas de Jean Galmont, un fracasado Cecil Rhodes de Guayana.
La Belle Epoque fue la gran época de los descubrimientos en las artes y las letras. Cendrars, muy de época, fue bosquejado por Caruso, pintado por Léon Bakst, por Léger, por Modigliani, por Chagall; ya su vez ayudó a descubrir el arte negro, el jazz y la música moderna de Les Six . Publicó en 1921, cuando fue director de Editions de la Sirène, su Anthologie Nègre , el primer volumen de una serie proyectada de tres volúmenes extraída de sus viajes por África y Sudamérica; los manuscritos casi terminados de los volúmenes dos y tres fueron destruidos por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. En La Sirene también publicó una nueva edición de Lautréamont, que había muerto en 1870 a la edad de veinticuatro años, llevándolo al borde de la deificación surrealista. Como asistente de Abel Gance en el rodaje deLa Roue (1921), realizó el montaje del tren en marcha y sugirió a Arthur Hönegger como compositor de música de fondo. La partitura de Hönegger para este pasaje se convirtió en su famosa Pacific 231 .
En 1935 Cendrars descubrió a Henry Miller, con el primer artículo sobre el Trópico de Cáncer de Miller (1934) que apareció en Francia (en la revista Orbes) y quizás el primer aviso de importancia en cualquier lugar: fechado el día de Año Nuevo, se abre con la fórmula litúrgica del anuncio de Nochebuena de que ha nacido un Salvador para nosotros, pero en su lugar dice: “Nos ha nacido un escritor estadounidense: Henry Miller , que acaba de escribir su primer libro en París. Un libro real, un libro atroz, exactamente el tipo de libro que más me gusta ... "El autor, escribió, era un realista al cien por cien estadounidense y sólido, pero" ... en descubrir París, en respirar París, en devorando París, traga a tragos, furioso, y come, vomita y hace enojar a la ciudad, la adora y la maldice ... ”Muchos de los descubrimientos de Cendrars no se llevaron; por ejemplo Ferreira de Castro, brasileño de origen portugués, cuya obra maestra Cendrars tradujo en 1938 bajo el título de Forêt Vierge; o para el caso, una serie de otros descubrimientos literarios y artísticos traídos de América del Sur; o para el caso la propia sudamericana, que no logró apasionar a París. Cendrars fue tan constantemente a Sudamérica desde 1924 hasta 1936 (generalmente llevando consigo su auto de carreras Alfa Romeo, cuya carrocería había sido diseñada por Georges Braque) que fingió que la Ruta Nacional No. 10 corría directamente desde su casa en Tremblay-sur-Mauldre. a Asunción, Paraguay.
Su base de operaciones fue siempre París, durante varios años en la Rue de Savoie, más tarde, durante muchos años, en la Avenue Montaigne, y en el campo, su casita en Tremblay-sur Mauldre (Seine-et-Oise), aunque continuó viajando mucho. Trabajó un corto tiempo en Hollywood en 1936, en el momento del rodaje de Sutter's Gold .
Durante los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, Cendrars fue corresponsal de guerra adjunto a los ejércitos británicos, pero con la caída de Francia en 1940 se retiró a Aix-en-Provence (mientras que su casa en Tremblay fue saqueada por los alemanes). Dejó de escribir en 1944 cuando inició la serie de reminiscencias reflexivas, L'Homme Foudroyé (1945), La Main Coupée (1946), Bourlinguer (1948), Le Lotissement du Ciel (1949), que constituyen su mejor y más importante obra. . Su última obra importante se publicó en 1957, titulada Trop, C'est Trop . Poco después quedó discapacitado debido a una enfermedad y murió en enero de 1961 en París.
La siguiente entrevista combina las reflexiones de Cendrars sobre su propio trabajo con reminiscencias de los escritores y artistas que conoció. Se selecciona de una serie de entrevistas de radio con Michel Manoll, retransmitidas de octubre a diciembre de 1950, y posteriormente publicado como Blaise Cendrars Vous Parle por Editions Denoël, a quien agradecemos el permiso para reimprimirlo.
ENTREVISTADOR
Todos los escritores se quejan de las limitaciones con las que trabajan y de la dificultad de escribir.
CENDRARES BLAISE
Para que parezcan interesantes y exageran. Deberían hablar un poco más sobre sus privilegios y lo afortunados que son de poder ganar algo de la práctica de su arte, una práctica que yo personalmente detesto, es cierto, pero que de todos modos es un noble privilegio comparado con el resto. de la mayoría de las personas, que viven como partes de una máquina, que viven sólo para mantener los engranajes de la sociedad girando inútilmente. Los compadezco de todo corazón. Desde mi regreso a París, me ha entristecido como nunca antes la multitud anónima que veo desde mis ventanas envolverse en el metro o salir del metro a horas fijas. En verdad, eso no es vida. No es humano. Debe detenerse. Es esclavitud… no solo para los humildes y pobres, sino lo absurdo de la vida en general.
Cuando un personaje sencillo como yo, que tiene fe en la vida moderna, que admira todas estas bonitas fábricas, todas estas ingeniosas máquinas, se detiene a pensar hacia dónde nos lleva todo, no puede evitar condenarlo porque, en realidad, no es exactamente alentador.
ENTREVISTADOR
¿Y tus hábitos laborales? En algún lugar ha dicho que se levanta al amanecer y trabaja durante varias horas.
CENDROS
Nunca olvido que el trabajo es una maldición, por eso nunca lo he convertido en un hábito. Ciertamente, para ser como todos, últimamente he querido trabajar regularmente desde una hora determinada a una hora determinada; Tengo más de cincuenta y cinco años y quería producir cuatro libros seguidos. Terminado eso, ya tenía suficiente en mi espalda. No tengo ningún método de trabajo. Probé uno, funcionó, pero esa no es razón para fijarme en él por el resto de mi vida. Uno tiene otras cosas que hacer en la vida además de escribir libros.
Un escritor nunca debe instalarse ante un panorama, por grandioso que sea. Como san Jerónimo, un escritor debería trabajar en su celda. Dar la espalda. Escribir es una visión del espíritu. "El mundo es mi representación". La humanidad vive en su ficción. Por eso un conquistador siempre quiere transformar la faz del mundo a su imagen. Hoy, incluso pongo un velo en los espejos.
El taller de Remy de Gourmont estaba en un patio, 71, rue des Saints-Pères, en París. En el 202 del Boulevard Saint-Germain, Guillaume Apollinaire, que tenía un piso amplio con habitaciones grandes y con mirador y terraza en el techo, escribía de preferencia en su cocina, en una mesita de juego donde se sentía muy incómodo, después de haber tenido que encogerse. esta mesita aún más pequeña para lograr deslizarla debajo de una diana en la buhardilla, que también estaba en un patio. Edouard Peisson, que tiene una bonita casita en las colinas cerca de Aix-en-Provence, no trabaja en una de las habitaciones delanteras donde podía disfrutar de una hermosa vista del valle y el juego de luces en la distancia, pero ha tenido un pequeño rincón de biblioteca construido en la parte trasera, cuya ventana da a un terraplén bordeado de lilas. Y yo, en el campo,
Entre los poquísimos escritores de los que he tenido ocasión de ver gran parte, sólo un hombre de letras, célebre por su frenético culto a Napoleón, se instaló ante un panorama para trabajar —uno histórico— la ventana de su estudio tenía una vista completa del Arco de Triunfo. Pero esta ventana se cerraba con mayor frecuencia porque el espectáculo viviente de la gloria de su gran hombre, lejos de inspirarlo, le cortó las alas. Se le podía escuchar a través de la puerta ir y venir de su estudio, golpearse los costados, rugir sus frases, ensayar frases y cadencias, gemir, llorar, fatigarse como Flaubert en su “ gueuloir ”. Entonces su esposa dijo a los sirvientes: No presten atención. Es Monsieur criticando su estilo.
ENTREVISTADOR
¿Has leído mucho durante tu vida?
CENDROS
Leer enormemente. Es mi pasión. En todas partes, en todas las circunstancias y en todo tipo de libros. Todo lo que cae bajo mi mano lo devoro.
ENTREVISTADOR
La lectura no es para ti, has dicho, un medio de viajar, en el tiempo o en el espacio, sino una forma de penetrar sin gran esfuerzo en la piel de un personaje.
CENDROS
No, la lectura ha sido una droga para mí, ¡me drogué con tinta de imprenta!
ENTREVISTADOR
¿Citará algunas de las lecturas inusuales que ha hecho?
CENDROS
El capitán Lacroix es un viejo marinero y sus libros son una fiesta. Nunca tuve la suerte de conocerlo. Lo busqué en Nantes, en Saint-Nazaire. Me dijeron que tiene más de ochenta años y que no quiere darse por vencido. Cuando ya no pudo navegar, se convirtió en asegurador marítimo, y parece que no duda en ponerse una plataforma de buceo para ver por sí mismo el estado de sus cascos. A su edad, admirable. Me imagino que las noches de invierno le parecieron largas junto a la chimenea, cuando el viento del mar sopló sobre su aldea del Loire-Inférieure y sopló en su chimenea, y supongo que fue para matar el tiempo que este hombre, que ha recorrido los siete mares y, a bordo de todo tipo de barcos posibles e imaginables, comenzó a escribir libros. Estos son libros gruesos, fuertemente construidos, llenos de documentación sólida, a veces un poco demasiado pesado pero casi siempre fresco, por lo tanto, nunca tedioso, tanto menos cuanto que el viejo marinero incluso busca reproducciones de postales ilustradas y fotos de los alegres puertos de escala de su juventud, y cuenta las cosas tal como sucedieron: su experiencia y todo lo que ha aprendido y todo lo que ha visto desde el Cabo de Hornos hasta el Mar de China, desde Tasmania hasta Ushant, hablando de todo, de faros, corrientes, viento, arrecifes, tempestades, tripulaciones, tráfico, naufragios, peces y aves. , fenómenos celestes y catástrofes marítimas, historia, costumbres, naciones, gente del mar, relatando miles de anécdotas íntimas o dramáticas, toda su vida de un marino honesto arrastrado por el movimiento mismo del mar y dominado por su amor exclusivo por los barcos. . Ah, ciertamente no es obra de un por lo tanto, nunca tedioso, tanto menos cuanto que el viejo marinero incluso busca reproducciones de postales ilustradas y fotos de los alegres puertos de escala de su juventud, y cuenta las cosas tal como sucedieron: su experiencia y todo lo que ha aprendido y todo eso. ha visto desde el Cabo de Hornos hasta el Mar de China, desde Tasmania hasta Ushant, hablando de todo, de faros, corrientes, viento, arrecifes, tempestades, tripulaciones, tráfico, naufragios, peces y pájaros, fenómenos celestes y catástrofes marítimas, historia, costumbres , naciones, gente del mar, contando miles de anécdotas íntimas o dramáticas, toda su vida de honrado marinero arrastrado por el movimiento mismo del mar y dominado por su exclusivo amor por los barcos. Ah, ciertamente no es obra de un por lo tanto, nunca tedioso, tanto menos cuanto que el viejo marinero incluso busca reproducciones de postales ilustradas y fotos de los alegres puertos de escala de su juventud, y cuenta las cosas tal como sucedieron: su experiencia y todo lo que ha aprendido y todo eso. ha visto desde el Cabo de Hornos hasta el Mar de China, desde Tasmania hasta Ushant, hablando de todo, de faros, corrientes, viento, arrecifes, tempestades, tripulaciones, tráfico, naufragios, peces y pájaros, fenómenos celestes y catástrofes marítimas, historia, costumbres , naciones, gente del mar, contando miles de anécdotas íntimas o dramáticas, toda su vida de honrado marinero arrastrado por el movimiento mismo del mar y dominado por su exclusivo amor por los barcos. Ah, ciertamente no es obra de un tanto menos cuanto que el viejo marinero busca incluso reproducciones de postales ilustradas y fotografías de los alegres puertos de escala de su juventud, y cuenta las cosas tal como sucedieron: su experiencia y todo lo que ha aprendido y todo lo que ha visto de él. Del Cabo de Hornos al Mar de China, de Tasmania a Ushant, hablando de todo, de faros, corrientes, viento, arrecifes, tempestades, tripulaciones, tráfico, naufragios, peces y aves, fenómenos celestes y catástrofes marítimas, historia, costumbres, naciones, gente. del mar, contando miles de anécdotas íntimas o dramáticas, toda su vida de honrado marinero arrastrado por el movimiento mismo del mar y dominado por su exclusivo amor por los barcos.
Ah, ciertamente no es obra de un tanto menos cuanto que el viejo marinero busca incluso reproducciones de postales ilustradas y fotografías de los alegres puertos de escala de su juventud, y cuenta las cosas tal como sucedieron: su experiencia y todo lo que ha aprendido y todo lo que ha visto de él. Del Cabo de Hornos al Mar de China, de Tasmania a Ushant, hablando de todo, de faros, corrientes, viento, arrecifes, tempestades, tripulaciones, tráfico, naufragios, peces y aves, fenómenos celestes y catástrofes marítimas, historia, costumbres, naciones, gente. del mar, contando miles de anécdotas íntimas o dramáticas, toda su vida de honrado marinero arrastrado por el movimiento mismo del mar y dominado por su exclusivo amor por los barcos. Ah, ciertamente no es obra de un su experiencia y todo lo que ha aprendido y todo lo que ha visto desde el Cabo de Hornos hasta el Mar de China, desde Tasmania hasta Ushant, hablando de todo, de faros, corrientes, viento, arrecifes, tempestades, tripulaciones, tráfico, naufragios, peces y aves, fenómenos celestes y catástrofes marítimas, historia, costumbres, naciones, gente del mar, relatando miles de anécdotas íntimas o dramáticas, toda su vida de honesto marinero arrastrado por el movimiento mismo del mar y dominado por su exclusivo amor por buques. Ah, ciertamente no es obra de un su experiencia y todo lo que ha aprendido y todo lo que ha visto desde el Cabo de Hornos hasta el Mar de China, desde Tasmania hasta Ushant, hablando de todo, de faros, corrientes, viento, arrecifes, tempestades, tripulaciones, tráfico, naufragios, peces y aves, fenómenos celestes y catástrofes marítimas, historia, costumbres, naciones, gente del mar, relatando miles de anécdotas íntimas o dramáticas, toda su vida de honesto marinero arrastrado por el movimiento mismo del mar y dominado por su exclusivo amor por buques. Ah, ciertamente no es obra de un gente del mar, relatando miles de anécdotas íntimas o dramáticas, toda su vida de un marino honesto arrastrado por el movimiento mismo del mar y dominado por su amor exclusivo por los barcos. Ah, ciertamente no es obra de un gente del mar, relatando miles de anécdotas íntimas o dramáticas, toda su vida de un marino honesto arrastrado por el movimiento mismo del mar y dominado por su amor exclusivo por los barcos. Ah, ciertamente no es obra de unlittérateur . Su bolígrafo es una punta de marlines, y cada página te trae algo, ¡y hay diez grandes volúmenes! Es tan conmovedor como puede ser y tan simple como buenos días. En una palabra, milagroso. Se toca el globo terráqueo con un dedo.
Y están las cuartetas adivinatorias de Nostradamus, escritas en un lenguaje magnífico que es una alegría para mí, aunque siguen siendo indescifrables. Los he leído durante cuarenta años, hago gárgaras con ellos, me entretengo con ellos, los disfruto, pero no los entiendo. Nunca he buscado la llave, he leído casi todas las llaves que se han publicado, no tienen sentido y todas son falsas, ya que cada dos o tres años alguien inventa un nuevo mecanismo sin poder abrir la cerradura. Pero, como gran poeta francés, Nostradamus es uno de los más grandes. Otro más para poner en mi “Anthologie de la poésie française” si es que alguna vez lo compilo. Todos sus giros improvisados inventados a partir de un lenguaje convencional batían con mucho la locura de dada, y la escritura automática de los surrealistas, y la calcomanía de Apollinaire.Caligramas .
ENTREVISTADOR
¿Qué has descubierto desde entonces? ¿Qué lees en la actualidad?
CENDROS
El último libro que he descubierto es el gran diccionario de la Administración de Aduanas que se lo debemos a un edicto de Vincent Auriol, entonces ministro de Finanzas. Se titula Répertoire général du tarif y apareció en 1937. Dos volúmenes en cuarto. Peso cincuenta kilos. Me los llevo a todos lados porque los voy a necesitar algún día pronto cuando empiece a escribir La Carissima , la vida mística de María Magdalena, la única mujer que hizo llorar a Cristo.
ENTREVISTADOR
¿Necesita los aranceles aduaneros para escribir ese libro?
CENDROS
Mi querido señor, es una cuestión de idioma. Durante varios años, cada vez que me preparo para escribir un libro, primero ordeno el vocabulario que voy a emplear. Así, para L'Homme foudroyéTenía una lista de tres mil palabras ordenada de antemano y las usé todas. Eso me ahorró mucho tiempo y le dio cierta ligereza a mi trabajo. Fue la primera vez que usé ese sistema. No sé cómo llegué a eso ... Es una cuestión de lenguaje. El lenguaje es algo que me sedujo. El lenguaje es algo que me pervirtió. El lenguaje es algo que me formó. El lenguaje es algo que me deformó. Por eso soy poeta, probablemente porque soy muy sensible al lenguaje, correcto o incorrecto, le guiño un ojo. Ignoro y desprecio la gramática, que está al borde de la muerte, pero soy un gran lector de diccionarios y si mi ortografía no es muy segura es porque estoy demasiado atento a la pronunciación, esta idiosincrasia de la lengua viva. Al principio no era la palabra, sino la frase, una modulación. ¡Escuche el canto de los pájaros!
ENTREVISTADOR
El lenguaje, entonces, dirías, no es algo muerto, congelado, sino algo en movimiento, fugitivo, apegado siempre a la vida y a la realidad.
CENDROS
Por eso me fascina este gran diccionario de la administración de las aduanas. Por ejemplo, tomemos la palabra cinta . Descubro con asombro todos los significados que puede representar la palabra cinta y sobre todo en sus usos industriales ultramodernos; ¡Hay veintiuna páginas!
ENTREVISTADOR
¿Dónde empezó tu interés por la literatura popular?
CENDROS
Durante toda mi vida he estado profundamente influenciado por la obra de Gérard de Nerval. Le debo a Gérard de Nerval mi amor por las canciones y la poesía popular, y en todos los países del mundo me he esforzado por escuchar, anotar y leer algo de la música, la poesía y la literatura de la gente, especialmente en Rusia. , en China, en Brasil. Mucho se lee Alexandre Dumas, novelas de capa y espada, historias de amor para mecanógrafos; en un grado considerable, todos los taquígrafos del mundo tienen la misma opinión. Pero también hay en todos los países algunos tipos de obras que están exclusivamente reservadas al interés popular, como La llave de los sueños, El lenguaje de las flores. y mil más. Si este tipo de literatura del buhonero está quizás un poco desactualizada en París, en un país como Brasil (que es un país nuevo, todo le parece nuevo), niveles enteros de población, que apenas han aprendido a leer, están descubriendo estas historias de brujería, de hombres lobo, de la mula sin cabeza, de la Dama Blanca, de fantasmas, de humor negro, de romance, cuentos de hadas, novelas de caballería, cuentos infantiles y aventuras de salteadores de caminos, célebres crímenes pasionales; una colección de maravillas que no es más rancia y basura que, en países mucho más avanzados, las novelas de detectives de Inglaterra, las historias de gángsters de los Estados Unidos, las grandes películas de amor en todos los cines de la tierra, que ellos mismos también constituyen una parte de los viejos fundamentos del folclore, de la literatura popular.
ENTREVISTADOR
Pero en Brasil, ¿no es este folclore totalmente tomado de los negros?
CENDROS
Para nada. El folclore literario es de origen portugués. La literatura del vendedor ambulante fue importada de Portugal; está, por cierto, mucho más en la base de la literatura nacional brasileña que las obras de los académicos brasileños, quienes, por su parte, siempre estuvieron más o menos influenciados, hasta los últimos años, por la literatura académica francesa, como Toda la última generación de escritores jóvenes en Brasil está ahora influenciada por los nuevos novelistas norteamericanos de entreguerras, que vivían en su mayor parte en París y muy presentes aquí, en Saint-Germain-des-Prés y Montparnasse. : Hemingway, John Dos Passos, Henry Miller.
ENTREVISTADOR
Pero los negros que habían sido trasplantados, ¿escribieron?
CENDROS
Los negros trasplantados, es decir, los esclavos, no escribieron. Les estaba prohibido escribir y era absolutamente excepcional que algunos pudieran aprender a leer o escribir. Más que eso, estaba prohibido imprimir libros en Brasil, todos venían de Portugal. La primera imprenta no se instaló en Río de Janeiro hasta 1808, bajo el Imperio. Así, los Poemas completos de Gregório de Matos [1636? -1696] (quien con razón se llamaba el François Villon de Brasil y a quien sus contemporáneos llamaban boca do inferno , tan violentas eran sus sátiras de la sociedad colonial), no se imprimió en Rio hasta 1882. Hasta esa fecha se habían transmitido por tradición oral y copias manuscritas, que circulaban en una determinada clase de sociedad: los bohemios de Bahía.
ENTREVISTADOR
¿Era negro?
CENDROS
No, como mucho un mestizo muy moreno, un pardo , como dicen allí. Sus padres tenían una plantación de caña de azúcar y eran dueños de ciento treinta esclavos negros. Había tenido la suerte de ser enviado a estudiar derecho en Coimbra, la famosa universidad de Portugal. Cuando regresó a Bahía, su boca condenada y sus invectivas infernales le valieron una sesión de exilio en Angola, de donde regresó, más enfurecido que nunca, para instalarse en Pernambuco, bajo arresto domiciliario. Lejos de enmendarse, llevó una vida de borrachera y libertinaje con las chicas negras del puerto. Todas sus canciones de amor, y hay algunas muy hermosas, celebran la Venus negra. Murió en la pobreza. Cuenta la tradición que fue enterrado, como el más pobre de los pobres, con su guitarra, su única propiedad.
ENTREVISTADOR
Cuando te escapaste de casa, a los quince años, ¿habías planeado tu fuga? ¿Tenías un objetivo o una esperanza de volver?
CENDROS
Lo se Fui al este porque el primer tren que atravesó la estación me llevó al este; si hubiera sido un tren hacia el oeste, habría llegado a Lisboa y habría hecho América en lugar de Asia.
ENTREVISTADOR
Esta fue una fecha extremadamente importante en tu vida porque, después de este tiempo, tu vida se ha dividido en dos caminos: tus aventuras en Oriente y tus aventuras en Occidente. Desde entonces nunca has tenido techo.
CENDROS
Esas son las cosas que uno dice cuando quiere contar historias, para poner un poco de orden en la propia existencia. Pero mi vida nunca se ha dividido en dos. Eso sería demasiado conveniente: cualquiera puede cortar su vida en dos, en cuatro, en ocho, en doce, en dieciséis.
ENTREVISTADOR
Quiero preguntarle por qué no ha continuado el experimento que comenzó con Pâques à Nueva York, Transsibérien y Panamá . En estos poemas, particularmente en Dix-neuf poèmes élastiques que innovó una nueva técnica poética, hay un movimiento de estrofas que desde entonces has abandonado.
CENDROS
En 1917 acababa de escribir un poema que me asombraba por su plenitud, su modernidad, por todo lo que le había puesto; ¡Era tan antipoético! Estaba encantado. Y en ese momento decidí no publicarlo, dejar que la poesía moderna se las arreglara sin mí, a ver qué pasaba con ella. Clavé este poema inédito en un cofre; Dejé el cofre en un desván del campo y me puse un límite de diez años antes de sacarlo para publicarlo. Eso es hace más de treinta años, y creo que aún no ha llegado el momento de publicarlo.
ENTREVISTADOR
¿Este poema es "En el corazón del mundo"?
CENDROS
Sí, y aunque inédito, es famoso. El otro día un editor me ofreció un millón de francos [ dos mil dólares ] por él, pero no mordí.
Te dije el otro día que no escribo más poemas. Hago poemas que me recito, que pruebo, con los que juego. No siento la necesidad de comunicárselos a nadie, ni siquiera a las personas que me gustan mucho. No los escribo. Es tan bueno soñar despierto, balbucear algo que sigue siendo un secreto para uno mismo. Es un pecado de gula.
Escribir ... es una profesión ingrata; con toda sinceridad, uno obtiene poca satisfacción de ello. Es bastante excepcional poder decirse a uno mismo: No está tan mal, Blaise; incluso es bastante bueno. Uno se da esta satisfacción muy, muy, muy raramente, porque uno piensa, sobre todo, cuando se ha publicado un libro, en todo lo que se ha dejado de hacer, en todo lo que no se ha metido en él, en todo lo que se ha querido. poner, todo lo que uno agregaría para estar completo, porque es muy difícil encorsetar las cosas con la escritura y decir todo con las palabras. Cuando el libro está terminado, uno queda fatalmente decepcionado.
ENTREVISTADOR
Tu propia Pascua en Nueva York , el Transiberiano, Panamá , el ...
CENDROS
Dime, ¿desde cuándo alguien habla de ellos?
ENTREVISTADOR
-La Dix-neuf Poèmes élastiques . Se habla y se cita precisamente porque estos poemas están en la base de la poesía moderna, están en la fuente del lirismo moderno.
CENDROS
No, no, para nada, no estoy en la base de nada en absoluto. Es el mundo moderno el que está en la base, “enorme y delicado” como la Edad Media. Y la fuente, es Villon. Si alguna vez se publicara la correspondencia de Max Jacob, se encontrarían fuentes y bases y puntos de partida y de llegada. ¡Hubo quien supo cómo sacudir el cocotero y derribar atropelladamente a los falsos genios y a los verdaderos, a los puros y a los impuros! Y tenía una lengua tan perversa como quisieras, y podía provocar más problemas que el diablo en agua bendita.
Los poetas ya no parecen divertirse. Lo que más me preocupa estos días es ver la seriedad con la que abordan todo.
ENTREVISTADOR
¿Eras gay porque tu vida era más brillante en los viejos tiempos?
CENDROS
Mi querido señor, en la belle époque a los escritores se les pagaba un sou por línea en los periódicos y un Apollinaire tenía que esperar meses y años antes de poder firmar sus artículos y contar con un empleo fijo con sueldo regular. Por eso publicó pornografía: para ganarse el pan. No se puede imaginar cuán sólidamente cerradas estaban todas las puertas para nosotros. Tengo la impresión de que hoy te reciben mucho mejor. Me encuentro con escritores jóvenes en todas partes, en los periódicos, en la radio, en los estudios cinematográficos. Antes de 1914, los que querían un trabajo hacían cola en la puerta o en una ventana de empleo que nunca se abría. Los demás se contentaron con jugar al bufón, al toro salvaje, en las calles. Al diablo con un trabajo y una vida digna. Nos reímos. Las chicas de Paris eran bonitas.
ENTREVISTADOR
Esta generación actual no ha sido tan mala en la payasada.
CENDROS
Todos lo prueban, es el derecho de toda generación joven. Afortunadamente, el toro salvaje todavía existe y no se ha puesto en latas para su exportación como carne en conserva. Un consejo: cuando vea una puerta abierta, un periódico, un estudio de radio, un cine, un banco, cualquier cosa, no entre. Para cuando tengas treinta estarás loco porque dejaste la risa en la puerta. Esa es mi experiencia. La poesía está en la calle. Va del brazo con la risa. Se llevan a tomar algo, en la fuente, en los bistrós del barrio, donde la risa de la gente es tan sabrosa y el lenguaje que fluye de sus labios tan hermoso. "Il n'est bon bec que de Paris".
ENTREVISTADOR
En 1912, estabas en Nueva York.
CENDROS
En 1912, en Semana Santa, me moría de hambre en Nueva York, y lo había estado durante varios meses. De vez en cuando acepté un trabajo, por necesidad, pero no lo mantuve una semana y si conseguía que me pagaran antes, lo dejaba antes, impaciente por seguir con mis sesiones de lectura en la escuela. biblioteca pública central. Mi pobreza era extrema y cada día me veía peor: sin afeitar, pantalones en sacacorchos, zapatos gastados, pelo largo, abrigo manchado y desteñido y sin botones, sin sombrero ni corbata, habiéndolos vendido un día por un centavo para comprar un enchufe del peor tabaco de mascar del mundo. Pasó el tiempo. Llegó la Pascua. El domingo de Pascua la biblioteca estaba cerrada. Por la noche entré en una iglesia presbiteriana que estaba dando un oratorio, Creación de Haydn, así decía un letrero iluminado colgado de la aguja. En la iglesia había una audiencia dispersa y, en un escenario, jóvenes elegantes que tocaban instrumentos antiguos y cantaban divinamente bien. Pero un miserable obispo interrumpía el oratorio cada cinco minutos para predicar no sé qué piadosa santidad y hacer un llamamiento al buen corazón de los fieles y, cuando continuaba el oratorio, entraba otra corvina de un predicador tan cansado como el primero. el puesto donde había ocupado un lugar, y traté de convertirme mediante una exhortación subrepticia, todo el tiempo golpeándome el bolsillo del dinero en un esfuerzo por sacar uno o dos dólares para gastos, sacudiendo su plato de dinero de cuero debajo de mi nariz. ¡Pobre de mí! Salí antes del final y caminé a casa hacia West Sixty-seven Street, donde vivía, absolutamente disgustado y abatido. Podrían haber sido las dos o las tres de la mañana. Mordí un trozo de pan seco y bebí un gran vaso de agua. Fui a la cama. Me fui inmediatamente a dormir. Me desperté con un comienzo. Empecé a escribir, a escribir. Me volví a dormir. Me desperté por segunda vez con un sobresalto. Escribí hasta el amanecer y volví a la cama y me volví a dormir para siempre. Me desperté a las cinco de la tarde. Releí la cosa. He escritoSemana Santa en Nueva York .
ENTREVISTADOR
¿Toda la cosa?
CENDROS
Como fue publicado. Hubo tres tachaduras.
ENTREVISTADOR
Este manuscrito, ¿dónde está ahora?
CENDROS
El original, no sé, tuve que venderlo un día lluvioso. Pero el amigo de los poetas, el editor Pierre Seghers, que me dedicó un pequeño volumen de su serie de Poètes d'aujourd'hui en 1948, me habló de una copia del manuscrito, copia que hoy pertenece a Paul Eluard, si no me equivoco. Al aterrizar en París, recuerdo haber depositado esta copia en Guillaume Apollinaire, que vivía en Passy, rue Gros, frente a la fábrica de gas. ¿Quién lo vendió, oa quién podría haberlo comprado Paul Eluard, y cuándo? No lo sé, y nunca le he preguntado, porque no conozco a Eluard. Pero Seghers, que había tenido esta copia en sus manos, me pidió precisiones sobre la apariencia del manuscrito y lo que le dije parecía encajar con lo que había notado, papel americano, escritura de la mano derecha, etcétera.
ENTREVISTADOR
Tu poema fue publicado ¿cuántos años después de haber sido escrito?
CENDROS
Después de escribirlo, solo tenía un deseo, salir de Nueva York, y me embarqué en una semana para regresar a París. Pagué cinco dólares, unos veinticinco francos. ¡Imagínese que en ese momento uno pudiera volver de Nueva York a París por veinticinco francos! Es cierto que era un barco ganadero. Tan pronto como llegué a París, publiqué mi poema.
ENTREVISTADOR
¿Bajo que condiciones? ¿Habías encontrado un editor?
CENDROS
¡No en tu vida! Encontré un impresor, un anarquista que tenía una pequeña prensa clandestina instalada en una caja de piano, en Buttes-Chaumont, rue Botzaris, Villa des Boers. Trabajé con él para ganar un poco de dinero contra el costo de la edición. Aproveché la ocasión para realizar mi aprendizaje de tipografía. Yo mismo compuse más de la mitad del texto. El librito se publicó con una imagen fea de mí. La cosa me costó algo así como cien francos. Se publicaron ciento veinticinco ejemplares. Los ofrecí a la venta a veinte sueldos. Nunca vendí uno.
ENTREVISTADOR
¿Ni uno solo?
CENDROS
No.
ENTREVISTADOR
¿Qué fue de todas estas copias?
CENDROS
¿A dónde va el papel viejo? Yo mismo no tengo una copia de esa edición.
ENTREVISTADOR
¿Que te dio a conocer entre los poetas?
CENDROS
Yo ya era lo bastante conocido entre los poetas como para burlarme de ellos y perturbar sus reuniones en la Closerie des Lilas, en el Café Fleurs, en el Procope; así que no necesitaba publicar algo para que los poetas me conocieran. Pero haber publicado Les Pâques à New-York , en octubre de 1912, me trajo la enemistad de los bonzos y los pontífices que, al año siguiente, cuando publiqué La Prose du Transsibérien, “El primer libro simultáneo”, en junio de 1913, me llamó epígono y me acusó de plagio. No era bueno ser un joven auténtico entre todas esas viejas glorias en la cola del simbolismo, que todos se tomaban a sí mismos por sagrados bardos. Barbas, sí, de las que me reí. En ese momento, Apollinaire era el único poeta que fui a ver. Siempre fue amable conmigo y me consiguió trabajo para que pudiera ganar unos sueldos. ¡No escuches los chismes malvados! Hoy dicen que él fue influenciado por mí, y yo digo que no podría importarme menos. Canté de la Torre Eiffel. Cantó de la Torre Eiffel. Y muchos otros lo han cantado desde entonces.
ENTREVISTADOR
De todos modos, resulta sumamente desconcertante el cambio de orientación poética de Apollinaire después de su encuentro.
CENDROS
Jules Romains fue el primero en remarcar este cambio de frente. Yo no le presto atención. No es asunto mío. Son los críticos los que dicen eso. Este no es mi trabajo. No estoy equipado para eso. Escribí sobre la Torre Eiffel cuando me apetecía.
ENTREVISTADOR
Esto no tiene que ver con la Torre Eiffel. Esto tiene que ver con ...
CENDROS
—Con la influencia que podría haber tenido en Guillaume Apollinaire. Fue Robert Goffin quien colgó este timbre y ha habido no sé cuántas personas vienen a tocarlo, como si fuera un crimen experimentar la influencia de alguien. A veces tengo la impresión con respecto a esta alarma de que no estoy tratando con críticos, con estudiantes de poesía, con historiadores, sino con detectives aficionados que miden, marcan, toman huellas dactilares.
ENTREVISTADOR
¿Existe siempre esta gran demora —de diez años más o menos— entre la aventura vivida y el momento de escribirla, como en Panamá ?
CENDROS
Una incubación muy larga. Hay toda una labor inconsciente de llevar a un punto que debe llevarse a cabo. Generalmente empiezo con un título. Primero encuentro el título. En general, encuentro títulos bastante buenos; la gente me envidia por ellos, y no solo me envidian, sino que bastantes escritores vienen a verme para pedirme un título. Cuando tengo mi título, me entrego a la reflexión. Las cosas se amontonan. En torno al título se produce una cristalización tanto consciente como inconsciente y no escribo nada sólido mientras no sepa todo sobre mis personajes, desde el día de su nacimiento hasta el día de su muerte, y no pueda hacerlos evolucionar en todas las circunstancias posibles e imaginables según su personaje y sus situaciones ficticias o reales. Esto puede durar años. Tomo notas. De esta manera construyo dosieres llenos de notas y bocetos. Son imaginarios y no fácticos. La documentación de hechos me molesta.
ENTREVISTADOR
Me ha hablado de su próxima novela, una "novela real".
CENDROS
Sí, una novela real o no aparecerá.
ENTREVISTADOR
En cualquier caso, ¿habrá ciertos elementos de tu vida en él?
CENDROS
No, no, no, no, para nada, no me encontrarás en ella, escribiré una novela-novela, y no apareceré en ella, porque no ven un solo personaje en todo mi libros: ¡Cendrars! L'Or es Cendrars; Moravagine es Cendrars; Dan Yack es Cendrars, ¡estoy molesto con este Cendrars! De todos modos, no hay que creer que el novelista está encarnado en sus personajes: Flaubert no es Madame Bovary. No le sirvió de nada enfermarse cuando describió el envenenamiento de Emma; todavía no era Madame Bovary, aunque creía que sí, y dijo: "¡Madame Bovary, c'est moi!" ¿¿Ese Norman sólido una tía vieja ??? El mayor peligro para un escritor es ser víctima de su propia leyenda, caer en su propia trampa.
ENTREVISTADOR
Ha anunciado treinta y tres próximos libros. ¿Por qué treinta y tres?
CENDROS
La lista de treinta y tres libros que vengo anunciando desde hace cuarenta años no es exclusiva, restrictiva ni prohibitiva; el número treinta y tres es la figura clave de la actividad, de la vida. Entonces esto no está en tinta. Si podría ser un índice, pero no es The Index. No incluye los títulos de novelas que nunca escribiré. El otro día me sorprendió descubrir que La Main coupée , que publiqué en 1946, estaba en esta lista desde 1919. ¡Lo había olvidado por completo! En la lista hay libros que retomaré y que aparecerán en el futuro. También se enumeran los diez volúmenes de Notre pain quotidien, que están escritos pero que dejé en varias cajas fuertes de bancos sudamericanos y que, si Dios quiere, algún día se encontrarán por casualidad, los papeles no están firmados y se dejan con un nombre falso. También he enumerado un grupo de poemas que valoro más que mis ojos pero que no he decidido publicar, no por timidez ni orgullo, sino por amor. Y luego están los libros que estaban escritos, listos para su publicación, pero que quemé en gran detrimento de mis editores: por ejemplo, “La vie et la mort du soldat inconnu” (cinco volúmenes). Finalmente, están los bastardos, las larvas y los abortos que probablemente nunca escribiré.
ENTREVISTADOR
John Dos Passos te dedicó un ensayo en Orient Express, y te llamó el Homero del Transsibérien.
CENDROS
Cuando John se casó, yo estaba en el Périgord. Estaba en el proceso de tramar mi libro sobre Galmot. Llegó en su luna de miel directamente desde Nueva York a Monpazier, de la cual Galmot era nativo. Monpazier es una pequeña ciudad histórica. Es un pueblo fortificado, construido por los reyes de Inglaterra, que data de 1284. Es muy pequeño, seiscientos veinticinco habitantes como máximo. Está diseñado como una ciudad estadounidense. Hay dos arterias principales y todas las calles transversales cruzan estas dos arterias principales en ángulo recto. Se podrían numerar como en América, creo que hay veintiuno. Me alojaba en el mejor hotel de los alrededores, el Hôtel de Londres, donde se come como un dios. La conserva Madame Cassagnol; su marido es un doble para Charlie Chaplin. Madame Cassagnol lleva bigote y pantalones de la casa. Cuando John Dos Passos me dijo que venía, le dije a Madame Cassagnol, tengo unos amigos que llegan directamente desde Nueva York para quedarse aquí con usted. Trate de distinguirse. Y no volví a pensar ni en el menú ni en el vino. Durante una semana Madame Cassagnol nos alimentó de esa buena cocina perigordina, configurando ella misma los menús, de forma progresiva, dándonos una sorpresa cada día: trufas,pot-au-feu con ajo para que se empape el plato, con un poco de vino, al estilo campestre; buisson d'écrevisses, champiñones à la crème , boletus boletus à la bordelaise , pescado frito, pescado de la Dordoña y del Garona, brochetas de pajaritos, becada à l'armagnac, caza con plumas y pelaje, carne de venado furtivo cuyo El principal abastecedor era el curé de un pueblo vecino, asados, terrina de foie gras , lechuga silvestre, quesos campesinos, higos en miel y nueces trituradas, pruneaux d'Agen, crêpes flambées, tanto vino tinto fuerte como quisieras, una botella de Monbazillac para dos, café, licores, todo por doce francos cincuenta, más cincuenta céntimos extra para la sorpresa del último día. El último día, el día de la partida de John y su esposa, comimos un cisne salvaje. Ni siquiera sabía que todavía podría haber cisnes salvajes en Francia, incluso en la migración. ¡Qué país más asombroso es el Périgord negro!
He visto a John a menudo, pero siempre en París. Es curioso, por cierto, pero nunca, nunca, nunca he conocido a uno de mis amigos entre los escritores estadounidenses en los Estados Unidos, con tanta frecuencia como he ido allí. Nunca están en casa, como por casualidad; y si he insistido, me han dicho por teléfono que el maestro por el que preguntaba estaba de vacaciones, de gira o en Europa. He intentado en vano encontrar uno en su periódico, en su club o en su editorial. La respuesta fue la misma en todas partes: ¡él no está aquí! Solía colgar el teléfono con una sensación extraña. No quiero sacar de él ninguna conclusión despectiva para nadie, pero terminé admitiéndome que los escritores estadounidenses no son libres en su país y que los que regresan de Europa no tienen la conciencia tranquila, reprochándose pequeños retozos dolorosos de recordar. Temen a la opinión pública y, contrariamente a los ingleses, ni siquiera tienen una cortesía de pan y mantequilla. Es un complejo típicamente estadounidense.
ENTREVISTADOR
Entre los escritores estadounidenses, conoce a Henry Miller. ¿Es uno de tus grandes amigos?
CENDROS
Henry Miller, lo he visto en París y nunca lo he visto en ningún otro lugar que no sea París. Era un compañero alegre y alegre.
ENTREVISTADOR
¿Conoces a otros?
CENDROS
Sí, seguramente, muchedumbres, muchedumbres de poetas, que han venido, que se han ido; He olvidado sus nombres, tan numerosos eran en París en vísperas de la última guerra.
ENTREVISTADOR
Se afirma que les ha servido de modelo y que ha influido fuertemente en ciertos novelistas estadounidenses.
CENDROS
Eso es absolutamente falso. Si he podido influir en este o aquel sin mi conocimiento, no he servido de modelo. Es Victor Hugo, es Maupassant quien les sirvió de modelo cuando vinieron a establecerse en París al final de la otra guerra. Llegaron a Francia sin pensarlo dos veces, ya sea como soldados, conductores de ambulancias, diplomáticos; Terminada la guerra, residieron por un tiempo, corto o largo, en París, donde algunos permanecieron durante todo el tiempo entre las dos guerras; frecuentaban Montparnasse, luego Saint-Germain-des-Prés, y si estaban influenciados fue más bien por el ambiente, el aire de París y la forma de vivir en Francia más que por tal o cual autor francés. John Dos Passos me dijo un día: Tienes en Francia un género literario que no conocemos para nada en Estados Unidos, el gran reportaje a la de Victor Hugo .
ENTREVISTADOR
Esa es una declaración asombrosa.
CENDROS
Me sorprendió porque, como tú, creía que el reportaje era un género estrictamente estadounidense. Bueno, parece que no. Desde el punto de vista del reportaje, entonces, hemos influido terriblemente en los jóvenes novelistas norteamericanos, que aún no escribían para las grandes revistas y tenían tendencia a fortificarse en su torre de marfil para dedicarse a las letras, a las bellas letras. . Desde entonces se han puesto al día con ellos mismos; sólo es necesario leer los últimos reportajes de guerra u otros reportajes de un Seabrook, un Hemingway, el propio John Dos Passos, que llevan nuestra impronta y que son maravillosos. Han renovado el género. Asylum de Seabrook es una obra maestra del reportaje, ya que La Mort de Balzac de Victor Hugo es otro y el primer modelo del género. Dos Passos tenía razón.
ENTREVISTADOR
Y Faulkner, ¿lo conoces?
CENDROS
No, no conozco a Faulkner. Nunca lo conocí. Malraux me pidió que hiciera un prefacio para la traducción de Light en agosto ; No quería hacerlo, lo encontré demasiado regional, demasiado literario y escrito como ya no se escribe demasiado bien.
ENTREVISTADOR
¿Fue en Nueva York donde conoció a Hemingway?
CENDROS
No, en la Closerie des Lilas de París. Estaba bebiendo; estaba bebiendo en una mesa junto a la mía. Estaba con un marinero estadounidense de permiso. Iba de uniforme, probablemente el de un asistente de ambulancia no combatiente, a menos que me equivoque. Fue al final de esa otra guerra, la "última de las últimas". Hablamos entre mesas; a los borrachos les gusta hablar. Hablamos. Bebimos. Bebimos de nuevo. Tenía una cita en Montmartre, en casa de la viuda de André Dupont, poeta asesinado en Verdún. Iba allí todos los viernes a comer bullabesa con Satie, Georges Auric, Paul Lombard y, a veces, Max Jacob. Traje a mis amigos americanos borrachos conmigo, pensé en darles algo bueno de chez nouscomer. Pero a los estadounidenses no les gusta la buena comida; no tienen buena comida en casa, no saben qué es. A Hemingway y su marinero no les importaban mis argumentos; preferían beber hasta que ya no tenían sed. Así que los planté en un bar de la rue des Martyrs y corrí a darme un capricho en la casa de la viuda de mi amigo.
ENTREVISTADOR
¿También conocía a Sinclair Lewis?
CENDROS
Sí, esa es otra historia ... Fue en 1930, en Roma. Ya se había hablado mucho de él en Italia, donde iba de un lado a otro con un escuadrón de joviales chicas neoyorquinas que estaban provocando un escándalo. Un buen día aterrizó en Roma, donde estaba haciendo una película. Me hizo saber que quería conocerme urgentemente. Le pedí que viniera al estudio, pero me respondió que tenía un resfriado, que no le gustaba el cine y que además no tenía tiempo porque se iba a la mañana siguiente a Estocolmo a recoger el premio Nobel. Yo tampoco tenía tiempo, estaba ocupado trabajando, pero hubo una avería en el estudio alrededor de las diez, así que fui a su hotel, donde encontré media docena de chicas americanas completamente borrachas, haciendo un cóctel gigantesco en una sopera llena de nata montada, en el que, mientras discutían sobre cuánto poner, vertían dos, tres litros de vermú. No pensé que podría unirme a esta escena de mujeres locas de inmediato, una de ellas me tendió unas tijeras y me retó a cortarle el pelo, así que pensé en dar un pequeño paseo. Pero cambié de opinión y decidí buscar en el apartamento al maestro de la sesión, a quien aún no había visto. La puerta del baño estaba entreabierta y salía agua hirviendo. Entré. La bañera estaba desbordada y los grifos estaban abiertos de par en par. Dos pies, vestidos con zapatos de baile pulidos, colgaban de la bañera, y en el fondo un hombre con esmoquin se estaba ahogando. Fue mi Sinclair Lewis. Lo saqué de su lamentable posición, y así fue como le salvé la vida para que pudiera tomar el tren a la mañana siguiente hacia Estocolmo y su premio. tres litros de vermut. No pensé que podría unirme a esta escena de mujeres locas de inmediato, una de ellas me tendió unas tijeras y me retó a cortarle el pelo, así que pensé en dar un pequeño paseo. Pero cambié de opinión y decidí buscar en el apartamento al maestro de la sesión, a quien aún no había visto. La puerta del baño estaba entreabierta y salía agua hirviendo. Entré. La bañera estaba desbordada y los grifos estaban abiertos de par en par. Dos pies, vestidos con zapatos de baile pulidos, colgaban de la bañera, y en el fondo un hombre con esmoquin se estaba ahogando. Fue mi Sinclair Lewis. Lo saqué de su lamentable posición, y así fue como le salvé la vida para que pudiera tomar el tren a la mañana siguiente hacia Estocolmo y su premio. tres litros de vermut. No pensé que podría unirme a esta escena de mujeres locas de inmediato, una de ellas me tendió unas tijeras y me retó a cortarle el pelo, así que pensé en dar un pequeño paseo. Pero cambié de opinión y decidí buscar en el apartamento al maestro de la sesión, a quien aún no había visto. La puerta del baño estaba entreabierta y salía agua hirviendo. Entré. La bañera estaba desbordada y los grifos estaban abiertos de par en par. Dos pies, vestidos con zapatos de baile pulidos, colgaban de la bañera, y en el fondo un hombre con esmoquin se estaba ahogando. Fue mi Sinclair Lewis. Lo saqué de su lamentable posición, y así fue como le salvé la vida para que pudiera tomar el tren a la mañana siguiente hacia Estocolmo y su premio. No pensé que podría unirme a esta escena de mujeres locas de inmediato, una de ellas me tendió unas tijeras y me retó a cortarle el pelo, así que pensé en dar un pequeño paseo. Pero cambié de opinión y decidí buscar en el apartamento al maestro de la sesión, a quien aún no había visto.
La puerta del baño estaba entreabierta y salía agua hirviendo. Entré. La bañera estaba desbordada y los grifos estaban abiertos de par en par. Dos pies, vestidos con zapatos de baile pulidos, colgaban de la bañera, y en el fondo un hombre con esmoquin se estaba ahogando. Fue mi Sinclair Lewis. Lo saqué de su lamentable posición, y así fue como le salvé la vida para que pudiera tomar el tren a la mañana siguiente hacia Estocolmo y su premio. No pensé que podría unirme a esta escena de mujeres locas de inmediato, una de ellas me tendió unas tijeras y me retó a cortarle el pelo, así que pensé en dar un pequeño paseo. Pero cambié de opinión y decidí buscar en el apartamento al maestro de la sesión, a quien aún no había visto. La puerta del baño estaba entreabierta y salía agua hirviendo. Entré. La bañera estaba desbordada y los grifos estaban abiertos de par en par. Dos pies, vestidos con zapatos de baile pulidos, colgaban de la bañera, y en el fondo un hombre con esmoquin se estaba ahogando. Fue mi Sinclair Lewis. Lo saqué de su lamentable posición, y así fue como le salvé la vida para que pudiera tomar el tren a la mañana siguiente hacia Estocolmo y su premio. Pero cambié de opinión y decidí buscar en el apartamento al maestro de la sesión, a quien aún no había visto. La puerta del baño estaba entreabierta y salía agua hirviendo. Entré. La bañera estaba desbordada y los grifos estaban abiertos de par en par. Dos pies, vestidos con zapatos de baile pulidos, colgaban de la bañera, y en el fondo un hombre con esmoquin se estaba ahogando. Fue mi Sinclair Lewis. Lo saqué de su lamentable posición, y así fue como le salvé la vida para que pudiera tomar el tren a la mañana siguiente hacia Estocolmo y su premio. Pero cambié de opinión y decidí buscar en el apartamento al maestro de la sesión, a quien aún no había visto. La puerta del baño estaba entreabierta y salía agua hirviendo. Entré. La bañera estaba desbordada y los grifos estaban abiertos de par en par. Dos pies, vestidos con zapatos de baile pulidos, colgaban de la bañera, y en el fondo un hombre con esmoquin se estaba ahogando. Fue mi Sinclair Lewis. Lo saqué de su lamentable posición, y así fue como le salvé la vida para que pudiera tomar el tren a la mañana siguiente hacia Estocolmo y su premio. y en el fondo un hombre con esmoquin se estaba ahogando. Fue mi Sinclair Lewis. Lo saqué de su lamentable posición, y así fue como le salvé la vida para que pudiera tomar el tren a la mañana siguiente hacia Estocolmo y su premio. y en el fondo un hombre con esmoquin se estaba ahogando. Fue mi Sinclair Lewis. Lo saqué de su lamentable posición, y así fue como le salvé la vida para que pudiera tomar el tren a la mañana siguiente hacia Estocolmo y su premio.
Al día siguiente lo subí al tren, ni siquiera me invitó a beber. Es cierto que tenía resaca y probablemente no quería beber, o tal vez había jurado no volver a beber nunca más. Pero los juramentos de un borracho no se cumplen, ya sabes.
ENTREVISTADOR
¿Y dónde vivía en París cuando regresó de América en 1912?
CENDROS
Avenue Montaigne. Es un barrio maravilloso y lo conozco bien. He vivido en los números 12, 60, 51, 33, 5, y finalmente volví al 12. Podría escribir un libro sobre este barrio, aparentemente tan tranquilo, cómodo incluso, y donde hay mucho, ¡pero mucho! Incluso encontré un título para el libro: "Voyage autour de l'Alma". Pero probablemente nunca lo escribiré, como tantos otros libros con los que he soñado despierto durante años.
ENTREVISTADOR
¿Cuál es tu mejor recuerdo de ese barrio?
CENDROS
No lo sé, tengo demasiados. Es allí donde mis buenos amigos los trabajadores del alcantarillado de la ciudad de París entrenan a los rat terriers, en un “rat-o-drome” subterráneo. También había un barrendero, don Juan que pasaba por encima de todas las criadas de la avenida y solía encerrarse con ellas en el interior de una columna de Morris, donde había instalado un puf de terciopelo rojo. Fue justo frente a la Embajada de Brasil, donde terminaba la noche bebiendo cafés , fumando puros y hablando como un loco con el querido y viejo Souza Dantas, llamé al Embajador de Bohemia porque no tenía cama, cuando estaba somnoliento, se subió el cuello, se puso un sombrero en la cabeza y se estiró sobre un canapé de cuero ruso, cerró los ojos y se durmió como un bebé, sin importarle si se había ido o no.
Incluso escribí un librito en 1913 sobre música rusa para la inauguración del gran Théâtre des Champs-Élysées, y la noche del estreno de Petrouchka , una mujer cubierta de diamantes, enloquecida por la música de Stravinsky, desgarró una marca. nuevo asiento del teatro para romperme la cabeza, lo que hizo tan bien que pasé el resto de la noche bebiendo champán en Montmartre con Stravinsky, Diaghilev y algunos de los bailarines del Ballet Russe, llevando este asiento a modo de collar. y mi rostro manchado de sangre y arañazos. He visto evolucionar el trimestre, los grandes modistos—De Madeleine Vionnet a Boyd— vienen para establecerse allí ... los taxis reemplazan a los fiacres ... Jouvet abre la Comédie, Batbedat el Studio, Hébertot gira la Salle de Perret —que se había construido para producir Parsifal cuando la ópera de Richard Wagner debería entrar en el dominio público y tenerlo en todo Bayreuth, con la ayuda de maquinaria de fabricación de vapor instalada debajo del escenario a un costo de millones y que nunca se ha utilizado, en un salón de música de gran lujo donde venía todo el alto estilo de París corriendo, por no hablar de los Ballets suecos de Rolf de Maré que montaron mi ballet negro, La création du monde , con música de Darius Milhaud y decorados de Fernand Léger, Les Mariés de la Tour Eiffel de Cocteau, Relâchede Erik Satie, para el que había escrito el argumento de la vieja Satie y Francis Picabia me arrebató la idea, el tema y el interludio cinematográfico de Entr'acte , gracias al cual René Clair pudo debutar como director Picabia se había beneficiado del hecho de que yo había ido a Brasil. Verá, fue toda una época.
ENTREVISTADOR
Entre las personas extrañas que te han gustado, ¿cuáles has encontrado en París?
CENDROS
El ser más extraño que encontré en la Avenue Montaigne fue la loca de quien Giraudoux sacó su La Folle de chaillot.. Ella no era la "mocosa con diamantes" en Montmartre, como los periódicos de la época subtitulaban una foto de ella. Madame Leffray era una inglesa, viuda de un verdadero cochero cockney. Vivía en la rue Lauriston. La seguía a menudo: todos los días venía de Chaillot a la Avenue Montaigne, donde se sentaba en un banco frente al Hôtel Plaza-Athénée. Allí se quedó en éxtasis, como la actriz Moreno, pero mucho más delgada; ataviados con sombrero de terciopelo con plumas de avestruz sucias, baratijas sucias, un vestido largo lleno de agujeros y encajes, un pañuelo de armiño mugriento del que no quedaba nada más que las pequeñas colas negras, zapatos salvajes de tacones altos, guantes, joyas grotescas, un lorgnette , un bolso arrastrándose por el suelo. Todos en el vecindario la conocían y se burlaban de ella. Ella estaba realmente loca; ella nunca habló con nadie y nunca respondió preguntas. Tenía su dignidad, era altiva, autosuficiente. Fue allí, sentada en ese banco que ya no existe, donde Giraudoux podría haberla visto tan a menudo como yo, porque Jean venía al barrio prácticamente todos los días.
ENTREVISTADOR
¿Qué haces cuando viajas? ¿Escribes en tu camarote a bordo o esperas a regresar?
CENDROS
Me gustan los largos viajes por mar y la vida única en el mar, demasiado para soñar con trabajar. Es la apoteosis de la ociosidad; un triunfo: no hacer nada mientras la cubierta se balancea, el bote se mueve, los motores golpean, el océano rueda, el viento sopla, la tierra gira con los cielos y las estrellas, y el universo entero se apresura a abrirse para que usted pase. Nunca tengo prisa por llegar y he intentado decenas de veces seducir al capitán para que lleve su barco a otro lugar que no sea el puerto designado. ¡No hay forma, ay! me dijo un viejo holandés. Hace treinta años que hago el viaje entre Rotterdam y Buenos Aires, como si fuera el maquinista de un tren. Imposible cambiar nada, la ruta está establecida de antemano, el horario establecido, debo llegar en un día así a esa hora, está delineado de antemano por la empresa, que son maestros después de Dios.chargés d'affaires, los mismos diplomáticos, los mismos nababs, los mismos grandes banqueros. ¡Después de treinta años, los conozco demasiado bien! Si tan solo tuviera el coraje de seguir tus infernales ideas, balancear el timón y apuntar a otra parte, al este o al oeste, no importa ... pasar el Cabo, sumergirte en los mares del sur.
Todo eso para decirte que a bordo, no escribo.
ENTREVISTADOR
¿No has dicho que te fortaleces en el amor y la soledad?
CENDROS
En verdad, los artistas conviven, al margen de la vida y de la humanidad; por eso son muy grandes o muy pequeños.
ENTREVISTADOR
¿Al margen de la humanidad? ¿No te consideras entonces artista?
CENDROS
No. Ya he tenido treinta y seis profesiones y estoy listo para comenzar algo completamente diferente mañana por la mañana.
ENTREVISTADOR
Nunca ha tenido problemas para ganarse la vida. Durante la ocupación, vivía principalmente de la venta de hierbas y plantas que cultivaba en su jardín en Aix-en-Provence.
CENDROS
Algunas plantas verdes, algunas plantas medicinales.
ENTREVISTADOR
¿Estás interesado en las abejas?
CENDROS
Me interesan las abejas porque me hacen mucho dinero, no me interesaría Maeterlinck, estudiar los hábitos de las abejas y sacar conclusiones morales absurdas aplicables al hombre. Uno conoce a miles de personas similares en todo el mundo, que estudian apasionadamente la vida de las abejas o las hormigas y luego citan su organización social como ejemplo, creo que de manera totalmente errónea, porque los insectos no tienen ética ni sentido de la justicia. Hice miel porque era un trabajo fácil, bien pagado. Todo lo que necesita son buenos clientes.
ENTREVISTADOR
Has dicho que, a diferencia de muchos escritores, no fuiste a la guerra para escribir, que en esa época eras soldado, tenías un arma.
CENDROS
Por eso nunca he sido uno de esos escritores-soldados. Uno es un luchador o uno es un escritor. Cuando se escribe, no se dispara, y cuando se dispara, no se escribe; se escribe después. Habría hecho mejor en escribir antes y evitar todo eso.
ENTREVISTADOR
¿Y qué opinas de Jean-Paul Sartre?
CENDROS
No tengo opinión de él, Sartre no me envía sus libros. ¿Existencialismo? En cuanto a su doctrina filosófica, fue Schopenhauer quien nos puso en guardia contra los profesores de filosofía que, después de completar el curso oficial de estudios, meditan, escriben, piensan, redactan manifiestos, y Sartre es profesor. Las obras filosóficas son aburridas en el teatro y Sartre exhibe sus tesis en el escenario. Las novelas de la escuela están bien escritas o mal escritas, las de Sartre no son ni una ni otra. Los jóvenes escritores de hoy. He visto muchos de ellos desde mi regreso a París y me pregunto dónde y en qué son específicamente existencialistas. ¿Será porque se disfrazan cada noche para ir a Saint-Germain-des-Prés como se vestían sus padres cada noche para salir en sociedad o en su club? Es una moda que pasará, que ya pasó. No me dejo llevar por el ruido de un desfile. Pero el mundo se aburre de sí mismo. El cine, la radio, la televisión ... La verdad es que pocas personas saben vivir y los que aceptan la vida como es son aún más raros.
ENTREVISTADOR
No sé qué se puede decir exactamente de esta invasión de la literatura por parte de los profesores, pero lo cierto es que el movimiento de Jean-Paul Sartre no ha producido poetas. No está compuesto por poetas. Ningún poeta ha salido de ella.
CENDROS
Probablemente tengas razón. Para los surrealistas, haría una única excepción: Robert Desnos. Robert era un buen tipo y muy listo. Me reí mucho y bebí mucho con él en un bar donde solíamos reunirnos y que bauticé “L'oeil de Paris” porque estaba en la rue de Rivoli, bajo las arcadas, a un par de pasos del Concorde y donde se podía ver pasar todo París sin moverse de su mesa, y que Robert llamaba maliciosamente “Chez Madame Zyeux” por las señoras que entraban para bajar al baño y volvían a salir, con los ojos estrictamente al frente, para no alterar su dignidad al admitir que habían ido a orinar.
ENTREVISTADOR
Has dicho que envidias a Mayakovski por el letrero iluminado que tenía a su cargo en la Plaza Roja de Moscú.
CENDROS
No conozco ningún otro poeta en ninguna parte que haya tenido la suerte y la oportunidad de utilizar un periódico iluminado para publicar —o mejor dicho, defender— sus poemas en la calle. No era publicidad ni propaganda. Quizás parte de eso, sí, simple propaganda de un miembro del partido, pero Mayakovsky tenía un amor demasiado grande por la gente y por la poesía. Piense en los millones de analfabetos que había en Rusia. Nada menos que el genio de un Mayakovsky podría conmover a tal multitud. Y ahí es donde envidio a Mayakovsky: sus poemas no fueron hablados, sus poemas no fueron escritos, fueron diseñados. Incluso los analfabetos pueden entender los dibujos. Solo puedo compararlo con Walt Disney, que también es un excelente inventor, quizás menos puro, y el mayor poeta de América, aunque comercializado. Estoy seguro de que hoy Mayakovsky gritaría sus poemas en la Plaza Roja por un altavoz,
ENTREVISTADOR
Dices que hay otras cosas en la vida que hacer además de escribir libros, pero eres, de todos modos, un trabajador extraordinario.
CENDROS
¡Son ustedes los demás los que son extraordinarios! Todos quieren que escribamos libros sin parar. ¿A dónde lleva eso? Dime ... ve a dar un paseo por la Bibliothèque Nationale y verás a dónde lleva eso, esa ruta. Un cementerio. Un continente sumergido. Millones de volúmenes entregados a los gusanos. Ya nadie sabe de quién son. Nadie pregunta nunca. Tierra desconocida. Es bastante desalentador.
No, no soy un trabajador extraordinario, soy un soñador extraordinario. Sobrepaso todas mis fantasías, incluso la de escribir.
- Traducido por William Brandon
Homero del transiberiano, como lo llamó John Dos Passos, Blaise Cendrars, nacido Fréderic Sauser Hall (París, 1887-París, 1961), suizo de padres y parisiense de nacimiento, es uno de los iniciadores de la gran aventura literaria del siglo XX francés, un autor que fue una vanguardia unipersonal y de cuya obra narrativa y lírica dijo su declarado discípulo Henry Miller que es “una centelleante masa lírica dedicada al archipiélago del insomnio”. (Y esto último es de lo poco en que Cendrars no fue muy especial: los escritores solemos ser insomnes.)
Los inestables negocios del padre en Francia, Suiza, Inglaterra, Italia o Egipto iniciaron precozmente a Blaise en la vocación de gran viajero que a los quince años escapó de la escuela y del hogar llevándose un poco de dinero, algunos cubiertos de plata, tres cajetillas de cigarrillos del padre, la Divina Comedia y las Obras de François Villon, para buscar por el mundo paisajes, ciudades, amigos, personajes raros, color local, aventuras y, de paso, bibliotecas que exploraría como se exploran países. A los dieciocho y armado de un revólver Browning recorría ferroviariamente Persia, Rusia y Siberia y regiones anexas en funciones de asistente y casi guardaespaldas de Rogovin, un itinerante comerciante de alhajas y bisutería. En 1905, año de sobresaltos premonitorios de la revolución rusa, desde las ventanillas del histórico, el mítico, el multitudinario tren Transiberiano, vio las fugaces y desoladas llanuras, las poblaciones incendiadas, los motines de la hambruna, los hinchados cadáveres de hombres y animales arrastrados por el río Amur, que en francés se escribe Amour, o sea amor, ¿quién lo diría? Aventurero y hombre capaz de ejercer cualquier oficio, fue prestidigitador en un music-hall de Londres (en el que conoció a un cómico de apenas fama local llamado Charles Chaplin), fue en los Estados Unidos peón agrícola y tractorista, acaso furtivo chicken-thief, y en el invierno neoyorquino escribió febrilmente un poema, Las pascuas en Nueva York, que, a través de la admiración un tanto plagiaria de Guillaume Apollinaire, cambiaría el rumbo de la poesía francesa. Alistado en el ejército francés en 1918, la Gran Guerra lo privó del brazo izquierdo, y esto no le impediría más adelante conducir un raudo automóvil (de carrocería diseñada por su amigo el pintor Georges Braque) y teclear una obra torrencial que pasa por no menos de sesenta libros: poemas, novelas, crónicas, traducciones, guiones de films que se quedarían en la pequeña pantalla de papel. En 1913, en un largo e impetuoso poema en verso libre: La prosa del Transiberiano y de la pequeña Juana de Francia, contó y cantó su experiencia de la Rusia y la Siberia turbulentas:
“En aquel tiempo yo estaba en mi adolescencia
Sólo tenía dieciséis años y ya no recordaba mi infancia
(…)
Porque mi mocedad era entonces tan ardiente y tan loca
Que una y otra vez mi corazón ardía como el Templo de Éfeso o la Plaza Roja de Moscú
Cuando el sol se pone.”
En los libros: La Prosa del Transiberiano, Diez poemas elásticos, Hojas de ruta, En el corazón del mundo, y otros, Cendrars reunió piezas en verso libre que suelen ser instantáneas verbales de sus viajes por el planeta o por las ciudades de París o de Moscú o de Río de Janeiro vistas como planetas. Pero el Cendrars fascinante, al que se puede releer como escuchando música, es el de sus libros en prosa: Moravagine, Las confesiones de Dan Yack, Barloventear, El hombre fulminado, El cielo en lotes, Una noche en la selva, Vuelo a vela, En el ejército inglés, Llévame al fin del mundo… Son libros que mezclan los géneros: el reportaje, la crónica, la biografía, la autobiografía, las memorias, la novela, el comentario bibliográfico, lo que sea. En ellos se despliega una prosa que acoge y baraja los testimonios de los cinco sentidos, fluye una escritura desatada en ríos y meandros verbales, en bifurcados periodos afiebrados, en multitud de extensos incisos, en páginas que excluyen el punto y seguido y el punto y aparte, y delegan la respiración sintáctica a la sola coma, o al punto y coma, para captar y comunicar la ondulación de una memoria y una imaginación ante todo sensoriales. Esa escritura a la vez rigurosa y desenvuelta, a la que llamó “madrepórica”, crece hacia las direcciones menos previstas acogiendo un intrincado torrente de recuerdos, de anécdotas, de datos sensoriales, de imágenes, de reflexiones oportunas e inoportunas. Prosa ante todo física, rítmica y a veces arrítmica, de una gran virtud de presentización, cuidadosamente escrita como al azar en una lengua francesa viva, culta y callejera, en una sintaxis de largo fraseo que aspira a la infinitud.
Recorredor del mundo y hombre de paisajes, Blaise Cendrars, de espaldas a la ventana o al balcón para mirar solamente a la hoja en blanco como hacia un paisaje por hacer, tecleaba velozmente con su sola mano la prosa abierta o el verso libre. En la noche silenciosa del 21 de agosto de 1943, en Aix-en-Provence, después de años de no ejercer la escritura como en protesta íntima y silenciosa contra la ocupación alemana de Francia, se asomó al balcón, contempló largo rato el estrellado cielo provenzal y, sintiendo la repentina gana de volver a lo más suyo, volvió a su habitación, desempacó la máquina de escribir y tecleó:
“La escritura es un incendio que abarca una gran revuelta de ideas y hace arder asociaciones de imágenes antes de reducirlas a brasas crepitantes y a cenizas. Pero si la llama desata la alerta, la espontaneidad del fuego sigue siendo misteriosa. Escribir es arder vivo, y es renacer entre las cenizas.”
Por algo había querido apellidarse Cendrars, que recuerda cendres, es decir cenizas, pero también por algo quiso nombrarse Blaise, es decir Braise, es decir brasa, es decir fuego.
Cendrars (Amadeo Modigliani)
Blaise Cendrars, el hombre que fue cenizas
El 6 de abril de 1912 es domingo de resurrección y, cuando ya contaba 24 años, nace Blaise Cendrars. Adiós Freddy, hola Blaise. Curioso apellido del poeta neonato: combinación del vocablo francés cendre, cenizas, que encuentra su plural latino en ars, arte. El arte de las cenizas: esta es la ecuación que conjuga su signo […]
El 6 de abril de 1912 es domingo de resurrección y, cuando ya contaba 24 años, nace Blaise Cendrars. Adiós Freddy, hola Blaise. Curioso apellido del poeta neonato: combinación del vocablo francés cendre, cenizas, que encuentra su plural latino en ars, arte. El arte de las cenizas: esta es la ecuación que conjuga su signo más visible: vivir para escribir
Henry Miller señalaba que lo fundamental que debe saberse de Blaise Cendrars es que «fue un hombre compuesto de muchas partes». Escribió una obra profusa, integrada por muchos libros y, a la vez, cada uno de ellos diferentes. Participó de las principales vanguardias que dieron color a este siglo y no pocas veces se anticipó a ellas. Fue protagonista de algunas guerras -reales y ficticias-, y viajó incansablemente desde que era un adolescente por Europa, Asia, Africa y América.
Escribir y vivir fueron un sólo verbo para él, dibujando un destino único que marcó, a la vez, el destino de muchos otros. «Para escribir hay que estar poseído y obsesionado», dice Miller. ¿Qué era lo que posesionaba y obsesionaba a Cendrars? «La vida. Es un hombre enamorado de la vida, et c´est tout», nos contesta su amigo Miller. Y la misma respuesta nos llega desde su obra.
La vida es importante. Ni siquiera en sus momentos más oscuros, Blaise Cendrars dejó de advertir esta aparente obviedad que pocos toman en cuenta. En más de una ocasión señaló que él no mojaba su pluma en la tinta, sino en el río de la vida. Tal vez por eso, sus biógrafos más minuciosos buscaron los rastros de sus días no sólo en documentos y testimonios de testigos cercanos, sino en su obra. Y ambas, vida y obra, mostraron una exuberancia poco común hasta construir una cosmópolis de mil paisajes, diversos y simultáneos.
La vida de Cendrars está llena de acontecimientos dramáticos y viajes a lugares exóticos, pero no siempre estos acontecimientos, viajes y lugares pueden explicar su literatura. La irrefrenable visión que tenía del mundo y de sí mismo quizás logren hacerlo. Su actitud abierta y generosa, su desenfreno y desmesura, descubren también el gesto tímido de una huida ante los convencionalismos de su tiempo.
En uno de sus poemas, a la manera de Rimbaud, escribe: «Yo soy el otro/ Demasiado sensible». ¿Quién es el otro? En una obra posterior, insiste, al señalar que sólo existe una literatura, aquella que se ocupa de «ese hombre, ese Otro, el hombre que escribe».
Cendrars tiene dos biografías. Una trata sobre su vida «real», la vida de un hombre que amó, soñó y sufrió con un nombre que no había pedido [1]. La otra no es menos real, y en absoluto menos fascinante y se ve atravesada por la fiebre de su fantasía. Cualquiera de las dos opera sobre ese otro, sobre Blaise Cendrars.
Apertura. En el transcurso del tiempo
En su libro The Culture of Time and Space 1880-1918 (Harvard University Press, 1983), el historiador cultural Stephen Kern analiza los cambios producidos en la concepción del tiempo y el espacio a comienzos de siglo. Para ello contribuyeron en gran medida la irrupción de innovaciones tecnológicas como el telégrafo, el teléfono, el gramófono, el cine, el automóvil y el cine.
No obstante, Kern tampoco deja de lado el peso específico de la revolución que provocó el rápido desarrollo de las nuevas tendencias en el campo del conocimiento y el artístico. La teoría de la relatividad de Einstein, el psicoanálisis, o movimientos como el cubismo, el futurismo, e incluso el ragtime, resultaron decisivos a la hora de definir una nueva sensibilidad frente a lo que nos rodea.
El telégrafo unió casi sin intervalos de tiempo lugares alejados en distintos puntos del globo. El crecimiento de las comunicaciones internacionales resultó fundamental para crear un sistema de mayor uniformidad en la percepción temporal. Hubo un momento en Francia -así como en la mayoría de los países- en que estos cambios derivaron hacia un estado caótico en la percepción del tiempo.
Cada ciudad tenía su propio huso horario local, mientras los ferrocarriles utilizaban la hora de París, nueve minutos y veintiún segundos antes de lo que indicaba el meridiano de Greenwich. Los desarreglos que esto provocaba fueron de tal magnitud, que Francia tomó la iniciativa para proponer en la conferencia internacional de 1912 un ordenamiento más sistemático en la regulación de los criterios temporales.
Desde la Torre Eiffel se emitiría una nueva señal de tiempo a todo el planeta a partir del 1 de julio de 1913. El teléfono y los periódicos también contribuyeron en esta transformación. El Ahora ya no estaba compuesto por una serie de acontecimientos locales, sino que era percibido como un conjunto de hechos simultáneos y dispersos en el espacio.
Curiosamente, quien pudo reflejar mejor que nadie esta metamorfosis en relación al tiempo y el espacio fue un hijo, nieto y bisnieto de relojeros llamado Frédéric Sauser nacido en el principal centro relojero del mundo, la localidad suiza de Chaux-de-Fonds, el 1 de septiembre de 1887. No lejos de allí, en Berna, durante los primeros años del siglo, Albert Einstein trabajaba en su teoría de la relatividad.
Primer Movimiento. Freddy, la hora invertida
Nacido en el seno de una familia burguesa cuyo apellido se remonta a 1347, los Sauser llevan una vida juiciosa y serena, tan calculada y precisa como los minuteros que fabricaban. Freddy -así lo llaman en sus círculos íntimos-, el menor de los tres hijos, fue en su infancia un muchacho retraído que no terminaba de asimilar la puntillosa disciplina familiar con la fragil salud de su madre y la doble vida de su padre. En 1894, los Sauser parten hacia Nápoles, donde se instalarán durante dieciocho meses.
La experiencia marcará al joven Freddy, quien en los exóticos jardines del Palazzo Scalesse diseñará las aventuras más disparatadas. En 1896 vuelven a Suiza, y Freddy se transforma en Fritz en una pensión alemana de Bale, donde debe aprender el idioma. Se fuga de la primera, enferma en la segunda, y guardará por siempre una aversión absoluta por estas «pensiones/prisiones».
En 1902 la familia se traslada a Neuchatel, y el adolescente Sauser es un muchacho demasiado sensible, algo triste y solitario, que gusta de los deportes (la natación y el fútbol particularmente), pero por sobre todo se refugia obsesivamente en la lectura. Verne será uno de sus autores predilectos, aunque también la Geografía, de Elisée Reclus. La astronomía popular, de Gustave Flammarion, y los tres gruesos volúmenes ilustrados de Los viajes de Thomas Cook, de Johann Wäber. Consume diarios y revistas. Y también Las hijas del fuego, de Nerval. Sin embargo, algo no funciona.
El 6 de julio de 1904 llega a la oficina de su padre el boletín escolar que consigna 255 horas de ausencia, 347 horas de ausencia no justificadas, 20 horas de «arresto». Las notas son mediocres en casi todas las materias y las observaciones desastrosas: negligencia, indisciplina, desorden, insubordinación. Es mucho más de lo que una familia suiza puede soportar. Encerrado en su habitación, Freddy hace una amalgama de todas sus fugas anteriores y toma la decisión: «Partiré. Lejos. No me queda más remedio que irme. Aquí estoy de sobra».
Toma algún dinero, cigarrillos, por la ventana sale a un balcón, pasa a otro, la calle, la estación. El primer tren lo conduce a Alemania y de allí aborda otro que será decisivo en la literatura de este siglo: el Transiberiano. La aventura de Freddy tendrá la forma de un viaje iniciático: el paso de la adolescencia a la adultez será brutal. A su llegada a San Petersburgo el primer día de 1905, se emplea en la joyería de M.H.A. Leuba, pero son otros los acontecimientos que lo sorprenden. El 9 de enero, conocido como el «domingo rojo», testimonia los primeros signos de la revolución: los manifestantes que marchan hacia el Palacio de Invierno para presentar sus súplicas al zar son masacrados por la caballería de cosacos.
Mientras prepara joyas para la burguesía, Freddy hace sus primeros contactos con los anarquistas. Su mejor amigo, el camarada que lo inicia en las técnicas revolucionarias, es encarcelado y condenado a muerte. Otro amigo se le revela inesperado: un bibliotecario a quien se conocerá como R.R. Freddy demostrará una curiosidad insaciable, y el ruso se le doblegará sin dificultades. R. R. ve en este joven el germen de un poeta excepcional. Mientras revela el peso y los secretos de las gemas, Freddy da sus primeros pasos en la escritura. Abre un cuaderno con una cita de L´Atala de Chateaubriand: «Hombre, no eres más que un ensueño rápido, un sueño doloroso».
En 1907 Frédéric Sauser publica su primera obra: Novgorod, La leyenda del oro gris y del silencio. En realidad, este libro alcanzó dimensiones míticas porque durante casi 90 años nadie supo de él. Se sabía, sí, que la edición alcanzó catorce ejemplares, y que su edición fue debida a los fervores de su mentor, R.R. Cendrars lo hizo figurar en su bibliografía como «fuera de exhibición» y nunca se preocupó por reeditarlo. Muchos especulaban con que no fuera más que otra broma de su cinismo.
En diciembre de 1995, en un anticuario de Sofía, el poeta Kiril Kadiiski (editor y traductor al búlgaro de Baudelaire y Apollinaire) encontró en sus manos por azar un añejo cartón que, en caracteres cirílicos, contenía un largo poema en versos libres de una modernidad inédita para la época. En mayo del ´96, Miriam Cendrars, hija y biógrafa, se enteraba de la existencia por la carta de un amigo enviada desde Skopje, Macedonia. El mito Cendrars desafiaba así, por vez primera, las trampas del tiempo.
Andante. Perpetuum mobile
Un fragmento de los poemas «elásticos» de Cendrars escritos en 1913, puede ilustrar con claridad la teoría de Kern sobre la nueva simultaneidad, concepto clave por otra parte de su método poético. En 18 líneas, Cendrars consigue dar un panorama completo sobre la nueva función de la Torre Eiffel, el telégrafo, los trastornos temporales, las comunicaciones internacionales, los periódicos, el cielo y los reportes meteorológicos.
Disonancias del arco iris en la telegrafía inalámbrica de la Torre / Mediodía / Medianoche / En todos los rincones del universo se murmura: «Merde» / Rayos / Cromo amarillo / Nos hemos contactado / Los transatlánticos se acercan desde todas las direcciones / Desaparecen / Todos están en movimiento / Y los relojes marchan / Paris-Midi informa que un profesor alemán fue devorado por los caníbales en el Congo/ Bien hecho / L´Intransigeant publicó esta noche poemas para tarjetas postales/ Es idiota que los astrólogos se roben las estrellas / Cuando ya no se pueden ver / Le pregunto al cielo / El servicio meteorológico indica que el tiempo empeorará.
Llegar a desentrañar con exactitud la influencia de la poesía de Cendrars en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial es complicado. Vivía en París, y entre sus amigos se encontraban muchos de quienes participaban en los principales círculos vanguardistas de diversas artes. Pero fue fundamental la irrupción del cubismo para que los nuevos poetas escucharan con atención lo que los plásticos tenían que decir. Cendrars mantenía una fluida relación con algunos de los principales artistas de su tiempo, como Chagall, Léger, Modigliani y los esposos Robert y Sonia Delauny, quienes tuvieron un decisivo efecto sobre su producción.
En lo que se refiere a su praxis poética, Cendrars fue quizás el mayor innovador de su época -algunos pasos por delante incluso del propio Apollinaire- al intentar trasladar la complejidad de las ideas simultaneístas al poema.
Entre los impulsos que directa o indirectamente influyeron a casi toda la actividad artística en el París de la época, se encontraban las teorías del filósofo Henri Bergson sobre «la durée», el fluir del ahora, el río del presente, que se oponía de modo manifiesto a la comprensión del tiempo lineal. Esta corriente -auténtico flujo vital- concebía al presente como una extensión que arrastraba al pasado consigo, a la vez que se desarrollaba y renovaba en forma constante. El ahora no sólo incluye al pasado, sino también al futuro. Es como una melodía que, al ser ejecutada, da una idea aproximada del próximo tono, pero al llegar a ser sonido, cada tono transforma retroactivamente el significado anterior.
No existe la inmovilidad, nos dice Bergson. La realidad misma es movimiento. No obstante, cuando queremos crear una imagen del movimiento lo vemos pasar a través de una serie de puntos, a pesar de que el movimiento nunca se encuentra en esa posición. En su apogeo, se desliza por esos puntos, y ese deslizamiento resulta, por supuesto, el negativo de la calma, la quietud, el silencio. Debemos pensar el movimiento como una construcción de inmovilidades, dice Bergson. Describir una realidad en permanente cambio, que cada minuto se metamorfosea en una nueva criatura, es apenas posible.
El problema de capturar el movimiento representado por un presente que se escapa como un fugitivo eterno, fue uno de los puntos centrales del debate estético que se planteó en los primeros años de la década del ´10. Muchos artistas se cansaron con igual rapidez de los estáticos esquemas formales del cubismo y su sumisión a la escala cromática.
Los futuristas italianos predicaron, en consecuencia, un «nuevo dinamismo», y su líder, Marinetti, en Manifiesto Técnico para una Literatura Futurista (1912) proclamó la necesidad de una poesía construida en imágenes y analogías simbólicas. «Dado que los aeroplanos multiplican nuestro conocimiento del mundo, es evidente que a través de las analogías todo será mucho más natural para nosotros». Marinetti quería eliminar todas aquellas expresiones comparativas («como», «a la manera de», «de acuerdo con») para crear una secuencia continua de nuevas imágenes. Por supuesto, Marinetti negó la influencia de Bergson, así como Cendrars negó cualquier lazo que lo asociara al «a los comerciales ataques de nervios del señor Marinetti».
No obstante, no puede negarse que el italiano fue el primero en transformar las nuevas técnicas de la plástica al servicio de una teoría literaria, aún cuando su producción resulta algo penosa frente a la de otros creadores de la época que siguieron sus pasos, como por ejemplo Ezra Pound y su grupo vorticista.
En 1919 Cendrars publica sus 19 Poemas Elásticos, todos excepto uno escritos antes de la Primera Guerra Mundial. «No se puede contemplar la realidad desde Sirius», dice Cendrars buscando diferenciarse de Marinetti. No se ve nada desde las alturas: hace falta un trampolín. Es preciso caer pesadamente sobre todo. Sin embargo, al igual que lo proclamaban Bergson y el teórico italiano, no hay nada en esta realidad que describen sus poemas que permanezca inmóvil. «No debemos olvidar que no sólo el presente, sino también el pasado está en continuo movimiento, que todo lo que ha vivido aún vive, cambia, se convierte, se traslada, se transforma, y la realidad se contradice a sí misma cien veces al día como la vieja charlatana que es», afirma el poeta. Para Cendrars, el perpetuum mobile, el movimiento continuo, resume el único trabajo creativo posible. Apollinaire describió su método poético como «la expresión más pura de la simultaneidad. Los colores contrastantes acostumbran al ojo a tomar todo el poema en una única mirada».
Segundo movimiento. Vivir para escribir
La muerte de Marie-Louise, la madre de Blaise, el 12 de febrero de 1908, provoca la dispersión de la familia Sauser. La tragedia ya había mostrado sus cartas premonitorias. Hélène Kleinman, primer amor de Freddy con quien vivió una intensa relación en San Petersburgo, murió quemada en su habitación en un confuso episodio. Cendrars se dirige a Berna y se inscribe en la facultad de Medicina para estudiar «las enfermedades de la voluntad, las causas de los disturbios nerviosos». Sin embargo, no encuentra respuestas para sus propios desórdenes y cambia los objetivos de su curiosidad. Se inscribe en filosofía y profundiza los significados de la literatura y la prosodia, al tiempo que estudia música (armonía y contrapunto) con pasión, bajo la guía del profesor Hess-Ruetchi, organista de la Catedral.
Imaginemos: un muchacho que apenas sobrepasa los veinte años, de aspecto taciturno y largos cabellos, dueño de un saber enciclopedista, que habla con fluidez seis idiomas y vivió los últimos y agitados días de la Rusia zarista, que conoce los secretos de la muerte y no tiene como dueño de su destino más que a sí mismo. Por supuesto, una figura así llama la atención en la circunspecta sociedad de Berna. Y a quien más llamó la atención fue a Féla Poznanska, una hermosa polaca de Lodz sola en Suiza que también estudia filosofía y busca su lugar en el mundo. Junto a ella, Cendrars sintetiza su amor con una apasionada búsqueda intelectual. En 1913 publica Séquences, un poemario todavía deudor de las sombras del simbolismo. Una vez publicados, Freddy se arrepiente de ellos: «son un error de juventud», declara. Tiene 21 años.
Atraídos por un grupo de intelectuales conocido como La Synthèse y el poeta Franz Hellens, Freddy y Fela parten hacia Bruselas. Allí se aman, recorren los barrios bajos, se aman, toman contacto con los inmigrantes turcos, se aman, y sobre todo, Freddy escribe: «Dios y el Diablo son mis juguetes favoritos. A uno le he ofrecido mi corazón sangrante lleno de sueños de amor, eternos, ilimitados. Al otro mi carne húmeda, los deseos precisos y cálidos. Me aburren los debates y peleas de este pequeño dios y este pequeño diablo, que se cuelgan a mis talones, uno buscando atrapar mi corazón, el otro mi sexo, mientras yo me río de sus volteretas. Yo soy el Poeta».
Freddy le confiesa a Féla que necesitará diez años para encontrar su lengua, su estilo. Exageraba. En tanto, viajan a Londres y luego se instalan en París. Allí, Cendrars descubre un libro singular que lo marcará: Le latin mystique, de Remy de Gourmont. Con muchos manuscritos por todo equipaje, espera interesar a algún editor. El ajedrez y la miseria acechan. Explora el París popular, se entrena en los turbios ambientes de la Place Blanche y se vincula a los intelectuales anarquistas. Una vida tan difícil no puede durar demasiado. Féla decide viajar a Nueva York para visitar a su hermana y buscar algo de aire nuevo. Freddy vuelve a partir a San Petersburgo tentado por exorcisar la muerte de Hélène. Allí, encuentra en la lectura de Schopenhauer la confirmación de sus intuiciones y trabajos: «Escribir, de inmediato, sin retrasos, regularmente».
El 14 de noviembre de 1911 recibe una sorpresa: Féla le envía un pasaje San Petersburgo-Nueva York a bordo del Birma. Una semana más tarde parte dispuesto a escribir un diario titulado Mi viaje a América. Antes, le escribirá a su viejo compañero de clase August Sutter una carta donde confiesa: «Lo he derribado todo. He dejado atrás mi vida anterior, todo lo que sé, todo lo que ignoro, mis ideas, mis creencias, mis vulgaridades, mis demencias, mis estupideces, la vida y la muerte. Es algo loco, inconformista, insensato. El vapor que se escapa».
Cuando el Birma se aproxima a las luces de Nueva York, Freddy anota: «Espero el punto del día, el alba de mi vida».
El 6 de abril de 1912 es domingo de resurrección y, cuando ya contaba 24 años, nace Blaise Cendrars. Adiós Freddy, hola Blaise. Curioso apellido del poeta neonato: combinación del vocablo francés cendre, cenizas, que encuentra su plural latino en ars, arte. El arte de las cenizas: esta es la ecuación que conjuga su signo más visible: vivir para escribir. Las palabras son las cenizas de la realidad. Dos meses después de su bautismo de fuego, retorna a Europa a bordo del Volturno, donde convive con tuberculosos, prostitutas y criminales expulsados de los Estados Unidos. Féla no es de la partida. En París, Cendrars publica Pâques à New York, cuyo manuscrito es enviado a Guillaume Apollinaire, poeta y crítico de arte que intenta definir la sorpresa en el Mercure con una rúbrica singular: «La vida anecdótica».
Pero era algo más que una anécdota lo que se hallaba en el interior de la obra, y los círculos vanguardistas parisinos parecen advertirlo. También Apollinaire, quien confiesa a los cuatro vientos que es el mejor poema de la década. Asimismo, le abre las puertas a Cendrars de los medios artísticos y le consigue trabajo como copista de viejos textos para la biblioteca Mazarine. Cendrars cultiva la amistad de los artistas plásticos Robert y Sonia Delauny. Con Sonia, además de admirar su cocina y poder compartir el ruso, emprende un proyecto ambicioso que renovará toda la estética del momento: crear el primer poema simultáneo.
Es decir, traducir en colores el ritmo y la emoción de un nuevo poema en el que trabaja e inventarle formas y tipografías inéditas. De la colaboración entre los dos artistas nace un libro jamás visto, un objeto extraordinario: La prosa del Transiberiano y de la pequeña Jehanne de Francia. Son poemas cuyas palabras hieren como cuchillos salvajes en la sensibilidad, en tanto los colores le confieren una textura nueva, matices que viran a la luz de un París que se debate entre los últimos soplos del simbolismo y las creaciones innovadoras en todos los dominios, entre la bohemia, la efervescencia popular de los nuevos aires del siglo y las pretensiones conservadoras de la burguesía. «He empleado la palabra `prosa´ en el Transiberiano en el sentido que el le da el latín bajo, `dictu´. Utilizar `poema´ me parecía demasiado pretencioso, demasiado cerrado. Prosa es más abierto», declara Cendrars. El primer poema simultáneo ya había llegado. El nuevo tiempo también.
Andante capriccioso. La belleza bárbara
Cendrars perteneció a una época que contemplaba al siglo XIX como un imposible a la vez que el futuro parecía acercarse avanzando a pasos más y más acelerados. Quizás en función de ello, pensó que lo más lógico sería que la poesía también buscara ese imposible. Muchos de los poemas de Cendrars se basan en citas de otros textos, aunque estos préstamos se diferencian en mucho a la técnica con la que los poetas modernistas anglosajones, como Eliot o Pound, asumían la cita. Cendrars no alude a la literatura que es capaz de despertar a la vida ecos olvidados para el lector ilustrado, no se trata de referencias literarias, sino de elementos que como en el collage o el pastiche, adquieren ambiciones artísticas a partir del mismo momento en que son organizados por el poeta. Todo esto ocurre, vale la pena recordarlo, varias décadas antes de que a nadie se le ocurriese hablar de los preceptos teóricos del llamado posmodernismo.
En Mee to boogi, un poema de 1914, muchos fragmentos han sido construidos a partir de un viejo libro de viaje a las islas Tonga, de John Martin, basado en las descripciones de William Mariner y publicado por primera vez en Francia en 1817. Aunque en la edición del poema aparecen algunos datos que arrojan cierta luz sobre los significados ocultos de algunas expresiones (Mee too boogie es una danza, fango-fango una flauta nasal, Bolotoo una isla y Papalangi el nombre que los nativos le daban a los europeos), la intención de Cendrars era que el lector asociara libremente en función de la musicalidad, el ritmo y el significado abierto de estos vocablos.
No le interesa tanto una descripción poética de la vida de los habitantes de Tonga como una construcción más libre, un poco en el mismo sentido con que los pintores cubistas añadían materiales de la «realidad» (trozos de periódicos, cartas, afiches) para resignificarlos a través de su obra, o bien, lo que suele hacer por ejemplo en la actualidad el pianista Keith Jarret cuando a partir de una pieza popular como Over the Raimbow la reconstruye en base a lo que marca su sentido musical en una improvisación.
Liberado de su contexto, la cita adquiere una nueva función.
https://constellation-cendrars.ch/blaise-cendrars/biographie/
Cendrars subraya el contraste entre el lenguaje abstracto de la «cultura humana» y el lenguaje concreto de los «pueblos primitivos», basado en una cosmovisión mágica. Afirma que un lenguaje racional nunca puede superar a uno «concreto y misterioso». El nuevo poeta se enfrenta ante la complejidad del mundo moderno «tan pobre y desprovisto como el salvaje que sólo cuenta con piedras como única arma para defenderse de los peligrosos animales de la selva. Ha menudo nos hemos visto obligados a utilizar el lenguaje de los salvajes. Era necesario», nos dice Cendrars.
De este modo, defiende la espontaneidad subjetiva del lenguaje y la libertad frente a las ataduras de la gramática. Es partidario de una poesía abierta a todos los lenguajes del nuevo tiempo: «Amamos todos los neologismos, las lenguas bárbaras y precisas de la técnica y las ciencias naturales, las lenguas extranjeras y las idioteces de los dialectos». Resumiendo: Cendrars prefiere la flauta nasal a la lira.
Tercer movimiento. Todas las guerras la guerra
El año ´13 se presenta pletórico de acontecimientos para Blaise. Vuelve Féla de Nueva York y ambos se van a vivir a una granja. Escribe los 19 Poemas Elásticos y el esbozo de una nueva epopeya poética, El Panamá o las aventuras de mis siete tíos. Vuelven a París y sobre una cartulina doblada a modo de camisa imagina una novela inverosímil, titulada Moravagine. El 7 de abril de 1914 nace su hijo Odilon, en honor al artista Odilon Redon, a quien Blaise admira por la utilización de sus colores oníricos. La familia vuelve al campo.
Sin embargo, una sorpresa aguardaba a Europa: el 3 de agosto Alemania le declara la guerra a Francia. Cendrars, siendo suizo, podía volver sano y salvo con los suyos a su tierra natal, pero toma una decisión inesperada: se alista en el Tercer Regimiento de la Legión Extranjera. Sus amigos no lo entienden. «Odio a los alemanes», responde lacónicamente. Cuando vuelve con tres días de permiso en 1915, Féla ya casi no lo reconoce. Los horrores de la guerra lo habían marcado, ya no es el mismo hombre de Berna, de Nueva York, del París feliz. Escribe un poema desgarrador, Yo he matado, donde describe la enorme maquinaria a escala mundial que desemboca en la más insoportables de las luchas, el cuerpo a cuerpo.
Lo aguardaban aún otras lágrimas más amargas. Un martes lluvioso, su regimiento se lanza al ataque ante el fuego concentrado de los alemanes. Es una masacre. Las ráfagas de la metralla le arrancan el brazo derecho. Treinta años más tarde, en La mano cortada, Blaise evocará: «Legión o no legión. Me he comprometido y como muchas veces en mi vida, estaba listo para ir hasta el fondo de mis actos. Pero no sabía que la Legión me haría beber de ese cáliz hasta los excrementos para conquistar mi libertad como hombre. Ser. Ser un hombre. Y descubrir la soledad». Durante el resto de sus días, Cendrars sufriría de modo atroz la impalpabilidad de su brazo fantasma, aun cuando ironizaba sobre su desgracia. Solía despedirse en sus cartas con «avec ma main ami».
En 1917, de vuelta a la vida civil con una medalla que no podía suplir los atributos de su mano, Cendrars vuelve a entregarse al trabajo febril. En Nueva York se había sentido fascinado por los adelantos técnicos y, en particular, por ese nuevo lenguaje al que adivinaba como instrumento poético: el cine. Escribe un extraño guión sobre la destrucción y la transfiguración universal llamado El Fin del Mundo filmado por el ángel de Nôtre-Dame. El hecho de tener que aprender a escribir con la mano izquierda le descubre una metamorfosis no sólo en su grafía, sino también en lo que hace a fondo y forma de sus composiciones. Conoce a Abel Gance y participa en su film J´accuse. El director queda fascinado con la cultura esotérica y la perspectiva visionaria de Cendrars y le ofrece ser su asistente de dirección en La Roue (1920). Blaise escribe: «Los últimos acontecimientos de las ciencias exactas, la guerra mundial, la concepción de la relatividad, las convulsiones políticas, todo hace preveer que nos encaminamos hacia una nueva síntesis del espíritu humano, hacia una nueva humanidad, y que una nueva raza de hombres va a aparecer. Su lenguaje será el cine».
Publica poco después L´ABC du Cinéma, obra que marcará a su tiempo y a la que el joven realizador Jean Epstein le rendirá homenaje. Por otra parte, además de escribir guiones y firmar artículos sobre arte, Cendrars en lo que será la primera recopilación de una serie de relatos orales africanos y que se llamará Antología Negra.
En lo personal, muchas cosas han cambiado. Separado de Féla, Blaise encuentra en una jóven comediante campesina, Raymone Duchateau, el amor absoluto que siempre había soñado. Por otra parte, el París de posguerra, con sus capillas literarias, sus teorías y sus intrigas, lo exaspera. Parte a Roma con la intención de filmar su guión La Venus Negra. En el cine ve la posibilidad de encauzar su vida, pero a lo largo de un año no registra más que inconvenientes.
Las dificultades del trabajo en equipo, vestuarios que no llegan, poco apoyo del estudio, limitaciones económicas, la enfermedad de su protagonista, Dourga, y por si todo esto fuese poco, el ascenso de Mussolini y el fascismo, lo hace retornar a París, otra vez en punto cero. Da conferencias en España y Bélgica, colabora con distintas revistas, pero Blaise se siente hastiado de Europa.
En 1924 viaja por primera vez a lo que será su aventura brasileña, que marcará un encuentro crucial tanto para el vanguardismo de ese país como para el propio Cendrars. Un año antes había conocido a Oswald de Andrade y su mujer, la pintora Tarsila de Amaral, en casa de un extraño mecenas, Paulo Prado, el rey del café, quien lo invitó a Brasil. Cendrars, a bordo del Formosa, se siente «feliz como un rey, rico como un millonario, libre como un hombre». Durante la travesía escribe un nuevo cuaderno de viaje que tendrá por título Hojas de ruta, pero además acumula en su equipaje el manuscrito de Moravagine, el de L´Equatoria, un paquete con relatos para construir un segundo volumen de cuentos negros, e incluso Plan de l´Aiguille, guión para un ballet de Erik Satie. La llegada a Santos tiene algo de gag cómico. La policía no permite descender al territorio nacional a un manco.
Para ingresar al Brasil hacen falta los dos brazos. Paulo Prado interviene y a partir de allí todos serán honores para Cendrars. Los poetas modernistas lo saludan como a un nuevo dios. Mario de Andrade, el autor de Macunaíma, afirma que su llegada los ilumina como «como una granada en pleno día» y lo rebautizan: para ellos, Blaise será Blaisil. Cendrars adopta al país como segunda patria espiritual y entre su primer viaje y 1929 volverá cinco veces para recorrer sus ríos y selvas, visita fazendas y plantaciones, viaja a Amazonia y también a otras ciudades sudamericanas, incluyendo a Buenos Aires. Asimismo, se lo verá en las corridas de San Fermín de Pamplona, en Portugal, Alemania e Inglaterra.
La experiencia brasileña le permitirá escribir El Oro. La maravillosa historia de Johann August Sutter, una novela innovadora por su estilo ágil, directo, incisivo, en presente del indicativo. «Un punto de ruptura en la literatura francesa», dirá Philipe Soupault. La aparición de Moravagine produce otra explosión. Los críticos resaltan la mezcla de crueldad, sensualidad y lirismo, el poder alucinatorio de su obra.
La década del ´30 lo recibirá con más viajes, más libros, y el volante de un Alfa Romeo que su mano izquierda doma a velocidades vertiginosas. Escribe Rhum, una novela en el estilo de El Oro sobre un diputado de la Guayana, un hombre que al morir la autopsia descubre que carecía de corazón. Pero comienza a tomar preponderancia también su labor como periodista. Para Paris-Soir cubre el viaje inaugural del Normandie, un transatlántico que estrena una nueva técnica de la comunicación: todas las noches se lo puede escuchar en directo por una radio de París.
En 1936 viaja a California para asistir al estreno de Sutter´s Gold, un film de James Cruze que está basado en El Oro.
Cendrars aprovecha la ocasión para recolectar una serie de artículos que se publican diariamente en París sobre la vida de Hollywood donde mezcla el humor negro, anécdotas de las stars del momento y ácidos comentarios sociales. El resultado final será Hollywood. Meca del Cine, con dibujos de Jean Guérin, obra que muchos vieron como un antecedente de lo que luego sería conocido como new jounalism.
El estallido del nuevo conflicto mundial lo va a encontrar con uniforme de oficial británico como corresponsal de guerra en Arras. Las primeras bombas alemanas sobre el lugar llevan al Comando General a replegarse otra vez en Gran Bretaña. Era demasiado: Francia ocupada por los alemanes le resultaba una carga excesivamente pesada. Blaise toma el volante de su Alfa Romeo y cruza toda Francia. Se exilia en Aix-en-Provence. Un alma en pena sobrevuela Europa.
Finale
¿Mentira? ¿Verdad? ¿Dónde comienzan y terminan los límites de esos países imaginarios? La vida anecdótica de la que hablaba Apollinaire se alimenta de esas partículas ficticias que nos rodean cotidianamente. La biografía de Cendrars constituye asimismo la encarnadura de una novela fantástica. En enero de 1961 dio su último suspiro luego de soportar una hemiplejía que lo dejó «como un buen rey olvidado». Pero se equivocaba: el olvido no es sinónimo de Cendrars, el hombre capaz de hacer realidad el arte de las cenizas desde su propio apellido. «¡Vértigo! La eternidad no es más que un breve instante en el espacio y el infinito lo atrapa a uno por los cabellos y lo fulmina en el acto. El tiempo no cuenta», escribió.
El tiempo no cuenta, ni los dogmas, ni las formas. Cendrars prestó especial interés a esos destellos imperceptibles, al lenguaje de las sombras, a todo lo que escapa de la tiranía del cristalino. Entre ellos, los nuevos íconos de la cultura popular fueron los elementos secretos para su alquimia poética. Vio en los folletines y el cine una apertura mayor que en la «alta cultura» (a la que tampoco desdeñó) para inducir los cambios e innovaciones de la modernidad. De hecho, condujo a Fantomas a un poema donde el héroe debía tomar acciones directas en el debate estético de la época. El poeta Henri-Martin Barzun se consideró a sí mismo como el creador del simultaneísmo francés y acusó a Cendrars de haberlo plagiado.
En su poema, el suizo cita un fragmento de Fantomas (la novela) donde se describe a un personaje cuyo nombre es casi idéntico al de Barzun, y que debajo de su fachada, sólo se esconde un pobre idiota. A la vez, responde a la acusación con el epíteto «el rey de los ladrones».
Entre los escritores favoritos de Cendrars figuraba Gustave Le Rouge (1867-1938), un nombre que difícilmente aparezca en alguna enciclopedia seria de literatura francesa. Fue un autor de novelas populares, conocido y apreciado fuera de los círculo «cultos», entre cuyos principales títulos se destacan El Prisionero del Planeta Marte y La Guerra de los Vampiros.
Su mayor obra fue una larga serie de novelas policiales conocidas bajo el título genérico de El Místico Doctor Cornelius, pero también publicó en forma anónima una cantidad de textos sumamente extraños (El Arte de Adivinación con Cartas, La Llave hacia una Vida Soñada, Cómo Expresar sus Sentimientos con Estampillas, etc.) que sólo se vendían en kioscos y puestos de periódicos. En estos textos Le Rouge pudo expresar, según Cendrars, sus demonios interiores y dar a conocer sus bizarras enseñanzas. Blaise homenajeó el estilo de Le Rouge, su intento de «destruir la imagen, no ceder al manierismo, expresar hechos, hechos, nada más que hechos, tantos hechos como palabras sean posibles, perseguirlos y alcanzarlos, desnudando cada sistema, aislándolos de cualquier asociación, viéndolos desde cien ángulos distintos a la vez con ayuda de innumerables telescopios y microscopios, viéndolos desde afuera pero iluminándolos en su interior».
Consideró a este ignoto autor como uno de los mayores representantes de la antipoesía, y confesó cambiar gustoso las obras completas de Mallarmé por un pequeño texto anónimo de Le Rouge titulado 100 Recetas para la Preparación de Restos.
En L´Homme Foudroyé, una peculiar obra en prosa de 1945, Cendrars relata su primer encuentro con Gustave Le Rouge. Fue en 1907, cuando el poeta trabajaba en Meldois como apicultor. El tiempo libre que le dejaban las abejas, lo dedicaba a cortejar a Antoinette, una bella jovencita hija de un buzo del lugar. Como el cortejo se complicaba cada vez que el celoso padre emergía del agua, Cendrars le ofrecía a la muchacha dar un paseo en auto junto a un viejo chatarrero de la zona, el padre Franÿois.
En una ocasión, el auto se descompuso y François intentó arreglarlo con ayuda de un látigo, improperios y escupiendo tabaco. La escena fue presenciada por Le Rouge, quien de inmediato invitó a esas extrañas figuras a su casa. Allí pudieron encontrar a Marthe, la primera esposa de Le Rouge, una mujer de rostro deforme a decir de Cendrars, «como si hubiese sido partido al medio por una tralla». No hizo falta demasiado para que Le Rouge y Cendrars se hicieran muy buenos amigos, y también sus mujeres congeniaron de inmediato. Sólo que fueron demasiado lejos. Marthe sedujo a Antoinette y ambas huyeron con destino incierto.
Además de la desilusión de los dos hombres, otras catástrofes sucumbieron en la casa: el tucán de Le Rouge también se fugó, los peces dorados aparecieron muertos en el estanque y el jardín, en un par de días, se convirtió en un páramo.
Por pura casualidad, en 1910, Cendrars volvió a encontrar a las dos mujeres. Fue en un cabaret de Londres donde actuaba un cómico pequeñito y algo grotesco que tenía capturada a la concurrencia: Charles Chaplin. Se dice incluso que llegó a compartir con él un barato cuarto de pensión. Las chicas, en tanto, estaban a cargo de un número sadomasoquista que ejecutaban con un látigo de siete colas. Analizar qué hay de cierto o no en esta anécdota autobiográfica de Cendrars resultaría una tarea inútil. Casi todos los episodios de su vida resultan tan inverosímiles, que realidad y ficción acaban por pertenecer a un mismo reino.
Lo que en realmente importa, es que todo el relato del encuentro con Le Rouge en L´homme Foudroyé es una auténtica obra maestra de la técnica narrativa. Lo que sí importa en definitiva, es la forma en que el autor refleja la humillación del amor perdido en su juventud. Cuando nos relata la forma en que se marchitan las lilas, en realidad está hablando del carácter efímero de la inocencia.
¿Mentira? ¿Verdad? Nunca he dicho la verdad. Pero nunca te he contado una mentira más real, podría decirnos Cendrars.
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