viernes, 30 de enero de 2015

LTI*: La lengua del Tercer Reich de Victor Klemperer

"El lenguaje es más que sangre" Franz Rosenzweig.

Klemperer, VictorLTI: La lengua del Tercer Reich. Barcelona: Minúscula, 2001.

Si en tus tiempos de lector te acompaña la paciencia, el esmero y la minuciosidad, leyendo este libro, vas a necesitar, en ese ágil contexto de reposo físico, un más amplio abanico de texturas confortables, para no distraerte de este colmado texto, donde se habla de monosílabos y superlativos eficaces, que pronunciarás sin advertirlo, para comprobar su efecto en tu atrio y que habías pasado por alto, al parecerte monótonos.

No es un libro de verano, pero si igual de templado y sofocante.





Desde 1933 hasta 1945, clandestinamente, Victor Klemperer fue recogiendo en un diario, detalladamente, aquella combinación no de términos nuevos, sino de los más conocidos, pero que combinaban, en una pobreza retórica sin igual, toda la jerga, algunas expresiones extranjeras y miles de remilgadas siglas, para dar contenido en su ámbito lingüístico, a un estúpido propósito político totalitario.
Las palabras que caían desde aquellos pulpitos nazis, tan poderosos, sometieron bajo su énfasis en las entonaciones, el libre albedrio del pueblo alemán.




Nombres y adjetivos con ímpetu, que dictados en alto, protegen y subyugan; pero desde la distancia con que el filólogo compone este análisis, durante aquellos doce años de terror, desnuda la intención de la palabra en aquellos contextos del odio, que Goebbels, como conducator, manipulo hasta hacer sentir culpabilidad, por su historia, a todo una nación, creando el germen de la propaganda moderna.



Signos de puntuación lanzados para atrapar sentimientos, con un entrecomillado, como le llama el autor "irónico", transformando las reglas gramaticales, para provocar un efecto más pasional que intelectual, principal propósito del duermevela de su Ministerio de Propaganda, contaminado por el uso de los superlativos.
Desde estas sólidas páginas, se analizan y comparan los dictados, de regímenes que anteriormente llenaron de monosílabos todos los ámbitos públicos y privados, como el  totalitarismo franquista, este descaradamente católico y nacional-futbolístico, aquel nazi-boxístico.
Palabras que sufrieron abusos fueron pueblo, heroísmo, patria, tierra, raza, ...fanático, histórico, eterno, los términos religiosos extrapolados al lenguaje político, la magnificencia de los acontecimientos familiares, el valor de los nombres nórdicos, las runas, las abreviaturas... pasaron del papel al discurso, y se instalaron en la sangre del pueblo alemán y en la de sus fieles países satélites.
Una doctrina laica, con una literatura aria, una filosofía aria, etc. de ficticios orígenes, creó un éxtasis místico que suplanto a las razones universales, dando la impunidad necesaria para matar a tantos seres humanos.
Para que las memorias no se recuerden envilecidas, olvidándose de las envenenadas consignas que hicieron historia, es conveniente leer este libro, haciendo de su contenido, un marcador de las diferencias entre la propaganda política, sociológica y multipublicitaria que nos hace creer en que elegirlas y pensarlas nos llenarán de bienes y salud, y el propio criterio ideológico de nuestro pragmatismo.
El director checo, afincado en París, Stan Neumann, llevo estos diarios al cine en 2004 bajo el título de La lengua no miente.



Otro interesante largometraje es "El experimento Goebbels" (2005), de Lutz Hachmeister y Michael Kloft, documental histórico construido con las citas del diario personal de uno de los personajes más enigmáticos e inquietantes de la historia del pasado siglo, con imágenes inéditas de régimen nacionalsocialista.



https://www.youtube.com/watch?v=NjofmuUbOLI


Y ya puestos a leer sobre técnicas para someter, aparte de El técnico de sonido de Marcel Beyes, que ya reseñé hace algún tiempo, encontraremos en Lo seco y lo húmedo de Jonathan Littell o en Fantasías masculinas de Klaus Theweleit, diferentes reflexiones.



Victor Klemperer (Landsberg 1881-Dresde 1960), hijo de un rabino, hermano de un médico de prestigio y primo de Otto, el conocido director de orquesta, se doctoró en Múnich en 1914 con una tesis sobre Montesquieu. Tras combatir como voluntario en la Gran Guerra, inició su carrera académica. En 1933, a diferencia de su hermano y de su primo, no emigró de Alemania. Dos años más tarde las leyes raciales lo obligaron a dejar la cátedra de literatura francesa que ocupaba en la Universidad de Dresde. En esta ciudad vivió durante casi toda la época nazi sometido a las terribles restricciones impuestas a los judíos, aunque logró salvarse de la deportación porque estaba casado con una mujer «aria». Tras el final de la guerra decidió permanecer en Dresde, en la zona de ocupación soviética. Retomó su puesto en la universidad y en 1947 publicó LTI, ensayo basado en el abundante material sobre la lengua del Tercer Reich que recogió en sus diarios, aparecidos en Alemania en 1995, treinta y cinco años después de su muerte. (datos de editorial minúscula).
*LTI: Lingua Tertii Imperii            

domingo, 25 de enero de 2015

La vía: para el futuro de la humanidad de Edgar Morin

"Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía."
En el Prólogo al Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau [1762]


Entre novela y novela, y los silencios, cae sobre la mesa, igual que una lanza, clavándose, este libro de Edgar Morin,"La vía: Para el futuro de la humanidad", o tal vez es como la cola de un cometa de reivindicaciones y apuntes, para el desenmascaramiento y el principio del derrumbe, de lo que parecía que iba a hacer de este mundo, un calco del 1984 de George Orwell
La lectura se hace rápida, pues en muchas de las cosas, los que provenimos de las zonas rurales pequeñas, y volvemos a ellas con cierta frecuencia, las vivimos más naturalmente. Preservamos el lado y valoramos el agua, a nuestros mayores, los rituales del saludo, el hablar por hablar, el campo abandonado, los ríos, la sombra de los árboles, el frío y la salud, y vemos a los otros humanos vivir. El problema está en las medianas, grandes y mastodónticas aglomeraciones.
Todo son problemas entre el cemento, la contaminación y la prisa, que aumenta la individualidad, que no encuentra a los padres en casa, que no cede un asiento a los mayores, que no reprende un comportamiento agresivo, que no alimenta equilibradamente a todos, que cauteriza el gesto, y nos impide abrazarnos, darnos la mano, ayudar a subir peldaños a los lentos.
Lo que deja muy claro Morin, y en lo que estamos de acuerdo, es en lo que nos humaniza y en el actual etiquetado de calidad de vida, que ha castrado la retroalimentación lenta de los recursos, alimentos, energía, amor, honestidad. Siempre ha habido canallas, pero tantos vándalos, hunos y alanos juntos, nunca.
Cuando ya algunos íbamos advirtiendo que el significado de la palabra solidaridad iba a caer en desuso, surge un movimiento global, que piensa en todos, también en los que no están en las calles, y se instala sin máscaras frente a los poderes, y a su manera nos representan, y de sus palabras y sus lemas, que leemos clavamos en los jardines públicos, de frases cortasy "no-es" contundentes, pronunciando un grito muy ruidoso y extenso, para que nos miremos a la cara, y ver como hemos podido durante veinticinco años o más, ir alejándonos unos de otros, mientras, el privilegiado grupo de cabecera, político y económico, ellos muy solidarios entre ellos, nos iban secando los ríos para embotellar su agua y vendérnoslas, algo que era de todos, colocándole la palabra potable, vendiéndonos césped artificial, cuando teníamos toda la tierra verde, ofreciéndonos caminos asfaltados cuando hemos caminado siempre sobre llanuras y montañas, para llegar a nuestros destinos, y nos han hecho que el progreso, que dicen que lo han creado es para nosotros, eso sí se lo pagamos, a corto o largo plazo, nos han hecho techos para no enfriarnos, y ahora nos los han convertido en tumbas, que les debemos.



Nos han enceldado en necesidades, nos han eliminado hasta las bacterias que ayudan al sistema inmunitario, pero nuestros nonagenarios filósofos e ideólogos como Edgar Morin, con este libro y todos su trabajos anteriores, se han ido quedando con lo que vale de la civilización, como Sven Hassell, Jose Luis Sampedro o Nobberto Bobbio, para hacernos ver, que aún hay cosas que pueden volver a sernos útiles como seres humanos, y eliminados, porque no les llenaba el arca de su granero.
Nos han metido miedo sobre el otro, sobre el vecino, sobre el emigrante, sobre las lecturas, sobre el pensamiento, sentándonos ante un propulsor de sus creaciones, encerrado en publicidades, y en nombre de la importante palabra que es el individuo, llevándonos a la individualidad y uniformando las individualidades, sin permitir el roce de la calle, sentándonos como individuo o grupo familiar dentro de la celda, para que no tengamos necesidad de hablar con otros movientes, y hablemos de nuestras inquietudes, necesidades o logros.
Nos han hecho ver el mundo en 32 pulgadas, cuando el horizonte casi es ilimitado cualquier tarde y lleno de otros vértigos.



Ya volviendo al libro de Morin, en las conclusiones y post conclusiones, se sueña y sintetiza el dónde estamos, y de dónde venimos, y desde donde debemos partir, para mantenernos como civilización, o ir hacia la extinción.
Toda una teoría en positivo, para cambiar la vía, y los caminos simples a seguir, para encauzar el inviable camino tomado por la globalizada extirpación de de toda humanidad y solidaridad, tomando el guión para una regeneración política, y una conciencia de civilización, donde todos los elementos demográficos desde las minorías hasta la masa homogénea de occidente, pasando por la conciencia ecológica, con un apartado especial para el agua, y enumerando desigualdades y pobrezas, para encontrar un punto de partida donde justicia no sea represión, donde burocratización no sea exclusión.



Frente a la fragmentación de los saberes en especializaciones, que ignoran las humanidades, ya no se conoce el origen de las palabras, de las ideas o de las costumbres, que siempre en el entramado de la filosofía y de la literatura, fueron una parte complementaria de la sociedad en formación, que pasando de los ciclos primarios y secundarios, ahora acaban en la universidad mirando a un título, sin comparecer los educandos de las disciplinas humanitarias, propone una reforma del pensamiento y la educación, donde el otro, esté presente. Que ideologías, formas de vida, lo masculino y lo femenino sean transversales, en el taller mecánico, en el laboratorio científico, en la importación y la exportación, dentro de una democracia tan participativa que abarque todos los ámbitos, donde confluyan nuestra actividad vital, armonizada con lo mejor de las grandes teorías de la ciencia noética, no como única fuente, sino contrastando su esencia, con la historia de la filosofía, de la literatura y el arte, y la historia de los grandes movimientos sociales y culturales, que han rodeado la historia del hombre, su relación con el mundo laboral, social y las respuesta a la avaricia, a la esclavitud, a la manipulación y expolio de los colonialismos anteriores y actuales.
Con una nueva educación sobre la alimentación, la calidad humana y el equilibrio, un justo reparto de las viandas, que desde tablas de necesidades y efectos de lo que comemos, sin estar adulterados o engordados deprisa, y retenidos en graneros pudriéndose, en cumplimiento de las cuotas del mercado, mientras la sed y los accesos constantes de hambre crean nuevos enfermos, que necesitan un nuevo planteamiento de la aplicación de la medicina, de la sinergia de la salud, de los equilibrios menos burocratizados para sus cuidados, alternando medicinas oficiales y tradicionales, siempre desde la psicología del especialista y la peculiaridad del paciente, diferenciando entre el rural y el urbano. Y a la vez sabiendo que consumo y trabajo, casi son opuestos en ambos territorios y requieren tiempos de dedicación muy diferentes.

Todo lo esencial, lo que debemos considerar como importante desde el momento que comenzamos a tener uso de razón hasta el desencadenante de la muerte, concurriendo en ello animales, vegetales, agua, energía, alimentación, la condición femenina, la niñez, la adolescencia, la vejez, siempre favorecidos, estimulados y apoyados en una educación permanente, que nos haga en todo momento contar con un criterio licito para opinar y exigir lo esencial, para no sentirnos defraudados, tanto en la vida pública y política, como en personal, familiar y social.
Y ante todo esto, un grupo social muy importante, ha hecho crecer esa necesidad de regeneración, llevando a todos los ámbitos los seres y pareceres en los que estamos afectados o indignados, para con una única y unánime voz, volver a ser humanos solidarios.
Pero me queda una duda, ¿ha hablado sobre ellos todo el mundo, y tan escasamente los docentes universitarios, qué no se si se lo están pensando para culminar un decálogo conjunto de teorías y opiniones, o es algo asintomático, por comunión con los raíles del establishment?
Soy un idealista, pues pensaba que nuestros politólogos, sociólogos, filósofos y grandes letrados iban a crear una corriente a favor o en contra, o analítica, para que sus educandos, subieran a las palestras ilustrados sobre la realidad, social, económica, política con una postura ideológica clara e irrebatible, posicionándose ante el evidente deterioro global.
¡.... Que viene el Rinoceros de Bertolt Brecht!


Edgar Morin nace el 8 de Julio de 1921 en París. Sus primeros diez años los pasó a lado de sus padres, a la muerte de su madre pasa a ser criado por su padre y su tía materna. A pesar de su corta edad, se vuelve un gran lector de diversas temáticas lo cual junto con la investigación, lo caracterizará en el transcurso de su vida. A los 19 años inicia sus estudios universitarios, se inscribe en "La Sorbonne" simultáneamente en la Facultad de Letras, en la de Derecho y en la Escuela de Ciencias Políticas. En Julio de 1940 se ve forzado a huir a Toulouse dedicando su tiempo a actividades asistenciales. En 1942 concluyó sus estudios en "La Sorbonne" y se licencia en Historia, Geografía y Derecho. De los 21 a los 23 años, se compromete en las actividades que iban en contra de la ocupación alemana a su país, decide cambiarse el apellido Nahum por "Morin" pues se veía obligado a vivir en una doble clandestinidad como judío y comunista.
En 1945 es nombrado Teniente Coronel, participa en el Partido Comunista Francés pero en 1951 debido a su espíritu crítico y liberal, es expulsado. En cuanto a su vida profesional Morin intentó trabajar como editor en periódicos ligado al Partido Comunista Francés, pero es tratado con desconfianza. En el año de 1946 cuando apenas tenía 25 años, escribe su primer libro "El año cero de Alemania", más tarde se convierte en redactor del periódico "Patriote Résistant". En 1951 se postula para la Comisión de Sociología del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS). En 1954 funda un comité contra la guerra en África del Norte y en 1956 la revista "Argumentos". Se interesó y trabajo en proyectos de investigación sobre estudios en Ciencias Sociales y Politicas, siguió y estudió las revueltas estudiantiles y además hizo investigación en temas de las Ciencias Biológicas y Humanas
 Ha estudiado la crisis interna del individuo. A través de lo que él llama «investigación multidimensional» -utilizando los recursos de la sociología empírica y de la observación comprehensiva-, ha abordado la comprensión del «individuo sociológico».




Estudioso crítico de los mass-media, ha analizado los fenómenos de la propagación de opinión. Es autor también de El espíritu de la época (1962), Introducción a una política del hombre(1965), La Comuna en Francia: la metamorfosis de Plodémet (1967), El rumor de Orleans (1970), Diario de California (1971), El método (1977), Qué es el totalitarismo. De la naturaleza de la URSS (1983), Tierra-patria (1993), Para salir del siglo XX (1996). y Amour, poésie, sagesse(1998). Galardonado con el premio Médicis de comunicación (1992), y la Legión de Honor y el premio Internacional de Cataluña en 1994
Actualmente tiene dos hijas fruto de su primer matrimonio y vive en París con su esposa Edwige L.Agnes, quien es su tercer matrimonio. Se dedica a alentar la formación de redes de investigadores, intelectuales y académicos, a impulsar los centros de investigación sobre el Pensamiento complejo y la Transdisciplinariedad e imparte conferencias en distintas partes del mundo.

martes, 20 de enero de 2015

El cementerio de Praga de Umberto Eco



Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad (Goebbels).
La composición química de la mentira es el resultado de la ingestión de ideas o grasas saturadas, que mal deglutidas, producen en el comensal la necesidad de inventar un hecho para que todos, incluido el sujeto sobre el que se miente, vean su volumen en el mundo.

La lectura de El cementerio de Praga de Umberto Eco, te va produciendo un gran malestar, pues cada uno los más importantes hechos históricos que asentaron la configuración geográfica, política y social del mundo actual, fueron surgieron de algún panfleto falsificado.


Simón Simonini haciendo de su propio espía, intenta con un ejercicio de bipolaridad, olvidar todos aquellos acontecimientos en los que participo, pero para ello decide escribir sobre ellos, y dar fe de cómo ocurrió, o no, haciendo de él, o del abate Dalla Piccola.
Se plagia el plagio para constatar que el hecho falsificado tiene su osamenta real, y describe en la nueva falsificación, la forma y la intención por la que fueron creadas las actas, haciendo perder pie a la realidad primera.
Verdades y apariencias, que conviven dando carta de autenticidad a hechos y dichos que conformaron otros inciertos hechos, creados, por ejemplo, para arrastrar a las masas europeas, que apoyaron a los dictadores del siglo XX, como los documentos de los sabios de Sión, nacidos de la carta del abad Barruel, y creando la moda ideológica del siglo "el odio al otro, el odio a los judíos" añadiendo su "odio visceral a las mujeres".
Desde su infancia en Turín, Simonini, vive entre las desavenencias de su abuelo monárquico y su padre reformador, capaz de defender las más insignificantes causas perdidas, y allí, desde muy joven descubrió su talento para el espionaje y el engaño.
Un gran notario es el maestro que le inicia en la creación de las falsificaciones y los procesos a seguir, para darles autenticidad.
La cualidad más importante de Simonini es su glotonería, alrededor de la cual Umberto Eco siembra de recetas exquisitas esta novela.

Edición española de losProtocolos de los sabios de Sion.

Ese anciano hipócrita, que sin moverse de su mesa en París, va tensando la historia con un odio que se extiende a todo el mundo, en especial a los judíos, y utiliza la técnica del diario, como un cronista que todo lo sabe, y al que todos temen; se nos presenta con el hermetismo de alguien que no quiere recordar, pero inmiscuyendo con su otro yo de abate, para extenderse sobre los secretos y conspiraciones, de ese medio siglo de historia, plagado de controvertidas filigranas políticas, donde la iglesia católica no sale tampoco muy bien parada.
Nos cuenta a modo de folletín las asociaciones de Garibaldi con los masones, la maquinación prusiana, la vida de algunos poderosos hombres de entonces, el nacimiento de la Comuna o su relación con las más grotescas sectas satánicas, amparándose en los relatos de Dumas y de Sue, para hacernos entender, que la literatura es el guión de la realidad.
Lleno de llaves que como lector te llevan a abrir otras llamadas sobre los acontecimientos que Simonini y Dalla Piccola apunta en el relato. O ya como testigos de ello, donde la falsificación, la emisión de dinero falso, la mentira, el plagio hacían del mundo, un servil laboratorio del poder, te conjuran para ampliar los datos, pues al dudar, no das como ciertas, todas las conspiraciones.
Es un libro de dura y lenta lectura, que narra hechos históricos que se pueden superponer sobre hechos actuales.



Umberto Eco, nació el 5 de enero de 1932 en la ciudad de Turín. Licenciado en filosofía por la Universidad de dicha ciudad, se gradúa en 1954 y a partir de ese año es profesor de estética y semiótica en universidades como las de Milán, Bolonia, Florencia y Turín.
Se da a conocer a partir de su tesis El problema estético en Santo Tomás de Aquino (1956). Algún tiempo después, ejerció dando clases en la Universidad de Milán durante dos años, antes de convertirse en profesor de Comunicación visual en Florencia en 1966. Fue en esos años cuando publicó sus importantes estudios Obra abierta (1962) y La estructura ausente (1968).
Con Obra abierta (1962) se orienta hacia la investigación de los sistemas de significación y los procesos de comunicación. Desarrolla otras obras como Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas (1965), La forma y el contenido (1971), El signo (1973), Tratado de Semiótica General (1975), El super-hombre de masas (1976) y Desde la periferia al imperio (1977).
Al mismo tiempo que sus trabajos teóricos sobre el análisis de los signos y los significados ha influido y creado escuela en círculos académicos, Eco se ha hecho popular a través de dos novelas, El nombre de la rosa (1981) una historia detectivesca que se desarrolla en un monasterio en el año 1327, llevada al cine en 1986 por el director francés Jean-Jacques Annaud, en la que aúna a su erudición, la fuerza narrativa de una sensibilidad que para muchos poco tiene que ver con el rigor académico de sus obras anteriores, y El péndulo de Foucault (1988), una fantasía acerca de una conspiración secreta de sabios, construida en torno a temas esotéricos y desde una perspectiva ideológica, propicia una revaloración del arte narrativo del siglo XX.
Estas novelas se basan en los amplios conocimientos que Eco ha ido adquiriendo sobre filosofía y literatura.
En 1995 se publica su novela La isla del día de antes y en 1998 Cinco escritos morales. En 2001 publicó la novela Baudolino.
En febrero de 2000 creó en Bolonia la Escuela Superior de Estudios Humanísticos. La 'Superescuela', como se la conoce ya en Italia, es una iniciativa académica sólo para licenciados de altísimo nivel destinada a difundir la cultura universal. También es secretario (y fundador desde 1969) de la Asociación Internacional de Semiótica.
Es doctor honoris causa por 25 universidades de todo el mundo, entre ellas, la Complutense (1990), la de Tel Aviv (1994), la de Atenas (1995), la de Varsovia (1996), la de Castilla-La Mancha (1997) y la Universidad Libre de Berlín (1998). Posee numerosos premios y condecoraciones, como la Legión de Honor de Francia. 
Recientemente ha publicado en español Historia de la belleza (2004) y La misteriosa llama de la reina Loana (2005).
Su última obra en castellano es Historia de la fealdad (2007), en la que después de Historia de la belleza, Eco se sitúa en el polo opuesto, ya que para la comprensión de las ideas estéticas a través de los tiempos no basta con una historia de la belleza, hace falta también una historia de la fealdad. (Datos biográficos de BooksFactory)

Umberto Eco es uno de los creadores del grupo 63. En este enlace se analiza esa etapa literaria.

Leyendo posteriormente más documentación y críticas sobre esta novela,en realidad el libro surgió de la novela "Biarritz" de Hermman Goedesch. 

           
                 


sábado, 17 de enero de 2015

La literatura total: Mi canon en Babel

"Tengo una historia en mente que espero escribir antes de morirme. No tendrá casi nada de dureza en la superficie. Pero la actitud de mandarlo todo al infierno, que en mí no es una pose, probablemente aparecerá de todos modos"Raymond Chandler
"Para mí  la literatura es una forma de vida, y sus personajes invisibles, la conforman".
"Para mí  la literatura es una forma de vida, y sus personajes invisibles, la conforman".
Mi arquitectura textual se cimenta en el concierto histórico clásico. Tras un naufragio continuado de la flota redentora que circundo la literatura y el arte, secundado por la historia,  se han ido amurallando algunos textos encuadernados,  que solidifican las lecciones en las que apoyamos nuestras defensas, para evitar la invasión de los amanuenses apócrifos y venales, que arriban a la paupérrima validez de lo editado.
Desde el momento que comencé a leer pequeños cuentos, a devolverle la magia a los relatos orales de la abuela o a imaginar mundos invisibles que se pueden gobernar, fue entonces cuando el camino hacia la literatura fue irreversible.
Y llevando todo esto a la literatura para desamar y ofender, para ruborizar, para asaltar las intimidades,  para insultar, para humillar, para demandar soledad y demencias, acoté la razón y algunas respuestas pensando que así no me  sentiría desahuciado en el sinsentido vital,  a la vez que alimentado de las carencias que el individualismo desertiza. Ocurrió que dejé la escasez retorica en oasis independientes, llenando mi mesa. 
Tras los años, decapitas día a día casi toda composición, y lo vivo, cae en tu intimidad, para remar en los anversos de la jornada laboral, y en las otras horas mutiladas por las inseguridades.
Son cuadernos a medias, palabras espontáneas en colofones, servilletas, papel, índices informáticos, perfectos, imperfectos o muy rugosos, de izquierda a derecha, en forma de verso o de tratado, dentro y fuera de los claustros personales, corregidos, olvidados, un palabra, un cuarteto, dos frases leídas, el viejo dictamen de un gran novelista, todo sembrando el bosque editorial que te sirve de muralla contra el inmundo bestiario contemporáneo, siempre mentando en que formato llego a ti aquella teoría literaria, o la novela de El buscón, o Spiderman, dándole esencia a sus decires, aventuras o grafías, agradeciendo las formas múltiples actuales y las plataformas de almacenamiento.
Ignorando el formato, ahora que estamos cambiando de la piedra(1) a la tablilla de barro(2) y que nos circundan textos, artículos y ensayos, sobre los nuevos marcos de enrejar la creación( literaria entre otras) pasamos sobre la técnica creativa y llegamos a" el trayecto argumental" del cuento, de la adivinanza, y de la novela, deteniéndonos en el texto teatral, y en el guión cinematográfico ( sin excluir los textos científicos), lo troncal que la edición nos presenta son las tramas, nudos y desenlaces.
Y tu lector, que ejerces de pasador de páginas comprensibles y sucesivas de una bibliografía, con tu sentimiento o tras una circunstancia, desembocas en el antes, durante y después de una tragedia o un descubrimiento médico, y lo que ha de importarte es el impacto de la maestría autora.
Tu continúas y utilizas la mano diestra para llegar al final y al propósito de los novelistas, poetas, dramaturgos o científicos, y adaptas durante un período horario lúcido y de vigilia, estrictamente dedicada a los estertores de la pericia( propulsada por el título) de aquello que en los planteamientos creativos se asumen para satisfacer al e-lector que busca su afinidad en la sinopsis y el paralelismos con su estilo preferido, con su vocacional entendimiento, o con el autor que ha adoptado como maestro.
Puede ser uno o muchos, y el texto digital te lo pega dentro de un mínimo espacio para llevarlo, casi carente de peso. Una gran leja bibliotecaria o más a veces            (imprecisa por sutil),  que deja los formatos clásicos a merced de los románticos, del uso preciso por melancolía, o a deliberadas horas con las manos vacías.
Sientes que las palabras han de viajar hacia los traductores, un itinerario al argumento, al salir y entrar de cada personaje, al acercarse y alejarse de la verdad, que te implica, y a la otra que ficcionas, como un acto literario de creación, entre las estéticas literarias y la otredad desde la cultura de occidente.
 Entender desde occidente, leer desde occidente, escribir desde occidente, pero con transparencias y sombras orientales. Escribo desde nuestro caos, mientras leo su caos. Siempre el este, tiene su oeste, y el este de su oeste, recibe de esa nuestra prepotencia y nos acusa de robo continuado y masacres, sin olvidar que también  somos el oriente de alguien.
Para ti o para el adyecto, el poeta, el ensayista, el dramaturgo, el guionista siempre desde la utilidad de la creación, pasa a inventar y biografiar la olvidada cotidianeidad y la rutina, que se ha sumergido entre la masa en movimiento, sin la histórica transmisión oral, diluyéndose, entre los fungibles consumidos, dejando oculto el pensamiento con una paupérrima ignorancia, facilitada por la comodidad de la banalidades fácilmente conseguibles.
Y mientras, las siluetas de la  ficción me asustan. Se superponen a los sueños, emitiendo ondas posesivas, que me alertan de los altibajos de la irrealidad y sus entornos. Es ahí cuando hablamos en paralelo, jugando al contrabando de reos encerrados en la tinta.
Me apoyo en la experiencia inmemorial de todos los que argumentaron, entrometiendo en la vida real,  a dioses, héroes,  musas, brujas, madres y asesinas, padres, tutores y mentores, realidades y fantasmas, mamíferos, depredadores y reptiles, entre telas, muros, horizontes infinitos, lunas y ríos sin mar, mares sin ríos, fuentes y adversarios taimados. Y  también en el que decodifico la creatividad de otros, y armo su manual: Harold Bloom.
Y en mi canon: Tolkien,  Dostoievski, Rousseau, García Márquez,  Kawabata, Dante, Umberto Eco, Proust,  Virginia Woolf,  Emilia Pardo Bazán, Agatha Christie,   Marguerite Yourcenar, o la Duras, María Zambrano,  Ana María Matute, etc, hicieron que mis horas de días enteros, años, sueños, ejemplos, textos, admiraciones sirvieran para que no se quede el aceite flotando sobre el agua, y al agitarlos pueda pensar que hay alguna posibilidad de cruzar ese umbral para ver los visillos agitarse desde su trono, al atardecer. Tiempo al tiempo, y pasión.
Podría disertar más, pero dejo que lo hagan otros:
Kanon llamaban los griegos a un tallo, una varita y también a la regla y la norma, porque las varitas sirven para medir, para regular. Los latinos extendieron las acepciones y llamaron canon a las contribuciones, leyes y tributos. Un tubo de máquina hidráulica era, en Roma, algo canónico, como después fue el tubo del cañón. En la música, el canon es la repetición fugada de una frase melódica.

El canon occidental de Harold Bloom (traducción de Damián Alou, Anagrama, Barcelona, 1995) mezcla de sentimientos: estar ante un perceptor de impuestos, que viene en nombre del Divino Fisco a cobrarnos la tasa por el uso de Shakespeare; ante un cañonero que pretende despoblar, a tiro limpio, la variedad y la incesante multiplicación de las letras occidentales; y ante un matemático loco (abundan más de lo supuesto) que intenta hacer canónico lo desmesurado y lo imponderable.
Bloom reacciona con razón ante lo que él denomina Escuela del Resentimiento, el cúmulo de lecturas sectarias que intentan reducir definitivamente cualquier texto a un ejemplo de método de lectura, o que privilegian la literatura hecha por los oprimidos (mujeres, negros, homosexuales, chicanos, indios, etc.) sobre la escrita por los opresores (varones, blancos, heterosexuales, anglosajones, etc.).
El error de Bloom consiste en proponer un reduccionismo de signo contrario, el que aplasta a todos los escritores que no se reconozcan reiteraciones de Shakespeare. Frente al dogma del relativismo cultural, el dogma de la Letra Eterna.
Para Bloom, la historia literaria transcurre hasta que aparece Shakespeare y la congela, porque él no es histórico, sino eterno.
No tiene metafísica, moral, ideas políticas ni teología, como cualquier mortal, tiene ese «misterioso poder estético» donde resuena «la voz de Dios» y que fija el modelo y los límites de la literatura.
Al ser único, Shakespeare es irrazonable, porque de lo único no hay ciencia. Debemos aceptarlo sin explicarlo y si usted no lo acepta, peor para usted, pues «Shakespeare está por encima de ti, tanto conceptual como metafóricamente, sea quien seas y no importa la época a la que pertenezcas. Él te hace anacrónico porque te contiene; no puedes subsumirlo. No puedes iluminarlo con una nueva doctrina».
Único como Dios, Shakespeare es, como Dios, entonces, inútil en tanto canon.
¿Cómo puede ser unidad de medida alguien infinito, y unidad de valor algo puramente cualitativo?
Y, más aún, ¿desde dónde lee Bloom lo que lee como para distinguir al Único de lo Múltiple, la eternidad y la historia? ¿Se puede usar el lenguaje en la eternidad, momento infinito, ya que el lenguaje es siempre sucesivo, por tanto, histórico?
El canon bloomiano es (sic) «ministro de la muerte». En efecto, la eternidad que viene tras la muerte no puede ser sino muda.
Pero convengamos que tal mudez es poco productiva a la hora de hacer crítica literaria. Más bien lo que Bloom propone es lo contrario a la crítica: una hermenéutica. Una ciencia que descifra la palabra inspirada o la palabra legal,que está impregnada por el poder irresistible (imperium lo llaman los juristas) del Estado.
La literatura es todo lo contrario. Ni está inspirada por ningún dios ni la impone ningún poder estatal. Es el lenguaje en estado de asamblea permanente y allí, como dice Bloom, Shakespeare nos inventa, pero no menos que nosotros a él (lo que Bloom no acepta y de ahí la paliza que propina al pobre doctor Freud, por haberse atrevido a descubrir el complejo de Edipo en Hamlet).
Si Shakespeare fuera capaz de profetizar su propia lectura, no habría historia de la lectura y ésta prueba lo contrario.
Tras Voltaire, que lo consideraba un paradigma de horrores e insensateces, Shakespeare fue convertido en un escritor moderno del siglo XIX, por los románticos. ¿Qué profetizó, entonces, Shakespeare acerca de sí mismo?
La historia es histórica porque es impredecible. La verdad es que, desplumado de historia, de ideas y de equívocos, Shakespeare resulta bastante repulsivo. Si ese es el canon que debemos pagar para acceder a su eternidad, más vale incurrir en delito fiscal. Lo que Bloom esboza, con su talmúdica y monoteísta certeza en lo Único, lo Máximo, lo Primero, lo Supremo, es el fin de la crítica, que sobreviene con el fin de la historia.
Leer en un más allá definitivo del tiempo, donde nada va a ocurrir, ni siquiera la misma lectura, convertida ya en iluminación.
Copyright del texto © Blas Matamoro. Este artículo fue editado originalmente en la revista Cuadernos Hispanoamericanos.

El canon es esa pauta que los años de estudios especializados, convirtieron al sabio Harold Bloom, en el arqueador de los argumentos y los textos literarios.

"Es algo de una imaginación exquisita. Cuando somos jóvenes ocupamos nuestro tiempo en trazar planes para los años posteriores, y se nos pasa por alto las gratificaciones que tenemos delante; cuando somos ancianos pasamos la languidez de la edad en el recuerdo de nuestros placeres o hechos juveniles; de modo que nuestra vida, que nunca hemos ocupado plenamente con el momento presente, se parece a los sueños de la siesta, cuando los sucesos de la mañana, se entremezclan con los planes para la tarde".
Harold Bloom, El canon occidental

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