http://www.milenio.com/cultura/unica-zurn-y-el-erotismo salvajea a
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Unica ZÜRN – Une Vie, une Œuvre : 1916-1970 (France Culture, 2007)
circular de Unica Zürn
Vidas al margen / DOSSIER / Abril de 2018
Ana Negri
https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/a81cc4c0-5713-4c49-bb56-1196c7d3ee41/la-vida-circular-de-unica-zurn
UNICA ZÜRN |
ANAGRAMME |
UNICA ZURN
El hombre jazmín (fragmento)
"¡Qué suerte estar antes del principio! Nada puede pasarnos porque no podemos chocar con nosotros mismos. Cuando la abandonan un millón de glóbulos rojos, cuando su cuerpo se cubre de innumerables manchas rojas de alegría, escribe en el manuscrito de una anémica: "Alguien me recorre en un viaje a través de mi ser. Desde esta perspectiva, se cierra el círculo. Él me recorre por dentro y me rodea desde afuera - ésta es mi nueva situación-. Y me gusta.
(...)
Cielo azul de mediodía en primavera, ¿cuántas veces te has oscurecido de pronto, cuando llega el vahído, la súbita desintegración de lo que uno llama su seguridad? Por lo menos una vez y me estremezco al pensarlo. Yo he visto con espantosa nitidez esta repentina negrura. Y es que no todo el que es aniquilado mira al cielo. "
Hans Bellmer: La multiplicación de los deseos
Fascinación del éxtasis perpetuo
Unica Zürn (Alemania, 1916-1970) | |
Escritora y pintora alemana nacida en Berlín. Compañera desde 1953 del pintor y escultor Hans Bellmer, un ser fascinado por el fetiche erótico, fue admirada por grandes artistas del surrealismo, entre ellos, Henri Michaux, André Breton, Man Ray, Hans Arp, Marcel Duchamp y Max Ernst. Su producción literaria se compone de dos únicas obras de corte autobiográfico, una novela corta, Primavera sombría y otra mucho más extensa, El hombre jazmín. Ambas se publicaron póstumamente en 1971. También escribió entre 1949 y 1955, algunos relatos breves para periódicos, reunidos en un libro titulado, El trapecio del destino y otros cuentos. Escritora maldita como Virginia Woolf o Sylvia Plath, nunca se convirtió, como ellas, en un mito, aunque algunos dicen que viajaba incesantemente al infierno y en él descubría respuestas que las dos primeras nunca habrían encontrado. A partir de 1957, ingresó varias veces en centros de recuperación para poder superar sus crisis de esquizofrenia, sobre todo tras aparecer desnuda y encadenada en la portada del número 4 de Surréalisme même (1957) en una fotografía de Hans Bellmer. Sus tratamientos y recaidas aumentaron hasta el año 1970, en el que decide poner fin a su vida arrojándose al vacío desde una ventana de su casa de París. © epdlp |
por Valery Oisteanu
http://www.artnet.com/Magazine/reviews/oisteanu/oisteanu3-14-05.asp
Primavera sombría (fragmento)
"Saca del armario un pijama más bonito y se lo pone. Se mira al espejo por última vez. Imagina el golpe que su cuerpo dará en el suelo y las manchas de tierra y de sangre que habrá en el pijama. En el cementerio reinará un silencio de muerte y la gente se mirará con ojos de culpabilidad: ¿No sabéis que aquí hay una niña que se mató por amor? Y en adelante los padres serán menos severos y más cariñosos con sus hijos, para que no les ocurra lo mismo. Y piensa también en el duro y estrecho ataúd, en el que no podrá estirar los brazos y las piernas como hace en su cama blanda. Estará rígida como un soldado. ¿Y si no se mata al caer y la salvan?
(...)
Ya está casi oscuro en la habitación. Sólo llega a la ventana el resplandor de una farola de la calle. Ya le es indiferente morir "en suelo extraño" o en su jardín. Se sube al alféizar, se sujeta con fuerza a la cuerda de la persiana y ve su oscura silueta en el espejo. Le parece encantadora y empieza a sentir compasión de sí misma. "Se acabó", dice en voz baja, y antes de que sus pies se separen del alféizar, ya se siente muerta. Cae de cabeza y se desnuca. Su cuerpecito queda extrañamente doblado sobre la hierba. El primero que la encuentra es el perro. El animal mete la cabeza entre las piernas de la niña y empieza a lamer. En vista de que no se mueve, se tiende a su lado llorando suavemente. "
Palabra de Unica Zürn:
https://issuu.com/drawingcenter/docs/drawingpapers86_zurn
Unica Zürn y el erotismo salvaje
Libros y cuadros alimentan sus fantasías masoquistas. Lo que resulta inaudito y chocante es el clima hostil de «soledad espantosa» en el que la pequeña desarrolla su afán del placer sexual. Cuando tiene diez años, su hermano la viola. Entonces se siente ultrajada. Prefiere los lamidos del perro entre las piernas. Hasta este momento se intensifica en la lectora la sensación de presenciar la historia de una de las muñecas tristes de Bellmer. Pero de golpe la niña descubre su deseo de experimentar un amor interminable: «Ella desea vivir siempre en la espera».A los doce años se enamora por primera vez de un hombre que no es su padre. Y en lugar de actuar como una ninfa precoz, desarrolla un profundo sentimiento romántico por completo ajeno al deseo sexual. Este amor idealizado se convierte en su fuente vital. Cuando sus padres le prohíben volver a ver al desconocido, la adolescente se arroja por la ventana con asombrosa decisión.
Surrealismo y locura: Leonora Carrington y Unica Zürn
Pulsión, locura, escritura: la fascinante pluma de Unica Zürn
Hay ocasiones que la escritura es sintomática. Algo vinculado con el cuerpo se deshace de los límites orgánicos, se traspasa a la letra y constituye lo discursivo de una forma que parece casi natural. Escritura atávica, carente de guía racional, cuyas leyes se sumergen en el dictado de lo pulsional. Unica Zürn (1916-1970) es, a su vez, un caso evidente de este tipo de escritura. Al leerla (y observar sus dibujos que acompañan a su letra) resulta evidente que algo de su escritura está relacionado con lo inconsciente que se coagula en nuestro cuerpo.
La edición de su texto El hombre del jazmín, que ha editado magistralmente Wunderkammer, está acompañada de otros tres textos: Notas de una anémica, La casa de las enfermedades y El blanco con el punto rojo. Pese a la división discursiva, no obstante, hay varios hilos que unen los cuatro textos, configurando verdaderos hilos de Ariadna que homogenizan el desarrollo de su pensamiento. Sin embargo, dichos hilos no se delimitan fácilmente, sino que más bien están anudados, interprenetrados, formando una especie de madeja que conecta irremediablemente los diversos puntos de su obra. Madeja que, obviamente, complejiza la lectura pero que también atrae irremediablemente, fascina de manera irresistible a quien se adentra en su lectura.
Uno de esos hilos cruciales es la locura. Zürn, cuyo diagnóstico vacila entre la esquizofrenia y la psicosis maníaco-depresiva, plasma brillantemente los vaivenes de su locura a través de metáforas, descripciones, relatos oníricos y de alucinaciones. Pero, más allá de esta cuestión descriptiva, formalmente podemos apreciar estas turbulencias en una escritura que se escinde entre el ansia de minuciosidad, por un lado, y la parquedad compositiva, por otro, así como el cambio de la primera persona a la tercera en el último texto, consecuencia del alejamiento de sí misma, de la disyunción subjetiva a la que se ve atravesada.
Resulta interesante apreciar cómo y cuándo sitúa el desencadenante de este desorden. Será a partir de su encuentro con el «hombre del jazmín» cuando su mundo se dislocará absolutamente e irrumpirá un estado en el que la euforia se hibridará con la depresión, en el que la megalomanía colindará con la misantropía. El hombre del jazmín emerge en un momento en el que ya de por sí su mundo se está descomponiendo: la separación de sus padres a temprana edad se erigirá en un acontecimiento trascendental para ella en el momento de comprender de qué manera su microcosmos se resquebraja (así como la percepción de los engaños familiares, del rechazo materno para con ella, del desarraigo patológico que se va formando paulatinamente…). En ese intente, la soledad se adueña de ella, la lógica del secreto la convierte en algo inconmensurable, inalcanzable, pese a que uno de sus objetivos (y destino existencial) sea dejarse encontrar, tal y como ella lo relata en el último texto. Fracaso rotundo. Sólo el hombre del jazmín es capaz de verla en su mismisidad, de cartografiar su esencia, como si sus enigmáticos e hipnóticos ojos azules (crucial es la insistencia del color e intensidad de los ojos, así como del cabello blanco…) tuviesen la energía arrolladora de penetrar su carne, atravesar su organismo y dirigirse hacia el lugar en el que se aloja su secreto.
De ahí que esa aparición revista tintes contradictorios, aporéticos, paradójicos. Hay algo siniestro, unheimlich, en la aparición del hombre del jazmín. Por un lado, es la irrupción de la salvación, del diálogo, de la complicidad, ya que el monólogo puede romperse y ella puede compartir su secreto, pero también es la perdición, la destrucción definitiva, la desestabilización final que la aleja definitivamente de las lindes de la cordura. El alguien a quien amar, pero también, odiar. Amante-enemigo que sólo permite una relación a distancia, un vínculo al margen, en consecuencia, de toda posesión:
El enemigo no tiene ni un cabello mío, ni siquiera me ha estrechado la mano, tampoco me ha dado un beso y, aun así, consigue amasarme y apretarme, atravesarme y, al final, devorarme.
Su compañía es pedagógica, su presencia ausente es una paideia en la que distancia y pasividad serán los principales hallazgos. También, como se apuntaba más arriba, la ruptura con los límites de la realidad, los desvaríos y delirios serán experiencias cruciales para Zürn. Enseñanza perversa de este maestro oscuro, sin embargo, ya que ello implica cierta posición masoquista que no dejará de acompañarla a lo largo de su vida. Más allá de cualquier identificación concreta (Mortimer, Michaux…), definitivamente el hombre del jazmín es la encarnación espectral de la muerte, del final anhelado, buscado y poetizado por Zürn.
No obstante, antes de llegar al fin, su cuerpo, obviamente, se ve sometido a las consecuencias de la locura. Cuerpo medicalizado, maltrecho y trillado por la farmacología, pero también por sus propios desvaríos, Zürn intenta redimirse en la escritura como sea. Una escritura que sabe que la muerte será su destino definitivo. Una muerte que no rehuyó y que esperó con impaciencia. Con tanta impaciencia que, finalmente, acabó por ir en su busca.
Una muerte que no temo, con la que cuento en secreto desde hace mucho, pues me prometo toda su poética, la poética que espera mi romántico ánimo de morir.
Hay ocasiones que la escritura es sintomática. Algo vinculado con el cuerpo se deshace de los límites orgánicos, se traspasa a la letra y constituye lo discursivo de una forma que parece casi natural. Escritura atávica, carente de guía racional, cuyas leyes se sumergen en el dictado de lo pulsional. Unica Zürn (1916-1970) es, a su vez, un caso evidente de este tipo de escritura. Al leerla (y observar sus dibujos que acompañan a su letra) resulta evidente que algo de su escritura está relacionado con lo inconsciente que se coagula en nuestro cuerpo.
La edición de su texto El hombre del jazmín, que ha editado magistralmente Wunderkammer, está acompañada de otros tres textos: Notas de una anémica, La casa de las enfermedades y El blanco con el punto rojo. Pese a la división discursiva, no obstante, hay varios hilos que unen los cuatro textos, configurando verdaderos hilos de Ariadna que homogenizan el desarrollo de su pensamiento. Sin embargo, dichos hilos no se delimitan fácilmente, sino que más bien están anudados, interprenetrados, formando una especie de madeja que conecta irremediablemente los diversos puntos de su obra. Madeja que, obviamente, complejiza la lectura pero que también atrae irremediablemente, fascina de manera irresistible a quien se adentra en su lectura.
Uno de esos hilos cruciales es la locura. Zürn, cuyo diagnóstico vacila entre la esquizofrenia y la psicosis maníaco-depresiva, plasma brillantemente los vaivenes de su locura a través de metáforas, descripciones, relatos oníricos y de alucinaciones. Pero, más allá de esta cuestión descriptiva, formalmente podemos apreciar estas turbulencias en una escritura que se escinde entre el ansia de minuciosidad, por un lado, y la parquedad compositiva, por otro, así como el cambio de la primera persona a la tercera en el último texto, consecuencia del alejamiento de sí misma, de la disyunción subjetiva a la que se ve atravesada.
Resulta interesante apreciar cómo y cuándo sitúa el desencadenante de este desorden. Será a partir de su encuentro con el «hombre del jazmín» cuando su mundo se dislocará absolutamente e irrumpirá un estado en el que la euforia se hibridará con la depresión, en el que la megalomanía colindará con la misantropía. El hombre del jazmín emerge en un momento en el que ya de por sí su mundo se está descomponiendo: la separación de sus padres a temprana edad se erigirá en un acontecimiento trascendental para ella en el momento de comprender de qué manera su microcosmos se resquebraja (así como la percepción de los engaños familiares, del rechazo materno para con ella, del desarraigo patológico que se va formando paulatinamente…). En ese intente, la soledad se adueña de ella, la lógica del secreto la convierte en algo inconmensurable, inalcanzable, pese a que uno de sus objetivos (y destino existencial) sea dejarse encontrar, tal y como ella lo relata en el último texto. Fracaso rotundo. Sólo el hombre del jazmín es capaz de verla en su mismisidad, de cartografiar su esencia, como si sus enigmáticos e hipnóticos ojos azules (crucial es la insistencia del color e intensidad de los ojos, así como del cabello blanco…) tuviesen la energía arrolladora de penetrar su carne, atravesar su organismo y dirigirse hacia el lugar en el que se aloja su secreto.
De ahí que esa aparición revista tintes contradictorios, aporéticos, paradójicos. Hay algo siniestro, unheimlich, en la aparición del hombre del jazmín. Por un lado, es la irrupción de la salvación, del diálogo, de la complicidad, ya que el monólogo puede romperse y ella puede compartir su secreto, pero también es la perdición, la destrucción definitiva, la desestabilización final que la aleja definitivamente de las lindes de la cordura. El alguien a quien amar, pero también, odiar. Amante-enemigo que sólo permite una relación a distancia, un vínculo al margen, en consecuencia, de toda posesión:
El enemigo no tiene ni un cabello mío, ni siquiera me ha estrechado la mano, tampoco me ha dado un beso y, aun así, consigue amasarme y apretarme, atravesarme y, al final, devorarme.
Su compañía es pedagógica, su presencia ausente es una paideia en la que distancia y pasividad serán los principales hallazgos. También, como se apuntaba más arriba, la ruptura con los límites de la realidad, los desvaríos y delirios serán experiencias cruciales para Zürn. Enseñanza perversa de este maestro oscuro, sin embargo, ya que ello implica cierta posición masoquista que no dejará de acompañarla a lo largo de su vida. Más allá de cualquier identificación concreta (Mortimer, Michaux…), definitivamente el hombre del jazmín es la encarnación espectral de la muerte, del final anhelado, buscado y poetizado por Zürn.
No obstante, antes de llegar al fin, su cuerpo, obviamente, se ve sometido a las consecuencias de la locura. Cuerpo medicalizado, maltrecho y trillado por la farmacología, pero también por sus propios desvaríos, Zürn intenta redimirse en la escritura como sea. Una escritura que sabe que la muerte será su destino definitivo. Una muerte que no rehuyó y que esperó con impaciencia. Con tanta impaciencia que, finalmente, acabó por ir en su busca.
Una muerte que no temo, con la que cuento en secreto desde hace mucho, pues me prometo toda su poética, la poética que espera mi romántico ánimo de morir.
EL ENCANTAMIENTO por Unica Zurn
Unica era un ser delicado que aceptó –al menos, la verdad no hería tanto- el elemento perverso que la unía a Hans ("es mi destino el ser una eterna víctima", admitió). Estando su marido en silla de ruedas, ella decidió no vivir más. Él no pudo impedirlo. Como nada nos impide quedar asaetados por sus metáforas, cada vez que a ella se vuelve: esos seis pañuelos blancos de papel quemando en un recipiente, esa una máquina de coser planeando a un metro de su cabeza...
Ella asintió.
El trapecio del destino y otros cuentos.
OBRA
- Hexentexte, Berlín 1954
- Dunkler Frühling, Hamburgo 1969
- Der Mann im Jasmin, Frankfurt/M. [u.a.] 1977
- Im Staub dieses Lebens, Berlín 1980
- Das Weiße mit dem roten Punkt, Berlín 1981
- Das Haus der Krankheiten, Berlín 1986
- Gesamtausgabe, Berlín
- Bd. 1. Anagramme, 1988
- Bd. 2. Prosa 1, 1989
- Bd. 3. Prosa 2, 1991
- Bd. 4,1. Prosa 3, 1991
- Bd. 4,2. Prosa 4, 1998
- Bd. 4,3. Anmerkungen, Briefe, Dokumente, 1999
- Bd. 5. Aufzeichnungen, 1989
- Bd. 6. Briefe, Dokumente, Hörfunk, 2001
- Les jeux à deux, Berlín 1989
- Orakel und Spektakel, Berlín 1990
- Lettres au docteur Ferdière, París 1994 (zusammen mit Hans Bellmer)
HAY un relato breve de la escritora alemana Unica Zürn (publicado recientemente por la editorial Siruela) que nos puede prestar una versión exacerbada de la Lolita enamorada de un hombre maduro. Se titula 'Primavera sombría' y narra, en una tercera persona telegráfica y poética, el despertar al «ansia de placer» de una niña que acaba siendo sometida por las fuerzas del mundo y la incapacidad para satisfacer el deseo que la convencerán de que el vacío es preferible a la existencia y el no-ser un ente reportador de más dicha que el ser. El relato es aparentemente autobiográfico, aunque eso carece de importancia más allá de su enérgica apuesta por una literatura testimonial y dolorosamente vaticinadora -porque el salto al vacío con que concluye 'Primavera sombría' adelanta el final de la autora del relato, que se suicidaría años después de escrito el cuento. Unica Zürn padeció diversas crisis esquizofrénicas que la mantuvieron asilada en distintos centros sanitarios. Fue amante de Hans Bellmer, artista que experimentó su sadismo con el masoquismo de la escritora, a la que fotografió en hirientes poses que hoy son parte de la Historia de la Vanguardia e ilustraciones explícitas para los analistas clínicos de las perturbaciones del deseo.
Conoció a todos los grandes de las vanguardias de entreguerras, se enamoró de Henry Michaux, fue cómplice de Man Ray y de Max Ernst, escribió algunos cuentos que hay que contar entre lo más intenso que produjo el surrealismo literario.'Primavera sombría' comienza con una declaración que ya dice mucho de los acontecimientos que van a tener lugar: Su padre es el primer hombre que ella conoce. El padre de la protagonista es un hombre ausente, sólo se hace presente para herir a la protagonista con una sensación de intensa extrañeza y perturbador deseo, y en cuanto éste hace aparición colocando a la protagonista en un laberinto de preguntas, la figura vuelve a desaparecer. Más adelante, la protagonista cree haberse enamorado de un chico un par de años mayor que ella, que le escribe una carta de cuatro palabras que ella tarda horas en leer, y contesta. Se produce un precioso intercambio de mensajes. Ella se hace la dormida. El le escribe:
La imagen final del relato no puede ser más perturbadora: estampada contra el suelo real que le ha robado definitivamente la existencia, el cuerpo de la niña sigue expuesto a la realidad: el perro es el primero que ve el cadáver, acude a él, mete la cabeza entre sus piernas y empieza a lamer, pero al ver que la niña no reacciona, abandona su tarea, se tiende junto a ella y empieza a sollozar.Poco antes de suicidarse, Unica Zurn se preguntaba si su pasión por lo extraordinario era la culpable de que su enfermedad se presentara una y otra vez, invencible, y si sus crisis esquizoides no eran una especie de válvula de escape que le permitían escapar del tedio de vivir. Se rebelaba así contra la idea existencialista de que es, precisamente, el tedio disuelto en el líquido amniótico del vacío de existir, el que era capaz de oponer una razón de insistencia ante la angustia que provoca ese vacío. Ese tedio, estudiado por Heidegger, como uno de los motores del ser, se erige en enemigo principal de lo que bien pudiéramos llamar las existencias heroicas, aquellas que no pueden comulgar con la idea de que la vida se nos marche en el mero vivir, sino que han de indagar en éste para convertirlo en una aventura excepcional, porque sólo en lo excepcional acontece algo que merezca el nombre de vida. La congestionada infancia que se nos ofrece en 'Primavera sombría', presenta a una criatura que aprende pronto que no va a saber coleccionar excepciones suficientes como para que le merezca la pena la suma de padecimientos y tedios de que se compondrá su biografía. Su derrota, representada en la figura del varón apuesto del que se enamora y al que sabe inalcanzable, queda fijada por su incapacidad para aceptar las reglas de lo real.Hay un momento francamente impresionante en el relato de la pasión que se desarrolla en el interior de la muchacha por el hombre maduro. Este le regala una fotografía suya.
POEMA DE UNICA ZÜRN
I
Todo esto ya existió,
otros hablaron de ello.
Tú te acuestas con tu cuerpo
incendiado y fangoso,
esquivas el calambre
la mancha
los hilos encontrados,
mientras alguien muy cerca te engulle
cuida de ti
te cría
en el vacío,
mientras alguien dice a tu madre
cuál es tu verdadero nombre.
Lo que había ahí también era la vida,
otro de sus cantos remedados,
lo que había ahí en el ciclo del hierro
en la forja:
tu pulpa en manos del verdugo,
apenas un arco
entre lo material
y la hipótesis.
Qué sucedería si el deseo fuera cierto
y fecundo,
qué sucedería si tu boca fuera tragada por la suya,
se cerraría entonces
el colapso impar y roto del miedo
la extrañeza de quien ama solo
a los aparecidos.
II
sombra sombra sombra
placa entre placas
desnivel
de mi hueso en la tierra
chirrido de las aves
santidad del verbo y de la pústula
santidad de las lenguas que se esconden
en mi lengua
yo que he guiado mis pasos
hacia el eje
yo
la escogida
a quien han hablado los cristales y las hojas
yo
la gran ensimismada
la que surca la materia espiral de un pensamiento
la que unge los espejos de rasguños
la que vivió una vida más alta
y murió una muerte más pura
Unica Zürn: “mitad mujer, mitad serpiente”
Alemania
"ARLEQUIN" Nº3
olvido por un momento
que soy feo a mis propios ojos
por no haberte conseguido.
por encima de todos los hombres que conoces,
porque yo me destruyo
cuando estoy con ellos.
así:
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