Hispanidad, Franquismo y
construcción del mal: los
mensajes de fin de año del Gral.
Francisco Franco entre la firma
del Concordato y los pactos
económicos con Estados Unidos
(1953-1967).
CT, o la cultura de la transición, de Guillem Martínez (Ed.)
Nos diría el siempre interesante Gilles Deleuze que la labor principal de la filosofía es crear conceptos a través de los cuales podamos aprehender el devenir mismo del mundo. Cuando dice esto Deleuze no está acotando exclusivamente la posibilidad del pensamiento en los filósofos, un absurdo egomaniaco que sólo podría pensar que así creyera un filósofo alguien que no los conozca, sino que nos infiere una verdad mucho más elemental: en tanto todo aquel que piensa está articulando una filosofía personal, todo pensar requiere de crear conceptos para poder teorizar la realidad. Bajo esta premisa la única condición necesaria para pensar la realidad es que nuestro pensamiento se dirija hacia la creación de conceptos a través de los cuales podamos cristalizar, pero también visualizar, una realidad ulterior que hasta el momento se nos mostraba como inaprensible.
Bajo esta premisa se nos presenta una problemática primera tan profunda como lógica al respecto del libro del que hablamos, ¿qué es CT, o la cultura de la transición? Obviando la respuestas más inmediata y obtusa, que de hecho es del libro que nos ocupamos de hablar en éste momento, la realidad conceptual del mismo no es tan evidente como podría parecerlo a primera vista; aun cuando las palabras cultura y transición parecen remitirnos a significantes conocidos, en su conjunción, requieren de una mayor dotación de sentido para que podamos reconocerlos en su unión. La clarificación más inmediata nos podría llegar de la mano de Guillem Martinez, a la postre articulador ‑que no creador, pues como todo concepto es una creación colectiva que alguien recopila; después volveremos bajo esta premisa- del concepto original de cultura de transición al afirmar que en un sistema democrático, los límites a la libertad de expresión no son las leyes. Son límites culturales. Es la cultura. Bajo esta acotación tan tosca como el mismo la pretende, se establece precisamente el código cultural a través del que podemos ya dilucidar a que se refiere: la cultura de transición como la cultura establecida o pactada durante la transición como marco operativo de las convenciones sociales que se articularán como Realidad®. Justo en ese punto, en esa determinación conceptual, es donde nos situamos ‑literal y metafóricamente, tanto en el día a día como en la búsqueda de significación última del concepto.
La pluralidad de voces que componen esta compilación permite no sólo que haya una connatural presencia del altibajo, sino que también permite abordar de forma tan sistemática como profunda todas las implicaciones que podríamos dilucidar con respecto de la CT; el libro se presenta como la antítesis de la CT en todos sus ámbitos, precisamente, en que aun cuando crea un término no pretende señalar con el dedo ‑salvo en contados e, incluso, equivocados casos- por el peligro que esto supone: la CT señala con el dedo, legitima, invisibiliza y, en general, articula todo el patrón de realidad legítimo en la sociedad española; CT, o la cultura de transición es el acto nomádico que escapa de todo intento de ser delimitado, de ir en una dirección y no muchas, de acusar con el dedo en vez de dibujar con él el campo de batalla. Es precisamente este último punto lo que hace una lectura tan sugestiva el libro: nos encontramos guerreros nómadas, que establecen diferentes patrones de lucha en diferentes lugares, que hacen del mapa su territorio, que combaten allá donde se ha originado la nueva guerra: en la cultura. El general Martinez sólo dirige hacia qué se combate, sin establecer un patrón claro de que se espera, y sólo en la lectura de cada una de las batallas particulares que en éste se establece podemos hacernos una idea de que es realmente esa (desconocida) cultura de la transición. No nos ofrecen respuestas, nos ofrecen herramientas para que nosotros podamos edificar nuestra propia respuesta.
Es por ello que los enfoques completamente dispares en todos los ámbitos, incluso elusivos entre sí, de todos aquellos que se presentan en el libro no sólo no confunden que es la CT sino que amplifican precisamente ese entendimiento. Cada fragmento es una exploración personal que se rige por sus propias condiciones de facticidad y, por ello, donde uno nos puede no decir nada ‑porque su análisis nos es remotamente conocido, porque consideramos que ese análisis ha acabado en un intento fallido o porque acaba en su pura repetición- su consiguiente puede aclarar todos los puntos oscuros de la que esta adolecía; en tanto entidad nómada, rizomática, se expande en todas direcciones sin control retroalimentándose casi por accidente. En tanto todos saben a que se dirigen, pero teniendo cada uno una especialidad en la cual observar esa problemática, cada uno no sólo aporta un pedazo de su observación del problema sino que clarifica también los márgenes de los demás.
Esto último es lo que más nos podría interesar en última instancia: la escritura que se desarrolla todo el tiempo es una escritura en los márgenes, literal y metafóricamente, con respecto de la cultura de la transición. Si antes afirmamos ya a través de Martinez que la lucha de poder se establece a través de la cultura ‑a través de lo que puede o no ser dicho para ser legitimado culturalmente en el país, en último término- y desde la cultura misma es desde donde luchan. En el libro establecen patrones, denuncias y fugas constantes del modelo; no señalan con el dedo, porque ahí estarían aplicando la misma estrategia que su rival, sino que de forma constante vacían de significado la cultura de la transición: no se preguntan por el qué es legitimo en la cultura, sino que se preguntan por el quién: ¿Para quién es legitimo?¿A quién beneficia la CT?¿Quién ha permitido que lleguemos hasta ella? Este quién, la pregunta sobre como se establecen las rutas del poder, es un giro nietzschiano que se deja entrever durante todo el libro en todas sus ramificaciones posibles desde la pregunta más básica ¿quién ha creado el término de CT? Todos y ninguno. Es un concepto inclusivo, un mapa inmanencial donde cada uno compone una parte del mapa pero sólo el trabajo conjunto decide donde empieza y acaba el mapa a cada momento en su devenir.
No es un libro perfecto, ni siquiera es la composición cerrada de un mapa, pero tampoco pretende serlo. Éste se articula como una introducción, como un comenzar el mapa en miniatura, para aquellos que aun no han comprendido el concepto puedan introducirse en el debate para así poder establecerse también como agentes nómadas de esta composición inmanencial; el libro es la puerta de entrada hacia la construcción de algo en perpetuo devenir, en eterna dotación de sentido. Es por ello que incluso éste artículo no deja de ser un trazado de nuevas lineas en el mapa, un intento de seguir cartografiando aquello que aun podría quedar en las sombras de una construcción de la realidad que es la construcción del concepto en sí mismo.
La transición a la democracia
en España como fenómeno
de Historia política
Javier Tusell
LA CULTURA COMO MÁQUINA DESPOLITIZADORA EN LA ÉPOCA DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA:
EL CASO DE LA MOVIDA
Delaram Rahimighazi University of Nebraska-Lincoln (UNL) delaram@huskers.unl.edu
El 20 de noviembre de 1975, tras cinco semanas de enfermedad, murió el dictador Franco. Durante las semanas siguientes tomaron lugar los actos ceremoniales para marcar el fin de una era y el comienzo de la otra. El 22 de noviembre, el rey Juan Carlos de Borbón tomó el control del Estado y en su discurso prometió “‘firmness and prudence’ as the King of all citizens, since ‘a modern society requires the participation of all’[…] He promised to fight for the integrity of Spanish territory and pledged that all Spaniards would be heard and none would be privileged” (Alba 251).
En julio de 1976, el rey nombró a Adolfo Suárez presidente del gobierno, y esto fue el comienzo de una nueva era, la llamada “Transición” (1975-1982). La Transición fue un giro histórico importante para España. Los dos partidos de oposición, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el partido moderado de la derecha Unión de Centro Democrático (UCD), trabajaron juntos durante la Transición para construir una sociedad “democrática”.
Sin embargo, la democratización resulta un proceso complejo. La rotura de un régimen autoritario no siempre conduce a la democracia, pero en aquel momento “[l]a conciencia de entrar en un periodo nuevo había llegado para los españoles acompañada de grandes esperanzas; esperanzas del ciudadano corriente de poder participar plenamente en su propio gobierno” (Pérez 11). La rápida politización que ocurrió en los primeros meses de la Transición fue enorme:
Politics no longer were the privilege of small urban groups. Rather, attention to politics was awakened in people from all corners of the country who previously only viewed politics as a source of disturbance and fear. All the provincial newspapers published two or three editions daily, even as many as eight on the day of Franco’s death. People had to stand in line to buy a newspaper […] Towns which normally only received magazines for women and sports enthusiasts now saw political and informative weeklies appear on magazine stands (Alba 287).
Los españoles pensaron que ya nadie iba a decidir para ellos, que ya podían participar en la toma de decisiones, que ya eran libres. Sin embargo, lo que estaba ocurriendo en realidad era muy diferente de lo que estaba en la imaginación de los españoles. Menciona García que “en 1975 el régimen no había quebrado, simplemente vivía una crisis de sucesión y una necesidad de adaptación para la que algunos sectores de la coalición autoritaria buscaban soluciones” (García 41).
Después de las elecciones de 1977 y cuando la democracia liberal fue instituida, el optimismo inicial de los españoles hacía la democracia se convirtió en una crítica de ésta. A consecuencia, la segunda fase de la Transición (1977-1982) fue marcada por un desencanto general. McManus señala:
For the first half of the year [1977], the government talked plenty about making significant changes: the legalization of political parties, the reform of the penal code, the abolition of state censorship, the right to organize outside of the government union, and a general amnesty for political prisoners and exiles. Of course, it would not have been realistic to think that such things could be achieved overnight. However, as the gulf diving what was said and what happened in reality widened with time, as speeches about democracy were not followed by actions, the situation reached an untenable point and its contradictions became obvious and absurd (37).
La Transición a la democracia no era nada excepto la continuación del régimen autoritario de Franco pero en otras formas, y la democracia instituida era muy diferente del deseo político de la gente. Así, las revistas políticas empezaron a comentar acerca de “the unfreedom and inequality inherent in a liberal democracy” y a avisar de que “the practice of consensual politics stymied political responsibility”[1](McManus 17).
La democracia legalizó los partidos políticos y les integró en un nuevo marco político. Ya los partidos no eran opuestos y se sentaron con gusto a la mesa para hacer negociaciones–en particular PSOE, UCD, PCE–para asegurar sus posiciones de poder. Mediante las negociaciones se alcanzó el “consenso” y el resultado fue una contribución más al proceso del desencanto porque de hecho legitimaron la presencia de los miembros del régimen que trabajan en contra de la democracia. “Durante estas negociaciones los líderes propusieron (para siempre) buena parte de las reivindicaciones que eran fundamento de los partidos y aceptaron la herencia de Franco que iban radicalmente contra ellos” (Pérez 13).
Poco a poco se hizo claro que la democracia no era nada más que negociaciones entre las élites y que la Transición fracasó en traer la democracia deseada. De hecho, la Transición se convirtió en un tratado que hizo desaparecer la política de la sociedad. A consecuencia, la gran decepción se reveló y a continuación creció el desencanto y el pasotismo. Como lo dice McManus, “political participation in the State did not have any value beyond the symbolic one bestowed by the act of voting, which was limited to choosing between parties who appeared different on the surface but worked together towards a shared one” (115). La despolitización y desmovilización son clave para entender la Transición española. La sociedad políticamente desmovilizada favoreció bastante la estrategia de cambio diseñada por las élites. No había ninguna oposición real, ningún proyecto político diferente del que tenían los que estaban en el poder.
Pereira argumenta que el desencanto fue un proceso programado “resultado de un acuerdo alcanzado por las élites con el objetivo de controlar el proceso político desde arriba” (Pereira 219). Así, todos los intentos de la despolitización del público resultaron exitosos y los españoles dejaron de estar interesados en la política.
Sin embargo, en la España del consenso, la cultura se encargó de cambiar este ambiente decepcionante. A cambio de la despolitización, la cultura ofreció una nueva alternativa a los españoles. La sociedad post-franquista necesitaba ver alguna novedad para creer la llamada “democracia”, algo que rompía con la tradición y con la historia anterior, y la cultura trajo esta novedad. Según Moreiras, “durante los años de la Transición, la producción literaria, fílmica y artística (la fotografía, la pintura, los libros de cómic, la música, etc.,), o más concretamente, aquella producción que tiene más éxito y repercusión en la vida cultural del país, se ‘vende’ bajo la constelación de ‘nuevo’” (121). La conocida “movida madrileña” de la que hablamos más adelante, fue la máxima representación de esta nueva cultura, la cual funcionó como un catalizador que facilitó superar la transición “democrática” y el desencanto producido.
Esta cultura nueva, liderada desde arriba por las políticas culturales institucionales, fue tan poderosa que resultó suficiente para satisfacer el deseo de ruptura de los españoles con el régimen anterior. “La cultura de la Movida (sobre todo la madrileña) representa ahora la España libre” (Moreiras 122) y la España renacida de la muerte del franquismo. La cultura fue la herramienta que utilizó el gobierno transicional para legitimar la democracia en España. Por eso, es de gran importancia estudiar esta relación complicada entre política y cultura en los años de la Transición.
“Política” y “cultura” son dos conceptos que cada uno tiene su valor semántico y la unión de ellos podría resultar compleja. Hablaremos acerca de la cultura en más detalle posteriormente, pero se puede decir brevemente que, en el contexto español, la cultura se entiende como “el conjunto de prácticas sociales implicadas en la producción, circulación e intercambio de sentido” (Pereira 220). Política también en su sentido más simple se refiere al núcleo donde se articulan las decisiones de los gobiernos. Así, la “política cultural” se puede entender como las intervenciones del gobierno en las prácticas sociales. Señala Quaggio que la política cultural tiene una doble función;
“el de ‘ordenar’, ya que regula, por ejemplo, los derechos del artista o la protección de los bienes culturales, y por el otro, el de «promoción», dado que sustenta y divulga producciones artísticas específicas. Esta última dimensión adquiere una perspectiva socio-política más amplia: la oferta cultural gubernamental comporta, de hecho, la creación de una identidad colectiva concreta como exhibición de una peculiar forma de poder y modalidad de gobierno” (Quaggio 4).
Entonces la cultura se convierte para el Estado en una herramienta de control, y para imponer sus valores deseados. En el caso de la Transición española, la cultura sirve al Estado más para crear estabilidad política. Por eso Quaggio enfatiza que, en el contexto español, no solamente “se puede hablar de una cultura de la transición pero también de una transición vivida como cultura” (6), porque la política reforzó cada vez más su presencia en el campo cultural. La cultura en los años de Transición se convirtió en el verdadero sinónimo de democracia, y fue más que nunca apoyada y legitimada por el Estado. El nacimiento del Ministerio de Cultura en 1977, es un testimonio de este hecho.
Como se mencionó anteriormente, la democracia instalada por los reformistas del Estado autoritario anterior, causó un desencanto grande entre los españoles. Así que el gobierno tenía que modificar su estrategia política y adaptarse a las necesidades de sus ciudadanos. En este contexto, el Ministerio nació para consolidar la ruptura con el régimen anterior y para traer el sentido de la democracia a la sociedad, con “enfrentar la memoria de la violencia que el Estado franquista imprimió al campo cultural” (Quaggio 9).
El Ministerio de Cultura realizó dos funciones: implementó la imagen democrática del país a través de la cultura, e institucionalizó el valor de la cultura en la nueva sociedad. Vale mencionar que el primer ministro de cultura fue Pío Cabanillas, quien había sido el ministro del Ministerio de Información y Turismo entre 1973 y 1974 [2]. Quaggio argumenta que la visión de Cabanillas acerca de la política cultural durante el periodo transitorio no había cambiado mucho, y en sus discursos hablaba “cerca de una nueva concepción de la cultura en la vida del individuo, de nuevo derecho del hombre a formar parte libremente de la vida cultural comunitaria y de los beneficios del progreso científico y artístico” (Quaggio 13). Así que el objetivo del Ministerio fue animar los ciudadanos a construir su propia cultura y ser participantes activos en este proceso. La movida fue parte de este proyecto también.
La movida frecuentemente se define como un movimiento cultural, contracultural, subcultural, social, o como un fenómeno artístico innovador que surgió en la España libre en los años del postfranquismo (1977-1985). Antes de hablar sobre la movida, será apropiado repasar brevemente los dichos conceptos para tener un mejor entendimiento del fenómeno de la movida.
Empezando con la cultura, según Edward Taylor, el antropólogo inglés, entendemos por cultura la que “incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualquier otra capacidad y habito adquirido por el hombre en cuanto que es miembro de la sociedad” (29). Otros antropólogos, incluyendo Leslie White, comprenden la cultura como el modo de vida de un grupo humano que entiende y analiza los acontecimientos en una forma similar. Kluckhohn señala en su definición de cultura: “pautas explicitas e implícitas de y para el comportamiento adquiridas y transmitidas por símbolos que constituyen el logro distintivo de grupos humanos […] el núcleo esencial de la cultura comprende ideas tradicionales, y sobre todo, los valore que se les atribuyen” (Citado en Naharro 301)
De todas estas definiciones, se puede sacar una idea general sobre la cultura, la cual incluye el conjunto de valores y creencias que forma parte de la identidad de un grupo que vive en un contexto específico. Sin embargo,
las propias culturas engendran las fuerzas que pueden llegar a transformarlas ya que el sistema central de valores no constituye la totalidad de valores y creencias observadas en la sociedad. Es aquí donde juegan un papel importante, entre otros, los conceptos de subcultura y contracultura como alterados del orden social instituido (Naharro 302).
Subcultura se refiere a una subdivisión de cultura que tiene valores diferentes que la cultura dominante. Según las ideas gramscianas, la subcultura es básicamente “la búsqueda, por parte de los jóvenes en desacuerdo con las ideas hegemónicas, de actitudes y valores de resistencia reflejado en un estilo que pretende distanciar de la cultura parental y dominante, pero sin dejar de estar en relación dialéctica con ella” (Naharro 302-303). En resumen, subcultura es el conjunto de valores que han venido a diferenciarse de la cultura central. Estos valores no intentan reemplazar los de la cultura dominante, sino que simplemente quieren ser diferentes. Esta característica es la que diferencia la subcultura de la contracultura.
Mientras la subcultura se refiere a “sistemas de valores diferentes, pero no antitéticos al sistema social, […] la contracultura se entendería aquellas subculturas en donde los valores se encuentran en oposición al sistema axiológico dominante” (Naharro 304). La contracultura rechaza los valores instituidos por la cultura dominante y ofrece una serie nueva de valores. Así que los movimientos contraculturales se caracterizan por “la afirmación del poder del individuo para crear su propia vida más que para aceptar los dictados de las convenciones y autoridades sociales que les rodean” (Naharro 304). La contracultura ofrece una alternativa a la cultura establecida.
Por último, el movimiento social se refiere al esfuerzo colectivo de un grupo subordinado de personas, socialmente y políticamente, para desafiar las condiciones de sus vidas. En palabras de Darnovsky, “collective action becomes a “movement” when participants refuse to accept the boundaries of established institutional rules and routinized roles” (vii). Los movimientos sociales generalmente se ven como el resultado de los fracasos de los sistemas institucionales y políticas y por eso “they signal the need for social reform” (Darnovsky vii). Así que estos movimientos están estrechamente relacionados con la democracia y con los derechos democráticos de los ciudadanos.
Acorde con estas definiciones, la movida se puede entender como un movimiento socio-contracultural, que fue el resultado de un esfuerzo colectivo para reemplazar los valores culturales/sociales establecidos por el régimen autoritario de Franco. Sin embargo, la movida no se limita a un movimiento socio-contracultural, la movida “was part of a larger project to create a new democratic identity for madrileños after the end of the dictatorship” (Stapell 51). Los españoles después de vivir cuarenta años de dictadura, tenían en frente una falsa democracia. Entonces el nuevo reto era darles un espacio-físico y mental-que experimentaran una democracia real; y la movida fue la solución a este reto.
La movida, como un movimiento radical que surgió finales de la década 70, dio a los españoles una nueva identidad que no tenía nada que ver con la identidad nacionalista española, porque “any form of official nationalism was associated with the former Franco regime” (Stapell 52). El discurso de la movida, dirigido a los jóvenes desencantados, se caracteriza por el rechazo de la política. “El discurso apolítico de la movida enlaza con el desencanto de esos años, con el concepto pasotismo propio de la época” (Naharro 306).
Así, la movida abrió el espacio para la participación ciudadana activa en construir esta nueva identidad. La movida fue un proyecto para todos los madrileños, sea cual sea su preferencia política o su práctica cultural, y les hizo que se sintieran parte de un proyecto común. Un elemento de esta nueva identidad fue la moda. Enfatiza Naharro que “vestirse de una determinada manera es una forma de aproximarse a un determinado grupo social, de comunicar, de expresar” (Naharro 306). La moda-o el elemento visual-se convirtió en uno de los lenguajes de expresión de los jóvenes madrileños. La música fue otro elemento importante que ocupó un lugar destacado en la formación de esta nueva identidad. Al analizar la música y las letras de las canciones surgidas en la movida, se encuentra temáticas muy similares en la mayoría de ellas: droga, sexualidad, noche, libertad.
Además, la movida no solo cambió la mentalidad de los españoles en cuanto a la Transición, sino que también transformó el espacio físico en el que vivían ellos. Madrid, el centro del surgimiento de la movida, y “the former center of Franco’s centralism [transformed] into an open and vibrant city” (Stapell 52). Madrid se convirtió en una ciudad llena de clubs nocturnos y de galerías de arte, y sus calles se convirtieron en el espacio de acción. Sin embargo, este cambio no sucedió en una noche y tampoco por casualidad. Señala Stapell:
In the early 1980s, Madrid’s local political elite consciously implemented an ambitious plan to overhaul the capital and foster a new democratic identity after decades of authoritarian rule. Madrid’s new Socialist mayor, Enrique Tierno Galvan (1979-1986), led this project to rehabilitate the city and return a sense pf pride to all of its residents (52).
En última instancia, el objetivo de este proyecto fue consolidar la Transición a la democracia sin problemas, y la clave para cumplirlo fue la participación activa de los españoles. Así que el desencanto dio paso a ilusión y a happiness, y la Transición se convirtió en un momento de alegría y de celebración y esta atmósfera se convirtió en el signo identitario del momento. Enfatiza Moreiras:
Las políticas culturales nacidas de este nuevo Estado utilizan la Movida, o más precisamente, la crean a través de las redes mediáticas, para convertirla en la máxima representación de España: le dan un nombre y una identidad particular (Movida y alegre exceso) y la transforman en un nuevo movimiento colectivo y popular para dar al mundo una imagen de este viejo país moderna, democrática y ausente de violencia (126).
Si en un principio la movida apareció como un movimiento contracultural espontáneo liderado no por las élites políticas, en 1983 fue claramente institucionalizada. Este hecho se mostró en diferentes aspectos: “financial support for publications and popular music directly related to laMovida, sponsprship of expositions, declarations of support by Tierno Galván, and the inlclusion of Movida bands and personalities into institutional celebrations such as festivals of San Isidro and Navidades” (Stapell 54). Así, la movida se convirtió en la representante de la España libre y democrática y renovó la imagen del país en todo el mundo.
A modo de conclusión, se puede decir que la Transición española se caracteriza por dos factores claves, uno: “haber pasado desde un régimen autoritario a uno democrático sin producirse una ruptura con el primero que diese paso al segundo” (García 63), y segundo: haber utilizado la cultura para legitimar sus actos no-democráticos. El éxito de la Transición se reside mayormente en el segundo factor. Gracias a la cultura, que funcionó como una máquina despolitizadora de los españoles, se abrió el camino para las libres negociaciones políticas. Esta desmovilización política fue el elemento que “favoreció la estrategia pactista del cambio político diseñada por las élites políticas” (García 64).
Además, la cultura no solamente ayudó a estabilizar esta falsa democracia, sino que también se hizo cargo de promocionarla. En su función propagandística, la cultura se vendió todo bajo la etiqueta de “nuevo” para poder representar la supuesta ruptura con el pasado.
La cultura de la Transición no solamente fue controlada por el Estado, sino que fue un producto del Estado. La movida, un ejemplo de esta producción, fue un movimiento socio-contracultural artificial y construido por el Estado para darles a los españoles la identidad nueva que necesitaban. Además, la relación entre la cultura y la política fue recíproca, o sea, el Estado “no sólo produce “conceptos” y “discursos” para la sociedad, sino, a su vez, el mundo de la cultura y de las artes juegan un papel significativo en la construcción del Estado y, en el caso que aquí nos ha interesado, en la edificación de una estructura institucional democrática” (Quaggio 36).
Notas
[1] A modo de ejemplo la revista española popular Triunfo (1946-1982), la cual encarnó las ideas anti-franquistas durante 36 años. Triunfo al comienzo de la Transición presentó reflexiones sobre la esencia positiva de una posible democracia, pero en unos años empezó a advertir de la ineficiencia de esta democracia.
[2] El Ministerio de Cultura nacido en 1977,sustituyó el Ministerio de Información y Turismo franquista y reformó algunas estrategias de éste según las necesidades culturales de la actualidad.
La transición española produjo una cultura demasiado cercana al poder, con demasiados intereses y complicidades. Pero, como ocurre con cualquier patología, lo primero que hay que hacer para curarla es acertar con el diagnóstico.
Guillem Martínez lleva ya algún tiempo escribiendo sobre lo que llama la “Cultura de la Transición”. Según él, ya desde los años setenta, la izquierda y sobre todo el PSOE aportaron a la democracia el discurso cultural del que carecía la derecha, pero por un excesivo sentido de la responsabilidad -o por una calculada malevolencia- se propusieron acotar los límites de la cultura y ponerla en todo momento al servicio de la estabilidad política y no de la verdadera libertad. Mediante subvenciones, premios y acceso a los poderosos, la izquierda desactivó el potencial crítico de la literatura, el periodismo, la música popular o el cine, de tal modo que esas disciplinas dejaron de ser molestas para el poder y se convirtieron en bellas sirvientes del Estado. Este pacto, además, permitió a los intelectuales de entonces mantenerse en primera fila hasta hoy y limitar la sucesión generacional. Y a resultas de todo ello nuestra cultura quedó reducida a los temas de conversación que este puñado de pensadores, periodistas y artistas, y sus patronos políticos, consideran legítimos. La aparente polarización cultural española, pues, sería solo una escenificación controlada que, con su inmenso ruido, tapa una incómoda montaña de problemas sociales y culturales que nuestros prohombres prefieren que no sean discutidos en público.
La tesis de Martínez es interesante y yo diría, si la he resumido bien, que estoy de acuerdo con su primera mitad. La intelectualidad española lleva tres décadas excesivamente pegada al poder y sus dádivas; los periódicos se dedican tanto a controlar al gobierno como a presionarle para que beneficie a sus empresas editoras; y la producción cultural vive demasiado pendiente de la financiación pública y sus caprichos. Sin embargo, los argumentos de Martínez -como los del libro que ahora acaba de coordinar y que cuenta con reflexiones sobre el tema de una veintena de autores, CT o la Cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española (Debolsillo)- tienen algunos problemas. Apunto tres:
I. En primer lugar, su casticismo. Martínez y el resto de los autores toman España como un caso único, excepcional: “la Cultura de la Transición -dice Martínez- es la gran cultura europea que carece de crítica. No hay posibilidad de criticar”. Martínez la está criticando, de modo que no será tan complicado, pero por lo demás el contraste con el resto de Europa parece para él evidente. Sin embargo, no lo es: por tomar solo a grandes países con más largo recorrido democrático que el nuestro, la cultura francesa es igual o más dependiente del Estado que la española (y sus soixante-huitards, equivalentes a los más jóvenes intelectuales de nuestra Transición, tienen allí un dominio parecido de la escena); una parte inmensa de la cultura italiana está en manos de un solo hombre que, además, fue hasta hace poco el Primer Ministro del país; la prensa sensacionalista del Reino Unido no es que tenga relaciones estrechas con el poder político, es que hasta hace un año Murdoch tenía al portavoz de Cameron; hace cuatro días, se supo que el presidente alemán había amenazado con represalias a un periodista de Bild si publicaba una información referente a sus finanzas. Sin embargo, para la mayor parte de los autores de CT, todo esto apenas existe: es como si la disfuncionalidad cultural española no fuera contextualizable y por lo tanto no valiera la pena mirar al exterior para ver hasta qué punto lo que nos pasa se da en mayor o menor medida en todas las democracias. Nuestros males son nuestros, un rasgo nacional, y por lo tanto podemos ser narcisistas en nuestra singular desgracia. El cosmopolitismo -mirar a los demás para entender mejor qué nos pasa a nosotros- está bien, pero aquí no aparece.
II. Otro problema de la tesis de los autores del libro tiene que ver con lo que consideran el carácter limitado -no legalmente, pero sí culturalmente- de nuestra libertad de expresión. Como dice Amador Fernández-Savater, “la Cultura de la Transición […] impone ya de entrada los límites de lo posible”. Los grandes partidos, los grandes medios de comunicación, las grandes editoriales y las grandes productoras establecen unos temas y unas estéticas, y todo lo situado al margen de ese mainstream es ignorado o, si es posible, obliterado. “La mayor parte de las veces -afirma Carolina León en su ensayo-, los poseedores de un discurso no normativo no han encontrado eco en los diarios de amplia difusión”, y han sido tratados, dice, como “disidentes”. Quizá la palabra “disidente” sea demasiado épica para un contexto como el español -la editorial que publica el libro es, a fin de cuentas, una multinacional de propiedad estadounidense, alemana e italiana (sí, de ese ex Primer Ministro)-, pero en cualquier caso Fernández-Savater y León están en lo cierto: los periódicos y las revistas hablan de lo que deciden hablar y de acuerdo con la línea que estiman más oportuna. Sin embargo, ¿dónde está el problema? Es cierto que la discusión mayoritaria está concentrada en un puñado de temas que vuelven machaconamente a los medios, y que estos los abordan desde un número de puntos de vista limitados que se acercan más al centro cuanto más mayoritarios esos medios quieren ser -aunque por suerte tenemos otros, desde la izquierda revolucionaria hasta la derecha autoritaria, que si bien no logran llegar a mayorías, sí desarrollan sus ideas sin cortapisas. Y en ese sentido, no es cierto que los límites a los temas y a cómo se tratan, como afirma Fernández-Savater, sean rígidos y estén controlados por un gran consenso. Y no es ni remotamente cierto -con el debido respeto, hay que vivir en una galaxia muy, muy lejana para creerlo- que “se pued[a] hablar sobre nacionalismo, la lengua o el laicismo, pero no sobre la precariedad, los desahucios y las hipotecas”. Lo que los autores no parecen comprender es que el hecho de que uno no logre que las preferencias de las mayorías coincidan con las propias no es, como suele decirse, “censura del mercado”.
La censura es que el gobierno te impida decir una cosa; la democracia es arriesgarse a que a poca gente le importe lo que digas. Pero, gracias al mercado, también es posible que lo que en un momento eran ideas políticas marginales e ignoradas por los grandes medios, de repente se coloquen en el centro del escenario. Es lo que sucedió con el 15M. Lo que me lleva al último punto.
III. Varios de los autores de CT tienen puestas grandes esperanzas en el 15M como principio del fin de la Cultura de la Transición. “Un mes en el que la CT enfermó”, dice Gonzalo Torné refiriéndose a mayo/junio de 2011. “El 15M ha creado vida allá donde no hay nada”, afirma Guillermo Zapata. “¿Vendrá el 15M a cuestionar la lógica de los bandos en pos de una cierta diversidad? […] ¿Marcará el fin del reinado de los líderes a favor de la inteligencia colectiva?”, se preguntan Irene García Rubio y Silvia Nanclares. Tengo para mí que estas expectativas son desmesuradas, y lo son porque, además de tendentes al casticismo, muchos de los autores propenden a la ilusión de la novedad generacional. Creen de veras que el 15M es un gran logro que carece de precedentes. Sin embargo, no es así. Es curioso que no se mencione en ninguna parte del libro el libertarismo catalán, que en los setenta puso sobre la mesa muchos de los temas de debate y las formas de protesta que ahora el 15M retoma. ¿Dónde está el célebre “desencanto”, que a mediados de los ochenta hacía parecer que los días del PSOE, y quien sabe si no de la democracia representativa, estaban contados? ¿Las grandes y exitosas huelgas generales? ¿Un par de generaciones de escritores que parecía que iban a poner patas arriba nuestra cultura? ¿Las manifestaciones antiglobalización? Nada de eso existe aquí, y para algunos autores toda la contestación empezó en la oposición a la intervención española en la guerra de Irak y en la reacción ciudadana a la gestión del gobierno del PP del atentado del 11M. Fue entonces, dicen, cuando se empezó a quebrar el consenso de la Transición que se ha roto definitivamente en el 15M. No, el consenso nunca fue tan absoluto como creen, aunque sin duda lo suficiente como para que el sistema funcionara sin que los críticos más airados tuvieran posibilidades de triunfar. Lo que pasa es que, así como los autores creen que no hay que buscar equivalencias en el exterior, tampoco consideran interesante buscar precedentes en el pasado. Si hicieran esto último dudarían de que este movimiento tenga opciones de triunfar de veras: todos sus ancedentes -los yippies en Norteamérica los provos en Holanda, los soixante-huitards en Francia- fracasaron políticamente y acabaron integrados en la democracia de partidos o aislados (o triunfando como artistas y empresarios capitalistas). Naturalmente, puedo equivocarme, pero este movimiento se parece tanto a los anteriores -aunque en un giro curioso ha dejado de ser antiestatalista para ser muy proestado- que me sorprendería que funcionara políticamente mejor que ellos. Depositar toda esperanza de cambio en el 15M, me temo, es soltar una enorme cantidad de energía valiosa a la atmósfera. Toda la experiencia histórica demuestra que, si se quieren cambiar las cosas pacíficamente -y sin duda el 15M es un movimiento pacífico-, hay que hacerlo por medios institucionales. Es una lata, pero parece que no hay otra.
CT o la cultura de la transiciónes un libro que aborda tantos temas -desde las políticas económicas al declive de la crítica literaria- que estas 1.500 palabras podrían ser 15.000. Pero las tres cuestiones que he mencionado -una suerte de nuevo casticismo que ve a España en términos de destino singular, una confusión entre el fracaso de ciertas ideas y la censura, y la excesiva confianza en un movimiento que a juzgar por los precedentes históricos es poco probable que pueda marcar la agenda política de fondo- sintetizan sus debilidades. Como los autores del libro, creo que a la cultura y a la política españolas les vendría muy bien una sacudida. A diferencia de muchos de ellos, no tengo ninguna esperanza puesta en la retórica revolucionaria, tan osada pero tan reconfortante. Han eliminado el pragmatismo -esa sucia palabra que, creo, les hace ver con malos ojos la Transición- de la ecuación, pero podría ser que con ello se hubieran eliminado políticamente a sí mismos.
La Transición española a través de las pegatinas (1976-1982)
Catálogo de la muestra organizada en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. La pegatina se convirtió durante el proceso político que dio lugar a la Transición en una extraordinaria herramienta propagandística de difusión ideológica, resultando un medio imprescindible para entender mejor este periodo de nuestra historia. La exposición está dividida en una serie de bloques que abarcan tanto las diversas ideologías políticas articuladas a través de partidos y sindicatos, como los movimientos que entonces tuvieron un cierto vigor en la sociedad española. El objetivo es ofrecer al espectador una lectura de la transición a la democracia a través de cientos de pegatinas, reflejo del cúmulo diverso de idearios y creencias que trajo consigo aquel periodo histórico.
La Transición cultural
Inma Raneda-Cuartero
1. ¿Qué significó la restauración de la democracia para la cultura española?
Los siete años que van desde la muerte del dictador (1975) a la victoria del PSOE (1982) trajeron no solo cambios políticos y sociales de gran interés e importancia sino que vinieron acompañados de enormes cambios culturales.
La restauración de la democracia configuró un marco histórico completamente nuevo para la evolución y normalización de la vida cultural de España. Una consecuencia importante fue la recuperación de las libertades en el mundo de la creación cultural y la abolición de la censura franquista. La libertad de expresión, aunque se consiguió de forma rápida fue, sin embargo, paulatina. En el ámbito de la edición, prensa, teatro, cinematografía y bellas artes tuvo lugar la solidificación de un régimen de libertades amplio.
Un aspecto importante a destacar de la cultura española a partir de 1975 es ante todo la pluralidad y diversidad de sus manifestaciones literarias y artísticas. El panorama cultural no se caracterizó por una cultura o pensamiento único dominante, sino, por una convivencia de tendencias de pensamiento bastante distintas. En todos los aspectos de la cultura, cine, teatro, literatura, artes plásticas, etc…los autores jóvenes, entre ellos muchas mujeres, abordaron nuevos temas e incluyeron algunos de los previamente prohibidos por la censura franquista.
Un aspecto positivo a destacar de la cultura de la Transición es la amplia difusión de los valores de la cultura, así como la conquista de un mercado más amplio que nunca. La democracia trajo consigo una popularización de la cultura y una relación más estrecha con el mercado. A diferencia de lo que había sido habitual en el pasado, la cultura se convirtió, por primera vez, en objeto de reverencia y en aliciente para el consumo por amplias capas de la sociedad. En otras palabras, dejó de ser elitista.
Algunas cifras, como las relativas al incremento del número de libros editados (cuarenta mil a comienzos de los ochenta), son significativas. También puede serlo el incremento de la oferta musical o la repercusión conseguida por una feria de arte moderno como ARCO. Esta popularización de la cultura en general no se acompañó de un rebajamiento de la exigencia de calidad, pues incluso las producciones cinematográficas que tuvieron mayor éxito de público se caracterizaron por su calidad[1].
Sin embargo, esta popularización de la cultura reveló algunas deficiencias estructurales y legislativas de la administración cultural de España. Como consecuencia, hubo una intensificación de la acción de los respectivos gobiernos tanto del Estado central como de las Comunidades Autónomas (CC AA) a la hora de facilitar y promover esta nueva producción cultural. Al mismo tiempo, se produjo una transferencia de la política cultural a dichas CC AA, aunque el gobierno central seguía interviniendo en una gran cantidad de proyectos importantes como la restauración de teatros, museos, creación de conciertos y festivales y galerías de artes públicas.
Se empezó a gestar un “Estado cultural” con normativas legislativas y disposiciones legales como parte de la responsabilidad y compromiso del Estado con la cultura. Hubo necesidad de una política cultural que sustituyera a la ‘propaganda’ del régimen franquista.
El 4 de julio de 1977 se creó elMinisterio de Culturacon el propósito de prestar financiación del Estado a empresas culturales para las que la iniciativa privada no fuera suficiente, como “el mantenimiento de bibliotecas, museos y archivos, la construcción de obras de infraestructura cultural, financiación de orquestas, teatros y ballets nacionales, o la realización de grandes exposiciones”. Se amplió el presupuesto del Ministerio de Cultura para museos, premios literarios, cine, teatro así como para la proyección cultural española en el exterior. Se modernizó la infraestructura cultural en España y se multiplicaron las exposiciones de pintura con un éxito masivo.
¿Cuál es tu opinión sobre la idea de un “Estado cultural”?
La convicción dominante era que se precisaba una cultura democrática, moderna y popular, que desbordase los tradicionales círculos elitistas; de ahí que se llevaran a pueblos y ciudades de provincia actividades antes consideradas de élite, replicando en cierto modo los experimentos republicanos de los años treinta bajo el nombre de “misiones pedagógicas[2]”.
El Ministerio de Cultura supo ajustarse pronto a su verdadera función y destacó por su labor inclusiva cuyos principios últimos de la cultura democrática eran claros: neutralidad cultural del Estado y reconocimiento del pluralismo cultural de la sociedad civil. La labor del ministerio fue decisiva. En poco tiempo, se crearon la Orquesta Nacional de España, la Joven Orquesta, el Centro Dramático Nacional, el Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas, el Ballet Nacional y la Compañía de Teatro Clásico.
La nueva democracia inició una ambiciosa política de grandes exposiciones, especialmente potenciada en la etapa (1979-1981) bajo la dirección del historiador Javier Tusell, director general de Patrimonio y de Bellas Artes, con exposiciones antológicas de Miró, Picasso, Tàpies, Chillida, que alcanzaron casi de inmediato espectacular éxito de público.
Photographs of the Guernica dismantling process on the Museum of Modern Art (MOMA, New York) and its subsequent setting up on the Casón del Buen Retiro (Madrid) Fuente: Portal de Archivos Españoles
La labor de Javier Tusell fue fundamental en la tarea de recuperación del Guernica, de Picasso, En 1981 se logró un éxito notable: la repatriación del Guernica de Picasso, que pasó del Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde había estado desde la Guerra Civil española, primero al Casón del Buen Retiro de Madrid, dependiente del Museo del Prado y luego al nuevo Centro de Arte Reina Sofía. Javier Tusell, en el ejercicio de su cargo, fue el encargado del traslado de Guernica a España. Como resultado, elaboró un dossier con diferentes materiales (documentos, correspondencia, fotografías, etc.) en el que por un lado recoge información y estudios histórico-artísticos sobre la pintura, y por otro, aporta pruebas documentales a este asunto[3].
Todo ello, exposiciones, museos, cursos de verano, auditorios, respondió a una verdadera y genuina demanda social de cultura y contribuyeron a su vez a crear, en relativo poco tiempo, además, un nuevo clima cultural en el país. Sin duda, un hecho social formidable, un verdadero fenómeno de masas.
Portada Revista ‘La Luna de Madrid’ 1984 – Fuente: RevLat
Madrid fue un caso excepcional. La abundancia de exposiciones, conciertos, conferencias, recitales, representaciones de ópera y ballet, festivales, ferias de arte, presentaciones de libros y de todo tipo de actividades culturales tanto de iniciativa pública (Estado, comunidad autónoma, ayuntamiento de Madrid) como privada (Fundación March, Banco Exterior, Mapfre, Cajamadrid), resultó en un dinamismo cultural verdaderamente insólito y que se asoció al fenómeno cultural por excelencia de la recién estrenada democracia española, la “movida madrileña”.
2. ¿Qué fue “La Movida Madrileña” ?
“Clase de baile en la plaza de Komsomólskaya.1982”. Autor: Carlos Sánchez Pérez “Ceesepe” Fuente: Magic Pop
La Movida madrileña fue un fenómeno cultural surgido durante los primeros años de la Transición española y que se prolongó hasta los años ochenta. Fue la respuesta de diferentes grupos culturales a una España que salía de una dictadura y que necesitaba un nuevo aire. Era el inicio de la década de los ochenta y el panorama político estaba cambiando. Este fenómeno mostró un interés inusual en la llamada cultura alternativa o contracultura. Nacido en Madrid, el fenómeno se extendió a otras capitales españolas.
En 1982 el Partido Socialista (PSOE) ganó las elecciones con mayoría absoluta bajo el lema “Por el cambio”.
El relevo generacional y genealógico que se producía en el campo de la política se producía también en el mundo cultural. Si los jóvenes socialistas curtidos en la oposición al régimen franquista sustituían a los centristas—procedentes en general de las fuerzas reformadoras desde dentro—en la cultura, los “progres” que habían sido la voz de la disidencia política—ahogada la voz de los ilegales partidos políticos—dejaban la primera línea en manos de una generación más joven desencantada por lo político y focalizada en los nuevos campos de la cultura audiovisual: la música pop, el cine, la fotografía o el diseño.
Eran los tiempos de la Movida madrileña, cuyo éxito en tanto etiqueta fue tan abrumador que llegó a convertirse en la metáfora de un país en proceso de cambio radical. No es casualidad que uno de los balances que en 1985 se hicieron, al cumplirse una década de la muerte del dictador Franco, llevase por título “Madrid, del centralismo a la Movida.” Con el éxito de la Movida, paralelo al de la transición democrática, se logra la solución imaginaria de un eterno problema de la cultura española: cómo ser moderno y español al mismo tiempo[4].
Anuncio patrocinado por el organismo Plan de Diseño y Moda del Ministerio de Industria. Fotografía Ouka Lele (1986) Fuente: RevLat
Esta cultura alternativa marcó un punto de inflexión entre la sociedad franquista y la nueva sociedad de la democracia; esta imagen de una España “moderna”, o cuanto menos abierta a la modernidad, sería utilizada internacionalmente para combatir la imagen negativa que el país había adquirido a lo largo de cuatro décadas de dictadura.
La movida madrileña significó una explosión creativa que tuvo conexiones con la música, el comic, el arte, el diseño y sobre todo con el cine. La constituían un heterogéneo grupo de artistas, pintores, fotógrafos, diseñadores de moda y cineastas que buscaron una total reconversión de los gustos y preferencias culturales durante los años 1979-83. Entre los artistas que formaron parte de este fenómeno contracultural había diseñadores de moda, fotógrafos, dibujantes, grupos musicales y algunos galeristas (Ouka-Lele, Agatha Ruiz de la Prada, Alaska,, Ceesepe, El Hortelano, Haro Ibars, Moncho Alpuente y la emblemática revista La Luna de Madrid, el cine de Almodóvar y otros), con tendencias asociadas a la postmodernidad, por lo que sus producciones fueron manifestaciones estéticas y culturales anti convencionales y provocadoras.
Cartel para la película de Pedro Almodóvar, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Autor: Ceesepe – Fuente: Nobbot
El cineasta, Pedro Almodóvar, cuyas películas han significado un éxito increíble del cine español a nivel internacional, está considerado el ícono más significativo de la movida madrileña. A Almodóvar le fascina todo lo anti convencional, el mundo de la gente marginada, las drogas, la homosexualidad, el travestismo y el mundo de las mujeres, protagonistas de muchos de sus filmes. Todo ello tratado siempre con mucho humor. Él mismo ha dicho que es “cronista de una generación que ya no mira al pasado con nostalgia ni al futuro con utopía, sino que simplemente vive el presente con la velocidad de un video-clip[5].”
¿Ha habido algún fenómeno cultural parecido al de la Movida madrileña en tu país?
Se debe tener en cuenta que la movida reflejó una situación histórica en España, la Transición. Franco había muerto en el año 1975, y España había despertado de una larga agonía y quería incorporarse al mundo moderno. Como menciona Fouce:
“Política, cultura y economía son marcos en los que se desarrollan los valores, experiencias y prácticas de una generación joven que, liberada de la losa del franquismo, conectada con sus coetáneos de otros países y con una capacidad de gasto en expansión, se lanza a vivir el presente[6].”
La naturaleza urbana y transgresora de este fenómeno cultural demostró un deseo manifiesto, especialmente entre la juventud española, de llegar a un público global imitando la estética punk y new wave de ciudades como Londres, Nueva York y Berlín. El arte, el diseño, el cine, la música y la moda durante este período ayudaron a forjar un sentido de identidad urbana moderna en España que también reflejaba las tensiones entre la modernidad y la tradición, las fuerzas globales y los valores locales, la tecnología de los medios de comunicación internacionales y las costumbres regionales.
Sin embargo, cuarenta años después de esta explosión cultural, más que de movida madrileña habría que hablar de todo un fenómeno generacional y urbano que en cada parte de España se expresó con unas características propias. Un proceso histórico que va más allá de cualquier movida: la transformación radical y sorprendente de una España que salía del oscurantismo del franquismo para lanzarse a la modernidad. La “movida” simbolizó el resurgimiento cultural de España con la democracia. Este movimiento cultural ha marcado la historia española reciente y todavía hoy sigue influyendo en la vida cultural española. El reconocimiento internacional de la moda y del diseño español ocurre en los años ochenta y está ligado a la movida.
Volvemos con un nuevo tema de cultura española, donde hablamos de una de las etapas de la música más importantes de la modernidad. Ocurrida en la década de los 80, la Movida fue el movimiento cultural que representó a una nueva generación y al cambio de sistema.
La Movida madrileña, o simplemente, la Movida, fue un movimiento cultural y musical de los 80 muy importante en la historia de España. Es el momento más representativo de la música popular española de la historia.
Como comenté en el episodio de ayer, durante la dictadura franquista había mucha censura a la producciónartística y musical, por lo que muchos artistas estaban, en cierto modo, reprimidos. Por eso, cuando Franco murió y se estableció una democracia en España, la producción cultural en España floreció en lo que se llamaría la Movida madrileña.
Con la Movida se daba carpetazo a una época tan mala como el franquismo, se decía adiós a la censura y se le daba la bienvenida a la libertad completa y al desenfreno. Digo desenfreno porque claro, durante la dictadura la gente vivía bastante reprimida en cuanto a temas de disfrutar, libertad sexual, libertad de expresión, por lo que la democracia también trajo desenfreno, fiesta y alegría.
Alaska is a Mexican-born singer from Spain with one of the most definitive LGBTQ Spanish anthems: “¿A quién le importa?” by the duo Alaska y Dinarama. In the late ’70s, Alaska was one of the key figures of La Movida Madrileña, the era post-dictatorship in Spain. In this edition of our “How I Made It” segment, the singer discusses her 40-year music career, how she went from being María Olvido Gara Jova to Alaska, and the message behind one of her most enduring hits.
That first night in Madrid proved to be one hell of an eye-opener. You know, like when you bump into someone on the street who you could’ve sworn was dead? Well, that’s how it was when the train pulled into Chamartin Station. A city rumored to be long dead was shimmering out there in a frock of all-night neon glitz, like a whore on the move. You could feel it, too. The heart of the city throbbed in time to some kind of infinite energy. It was something, you couldn’t quite put your finger on, but it was out there. Man – was it out there!
“We had been denied freedom for so long that many people didn’t know what to do when they finally got it” he continues, “but the young people here had a field day. They sensed that this was an opportunity to take over the city, to reach out and make their voices heard – which is how La Movida was born.”
Madrid has been transformed into a cultural oasis, where new music, crafts, intellectualism, drugs, free love, all-night clubs and boundless idealism have all become part of the daily scene – much like San Francisco in the Sixties. A city reborn to run.
“When Franco died, those of us with ‘ideas’ set the stage for the explosion that was to come,” Diego says. “Now, in Madrid, all the doors are wide open. It’s fantastic. Anything goes. So much so that we have to live twice as fast in order to make up for lost time.”
Serie documental de RTVE ‘Nosotrxs Somos‘ que relata cuatro décadas de activismo LGTB+ en España, recorre el arco histórico entre la época en la que los homosexuales iban a la cárcel por el mero hecho de serlo hasta la derogación de la Ley de Peligrosidad Social.
Serie documental galardonada con el Premio Cultural y Desarrollo Social de los Premios Rey de España de Periodismo de la Agencia EFE 2020.
Dirigido por César Vallejo Fecha: 04/07/2018 Duración: 42 minutos cada episodio Idiomas: Español Accesibilidad: Subtitulado en español
Spain, 1975: Franco’s death triggers the beginning of a wild, hedonistic artistic movement in Madrid. Pedro Almodovar and Alaska are among the Spanish icons to emerge from what came to be known as ‘La Movida Madrilena’; here photographers and writers of the period remember how the end of the dictatorship led to an explosion of creativity and experimentation.
1975. Franco’s death triggered a wild, hedonistic movement in Madrid, known as ‘La Movida’. Zines like La Luna de Madrid and Dezine created a colourful, euphoric vision of what a new post-dictatorial Spain might look like.
Spain, 1975: Franco’s death triggers the beginning of a wild, hedonistic artistic movement in Madrid. Pedro Almodovar and Alaska are among the Spanish icons to emerge from what came to be known as ‘La Movida Madrilena’; here photographers and writers of the period remember how the end of the dictatorship led to an explosion of creativity and experimentation.
Made for Radio Wolfgang: radiowolfgang.com
Produced by Olivia Humphreys, with music by Ivor Manley Assistant Producer: Claire Crofton Executive Producers: Harri Watson and Ellie di Martino
Video-clip: RADIO FUTURA – Enamorado de la moda juvenil
1980, año del despegue de Radio Futura. Un año antes, Herminio Molero (al fondo a los teclados), agitador cultural más que músico, convocaría en su estudio de pintura a varios miembros procedentes de varoipintas experiencias; los hermanos Auserón venían del mundo de la prensa, firmaban sus artículos como “Corazones Automáticos”, y Enrique Sierra de los míticos Kaka de Luxe. Con Secretos, Nacha Pop y Mamá, Radio Futura y su “Música Moderna” encabezarían la primera avanzadilla de la nueva Movida Madrileña.
El clásico está a punto de cumplir 40 años, pero no hemos vuelto a escucharla en directo ni la hemos encontrado en ningún recopilatorio de la banda. Esta es la historia de la canción maldita
La movida madrileña, ese movimiento contracultural que acabó fagocitado por la nostalgia empresarial, tiene unos extraños mecanismos internos. Los que formaron parte de él le restan importancia, si es que directamente no reniegan; y los que nunca anduvieron por allí intentan pegarse al fenómeno para participar de un momento histórico que el tiempo ha inflado hasta convertir en leyenda y que amenaza con tener su propio museo.
Para el gran público, hay cinco o seis grandes nombres que vienen a la cabeza cuando se menciona ese momento, por ejemplo Alaska, Pedro Almodóvar, Nacha Pop, Los Secretos o Radio Futura. Pero la relación de este último grupo con la movida es la más extraña de todas: si bien su primer disco es uno de los más representativos y exitosos de aquel movimiento, desde hace décadas reniegan de él. Su estilo evolucionó desde el pop más luminoso, frívolo y nuevaolero hasta convertirse en algo más parecido a un grupo de rock con un punto experimental. Pero Enamorado de la moda juvenil, su primer sencillo incluido en su debut Música moderna (1980), está considerado el primer gran éxito de la movida. Otro gran éxito de la época, Chica de ayer (Nacha Pop), se publicó el mismo año (1980), pero se ha hecho grande con el paso del tiempo, y Bailando, de Alaska y Los Pegamoides, salió a la calle dos años después, en 1982.
De Serrat a Labordeta, este heptálogo pretende dedicar un espacio de protesta añeja sin menospreciar todas las que fueron y todas las que faltan
Los cambios sociales siempre han estado estrechamente ligados a la música. Durante los años 70, la reivindicación de las libertades y los cantos de autor y de izquierda iban de la mano.
Foto Colectania presenta la exposición La Movida. Crónica de una agitación. 1978-1988. Recoge la obra de cuatro fotógrafos icónicos que retrataron la movida de Madrid: Miguel Trillo, Ouka Leele, Alberto García-Alix y Pablo Pérez-Mínguez.
Cuatro fotógrafos que no sólo vieron la movida, sino que además la vivieron con intensidad y que fueron capaces de plasmar “el imaginario de su tiempo”, como afirmaba en la presentación de la exposición García-Alix, quizá el más icónico de estos artistas.
La movida como espacio de libertad
Esta exposición nos permite, al mismo tiempo, acceder a fotografías extraordinarias de artistas magníficos, y aproximarnos al fenómeno cultural y musical de la movida. Es más que justificado escoger a los cuatro fotógrafos, tanto por su indiscutible calidad como por su relación con la movida. De cada uno de ellos se presenta un buen número de fotografías, pero, además, incorpora otros elementos sin los que sería muy difícil entender aquel movimiento contracultural: hay cortometrajes, fanzines, revistas, portadas de discos…
Una exposición que enseña mucho y que abre un interrogante: ¿qué fue la movida? A través de las imágenes vemos que tuvo un importante elemento de postureo (los participantes en el movimiento parecía que tenían la necesidad continua de dejarse fotografiar con sus posturas más estereotipadas). En realidad, algunos miembros icónicos de la movida, como Alaska, sacaron mucho rendimiento de su postureo y parecen hoy muy lejos de la contracultura. Pero García-Alix recuerda el peso que el hecho underground tuvo en la movida y ofrece pruebas indiscutibles de ella. Este fotógrafo, además, alega que los aires de libertad que dominaban en la movida no han acabado hoy. Y apunta que la rebeldía se mantiene entre los jóvenes, que tienen como papel natural reivindicar la libertad. Para Alix, aunque la movida ha terminado, los aires que la animaron están bien vivos[7].
“Éramos que tuvimos además la suerte de vivir un momento único. Fue un tiempo de efervescencia porque salíamos de 40 años de dictadura y de pronto ““, atrás había quedado no solo el gris de una España y árida, sino también las protestas de nuestros hermanos mayores, quienes con sus greñas y sus pancartas anti-OTAN, nos parecían tremendamente aburridos y pasados de moda. No queríamos cosas serias, solo queríamos pasárnoslo bien, reírnos y hacer el gamberro. Por eso se experimentaba y salían cosas nuevas: tebeos transgresores y fanzines provocadores, cine experimental y programas de televisión revolucionarios (indispensable esa primera emisión de La bola de cristal, de la genial Lolo Rico, pero también Con las manos en la masa de Elena Santonja, no he visto un programa de cocina más cool en mi vida) y en música… había que ponerse las pilas.
La canción protesta ya no tenía sentido, era algo de viejos, los grupos heavies era un mundo aparte, muy de barrios periféricos y de España rural; y había que alejarse del rock layetano y de los conjuntos verbeneros. Había que mirar a otro lado, a Estados Unidos, primero, y luego a Londres, a ese Londres al que peregrinaban en masa los adolescentes que queríamos ser modernos[9].”
Madriz fue una revista de historietas publicada en España desde enero de 1984 a febrero de 1987, y una de las últimas en surgir durante el llamado boom del cómic adulto en España, asociándose a la postmodernidad.1 Estuvo dirigida por Carlos Otero.
“Uno de los rasgos que distinguió Madriz de los otros proyectos de la Movida fue su compromiso con la ciudad de Madrid en sus historietas, logrando así el objetivo del Ayuntamiento de consolidar y proyectar hacia dentro y hacia fuera una imagen nueva de la capital que reemplazara la ciudad gris, burocrática y provinciana del franquismo, por el Madrid democrático, festivo, moderno y joven del gobierno socialista[10].”
Portada de la Revista AJOBLANCO Fuente: Ajoblanco.org
Ajoblanco es el nombre de una revista española mensual que se publicó entre 1974 y 1980 en su primera etapa y entre 1987 y 1999 en la segunda.
Junto a otras cabeceras como Star, Nueva Lente y Ozono, Ajoblanco fue uno de los primeros puntos de encuentro y difusión de la contracultura en España. La revista supuso todo un revulsivo cultural en su época.
“Desde sus comienzos en 1974, Ajoblanco apuesta por una salida al franquismo basada en una revolución cultural, inicialmente imaginada desde la contracultura sesentayochista de ambos lados del Atlántico, muy pronto fortalecida en el redescubrimiento de las tradiciones libertarias ibéricas y de su comprensión de la cultura libre y autogestionada como herramienta de realización individual y colectiva[11]“.
TODO ALMODÓVAR – website con información sobre Pedro Almodóvar y sus películas.
“Aunque los analistas expertos en la obra almodovariana no parecen ponerse de acuerdo, quizá es posible clasificar su obra artística en cuatro etapas, si bien su cine posee una coherencia tal que podría hablarse solo de una:
Etapa experimental: Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, Laberinto de pasiones, Entre tinieblas, Tráiler para amantes de lo prohibido y ¿Qué he hecho yo para merecer esto?
Etapa de perfeccionamiento formal: Matador, La ley del deseo, Mujeres al borde de un ataque de nervios, ¡Átame!, Tacones lejanos, Kika.
Etapa social: La flor de mi secreto, Hable con ella, Trilogía de la memoria: Todo sobre mi madre, Carne trémula, La mala educación.
Etapa introspectiva: Volver, Los abrazos rotos, La piel que habito, Los amantes pasajeros, Julieta, Dolor y gloria”.[12]
Un reportaje de Francesc Miró y elDiario.es 8 de octubre 2021
Más de cuarenta años y 22 largometrajes después, Pedro Almodóvar es por derecho propio uno de los cineastas más respetados del mundo. En su cine, tres temas vehiculan grandes títulos, historias descabelladas y profundas reflexiones sobre sobre la cultura y la política españolas.
1.MEMORIA HISTÓRICA, MEMORIA ÍNTIMA
Cómo la memoria individual y la colectiva se dan la mano en el cine de Almodóvar.
2. MADRES HAY MUCHAS MÁS QUE UNA
Las maternidades, las relaciones entre madres e hijas y la sororidad como leitmotiv
3. DIGNIDAD Y LUCHA LGTBIQ
El colectivo LGTBIQ siempre ha tenido un espacio de representatividad muy importante
He built his reputation with raunchy farces. But in his new film, “Parallel Mothers,” the 72-year-old dredges up his country’s most painful history.
All his life, Almodóvar has gotten through difficulties by turning to his imagination. Born in 1949, he grew up in a Spain that was largely cowed by Gen. Francisco Franco’s dictatorship. Franco took control of the country in 1939, after he and his right-wing military forces won the Spanish Civil War, and he ruled until his death in 1975. During and immediately after the war, he and his supporters sought not only to rid Spain of liberals, democrats, anarchists, socialists and communists but also to cleanse the country of Jews, Romanis, atheists, homosexuals, Freemasons, feminists and labor organizers. Almodóvar — an atheist who discovered his sexuality after watching Warren Beatty in the 1961 film “Splendor in the Grass” — was clearly among the undesirables. Yet even when Franco was in power, Almodóvar felt an absolute liberty whenever he sat down to write a story or a screenplay. “It’s a very clear feeling,” he told me. “There’s no limit that I give myself, or that I impose on myself, or that I find.”
Una explosión creativa que se extendió desde Madrid a toda España mientras la droga y el Sida causaban estragos entre la juventud: ¿cómo y por qué murió la Movida?”
Uno de los periodistas en el documental afirma que: “La movida trajo un tipo de diversión muy concreta: consumista, individualista, narcisista.” ¿Qué piensas de esta afirmación? ¿Estás de acuerdo con él?
¿Qué papel desempeñó el gobierno en la promoción de este movimiento contracultural? ¿Cuál era la propuesta cultural del gobierno? ¿Cuál es tu opinión al respecto? Elabora tu respuesta.
¿Qué significó realmente este movimiento como propuesta cultural?
¿Qué diferencias nos presenta el documental entre el movimiento de la Movida madrileña y los otros movimientos culturales que surgieron en otras regiones de España como en el País Vasco y en Galicia? ¿Por qué crees que fue así? Elabora tu respuesta.
Compara y contrasta la figura de los cantautores durante el franquismo con los grupos musicales o cantantes de la llamada Movida. ¿Cuál eran las intenciones de cada uno de ellos? Elabora tu respuesta.
En el minuto 43 del documental, uno de los participantes hace alusión al papel que jugaron los a la hora de promover la Movida: “Se quería dar una buena imagen de que se iba a un mundo mejor…se vendía una idea agresiva de modernidad.” ¿Qué piensas tú? ¿Por qué crees tú que los medios querían dar esta imagen?
Al final del documental aparece un grupo, Los Chichos, perteneciente a la llamada “”. El narrador comenta lo siguiente: “Eran la voz de unos barrios sin salida laboral…héroes de la marginalidad, como . ¿Qué diferencia hay entre este grupo y otros de la Movida? ¿Qué más aprendiste de este grupo? Puedes investigar y presentar un informe a la clase.
Principios de los años 80. Nace en Madrid un movimiento cultural juvenil que dará comienzo a un cambio en la estética, el pensamiento y la cultura española. ‘La Movida madrileña’. En muy poco tiempo un cutre, oscuro y atrayente local de la capital se convierte en el Templo del movimiento. ‘Rock-Ola’. Todos aquellos grupos de la época en los que uno pueda llegar a pensar tocaron allí. Y es que en ‘Rock-Ola’ todos los días de la semana pasaba algo: conciertos, fiestas temáticas, teatro alternativo, desfiles, exposiciones fotográficas… Si no ibas a ‘Rock-Ola’, no existías.
La propaganda y el discurso oficial franquista había vendido la imagen de una España “diferente”. Después de haber leído este capítulo, ¿qué imagen crees tú que quería proyectar España una vez restituidas las libertades democráticas?
Identificación de términos
Después de haber leído este capítulo, identifica, responde o define brevemente los siguientes elementos:
Menciona tres (3) cambios importantes en el panorama cultural como consecuencia de la restauración democrática en España.
Comunidades Autónomas (CC AA) y cultura
“Estado cultural”
Creación del Ministerio de Cultura en 1977
Significado del traslado a España del cuadro de Picaso, Guernica, a España en 1981
LA MOVIDA
La Movida madrileña
Menciona cuatro (4) artistas que formaron parte de esta corriente cultura y sus disciplinas.
Menciona dos (2) revistas que tuvieron un gran impacto en la difusión y expresión mediática de la Movida madrileña.
En la pujante sociedad americana de los años 60 nació la contracultura como un movimiento heterogéneo y difícilmente encasillable en lo ideológico. Conllevó una visión muy diferente de la estética, la música y prácticamente todas las ramas imaginables de arte. En concreto nos centraremos en la fotografía, que, por su poco prestigio artístico y poca importancia periodística, se convirtió en el vehículo idóneo para estos movimientos en los márgenes. En el caso español, además, la llegada de la contracultura coincidió con el ocaso del franquismo, lo que provocó particularidades dentro de la contracultura como la llamada movida madrileña. Sin embargo, esta, a su vez, presenta divergencias dentro de sus propios integrantes: aunque casi todos sufrieron un profundo proceso de institucionalización, no todos los fotógrafos considerados contraculturales hicieron efectivamente fotografía contracultural. García-Alix, icono de la contracultura, es el ejemplo: no comparte las características estéticas de los fotógrafos de la movida, sino que sus referentes se encuentran en el documentalismo clásico norteamericano y centroeuropeo. Eso sí, lo que documentará será los ambientes y los personajes de la contracultura.
“La tesis doctoral pretende hacer un análisis comparativo entre el cambio político que vivió España a finales de la década de los 70 y principios de los 80 y el fenómeno musical de la movida madrileña. Para ello se ha procedido a analizar los rasgos distintivos de la música más representativa de la militancia antifranquista, los cantautores, en contrastarlos con los de los grupos de pop y rock de la movida, tanto a nivel del texto de la canción como de los elementos musicales. La metodología escogida es el análisis sociosemiótico. La reflexión teórica se centra en los géneros musicales como mundos de sentido y forma de participación. Se ha partido de una perspectiva dialógica de los fenómenos culturales, de modo que cada tipo de música es concebido en diálogo con su entorno sociocultural y con otros tipos a los que rechaza o se acerca. Por tanto, adscribirse a un género musical supone elegir una posición desde la que contemplar y expresar el mundo social[13].”
Analiza el fenómeno social y cultural de la Movida
Como hemos visto en capítulos anteriores, los músicos y sobre todo los cantautores de la canción protesta estuvieron bastante comprometidos ideológicamente en su oposición a la dictadura.
¿Crees que la Movida madrileña fue un fenómeno social y cultural con una dimensión política o, por el contrario, fue diseñado desde el poder y las discográficas para dar una imagen moderna a la nueva España ya que se necesitaba una nueva estética que cantara a la alegría, al desenfado y a la diversión? ¿Pudo ser la Movida un ‘producto de laboratorio’ creado y diseñado para cambiar la imagen de España moderna? Héctor Fouce afirma que: “Política y mercado han sido siempre las amistades peligrosas que la cultura undergound ha procurado evitar. Sin embargo, la Movida se hermanó con ambas… Fue también el mercado, y no sólo la política, la instancia que legitimó la Movida como momento fundante de la modernidad española[14].” ¿Encuentras alguna contradicción en esta cercanía al poder político de un movimiento underground? ¿Cómo se explica la tendencia de este fenómeno social y cultural a la comercialización? ¿Qué papel crees tú que desempeñaron los medios de comunicación en el éxito de esta corriente cultural?
Puedes comparar y contrastar la figura de los cantautores durante el franquismo con los grupos musicales o artistas de la Movida. ¿Cuáles eran las intenciones de cada uno de ellos?
Sobre la Movida madrileña se han escrito cientos de libros y artículos y se han emitido horas y horas de radio y televisión. Sin embargo, casi siempre se suele ceñir este movimiento contracultural netamente español a un puñado de nombres influyentes, centrados principalmente en la música, el cine y el arte.
Alaska y los Pegamoides, Pedro Almodóvar, Radio Futura, Ceesepe, Ágata Ruiz de la Prada o Alberto García-Alix son, sin duda, genuinos representantes de aquel momento, pero no los únicos.
El epicentro de aquel terremoto fue Madrid, aunque el fenómeno se reprodujo de un modo u otro en toda España. Y, sobre todo, impregnó diferentes facetas artísticas, culturales y sociales. “He querido abrir el perímetro y democratizar la Movida, de tal modo que me he ocupado de grupos y propuestas que han sido denostadas o marginadas”, apunta Javier Menéndez Flores.
Porque el autor sostiene que en aquel momento hubo, además de la Movida oficial, “elitista y excluyente”, formada por “por un grupo de niños bien que durante esos años tratan de transgredir”, otras muchas ‘movidas’, fuera de los círculos oficiales que, sin planificación alguna y desde una perspectiva netamente individualista, crearon un ambiente lúdico-cultural que no se ha vuelto a repetir en las cuatro décadas que han transcurrido.
3. ¿Cómo afectó la Transición a la narrativa española?
Al hablar de la novela española a partir de 1975 y durante el inicio del periodo democrático en España se podría decir que el clima de ruptura y cambio que se vivía en España se manifestó también en la narrativa. Pero, cómo afectó a la creatividad de los escritores el paso de la censura a la libertad de expresión. Sin duda alguna, hubo, una transformación evolutiva de los gustos y preferencias de autores, editores, crítica y público hacia otras formas de narrativa. Sin embargo, los mismos autores de la Generación de los cincuenta, que se habían enfrentado a la censura y habían producido excelentes obras representativas de aquella época bajo el franquismo, quienes más tarde en democracia publicaron algunas de sus obras más significativas y más logradas, ya que fueron escritas en plena libertad. Algunos títulos y autores: Coto vedado (1985) de Juan Goytisolo, Mazurca para dos muertos (1984) de Camilo José Cela, Herrumbrosas lanzas (1986) de Joan Benet Los santos inocentes (1981) de Miguel Delibes.
Aparecen también en este momento de transición otra generación de autores más jóvenes de estilos variados y que afianzaron sus nombres en esta época como, por ejemplo, Juan Marsé, José Manuel Caballero Bonald, Luis Goytisolo, Álvaro Pombo, José María Guelbenzu, Juan García Hortelano. Y, Eduardo Mendoza, cuya primera novela,La verdad sobre el caso Savolta, 1975, galardonada con el [15], ha sido considerada como el paradigma de un nuevo periodo literario.
Boom de la narrativa escrita por mujeres
Un fenómeno literario a destacar de este periodo de la Transición es la presencia femenina en la narrativa española. Es precisamente durante esta época que se produjo un verdadero auge de la narrativa femenina, se publicaron algunas de las obras más interesantes y representativas del espíritu de la Transición firmadas por escritoras y desde el punto de vista de sus protagonistas femeninas. Este fenómeno correspondía a la incorporación de la mujer al mundo laboral, al acceso a la educación superior y a los cambios sociológicos que repercutieron en el mundo literario.
¿Crees que existe una ‘literatura de mujeres’?
Hay que tener en cuenta que en estos años se estaban produciendo grandes cambios no solo en la mentalidad de los españoles y en los modos de vida sino también en el sistema legal que afectaron directamente a la mujer española. Estas escritoras reflejaron en su narrativa esta nueva realidad, los nuevos retos y desafíos que vivía la mujer española en aquellos años. Como explica la crítica Pilar Nieva:
Las narradoras españolas participaron plenamente de las diversas corrientes literarias de la época. Una y otra vez encontramos en primer plano la experiencia autobiográfica de las autoras en unas narraciones que acometen la recuperación de su memoria personal y generacional. Se trata de volver al pasado, a la infancia, la adolescencia y la primera juventud, en un doble proceso de indagación sobre la construcción de la propia identidad y de nostálgica mirada hacia un mundo acabado, mucho más estable, desde la vertiginosidad de una época de profundos cambios ante los que estas mujeres profesionales deben tomar posición sin contar con modelos femeninos positivos que les sirvan de referente.
Destacan dentro de esta corriente títulos tan significativos como (1976), de Rosa Chacel, donde la autora recreaba su paso desde la infancia a la adolescencia en el entorno del madrileño barrio de Malasaña. Mercé Rodoreda acometía, por su parte, la reconstrucción de un tiempo y un medio social definitivamente desaparecido en un par de nostálgicas novelas: Jardín junto al mar (1975) y Espejo roto (1978). Carmen Martín Gaite, por su parte, llevó a cabo la recreación de las circunstancias personales y sociales en las que discurría la vida de las muchachas españolas de posguerra en (1978)[16].
Entre los éxitos comerciales que se publicaron hubo un número de éxitos comerciales de escritoras jóvenes que conectaron con sus lectores. Algunos de estos títulos son:
La mayoría de estos textos recogen las preocupaciones e inquietudes de la mujer española en este momento de Transición. De acuerdo a Pilar Nieva:
Entre las claves temáticas más frecuentes en los textos narrativos del período es posible encontrar, así, el testimonio y la denuncia de la difícil inserción femenina en el medio social y laboral; la insatisfacción respecto del modo en que estaban discurriendo entonces las relaciones de pareja, los fuertes problemas todavía existentes a la hora de programar sus vidas a partir de un controlado acceso a la maternidad; sus conflictivas relaciones con los modelos femeninos establecidos, especialmente sangrantes en sus relaciones materno-filiales; la dificultad para mantener con coherencia un doble compromiso político, cuando los partidos tradicionales no asumían verdaderamente la causa feminista; el refugio frecuente en las redes de la solidaridad femenina, especialmente en las relaciones con amigas y hermanas, etc… Recogen, en suma, una serie de asuntos y problemas nuevos, o planteados de forma novedosa, que fueron abordados desde una marcada subjetividad en la perspectiva narrativa adoptada[17].
Consultorios sentimentales, revistas del corazón, novias eternas, guateques, salidas al cine…, todo esto y más formaba parte de los «usos amorosos» de unos años grises que la brillante y sutil pluma de Carmen Martín Gaite aborda en un libro que a estas alturas se ha convertido ya en un clásico. Un ensayo inteligente y ameno sobre una época -nuestro pasado no tan remoto- en la que hombres y mujeres se veían obligados a amar bajo el aplastante yugo de una moral que formaba a las mujeres para ser madres y esposas ejemplares, para aparentar y no para vivir su vida, y que condenaba a los hombres a debatirse tortuosamente entre lo decente y lo pecaminoso. (adaptado de Casa del LIbro)
Award winning author Carmen Martin Gaite, sits down with hosts Jose Maria Conget and Raquel Chang-Rodriguez, to discuss her career as a novelist and screenwriter. Taped: 03-18-1996
“Charlando con Cervantes” is a series of Spanish-language literary discussions featuring interviews with Spanish and Latin American writers, artists and filmmakers. In Spanish. Charlando con Cervantes is hosted by Antonio Garrido, the Director of Instituto Cervantes in New York, and Professor Raquel Chang-Rodriguez of the City College and the Graduate Center, CUNY.
4. ¿Cómo afectó la Transición al cine español?
Durante los pocos años que pasan entre la muerte de Franco y la desaparición de la censura en el cine coexisten las viejas estructuras franquistas con un nuevo interés, alentado por la nueva situación política, porque desaparezcan estas barreras que durante años obstaculizaron el desarrollo de la cultura sin la amenaza constante de la censura. El cine de la Transición buscó diferentes caminos para narrar los cambios que experimentaba la sociedad española pero a excepción de Juan Antonio Bardem con Siete días de enero, 1977, pocos directores recogen los acontecimientos de la Transición.
Sin embargo, el cine español alcanzó un cierto prestigio internacional al ganar varios premios importantes en festivales internacionales, así como su difusión en varios países. Por ejemplo, en el Festival de Cannes en 1977, el director de cine Carlos Saura recibió el galardón como mejor director por su película Elisa, vida mía.Ese mismo año otro director, Manuel Gutiérrez-Aragón, recibe el premio como mejor director en el Festival de Cine de Berlín 1977 con su obra Camada negra.
El 1 de diciembre de 1977 entró en vigor una nueva ley,Real Decreto 3071/1977, de 11 de noviembre, por el que se regulan determinadas actividades cinematográficas.Uno de los artículos más importantes es la derogación de las leyes de censura cinematográfica del franquismo. También, se deja libertad de importación de películas a los distribuidores y se establece en el artículo 17, una nueva según la cual por cada dos días de exhibición de películas extranjeras dobladas se debe exhibir una nacional.
Por otro lado, surge una nueva etapa en que algunas producciones cinematográficas tienen un gran éxito al mostrar una nueva cara de la realidad española en clave de humor como: Furtivos(1975), deJosé Luis Borau,pone el humor en el personaje bobo de un Gobernador Civil dedicado a la caza y no en la provincia; enLa escopeta nacional(1978), deLuis García Berlanga, que presenta una caricaturesca visión del régimen franquista donde se muestran las intrigas políticas y los grandes negocios turbios que se pactaban y sellaban en las cacerías durante el anterior régimen. Cuenta la historia de un vendedor catalán de porteros automáticos que trata de conectar con un ministro franquista para conseguir contratos jugosos. Para ello, se va de cacería y empieza a observar a toda una serie de personajes de la España del franquismo: curas, miembros del Opus Dei, un dictador de Latinoamérica, personas económicamente influyentes, etc.
Otro género que aparece es el del histórico con narraciones de hechos históricos sobre la República, la Guerra Civil, la posguerra, los maquis, la pobreza, etc. Películas como Pim, pam, pum…¡fuego! (1975) de Pedro Olea, La ciutat cremada (1976), Companys (1979), La largas vacaciones de 1936 (1976), Los días del pasado (1978) o Caso Savolta (1979). Soldados(1977), de Alfonso Ungría. Uno de los grandes directores de esta etapa fue Manuel Gutiérrez Aragón con tres películas:El corazón del bosque (1979),Camada negra (1977) o Sonámbulos (1978). También se dedica a revisar el franquismo más inmediato, el de los momentos anteriores a la muerte de Franco Jose Luis Garci en Asignatura pendiente (1977).
Un género que experimenta una revitalización en esta época es el cine documental. En cuanto acaba la censura, la necesidad de contar de otra forma todo lo que había ocurrido en los cuarenta años antes se vuelve casi una obsesión. De todos los documentales de la época destacan La vieja memoria (1977), de Jaime Camino, que recorre, con testimonios, la Segunda República y la Guerra Civil. El proceso de Burgos (1979), de Imanol Uribe, donde se recoge el proceso a los presos de ETA en el año 1970, y las tres grandes obras de Basilio Martín Patino: Queridísimos verdugos, Caudillo y Canciones para después de una guerra.
También en este periodo de la Transición se llevó al cine adaptaciones de la literatura como, por ejemplo, Pascual Duarte (1975), de Ricardo Franco, que se basa en la obra de Camilo José Cela, Parranda (1976), de Gonzalo Suárez o Akelarre (1982), de Pedro Olea. Pero quizás, la película más importante de la Transición sea El crimen de Cuenca (1979), de Pilar Miró. La historia de este crimen, que no fue tal, cuanta como un hombre que se había marchado de un pueblo a otro, pero por las presiones de los poderes locales se había apresado a dos pobres hombres que confesaron un crimen falso bajo las torturas. Pilar Miró quería con esta película hablar de las torturas que se habían realizado en multitud de cárceles durante el franquismo.
Reflexión y síntesis
Escribe una breve reflexión de unas 250 palabras sobre el panorama cultura de la transición ocurrida en España desde la muerte de Franco hasta 1985.
Cuando en 1985 correspondió a España protagonizar en , un festival de tres meses de duración de exposiciones y actos culturales de todo tipo, la selección de manifestaciones culturales que se hizo reveló la voluntad integradora y abierta de la visión cultural de la joven democracia española: el camino de Santiago; la pintura del Siglo de Oro de El Greco a Velázquez; Goya; los Beatos y otros libros preciosos de la Biblioteca Nacional; Miró, Picasso y Dalí; Tàpies y Chillida; Miquel Barceló y Antonio López; García Lorca y Juan Ramón Jiménez; la música de Luis de Pablo; significativamente, Juan Goytisolo recibió el premio literario especial concedido por dicha muestra.
El amplio y variado programa de Europalia 85 ofrecerá una gama completa de las manifestaciones artísticas más serias de la cultura y la historia española, así como una buena muestra de las costumbres populares de diversas zonas de España.
La exposición Esplendores de España y las ciudades belgas contará con la exhibición del cuadro San Andrés de los flamencos, de Rubens. Picasso, Miró y Dalí estarán representados en una exposición; Goya, con una serie de obras de colecciones particulares y, por esa razón, escasamente expuestas al público, estará en otra, y Tàpies, Chillida y Antonio López serán los representantes contemporáneos de la expresión, plástica española. Mención aparte merece la muestra de Los beatos, códices iluminados del siglo VIII, expuestos por primera vez al público. En total son 30 exposiciones.
Las fiestas populares estarán también presentes en Europalia. Las fiestas españolas estarán representadas por las fallas de Valencia, el carnaval de Canarias y la feria de Jerez.
El programa de música. y danza también tiene toda la variedad que pueda ofrecer esta tradición en España. Narciso Yepes y Amancio Prada, Montserrat Caballé, José Carreras y un tablao flamenco con las principales figuras del cante,
Ninguna pintura en el siglo XX ha sido capaz de suscitar tantas interpretaciones como Guernica, el mural que Pablo Picasso realizó en 1937 por encargo del Gobierno de la República Española. Para el pintor malagueño constituyó una forma de aprehender y exorcizar una situación de crisis profunda, que era personal y colectiva, estética y política. Tras la Guerra Civil, los exiliados españoles reivindicaron este lienzo como distintivo de su lucha y muchos historiadores del arte lo entronizaron como un punto clave en la evolución artística de Picasso.
Cuatro décadas después de que se celebrasen las primeras elecciones democráticas en España, cuando muchas de las propuestas de la juventud crítica de aquellos años corren el riesgo de desaparecer en el olvido del espectáculo, Guernica, más allá de su elevación a símbolo oficial, sigue invocando en nosotros un espacio común, el de quienes buscaron resistir la injusticia a partir de la fragilidad de la vida. Ese es quizás el enigma de una pintura que es capaz de representar, al mismo tiempo, la historia y su reverso. [18]
Voces de la Movida es un proyecto académico sin ánimo de lucro que lleva a cabo la indización de tres revistas de la así llamada “Movida madrileña”: Madrid Me Mata (1984-1988), La Luna de Madrid (1982-1988) y Madriz (1984-1987).
El objetivo principal de este proyecto es crear una base de datos de libre acceso que albergue un índice completo de estas revistas. A través del motor de búsqueda se podrán hallar referencias bibliográficas de artículos, reseñas, dossiers, reportajes, entrevistas, relatos, opiniones, cartas, fotografías, cómics e ilustraciones publicadas en ellas. Las búsquedas podrán ser de carácter general o se podrán limitar por campos, mediante el uso de palabras clave.
RTVE.ES – ‘La edad de oro’, la movida en televisión – Los mejores vídeos de La edad de oro, mítico programa de los 80 que reflejó el movimiento artístico, cultural y musical de la Movida.
RTVE.ES – LA EDAD DE ORO – Enlace a la website del programa.
LA EDAD DE ORO – El programa más influyente y transgresor de los ochenta. La edad de oro fue un programa de televisión emitido por La 2 de Televisión Española entre 1983 y 1985. Presentado y dirigido por Paloma Chamorro se le suele calificar como epítome audiovisual del movimiento artístico, cultural y musical denominado Movida madrileña. También está considerado un programa de culto en la historia de la televisión en España.
Fue un programa transgresor
Durante sus dos años de existencia, el programa avanzó por la línea de la transgresión. Escenas como la del cantante del grupo The Lords of the New Church, bajándose los pantalones ante la cámara, o de Almodóvar declarando que su droga favorita era el angel dust, provocaron escándalo y repulsa.
Las críticas llegaron a su exacerbación tras la emisión de un programa, el 16 de octubre de 1984, en el que se mostraron imágenes, consideradas ofensivas para algunos, de un crucifijo con cabeza de cerdo, el simulacro de una misa católica y una pareja desnuda en un ataúd[19].
Programa de entrevistas La Edad de Oro registró en la TVE de los 80 la explosión de vanguardias artísticas nacidas tras la liberación del franquismo. Estos video-clips son algunos de los grandes e irrepetibles momentos en la televisión española que nos dio el espacio cultural.
La exposición – Vicios Modernos. Ceesepe 1973-1983, reúne la obra gráfica de Carlos Sánchez Pérez -conocido como Ceesepe-, antes de convertirse en pintor célebre
300 piezas recorren 10 años de su carrera mostrando una visión ácida del Madrid contracultural y combativo que sería el caldo de cultivo de la Movida
Carlos Sánchez Pérez -Ceesepe- fue uno de los artistas más importantes de la España de los ochenta y noventa. Pero antes de convertir su pintura en la representación distorsionada y colorida de la Movida madrileña -con la que nunca se sentiría del todo identificado-, fue un ilustrador absolutamente rompedor. En los setenta se empapó del movimiento cultural que tenía a Nazario Luque y Xavier Mariscal y El Rrollo barcelonés como representantes, y fundó su contraparte en la capital española en 1976, junto al fotógrafo Alberto-García Alix. Ambos crearon un colectivo que se autodenominaba Cascorro Factory, y tenía su base de operaciones en un tenderete de El Rastro madrileño.
The Spanish director made a name for himself with raunchy, transgressive films. His latest is a tender adaptation of Alice Munro.
Almodóvar’s movies, proudly sophomoric and raunchy, were part of a boisterous artistic and musical movement called La Movida, which was taking hold in Madrid, much of it in Malasaña, a barrio of run-down warehouses and dingy clubs. For inspiration, La Movida looked often to the punk and New Wave movements in England and America. “We imitated their life style,” Almodóvar says. “The way they sang, the way they lived. But it was also mixed up with something that was our own, and very idiosyncratic.” Visual artists, musicians, drug dealers, homosexuals, transvestites, and students gathered through the night in scrappy venues, translating Anglo-Saxon anomie and Teutonic angst into Hispanic vivacity, passion, and humor. A friend remembers Almodóvar showing up at events in a white seat sedan with four or five other young male artists, a group assumed to be gay. In fact, he told me, his sexuality was as fungible as one of his characters’. “I slept often with women, too,” he said. “I was bisexual until the age of thirty-four.”
La Movida was fuelled, in part, by drugs. Madrid had elected a new socialist mayor, and at a rock concert in the city’s sports stadium he astonished the citizenry by proclaiming, “If you aren’t already stoned, get stoned!” Almodóvar generally does not discuss his own experience with drugs, but in 1988 he told an interviewer that what he and Rainer Werner Fassbinder had in common was “we both like cocaine and we’re both fat.” As enthusiastically as Almodóvar participated in the night life of Malasaña, he always had one eye on the exit. “The fact that I had this clear and resounding goal meant that I could be in the middle of the current and not get swept away,” he says. He didn’t want to be a pasota—the word of the time for a slacker—or an experimental filmmaker in the Andy Warhol mode. What interested him about movies was their ability to tell heightened stories[20].
Pedro Almodóvar: Back in the 1980s, the life I led was flamboyant. I was a singer, I was modeling, I was writing, I was making films. Spain had just become a democracy again, and the freedom of those years made it possible for me to work independently — to give substance to the characters that filled my movies.
Éramos jóvenes y la movida madrileña era el símbolo perfecto de una ciudad que emergía de la oscuridad franquista impulsada por vientos de libertad. Nos teñíamos los pelos de colores porque estábamos enamorados de la moda juvenil y, también, de creadores como Ceesepe, ese artista cuya luminosa obra era el contrapunto a la triste mirada -como la de Antonio Vega o Enrique Urquijo– que se insinuaba bajo unas pobladas cejas. ¿Cuántos de sus dibujos fueron emulados en los numeroso fanzines de entonces?
At last, Madrid has regained the life style with which the city was comfortable before the Civil War – Socialists and aristocrats mingling, a very literary press, gossip and good conversation. Although the success of the Socialists occasionally makes them seem exasperatingly smug, a special symbiosis exists between them and Madrid. Precisely because of this, the Government has been perplexed that the established writers have chosen this time to seize their privacy and get on with their own work; prominent officials grumble that the intellectuals are selfish and lacking in civic responsibility.
How much of the present cultural flowering is due to the Socialists now in power? Some of their improvements have been a benign form of window dressing. As they have been unable to afford what it would take to make profound social and economic changes, they have pushed culture, which gives them immediate results at bargain prices. Thus, there are free concerts and a new children’s theater in Madrid’s Retiro park, and plans are under way to begin next fall the construction of a big new music center there. Some projects of real intellectual merit have also been initiated. Arab, Jewish (some from Israel) and Spanish scholars have been meeting at the universities of Granada and Madrid. For the first time in this century, there will be the much-needed pooling of their investigations concerning the Middle Ages, which, in Spain, was an amalgam of these three cultures.
La prosa narrativa española ha vivido unas décadas de auge, empañada quizá por el algo menor nivel de calidad de los nuevos nombres, sin que falten algunas excepciones relevantes. Sus rasgos característicos, casi todos los que voy a apuntar se han aducido en una u otra ocasión, son: la libertad estética; la simultaneidad que no siempre la armoniosa convivencia de escritores de varias generaciones publicando obras de muy distinto alcance e interés; la madurez, el reconocimiento definitivo, de unos cuantos nombres que empezaron a publicar durante los últimos años de la dictadura franquista; la reciente aparición de una nueva hornada de autores que parecen -no todos, por fortuna- más interesados y formados en los medios audiovisuales que en la tradición literaria y cuya prosa se encuentra más emparentada con el esquematismo propio del guion cinematográfico que con la musculatura de la prosa narrativa; y el renacimiento, la consolidación o el surgimiento de géneros tratados a veces como menores, incluso por los propios escritores como el cuento y el micro relato, el artículo literario, el diario, las memorias y los libros de viajes. Hasta no hace muchos años podíamos encarar las obras literarias inscritas en una tradición. Hoy, si queremos entender la narrativa actual, ya no basta con estar familiarizados con la historia literaria, sino que además es preciso conocer los mecanismos que utiliza el mercado, ese variopinto conglomerado en el que editores, agentes, medios de comunicación (crítica incluida) y público lector dictan unas leyes que cada vez tienen menos que ver con lo literario.
El rock de la Transición fue anterior a la Movida. Estos rockeros de barrio consideraban tímidos y decepcionantes los logros democráticos de los años del gobierno de Adolfo Suárez y los primeros de Felipe González
Se cumplen 25 años de la movida. Una explosión cultural, un tiempo asombrosamente fértil. Así eran y así son los protagonistas de la primera gran fiesta de la democracia, retratados en los sitios que hicieron de Madrid la ciudad centro de todas las miradas.
Revisitar la movida, aunque sea bajo la excusa de conmemorar un aniversario, equivale a meter la mano en un airado avispero. Muchos de sus protagonistas prefieren hoy, por táctica, marcar distancias: las grandes ausencias en el presente reportaje fotográfico no son casuales. Para los artistas en activo, urge defender su obra actual y desmarcarse de las creaciones más juveniles.
El 9 de febrero de 1980 se celebró el mítico concierto homenaje a Canito en la Escuela de Caminos, para muchos el pistoletazo de salida de la movida madrileña.
En la página web se pueden encontrar ya totalmente digitalizados los 56 números ordinarios de esa época
La revista Ajoblanco ha publicado en abierto, en ajoblanco.org, los ejemplares de su primera etapa, desde octubre de 1974 hasta mayo de 1980, con el objetivo de refrescar la memoria de quienes vivieron esos años mientras pasan el confinamiento por la Covid-19. En la página web de la revista se pueden encontrar ya totalmente digitalizados los 56 números ordinarios de esa época y el número 0, a los que se sumarán, a partir de este lunes 30 de marzo, las 20 publicaciones extras de la década de los 70.
El editor Pepe Ribas también pretende con esta iniciativa invitar a los jóvenes a comprender qué fue la contracultura mediterránea, el underground, las culturas alternativas y los movimientos marginales de los años 70, señala la revista en un comunicado. Ribas destaca que Ajoblanco puso, en aquellos años, “especial interés en la sexualidad libre, la ecología, la antipsiquiatría, el feminismo, los movimientos de liberación homosexual, las comunas, la ocupación, el antimilitarismo, los nuevos formatos cinematográficos, las radios libres, el viaje, las drogas, la nueva poesía y las nuevas formas de vida y de activismo”.
Desde la revista recomiendan leer las páginas finales de cada número, llamadas “La Cloaca”, que incluyen avisos, contactos, viajes e información de ciudades y que “miden la intensidad, la vitalidad, la creatividad, la energía y el entusiasmo de aquellos años”.
Marginal, violento, rebelde. Lo quinqui es reivindicado de nuevo en el siglo XXI; parte de la juventud encuentra analogías entre sus vidas y la realidad de hace 40 años. La actitud de Yung Beef o Cecilio G y la estética de C. Tangana o Rosalía nacen de este fenómeno con orígenes en el extrarradio y la precariedad. Un universo en el que también profundiza Daniel Monzón en su último filme.
Fernando Ramos Arenas
abr. 4, 2022
Una cultura cinematográfica en transición
España 1970-1986
TIRANT LO BLANCH 2021
En esta entrevista conversamos con Fernando Ramos Arenas, Laura Caballero Ruiz de Martín-Esteban, John D. Sanderson y Pablo la Parra Pérez sobre el volumen en que han colaborado junto con otras/os investigadoras/es. Una cultura cinematográfica en Transición (Tirant lo Blanch), es un acercamiento al cine del tardofranquismo y de los primeros años de la democracia que se enfoca en los cambios de la cultura cinematográfica, es decir, en las instituciones, prácticas y discursos que acompañaron a las películas y sin los cuales estas no fueron posibles. En torno a una doble transición del país (de la dictadura a la democracia) y del cine (cambios tecnológicos y de formas de consumo, el agotamiento del proyecto de las nuevas olas acompañado de la vuelta del Hollywood más popular, la pérdida de relevancia de los referentes de una cinefilia clásica, etc.) el libro plantea un relato polifónico convencido de que la historia del cine es más que la historia de sus películas. Es también la historia de su recepción, de los discursos y cambios institucionales que acompañaron su consumo, lo mantuvieron vivo y ayudaron a repensarlo en las conversaciones o en las prácticas sociales generadas en torno a las salas, festivales o en las actividades de los cineastas amateurs. Este tratamiento de una de las épocas más interesantes de nuestra historia reciente hace de esta publicación una obra de consulta obligada para estudiantes e investigadores interesados en la Historia del Cine y del Arte, los Estudios Culturales y la Historia Cultural de España.
Entrevista por Mercedes Ontoria Peña, profesora en el programa internacional de Endicott College en Madrid y en la Universidad de Nebrija, España.
Un documental revisita la carrera del grupo hispano-argentino, que puso a bailar a la España de la Transición y acabó separándose tras cuatro discos por culpa de los egos y las drogas
Bibliografía sobre la Transición española y sus representaciones culturales
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La Transicion Sangrienta La llamada «Transición» no fue un proceso pacífico como se cree. Al contrario, fue un momento histórico de violencia extrema, cargado de muerte, como esta investigación demuestra con datos irrefutables. En La transición sangrienta, Sánchez Soler pone de manifiesto la política desarrollada en España desde los aparatos del Estado en prisiones, comisarías y cuartelillos, la opresión generalizada, las conexiones de la guerra sucia y la dialéctica criminal emprendida por ETA, GRAPO y otros grupos. Terrorismo, represión y guerra sucia son los tres ejes coercitivos de la transición española, un período que propició el regreso a una legislación propia de la posguerra, con leyes penales especiales, mientras se implantaba una estrategia represiva y sistemática para controlar la calle. El resultado: más de seiscientos muertos.
El silencio de la «Transición» oficial sobre esta cuestión supone, en la práctica, la continuación de la política de olvido aplicada a las víctimas de la guerra civil y la represión franquista. Este exhaustivo trabajo de investigación recorre ocho años de la historia reciente de España. Años en los que muertos y heridos se contaron por miles. Son la sangre real de la transición, su auténtico y elevado precio. Y es justo recordar que las víctimas de la violencia política mueren siempre dos veces: con su asesinato y con el olvido.
Con la muerte de Franco en noviembre de 1975, tras 39 años de dictadura, en España se inicia un proceso de evolución política, la llamada Transición, hacia un sistema democrático homologable a las democracias europeas. Este proceso va a afectar a todos los ámbitos de la sociedad española y muy especialmente a los jóvenes que ya en los últimos años de la dictadura habían empezado a reclamar la libertad que el régimen de Franco les negaba.
La influencia de la contracultura norteamericana, las protestas pacifistas contra la guerra de Vietnam, las nuevas tendencias del rock y del punk que llegan de Inglaterra calan en la juventud española que desde la universidad empiezan a exigir mayores libertades políticas.
Al mismo tiempo, en los barrios periféricos de Barcelona y Madrid, más castigados por la crisis económica de los 70 y más concienciados socialmente, empieza a surgir un movimiento contracultural que se va a formar y expresar a través de sus propias publicaciones: revistas y fancines, que con mayor o menor éxito y vida, van a proliferar como vehículo para la expresión del desencanto juvenil contra un sistema del que los jóvenes se sienten cada vez más ajenos. A pesar de los continuos problemas con la censura de los últimos años del franquismo, que les someterá a distintos cierres y prohibiciones, van a ser el altavoz principal de una juventud que intenta crear sus propios canales culturales en contraposición a la cultura oficial en la que no tienen cabida sus preocupaciones.
‘Star’ y ‘Ajoblanco’: altavoces de la contracultura
Entre todas estas publicaciones fueron ‘Star’ y ‘Ajoblanco’ las revistas que más influencia y difusión alcanzaron como exponente de la contracultura española, pero desde visiones distintas. ‘Star’ inicialmente dedicada al comic evolucionó hacia la crítica musical y de cine, los reportajes y entrevistas, siempre fuera de los canales oficiales, alcanzando los 25.000 ejemplares de tirada, mientras que ‘Ajoblanco’, que llegará a los 100.000, con un sesgo más libertario se mantuvo en el análisis político y social.
Al amparo de las nuevas libertades, que ellos consiguieron ensanchar, en sus páginas hablaron de aquellos temas que habían estado prohibidos y que la cultura oficial no quería recoger. En sus páginas se debatía sin tapujos de rock, de sexo, de drogas o de homosexualidad.
Figuras como Mariscal, Nazario, Ceesepe, el Hortelano, Ouka Leele, Alberto García Alix o el mismo Pedro Almodóvar publicaron sus primeros comics y fotografías en ‘Star’, que también dio a conocer a los grupos más contestatarios de rock duro o el punk como Leño, Asfalto o Barón Rojo más tarde, o a aquellos que simplemente querían expresarse de forma libre y festiva sin las ataduras de la música más convencional como Alaska y los Pegamoides, Nacha Pop o Radio Futura.
‘La movida’: efervescencia cultural en la España de los años 80
Muchos de estos artistas, que nacieron con la contracultura para hacerse hueco en una sociedad en la que no se sentían representados, evolucionaron hacia posturas menos políticas o sociales y más lúdicas en un ambiente de continua efervescencia cultural para dar forma a lo que se conoció como la Movida y fue el estandarte de la modernidad de la nueva España democrática en el mundo.
Esta entrada forma parte de los editoriales de Europeana SUBTITLED, un proyecto de Servicios Genéricos de Europeana que incluye a siete importantes emisoras nacionales y archivos audiovisuales de siete países europeos.
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Contracultura en España: La Movida
En la década de los 80 del siglo XX, tras el final de la dictadura franquista, surge en España una contracultura que encuentra en las revistas, fancines y grupos musicales sus principales vehículos de comunicación. La manifestación más lúdica e internacionalmente conocida de esta cultura underground será conocida como “La movida” especialmente efervescente en Madrid.
El auge de la ultraderecha, las fosas del franquismo, la parcialidad de la judicatura y de los medios, el Valle de los Caídos, las batallas por la memoria de la guerra civil, el movimiento independentista catalán, el nuevo revisionismo histórico... Faber se pregunta sobre todo ello, a la vez que propone una cuestión profunda y más amplia: ¿necesita España una Segunda Transición? Un libro polémico y absolutamente necesario que, con un enfoque mesurado y externo, se pregunta por los desafíos y problemas políticos y sociales que está viviendo España. Contiene 13 entrevistas a periodistas, historiadores y opinadores de diversos ámbitos y con distintas posiciones, entre los que destacan: Enric Juliana, Antonio Maestre, José Antonio Zarzalejos, Cristina Fallaràs, Marina Garcés o Ignacio Echevarría. Gracias a ellos, Faber nos ayuda a analizar cómo entendemos y miramos a nuestro pasado y cómo nos enfrentamos a nuestro futuro.