jueves, 24 de enero de 2019

Unica Zürn, la aleatoria disfunción

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"
Yo, 
la gran ensimismada, la que surca la materia espiral de un pensamiento, la que unge los espejos de rasguños, la que vivió una vida más alta, y murió una muerte más pura" 

http://www.milenio.com/cultura/unica-zurn-y-el-erotismo salvajea a

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Unica Zürn se arrojó desde la ventana del apartamento donde vivía con Hans Bellmer. El día de su entierro, él escribió en una corona de flores: “Amor mío, te seguiré por la eternidad”. A la muerte de Bellmer, su cuerpo fue enterrado junto al de Unica en una tumba con la misma inscripción.Resultado de imagen de unica zurn hans bellmer

Unica ZÜRN Une Vie, une Œuvre : 1916-1970 (France Culture, 2007)


circular de Unica Zürn

Vidas al margen / DOSSIER / Abril de 2018


Ana Negri

https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/a81cc4c0-5713-4c49-bb56-1196c7d3ee41/la-vida-circular-de-unica-zurn



Fragmentos de la vida y obra de Unica Zürn 
Noemí Martínez Diez



UNICA ZÜRN
ANAGRAMME

UNICA ZURN






El hombre jazmín (fragmento)

"¡Qué suerte estar antes del principio! Nada puede pasarnos porque no podemos chocar con nosotros mismos. Cuando la abandonan un millón de glóbulos rojos, cuando su cuerpo se cubre de innumerables manchas rojas de alegría, escribe en el manuscrito de una anémica: "Alguien me recorre en un viaje a través de mi ser. Desde esta perspectiva, se cierra el círculo. Él me recorre por dentro y me rodea desde afuera - ésta es mi nueva situación-. Y me gusta.
(...)
Cielo azul de mediodía en primavera, ¿cuántas veces te has oscurecido de pronto, cuando llega el vahído, la súbita desintegración de lo que uno llama su seguridad? Por lo menos una vez y me estremezco al pensarlo. Yo he visto con espantosa nitidez esta repentina negrura. Y es que no todo el que es aniquilado mira al cielo. "


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Hans Bellmer: La multiplicación de los deseos

Fascinación del éxtasis perpetuo


http://lostinmarienbad.blogspot.com/2008/10/fascinacin-del-xtasis-perpetuo.html



Unica Zürn

   (Alemania, 1916-1970)
Zürn
Resultado de imagen de unica zurn poemas  Escritora y pintora alemana nacida en Berlín. Compañera desde 1953 del pintor y escultor Hans Bellmer, un ser fascinado por el fetiche erótico, fue admirada por grandes artistas del surrealismo, entre ellos, Henri Michaux, André Breton, Man Ray, Hans Arp, Marcel Duchamp y Max Ernst. Su producción literaria se compone de dos únicas obras de corte autobiográfico, una novela corta, Primavera sombría y otra mucho más extensa, El hombre jazmín. Ambas se publicaron póstumamente en 1971. También escribió entre 1949 y 1955, algunos relatos breves para periódicos, reunidos en un libro titulado, El trapecio del destino y otros cuentos. Escritora maldita como Virginia Woolf o Sylvia Plath, nunca se convirtió, como ellas, en un mito, aunque algunos dicen que viajaba incesantemente al infierno y en él descubría respuestas que las dos primeras nunca habrían encontrado. A partir de 1957, ingresó varias veces en centros de recuperación para poder superar sus crisis de esquizofrenia, sobre todo tras aparecer desnuda y encadenada en la portada del número 4 de Surréalisme même (1957) en una fotografía de Hans Bellmer. Sus tratamientos y recaidas aumentaron hasta el año 1970, en el que decide poner fin a su vida arrojándose al vacío desde una ventana de su casa de París.  © epdlp

Las quimeras de Unica Zurn 
Resultado de imagen de unica zurn poemaspor Valery Oisteanu

http://www.artnet.com/Magazine/reviews/oisteanu/oisteanu3-14-05.asp


Primavera sombría (fragmento)

"Saca del armario un pijama más bonito y se lo pone. Se mira al espejo por última vez. Imagina el golpe que su cuerpo dará en el suelo y las manchas de tierra y de sangre que habrá en el pijama. En el cementerio reinará un silencio de muerte y la gente se mirará con ojos de culpabilidad: ¿No sabéis que aquí hay una niña que se mató por amor? Y en adelante los padres serán menos severos y más cariñosos con sus hijos, para que no les ocurra lo mismo. Y piensa también en el duro y estrecho ataúd, en el que no podrá estirar los brazos y las piernas como hace en su cama blanda. Estará rígida como un soldado. ¿Y si no se mata al caer y la salvan?
(...)
Ya está casi oscuro en la habitación. Sólo llega a la ventana el resplandor de una farola de la calle. Ya le es indiferente morir "en suelo extraño" o en su jardín. Se sube al alféizar, se sujeta con fuerza a la cuerda de la persiana y ve su oscura silueta en el espejo. Le parece encantadora y empieza a sentir compasión de sí misma. "Se acabó", dice en voz baja, y antes de que sus pies se separen del alféizar, ya se siente muerta. Cae de cabeza y se desnuca. Su cuerpecito queda extrañamente doblado sobre la hierba. El primero que la encuentra es el perro. El animal mete la cabeza entre las piernas de la niña y empieza a lamer. En vista de que no se mueve, se tiende a su lado llorando suavemente. "





Palabra de Unica Zürn:
Si alguien le hubiera dicho que había que volverse loca para tener estas alucinaciones, no habría tenido inconveniente en enloquecer. Sigue siendo lo más asombroso que ha visto nunca.
¿No son nuestros pensamientos, los que son solo nuestros y no conoce nadie más, mucho más reales que cualquier realidad?

Unica Zürn y el erotismo salvaje





“La libertad, una vez la abrazamos, nos atrapa para siempre, ya no nos suelta. La libertad habita en la soledad, en un mundo sin anclas y sin amarras, en el que nadie nos ayuda ni nos sostiene más que nosotros mismos.”(Unica Zürn )




Para situar a la escritora y pintora Unica Zürn (Berlín, 1916-París, 1970) biográfica y estéticamente se suele destacar su condición de amante, colaboradora y musa del artista erotómano alemán Hans Bellmer.A partir de 1953 compartió con él los años de auge creativo junto al grupo de los surrealistas en París, una relación perturbadora y, finalmente, un crepúsculo lento, marcado por sus crisis de esquizofrenia recurrentes. Cierto es que, influenciada por Bellmer, Unica Zürn desarrolló su extraordinaria capacidad de escribir poemas anagramáticos, empleando el antiguo procedimiento aleatorio recuperado por los surrealistas que consiste en intercambiar las letras de una frase hasta que un nuevo sentido renazca de las cenizas de las palabras descompuestas. Unica Zürn convirtió el juego combinatorio en un medio visionario de gran profundidad. Los dos poemarios que ella publicó en vida tan solo recogieron una pequeña parte de su profusa creación.A cambio, incluyeron ilustraciones fantásticas, fruto de sus experimentos con el dibujo automático ( Hexentexte,1955, y Oracles et Spectacles,1967).Ya en algunos de los pequeños cuentos, escritos anteriormente para periódicos berlineses, trabajos alimenticios tras el divorcio y la dolorosa separación de sus hijos (véase la selección El trapeciodel destino y otros cuentos, Siruela, 2004), se advierte la gran facilidad de la autora en traspasar el umbral entre lo real y lo fantástico, acentuada en su etapa parisina. Indudablemente, su talento no hubiera florecido en la traumatizada Alemania de la posguerra, donde predominaba una literatura centrada en los crímenes políticos y los acuciantes problemas sociales. El encuentro con Hans Bellmer, su traslado a París, la influencia y el apoyo de Max Ernst, Man Ray y Henri Michaux liberaron sus dotes artísticas, pero acaso propiciaran la aparición de su enfermedad mental que, en una primera fase eufórica, le procuraba el grado de iluminación que las técnicas surrealistas buscaban artificialmente. Sólo que Unica Zürn debía pagar ese estado de gracia con fuertes depresiones y reclusiones en clínicas psiquiátricas. Con todo, la artista intuía una fatal adicción al incremento de la imaginación durante sus crisis: «Cuando ya no experimente el deseo de tener alucinaciones,esas hermosas sensaciones que puede deparar la locura,ella estará dispuesta a permanecer sana», vaticinó en sus Apuntes sobre la última (?) crisis. Desde 1959 había empezado a dar forma literaria a las fases de su patología y a las múltiples caras del sufrimiento. Fue así como nació el singular testimonio de la esquizofrenia El hombre jazmín (Der Mann im Jasmin, 1966), insólito por la precisión y objetividad con la que escruta el interior del estado de percepción alterada. Simultáneamente, representa un poderoso antídoto contra la idolatría frívola de la locura profesada por algunos surrealistas.

Aunque desde el punto de vista formal aparenta ser un relato independiente, Primavera sombría (Dunkler Frühling, 1970) constituye el último eslabón de los textos autobiográficos de Unica Zürn. La decisión tomada por Ediciones Siruela de recuperarlo antes de El hombre jazmín (ambos textos, traducidos por Ana María de la Fuente, aparecieron en 1986, junto a otros, en una publicación de Seix Barral), aumenta por tanto la necesidad de reeditar el texto precedente. En El hombre jazmín la autora señala como factor desencadenante de su perturbación el shock que le había causado el encuentro real con una visión de su infancia. Se refiere a su relación espiritual con Henri Michaux en el que reconoció al «hombre jazmín» de sus fantasías. La imagen de este hombre ficticio, inmóvil bajo la nube blanca de un arbusto eternamente florido, representaba para ella el amor ideal, definido por la admiración y la distancia física. Claramente opuesta a esta imagen se hallaba su relación con Hans Bellmer. Bajo la mirada del artífice de la poupée, el cuerpo de Unica Zürn se convirtió en material para las obsesiones eróticas que el artista proyectaba primero en muñecas desmembradas y luego en mujeres de carne y hueso. Una fotografía de su torso ligado como «paisaje de carne alterada» apareció en una portada de la revista Le Surrealisme même (1958).

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Primavera sombría narra el despertar sensual de una niña entre los términos de la misma dicotomía: la sexualidad sadomasoquista y el amor puro.Aunque escrito en tercera persona y con el ritmo trepidante de un texto reducido a las frases imprescindibles, semejante a una historia clínica, se reconocen sin dificultad una serie de rasgos autobiográficos: la casa paterna en el barrio residencial de Berlín-Grunewald; la constelación edípica con el padre venerado pero casi siempre ausente y la madre egoísta y odiada, así como los años posteriores a la Primera Guerra Mundial como telón de fondo. El relato irrumpe en el dominio de la literatura erótica, que incluso en el subversivo movimiento surrealista se encontraba en manos de los hombres. No puede sorprender que las fantasías eróticas de la niña correspondan en muchos aspectos a las pautas preestablecidas por la teoría freudiana y por el arte erótico masculino. La niña se siente incompleta desde el principio.Ante la indiferencia de los adultos empieza a buscar «su propio complemento». Explora el placer que le pueden proporcionar todo tipo de objetos fálicos.

Pic Libros y cuadros alimentan sus fantasías masoquistas. Lo que resulta inaudito y chocante es el clima hostil de «soledad espantosa» en el que la pequeña desarrolla su afán del placer sexual. Cuando tiene diez años, su hermano la viola. Entonces se siente ultrajada. Prefiere los lamidos del perro entre las piernas. Hasta este momento se intensifica en la lectora la sensación de presenciar la historia de una de las muñecas tristes de Bellmer. Pero de golpe la niña descubre su deseo de experimentar un amor interminable: «Ella desea vivir siempre en la espera».A los doce años se enamora por primera vez de un hombre que no es su padre. Y en lugar de actuar como una ninfa precoz, desarrolla un profundo sentimiento romántico por completo ajeno al deseo sexual. Este amor idealizado se convierte en su fuente vital. Cuando sus padres le prohíben volver a ver al desconocido, la adolescente se arroja por la ventana con asombrosa decisión.

Como sabemos, este trágico desenlace era premonitorio.Algunos meses después de la publicación del relato en Francia, Unica Zürn abrió la ventana y saltó al vacío. Hans Bellmer, compartiendo su anhelo, le correspondería mediante un epitafio elocuente:«Mi amor te seguirá a la eternidad».



Surrealismo y locura: Leonora Carrington y Unica Zürn


Estas dos artistas se valieron de cuentos, poemas, dibujos y relatos explícitamente autobiográficos para hacer frente a sus problemas de salud mental y señalar a las clínicas psiquiátricas como centros de castigo para conductas sociales “desviadas”. Se mantuvieron en los márgenes de un movimiento surrealista que seguía reservando para las mujeres el papel de musas y de amantes, no el de compañeras de trabajo.




Pulsión, locura, escritura: la fascinante pluma de Unica Zürn

Hay ocasiones que la escritura es sintomática. Algo vinculado con el cuerpo se deshace de los límites orgánicos, se traspasa a la letra y constituye lo discursivo de una forma que parece casi natural. Escritura atávica, carente de guía racional, cuyas leyes se sumergen en el dictado de lo pulsionalUnica Zürn (1916-1970) es, a su vez, un caso evidente de este tipo de escritura. Al leerla (y observar sus dibujos que acompañan a su letra) resulta evidente que algo de su escritura está relacionado con lo inconsciente que se coagula en nuestro cuerpo.

La edición de su texto El hombre del jazmín, que ha editado magistralmente Wunderkammer, está acompañada de otros tres textos: Notas de una anémicaLa casa de las enfermedades y El blanco con el punto rojo. Pese a la división discursiva, no obstante, hay varios hilos que unen los cuatro textos, configurando verdaderos hilos de Ariadna que homogenizan el desarrollo de su pensamiento. Sin embargo, dichos hilos no se delimitan fácilmente, sino que más bien están anudados, interprenetrados, formando una especie de madeja que conecta irremediablemente los diversos puntos de su obra. Madeja que, obviamente, complejiza la lectura pero que también atrae irremediablemente, fascina de manera irresistible a quien se adentra en su lectura.

Uno de esos hilos cruciales es la locura. Zürn, cuyo diagnóstico vacila entre la esquizofrenia y la psicosis maníaco-depresiva, plasma brillantemente los vaivenes de su locura a través de metáforas, descripciones, relatos oníricos y de alucinaciones. Pero, más allá de esta cuestión descriptiva, formalmente podemos apreciar estas turbulencias en una escritura que se escinde entre el ansia de minuciosidad, por un lado, y la parquedad compositiva, por otro, así como el cambio de la primera persona a la tercera en el último texto, consecuencia del alejamiento de sí misma, de la disyunción subjetiva a la que se ve atravesada.

Resulta interesante apreciar cómo y cuándo sitúa el desencadenante de este desorden. Será a partir de su encuentro con el «hombre del jazmín» cuando su mundo se dislocará absolutamente e irrumpirá un estado en el que la euforia se hibridará con la depresión, en el que la megalomanía colindará con la misantropía.  El hombre del jazmín emerge en un momento en el que ya de por sí su mundo se está descomponiendo: la separación de sus padres a temprana edad se erigirá en un acontecimiento trascendental para ella en el momento de comprender de qué manera su microcosmos se resquebraja (así como la percepción de los engaños familiares, del rechazo materno para con ella, del desarraigo patológico que se va formando paulatinamente…). En ese intente, la soledad se adueña de ella, la lógica del secreto la convierte en algo inconmensurable, inalcanzable, pese a que uno de sus objetivos (y destino existencial) sea dejarse encontrar, tal y como ella lo relata en el último texto. Fracaso rotundo. Sólo el hombre del jazmín es capaz de verla en su mismisidad, de cartografiar su esencia, como si sus enigmáticos e hipnóticos ojos azules (crucial es la insistencia del color e intensidad de los ojos, así como del cabello blanco…) tuviesen la energía arrolladora de penetrar su carne, atravesar su organismo y dirigirse hacia el lugar en el que se aloja su secreto.

De ahí que esa aparición revista tintes contradictorios, aporéticos, paradójicos. Hay algo siniestro, unheimlich, en la aparición del hombre del jazmín. Por un lado, es la irrupción de la salvación, del diálogo, de la complicidad, ya que el monólogo puede romperse y ella puede compartir su secreto, pero también es la perdición, la destrucción definitiva, la desestabilización final que la aleja definitivamente de las lindes de la cordura. El alguien a quien amar, pero también, odiar. Amante-enemigo que sólo permite una relación a distancia, un vínculo al margen, en consecuencia, de toda posesión:

El enemigo no tiene ni un cabello mío, ni siquiera me ha estrechado la mano, tampoco me ha dado un beso y, aun así, consigue amasarme y apretarme, atravesarme y, al final, devorarme.  

Su compañía es pedagógica, su presencia ausente es una paideia en la que distancia y pasividad serán los principales hallazgos. También, como se apuntaba más arriba, la ruptura con los límites de la realidad, los desvaríos y delirios serán experiencias cruciales para Zürn. Enseñanza perversa de este maestro oscuro, sin embargo, ya que ello implica cierta posición masoquista que no dejará de acompañarla a lo largo de su vida. Más allá de cualquier identificación concreta (Mortimer, Michaux…), definitivamente el hombre del jazmín es la encarnación espectral de la muerte, del final anhelado, buscado y poetizado por Zürn.

No obstante, antes de llegar al fin, su cuerpo, obviamente, se ve sometido a las consecuencias de la locura. Cuerpo medicalizado, maltrecho y trillado por la farmacología, pero también por sus propios desvaríos, Zürn intenta redimirse en la escritura como sea. Una escritura que sabe que la muerte será su destino definitivo. Una muerte que no rehuyó y que esperó con impaciencia. Con tanta impaciencia que, finalmente, acabó por ir en su busca.

Una muerte que no temo, con la que cuento en secreto desde hace mucho, pues me prometo toda su poética, la poética que espera mi romántico ánimo de morir.


EL ENCANTAMIENTO por Unica Zurn




Hay personas para las que un trauma, una humillación, una escena mal encarada siembra una filoxera en el alma de la que jamás se recuperan. Y el parásito, en forma de herida en la mente, herida de la que supura imágenes cíclicas y constantes, derriba personalidades únicas. Unica Zürn (Berlín, 1916, París, 1970) sabe de lo que se escribe.

Destacó por su poesía anagramática, en la que las palabras se transforman, se retuercen, se dislocan al permutar las letras de la serie. El ejemplo es un clásico: AMOR, ROMA, RAMO, ARMO, OMAR... Y tan poético como sus versos resultan esos dibujos insostenibles por lo impropio, oníricos, circulares, con un eco incesante de propuestas que van y vienen.

Sus dibujos. Tan del estilo de lo que se denomina ‘arte otro’ en la nomenclatura de Dubuffet, es decir, arte realizado por personas con enfermedad mental. Qué más da si son fruto o no de una de sus crisis de esquizofrenia. Importa lo que transmiten; importa la secuencia de lectura que despliegan; importa que son arte. Son dibujos cargados de ojos y de criaturas fantásticas, de rostros humanos o híbridos (mitad animal, mitad antropomorfo), de línea gruesa y con empaque que apenas si deja espacio al espacio, al que rellena con tupidas mallas y con ensortijadas líneas.

Gatos llameantes, lagartos con cabeza de lobo, lobos con testa de pájaro, peces con ojos de susto, serpientes bicéfalas, insectos melancólicos... Todo es posible, su papel es un inmenso Arca de Noé sin posibilidad de amenaza donde todo cobra la forma que improvisa el inconsciente. Como en una visión interior. Como en una revelación. Como en las profecías.

Pero Unica es mucho más que su poesía y sus trazos. Sus novelas, su reto a la vida, su desafío a sí misma, su modo de estar en el mundo. Y no arredrarse en él. Salvo que la carcoma del alma nos tumbe. Mantuvo un romance definitivo, que no formalizó, con el pintor y escultor Hans Bellmer, que creó aquella muñeca de tamaño natural con cuatro piernas y un solo torso para denunciar la obsesión nazi por la perfección física. Pero Bellmer, tan absorbido por su propuesta artística, no repara en la humillación que supone para Unica aparecer en la portada de una revista de moda, atada, amordazada por Bellmer. La idea de él traspasó la resistencia de ella. Una cesión que le costó su salud mental, frágil de origen.
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Desde entonces, tal vez por verse metafóricamente descuartizada a los ojos de un mundo –entero- que la juzgo como despistada de moral, lisonjera y frívola, sufrió periódicas crisis esquizoides. Ya las tuvo antes, pero más espaciadas. Hasta que en 1970 no soportó la presión y se defenestró en su casa de París.

En España, Unica no es muy conocida, pero despertó la admiración y el respeto de artistas del surrealismo como André Breton, Man Ray, Hans Arp, Marcel Duchamp o Max Ernst. Sus obras se editaron en nuestro país tarde, demasiado tarde, aunque los dos títulos que le reportan un reconocimiento inmortal serían póstumos, ‘El hombre jazmín’ y ‘Primavera sombría’. Ambos recrean su estancia en dependencias psiquiátricas.

‘El hombre jazmín’ es especialmente tierno. Hermoso. Ese ser imaginario con casi tres metros de estatura y los ojos azules más bellos del mundo. “A los seis años, una noche un sueño la lleva al otro lado del espejo alto, con marco de caoba, que cuelga de la pared de su habitación. El espejo se convierte en una puerta abierta que ella cruza para salir a una larga avenida de álamos que conduce en línea recta a una casa pequeña. La puerta de la casa está abierta (...)  Aquella mañana la embarga una soledad inexplicable y entra en la habitación de su madre con el propósito-si ello fuera posible- de regresar por aquella cama al lugar del que ha venido, para no ver nada más. Entonces se le viene encima una montaña de carne tibia que alberga el espíritu impuro de aquella mujer, y la niña, despavorida, huye para siempre de su madre, de la mujer, ¡de la araña! Se siente profundamente herida. Y entonces aparece por primera vez la visión: ¡el hombre jazmín!”.

‘Primavera sombría’, en cambio, es un rito de iniciación abrupta, escarpada, desaforada, de voracidad por la vida, de querer masticar y deglutir e ingerir y emborracharse de vida y de todo cuanto esté en su principio activo: sexo, amor, amistad, uno mismo, familia, libertad, proyección, presente en apariencia eterno.

Y, sin embargo, como casi siempre, es aquí donde encontramos la pista, la huella de lo que sucederá años después, su vida truncada. El suicidio. “Ya está casi oscuro en la habitación. Sólo llega a la ventana el resplandor de una farola de la calle. Ya le es indiferente morir en suelo extraño o en su jardín. Se sube al alféizar, se sujeta con fuerza a la cuerda de la persiana y ve su oscura silueta en el espejo. Le parece encantadora y empieza a sentir compasión de sí misma. Se acabó, dice en voz baja, y antes de que sus pies se separen del alféizar, ya se siente muerta. Cae de cabeza y se desnuca. Su cuerpecito queda extrañamente doblado sobre la hierba. El primero que la encuentra es el perro. El animal mete la cabeza entre las piernas de la niña y empieza a lamer. En vista de que no se mueve, se tiende a su lado llorando suavemente”. Merece la pena leer el prólogo que a esta obra escribe Menchu Gutiérrez, tan en sintonía con la alemana.

Antes, mucho antes de estas obras, dejó su impronta en los guiones que pespuntó para UFA (sociedad de producción cinematográfica); antes, mucho antes, se divorció de un primer marido con el cual tuvo dos hijos, a los que trata a duras penas, como a extraños.

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Unica era un ser delicado que aceptó –al menos, la verdad no hería tanto- el elemento perverso que la unía a Hans ("es mi destino el ser una eterna víctima", admitió). Estando su marido en silla de ruedas, ella decidió no vivir más. Él no pudo impedirlo. Como nada nos impide quedar asaetados por sus metáforas, cada vez que a ella se vuelve: esos seis pañuelos blancos de papel quemando en un recipiente, esa una máquina de coser planeando a un metro de su cabeza...

De Zürn, como en zurcido de tergal, resta decir que es un personaje raro. Raro a la manera que explicó Rubén Darío: “El común de los lectores acostumbrados a los azucarados jarabes de los poetitas sentimentales o solamente de gusto austero y que no aprecian sino la leche y el vino vigoroso de los autores clásicos vale más que no acerquen los labios a las ánforas curiosamente arabescas y gemadas de los cantos ya amorosos ya místicos ya desesperados de este poeta ya que en ellos está contenidos un violento licor que quema y disgusta a quien no está hecho a las fuertes drogas de cierta refinada y excepcional literatura modernísima. Se trata, pues, de un raro”]


Unica Zurn, una mujer que hacía honor a su nombre


La primera luz del amanecer entraba en el taller de sastrería por las ventanas sin cortinas. Los maniquíes parecían negros bultos sin forma.

La señorita Milli se sorprendió al encontrarse echada en el sofá sin el vestido. Al ir a extender la mano hacia la prenda, se asustó: no tenía brazos. 

Cuando la señorita Milli se miró los hombros y vio luego las negras siluetas de los maniquíes, sintió un hondo desconsuelo: estaba como ellos. 

Lentamente, a medida que crecía la luz, iban perfilándose las siluetas de los maniquíes. Pecho abombado, espalda erguida, caderas firmes y bien torneadas descansando sobre el pie. 

-Ya se ha dado cuenta –susurró el maniquí más grande, al que se probaban los fracs y las americanas.

-Mira, está asustada –dijo otro. 

-No te desesperes –la animó un tercero. 

Unica Zürn - Untitled, 1966 (ink on paper)-No te aflijas. ¡Nosotros estamos contigo! 

La señorita Milli escuchaba las voces tenues y amigas que sonaban en el taller y que salían de los maniquíes. 

Tenía frío. Le temblaban los hombros. Se quedó echada en el sofá, muy quieta, mirándose. 

-Lo sentimos mucho –dijo el maniquí más grande-. Menos mal que le ha dejado cabeza. 

La señorita Milli callaba; todo le parecía borroso, confuso. 

-Ahora que usted se parece a nosotros –empezó el maniquí grande, con voz aún más dulce y compasiva-, a pesar de que aún conserva la cabeza, ¿permite que le expliquemos lo ocurrido? 

La voz esperaba.

Entonces, en el interior de un maniquí empezó a sonar el leve tarareo de una tierna alborada. El cantor se balanceaba suavemente, y la dulce y lenta melodía sonaba como un suspiro. ¿Así que todos aquellos maniquíes, inmóviles y oscuros, que la señorita Milli conocía desde hacía años, tenían vida? ¿Estaban vivos, y ella no lo había notado hasta ahora, cuando compartía su suerte? La señorita Milli se levantó, fue a la ventana y miró afuera. Sin volverse, preguntó:

-¿Ha sido el oficial?

-Ah, ya se acuerda –dijo el maniquí más grande-. Sí; ha sido él, el canalla más bestial que hemos visto en nuestra vida, ese gordo pelirrojo.

-¿Qué me ha hecho? –a la señorita Milli le temblaba un poco la voz.


Ilustración de Unica Zurn

-Ayer el maestro sastre le dijo que se quedara a trabajar hasta más tarde –le recordaron los maniquíes.

Ella asintió.

-Sí. Tenía que coser la cola del vestido azul de madame Soré.

-Ya se habían ido todos –prosiguió el maniquí más grande-. Usted estaba sola, cosiendo. Cantaba una canción para distraerse. Entonces el oficial volvió.

-Fue uno de los más viles atropellos que hemos presenciado –terció en la conversación otro maniquí-. Se le acercó por detrás, la agarró por los brazos, la lanzó en ese sofá y...

-¿Y...? –preguntó la señorita Milli.

-¡Usted se defendió! Lo arañó bien. Y me parece que hasta le mordió en una oreja. Usted peleó, señorita Milli, peleó como una heroína, pero...

-¿Pero? –jadeó la señorita Milli.
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-Él es muy fuerte, ¿comprende?, no había esperanza, nosotros nos volvimos hacia la pared, temblando de vergüenza, por no poder hacer nada.

-Pero mis brazos... –sollozó la señorita Milli con súbita desesperación-. ¿Qué ha sido de mis brazos?

-Él no consiguió nada, señorita Milli –dijo el maniquí grande con suavidad-. Usted conservó la cabeza, él luchaba y al fin dijo...

-¿Qué dijo? ¿Qué dijo, por Dios?

-Dijo –prosiguió el maniquí con voz dolorida-, dijo: "¡Pues serás como uno de éstos! ". Y nos señalaba a nosotros. "¡Sin brazos, sin piernas y sin... cara!"

La señorita Milli se volvió lentamente. 

-Sin... cara –susurró.

El maniquí grande, turbado, frotó el suelo con su pata de madera.

-Sí –murmuró-. Él...

-¿Qué? ¡Habla, por lo que más quieras!

Del cuerpo de los maniquíes salía un llanto suave que partía el corazón. 

-Nos da usted mucha pena –decían entre suspiros.

-Le ha borrado la cara –murmuró el maniquí masculino-. Ya no tiene cara. 

Lentamente, la señorita Milli se apartó de la ventana y fue hacia los maniquíes. La piel sonrosada de la mujer hacía un bello contraste con aquellos cuerpos negros. Al fin dijo:

-¿Entonces soy una de vosotros?

-Es un gran honor –dijo el maniquí masculino y, con movimientos rígidos, trató de hacer una reverencia.

-Siempre será la más hermosa. Aún tiene su pelo, su pelo suave de mujer. Y el contorno de su cara es bello y armonioso. Ah señorita Milli, es usted el maniquí más bonito que hemos visto en nuestra vida.

Las mejillas de la señorita Milli se ahuecaron en una sonrisa.

-Me quedaré entre vosotros.-¡Oh, qué alegría, señorita Milli! –exclamaron los maniquíes-. Haremos todo lo que podamos para que sea feliz.

Extraído del libro El trapecio del destino y otros cuentos. Editorial Siruela. Traducción: Ana María de la Fuente.

Ilustración de Unica Zürn.


El trapecio del destino y otros cuentos.

OBRA

  • Hexentexte, Berlín 1954
  • Dunkler Frühling, Hamburgo 1969
  • Der Mann im Jasmin, Frankfurt/M. [u.a.] 1977
  • Im Staub dieses Lebens, Berlín 1980
  • Das Weiße mit dem roten Punkt, Berlín 1981
  • Das Haus der Krankheiten, Berlín 1986
  • Gesamtausgabe, Berlín
    • Bd. 1. Anagramme, 1988
    • Bd. 2. Prosa 1, 1989
    • Bd. 3. Prosa 2, 1991
    • Bd. 4,1. Prosa 3, 1991
    • Bd. 4,2. Prosa 4, 1998
    • Bd. 4,3. Anmerkungen, Briefe, Dokumente, 1999
    • Bd. 5. Aufzeichnungen, 1989
    • Bd. 6. Briefe, Dokumente, Hörfunk, 2001
  • Les jeux à deux, Berlín 1989
  • Orakel und Spektakel, Berlín 1990
  • Lettres au docteur Ferdière, París 1994 (zusammen mit Hans Bellmer)

Lo utilitario, principio de todo vicio,
tierno canto de una mortaja nupcial:
tierra nueva, angustia, frío. Todo tiempo
es principio de todo. Lo utilitario, ese vicio.

Primavera Sombría
Juan Bonilla

HAY un relato breve de la escritora alemana Unica Zürn (publicado recientemente por la editorial Siruela) que nos puede prestar una versión exacerbada de la Lolita enamorada de un hombre maduro. Se titula 'Primavera sombría' y narra, en una tercera persona telegráfica y poética, el despertar al «ansia de placer» de una niña que acaba siendo sometida por las fuerzas del mundo y la incapacidad para satisfacer el deseo que la convencerán de que el vacío es preferible a la existencia y el no-ser un ente reportador de más dicha que el ser. El relato es aparentemente autobiográfico, aunque eso carece de importancia más allá de su enérgica apuesta por una literatura testimonial y dolorosamente vaticinadora -porque el salto al vacío con que concluye 'Primavera sombría' adelanta el final de la autora del relato, que se suicidaría años después de escrito el cuento. Unica Zürn padeció diversas crisis esquizofrénicas que la mantuvieron asilada en distintos centros sanitarios. Fue amante de Hans Bellmer, artista que experimentó su sadismo con el masoquismo de la escritora, a la que fotografió en hirientes poses que hoy son parte de la Historia de la Vanguardia e ilustraciones explícitas para los analistas clínicos de las perturbaciones del deseo.
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Conoció a todos los grandes de las vanguardias de entreguerras, se enamoró de Henry Michaux, fue cómplice de Man Ray y de Max Ernst, escribió algunos cuentos que hay que contar entre lo más intenso que produjo el surrealismo literario.'Primavera sombría' comienza con una declaración que ya dice mucho de los acontecimientos que van a tener lugar: Su padre es el primer hombre que ella conoce. El padre de la protagonista es un hombre ausente, sólo se hace presente para herir a la protagonista con una sensación de intensa extrañeza y perturbador deseo, y en cuanto éste hace aparición colocando a la protagonista en un laberinto de preguntas, la figura vuelve a desaparecer. Más adelante, la protagonista cree haberse enamorado de un chico un par de años mayor que ella, que le escribe una carta de cuatro palabras que ella tarda horas en leer, y contesta. Se produce un precioso intercambio de mensajes. Ella se hace la dormida. El le escribe:
«Yo sé cómo podría despertarte». Es la bella durmiente y sabe que la respuesta que él va a darle es: «Te despertaría con un beso». Pero si la despertara con un beso todo habría acabado. El beso es el fin. Es lo que todos esperan. Pero ella quiere vivir permanentemente en la espera. Mucho después de escritas esas palabras Roland Barthes en sus 'Fragmentos para un discurso amoroso' lo repetirá: el enamorado es el que vive en la espera. La espera es la enseña del futuro, como el recuerdo es la del pasado y la acción la del presente. Quien elige la espera como enseña, elige el mandato de la ilusión y del sueño. Y es aquí donde cabe la frase de Jung según la cual la enfermedad mental no es otra cosa que un sueño hecho realidad.El mundo de sueños y espera en el que vive la Lolita de 'Primavera sombría' choca frontalmente con una realidad cruenta y despiadada. Su iniciación sexual, marcada por esa espera en la que se siente al fin a salvo, la espera de la presencia de su padre, la espera del beso que la despierte (no quiere que se produzca, porque el beso pondría fin a la espera del beso, porque el despertar pondría fin al sueño en el que mora y se siente segura) está tachonada de imágenes masoquistas. Un perro le lame el sexo y ella se representa la lengua del animal como un cuchillo; mientras llega al orgasmo ella imagina a un hombre que le corta el cuello. Pero es un masoquismo controlado por la fantasía: cuando su hermano la ataca, el dolor no se acompaña del mismo placer que otras veces la arrebata.La última estación de esa espera se produce cuando conoce en unos baños a un hombre maduro y atractivo del que se enamora ipso-facto.
 Resultado de imagen de Unica Zurn librosLo que siente por esa figura, nos dice la narradora, no lo ha sentido nunca antes. El amor le rebosa porque ella es muy pequeña para contener ese sentimiento, nos dice la narradora. Esto es: la niña se convierte en recipiente insuficiente de un elemento tan caudaloso que acaba supliendo la propia identidad de quien ama, pues le muestra su insuficiencia y a la vez lo declara culpable por no tener la capacidad suficiente para contener lo que recibe. El anhelo se convierte en culpa y la culpa, atrofiada por la propia fantasía de quien se muestra a sí mismo como enfermo, transforma a quien ama en una víctima que se echa la culpas a sí misma para sacrificarse. El afán de sacrificio es aquí desorbitado, porque llega al acto supremo de negación del 'yo', el suicidio.

 



La imagen final del relato no puede ser más perturbadora: estampada contra el suelo real que le ha robado definitivamente la existencia, el cuerpo de la niña sigue expuesto a la realidad: el perro es el primero que ve el cadáver, acude a él, mete la cabeza entre sus piernas y empieza a lamer, pero al ver que la niña no reacciona, abandona su tarea, se tiende junto a ella y empieza a sollozar.Poco antes de suicidarse, Unica Zurn se preguntaba si su pasión por lo extraordinario era la culpable de que su enfermedad se presentara una y otra vez, invencible, y si sus crisis esquizoides no eran una especie de válvula de escape que le permitían escapar del tedio de vivir. Se rebelaba así contra la idea existencialista de que es, precisamente, el tedio disuelto en el líquido amniótico del vacío de existir, el que era capaz de oponer una razón de insistencia ante la angustia que provoca ese vacío. Ese tedio, estudiado por Heidegger, como uno de los motores del ser, se erige en enemigo principal de lo que bien pudiéramos llamar las existencias heroicas, aquellas que no pueden comulgar con la idea de que la vida se nos marche en el mero vivir, sino que han de indagar en éste para convertirlo en una aventura excepcional, porque sólo en lo excepcional acontece algo que merezca el nombre de vida. La congestionada infancia que se nos ofrece en 'Primavera sombría', presenta a una criatura que aprende pronto que no va a saber coleccionar excepciones suficientes como para que le merezca la pena la suma de padecimientos y tedios de que se compondrá su biografía. Su derrota, representada en la figura del varón apuesto del que se enamora y al que sabe inalcanzable, queda fijada por su incapacidad para aceptar las reglas de lo real.Hay un momento francamente impresionante en el relato de la pasión que se desarrolla en el interior de la muchacha por el hombre maduro. Este le regala una fotografía suya. 
Resultado de imagen de Unica Zurn librosPara ella es un tesoro impagable. Primero la protege y la convierte en una fortificación. Pero luego se da cuenta de que si alguien la descubriera, la debilitaría hasta hundirla, sería compartir, revelar lo mejor de sí misma para que fuera convertido en comentario de los otros, en algo real, es decir, infame. Así que hace pedazos la fotografía y se la come. No sólo es un acto de amor: es un acto religioso, de santificación del amado mediante el cual, a la vez que la niña se hace uno con él, renuncia para siempre a la posibilidad de que alguna vez sea alcanzado. No puede ser real porque eso lo convertiría en infame. ¿Qué es lo real? ¿Qué persigue quien ama? Su certidumbre de que el beso es el final de una aventura, fija el territorio de ésta en los páramos sin límite de la imaginación, donde se siente segura, donde el mundo no puede incordiarla. Por eso se siente feliz cuando espera, por eso aborta su existencia: ha vivido lo poco que ha vivido en un futuro que repentinamente se le ha aparecido como irreal, como falacia, y a él se dirige, y a él entrega su vida ahora que sabe que es mentira.
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POEMA DE UNICA ZÜRN


I

Todo esto ya existió,
otros hablaron de ello.
Tú te acuestas con tu cuerpo
incendiado y fangoso,
esquivas el calambre
la mancha
los hilos encontrados,
mientras alguien muy cerca te engulle
cuida de ti
te cría
en el vacío,
mientras alguien dice a tu madre
cuál es tu verdadero nombre.
Lo que había ahí también era la vida,
otro de sus cantos remedados,
lo que había ahí en el ciclo del hierro
en la forja:
tu pulpa en manos del verdugo,
apenas un arco
entre lo material
y la hipótesis.
Qué sucedería si el deseo fuera cierto
y fecundo,
qué sucedería si tu boca fuera tragada por la suya,
se cerraría entonces
el colapso impar y roto del miedo
la extrañeza de quien ama solo
a los aparecidos.
II
sombra sombra sombra
placa entre placas
desnivel
de mi hueso en la tierra
chirrido de las aves
santidad del verbo y de la pústula
santidad de las lenguas que se esconden
en mi lengua
yo que he guiado mis pasos
hacia el eje
yo
la escogida
a quien han hablado los cristales y las hojas
yo
la gran ensimismada
la que surca la materia espiral de un pensamiento
la que unge los espejos de rasguños
la que vivió una vida más alta
y murió una muerte más pura

 Unica Zürn: “mitad mujer, mitad serpiente”





Unica Zürn

 Alemania


"ARLEQUIN" Nº3
Este número de "Arlequín" está dedicado a la escritora alemana
Unica Zürn



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Causalidad psíquica en un caso de locura. A propósito de Unica Zürn.

http://scielo.isciii.es/pdf/neuropsiq/v30n3/06.pdf


A las aves migratorias
.
Durante los últimos días no me había pasado nada. Yo bajaba del sobre y me preparaba un Nesquik en la cocina, recordaba vagamente el sueño inmediatamente anterior mientras removía el vaso con una cuchara, encendía un pitillo y finalmente tomaba el desayuno mientras veía el noticiario por la televisión. Uno de los días permanecí atento a las noticias sobre economía mientras otro recordaba de manera bastante nostálgica mi trabajo como repartidor de cajas de vino y salchichón en diciembre de 2009. Las noticias se alternaban rápidamente: ataques sobre Gaza, un juicio a un terrorista, la última hazaña de Messi y el tiempo, con sus soles y esas cosas tan simpáticas, los chubascos, repartidos a lo largo y ancho de un mapa de la península ibérica. Eran días de no hacer nada y eran días de esperar. Uno cuando espera lo hace a la muerte, por el camino podía contemplar cadáveres de otros que ocuparon la casa antes que yo.

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Hermanos desangrados en la bañera en la que, aproximadamente una hora después, me daría un duchado. Mascotas a las que han ido sustituyendo otras. Mamá y papá, ausentes también. En ocasiones sonaba el teléfono y voces venidas del más allá me hablaban sobre ofertas en algunas tarifas. Otras veces era ella. Decía vaguedades y yo las repetía. Volveríamos a vernos, quizá. En esas horas yo fregaba el vaso donde me había servido el desayuno y en uno de los días se iba la luz, inmediatamente después recordaba mis conversaciones con el conductor de la furgoneta con la que repartía. Piso ocho, piso once. Hablábamos sobre la nada. Me costó convencerle de que yo tenía que fumarme mis buenos cigarros diarios. Él decía que no soportaba que se le metiera el humo en los ojos. Llegamos al acuerdo de que fumaría en las autopistas abriendo la ventana. A veces me daban propina y yo la compartía a la vuelta a la furgo. Siempre las calculé en whiskies. El whisky es caro. Por aquel entonces yo bebía una botella diaria. Cuando llegaba a casa comía y después me sentaba al ordenador con mi botella de Irish -las solía comprar de dos en dos- e iba rellenando el vaso de una a otra mitad. Sobre las ocho de la tarde caía dormido y mamá, al llegar de trabajar, me despertaba para preguntarme si había cenado, para después procurar de adivinar si la botella que se encontraba en la basura era o no la misma que la del día anterior. Al día siguiente me despertaba como nuevo e iba al trabajo, me acercaba a la chica rubia que se encargaba de darme la lista de las localizaciones y yo procuraba decir algo agradable como algún comentario sobre el tiempo o algo así. Todos esos días que hoy miro con nostalgia también eran iguales unos a otros, al igual que los últimos del año 2011.
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En estos días yo me encontraba tomando una medicación que me curaba del alcohol y también de las mujeres y, por otro lado, apenas veía a nadie en el día a día, imaginaba a espectros, como siempre he hecho y leía indiferentemente qué. Raras veces me dedicaba a la limpieza, y también estaban los recuerdos de finales del año 2010, cuando yo aún fumaba en los bares y cuando vivía en un zulo de Lavapiés donde me sentía dios y su madre y en el que escribía casi siempre que llegaba de Alcohólicos anónimos. Sobre todo me gustaba la conversación de ellas. Procuraba, durante esos ratos, acercarme a sus secretos de poco en poco hasta, a poder ser, formar parte de ellos, cosa que nunca ocurrió. El resto de los días iba de aquí para allá, a pie, en una de mis ciudades favoritas. Cuando me fallan los recuerdos acudo a tal fecha del blog y entonces, a través de lo que he ido escribiendo, me sitúo con mejor facilidad en ese pasado, trasladándolo a un lugar donde casi no hago nada más que lo que voy contando con el propósito de poder recordarlo un año después, siempre caso de no cruzarse un rayo por el medio o similar.
Hoy, llegadas las horas en que las noticias de la mañana ya se me han olvidado, he esperado que ella llamase mientras dudaba si marcar yo y adelantarme. Finalmente no lo he hecho, he cogido el móvil sólo y lo he tenido en la mano esperando que fuera ella para darle a la tecla de descolgado. En la otra mano tenía abierto el libro de Leonard Cohen La energía de los esclavos (Trad. Antonio Resines) por una página en particular. Al descolgar, fuera o no fuera ella quien estuviese al otro lado, yo quería leer en voz alta:
“Cada vez que te veo
olvido por un momento
que soy feo a mis propios ojos
por no haberte conseguido.
Yo quería que me eligieras
por encima de todos los hombres que conoces,
porque yo me destruyo
cuando estoy con ellos.
He rezado por ti a menudo
así:

Déjame que la consiga.”



Una piedra para Unica Zurn 

por 

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Las criaturas quiméricas de Unica Zürn





Director:

The Games of Countess Dolingen Poster
Escritores

 Catherine Binet , Bram Stoker 
(cuento "Dracula's Guest") |




 1974



Escritor:


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Todos los amantes de Unica Zürn y Hans Bellmer




unica zürn no nació en 1916

unica zürn
 no soportaba bailar

todas las         
 gentes-cabeza-hueca

quieren bailar con ella

pero ella les escupe y se
 señala a sí 
misma con el dedo
llamando la atención de todos
y todo el mundo piensa 
que está loca
todos excepto hans bellmer

hans bellmer
era un apuesto caballero 
que nunca debió salir 
de la ciudad
“morirás de
 tristeza y olvido”
su corazón es una bomba 
de hidrógeno
alimentada con quinientos 
mil litros de vodka
escuchaban mahler y a veces parecían felices
solamente cuando parecían 
felices era cuando realmente
 eran felices
el resto 
del tiempo hans miraba 
los ojos de unica
y hablaban
 sin necesitar palabras

juntos 
redactaban incontables 
ensayos contra la sociedad
leían a rimbaud con la misma voz
y creían en la extinción 
del reino animal
nunca se vieron en la tesitura del suicidio
hasta que 
llegó su muerte
pero a veces sufrían de 
temblores nocturnos
y nunca nunca nunca
se decían la verdad
 el uno al otro
porque la verdad es 
ese hijo deforme
que espera una eternidad 
ser concebido

hans aplastó
todas las flores del 
jardín de unica

hans y unica
veían las hojas 
y la oscuridad 
caer en los parques
y como colofón a su
 desgracia
murieron enterrados
 junto con 
todas sus crueldades
se dieron cuenta
de que el tiempo no es
 más que un ganso 
que recita en el balcón
mientras suena 
la alarma que avisa
de que están fuera 
del espacio-tiempo
cuando sus dos
 labios se encuentran
en el mundo que 
ellos han creado
que ellos han inventado
que ellos han dibujado con
 tiza y cigarrillos

y repiten la palabra “casa” 
“casa” “casa”
“tú eres mi casa”
“mi casa eres tú”
pero la casa solo era
ese edificio abandonado
 de luces que parpadean
y se apagan
y allí pasaban las noches:

columpiándose

enfrentándose
 a la tormenta

mirando el vacío

viendo crecer
 hijos de la nada

solo conocidos

siempre encontrados

nunca en el cielo
 impactó un cohete

algunas cosas
 duran mucho tiempo
algunas pasiones 
viven mucho tiempo

ninguna muerte
 dura más de cinco minutos.
corto) 

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