miércoles, 4 de mayo de 2016

Pájaros de Celama de Luis Mateo Diez

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“Bajo esa sombra primeriza del oscurecer, que parece una cortina granate en el relumbre de junio, Jacinto se evade con el gesto de la sabandija. Tiene la atmósfera un vago esplendor de flores cautivas, yerbas quemadas, alientos lejanos de pinar, ráfagas inocentes que expanden sobre la ciudad el aroma de la arboleda y de las vegas. "

“Los habitantes de Celama estaban hechos a la incuria de la sequedad, que era lo que los siglos legaban en la Llanura desolada. De esa incuria provenía su pobreza y en el intento de paliarla había, como siempre sucede, una lucha por la vida que animaba el espíritu con la fortaleza de su decisión, aunque el espíritu tampoco tenía muy claramente definidos sus poderes, porque el espíritu se difumina cuando la voluntad no supera el riesgo de la desgracia y el trabajo.


Además de esa razón misteriosa que infunde en la carne el deseo de supervivencia, el espíritu mostraba en Celama su condición fantasmal, también aceptada por los habitantes, porque bajo el manto de las rañas se presentía otro latido distinto al geológico, otra compaginación de estratos que sumaban los malos sueños y los peores augurios, las amenazas que componían en la sepultura de la tierra la morada de los pensamientos mortales.




Por eso siempre hubo un temor incierto en el desarrollo de aquella obsesión, como si la tosca técnica de escavar los Pozos acarreara un riesgo añadido, más allá de los derrumbes y el fallo de los artilugios, en la emanación imprevista de un aliento fúnebre, en la maldición de un espectro dormido que no consentiría que no sufriera daño quien perturba su sueño.



Siempre existió el sentimiento de que la muerte habitaba el subsuelo, y no en vano los muertos bajaban a ella, a recogerse en sus brazos una vez que los hacía suyos.”

…..
REINO DE CELAMA



por Leopoldo de Trazegnies Granda
Los campos de Celama eran de secano, sus habitantes siempre vivieron obsesionados por abrir pozos y calicatas que les permitiesen algún
cultivo para sustentarse; hasta que se construyó el Pantano que retuvo el cauce de sus ríos Urgo y Sela para irrigar las tierras y se inició la transformación del paisaje. Fue necesario inundar muchos pueblos de la comarca, el embalse colmado sólo dejaba asomar las espadañas de las iglesias sobre la superficie del agua como lápidas en un mar doméstico y mediterráneo. Las voces de los pueblos desaparecidos apenas se percibían, quedaba sólo la idolopeya de la cultura rural que se transmitió durante generaciones.

        El autor describe así algunos de los pueblos del reino de Celama:
ANTERNA. Con Santa Ula, capital de la comarca, la villa más activa e industriosa de Celama, donde acabaron teniendo sede las entidades bancarias.
(EL) ARGAÑAL. Villa de Celama donde vivió Venancio Rivas, cuya muerte, fuera de la cama tras una agonía lenta y contradictoria de más de veintiséis días, fue considerada por sus hijas como la mayor vergüenza que pudo pasarle a la familia.
ARVERA. Pueblo de Celama en cuyo Casino se celebró el banquete de la boda de... los Novios de Celama.
CELAMA. Territorio situado en el centro meridional de la Provincia, entre los valles de los ríos Urgo y Sela.
(LOS) CONFINES. De la frontera de Celama nunca hubo certeza porque los límites variaban según quien los midiese. Todo el mundo sabía que Celama era La Llanura entre el Urgo y el Sela.
DALGA. Pueblo situado hacia el centro de Celama.
DOLTA. En la carretera general, en dirección a Villalumara.
(LAS) GARDAS. En el límite de Los Confines.




HONTASUL. Pueblo del noroeste de Celama, en alguna de cuyas tabernas bebía Boris Olenko, el hijo que vino de parte del hijo de la vieja Ercina.
(LOS) LLANARES. Aldea en el noroeste de Celama, cercana a Ordalía, en la dirección de Los Confines.
(LA) LLANURA. Nombre por el que también se conoce Celama.
OLENCIA. Capital comarcal de la Vega. Villa almenada en la ribera del Sela, centro de comunicación ferroviaria.


OMARES. Pueblo cercano al Argañal, de donde vino Benigno con su coche de punto.
ORDALÍA. Aldea del noroeste, en la dirección de Los Confines.
ORIÓN. De donde era aquel pobre chico al que la novia le engañaba con su hermano y se murió de pena al descubrirlo, porque que los hermanos se quieran como novios es la mayor desgracia del universo.
(LOS) OSCOS. Villa hacia el noroeste, donde ejerció el médico Ismael Cuende.


(EL) RONDAL. Pueblo de Celama, donde se aparecieron los muertos mojados y vino el Cobrador de Tributos a saldar los débitos de quienes quedaron inundados por el Pantano.
SORMIGO. Pueblo del noroeste de Celama, donde el Alemán hizo la histórica demostración de su máquina para abrir pozos.
(SANTA) ULA DE CELAMA. Capital comarcal de La Llanura, situada casi en el centro geográfico de la misma.
VALMA (CASERÍO). En la ribera del afluente menor del Sela, donde vivió la familia de Rapano.
VILLALUMARA. Población donde está el Lexinton, lugar elegido por los hijos de Baro Leza para echar una cana al aire el día que su padre decidió que se había acabado la miseria.

"Cuando se ha salido del círculo de errores y de ilusiones en el interior del cual se desarrollan los actos, tomar posición es casi imposible. Se necesita un mínimo de estupidez para todo, para afirmar e incluso para negar." (E.M.Cioran)



"Había venido a contarte las otras arrugas, esas que el tiempo no te marcó con tus constantes sonrisas" o "Hay pájaros que llevan el perdigón en el alma...".


 Estas son algunas de las frases que circundan la identidad de Ismael Cieza Ganido en Pájaro sin vuelo de Luis Mateo Díez.

Las gentes del páramo son un mundo antiguo. Han acudido allí donde otros ya no querían. Se han habituado a la miseria y su mayor riqueza es sacar los escasos frutos que les ofrece una tierra que apenas da nada. Eso marca sus personas y sus miedos, sus limitadas ambiciones y sus mezquindades, sus temores y sus amores.


“Los harapos de los espantapájaros de Celama semejaban las guirnaldas mugrientas de las fiestas de los pueblos, la descuidada ornamentación que siempre daba un aire fúnebre y añejo a las celebraciones. En realidad, en la Llanura las festividades fomentaban la emulación de un pasado donde alguna vez se canceló la alegría, un rito que el tiempo fue reconvirtiendo en una suerte de expiación, como si los pueblos heredasen la mala conciencia de aquel cumplimiento.




Podía ser la figura de un extravagante caballero o la de alguien que acudía a un requerimiento oficial o a una boda o a un bautizo, ya que parecía vestido con la elegancia de quien tiene que cumplir alguna obligación social, el padrino de cualquier compromiso, por mucho que el lugar de su aparición no fuera el más adecuado.”




Fantasmas del invierno (2004) se sitúa en Ordial, una ciudad que ya descubrimos en Las estaciones provinciales pero esta vez cobra un carácter mucho más onírico. Durante el invierno de 1947, en una ciudad marcada por el trauma de la Contienda, vemos el desamparo de los niños del hospicio, que precisamente se llama desamparo, y la investigación sobre el asesinato de uno de ellos, Melindro. Con la invasión de Ordial por los lobos hambrientos y la nieve que cubre la ciudad, es una Ordial muy diferente de la Las estaciones provinciales la que descubrimos, un decorado frío, inhumano, que no le ofrece ningún cobijo al hombre.
Pajaro sin vuelo.

Desde las primeras horas de la mañana, hasta que decide lo que va a hacer al siguiente, el día de Ismael Cieza, no se va a presentar nada fácil. Sabe que tiene que contar, en cada momento, con las prórrogas que le concede su cuerpo constreñido en la cautividad de todos los baños, por tal padecimiento heredado. Y en los interludios sólo conversa con Calixto, el camarero del café Consorcio, que también sufre así. Hablan de sus variantes y métodos de paciencia, cuando escondidos en el habitáculo, no asumen sus otras responsabilidades. ¡Ah! y con Lucio Cañada, su más antiguo amigo, examina lo irreal.
Podría decirse que es una comedia acida, pero en realidad es un drama causado por los fracasos y las soledades, que llegan al nuevo Ismael tras eludir todos los compromisos vitales: primero con su mujer Novelda, luego con su hija Abril y ahora, con ese otro ser humano que es algo suyo, aunque no lo vea como real, hasta que ese Antino se hace evidente.
Nada es casual, Ganido busca el asa donde agarrarse tras la última alerta, una nueva necesidad de sobrevivir y una herencia más de la escasa unidad familiar, en la que pudiendo sentirse unido a la vida, cercano a las necesidades y peligros de la comarca, no hace otra cosa que manifestar la hostilidad que siente sobre ese territorio al que no pertenece, y por eso no se implica en nada.
Otros pesimismos, homenajeando a Leopold Bloom o a Oblomov, acceden a compaginar este día de Ismael Cieza, con el aire que respira, sin más destinos.
Y como lector puedes ordenar el contenido, en un cuerpo que no funciona bien, persistiendo en sus inmovilidades, sus desorientaciones y sus manías, y alrededor de la inutilidad para hacerse el nudo de la corbata.
¡A veces no te quedas con las genealogías noveladas de progenitores y amigos, y sólo recuerdas las creencias, los síes o los noes, los silencios o los caprichos!
Es una novela agria, donde la dimensión de las situaciones nos la da ese exquisito lenguaje barroco que Mateo Díez imprime en los entornos vitales.


“Muerto mortal que no quiere, muerto morido que no se conforma, aquí en Celama tampoco la Muerte hace distingos, sólo hay que asomar a la habitación de al lado y ver los que queda de mi suegro, dijo Dorama, pero acaso fuera el mejor sitio que un buen mozo le echase un cuarto a espadas, habida cuenta de lo que la Muerte significa en el Territorio.

La soledad de los perdidos (2014), con un vagabundear del protagonista por una ciudad invadida por la niebla. Domina la confusión en un relato que muestra a unos personajes que se pierden en una dilución borrosa, ya simbolizada por la indecisión en cuanto a la identidad del protagonista, al que conocemos bajo el nombre de Ambrosio Leda, pero ese es el nombre de una cartilla robada, para constar de una identidad. Nunca sabemos el verdadero nombre de esa víctima de un expediente de depuración que llegó huido a Balma hace quince años. La novela no proporciona referentes temporales o espaciales precisos que podrían guiar al lector, obligándole a seguir el largo vagabundeo de Ambrosio, muchas veces acompañado de Lepo Corada y del niño malo, en una ciudad en que la niebla se cuela por todas partes, dificultando la orientación, en busca de no se sabe muy bien qué, llevando Ambrosio al hombro el saco en el que están todas sus pertenencias: se trata otra vez de un relato fragmentado en 186 secuencias cortas, con una distorsión temporal que disuelve el tiempo en un no-tiempo, un lento discurrir de un ser desarraigado tanto mental como físicamente, en un viaje sin fin que es el de la vida y que ya señalan los títulos de las tres partes: Pasos, pisadas, pasadizos.



Esa Oscura Señora siempre supo que nos tenía más preparados que en cualquier otro lugar, porque no es precisamente la vida lo que contiene la tierra que pisamos: de una encarnadura más sospechosa está hecha, si de ello somos conscientes, aunque me parece que me estoy saliendo del cuento, y lo que quiero es contarlo, no rezar un responso.”


Cuando Angel Ganizo escribía una novela siempre había un momento en que se le iba la olla o, al menos, ésa era la sensación que acababa por apoderarse de él. –Tengo un poco perdida la cabeza… –‍solía reconocer, como una confidencia un tanto trémula‍– y según se desenvuelve la trama, se me pierde la idea. No sé si voy a extraviarme para tirar de nuevo los folios al cesto de los papeles, o la perdición es la justa recompensa de la ficción desencaminada.
...un terreno donde alguna vez hubo vides, y el asiento de las cepas todavía mostraba una huella herrumbrosa.


La gloria de los niños (2007), el joven Pulgar; el niño tiene que superar lo que podría ser una prueba iniciática, la de encontrar a sus hermanos que desaparecieron tras la muerte de su madre, durante la Contienda. Descubrir a sus hermanitos, tomar la decisión de no llevarlos consigo, es abandonar «ese mundo cerrado de la infancia», el de la inocencia, y admitir su propia soledad. Pulgar es víctima de la Contienda pero también uno de esos perdedores a los que afecciona Luis Mateo Díez, quien presenta con mucha poesía a esos niños víctimas de la guerra; la elección de un personaje de cuento, el de Pulgarcito, da un valor más universal a esa búsqueda. 



El oscurecer (2002), un encuentro en un decrépito apeadero entre un viejo que vuelve a Celama sin saber a dónde va ni en qué lugar se ha bajado del tren y un joven que huye a cualquier parte. Estamos en el momento crepuscular de una civilización extinguida. Así lo sugiere la repetida visión del pájaro decapitado que abre y cierra la novela como símbolo de naturaleza muerta en aras del progreso. El ciclo acaba en el definitivo oscurecer del olvido, pues el páramo es, al cabo, un territorio del alma. Leídas ahora las tres obras, con su texto depurado en mínimos retoques, el conjunto se ofrece como una magna novela concebida con el compromiso moral de salvar la memoria de toda una cultura, convirtiendo su geografía sin leyenda en territorio mítico creado con la ambición totalizadora de los textos sagrados. Con razón el autor quiere verla como poe-ma sinfónico: la primera parte sería la obertura; la segunda, una sinfonía; la tercera, un solo sostenido

El animal piadoso


"Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar." Mark Twain
Ese pensar común de que la ciudad es una fuente inagotable de historias buenas y malas, y de que en los pueblos medianos o pequeños la vida es casi vacía, se contradice con la historia de la literatura, pues la mayor parte de las grandes historias noveladas ocurren en pequeños poblados y villas medianas, cercadas por la conciencia y las normas, donde arreglar los errores o llevarlos al olvido es una larga y enmarañada tarea que ocupa tiempo, aliados y estrategias.
Dios sabe cuándo, guiado por la fe de la desesperación, pero algún geógrafo había corroborado, más allá de la condición endorreica de Celama .

Las bocas se abren y se cierran dependiendo de la dirección del viento, y en una calle estrecha que se pronuncia una acusación, surge un huracán que arrasa la vida del acusado, sin parar en la razón de que puede ser una mentira. Y después volver sobre la verdad es un agrio e infinito puzle  para reconstruir la realidad
Samuel Mol, es en El animal piadoso, el protagonista de la última novela de Luis Mateo Díez. Policía jubilado y creyente se encuentra en su tiempo libre con un caso cerrado en falso catorce años atrás, donde las víctimas vuelven sobre él, para pedir cuenta y razón de aquel archivo, por falta de verdades y pruebas. Parecería anacrónico ahora que no tiene la autoridad para llevar a cabo esa investigación, que tal caso renazca, pero se siente culpable de que siga sin saber quien fue el asesino.

EL POZO

Luis Mateo Díez

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después, mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en su interior. Éste es un mundo como otro cualquiera, decía el mensaje.


Con la mejor estrategia estilística de los insignes detectives de la historia de la novela negra, Luis Mateo Díez, encamina a Samuel Mol por la senda de los espectros, de los detalles, de las pruebas, que va enlazando y comparando, entre copas de anís y testigos de todos los estamentos sociales, políticos y religiosos cercanos a esa pequeña burguesía rural, enmudecidos de pronto ante tamaño despropósito homicida.
Al Samuel sedentario, le empujan sus pies a un encuentro con los vivos y a las imágenes donde convivió con los que ya murieron, pero por cercanos, sin ser asesinos, fueron casi como cómplices de un silencio que cerró el caso sin acusados.

Lleno de misericordia y acosado por su conciencia, anuda paso a paso los detalles que no quiso ver entonces, a la vez que en su vida personal se van construyendo los porqués de sus fracasos familiares, viéndose más cercano a la soledad que a la verdad.
Las palabras de Mateo Díez le dan más dimensión a la literatura con este nuevo personaje, que como un ensayo  sobre el discurso de la vida hacen de ambos un exquisito territorio habitado por la lucidez.
Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942). Es Premio Castilla y León de las Letras (año 2000) y miembro de la Real Academia Española. Luis Mateo Díez ha levantado en sus novelas un mundo literario singular que figura entre los más sugestivos de la narrativa española contemporánea. Las estaciones provinciales (1982) hace un retrato irónico e inclemente de la parda posguerra. Aquí están ya la pasión por el lenguaje, la preferencia por los perdedores y por los espacios desolados, la indagación verbal en las emociones y el sustrato de una ironía inconfundible. 

Su segunda novela,
                           La fuente
de la edad (1986), supuso la consagración como narrador poderoso y fascinante. Fue distinguida con el premio de la Crítica y con el Nacional de Literatura. La travesía por paisajes de leyenda de un puñado de disparatados cofrades extiende al territorio provincial la cartografía urbana de su estreno novelesco. El prestigio de Mateo Díez ha ido creciendo en paralelo a su incesante producción: El expediente del náufrago (1992), Camino de perdición (1995), Fantasmas del invierno (2004), La gloria de los niños (2007)...por citar sólo algunos títulos.
En El espíritu del Páramo (1996) diseña un nuevo territorio literario sobre el que se alza la pesquisa melancólica de Ismael Cuende, el protagonista de La ruina del cielo (1999). En sus páginas asistimos al oratorio espectral de una cultura vencida, a la polifonía fúnebre de la derrota. La ruina del cielo es un lapidario poblado por cientos de personajes con nombres tan extravagantes como sus tronadas peripecias, que de nuevo obtuvo el premio de la Crítica y el Nacional de Literatura. El oscurecer (un encuentro) (2002) remata la trilogía de Celama, concebida como homenaje a las culturas rurales en extinción y reunida con leves novedades en el volumen El reino de Celama (2003). Con el título de Celama también ha conocido una exitosa adaptación teatral por parte del grupo Corsario. La piedra en el corazón (2006) supone un paréntesis en su habitual línea narrativa, al abordar la historia de una familia lastrada por la desgracia en el contexto de un Madrid golpeado por la ferocidad del terrorismo.
Desde sus inicios, Luis Mateo Díez ha cultivado regularmente el cuento. El árbol de los cuentos (2006) recopila la obra breve del autor entre 1973 y 2004. El diablo meridiano (2001) inició un ciclo de doce novelas cortas agrupadas con el rótulo deFábulas del Sentimiento: El eco de las bodas (2003), El fulgor de la pobreza (2005) y Los frutos de la niebla (2008), que obtuvo el VII Premio de la Crítica de Castilla y León. Aunque se trata de piezas narrativas independientes, son textos que alcanzan su pleno sentido en el conjunto. Ha reflexionado sobre el oficio de escribir en El porvenir de la ficción (1992) y en Las palabras de la vida (2000).Sobre la pérdida en 2010 publica Azul serenidad o la muerte de los seres queridos, obra en la que el autor abandona la ficción para rendir homenaje a sus familiares y seres queridos y El animal piadoso. También en 2010, apareció Inventario de Luis Mateo Díez, una obra de Carmen Toledo, editada por la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, donde se reúnen las monografías, estudios y análisis realizados sobre la obra de Luis Mateo Díez y que incluye también sus poemarios, ensayos, antologías, traducciones así como adaptaciones al cine y al teatro. (datos editoriales).


Silla I

Elegido el 22 de junio de 2000. Tomó posesión el 20 de mayo de 2001 con el discurso titulado La mano del sueño (algunas consideraciones sobre el arte narrativo, la imaginación y la memoria)Le respondió, en nombre de la corporación, Manuel Seco.
Fue tesorero de la Junta de Gobierno (2002-2009).
El escritor Luis Mateo Díez, licenciado en Derecho y funcionario jubilado del Ayuntamiento de Madrid, colaboró entre 1963 y 1968 en la revista poética Claraboya. Con la trilogía formada por El espíritu del páramoLa ruina del cielo y El oscurecer, creó su propio territorio imaginario: el reino de Celama, metáfora rural y  «ventana a lo más hondo y misterioso del corazón humano». Celama saltó de los libros  a los escenarios con una adaptación teatral, representada en varios festivales internacionales, que obtuvo el Premio Rivas Cherif de la Asociación de Directores Teatrales (2005). En 2000 Luis Mateo Díez fue distinguido con el Premio Leonés del Año y en 2014 fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de León.



Traducida a distintas lenguas, su obra literaria ha sido objeto de tesis doctorales en universidades españolas, europeas y americanas. Entre los galardones que ha recibido figuran el Premio Café Gijón por Apócrifo del clavel y la espina (1972), el Premio Ignacio Aldecoa por Cenizas (1976), el Premio Nacional de Narrativa (1987 y 2000) por La fuente de la edad y La ruina del cielo —con las que obtuvo también el Premio de la Crítica—,  el Premio Castilla y León de las Letras (2000), el Premio de la Crítica de Castilla y León por Los frutos de la niebla (2009) y el Premio Francisco Umbral por La cabeza en llamas (2012). Ha publicado sus novelas cortas reunidas en un solo volumen titulado  Fábulas del sentimiento. En 2013 donó a la Biblioteca Nacional de España varios manuscritos de novelas y apuntes preparatorios. En 2014 llegó a las librerías La soledad de los perdidos y en 2015 apareció su obra Los desayunos del Café Borenes.



Algunas narraciones de Luis Mateo Díez han sido adaptadas al cine, como el cuento Los grajos del sochantre, recreado en la película de José María Martín Sarmiento El filandón, o la novela La fuente de la edad, rodada por Julio Sánchez Valdés para Televisión Española.
El 22 de diciembre de 2015 fue galardonado con el Premio de Literatura de la Comunidad de Madrid.



Celama: un hallazgo y un destino










LUIS MATEO DÍEZ


"LA NOVELA DE AHORA ES CUESTIÓN DE ARROJO,
DE INTELIGENCIA, DE GANAS DE CONTAR Y DE IMAGINACIÓN"
Santiago Velázquez

https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero19/lmateod.html

ENLACES





miércoles, 9 de marzo de 2016

La sola soledad de Marguerite Duras

       Marguerite_Duras_1981_Hotel_des_Roches_Noires_TrouvilleLa soledad no se encuentra, se hace. La soledad se hace sola. Porque decidí que era allí donde debía estar sola, donde estaría sola para escribir libros. Sucedió así. Estaba sola en casa. Me encerré en ella, también tenía miedo, claro. Y luego la amé.

                         

La sola soledad de Marguerite Duras    


El vicecónsul 





Esta novela franquea la intimidad del lector, enferma la pausa que produce la lectura, creando un derecho a no esperar a otro día para clarificar la historia. Y algo del vicecónsul entra en tí para comprometer tu opinión. Un alma delicada, cercana a la histeria, y atrapada por la melancolía y la contradicción. Tiene mucho de femenino dentro de la masculinidad que evoca, sin dirigirse a nadie y a la vez quiere ser escuchado.

Anne-Marie Stretter, la esposa del embajador de Francia en la India, atraída por el canto de una mendiga loca, recuerda otro canto oído diecisiete años antes, durante su estancia en Oriente. Peter Morgan, joven inglés, diplomático y uno de amantes de la embajadora, interesado por la historia de la mendiga, decide escribir su viaje por tierras asiáticas hasta su llegada a Calcuta.





         
Dos relatos: uno  narra los tres días ociosos de una sociedad blanca en la India, con una recepción en la embajada de Francia en Calcuta y un posterior viaje a las islas del Delta del Ganges, y el otro el narrador inventa el pasado de una mendiga loca que duerme frente a la embajada, junto a los leprosos del Ganges. Desde que la mendiga es expulsada de su pueblo natal por su madre hasta su llegada a Calcuta, diez años más tarde. Partiendo de Battamba


ng, lugar y origen del que bruscamente es excluida, la joven asiática inicia un viaje sin retorno, pasando por Pursat, Oudang, Vinh-Long, Mandalay, Prome y Bassein, hasta llegar, por fin, a las aguas del río Ganges en Calcuta, donde se detiene.

Todo se funde y se confunde en este camino hacia la locura, el cielo y el mar, el camino y los arrozales, todo se desdibuja.
Héroes silenciosos o ingenuos y sin audacia, que dejan pasar sus oportunidades para ser felices o mediocres  en una Calcuta segura y engañosa, ciudad infinita de la lasitud del ser, donde se lucha para no ser excluido y a la vez traspasar el umbral.
.
Saben que palabras existen en algún lugar, escondidas por ahora, pero no las conocen todas y, todas  regresarán a la cabeza, para no dirigirse a nadie, una voz autónoma, sin espectadores, sin saber si van a ser escuchadas, donde él, cuando narra, nos lleva a su presencia, para contar su derrota, su sueño aplastado, la luz  de su soledad, su banalidad, su angustia tan corta, y por nada.

 Calcuta.

 "Estoy aquí para jugarme la suerte, la más grande. Si no lo logro, no me mataré. Regresaré a París y continuaré haciendo lo que siempre he hecho. Nadie lo sabrá. ¡Qué dificultad! Cómo atacar esa fortaleza.... Reducir esta ciudad, que regrese a mí, completamente"


Ella es una continuidad en el espacio literario de Marguerite Duras, donde se da sentido a los restos de un mundo en ruinas, sin ningún compromiso en una sociedad injusta que nos llena de ira, pero impulsándonos a continuar.


Es novela viva, que se mueve en los escenarios naturales, y en sus contextos políticos.




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  El Amante         



                  

Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo: "La conozco desde siempre. Todo el mundo dice que de joven era usted hermosa, me he acercado para decirle que en mi opinión la considero más hermosa ahora que en su juventud, su rostro de muchacha me gustaba mucho menos que el de ahora, devastado".



   "He tenido la suerte de tener una madre desesperada por un desespero tan puro que incluso la dicha de vivir, por 

intensa que fuera, a veces, no llegaba a distraerla por completo.


"Hubo un largo momento en que no ocurrió nada, salvo el ruido del tren. Se puso a ir más deprisa y el ruido se hizo ensordecedor. Luego, de nuevo, resultó soportable. Su mano llegó sobre mí. Era salvaje, estaba todavía caliente, tenía miedo. La guardé en la mía. Luego la solté, y la dejé hacer.El ruido del tren volvió. La mano se retiró, se quedó lejos de mí durante un largo rato, ya no me acuerdo, debí caer dormida.Volvió."




Todo empezó a principios de los años treinta con la travesía de un transbordador por el Mekong, en la exótica ciudad de Sadec, en el sur de Vietnam.


"En la limusina hay un hombre elegante que me mira" —cuenta la autora—. "No es blanco. Viste a la europea, lleva el traje de tusor blanco propio a los banqueros de Saigón. Me mira. Ya estoy acostumbrada a que me miren. Miran a las blancas de las colonias..."


Très vite dans ma vie il a été trop tard.


Tout à coup elle sait, là, à l’ins­tant, elle sait qu’il ne la connait pas, qu’il ne la connaitra jamais, qu’il n’a pas les moyens de connaitre tant de perversité. Et de faire tant et tant de détours pour l’attraper, lui il ne pourra jamais.

Toujours j’ai été triste. Je vois cette tris­tesse aussi sur les photos où je suis toute petite. Aujourd’hui cette tristesse, tout en la reconnais­sant comme étant celle que j’ai toujours que, je pourrais presque lui donner mon nom tellement elle me ressemble.


"Es el ámbito en cuyo seno empieza el silencio. Lo que ahí ocurre es precisamente el silencio, ese lento trabajo de toda mi vida...... Nunca he escrito, creyendo hacerlo, nunca he amado, creyendo amar, nunca he hecho nada salvo esperar delante de la puerta cerrada...... 

Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a París con su mujer. Él le telefoneó. Soy yo. Ella le reconoció por la voz. Él dijo: sólo quería oír tu voz. Ella dijo: soy yo, buenos días. Estaba intimidado, tenía miedo, como antes. Su voz, de repente, temblaba. Y con el temblor, de repente, ella reconoció el acento de China. Sabía que había empezado a escribir libros. Lo supo por la madre a quien volvió a ver en Saigón. Y después se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte".





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Duras infinie


https://www.youtube.com/watch?v=PqhhXrWPaQk

Imagen de Marguerite Duras


https://biblioteca.ucm.es/data/cont/media/www/pag-50069/Colloque%20Duras.pdf

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"La puerta del infierno" por Carlos Lombas

      La puerta del infierno

A mitad del camino de la vida,                                     
en una selva oscura me encontraba                   
porque mi ruta había
extraviado.                                              

¡Cuán dura cosa es decir cuál era
esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al pensamiento!                        

Es tan amarga casi cual la muerte;
mas por tratar del bien que allí encontré,
de otras cosas diré que me ocurrieron.                         

Yo no sé repetir cómo entré en ella
pues tan dormido me hallaba en el punto
que abandoné la senda verdadera.    

                                             Infierno (Canto I) de Dante


           Marguerite Duras en un banco del parque

Doblego otra tarde. Soy M.D. ¡Aún!  Y descanso.  
El tiempo no me sorprende. Nadie me acusa. Todo está después del lago de aguas verdes. Ahora miro.
No está lejos. Veo su dintel sobresaliendo del suelo. Y a diez pasos del arco del paraíso. Oía ahora las definiciones maternas sobre aquellos dos mundos. Pronto elegí en este sobresuelo, lo ardiente. Ahora, ¿donde iría?
En este guión le doy utilidad a mis manos. Sigo teniendo labios. La traquea no está obturada. Mi estómago digiere. Y la nube abruma mi razón.
Nadie espera. El día es para mi sola. Han sido buenos los otros. O están entretenidos. Temen las miradas. Cualquier opción es buena. Siento el paraíso en el infierno. En ambos voy a seguir bebiendo.
Froto los pies calzados contra el suelo disfrazado de hojas. Cruje el banco dormido. No hay sombras. Aquel árbol tan flaco no se mueve. Sin palabras  ni risas.
Ahora me gustaría ver el mar, o el Mekong o la sonrisa de Andreas. Y los fotogramas cortados. Oír la voz de la Moreau. Aterrizar en Orly.
Baja para sentarte pudor junto a esta enana displicente. Estoy repasando con hilo los lomos del amante. Enhebro su seducción con breves cuentas de hiedra.
Que fría el agua que caía el día que me fui de Saigón. Mi hermano me espera. Yo le reconoceré. Aun recuerdo el ruido del puente de madera. Deje solos a los monzones. Nunca más se humedecieron mis zapatos. Caminé firme hasta hoy. Me deje vencer. No pude replicarte. Has vencido. Era cuestión de fuerza. Abriste el vacío. Deje todo para mirar. Ahora espero. Tengo tiempo para elegir. Ya lo sé. Aquel dintel a ras de suelo. Sin cerradura.
Detrás está el barroco. Resnais. Bourbon. Dante. Y las guirnaldas de Auschwitz. Giordano Bruno. Madame Satá. La aurora boreal. Los tiburones. Tu infierno. El mío.
Ahojo la tarde. La última. Ya no despertaré para escribir. Se secará la tinta. Amarillearán mis medias. Oscuro dislate tras la cámara al ver la vieja onda de disparar panfletos.
No he traído nada para leer.
Tengo tinta en los dedos. Que habré contado ayer. Ya se diluye mi visión. Aprovecharé lo que parecen mis últimas fuerzas para llegar al dintel dentado. Del temor se huye. 
La espiral se cierra en el recodo. Oigo tus pasos. Otro frío. La luz se agrieta. Huelo a bambú. Nadie detrás. Hay hilos de humo. El labrador de las cenizas. Más ruido. Más humo.
Veo en blanco y negro. Tapo mi voz con las últimas corcheas. Filtro el hielo con la miel de tus labios. No hay diques para Lol.
Quiero una cama de argamasa. La lámpara siempre encendida. El pasillo iluminado. Cien minutos para mirar. Un suelo encharcado. El desierto muy lejos.
No me queda nada por decir.
Este abrigo no me lo llevo. Se me hace tarde. No me llames. Quedan dieciocho pasos.
Última parada del escueto magma dialéctico.
No pesa nada la puerta. Dentro hay luz. Un paso más. Estoy dentro.
¡Me voy!


La puerta trasera a la inmortalidad: Marguerite Duras sobre lo que hace que valga la pena vivir frente a la muerte

“Lo que existe, existe para que pueda perderse y volverse precioso”, escribió Lisel Mueller mientras sopesaba lo que da sentido a nuestras vidas mortales en un poema deslumbrante , uno de los cientos que la sobrevivieron cuando devolvió su polvo de estrellas prestado al universo. a los noventa y seis. Y, sin embargo, por alguna afortunada desviación de la lógica —quizás una imbecilidad adaptativa esencial para nuestra supervivencia mental y emocional, una de las conmovedoras incongruencias que nos hacen humanos— en el momento en que algo se vuelve precioso para nosotros, ponemos en cuarentena la perspectiva de su pérdida en alguna cámara. de la mente que elegimos no entrar. En algún nivel profundo más allá del alcance de la razón, llegamos a creer que las personas que amamos son, deben ser, porque la alternativa es un terror insondable, inmortales.

Y así, cuando muere un ser querido, esta parte más profunda de nosotros se vuelve salvaje de rabia contra el universo, una rabia desollada de sentido común, irracional y cruda, no salvada por nuestro conocimiento de que el destino entrópico de todo lo vivo es morir y de todo lo que existe para eventualmente no, incluso el universo mismo; no salvada por la inmensa poesía cósmica escondida en este hecho ; no salvado por la suerte de haber vivido en absoluto contra las asombrosas probabilidades cósmicas de lo contrario ; sin salvar al recordar que solo porque las antiguas arqueobacterias eran capaces de morir, al igual que todos los organismos que evolucionaron a su paso, nosotros y las personas que amamos y las personas que perdemos llegaron a existir.

Margarita Duras

La novelista, dramaturga, ensayista y cineasta francesa Marguerite Duras (4 de abril de 1914 a 3 de marzo de 1996) captura esta ira desconcertante en las páginas finales de The Lover ( biblioteca pública ), su novela autobiográfica sobre una escritora que se crea a sí misma como mujer. y un artista en el acto de escribir, publicado el año en que nací, unos 3.700 millones de años después de que la primera archaebacterium comenzara a mutar y muriera.

Cuando la narradora-protagonista de la novela recibe un telegrama desde Saigón con la noticia de que su hermano menor ha sido asesinado a los veintisiete años, recibe la noticia como una especie de error, un “error momentáneo” que eclipsa el universo, llenando su alma de indignación. “en la balanza de Dios”. Se da cuenta con la punzada de la retrospectiva de que su hermano siempre le había parecido inmortal, simplemente por el hecho de ser su amado hermano. Duras escribe:

El error, el ultraje, llenó todo el universo… Hay que contarle a la gente esas cosas. Habría que enseñar que la inmortalidad es mortal, que puede morir, ha sucedido antes y aún sucede. Nunca se anuncia como tal: es la duplicidad misma. No existe en detalle, sólo en principio. Ciertas personas pueden albergarlo, con la condición de que no sepan que es lo que están haciendo. Así como ciertas otras personas pueden detectar su presencia en ellos, con la misma condición, que no saben que pueden hacerlo.

Con esto, Duras se vuelve hacia lo que llena de significado nuestra frágil mortalidad, lo que la consagra con el tipo de trascendencia que podríamos experimentar como alegría, arte o amor. Un siglo y medio después de que Mary Shelley contemplara lo que hace que valga la pena vivir la vida mientras imaginaba un mundo devastado por una pandemia mortal, y un siglo después de que Walt Whitman contemplara lo que hace que valga la pena vivir la vida después de que un ataque paralítico lo obligó a enfrentar su propia mortalidad, llega Duras. en una conclusión similar:

Es mientras se vive que la vida es inmortal, mientras todavía está viva. La inmortalidad no es una cuestión de más o menos tiempo, no es realmente una cuestión de inmortalidad sino de algo más que permanece desconocido. Es tan falso decir que no tiene principio ni fin como decir que comienza y termina con la vida del espíritu, ya que participa tanto del espíritu como de la búsqueda del vacío.

Arte de Giuliano Cucco de Before I Grew Up : una elegía lírica por la vida, la pérdida y nuestra búsqueda de la vida.

Este armónico de vida y muerte canta de las páginas de los cuadernos de notas de guerra publicados póstumamente por Duras, en uno de los cuales reflexiona sobre el río Mekong de su Vietnam natal mientras lo atraviesa a bordo de un ferry:

Todo alrededor del ferry está el río, está rebosante, sus aguas en movimiento… El río ha recogido todo lo que ha encontrado desde Tonle Sap y el bosque camboyano. Se lo lleva todo, chozas de paja, bosques, hogueras apagadas, pájaros muertos, perros muertos, tigres y búfalos ahogados, hombres ahogados, cebos, islas de jacintos de agua, todo pegado. Todo fluye hacia el Pacífico, no hay tiempo para que nada se hunda, todo es arrastrado por la tempestad profunda y precipitada de la corriente interior, suspendida en la superficie de la fuerza del río.

Complemente con el artista, poeta y filósofo Etel Adnan, que vivió hasta los noventa y cinco años, sobre cómo vivir y cómo morir , Olivia Laing sobre la vida, la pérdida y la sabiduría de los ríos , y la perspectiva extraordinariamente original del matemático Michael Frame sobre cómo funcionan los fractales . puede ayudarnos a comprender la pérdida y reorientarnos hacia la continuidad de la vida .


Imagen Marguerite Duras

https://biblioteca.ucm.es/fll/marguerite-duras-1914-2014-un-dique-contra-las-palabras-inutiles

Carátula de Colloque Duras

http://www.jotdown.es/2013/05/mientras-haya-bares/


Marguerite Duras 1914-2014 : Un dique contra las palabras inútiles

https://www.youtube.com/watch?v=B4JPVLogzmY

Cartel Esposición Marguerite Duras

https://biblioteca.ucm.es/data/cont/media/www/pag-50069/m.d.1.pdf

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