sábado, 18 de abril de 2015

El mar, el mar de Irish Murdoch


"Allí donde el agua alcanza su mayor profundidad, se mantiene más en calma" (El mar, el mar de Iris Murdoch)

Charles Arrowby, ha decidido ser bueno después de los sesenta, y arrinconado en un abrupto lugar de la costa inglesa, quiere acercarse a sí mismo, a través del intento de escribir unas memorias, donde contar su verdad, con la ayuda de la fuerza del mar, despreciando a todos y a todo lo que fue su pasado de éxito.



Esta trepidante vida, organizada en forma de diario alrededor de su trayectoria profesional, va a encontrar en la forma de relatarlo, en el tiempo y en el espacio que ha decidido hacerlo, lo que espera que pase: que el círculo se cierre, aunque tenga que discutir sus conclusiones.
Pues no se evadirá del primer amor, ni de los otros coparticipes de su vocación, ni de su primo, que creía insignificante, chocando con las lacerantes etapas de otras relaciones, donde predominó su despotismo.
Ese escribir le asedia, haciendo que de aquellas manipulaciones, ahora emerja una intención de ser perfecto y admirado, anulando con sus argumentos, lo sentimientos ajenos, incluso sin saber si él tenía alguno, a los que le contraponen.
Las conclusiones que saca de la idea de vivir, la inflexión de los otros personajes, no le dejan llegar a extraer la magia de su propósito, reordenar una nueva vida en la bondad, siempre administrando aquellos estadios sexuales como un incidente necesario y con derecho a desecharlos, incluido el matrimonio, que califica como una forma de secuestro.La libertad que persigue no le dejará alcanzar la limpieza de espíritu, que cree que surgirá de la telaraña de esta soledad. Y piensas que la verdad aflorará, no solo duda de si todo, es una pantomima para seguir sintiéndose el primero, rodeado por otra de sus farsas.Sabe que en sus tragedias la gente entra y sale rápidamente, y cuando quiere detenerse en la paz de espíritu que le ofrece el envidiado primo James o las relaciones con todos los demás y se para a pensarlo, aparecen visiones fantasmagóricas, con monstruos marinos, que le hacen confundir realidad y ficción. Lo leído, lo visto y lo vívido, le juzga, y al volver, para aceptar a los pobladores reales, que ha intentado acercar a su nueva vida, todos han cambia de destino, alejándose.


En El mar, el mar todo se va relatando con magistral ordenamiento y un agrio reposo, que en sus picos emocionales logra atemperar, con baños fríos, en el impetuoso mar inglés, para que su vida sea una metáfora rodeada de la filosofía y de los mitos platónicos, que se proyectan dentro y fuera de la caverna.


También cada planta de su casa, tiene su personalidad, unas frías, otras cálidas, en una se reposa, en las otras ocurre fenómenos inexplicables, otras son contemplativas y la otras de paso.

Es una novela escrita en primera persona, donde todo parece urgente y aleatorio, y la subjetividad del narrador, va dejando atrás todo lo antiguo, pero siempre, como lector está la opción de juzgarle y elegir por él, olvidando su idea de que "religión es poder" y que está en su imaginación
La satisfacción cuando acabe de leer este tesoro narrativo, hizo que me sintiera un privilegiado.
Y este 8 de marzo no se me ha ocurrido mejor ejemplo que Irish Murdoch.

"La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre" (Friedrich Nietzsche)
Iris Murdoch (1919, Dublín - 1999, Londres). Hija de una pareja anglo-irlandesa, su familia se muda a Londres cuando sólo contaba un año de edad, pero sus orígenes irlandeses fueron una poderosa influencia sobre ella. Cursó estudios en la Universidad de Oxford y en el año 1948 fue nombrada miembro del consejo rector y tutora de filosofía. En 1952, John Bayley, un profesor en prácticas, se enamora de ella a primera vista. Se casaron en 1956. Tuvo una vida sexual libre de prejuicios. Se acostó con hombres y con mujeres y siempre provocó una irresistible atracción en todos los que la conocían.
En 1978 logró el premio Booker con "El mar, el mar". Autora de 25 novelas, su primer libro editado fue, "Sartre, el racionalista romántico" (1953), un estudio sobre el existencialismo francés. Otro de sus principales ensayos es "Reflexiones filosóficas" (1992). Inició su carrera como escritora de ficción con "Bajo la red" (1954). Diez años más adelante escribe también para el teatro con la adaptación de su novela "Una cabeza cercenada" (1961; junto a J.B. Priestley, 1963). Entre sus novelas cabe destacar "La muchacha italiana" (1964; adaptada para el teatro en colaboración con James Saunders, 1967); "Una derrota bastante honorable" (1970); "Un hombre accidental" (1972); "La máquina del amor sagrada y profana" (1974), y "El buen aprendiz" (1986). Entre sus últimas obras destaca la novela "El caballero verde" (1994).


Su breve flirteo con el Partido Comunista fue suficiente para que los Estados Unidos le denegaran la entrada al país, tras haber obtenido una beca por la Fundación Rhodes. Trabajó para el Tesoro británico durante la guerra. De 1944 a 1946 trabajó en los campamentos de refugiados en Bélgica. Se enamoró de dos víctimas de Hitler, prematuramente desaparecidos: Frank Thompson y el poeta y antropólogo Franz Steiner. Falleció en Londres el 8 de febrero de 1999 en los brazos de su marido, el crítico John Bayley, cuyos libros de memorias han sido la principal inspiración de "Iris", la película dedicada a la escritora irlandesa. (Datos de mysofa) 

Contra los dioses: Iris Murdoch sobre la verdad, el significado de la bondad y cómo la atención desenmascara el universo

“Cuando realmente sabemos algo, sentimos que siempre lo hemos sabido. Sin embargo, también es terriblemente distante, más lejos que cualquier estrella… más allá del mundo, no en las nubes o en el cielo, sino una luz que muestra el mundo, este mundo, como realmente es”.

Contra los dioses: Iris Murdoch sobre la verdad, el significado de la bondad y cómo la atención desenmascara el universo

Cuando Nietzsche sopesó nuestra noción humana de la verdad, la consideró como “una multitud móvil de metáforas, metonimias y antropomorfismos: en resumen, una suma de relaciones humanas que han sido poética y retóricamente intensificadas, transferidas y embellecidas”. Esto es cierto de la verdad en el mundo humano, y aquí es donde difieren la ciencia y la sociedad. La disparidad es la razón por la cual la perspectiva científica puede ofrecer una calibración y un consuelo tan alegres para nuestras luchas humanas.

En el mundo de la ciencia, nos esforzamos por descubrir leyes fundamentales y verdades elementales indiferentes a nuestras opiniones sobre ellas, esas mismas verdades y leyes que nos hicieron y gobiernan los impulsos eléctricos que recorren nuestras cortezas a 100 metros por segundo para forjar los patrones de pensamiento. de opinión Pero en el mundo humano en el que vivimos, nos arremolinamos en la hueste móvil de las relaciones y racionalizaciones humanas, vagamente conscientes de que no existe una verdad universal y, por lo tanto, un bien universal, porque toda utopía se construye sobre la espalda de alguien más. Ideamos marcos para enderezar nuestras relaciones, lo que llamamos moralidad, pero en nuestra indefensa confusión acerca de lo que es la bondad, confundimos fácilmente la certeza con la verdad y la justicia propia con la verdad., luego azotarnos unos a otros con nuestras certezas y rectitud, confundiendo el azote con la luz de la moralidad.

Cuando nuestra especie era más joven y más temerosa de la realidad, los mitos y las religiones proporcionaron el consuelo de causalidades fáciles y moralidades fáciles para salvar las confusiones de la complejidad. Pero a medida que la época de los descubrimientos científicos comenzó a refutar algunas de esas certezas sagradas, primero expulsándonos del plácido plano de la Tierra plana, luego de nuestra centralidad en el Sistema Solar que nos calma a nosotros mismos, luego de nuestro grandioso excepcionalismo en el orden de los seres vivos. Luego, a partir de nuestro excepcionalismo galáctico , las certezas morales sobre la bondad también se desataron, porque también se construyeron sobre la misma base farisaica que las viejas ilusiones sobre la geometría del universo y la inmutabilidad de las formas de vida.

Arte de An Original Theory or New Hypothesis of the Universe de Thomas Wright , 1750. (Disponible como impresión ).

La deslumbrante Iris Murdoch (15 de julio de 1919 - 8 de febrero de 1999) abordó estas preguntas en su obra Sobre los dioses , uno de los dos diálogos platónicos que escribió en la década de 1980, que luego se incluyó en la antología póstuma de Murdoch, Existencialistas y místicos: Escritos sobre Filosofía y Literatura ( biblioteca pública ), que sigue siendo una de las mejores obras de escritura y pensamiento que he encontrado.

Ambientada en Atenas a fines del siglo V a. C. y estructurada como una conversación entre un Sócrates de sesenta y tantos, un Platón de veintitantos y cuatro jóvenes griegos ficticios, el diálogo se debate con la cuestión de si la era de la ciencia ha marcado el número de muertos. de la religión y, si es así, dónde deja esto nuestra búsqueda de la verdad y nuestro anhelo de bondad, esa hambre elemental por el significado último de la realidad, por nuestra responsabilidad ante la realidad.

Cuando el Sócrates de Murdoch observa que aún no se ha hecho una distinción entre religión y moralidad, sin la cual no se puede responder la cuestión central de la realidad y la verdad, un apasionado Platón responde:

La religión no es solo un sentimiento, no es solo una hipótesis, no es como algo que no conocemos, un Dios que tal vez podría existir, no es un Dios, tiene que ser necesario, tiene que ser cierto. , tiene que ser probado por toda la vida, tiene que ser el centro magnético de todo.

Placa de An Original Theory or New Hypothesis of the Universe de Thomas Wright, 1750. (Disponible como impresión , máscara facial y tarjetas de papelería) .

Y, sin embargo, este más que sentimiento apunta a algo más allá de la religión, más allá incluso del conocimiento explícito, en cuyo centro se encuentra la idea —la existencia— de la bondad:

En cierto modo, la bondad y la verdad parecen salir de lo más profundo del alma, y ​​cuando realmente sabemos algo, sentimos que siempre lo hemos sabido. Pero también es terriblemente distante, más lejos que cualquier estrella... más allá del mundo, no en las nubes o en el cielo, sino una luz que muestra el mundo, este mundo, como realmente es... A pesar de toda maldad, y en toda miseria, estamos seguros de que realmente hay bondad y que importa absolutamente.

La bondad, en la bella concepción de Murdoch, surge como objeto y trasfondo, como conocedor y conocido. Esto vuelve discutible la pregunta objetivante, expresada por uno de los compañeros de batalla de Platón, un joven sofista, de dónde reside la bondad en relación con la realidad: fuera de nosotros, existiendo en algo como un dios, o dentro de nosotros, como una imagen interna a la que nos referimos. . Al observar que está tanto dentro como fuera, el Platón de Murdoch responde:

Por supuesto el Bien no existe como las sillas y las mesas, no es… ni afuera ni adentro. Está en toda nuestra forma de vivir, es fundamental como la verdad. Si tenemos la idea del valor necesariamente tenemos la idea de la perfección como algo real… La gente sabe que el bien es real y absoluto, no opcional y relativo, toda su vida lo demuestra. Y cuando eligen productos falsos, realmente saben que son falsos. Podemos pensar en todo lo demás fuera de la vida, pero no en el valor, eso está en la base misma de las cosas.

Arte de Rockwell Kent de Wilderness , 1919. (Disponible como impresión y tarjetas postales ).

La cuestión de la bondad impregna todo el cuerpo de trabajo de Murdoch, pero ella sondea este aspecto particular de él, su relación con la verdad y la moralidad, a través de la lente de Platón, con mayor profundidad en un ensayo titulado Sobre "Dios" y "Bien", también incluido en Existencialistas y Místicos . Con la mirada puesta en la relación entre el bien y “lo real que es el objeto propio del amor, y del conocimiento que es la libertad”, considera lo que se necesita para que purifiquemos nuestra atención a fin de tomar la realidad en sus propios términos. , puro con nuestros apegos e ideas.

Lo que se necesita, sugiere, es "algo análogo a la oración, aunque es algo difícil de describir, y que las sutilezas superiores del yo a menudo pueden falsificar", no una "técnica meditativa cuasi-religiosa", sino "algo que pertenece a la vida moral de la persona común”. Medio siglo después de que la existencialista y mística Simone Weil liberara esta cruda conciencia del estricto cautiverio de la religión con su hermosa observación de que “la atención, llevada a su grado más alto, es lo mismo que la oración”, pues “presupone fe y amor, Murdoch escribe:

La idea de la contemplación es difícil de entender y mantener en un mundo cada vez más sin sacramentos y rituales y en el que la filosofía ha destruido (en muchos aspectos con razón) la antigua concepción sustancial del yo. Un sacramento proporciona un lugar visible externo para un acto invisible interno del espíritu.

Jacob's Dream de William Blake, 1805. (Disponible como impresión y como tarjetas postales ).

Contemplar la belleza en la naturaleza y en el arte, argumenta Murdoch, puede servir como una especie de sacramento para el espíritu: la experiencia brinda (en una de sus frases más hermosas y uno de los conceptos más hermosos jamás expresados ​​en palabras) “una ocasión para desinteresarse. ” Pero esta experiencia, advierte, no se extiende fácilmente a asuntos de personas y acciones, los asuntos que la moralidad pretende negociar, “ya ​​que la claridad de pensamiento y la pureza de atención se vuelven más difíciles y ambiguas cuando el objeto de atención es algo moral. Con la vista puesta en Platón y su concepción de la belleza como la dimensión visible de la bondad, que es inherentemente invisible, escribe:

Es aquí donde me parece importante mantener la idea del Bien como punto central de reflexión, y aquí también puede verse el significado de su carácter indefinible y no representable. El bien, no la voluntad, es trascendente. La voluntad es la energía natural de la psique que a veces se emplea para un propósito digno. El bien es el foco de atención cuando un intento de ser virtuoso coexiste (como tal vez casi siempre) con cierta falta de claridad de visión.

Invoca la famosa alegoría de la caverna de Platón, el primer gran experimento mental de la humanidad sobre la naturaleza de la conciencia y sus puntos ciegos, en el que los prisioneros de la irrealidad confunden las sombras parpadeantes proyectadas por el fuego en la pared de la cueva con la luz de la realidad; pero luego, una vez liberado por la bondad y el conocimiento (y aquí hay otra formulación exquisita de Murdoch) “el peregrino moral emerge de la cueva y comienza a ver el mundo real a la luz del sol, y por último es capaz de mirar en el mismo sol.”

Iluminando el rayo de sol de su propio intelecto sobre el punto ciego de Platón para revelar el significado más profundo de la moralidad, escribe:

Platón imaginó al buen hombre como eventualmente capaz de mirar al sol. Nunca he estado seguro de qué hacer con esta parte del mito. Si bien parece apropiado representar el Bien como un centro o foco de atención, no se puede considerar como algo "visible" en el sentido de que no se puede experimentar, representar o definir. Ciertamente podemos saber más o menos dónde está el sol; no es tan fácil imaginar cómo sería mirarlo. Quizá en verdad sólo el buen hombre sabe cómo es esto; o quizás mirar al sol es estar gloriosamente deslumbrado y no ver nada. Lo que sí parece tener perfecto sentido en el mito platónico es la idea del Bien como la fuente de luz que nos revela todas las cosas como realmente son. Toda visión justa, incluso en los problemas más estrictos del intelecto, y a fortioricuando hay que percibir el sufrimiento o la maldad, es una cuestión moral.

Dame Iris Murdoch by Ida Kar (National Portrait Gallery)

En consonancia con su famosa afirmación de que “el amor es la realización extremadamente difícil de que algo más que uno mismo es real” , una realización que es tanto la base de la moralidad como la fuerza motriz de la ciencia, agrega:

Las mismas virtudes, al final la misma virtud (amor), se requieren en todo momento, y la fantasía (yo) puede impedirnos ver una brizna de hierba al igual que puede impedirnos ver a otra persona. Una creciente conciencia de los "bienes" y el intento (por lo general sólo parcialmente exitoso) de atenderlos puramente, sin yo, trae consigo una creciente conciencia de la unidad e interdependencia del mundo moral. La inteligencia que busca uno es la imagen de la 'fe'. Considere cómo es aumentar la comprensión de una gran obra de arte.

Complemente estos fragmentos de los totalmente indispensables existencialistas y místicos , que también nos dieron a Murdoch sobre lo que realmente significa el amor , el arte como una fuerza de resistencia y la clave para contar grandes historias , con la filósofa Martha Nussbaum (quien, en muchos sentidos, es la intelectual de Murdoch). heredero) sobre lo que significa ser un buen ser humano y el físico Alan Lightman sobre nuestra búsqueda del significado más allá de las verdades de la realidad .

Iris Murdoch sobre el mito del cierre y los hermosos y enloquecedores puntos ciegos de nuestro autoconocimiento



En literatura, cuando una trama involucra a una víctima y un perseguidor, lo llamamos drama. En la vida, la mayoría de los actos de agresión o queja (que son dos caras de la misma moneda: la moneda emocional del descontento existencial), la mayoría de las rabietas de adultos razonables, la mayoría de los dedos sedientos de culpa que apuntan a alguna realidad imparcial, implican la autovictimización de drama. Las personas propensas al drama no solo se han presentado a sí mismas como víctimas de un perpetrador en un complot, sino que han admitido tácitamente que hay un complot, que presupone un dramaturgo, una entidad externa que escribe el guión de la historia en la que se sienten perjudicados. La persona que se lanza a sí misma a un drama se resigna a ser un personaje, insensible a la ley fundamental de tener carácter de Joan Didion: “El carácter, la voluntad de aceptar la responsabilidad de la propia vida, es la fuente de la que brota el respeto por uno mismo”. Dondequiera que haya drama, hay una falta de respeto por uno mismo y un pozo demasiado superficial de autoconocimiento.

Iris Murdoch (15 de julio de 1919 - 8 de febrero de 1999) explora en su sutil y espléndida novela de 1978 El mar, el mar ( biblioteca pública ): la historia de un dramaturgo talentoso pero complaciente que se acerca al punto de vista de la vida, que finalmente se ve superado por su trágico defecto: a pesar de su autorreflexión obsesiva (o quizás precisamente por eso), su egoísmo finalmente eclipsa su espíritu creativo. — esa parte más brillante y generosa de nosotros, la parte correctamente llamada nuestro regalo, la parte que extiende la mano extendida de simpatía y asombro que llamamos arte e invita, en la hermosa frase de Iris Murdoch, "una ocasión para desinteresarse".

Mirando hacia atrás en su vida, el anciano dramaturgo reflexiona sobre su propio arte y su relación con la vida misma:

Las emociones realmente existen en la parte inferior de la personalidad o en la parte superior. En el medio se actúan. Por eso todo el mundo es un escenario.

Todo el cuerpo de trabajo de Murdoch, desde la filosofía hasta la ficción, puede considerarse como una investigación cohesiva sobre el significado de la bondad y el significado del amor , reflejada a través de la maquinaria de significado del arte . Ella entendió de manera única que representamos el medio desordenado de la emoción porque a menudo es demasiado complejo, contradictorio y desafiante para que sepamos lo que realmente estamos sintiendo. Siempre medio opacos para nosotros mismos, fingimos seguridad y confianza en nuestras razones. No dispuestos a vivir plenamente en lo que somos, criaturas ansiosas e inseguras, tiernas y aterrorizadas a lo largo de gran parte de la vida, actuamos como seres, subiendo al escenario disfrazados de falsas certezas.

Una de las ilustraciones de 1920 de la artista adolescente Virginia Frances Sterrett para viejos cuentos de hadas franceses . (Disponible como una impresión .)

Mientras el protagonista de Murdoch se dispone a escribir sus memorias —esas tristes aguas superficiales de la literatura, donde el arte va a la deriva para morir como una vana obsesión por sí mismo—, su primo y compañero de juegos de la infancia, ahora él mismo un anciano, lo insta a que deje un amplio espacio para el tema eterno de vanidad humana, que nos vuelve más ciegos a la realidad y más opacos a nosotros mismos que cualquiera de nuestras otras confusiones:

Somos criaturas tan secretas por dentro, que la interioridad es lo más asombroso de nosotros, incluso más asombroso que nuestra razón. Pero no podemos simplemente entrar en la caverna y mirar alrededor. La mayor parte de lo que creemos que sabemos acerca de nuestras mentes es pseudo-conocimiento. Todos somos tan impactantes farsantes, tan buenos para inflar la importancia de lo que creemos que valoramos. Los héroes de Troya lucharon por una Helena fantasmal... Guerras vanas por bienes fantasmales... La gente miente tanto... aunque en cierto modo, si hay suficiente arte no importa, ya que hay otro tipo de verdad en el arte.

Más que nada, nos mentimos a nosotros mismos. Retirado lo suficiente, incluso el autoengaño más estratificado surge de la misma fuente: nuestra ilusión de libre albedrío en medio de un mundo en el que, en el nivel más básico de la realidad, no controlamos ninguna de las fuerzas fundamentales y, por lo tanto, tenemos una agencia extremadamente limitada. en eventos Como entendió la precoz adolescente Sylvia Plath, nuestra latitud de libre movimiento en la vida está paralizantemente limitada “desde el nacimiento por el entorno, la herencia, el tiempo y el evento y la convención local” . En tal realidad, la elección es solo una narrativa, y retroactiva: es la historia que nos contamos a nosotros mismos, a la luz de la vanidad de la retrospectiva, sobre por qué nuestras vidas fueron de una manera y no de otra.

Haciéndose eco del exquisito lamento de James Baldwin sobre la ilusión de elección , Murdoch escribe:

Qué extraña apuesta es nuestra existencia. Decidimos hacer A en lugar de B y entonces los dos caminos divergen completamente y pueden conducir al final al cielo y al infierno. Solo más tarde uno ve cuánto y cuán terriblemente difieren los destinos. Sin embargo, ¿cuáles fueron las razones de la elección? Es posible que hayan sido olvidados. ¿Sabía uno lo que estaba eligiendo? Ciertamente no.

Un subconjunto de la ilusión de la elección es la ilusión del cierre: la idea seductora pero en última instancia vana de que, a medida que la vida se vive a sí misma a través de nosotros de maneras que escapan a nuestro control, en un complejo y por definición siempre deshilachado tapiz de tramas, nos puede desentrañar cualquier hilo narrativo con la suficiente nitidez como para unirlo en una conclusión completa y permanentemente válida. Murdoch disipa la vanidad:

Los cabos sueltos nunca se pueden atar correctamente, uno siempre está produciendo otros nuevos. El tiempo, como el mar, desata todos los nudos. Los juicios sobre las personas nunca son definitivos, surgen de resúmenes que sugieren inmediatamente la necesidad de una reconsideración. Los arreglos humanos no son más que cabos sueltos y cálculos confusos, independientemente de lo que el arte pueda fingir para consolarnos.

Luna de primavera en la playa de Ninomiya , 1931: una de las impresionantes xilografías japonesas antiguas de Hasui Kawase. (Disponible como una impresión .)

Pero aquí es donde tenemos elección: al aceptar una realidad confusa e incierta más allá de nuestro control, también podemos negarnos a resignarnos a ser víctimas de ella, el tipo de adaptación que Octavia Butler presentó como la medida más alta de inteligencia e integridad . Podemos reconocer que la vida es mucho más interesante como proceso de presencia continua que como drama actuado; que el mundo es mucho más interesante como costa que como escenario, porque es en la costa viva donde presenciamos, como lo hizo Richard Feynman, “épocas tras épocas” desplegándose en la maravilla de la vida ; en la orilla en la que nos sentimos humillados, como lo fue Rachel Carson, por “nuestro lugar en la corriente del tiempo y en los largos ritmos del mar… en los que no hay finalidad, no hay una realidad última y fija” ; en la orilla donde finalmente aceptamos el hecho más elemental de nuestras vidas: no hay un acto final, solo semillas sin orillas y polvo de estrellas .


miércoles, 1 de abril de 2015

Empresas y Tribulaciones de Maqroll El Gaviero


El supuesto diario de Maqroll, hallado por azar en una librería de viejo en Barcelona, clásico recurso del "manuscrito perdido y encontrado", con larga tradición en la literatura de viajes y aventuras, es el patrón primordial de esta obra de Mutis.


" Que te acoja la muerte
        con todos tus sueños intactos.
        Al retorno de una furiosa adolescencia,
        al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron,
        te distinguirá la muerte con su primer aviso.
        Te abrirá los ojos a sus grandes aguas,
        te iniciará en su constante brisa de otro mundo.
        La muerte se confundirá con tus sueños
        y en ellos reconocerá los signos
       que antaño fuera dejando,
       como un cazador que a su regreso
       reconoce sus marcas en la brecha "

           Álvaro Mutis ( 1923-2013 )



En su breve texto, el presentador anuncia que ha complementado el diario con "algunas crónicas sobre nuestro personaje aparecidas en publicaciones anteriores y que aquí me parece que ocupan el lugar que en verdad les corresponde", luego desaparece del relato.


Maqroll es el mismo personaje  siempre; en cada historia agrega nuevos u olvidados detalles, desvíos y notas a una vasta historia conocida: es la travesía de un viejo marinero, que se acerca inexorablemente al momento final, pero vive caminando sobre sus azares y tiene la virtud de convertir en luz, sus pensamientos.

Alvaro Mutis

   (Colombia, 1923-2013)
  Poeta y narrador colombiano. Nació en Bogotá aunque pasó parte de su infancia en Bélgica y desde la década de 1960 residió en México. Empieza muy joven a colaborar en revistas literarias y publica su primer libro de poemas, La balanza, en 1947, en colaboración con Carlos Patiño. Los elementos del desastre (1953) es un poemario donde aparece por primera vez su emblemático personaje Maqroll el gaviero, uno de los grandes hitos de la literatura en lengua española de este siglo. Hacia 1960 inicia un viraje hacia la prosa, con Diario de Lecumberri, escrito en la cárcel mexicana del mismo nombre. En 1973 publica la novela La mansión de Araucaíma y recoge sus poemas desde 1948 a 1970 en Summa de Maqroll el gaviero. En 1983, se le concede el Premio Nacional de la Literatura de Colombia. Entre sus otras obras en prosa merecen destacarse La nieve del almirante (1986), que recibió en Francia el premio a la mejor novela extranjera, Ilona llega con la lluvia (1988), Un bel morir (1989), La última escala del Trump Steamer (1990), Amircar (1990) y Abdul Bashur, soñador de navío (1991). Tanto en poesía como en narrativa, Mutis utiliza un lenguaje discursivo, lleno de imágenes y sugerencias del más allá, con Maqroll como testigo de tragedias de muerte y degeneración. 

Breve poema de viaje

" 
Desde la plataforma del último vagón
has venido absorta en la huida del paisaje.
Si al pasar por una avenida de eucaliptos
advertiste cómo el tren parecía entrar
en una catedral olorosa a tisana y a fiebre;
si llevas una blusa que abriste
a causa del calor,
dejando una parte de tus pechos descubierta;
si el tren ha ido descendiendo
hacia las ardientes sabanas en donde el aire se queda
detenido y las aguas exhiben una nata verdinosa,
que denuncia su extrema quietud
y la inutilidad de su presencia;
si sueñas en la estación final
como un gran recinto de cristales opacos
en donde los ruidos tienen
el eco desvelado de las clínicas;
si has arrojado a lo largo de la vía
la piel marchita de frutos de alba pulpa;
si al orinar dejaste sobre el rojizo balasto
la huella de una humedad fugaz
lamida por los gusanos de la luz;
si el viaje persiste por días y semanas,
si nadie te habla y, adentro,
en los vagones atestados de comerciantes y peregrinos
te llaman por todos los nombres de la tierra,
si es así,
no habré esperado en vano
en el breve dintel del cloroformo
y entraré amparado por una cierta esperanza. 
"

La Última Escala 

del Tramp Steamer,

Meses después de mi visita a las bocas del Orinoco, tuve que permanecer por largas temporadas en la refinería que se levanta a orillas del gran río navegable que cruza buena parte de mi país. Un largo y enconado conflicto sindical me obligaba a demorarme allí por espacio de varios meses, en labores que iban desde la burda diplomacia gremial hasta la discreta intervención en radiodifusoras y diarios de la región para llevar al público ciertos puntos de vista de la empresa. En los períodos de calma, en lugar de tomar un avión para la capital, prefería bajar hasta el gran puerto marítimo por el río. Lo hacía en los pequeños pero confortables remolcadores de la compañía, que descendían empujando largas caravanas de planchones cargados de combustible o de asfalto. Cada remolcador tenía dos cabinas para pasajeros, quienes compartían con el capitán la comida preparada por dos cocineras jamaiquinas cuyos talentos no nos cansábamos de celebrar. 

La carne de cerdo con salsa de ciruelas pasas, el arroz con coco y plátano frito, las suculentas sopas de pescado del río y, lo que era complemento indispensable y siempre bienvenido, el jugo de pera con vodka que, al tiempo que refrescaba milagrosamente, nos dejaba en una espléndida disposición para disfrutar el siempre cambiante panorama del río y sus orillas en donde, gracias a la magia de esa bebida imponderable, sucedía todo en una lejanía aterciopelada y feliz que nunca intentábamos descifrar. (Valga acotar que siempre que los pasajeros más adictos al viaje en el remolcador intentamos repetir en tierra la mezcla de vodka y jugo de pera, sufríamos una desilusión irremisible. Sencillamente nos topábamos con una bebida imposible de tomar). Durante la noche, después de una larga sesión de charla en la pequeña cubierta en donde permanecíamos en busca de una ilusoria brisa que nos refrescara, caíamos en la litera arrullados por las risas de las negras y el encanto de su incomprensible pero fluido dialecto en donde el inglés hacía de cañamazo lingüístico.”


Un hombre que siempre se deja seducir por la insensata posibilidad de nuevas tareas, pero que ha perdido ya la batalla y lo sabe desde la gavia, viendo el horizonte. La parte más alta y privilegiada de los barcos,  le proporciona una visión en permanente movimiento del mundo, una idea total del mismo, desde su exótica mirada.


Con incredulidad y  escepticismo sobre sí mismo, y sobre los hombres,  sigue a los navíos en las rutas que surcan las gastadas y tristes embarcaciones. Sin detenerse. Evita los puertos. Remonta y desciende por los ríos. Se confunde en las lluvias que inundan las sabanas. Niega toda orilla. Nota cuánto descuido reina en estos lugares. Así todos los días de mi vida. No fue más. Ya no podrá serlo. Las mujeres no mienten jamás, de su cuerpo mana siempre la verdad.

"Dos metales existen que alargan la vida y conceden,a veces, la felicidad. No son el oro, ni la plata, ni cosa que se les parezca. Sólo sé que existen.Hubiera yo seguido con las caravanas. Hubiera muerto enterrado por los camelleros, cubierto con la bosta de sus rebaños, bajo el alto cielo de las mesetas.Mejor, mucho mejor hubiera sido. El resto, en verdad  
ha carecido de interés". 


La nieve del almirante (1986). Con esta novela, Mutis iniciaba lo que había concebido como una trilogía necesaria para contar la historia completa del personaje; esa trilogía se completa con Ilona llega con la lluvia (1988) y Un bel morir (1989).


Las andanzas y malaventuras de Maqroll desbordaron, y esclarecen la larga agonía de un personaje que está preparado para morir pero que, por diversas circunstancias, se convierte en un repetido sobreviviente.


El conjunto confirma la cualidad esencialmente marginal, de nómada, marinera e iluminada que tiene la prosa de Mutis.




“Los escritores nos las tenemos que ver con las palabras, con las que hablamos con el peluquero, peleamos con el taxista, discutimos con el amigo, hacemos una vida diaria que gasta y desgasta las palabras. Y esas mismas palabras son las que tenemos que sentarnos a usar para darles un brillo, para darles eficacia, para que nos ayuden a que Maqroll el Gaviero no haga más burradas de las que normalmente hace. Entonces esas palabras, cuando se unen unas con otras en una forma inesperada toman un brillo especial, saltan y se escapan de esa cosa usual, gris cotidiana... Ahí está el sufrimiento: en buscar la otra palabra, la manera de usar algo que está gastado y usarlo como nuevo. Y a mí eso me hace sufrir y me parece un infierno”.


Lo vemos incluso en Un bel morir, anunciado desde el título; al final de esta novela hay un apéndice con versiones discrepantes y cuestionables sobre el fin del Gaviero. Pese a todas sus catástrofes, el personaje sigue tercamente su vagabundeo por el mundo, prolongando el largo epílogo de su vida. Amirbar o Abdul Bashur, soñador de navíos(ambos de 1990), textos con un marcado sabor de escolios o apéndices que echan una luz lateral sobre el sentido de la peripecia existencial del Gaviero. En el segundo se nos informan que Bashur "desempeña el papel de salvador, rescatando a Maqroll en los momentos críticos". Y una advertencia en Tríptico de mar y tierra (1993) nos aclara que reúne tres experiencias de Maqroll "que le revelaron regiones desconocidas y cuyo descubrimiento lo marcó para el resto de sus días".


Maqroll: poblamos el mundo con una materia que desconocemos, somos una corporeidad cuya multiplicidad de intensidades ignoramos. En consecuencia, anhelamos un cuerpo que cruce el mundo como las grullas de Maldoror, como el gigantesco pájaro níveo de Arthur Gordon Pym, como el albatros de Baudelaire en su vuelo perfecto y casto, como el descompuesto pájaro de Coleridge. Sabemos que un nuevo mundo es imposible sin un nuevo cuerpo que lo invente. Estamos en búsqueda. La inocencia es nuestra arma. Un día levantaremos vuelo y surcaremos un aire surreal y elástico, como una bandada de pájaros migratorios viajando a través de la rueda zodiacal.




Así lo prueban  relatos posteriores, como Álvaro Mutis escribe desde una vertiente poética y otra narrativa, con comprensibles razones prácticas. La realidad es que no hay una diferencia esencial entre ambas, más allá de los rasgos formales, que separan la prosa del verso.



Los paraísos secretos de Álvaro Mutis *
Claudia Posadas * *
Álvaro Mutis: Paraíso y Exilio, figuras de un imaginario poético


Álvaro Mutis: derrota y leyenda
en Los elementos del desastre
Mercedes Ortega González-Rubio











Álvaro
 Mutis





sábado, 14 de marzo de 2015

Cándido o un sueño siciliano de Leonardo Sciascia

"El fascismo no ha muerto. Y como estoy convencido de ello, siento un gran deseo de combatir, de comprometerme cada vez más, de ser siempre más decidido e intransigente, de mantener una actitud polémica con respecto a cualquier poder."  Leonardo Sciascia


En la nota final del libro Sciascia nos explica la intención de esta fábula: "tomando como modelo aquel otro Cándido que Voltaireescribo éste, para extrapolar el optimismo de Leibniz, extiendo aquella aventura, con mi estilo sencillo por el poco campo que me dejan las palabras en el mundo actual, tan  falto de soltura y ligereza".

Hablar de este libro, como de cualquier otro de Sciascia, es una disculpa para traer a este blog su personalidad, su estilo, sus ideas, y su perspicacia para desvelar las intrigas del poder.
Cuantas veces lo necesitaríamos hoy para que sus artículos de "Negro sobre negro" hiciese de su apuesta por la verdad, su objetivo y su búsqueda, ya  tan faltos hoy de opinión pública autorizada, con una intelectualidad europea, desde hace muchos años, al lado del poder, a la espera de recibir honores, participar en eventos y salir en las listas de los candidatos a los premios oficiales.
Ya que fuimos optimistas, y algo nos queda, encontrar en la palabras de Cándido, pensadas en modo conciliador, y bien sujetas a las comillas:" vivimos en el mejor de los mundos posibles",para no hacer múltiples notas a pie de página, esa carencia de malicia en cada nuevo contratiempo, cuando piensa en su  presente, con el fin de ayudar a que su entorno comparta su buena suerte, pone al autor-critico muy cerca del mundo actual. Pensándolo de modo sencillo: no necesitamos demasiado para sacar la cabeza y respirar, incluso ideas nuevas.
Cándido tiene familia: una madre, un padre, un abuelo, tíos, una segunda madre como nani en los que confía, a los que quiere y piensa que le quieren. Pero en realidad, desde su nacimiento allá por 1943, el mismo día de la liberación de Italia, en una cueva, nadie lo desea. Él ve como la hipocresía le circunda, excluyendo su presencia física, de todos los entornos donde, el devenir ideológico le lleva. Va cargado con la verdad y sin suspicacias ni maldades, busca amores y afectos por el mundo, hasta llegar a aquel París, con restos de 1968, que vive como un sueño y le ofrece asilo.
Es el libro más cercano a la propia vida de Sciascia, pues con su sabio planteamiento de la vida, imbuye al personaje en algo que a ambos, el camino de la realidad y el de la ficción, les lleva a producir grandes incomodidades  a su alrededor, rodeando su vida de amenazas, chantajes, mentiras y trampas.


Se habla de la transformación de los fascistas en demócratas camuflados tras la Democracia Cristina, del pragmatismo falso  del partido comunista italiano, y de la sociedad civil, del encumbramiento de los catolicismos y los marxismo, como fuente que acaba en un mismo atolladero; de los amores para obtener beneficios, del poco de amor sincero que queda a su lado, de lo difícil que es tener un aliado o mentor ideológico como Antonio, el arcipreste Lepanto, siempre a su lado, también en los momentos difíciles; se canaliza la razón de la cobardía, del suicidio, de los poderes en la sombra, de la esperanza en cambiar de vida emigrando, de la influencia de los grandes estados, en los estados inestables tras las catástrofes.


 Pero Cándido salta de cada aventura anunciada en las cabeceras de capitulo, a otra, sin sombra de maldad, o tercas estrategias que le favorezcan. De su Sicilia a Milán, Turín, Madrid, El Cairo, Barcelona, París, este lazarillo de la más pura novela  picaresca en versión contemporánea, actualiza la visión con nuevos itinerarios, validos por la importancia económica, social y política en el régimen del país mencionado, de la mano de su segundo amor Francesca, tras perder a Paola.
Sciascia cita tras releer, contemporiza los contenidos de la razón desde la Ilustración y concluye citando a  Víctor Hugo, a Zola, a Marx, a Lenin, a Gorki, a Dostoievski, a Stalin, a Togliati, a Gramsci, Baudelaire o Courbet, se presenta ante las estatuas de Maillol, nos emnumera  a los huérfanos de De Gaulle, de Franco, de Salazar, del PCI, relata el miedo de Goebbels a la palabra "intelectual", o respira la savia de mayo del 68.
"Abracemos a Voltaire, pues Él es nuestro verdadero padre", le dice don Antonio, paseando por los Campos Elíseos, pletórico, tras saber pulidos los entendimientos y la razón de  Cándido, ante la de los otros, en el mundo, y que no es "cándido por imbécil, sino porque vive un mundo de sueños armado de razones" (1)


Perdida la fe comunista, y transformada en indignación ética y estética, no tan verde como para que sea pasto de herbívoros, ni tan exegeta para que resulte incomprensible, y por salud mental, volver a leer dos o tres veces al año algo de Sciascia nos ayuda a desenmascarar estas ideologías de cartelera electoral, pues en el contexto actúa como guión para volver a hacer sus preguntas a esas enquistadas sagas políticas, judiciales y económicas. Y con alas o sin alas salir del laberinto de esta realidad que nos golpea. Eso sí, sin dejar de ser "cándidos", con un poco de optimismo y creyendo en los otros.
Si Dios existe, le voy a pedir cuentas de lo absurdo de la vida, del dolor, de la muerte, de haber dado a unos la razón y a otros la estupidez... y de tantas otras cosas. Leonardo Sciascia
¡Es lo que hay, de momento somos los humanos los que decidimos!
No olvidemos a Leonardo Sciascia.
"...fue el primer escritor en pensar las historias de crímenes, delincuentes e investigadores como un gran arte del siglo XX."Leonardo Padura
(1) Cándidos y Cándidos de la biblioteca ITAM


Leonardo Sciascia por Vincenzo Salerno
"La conciencia de Italia. Desafiante, por definición". Así es como a finales de Leonardo Sciascia, uno de los autores más populares de la Italia de posguerra, ha sido descrito por sus colegas sicilianos. En las palabras de Gore Vidal: "?. ¿Qué es la mafia de Sicilia, ¿Qué es lo que se refiere a la exploración de este infierno particular ... Sciascia es la vigilia perfecta".
Para conocer al hombre es necesario conocer su mundo. 
En el complicado mundo de la opinión pública italiana, en la que Sciascia fue novelista, polemista, político ocasional, y el candidato perenne al Premio Nobel. Desde un entorno filosófico-ecléctico, caracterizado por intolerancia a los periodistas de izquierda y, en el extremo opuesto, a los políticos de derecha, no tenía miedo de escribir sobre cuestiones morales y éticas. 
No pocas veces, Sciascia se sabe que era decididamente impopular en la Italia de finales del siglo XX. Si, al igual que muchos profetas, a veces parecía más popular fuera de su país, uno debe darse cuenta de que, a pesar de notable el patrimonio literario de Sicilia, los verdaderos intelectuales rara vez son respetados, ni reconocido por el público siciliano. 



La ética y la política a un lado. En el ámbito académico y en la prensa, seis décadas de influencias a veces hostiles, que van desde el existencialismo al catolicismo, del comunismo al neo-fascismo, han erosionado la apreciación popular ante un comentario social objetivo. Incluso una mirada superficial a los periódicos italianos es suficiente para confirmar que los periodistas en este país están obsesionados con sus propias opiniones, participan en un ritual extraño egocéntrico que tiene prioridad sobre la información imparcial.
Leonardo Sciascia ha trascendido a esta vorágine violenta, de manera sutil que revela los grandes retos de la sociedad en la vida de hombre común, dejando la impresión de un crítico  maestro. 
En medio de un mar de charlatanes pseudo-intelectuales, brillaba con  un talento iluminado y creativo. La esencia de la visión humana. La cosa real. No sería justo decir que era breve, y quería "dejar las cosas claras". 
El joven italiano que  quiera estudiar ciencias políticas, filosofía o leyes, en la universidad,  pensando por ahí llegará por fin en la vida a la comprensión de sus misterios, tendrá  que reconsiderar los conceptos después de leer una novela de Sciascia. Para su gran crédito, la más singular de los autores no era particularmente popular entre los profesores universitarios italianos. Su mayor audiencia era, y es, el intelectual honesto.
Desafiar las ideas preconcebidas por los jóvenes volubles,  fue sólo una pequeña parte del trabajo de Sciascia. Sus caracterizaciones y observaciones eran tan incómodas para muchos italianos mayores, como Tolstoi y Turgueniev de fuera por los rusos de otra época. Tal vez sea de esta manera fue como  un autor contemporáneo cruzó esa frontera indefinible entre la ficción popular y la gran literatura.
 La ficción vende, la literatura perdura. 
Algunos de los mejores trabajos de Sciascia son un tratado fundamental, aunque rara vez simples, de los dilemas morales, a menudo en el marco de la ley y el orden, lo correcto e incorrecto. Fue, de hecho, uno de los primeros autores que lidiar con los males intrínsecos del fascismo, algo claramente inquietante para los italianos que participaron en el régimen, e incluso para algunos de los hijos de los colaboradores. (Donde casi cada familia del país  ha contribuido con el fascismo, los talibanes de Italia, de alguna manera, aunque fuera sólo por alistar a un hijo en la juventud fascista o el envío de otro a morir en una de las desafortunadas aventuras militares del Duce.)




En los cuentos de Sciascia, la conciencia humana se explora en un ambiente íntimo, pero es sin embargo, colectiva, en la forma. En cierto sentido, él era filósofo. Los Camisas Negras eran sus blancos más fáciles. Todo el sistema es ineficiente, corrupto. La justicia italiana encontró a uno de sus críticos más letales en Leonardo Sciascia, de los cuales no podría esperar ninguna defensa, sólo vacío.
Su nacimiento coincidió con el fascismo. Nacido en 1921 en la localidad de Racalmuto, donde pasó gran parte de su tiempo hasta su muerte en 1989, prefirió la vida rural a la de Roma o en otras ciudades caóticas. Observación, comprensión y expresión son las herramientas de un gran autor, y estos Sciascia no le faltaban. Su estilo literario rudo y violento no siempre es capturado en la traducción de sus obras, pero el espíritu está ahí. Su pluma fue su espada, y desde su atalaya en Racalmuto, una ciudad de fundación árabe con una iglesia normanda y las ruinas de un castillo normando, Sciascia,  fue el  consumado escudero de su país,  un caballero solitario, a punto de llevar a su isla, lejos de un vasto mar de la conformidad social. El caballero- pastor, cuyos discípulos se reúnen en una revolución no violenta de las mentes.
Algunos de los más divertidos frases Sciascia han perdurado en la mente de Sicilia. En el día de la lechuza (llevada al cine popular) que divide a los hombres en varias clases, entre ellos el rumbo, sin rumbo, fácilmente conducido, como de pato Qua-qua-a-qua, que raramente se consigue mucho en la vida.




No por nada algunos profesores de derecho estadounidenses requieren que sus estudiantes lean Sciascia, cuyas obras han sido comparadas con las de Kafka y Stendhal. En "Puertas Abiertas", el juez insiste en la moral durante la era fascista. La novela ha sido descrita como "una meditación sobre la pena capital, traducción moral, y la imprecisión cultural." La muerte y el caballero" es la historia de un investigador de la policía que se enfrenta a "las relaciones entre las personas traidoras y el Estado." Era un terreno que Leonardo Sciascia conocía muy bien.


lunes, 23 de febrero de 2015

Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar

ANIMULA VAGULA, BLANDULA
HOSPES COMESQUE CORPORIS,
QUAE NUN ABIBIS IN LOCA
PALLIDULA, RIGIDA, NUDULA,
NEC, UT SOLES, DABIS IOCOS...
(Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño). Adriano

Esta oda del emperador Adriano, es el corpus de las Memorias de Adriano
El viaje por la historia del Imperio Romano del Siglo II, y por la intimidad y el destino del hombre en su transitar por la vida.


Margarite Yourcenar, hace un recorrido expansivo y centrífugo a través del Imperio, arquetipo de centralidad, y un asedio por la intimidad del ser humano único e irrepetible que es Adriano. Y en este discurrir por el tiempo de la historia y del ser, se introduce, se involucra y viaja.

Como punto de partida un largo informe de la situación imperial, que dirige a su hijo adoptivo, Marco, quien le sucederá como emperador, y el relato  se convierte en la reflexión final sobre la vida antes de la muerte.
Los personajes se convierten en voces que llegan en tropel, y la misión del escritor es contar una historia que llegue como un río al lector. La idea de escribir el libro proviene de una apreciación de Flaubert que decía que "cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único en que sólo estuvo el hombre". Ese momento parece coincidir con el periodo en que gobernó Adriano entre otros. Y realmente el emperador Adriano, y el Adriano de Yourcenar parecen coincidir en sus íntimas contradicciones. No era un hombre de su tiempo; más bien adelantado o anterior al suyo. Tenía fervor por la Grecia clásica, base de su formación humana, filosófica y literaria. Por esa misma tendencia helenizante, quiso modernizar la burocracia del Estado Romano. De hecho, él consideraba a las instituciones como la prueba tangible de la eternidad del imperio "Roma debería escapar a su cuerpo de piedra; con la palabra Estado, la palabra ciudadanía, la palabra república, llegaría a componer una inmortalidad más segura", asegura la voz del César en la novela.


Pocos héroes viajaron tanto. Para este héroe moderno del pasado clásico, el viaje era por igual, un imperativo de sus tiempo, y una afición, una búsqueda infinita de la identidad de su ser. Por eso el viaje  de Adriano no es solamente un viaje visible, físico-geográfico, sino en simultáneo, un viaje hacia el interior del alma humana en busca de los secretos más íntimos de la vida y de la muerte, en un constante discurrir sobre lo inmanente y trascendente, sobre lo cotidiano y lo universal.

La obra se desarrolla en un espacio real, tanto físico como geográfico: Roma, Atenas, Alejandría,...

La gran intuición de Yourcenar fue ver esa naturaleza de hombre libre; su maestría consistió en aprovecharla para acabar escribiendo un conjunto de reflexiones acerca de la vida, la muerte, la naturaleza humana y sus pasiones con un carácter universal.

 

Fascinada por la figura del emperador, cuando Antínoo aparece en la novela es porque realmente formó parte de la vida de Adriano como tema dramático, no es el centro del libro, ni su historia es reflejada como la más importante en su vida, opta por restar sustrato mítico a la tragedia de la muerte del joven, y prefiere convertir la historia en humana, mediante el cuestionamiento mismo de la utilidad de la deificación de Antínoo y el escepticismo de Adriano. Yourcenar se siente atraída por las figuras históricas, por el Adriano que fue, por el hombre, no por el símbolo. Todo esto lo explicó ella misma en las notas que acompañan al libro y en numerosos escritos y cartas. Y nos propone, desde la vastedad histórica expresada en cuidadosos tiempos, adentrarnos un tanto más allá de lo que fue un tramo de la historia de cada cual, la que es común a todos los hombres, aquella que nos identifica y en la que siempre hay sitio para una vida más.

          


Toda la obra de Marguerite Yourcenar es una doctrina de humanismo.

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